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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

23 abril 2014

Once Upon a Time Capitulo 03

-No.
-Pero dijo que me ayudaría.
-Eso fue antes de que me diera cuenta de que usted está loca.
Elena dejó la pluma sobre la mesa y se puso de pie.
 -Por favor, discúlpeme.
-¿Adónde va?
-A recoger mis cosas.
Damon la siguió hasta la puerta, la tomó de un brazo y la hizo dar la vuelta para que lo mirase. Caramba, vaya que la había ofendido. Odió ver lágrimas en sus ojos, especialmente, sabiendo que él era el motivo de su desesperación.
-Va a quedarse aquí hasta que yo decida qué haré con usted -dijo con tono áspero.
-Yo decido mi futuro, no usted, Damon. Suélteme. No voy a quedarme donde no soy bien recibida.
-Se quedará.
A la orden, Damon agregó una mirada furiosa, para ver si ella cedía. No funcionó. Elena no se dejaba intimidar. Es más, le devolvió la misma mirada.
-Usted no me quiere, ¿lo recuerda? -lo desafió.
Damon sonrió.
-Oh, claro que la quiero. Lo que no quiero es casarme con usted. Estoy siendo totalmente sincero con usted y por el rubor de sus mejillas me doy cuenta de que la he abochornado. Es demasiado joven e inocente para meterse en este ridículo juego en el que se ha embarcado. Deje que mi padre...
-Su padre está, demasiado enfermo para ayudarme -lo interrumpió. Tiró con fuerza de su brazo para liberarse de la mano de Damon-. Pero hay otros que me ayudarán. No tiene por qué preocuparse.
Damon no podía explicar por qué se sentía insultado. Pero esa era la verdad.
-Ya que mi padre está demasiado enfermo para cuidar de usted, entonces esa responsabilidad pesa sobre mis hombros.
-No, se equivoca. Su hermano, Jeremy, actuará como mi tutor. Es él el que sigue en la línea.
-Pero Jeremy también está convenientemente enfermo, ¿lo ha olvidado? 
-No me parece que esta enfermedad tenga nada de conveniente. -Damon. No discutió ese punto con ella. De hecho, prefirió hacer como que no la había escuchado.
-Como su tutor temporal durante la enfermedad de mis familiares, seré yo quien decida adónde irá y cuándo. Y no me mire con esa expresión desafiante, jovencita -le ordenó-. Siempre me salgo con la mía y, para cuando caiga la noche, me habré enterado por qué tiene tanta prisa en casarse.
Elena meneó la cabeza. Damon le tomó el mentón para mantenerle quieta la cabeza.
-Dios, qué obstinada que es. -Le apretó la nariz y luego la soltó.- Regresaré en unas horas. Compórtese, Elena. Si se marcha, iré detrás de usted.

Matt y Paul esperaban en el vestíbulo. Damon pasó junto a ambos y luego se detuvo.
-No permitan que se vaya -les ordenó.
Matt asintió de inmediato. Elena abrió los ojos desmesuradamente. -Ellos son mis guardias, Damon -le gritó. Maldito, la había tratado como a una niñita cuando le apretó la nariz y cuando le habló con ese tono tan condescendiente. Y ahora ella estaba comportándose así.
-Sí, son sus guardias -coincidió Damon. Abrió la puerta principal de la casa y se volvió hacia ella-. Pero deben responder ante mí, ¿no es así, muchachos?
Los dos guardias asintieron en silencio de inmediato. Elena estaba tan furiosa que por poco gritó a los cuatro vientos su opinión sobre los arrogantes métodos de Damon.
Dignidad y decoro. Las palabras hacían eco en su mente. Sentía que la madre superiora estaba de pie, detrás de ella, mirándola por encima del hombro. Era una ridiculez, por supuesto, porque la monja estaba a años luz de distancia. Sin embargo, sus lecciones habían echado raíces en ella. Elena se obligó a asumir una expresión serena y, simplemente, asintió.
-¿Estará fuera mucho tiempo, Damon? -le preguntó con bastante calma.
El no creyó en su aparente serenidad. Sabía que lo que más deseaba era gritarle a viva voz. Damon sonrió.
 -Tal vez -le contestó-. ¿Me echará de menos?
Ella le imitó la sonrisa. -Tal vez no.
La puerta se cerró con sus carcajadas.

Y no lo echó para nada de menos. Damon no regresó sino hasta pasada la hora de la cena. Elena se sintió agradecida de que hubiera estado fuera, porque no quería interferencias y ese hombre no sabía hacer otra cosa.
Se mantuvo ocupada con todos sus compromisos. El resto de la mañana y durante toda la tarde, recibió a los viejos amigos de su padre. Llegaron, uno tras otro, para presentarle sus respetos y ofrecerle su ayuda en lo que pudieran mientras Elena permaneciera en la ciudad. La mayoría de la gente que vino de visita tenía su título de nobleza dentro de la respetada sociedad, pero también desfilaron artistas y trabajadores.
El padre de Elena había tenido una gran variedad de amistades. El hombre había sabido juzgar muy bien el carácter de las personas, una cualidad que la princesa creía haber heredado. Ese día descubrió que todos los amigos de su padre eran de su agrado también.
Phil Dwyer fue su último visitante. El hombre anciano y barrigón había sido el representante de su padre en Londres y todavía manejaba algunos bienes de Elena. Dwyer había ocupado el honorable cargo de suscriptor del Lloyd's de Londres durante más de veintitrés años. Su reputación como agente era de lo más calificada. No solo era ético sino también muy inteligente. El padre de Elena había ordenado a su esposa, quien, a la vez, había hecho lo propio con su hija, que en caso de su muerte, Dwyer sería la persona a quien cualquiera de las dos debía consultar en materia financiera.
Elena lo invitó a cenar. Tyler y Caroline sirvieron la cena. Claro que la dama de compañía fue la que tuvo el mayor trabajo, pues el mayordomo se dedicó a escuchar la conversación de la mesa. Estaba asombrado de que una mujer supiera tanto sobre el mercado financiero, y en silencio, se prometió que más tarde informaría a su señor sobre lo que había escuchado.
Dwyer pasó más de dos horas dándole recomendaciones varias. Elena agregó una propia y luego completó las transacciones. El agente sólo utilizaba las iniciales de la muchacha cuando presentaba los valores ante los suscriptores del Lloyd's, porque era inconcebible que una mujer pudiera invertir en la bolsa. Hasta el mismo Dwyer se habría sorprendido si hubiera sabido que las sugerencias de Elena habían sido propias. Pero ella entendía los prejuicios que el hombre podía tener contra las mujeres. Durante todo ese tiempo la princesa había superado el escollo inventando un viejo amigo de la familia, a quien llamaba tío Kris. Le dijo a Dwyer que, en realidad, no los unía ningún lazo sanguíneo, pero que por el afecto que se había ganado a lo largo de todos esos años, ella lo consideraba como un pariente. Para asegurarse de que Dwyer no lo investigara, mencionó que tío Kris había sido íntimo amigo de su padre.
Y Dwyer pareció sosegar su curiosidad con la explicación de Elena. No oponía objeciones a aceptar órdenes financieras de un hombre, aunque en más de una oportunidad comentó lo extraño que le resultaba que tío Kris le permitiera firmar con sus iniciales. De inmediato quiso conocer personalmente al consejero y honorable pariente, pero al instante Elena le dijo que tío Kris había optado por recluirse últimamente y que se negaba a recibir o estar acompañado. Completó la mentira diciendo que los visitantes habían perturbado su tranquila rutina desde que se había mudado a Inglaterra. Como Dwyer recibía una jugosa comisión por cada oferta que hacía a los suscriptores, y como hasta el momento, tío Kris nunca se había equivocado en sus cálculos, no le convenía contravenir a la princesa. Si Kris no quería conocerlo personalmente, había que darle el gusto. Lo último que deseaba en el mundo era apartar a su cliente. Entonces concluyó en que Kris no era más que un excéntrico.
Después de la cena, regresaron al salón, donde Tyler sirvió a Dwyer una copa de oporto. Elena se sentó sobre el sillón, frente a su invitado, y escuchó varias anécdotas divertidas sobre los suscriptores que se agolpaban, en los pisos del Royal Exchange. Le habría encantado ver en persona los relucientes pisos de madera, atiborrados de cabinas de madera, a las que llamaban casillas, donde los suscriptores llevaban a cabo sus operaciones. Dwyer te contó una historia muy peculiar que había comenzado por el año 1710 a la que se denominaba como un Visitante en la Sala. Un camarero, le explicó, conocido como el Riñón, subía a una especie de púlpito y leía los periódicos en voz alta y clara, mientras la audiencia de caballeros permanecía sentada en sus respectivas mesas, bebiendo sus tragos. Elena tuvo que contentarse con imaginarse la escena mentalmente, pues no estaba permitida la entrada a las mujeres en el Royal Exchange.
Damon volvió a la casa justo cuando Dwyer terminaba su copa. Arrojó la capa en dirección a Tyler y luego se dirigió al salón. Se detuvo de inmediato al ver que había visitas.
Elena y Dwyer se pusieron de pie. Ella presentó al invitado con su anfitrión. Damon ya sabía quién era Dwyer. También se quedó impresionado, porque la reputación del hombre era muy famosa en el negocio de los astilleros. Muchos consideraban que ese agente era un genio financiero. Damon lo admiraba. En la bolsa de comercio, Dwyer era uno de los contadísimos individuos que siempre anteponía los intereses de sus clientes a los propios.
Se le consideraba honorable en el más amplio sentido de la palabra y para Damon, esa era una cualidad esencial en un agente.
-¿He interrumpido alguna reunión importante? -preguntó.
-Estábamos terminando nuestros negocios -respondió Dwyer-. Es un placer conocerlo, señor -continuó el agente-. He seguido el desarrollo de su empresa y debo felicitarlo. De poseer sólo tres barcos a tener más de veinte en sólo cinco años, es muy impresionante, señor.
Damon asintió.
 -Mi socio y yo tratamos de mantenernos siempre muy competitivos -dijo.
-¿Ha considerado la posibilidad de ofrecer a la venta acciones de su empresa a terceros, señor? Vaya, pero si hasta yo mismo estaría interesado en invertir en una empresa tan estable.
A Damon le latía la pierna dolorosamente. Cambiaba de posición constantemente, hacía gestos de sufrimiento y, finalmente, meneó la cabeza. Deseaba sentarse, mantener la pierna en alto y beber coñac hasta que el dolor lo abandonase. Sin embargo, no se daría el gusto. Siguió cambiando de posición una y otra vez, hasta que terminó por apoyarse en el sillón, tratando de concentrarse en la conversación que mantenía con el agente.
-No -anunció-. Las acciones del astillero Esmeralda pertenecen a medias a Richard y a mí. No nos interesa que terceros posean ningún porcentaje de ellas.
-Si alguna vez cambia de parecer...
-No lo haré.
Dwyer asintió.
-La princesa Elena me ha comentado que usted es su tutor temporal mientras el resto de sus familiares se reponen de la enfermedad que los aqueja.
 -Correcto.
-Vaya honor el que ha recibido -le dijo Dwyer. Hizo una pausa para sonreír a Elena-.
Protéjala bien, señor. Esta joven es un exótico tesoro.
Elena se sintió avergonzada por el elogio de Dwyer. Sin embargo, distrajo su atención cuando su agente preguntó a Damon por su padre.

-Acabo de verlo -contestó Damon-. Ha estado bastante mal, pero ya está mejorando. 

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