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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

19 noviembre 2012

Recuérdame Capitulo 08


Capítulo 08
—¿Te encuentras lo bastante bien para viajar? —preguntó Damon durante la cena.

—Damon, estoy bien —Elena levantó la vista del delicioso filete que estaba devorando.

—Quizás deberías ir a ver a un obstetra antes de marcharnos.

—Si te hace sentir mejor, iré a ver a mi médico en cuanto regresemos a la isla, pero desde luego puedo viajar. Aunque si tienes algún asunto que tratar aquí, puedo adelantarme yo.


—Iremos juntos —Damon frunció el ceño—. Es importante que regresemos sobre nuestros pasos y repitamos lo que hicimos en mi anterior visita a la isla. Quizás la familiaridad consiga que recupere la memoria.

—¿Qué te ha dicho el médico?

Damon se mostró visiblemente incómodo. A pesar de compartir una mesa aislada del resto de los comensales, miró a su alrededor, temeroso de que alguien pudiera oírles.

—Cree que hay una razón psicológica detrás de todo —frunció los labios—. Si tan feliz era y tan enamorado estaba, ¿por qué desear olvidarlo? No tiene sentido.

Ella fue incapaz de reprimir un respingo.

—No pretendía herirte —se apresuró a aclarar él—. Es que hay demasiadas cosas que no comprendo. Quiero regresar porque quiero encontrar a la persona que perdí allí. El hombre al que dices amar, y que te amaba, es un completo extraño para mí.

—Al parecer, ambos lo somos —susurró ella—. Quizás no exista. Quizás lo imaginé.

—Pero lo que no hemos imaginado es a ese bebé —Damon bajó la vista a la barriga, oculta tras la mesa—. Él o ella es real, lo único real de toda esta situación.

—El bebé no es lo único real. Mi amor por ti era real. Niegas poder ser esa persona. Y se supone que, si de repente recuperas la memoria y tu amor por mí, debo olvidar sin más todo este rechazo.

Elena bajó la vista y entrelazó las manos antes de inclinarse hacia delante.

—Dime, Damon, ¿a qué hombre debo creer? ¿Al hombre que me dice que no soy su tipo y que no podría haberme amado, o al amante que pasó cada noche en mis brazos mientras estuvimos en la isla? No importa lo que recuerdes mañana, o al día siguiente, siempre sabré que una parte de ti se rebela ante la mera posibilidad de estar conmigo.

—Elena, yo… —extendió las manos en un gesto desesperado.

—No lo hagas, Damon —ella sacudió la cabeza—. No lo empeores pretendiendo que no quisiste decirlo. Al menos en eso has sido sincero. Pero no olvides que no eres la única víctima en todo este asunto.

—Lo siento de veras —contestó él con evidente sinceridad—. Me estoy portando como un bastardo egoísta. Sé lo que estás sufriendo y que nada de esto es fácil para ti. Perdóname.

Damon le tomó la mano.

Elena sintió una opresión en el pecho y tuvo que contenerse para no arrojarse en sus brazos. Deseaba susurrarle su amor al oído. Deseaba suplicarle que no la abandonara jamás. Pero lo único que podía hacer era mirarlo con desesperada frustración.

—¿Y qué pasa si no recuperas la memoria jamás?

—No lo sé —contestó Damon.

Elena se reclinó en la silla y soltó la mano.

—¿Qué has metido en la maleta? —preguntó forzando una sonrisa.

—Aún no la he hecho —él pareció confuso ante el cambio de conversación.

—Nos marchamos mañana por la mañana y no sabes cuánto tiempo estarás ausente. ¿Vas a dejarlo todo hasta última hora?

—No sabía qué llevar —él hizo una mueca—. Dijiste algo sobre chanclas y trajes de baño.

—Bueno, ahora hace demasiado frío para bañarse. Hace buen tiempo, pero el agua está fría.

Damon se volvió hacia la orquesta que tocaba y luego la miró a ella.

—Cuéntame, Elena, ¿alguna vez bailamos?

Sorprendida, ella sólo pudo sacudir la cabeza.

—Entonces te propongo que bailes conmigo ahora —se puso en pie y le ofreció una mano.

Hechizada por su tono de voz, le tomó la mano y dejó que la condujera a la pista de baile.

Elena cerró los ojos y suspiró mientras se pegaba a él. El calor de su cuerpo la abrazaba y su aroma le acariciaba la nariz. Respirando profundamente, se guardó la esencia en lo más profundo de su ser.

¡Cómo le había echado de menos! Incluso en los momentos en que lo había odiado, en que se había puesto en lo peor, había permanecido despierta en la cama recordando las noches en que habían hecho el amor arrullados por la música de las olas del mar.

Durante unos instantes, Elena se abandonó a su ensoñación.

Levantó la vista hacia él mientras Damon interponía su mano entre sus cuerpos y le acariciaba la muñeca.

—Eres un interesante dilema, Elena.

—¿Dilema? —ella enarcó las cejas.

Elena ladeó la cabeza inquisitivamente.

—Te juro que no te recuerdo. Te miro y me quedo en blanco. Pero cuando te tengo cerca, cuando te toco… —su voz se convirtió en apenas un susurro—. Me siento como si…

—¿Como si qué? —ella sintió un escalofrío en la columna.

Damon parecía perplejo, como si buscara las palabras adecuadas. Pero al final suspiró y le acarició todo el cuerpo con la mirada.

—Encajáramos —se limitó a contestar.

Ella sintió que el pulso se le aceleraba y la esperanza inundaba sus venas. No sabía si abrazarlo o besarlo, de modo que se limitó a sonreír con tal pasión que las mejillas le dolían.

—Es increíble que algo tan sencillo pueda hacerte tan feliz —murmuró él.

—Es que encajamos —asintió Elena mientras le tomaba el rostro entre las manos ahuecadas.

Damon le sujetó la nuca con una mano, le abrazó por la cintura con el brazo libre y la izó hasta que sus labios estuvieron a la misma altura.

Era como si nunca se hubieran separado. La besó como había hecho en tantas ocasiones, sólo que… había algo diferente que ella no lograba descifrar. Algo más profundo, más emotivo.

Elena suspiró contra sus labios con una mezcla de tristeza y felicidad. Cuando al fin Damon se apartó, la miró con ojos oscuros mientras su cuerpo se estremecía contra ella y deslizaba una mano hasta su mejilla para acariciarla.

—Una parte de mí te recuerda, Elena. Una parte de mí se siente como si hubiera regresado a casa cada vez que te beso. Eso tiene que significar algo.

—Encontraremos el camino de regreso, Damon. No te dejaré marchar así como así. No te dejaré marchar sin luchar. Conseguiré que recuerdes. No sólo por tu felicidad, sino por la mía también.

—Me fascinas, Elena. Y empiezo a comprender que cayera rendido ante ti desde el principio.

—Vamos a conseguirlo —contestó ella con convicción—. Juntos haremos que regrese.

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