Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

18 octubre 2012

Rivales Capitulo 10


Capítulo 10

Aquella noche, al regresar a casa después de cenar, Elena se sentía como un trapo. Por una vez, su gozo de crear joyas había sido eclipsado por otra cosa: Damon, y su necesidad de protegerse de él. Le impresionaba que él no tuviera ningún sentimiento hacia ella, y sin embargo pudiera hacerle sentir como si fuera la única mujer en el mundo.



Había estado muy solícito toda la noche. Elena se había dicho que  estaba  fingiéndolo, pero  cuando  Meredith  y  Klaus  los  habían dejado  a  solas  para  acostar  a  sus  hijos, Damon  se  había  girado hacia ella y la había besado apasionadamente, como si lo necesitara; y ella, con su cuerpo traicionero, le había correspondido.

Sólo se habían separado al oír un burlón: «arriba hay habitaciones libres, si queréis...». Elena se había sentido terriblemente expuesta y abrumada.

— ¿En qué piensas?

Acababan de llegar a casa y ella estaba descalzándose en el vestíbulo. Miró fugazmente a Damon, y luego bajó la cabeza y se

Encogió  de  hombros,  con  una  poderosa  necesidad  de protegerse.

—En nada. Sólo espero que a Meredith le gusten los pendientes y la pulsera. Es la primera vez en mucho tiempo que creo algo para alguien, y...

Damon se le había acercado y le hizo elevar la barbilla. Ella se derritió.

-Le encantarán. A Klaus le han gustado mucho. Tienes un gran talento.

Elena se  ruborizó y  se  detestó por  ello. ¿Por qué  no  podía quedarse indiferente?

Damon   la   agarró   del   brazo   y   ella   se   estremeció   e   intentó soltarse.

-¿Una última copa? —propuso él con un brillo especial en su mirada.

Elena necesitaba alejarse, pero algo en la expresión de él hizo que el corazón se le detuviera. Se encogió de hombros.

—De acuerdo.

Siguió  a  Damon  al  salón. Estaba  perpleja: diría  que  él  quería comentar algo.

Con sus copas en la mano, y tras un largo momento de silencio, Damon habló por fin:

—Elena, creo que ambos sabemos que cualquier acuerdo que tuviéramos ha terminado. Ni puedo ni voy a detenerte si quieres marcharte.

A Elena se le encogió el corazón hasta el punto de que sintió que iba a desmayarse. Abrió la boca para decir algo; pero él no había terminado.

-Pero no quiero que te vayas.

— ¿No? —inquirió ella.

El corazón volvía a latirle. Vio que él negaba con la cabeza.

-Aún no hemos terminado. Todavía te deseo.

Nada  relativo  al  amor  u  otros  sentimientos, lamentó  ella.
¿Qué esperaba, después de haber oído su conversación con Klaus?

—El taller de joyería es tuyo, Elena, siempre que estemos juntos. Después de este encargo de Klaus, y con un poco de publicidad, recibirás muchos más. Éste podría ser el comienzo de una fructífera carrera para ti.

Él ni siquiera estaba pidiéndose que se quedara porque ella quisiera. No podía permitir que viera su profundo dolor. Elena forzó una sonrisa.

— ¿Estás diciéndome que, si me quedo contigo hasta que tú o yo nos hartemos, me ayudarás a lanzar mi carrera? ¿Y qué ocurrirá si no quiero quedarme?

La mirada de él se ensombreció. Apretó la mandíbula.

-No creo que tengas problemas en ponerte por tu cuenta, pero no me negarás que yo te ofrezco un trampolín que te colocaría a otro nivel.

Elena sintió náuseas. Lo que él estaba haciendo era una crueldad, y al mismo tiempo le ofrecía la luna. Pero ¿podría ella soportar compartir su cama, sabiendo que algún día él la dejaría marchar, si bien con una fulgurante carrera?

De  pronto, toda  su  ambición  le  pareció  banal. El  amor  que sentía por Damon valía más que todas las carreras. Pero estaba claro que él no sentía lo mismo, y si alguna vez decidía asentarse, sería  con  alguien  más  apropiado  que  ella. Sintió que algo en su interior se rompía en mil pedazos. Dio un sorbo a su copa y miró a Damon.

-La única razón por la cual he aguantado vivir en casa de mi padre, cuando él me odia, ha sido Katherine. Tras la muerte de Caroline, me prometí que me quedaría con ella hasta que estuviera  preparada  para  volar  por  su  cuenta.  Cuando  yo acabé la universidad, quise que  nos mudáramos juntas, pero
Los negocios de mi padre empezaron a ir mal y tuvimos que quedarnos en casa. Además, Katherine está estudiando derecho. He  trabajado para  pagarle  la  universidad, pero  eso significaba que no podíamos independizamos.

Damon escuchaba en silencio e inmóvil.

—Llevo  mucho  tiempo  esperando  ser  libre, Damon. Ahora  que Katherine se ha casado con Stefan, por fin puedo vivir mi vida.

— ¿Y eso es lo que quieres, a pesar de lo que yo te ofrezco?

Ella asintió y sonrió nerviosa.

—Ese encargo de Klaus es más de lo que podría haber soñado. Y ya debes de haberte dado cuenta de que yo no estoy hecha para ser la amante de nadie.

Damon se puso en pie, alto y dominante. Con rostro impenetrable.

—Tengo  que  ir  a  Nueva  York  mañana  para  unos  negocios. Estaré fuera unas dos semanas. Piénsate lo que te he dicho, y luego decide. No voy a obligarte a que decidas ahora.

Elena asintió lentamente, con una punzada de dolor.

-De acuerdo.

Y eso fue todo. Se levantó, dejó su copa en la barra y se giró.

-Estoy cansada. Me voy a dormir.

—Buenas noches, Elena.

Y ella salió de la habitación, sabiendo que era la última vez que vería a Damon Salvatore.

***

Dos semanas después, según entraba en la mansión, Damon supo que  Elena se  había  marchado. Era  la  primera  vez  que  una mujer lo  dejaba; en  su  arrogancia, ni  se  había planteado la posibilidad. Tampoco  la  había  llamado, como  si  al  no preguntar,  ella  no  se  hubiera  marchado.  Pero  sí  lo  había hecho.

Damon entró al taller. Todo estaba limpio y ordenado. Había una nota:

Querido Damon:

He dejado todo a la vista para que te sea más fácil deshacerte de ello. Sé que sonará raro después de lo que hemos pasado, pero gracias por todo.

Te deseo lo mejor, Elena

Damon arrugó la nota y  se  quedó un  rato de  pie  con la  cabeza gacha. Y entonces, rugiendo de ira, pasó el brazo por la mesa de trabajo y lanzó las herramientas y los materiales por los aires.




Tres meses después…




A Elena le dolían los riñones. Se los cubrió con las manos y se estiró hacia atrás. Estaba embarazada, y de un día para otro había empezado a notársele. El día después de su última conversación con Damon había manchado un poco y había creído que era el  periodo, pero no  había sido así. Al  mes siguiente, cuando no le había bajado, los análisis habían confirmado el embarazo.

—Deberías sentarte, cariño, y aliviar tus pies de tanto peso.

Elena  sonrió  a  Mary, la  mujer  con  la  que  trabajaba en  el pequeño café para turistas junto a la abadía de su antiguo colegio, al oeste de Irlanda.

—No voy a ponerme de parto por un poco de dolor en los riñones.

La otra mujer, a quien conocía desde que estudiaba en el colegio, donde Mary era cocinera, sonrió ampliamente.

—Tal vez no. En ese caso, atiende al recién llegado. Yo diría que con él cerramos hoy. El último autobús de turistas está saliendo del aparcamiento ahora.

Elena agarró su cuaderno y una bandeja y  salió. el  sol la cegó  por  unos  instantes  y, cuando  pudo  ver, le  pareció  que alguien alto y grande se ponía en pie. Al instante supo quién era: Damon.

Creyó que iba a desmayarse dé la impresión. Al segundo siguiente, estaba sentada en una silla, con Damon agachado frente a ella, y Mary a su lado.

— ¿Estás bien, Elena? ya sabía yo que no debías pasar tanto tiempo de pie. Eres tan testaruda...

—Estoy bien, Mary, de verdad —la interrumpió Elena, temiendo que revelara demasiado—. Sólo es dé la impresión. Este hombre es... un viejo amigo.

La astuta irlandesa los miró y sacó conclusiones al instante.

— ¿Seguro   que   estás   bien?  ¿Quieres   que   os   deje   a   solas?—preguntó la mujer.

Elena asintió, aunque se hubiera colgado de ella, rogándole que se  quedara. Pero no  podía hacerlo. Debía hablar con el padre de su hijo.

—Estoy bien, Mary, de verdad. Vete a casa.

-¿Y tú qué vas a hacer? no tienes coche y te has dejado la bici en casa.

-Yo   me   ocuparé   de   llevarla   a   casa   —intervino   Damon,  por primera vez.

El efecto en Elena fue devastador. Mary se marchó con recelo, pero por fin los dejó solos. Damon se puso en pie y Elena se estremeció,como si llevara un tiempo congelada y estuviera volviendo lentamente a la vida. Agradeció llevar el amplio delantal, que disimulaba su secreto.

Él la miró con tanta intensidad que la dejó sin aliento.

-¿Vienes al trabajo en bici por esas carreteras? Elena asintió.

—Sé que intimidan un poco, pero una vez que te acostumbras...

-¿Que intimidan? ¡Son suicidas!

Al ver el rostro de él, censurándola y con algo más, Elena se puso en pie. La impresión de verlo allí empezaba a disiparse.
¿Cómo podía presentarse allí y hablarle de banalidades, como si nada hubiera sucedido?

—Damon, no creo que hayas venido para hablar de las carreteras irlandesas. ¿Cómo me has encontrado?

Él se pasó la mano por el cabello y la miró con intensidad.

—Me he pasado todo un mes insistiéndole a tu hermana para que me dijera dónde estabas.

Elena se sentó de nuevo, con las piernas temblándole. Después  de  marcharse  de  la  mansión, se  había  quedado  en Atenas un mes, pero como Damon no había hecho nada por encontrarla, algo se había roto en su interior.

—No  tenía  pensado  venirme  aquí, pero  cuando  me  enteré...—comenzó ella, y se detuvo.

No podía comunicarle así lo más trascendental que le había sucedido nunca. Siempre había planeado que anunciaría a Damon que estaba embarazada de él, pero una vez que estuviera recuperada   y   hubiera   decidido   hacia   dónde   dirigirse.  No había esperado encontrárselo tan pronto. ¿Cómo acogería la
noticia, después de lo que le había oído hablar con Klaus? sus palabras se le habían grabado a fuego.

Giró la cabeza, le dolía mirarle. Él se agachó e hizo que lo mirara. Al ver su expresión torturada, Elena se estremeció. De   pronto,  tuvo   la   certeza   de   que   era   el   momento.  La distancia no había curado su dolor, ni aclarado las cosas, sólo las había empeorado.

— ¿De qué te enteraste, Elena?

Ella sintió un delicado revoloteo en su interior, como si el bebé le  exigiera que  dijera la  verdad. —estoy embarazada, Damon —anunció.

Durante  un  largo  momento,  no   sucedió  nada.  Ninguno  se movió. Y entonces, Damon  hizo  lo  que  Elena  menos  esperaba: empezó a desabrocharle el delantal. A ella se le aceleró el corazón.

—Damon, ¿se puede saber qué...?

Él se detuvo un momento y le tapó la boca con un dedo.

—Shh.

Le  quitó  el  delantal, y  el  vientre  abultado  de  ella  quedó expuesto en toda su gloria bajo su camiseta ajustada. Damon lo acarició con las manos, y Elena se lo permitió, sorprendida. Sentir  que  le  tocaba  el  vientre  le  generaba  muchas emociones. Vio la expresión maravillada de él, y reprimió el impulso de recrearse en una peligrosa fantasía.

— ¿Por qué has venido, Damon?

— ¿Cómo puedes  preguntármelo? deberías  haberme informado —replicó él.

A Elena le  invadió la  vergüenza. Dos  meses  atrás, cuando había  descubierto  que  estaba  embarazada, las  hormonas  se habían apoderado de ella, y la idea de poder encontrarse con él, o verlo con otra mujer, había sido insoportable. Así que, se había marchado al lugar más lejano que conocía.

Elevó la cabeza. No podía pensar con Damon tan cerca. Se puso en pie con dificultad y se lo quitó de encima. Al instante, sintió que le faltaba algo.

—Damon,  nuestra   relación   nunca   tuvo   como   objetivo   estar juntos  para  siempre, incluso  aunque  quisieras  que  siguiera siendo  tu  amante. Oí  tu  conversación con  Klaus Mikaelson  en  tu despacho  —desveló, sorprendida por  haberlo  dicho—. Sabía que las cosas terminarían antes o después.

Se  lo  quedó  mirando, pero  la  expresión de  él  era impenetrable. Y ella estaba tan sensible que cualquier cosa la desestabilizaba.

—Si has venido a pedirme que vuelva a ser tu amante...

Él se cruzó de brazos y clavó la mirada en su vientre.

—Creo que hemos ido más allá de ese punto, ¿tú no?

-No  permitiré que  creas  que, sólo  porque  estoy  embarazada, voy a aceptar un matrimonio de conveniencia —saltó ella, a la defensiva.

—Basta.

Ella se detuvo. Vio que él soltaba los brazos y se le acercaba, pero  no  podía  recular  porque  tenía  una  mesa  detrás. Elevó una mano a modo de barrera.

—Damon, por favor, no...

-¿No qué? ¿Que no te toque? no puedo evitarlo, si estamos en la misma habitación. ¿Que no vaya en tu busca? tampoco puedo. Habría llegado a los confines de la tierra para encontrarte.

A Elena se le aceleró el pulso. él le soltó el cabello, que le había  crecido  en  los  últimos  meses,  y  le  cayó  pesadamente sobre los hombros. Tomó un mechón entre los dedos y se acercó a ella hasta rozar su vientre. Elena sintió que el cuerpo se encendía, después de aquellos meses.

—Cuando  me  dejaste,  Elena  Gilbert, me  sumí  en  una zona sombría.

Ella lo miró como hechizada, a su pesar.

—Al regresar de Nueva York y encontrar tu nota, arrasé con el taller de joyería y regresé a Nueva York durante un mes, donde  pasé  demasiado  tiempo  en  un  grasiento  bar  irlandés—explicó él y rió amargamente—. Luego, cuando creí haberlo superado, regresé  a  Atenas. He  sido  tal  ogro  que  he  hecho llorar  a  Calista, he  despedido  a  multitud  de  empleados, y Meredith y Klaus no me hablan.

Ella ahogó un grito.

—Sólo   después   de   esos   dos   meses   de   tortura,  me   permití admitir el dolor de que habías elegido marcharte en lugar de quedarte a mi lado. Y entonces, tuve que convencer a tu hermana para que me dijera dónde estabas.

Elena inspiró hondo, sintiendo como si saltara al vacío.

—Pero Damon, no me pediste que me quedara: me dijiste lo que me darías si me quedaba. Era algo condicional.

Damon la miró a los ojos, y por primera vez ella vio su vulnerabilidad.

-No tuve el valor de pedirte que te quedaras si querías. Me aterraba que pudieras decir que no, creí que mi única opción era intentar obligarte a hacerlo.

Elena sacudió la cabeza. Algo frágil empezaba a florecer en su corazón.

-Sinceramente, creo que me habría marchado igual.

Vio que él empezaba a encerrarse en sí mismo, así que agarró su  mano  y  se  la  llevó  al  pecho, donde  el  corazón  le  latía desbocado.

—Y no porque no quisiera quedarme, sino porque tenía demasiadas ganas de hacerlo.

Sacudió la cabeza y sintió las lágrimas inundándole las mejillas. Ya no le importaba, no podía contenerlas, no con su bebé creciendo en su interior.

-Te  amo,  Damon.  Me  enamoré  de  ti  con  tanta  fuerza,  que  me superó. No podría soportar la idea de estar contigo sólo hasta que te aburrieras y decidieras conseguirte una nueva amante, o una esposa.

Damon gimió como un hombre en el corredor de la muerte al que hubieran indultado. La abrazó fuertemente. Elena estaba a punto de echarse a llorar ante la enormidad de todo aquello. Damon se separó y le enjugó las lágrimas.

—Mi   dulce   Elena,  no   llores,  por   favor...  necesito   que repitas lo que acabas de decir.

-Te amo —afirmó ella entre sollozos—. Y estoy muy feliz de estar embarazada de tu bebé.

Damon la abrazó.

—Y yo.

Cuando ella pasó de los sollozos al hipo, la ayudó a sentarse y se  arrodilló  a  sus  pies. Elena  se  sentía  expuesta  y vulnerable. Damon había dicho muchas cosas, y no estaba molesto con el embarazo, pero no había dicho que ella le importara...

—Lo que oíste ese día en mi despacho —comenzó él avergonzado—, fue mi lado más cobarde. Desde el momento en  que  te  vi  junto  a  la  piscina,  te  deseé.  Pero  cuando  me enteré de quién eras, todo cambió. Sé que no es excusa, pero utilicé  la  boda  de  tu  hermana  para  tenerte  cerca, aunque malinterpreté la razón por la que era importante para vosotras. Le besó la mano.

—Cuando  Klaus  me  cuestionó acerca  de  ti  ese  día, me  tocó  un punto sensible: me di cuenta de que lo que sentía por ti era mucho más profundo que mero deseo. Toda mi vida había bloqueado las  emociones, evitado  la  intimidad, aterrado de que mi mundo se viniera abajo como cuando era niño. Todo eso no podía decírselo a Klaus, y cuando le vi tan protector respecto a ti, me puse celoso.

Posó la mano en su vientre abultado, y la miró con intensidad.

—Los temores de mi niñez no eran nada comparados con imaginarme el vivir sin ti. Te amo, Elena, y amo a este bebé. Quiero que regreses a casa conmigo y te cases conmigo.

Ella fue a decir algo pero él se lo impidió.

—Y no es sólo porque estés embarazada —aseguró, y la besó en el vientre—. Sino porque no puedo vivir sin ti. Así que, si no vienes a casa conmigo, me mudaré yo aquí contigo, porque no pienso apartarme de tu lado nunca más. Te he echado tanto de menos...

Elena sujetó el rostro de él entre sus manos. El corazón iba a estallarle de alegría. Lo besó tiernamente, hasta que él la sujetó por la nuca y el beso se transformó en algo más tórrido.

Elena se apartó, jadeante.

-Pídemelo de nuevo.

La mirada de Damon era puro fuego, y su mano en el vientre de ella, como una marca.

— ¿Quieres casarte conmigo, Elena? porque te amo más que a todo, y no puedo vivir sin ti.

-Sí,  Damon.  Y  quiero  regresar  a  casa  contigo. De  pronto,  algo ensombreció su ilusión. Damon la miró preocupado.

— ¿Qué sucede?

—Tu padre... debe de odiarme. Seguro que no aprueba esto. Damon sonrió.

—Mi  padre  es  un  hombre  mayor, y  ha  cumplido  su  deseo  de toda la vida de regresar a su hogar. Está deseando enterrar la  enemistad  entre  nuestras  familias, y  desde  luego  no  te responsabiliza a ti de ella.

Elena sintió un enorme alivio. Vio que él sonreía.

—Y ahora, ¿podemos volver a casa?

—Sí, por favor.,

Damon le ayudó a ponerse el abrigo, y ella le señaló la abadía gótica. Lo miró tímidamente, y él sintió que se le hinchaba el corazón de gozo.

—Cuando  estaba  en  ese  colegio,  solía  imaginarme  que  un guapo príncipe me rescataba y me llevaba a casa.

Damon la abrazó fuertemente, y sintió el abultado vientre apretándose contra él. Su bebé. Eran una familia.

—Pues si  no  te  importa que tu príncipe haya  venido un  poco tarde, y  todavía  esté  quitándose  el  barro  de  las  botas, me gustaría rescatarte y llevarte a casa —dijo con voz ronca.

Elena sonrió emocionada.

—No me conformaría con ningún otro.





FIN

  Corazones Rivales 
   de Abby Green

A continuación......
COMPRADO

1 comentario:

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...