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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

27 enero 2013

Matrimonio Español Capitulo 04


CAPÍTULO 04
-Disculpe señora Salvatore, es sólo que... esta situación es un poco inusual. Elena hizo  una  mueca  para  sus  adentros  por  la  forma  en  que  María inmediatamente la había llamado «señora Salvatore» en su desarticulado inglés. Ella probó con su oxidado español
–Por favor, María, llámeme Elena – Le dijo a la otra mujer con simpatía –Sé que debe ser extraño para usted que yo esté aquí, de pronto, de esta manera, pero mi única preocupación es Nick y llegar a conocerlo –


La otra mujer quedó obviamente sorprendida al oír a Elena hablar en español, pero todavía se veía tensa y preocupada. No muy segura de cómo manejar la situación.


–Mire –dijo Elena –todo lo que quiero hacer por el momento es estar con usted y con Nick. Después de todo, él no me conoce, así que se tiene que acostumbrar a mí –


María se veía aliviada, ¿le habría recomendado Damon que no despegara la vista de Nick mientras ella estuviera por allí? Claro que ella no lo pondría por delante a él.


María le contó cómo era la rutina, mientras un feliz Nick jugaba en el césped con una gran variedad de juguetes, mayormente autos. Elena pudo sentir cómo se le erizaban los vellos de su nuca, pero no se dio vuelta. Era muy consciente de que Damon estaba mirando desde una de las ventanas que daba al jardín principal.


Con decisión empujó al fondo de su mente todo pensamiento acerca de su marido.  Tenía  dos  horas  para  estar  con  Nick  y  las  exprimiría  al  máximo. También empujó la emoción que amenazaba con entrar en erupción continuamente cada vez que miraba a su hijo, robusto y hermoso. Su personalidad  ya  estaba  consolidada,  muy  claramente.  Tenía  más  de  un parecido con su padre. En forma tambaleante caminó hacia ella y, mientras le daba a María una sonrisa tranquilizadora, dejó que le tomara la mano y tirara de ella hacia abajo, hasta la tierra para que lo ayudara a jugar con sus coches.


Damon miraba por la ventana, con los brazos cruzados con fuerza sobre su pecho. Vio que Nick parecía feliz acogiendo a Elena en su vida, como si ella no se hubiera alejado de él, como si no lo habría rechazado justo en su momento más vulnerable.


Sintió una rabia creciente en nombre de su hijo, y tuvo que contenerse para no salir y alejar a Nick de sus garras. Y sin embargo..., él parecía feliz. Y ella no parecía  aburrida  o  irritada.  Odiaba  admitirlo,  pero  Nick  era  naturalmente


cauteloso con los extraños y, sin embargo, con Elena, desde el primer momento en el hotel, no había mostrado nada de esa cautela, era casi como si la hubiera reconocido. Damon sacudió la cabeza. Eso no podía ser posible...


Elena  estaba  en  el  suelo,  asintiendo  con  paciencia  a  los  balbuceos incoherentes de Nick, que se expresaba con toda la seriedad de un niño en una misión  en  la  que  creía  ser  entendido.  Iba  vestida  todavía  con  esa  falda andrajosa y la remera, y la falda se le había subido mostrando un poco de las largas piernas, pálidas y tersas. Sintió que sus entrañas se contraían, y la decisión se afianzó duramente dentro de él. Se volvió bruscamente, alejándose de la ventana y se acercó a la mesa para coger el teléfono.


Al día siguiente, Elena entró a la casa. Nick acababa de ser llevado a dormir su siesta. Caminando por el vestíbulo pensaba que quizás algún día sería capaz de pasar tiempo con Nick y no sentir que su corazón se salía de su pecho cada vez que lo miraba.


Su pie estaba en el último peldaño de la escalera principal, cuando oyó su nombre mencionado con tono autocrático. Bien, no iba a haber ningún respiro, entonces. Era como si Damon fuera una especie de mago, atrapándola justo en sus momentos más vulnerables. Se volvió de mala gana y esperó que sus ojos no se vieran muy brillantes. Damon estaba en el marco de la puerta de la habitación que ella suponía era la de su estudio, al fondo se veía una gran mesa.


– ¿Podrías venir aquí, por favor? – Su tono hacía que lo de «favor» sonara ridículo.


Asintió  con  la  cabeza  brevemente, en  forma  lacónica,  y  caminó  hacia  él, evitando mirarlo. Él se apartó para darle paso y ella contuvo el aliento, no queriendo respirar su olor, su esencia. Estaba tan concentrada en evitar ser consciente de él que por un momento no vio al hombre que estaba parado y que le estaba tendiendo una mano. Damon se lo estaba presentando.


–Este es mi abogado, Ricardo Sánchez –


Elena dio un paso adelante para estrechar su mano, aún un poco aturdida por no haber reparado en él –Señor Sánchez –


Su corazón comenzó a latir alocadamente de nuevo. Los papeles del divorcio. Tenía que ser. Sintió que un entumecimiento, a modo de coraza protectora, la cubría. A pesar de que había estado esperando esto desde el momento en que había llegado a España, estaba sorprendida de que no le diera ninguna oportunidad para probarse a sí misma... que estuviera cumpliendo su amenaza.


–Por favor, siéntate, Elena –


Elena se sentó bruscamente en el asiento que le había indicado Damon, observando cómo él caminaba alrededor de la mesa y se sentaba. Incluso con vaqueros y remera parecía formidable, terriblemente poderoso. El sol entraba en forma oblicua en ese momento y doraba sus cabellos con un aura de oro oscuro. Ella parpadeó y desvió la mirada a su abogado, que estaba sentado a su derecha. Era relativamente joven, calculó que andaría por los cuarenta y tantos años, y era bien parecido, aunque de una manera muy almidonada. Él la miró entonces, y le sonrió. Elena se sintió momentáneamente desconcertada por este gesto de cortesía, después de cuarenta y ocho horas de tensión. Ella se la devolvió, y su boca se sintió extraña en el movimiento.


–Ricardo –


El nombre fue dicho con un tono brusco de impaciencia. Elena se sonrojó y desvió la mirada, sintiéndose culpable, sin saber por qué.


Damon la fulminó con la mirada, y luego a su abogado – ¿Si no te importa podrías mostrarle a mi esposa los papeles, por favor? –


–Por supuesto – El abogado de Damon se dio vuelta y extrajo un legajo de papeles. Le entregó una copia a Damon y otra a Elena, y él se quedó con otra.


Estaban  escritos  en  español,  pero  Elena  pudo  entenderlos inconfundiblemente. Eran, efectivamente, los papeles del divorcio. Algo duro e inflexible se instaló en su pecho, dificultándole la respiración.


–Creo que encontrarás que todo está en orden. Muy estándar – La amargura teñía la voz de Damon –Tu derecho a beneficiarte del acuerdo prenupcial no se modifica. Después de considerarlo cuidadosamente creo que sólo causará más problemas que beneficios batallar contra tu derecho a ello, lo que podría haber hecho después de tu… acto de desaparición –


Elena alzó la vista y con las manos apretando los papeles le dijo –Damon, ya te he dicho que… –


Él movió una mano delgada, interrumpiéndola con la violencia de su gesto – Disculpa, pero el señor Sánchez está bien enterado de las circunstancias, así que tu actuación no es necesaria aquí.


Ella miró al otro hombre, que ahora evitaba su mirada y parecía incómodo. Muy bien. Damon no iba a escucharla. Si estaba empeñado en darle el dinero, entonces simplemente lo depositaría directamente en una cuenta fiduciaria para Nick, y tal vez donara algo a…


–Así que, si simplemente firmas la última página aquí... –


Elena miró con incredulidad a Damon al ver que había volteado las páginas repletas  de  jerga  técnica  legal  para  indicarle  una  línea  de  puntos.  La indignación la invadió –Tienes que estar bromeando –


Damon cerró de golpe el legajo y sus cejas se juntaron –Si estás pensando en convertir esto en un teatro para tratar de hacerme creer que no quieres esto… –


Elena se puso de pie bruscamente, cada célula le gritaba que no le dejara ver cómo la afectaba esto. Qué tan duro era para ella aceptar la cruda realidad de que su matrimonio se terminaría para siempre –Por supuesto que no lo haré.
¿Pero de verdad crees que soy tan estúpida, que dócilmente te permitiría poner esto bajo mi nariz y esperar que lo firme así, sin más, como si fuese un simple
permiso de ausencia? – Tiró los papeles sobre la mesa como si le hubiesen clavado un aguijón, aterrorizada de que él los hubiera visto temblar en sus manos –Están totalmente en español, que no es mi primera lengua –


–Tú lo hablas con fluidez… –


–Sí, pero no los términos jurídicos. ¿Cómo sé que no has añadido una cláusula subrepticia acerca de la custodia, que implique la renuncia a mis derechos sobre Nick?


Él también se puso de pie, y se encrespó ante ella desde el otro lado del escritorio. Era evidente que se sentía tocado en su honor.


–Por supuesto que no he hecho nada de eso. Son sólo los papeles del divorcio, lisa y llanamente –


–Bueno, pues yo no voy a firmar absolutamente nada hasta que haya hablado con mi propio abogado y él los revise. Cuando él diga que están bien, entonces los firmaré –


Damon se sentía impotente. Atrapado. Y sin embargo, sabía que lo que ella decía tenía sentido. En otra circunstancia, si fuera una persona diferente, le hubiera aconsejado tomar exactamente el curso de acción que había propuesto.


–En español – Elena oyó decir al abogado nerviosamente –Ella tiene razón. Tenemos que enviar una copia a su propia gente –


Elena miró al abogado de Damon –Y envíelos en inglés. No voy a asumir el gasto adicional de que mi abogado contrate un traductor – Su bravuconada enmascaraba el intenso dolor.


–Por supuesto – le aseguró el hombre, con algo que se parecía a respeto, reflejado en sus ojos oscuros.


Se volvió hacia Damon –También me gustaría telefonear al señor Lockwood ahora, para que me asesore al respecto –


Ella tenía la barbilla levantada y los brazos cruzados a la defensiva, Damon inexplicablemente se sentía como si debiera pedirle disculpas. Pero desechó ese sentimiento.   Esta   mujer   había   cometido   un   crimen   que   no   muchos perdonarían. ¿Qué derecho tenía de venir a darle lecciones de moral? Apretó los dientes, cogió el teléfono y se lo entregó. Ella primero miró el aparato y luego a él.
–En privado – Su tono áspero bien podría haber despintado de las paredes. Damon la miró durante un momento prolongado. La tensión crepitaba. Elena
sintió un poco de pena por el señor Sánchez.


No quedó bien parado ante Damon, pues todo lo que había hecho no había servido. Pero la culpa la tenía él, que no podía negar la manera visceral en que ella lo hacía reaccionar y lo había incitado a convocar a esta reunión y a que tuviera los documentos redactados en un tiempo récord. Habló con exagerada cortesía –Voy a mandar a una de las criadas para que te lleve un teléfono inalámbrico a tu habitación. Allí tendrás toda la privacidad que necesitas –


–Gracias –


Y con la cabeza bien en alto salió de la habitación. Una vez afuera su cabeza se venció, pero se apresuró a subir las escaleras, casi como si Damon pudiera volver a llamarla, o llevarla de vuelta y obligarla a firmar. Ella sabía que no importaba lo que hubiera ocurrido, él no sería capaz de hacer algo tan turbio como para añadir una cláusula acerca de la custodia. No era su estilo. Pero tuvo  razón  al  imponerse.  Sería  una  tonta  si  le  dejara  pensar  que  podía llevársela por delante.


Una vez en su habitación, se acercó a las ventanas abiertas y se paró observando el patio. Su belleza, silenciosa y quieta la tranquilizó, y la hizo consciente del dolor en su corazón. El dolor que le producía saber la forma tan descaradamente obvia en que Damon se habría divorciado de ella en el acto, si hubiera tenido la opción, desechándola como si no fuera más que un pedazo de goma de mascar en su zapato. No debería estar sintiendo esto, pero lo sentía. Entonces eso significaba que…


Un golpe breve en la puerta la sorprendió. Al abrir vio que era la criada que la había despertado la otra mañana. Tomó el teléfono inalámbrico con una sonrisa forzada y luego marcó el número de Tyler Lockwood, efectuando la llamada. Le explicó brevemente lo que había sucedido, y le advirtió que le llegarían los papeles del divorcio.


Una vez hecho esto, respiró hondo y se estremeció. Ya estaba. El principio
del  fin.  El  principio  del  fin  de  un  matrimonio  de  conveniencia.  De  un matrimonio no destinado a ser consumado, que nunca debería haber dado lugar a que hubiera un bebé. Pero lo hubo. Y no se arrepentía de eso ni por un segundo. Ni siquiera cuando le había causado más dolor y pesar de lo que se creía capaz de soportar. Y se mantendría resistiendo hasta probarse a sí misma
ante Damon, hasta llegar a algún acuerdo que le permitiera vivir su propia vida y ver a Nick, y formar parte de su vida también.


El resto de la semana Elena evitó a Damon tanto como le fue posible. Lo veía en el desayuno y al anochecer, cuando mantenían una conversaban forzada durante la cena. Pero el resto del tiempo se encerraba en su oficina, o se iba en su auto, o estaba con Nick.


Por su parte, ella disfrutaba de su corto tiempo con Nick todos los días, cuando podía verlo, antes de su siesta. Y lo disfrutó aún más cuando María se fue evidentemente relajando en su presencia, más predispuesta a usar el tiempo que Elena pasaba con Nick como un pequeño descanso para ella. Traía un libro y leía mientras Nick y Elena jugaban.


Hoy, sin embargo, cuando María tomó a Nick para llevarlo a dormir su siesta, él dejó escapar un grito de angustia, queriendo claramente seguir jugando con Elena. Su corazón se rompió y María le sonrió con simpatía –Se lleva muy bien con usted. Pero me temo que las instrucciones del señor Salvatore   fueron muy claras –


–María, no tiene que darme explicaciones. Aquí estoy en su territorio, y en el de
Nick… –


La mujer se sonrojó incómodamente mientras Nick aún gimoteaba en sus brazos

–Lo sé, pero usted parece... – Ella se sonrojó de nuevo –buena. Y usted es su…


– ¿Qué está pasando aquí? –


Sus cabezas se volvieron al unísono, viendo que Damon cruzaba el césped caminado hacia ellos. Tomó a Nick de los brazos de María e inspeccionó su cara llorosa y sus labios temblorosos.


María se apresuró a hablar –No es más que cansancio, señor Salvatore. Es hora de su siesta, pero lo estaba pasando muy bien jugando con Ele… – Ella se detuvo –…la señora Salvatore   –


Damon miró a María y luego a Elena, como si sospechara que algo había sucedido. Tenía un aspecto tan sombríamente protector que el corazón de Elena dio un vuelco.


–Voy... voy a entrar. No quiero perturbarlo más. María tiene razón, está cansado por demás –


Antes de que él pudiera decir otra palabra Elena se apresuró a entrar. Se sentía agitada e inquieta. No subió a su habitación, que era a donde se retiraba todos los días, sino que entró en la sala principal. Se dio vueltas cuando oyó unas fuertes pisadas. Damon estaba en la puerta oscureciendo la entrada, luego entró y cerró la puerta detrás de él.


Avanzó con lentitud letal, y Elena retrocedió instintivamente.


– ¿Qué pasa? – Preguntó ella con decisión, porque no tenía dudas de que
Damon estaba a punto de informarla sobre su último crimen.


– ¿Qué le estás haciendo a mi hijo? –


Elena sacudió la cabeza, confusa –Nada. Sólo he estado jugando con él –


–Estaba molesto. Debes haberlo perturbado con algo –


Elena volteó los ojos hacia atrás. No podía creer la injusticia de su ataque – Estaba cansado, eso es todo, Damon. Los niños de su edad se excitan fácilmente. Esta semana ha tenido a alguien nuevo para jugar, la semana que viene la novedad habrá pasado –


Damon frunció el ceño. Su referencia a la próxima semana le hizo poner los pelos de punta – ¿Y desde cuándo sabes tanto sobre niños tú? – Preguntó mordazmente –


Elena se armó de valor para soportarlo –Soy una mujer. He tenido niñera. Y
aparte de eso, es mi hijo. Yo… –


Se  detuvo. Había estado a  punto  de  decir  que  lo  amaba, pero  sabía  que provocaría un torrente de palabras injuriosas sobre su cabeza.


Así que optó por decir simplemente –Él es mi hijo, Damon. Y vas a tener que acostumbrarte a eso. No me voy a ir ninguna parte. Voy a estar cerca de él por el resto de su vida –


Los ojos azules de Damon la miraron de arriba a abajo –Hasta que consigas lo que viniste a buscar, querrás decir. Entonces lo descartarás de nuevo como a una patata caliente, y esta vez será peor, porque habrá llegado a conocerte – Se alejó de ella con un movimiento violento –No puedo creer que esté permitiendo esto… – Se detuvo, su voz estaba llena de auto recriminación, luego volvió a acercarse a ella. Sus ojos quemaban.


Elena no podía alejarse más, ya que detrás de ella había una silla. Él se había acercado tanto que pudo ver las manchas de azul más claro en sus ojos. Olerlo. Dios Querido. Si él supiera por un segundo…


–Sé  lo  que  estás haciendo.   Así que  escucha esto: Conmigo protegiéndolo puedes estar malditamente segura de que si veo una sola lágrima de angustia caer de sus ojos, te vas –


La garganta de Elena se cerró mientras se sumía en un pozo de tristeza. Podía sentir el dolor de Damon. Su incertidumbre. Ella había pasado por lo mismo, un millón de veces. Esa fue una de las razones por la que se había ido. Quiso extender la mano y tranquilizarlo, incluso impulsivamente llegó a levantarla.


Inmediatamente él se echó hacia atrás. Miró a su mano suspendida en el aire como si fuera veneno. No podía creer que por un segundo casi había respondido a su gesto –No te me acerques. Me asqueas –


Con una mirada escalofriante, se volvió y salió de la sala.


Elena no podía moverse. Estaba atrapada en un delicado balance, paralizada por su expresión venenosa en ese momento. La muy real prueba de su absoluto odio y de su incapacidad de perdón. Sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes, surcando sus mejillas. Bajó la mano extendida y la acunó contra su pecho como si él la hubiera golpeado. Porque, peor que cualquier otra cosa que acababa de  suceder, había otra emoción que  tenía que  reconocer.  Que  la avergonzaba a más no poder. Eran los celos. Celos de su propio hijo. Porque Damon lo amaba tan completamente, tan en cuerpo y alma, que demostraba que tenía la capacidad de hacer por su hijo lo mismo que ella había hecho. Dar la vida por él. Y que pensara que ella representaba una amenaza, la hería más que lo que podía soportar.


Durante los últimos dos días de la semana de descanso de Damon, él la había vigilado más de cerca. En lugar de dejarla sola con Nick y María por las tardes, como lo había hecho antes, se unía a ellos. Su resistencia a dejar de supervisar a Elena mientras estaba con Nick era evidente. Esta actitud había logrado que algo se endureciera en su interior. No dejaría que la asustara, ella era más fuerte que eso. Él no tenía idea de lo fuerte que había tenido que llegar a ser. Así que tuvo que soportar su compañía, sus miradas y su obvia desconfianza.


Aun así, sus nervios estaban crispados hasta el límite, cuando llegó el domingo por la noche. Estaban en la sala comedor tomando café, después de haber cenando. Elena bebió otro sorbo y cerró los ojos, tanto para saborear el aroma y el sabor como para bloquear a Damon.


Cuando Julia les dio las buenas noches, Elena se levantó rápidamente, queriendo salir, para evitar ser objeto de más miradas mordaces y comentarios cáusticos por parte de Damon. Pero una mano salió de la nada y le agarró la


muñeca, envolviéndola con un calor consternarte. El contacto físico fue tal conmocion que trastabilló hacia atrás. Si no fuera por Damon que estaba de pie y que la atrapó por los hombros, se habría caído.


Lo miró con ojos asustados. Sus manos eran como un grillete, ardiendo a través del material de su raído suéter delgado. Él también parecía atrapado, con los ojos llameantes. Elena sentía que le faltaba la respiración y el aire alrededor parecía súbitamente cargado de electricidad. No podía ser. Él la despreciaba. Y sin embargo... esto era lo que había sentido aquella noche. La noche de su boda.  E  incontables noches  después,  durante  los  meses  de  su  embarazo. Noches de pasión... de consumación al rojo vivo. Los recuerdos de lo que habían llegado a ser sus fantasías.


Rápidamente se acercó aún más a ella, y su mano se movió de su hombro hasta la punta de su mentón, levantándolo, como para ver mejor su cara. Su cuello parecía estar hecho de elástico, a medida que su cabeza caía hacia atrás.


–Me pregunto... –


–Te preguntas qué... – graznó Elena.


– ¿Qué trucos habrás aprendido en los últimos dos años? Porque no dudo de que habrás estado muy ocupada adquiriendo experiencia –

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