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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

18 enero 2013

Cruel Capitulo 11


CAPÍTULO 11
Damon  miraba a Elena, sentada al borde de la piscina con el Mediterráneo de fondo. El corazón se le detuvo al darse cuenta de que la había echado de menos y también al saber que ella no estaba comportándose como él se habría esperado, basándose en las mujeres que conocía: un cuerpo cubierto de aceite bronceador bajo el sol... revistas por todas partes... y Caroline corriendo de un lado a otro llevando y trayendo bebidas.
Finalmente tuvo que admitir que era completamente distinta a cualquier mujer que hubiera conocido.
Tenía sus esbeltas piernas dobladas contra el cuerpo y la barbilla apoyada sobre las rodillas. Los ojos de Damon  recorrieron hambrientos su piel desnuda, donde su cintura entraba y salía en una delicada curva, Su biquini sencillo y negro, perfecto, le encendió la sangre y la libido más que las diminutas tiras de tela que había visto en numerosas mujeres a lo largo de los años. Tenía el pelo recogido en una cola de caballo y parecía más joven todavía. Porque era joven. Demasiado joven para todo lo que había sufrido.
Doppo estaba tumbado a su lado y volvió a maravillarse ante la devoción que se tenían el uno al otro. Acababa de estar visitando la tumba de Bonnie, situada en una colina detrás de la villa, y había visto que tenía flores frescas. Su padre no lo habría hecho, dada su incapacidad para moverse; podrían haber sido Tommaso o Caroline, pero...
Elena sintió que estaba allí antes incluso de que Doppo lo viera y comenzara a agitar el rabo. Se le puso la piel de gallina al verlo, apoyado contra un árbol, observándola. Estaba guapísimo vestido con unos vaqueros, una camiseta negra y el pelo mojado, como si estuviera recién duchado. Se sintió algo insegura por estar en biquini y se levantó para cubrirse con un pareo.
Estaba respirando deprisa por la excitación de volver a verlo cuando él se acercó.
—Te ha dado el sol.
—Lo sé...
—Te sienta bien —la miró de arriba abajo antes de mostrarle una carta que ella reconoció. Era la carta de condolencias que había enviado a las oficinas de Salvatore en Londres hacía semanas — Me la han entregado en Roma, la habían reenviado allí.
—La envié esa semana... después del accidente. No sabía qué hacer, cómo ponerme en contacto con vosotros.
Esa carta que, como pudo comprobar, se había enviado antes de que los dos se conocieran aquella noche, le había calado muy hondo.
—¿Por qué enviaste la carta, Elena? ¿Qué esperabas conseguir con ello?
Elena no pudo evitar hablar con amargura, Al verlo junto al árbol observándola, se había hecho la ilusión de que algo había cambiado pero, por supuesto, no había sido así.
—Nada. La envié para daros el pésame —se giró para que él no pudiera ver la emoción que estaba intentando contener.
—¿Por qué no me dijiste que trabajabas en el club, Elena?
—¿Cómo te has enterado?
—Cuando llegué a Roma un tal Matt había estado todo el día llamando para contactar contigo. Finalmente hablé con él y me dijo que te debían parte del sueldo y que querían saber adónde enviártelo.
—No te lo dije porque no me habrías creído.
—También dijiste que para ti era como un segundo hogar —le dijo casi en tono acusatorio,
—Y lo era. Matt y su novio, Simón, y Barny, el portero, eran... son... como mi familia. Yo solía llevar allí a Nicklaus todas las noches, me utilizaba como si fuera su taxista y me hacía esperarlo en la calle. Una noche que hacía un frío horrible, estaba intentando estudiar en el coche y Barny me dijo que podía meterme en su pequeña oficina. Me preparó un té, me dio galletas... y eso se convirtió en una rutina.
—¿Y cómo acabaste trabajando allí?
—Una noche la chica que trabajaba con él en la puerta se puso enferma y yo me ofrecí a ayudarlo. Después, cuando ella dejó el puesto, comencé a trabajar allí. Nicklaus me dio permiso porque quería caerle bien a Simón y porque como yo ya estaba ganando dinero, ya podía cobrarme por la habitación donde dormía en su apartamento.
—¿Te cobraba un alquiler? —¡qué equivocado había estado!
—Ya te dije que las cosas no eran lo que parecían.
Elena deseaba que se marchara, que volviera a Roma o a cualquier otro sitio y la dejara sola: no quería seguir dándole detalles de su vida, pero de pronto Damon  se había acercado más y le había alzado la barbilla para que lo mirara a los ojos.
—¿Y las flores en la tumba de Bonnie?
—Me gusta subir allí, es un lugar muy tranquilo, pero si prefieres que no vaya...
—No. Gracias. Me ha gustado ver las flores allí.
Tenerlo tan cerca era demasiado; se sentía aturdida por poder oler su seductor aroma y dio un paso atrás.
—Cuando estábamos en la Costa Esmeralda mencionaste la clase de sitio donde te gustaría estar. Aquí hay un lugar parecido a ése, es el restaurante de un amigo. Cenaremos allí.
—Oh, no. No tenemos por qué ir...
—Sí, claro que sí. Es un sitio informal, así que no hace falta que te arregles...


Esa noche, mientras esperaba, Elena se dijo que no se trataba de una cita. Sabía que sólo seguía allí por el asunto de la deuda que quedaba pendiente, pero pensó que tal vez debería decirle a Damon  que la dejara marcharse para encontrar un trabajo y poder pagarle lo que le debía. Mientras pensaba en ello, él apareció en la puerta principal con dos cascos de moto en las manos.
La recorrió con la mirada deteniéndose en sus vaqueros desgastados y en su camisa negra sin mangas y con cuello alto. Llevaba el pelo suelto y unos mechones rojizos dorados le caían sobre un hombro. Damon  pensó que no había visto nunca una imagen tan sexy, a pesar de que, como siempre, habría preferido que llevara unos colores más vivos.
Pero ella no era una amante que se vestía a conciencia para seducirlo, aunque, sin darse cuenta, eso ya lo estaba haciendo. Era su esposa y entre ellos aún quedaban muchas revelaciones pendientes, además de un deseo más urgente y poderoso que nunca.
—¿Has montado en moto alguna vez? —le dijo al entregarle el casco más pequeño.
Ella negó con la cabeza.
—¿Cómo...? Quiero decir, ¿cómo me subo?
Vio a Damon  alzar una pierna y sentarse sobre el sillín: la tela de sus vaqueros se tensaba sobre los músculos de sus muslos, y esa imagen le resultó tan erótica que las piernas se le hicieron gelatina. Él le tendió una mano para ayudarla a subir y, una vez que ya estaba sentada y que los dos tenían los cascos puestos, le agarró las manos y las colocó alrededor de su cintura. Ella pudo notar los músculos de su abdomen moverse cuando Damon  arrancó la moto.
—Ahora, échate sobre mí y no te sueltes.
Y así se pusieron en marcha. En un principio, Elena sintió miedo de caerse, pero cuando cruzaron los portones de la villa, y se incorporaron a la carretera de la costa, comenzó a relajarse ante la espectacular y sobrecogedora vista del sol poniéndose sobre el mar. Se detuvieron a un lado de la carretera para no perderse detalle de la maravillosa escena y para Elena aquélla fue la experiencia más hermosa que había compartido con nadie.
Tras conducir un rato más a lo largo de la costa, se detuvieron junto a una playa. Damon  bajó de la moto y la ayudó a descender agarrándola por la cintura. Unas olas cristalinas rompían contra la orilla y Elena se descalzó para sentirlas en sus pies. Damon  se unió a ella y la tomó por sorpresa al agarrarle la mano.
—No pasa nada. No tienes por qué hacer esto —dijo Elena intentando soltarse.
—Elena, las cosas han cambiado. Lo sientes y yo lo siento, no podemos negarlo... —la llevó hacia sí y ella pudo sentirlo, excitado, contra su cuerpo. Un verdadero deseo la invadió. —Esto es lo único que importa ahora. Ni el pasado ni el futuro.
—Pero la otra noche... cuando no quisiste...
—¿En la villa?
Ella asintió levemente.
—No me parecía bien —y así era. A pesar de la fragilidad que vio en ella. Le repugnó la idea de hacerle el amor allí y ahora se sorprendió a sí mismo al jurarse en silencio que vendería esa casa.
Dio un paso atrás y tiró de ella con delicadeza para que lo siguiera. Ella aceptó.
En un momento ya estaban llegando a un restaurante con una terraza junto a la playa donde Damon  fue recibido calurosamente por una señora mayor, que enseguida abrazó a Elena y la colmó de besos. Ella no pudo evitar reírse, se sentía muy bien allí.
Los llevaron a un piso superior donde había una única mesa con vistas al mar. Allí charlaron y Damon  le habló sobre cómo se había fundado el negocio familiar. Ella nunca lo había visto tan relajado, divertido y encantador.
Mientras tomaban el café, la estaba mirando con tanta intensidad que Elena tuvo que preguntarle:
—¿Qué? ¿Es que tengo algo en la cara?
Él negó con la cabeza y a continuación le dijo:
—¿Por qué te quedaste con tu hermano tanto tiempo? ¿Por qué te obligaste a pasar por aquello?

1 comentario:

  1. genial¡ se pone cada vez mejor¡ espero con ganas el próximo y saber que le dirá elena¡ gracias¡ ^^

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