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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

24 enero 2013

Matrimonio Español Capitulo 02


CAPÍTULO 2
A la mañana siguiente Elena estaba sentada tensamente en una silla y miraba la puerta de la suite. Se había despertado temprano se había encontrado rígida e incómoda en el sofá, todavía con el juguete de Nick. Con la llegada de la mañana las cosas estaban más claras en su cabeza. No podía permitir que Damon la intimidara, tenía que hacerle ver que ella tenía derechos. Maldijo su propia falta de previsión. Hoy era sábado y no tenía el número de teléfono de la casa de su abogado ni su número de móvil. Debería haberle hablado ayer, después  de  que  Damon  la  había  dejado...  pero  se  había  sentido  tan sorprendida. Sabía que era un error que le podía costar muy caro.



La verdad era que se había puesto en contacto con su abogado sólo por si se presentaba el peor de los casos, que Damon, al ser contactado, se mostrara intratable e implacable. Aún era demasiado cobarde como para admitir ante  sí misma que había albergado la esperanza de que, de alguna manera, a pesar de todo, una vez que él supiera sus razones, podrían ser una familia feliz. Un centenar de voces burlonas se mofaban de su ingenua fantasía.


Pero habían sido felices. Habían tenido algo. Pero claro, tuvo que admitir con dolor que eso había sido antes, durante los primeros meses en que se habían conocido. Damon había sido el primer hombre que la había sacado de  sí misma, el primer hombre con el que se había acostado… el primer hombre por el que había caído. Él la había hecho sentirse bella, deseable. Y, para su vergüenza, se encontró recordando eso y no su descubrimiento de lo que él realmente había sentido por ella: nada.


Eso la volvió a la realidad. Sin dudas Damon ya habría consultado con un ejército de asesores jurídicos sobre la mejor manera para hacer frente a la reaparición de su esposa. Su capacidad para adaptarse y reaccionar a las situaciones siempre le había impresionado. Esta vez no sería muy diferente. Podía imaginarse que Tyler Lockwood ya habría sido intimidado, sacado de quicio y enfrentado a la ira de Damon.


De repente la puerta se abrió, tomándola por sorpresa y saltó para ponerse de pie. Toda su lucidez se esfumó con la llegada de su marido. Su cuerpo se puso rígido por la tensión mientras ella daba buena cuenta de su apostura trigueña, su cabello un poco revuelto, como si hubiese estado pasando una mano por él.


Damon cerró suavemente la puerta detrás de él, observándola. Su rostro seguía tan pálido como el alabastro, con los ojos como dos enormes hematomas de color. Sus ojos recorrían su cuerpo haciéndola estremecer como a una hoja, apenas perceptible.


–Espero que hayas dormido bien – dijo inocentemente, no demostrando la determinación que se había autoimpuesto por su respuesta al verla, y la ira lo invadió al darse cuenta de que esta respuesta resurgía.


–Muy bien. La cama era muy cómoda – Elena no iba a demostrar ni por un segundo que no había tenido una noche de sueño reparador perfecto.


Una expresión fugaz, que no pudo descifrar, cruzó su rostro cuando se apartó de la puerta y se acercó. Elena luchó contra el deseo de retroceder.


Esta  mañana  no  tenía  la  chaqueta  y  la  corbata  y  su  camisa  estaba arremangada. Se dio cuenta de que tenía una mancha en su camisa que se parecía sospechosamente a alimentos secos. ¿Habría estado alimentando a Nick? Una abrumadora urgencia de ver a su hijo la invadió otra vez. Tenía que constatar que él era real, que no lo había imaginado. Que era tan hermoso y sano como aparentaba...


Damon se cruzó de brazos. Todo en él era imponente y Elena se obligó a aplacar sus emociones.


–Tu sentido de la oportunidad es impecable... pero creo que eso ya ha sido demostrado –


Los ojos de Elena se encontraron son los suyos, fríos. Ignoró su sarcasmo y se preparó para oír lo que sin duda venía a decirle.
Él   pasó   junto   a   ella   para   ir   hasta   la   ventana,   como   provocándola
deliberadamente, y Elena aspiró una bocanada, delatando la forma en que su guardia bajaba al haber pasado tan cerca y la forma en que su piel escocía incómodamente. Su aroma fresco y almizclado la envolvía, y había otro olor... olor a bebé. Su corazón reaccionó con un sacudón.


Él se quedó de espaldas a ella por un momento. Por alguna razón no podía confiar en sí mismo si la miraba a la cara, y odiaba eso. Habló en un tono monocorde –Faltan exactamente dos meses a partir de ahora para que se cumplan dos años desde  que  saliste  de  aquel hospital. ¡Has  vuelto ahora porque ambos podemos pedir que se desestime un juicio de divorcio y se ejecute la cláusula prenupcial, lo que te permitiría poner tus manos en el dinero que acordamos en ella! Has tenido el cuidado en no ir más allá de dos años, que es lo que marca la cláusula, lo cual hubiera jugado en tu contra. Debe estar matándote haber tenido que regresar e interrumpir tus planes, pero una vez que obtengas el divorcio te irás de nuevo – Se dio la vuelta y clavó sus ojos en los de ella como láser – ¿Verdad? –


Elena luchó con la conmoción que le produjo su fría mención al divorcio para entender lo que había dicho. No tenía idea ni del tiempo ni de legalidades. Había venido ahora porque al fin había sido capaz. Porque finalmente estuvo lo suficientemente bien...



Él tenía los brazos cruzados y cada línea en su majestuosa cara era dura e inflexible. La traición de ella y su propia vergonzosa falta de juicio le quemaban otra vez ahora que se enfrentaba con su sus ojos, muy abiertos por el fingido estado de shock. Se rió brevemente, con dureza –Vamos… ¿Realmente tú, con toda tu astucia, esperas que nos pongamos a jugar a las familias felices que se reúnen nuevamente?


Su voz tenía un dejo de aburrimiento que la hería aún más –Me has hecho un favor. Si no hubieras aparecido ahora no habría sido capaz de pedir el divorcio sin tu consentimiento, por lo que me ha ahorrado el tedioso trabajo de tener que seguirte la pista – Su expresión cambió en un instante, y se le acercó, mirándola calculadoramente – Déjame adivinar. ¿Te has quedado sin tu herencia?


El  rostro  de  Elena  cambió  de  color,  poniéndose  aún  más  pálida.  La considerable herencia de su madre casi había desaparecido, pero no por las razones que él creía. Pero ya era demasiado tarde. Él había visto su reacción y un brillo duro y triunfal se reflejó en sus ojos de hielo.


–Tal como pensaba – dijo haciendo un gesto negativo con la cabeza –Sabes, me decepciona lo predecibles que son ustedes, las mujeres. Así que no sé por qué estoy sorprendido. Debería haberlo sabido, estaba escrito – Él continuó –Así que ahora estás de vuelta, tratando de sacar provecho del acuerdo prenupcial para asegurarte el futuro... aunque al ritmo que has gastado el dinero de tu madre, no veo por qué el mío te vaya a durar mucho más tiempo –


La ira de Elena brotó con un destello candente. Sintió florecer el color en sus mejillas y eso le agradó –No quiero ni un centavo de tu dinero, Damon. Lo único que deseo es ver a mi hijo –


Él parecía aburrido –Puedo ver cómo él va a ser un buen peón para ti, pero por favor no insultes mi inteligencia. Haber regresado ahora demuestra qué tan profundamente arraigada está en ti la veta de mercenaria que tienes. Ser la madre de mi hijo es un seguro adicional, para asegurarte de obtener lo más posible. Sin duda todo esto es parte del gran plan –


¿El gran plan? ¡Si supiera...!


–Dime – dijo pensativo – ¿Ya has planificado tu defensa pública? ¿Vas alegar depresión posparto, que es lo que los periódicos insinuaron como la causa probable de tu curiosa ausencia de mi lado? –


Su boca se abrió –Depresión posparto... ¿Quieres decir que la gente no sabe? – Elena había temido que la prensa supiera cómo ella había abandonado a su hijo después de irse. Había estado preparada para lidiar con eso y era más que


sorprendente saber que Damon no había filtrado la noticia para máximo beneficio... Sin embargo, ¿Cómo olvidarse del imponente orgullo español?


Los ojos Damon se entornaron mirándola – ¿Por qué haces esto? ¿Por qué finges que no lo sabes? –


–Pero... yo no... – Elena sentía la cabeza como si estuviera llena de lana. Durante los primeros seis meses después de su partida no había visto ningún periódico. Ni noticias. Y para cuando pudo hacerlo de nuevo no había visto ninguna  mención  a  Damon.  Había  luchado  contra  el  impulso  de  buscar, porque cada vez que lo sentía, la culpa se erigía y la abrumaba. Su esposo era el tipo de hombre que rara vez se mencionaba en los tabloides sensacionalistas o de la prensa común. Su poder y su riqueza astronómicos eran tales que estaban fuera de ese tipo de escrutinio o de especulaciones banales. Protegido.


Sin embargo, los periódicos deberían haber vislumbrado algo en el hecho de que la esposa de Damon Salvatore  hubiera desaparecido repentinamente de la faz de la tierra.


Él respondió a sus pensamientos tácitos –Nadie sabe que abandonaste este matrimonio. Se perdió el interés cuando volví a España con Nick, creyeron que te habías refugiado de las miradas indiscretas en nuestr… mi casa de Sevilla –


Elena estaba tratando de digerir todo aquello – ¿Y tu familia...? – Se acordó del rostro  austero  y  disgustado  de  su  madre.  La  frialdad  con  la  que  había soportado la boda en Londres, claramente odiando cada minuto transcurrido. También recordaba el rostro igualmente frío y desconfiado de la hermana mayor de Damon, Caroline. Tampoco le habían ofrecido ningún tipo de bienvenida.


–Oh, ellos saben exactamente lo que sucedió. De alguna manera no se sorprendieron –


Elena sabía que tenía que sentarse o se caería, así que caminó con paso inseguro hasta una silla en el rincón y se sentó. De repente se sentía muy cansada, y la magnitud de la pelea a la que se enfrentaba la hundía aún más. No podía permitir que la abrumara la cruda realidad de ver que él esperaba ansiosamente que se divorciaran. Él no tenía por qué saber lo poco que se había preparado para esto, y ahora se alegraba de haber buscado una reunión con su abogado.


–Todo lo que quiero es poder ver a mi hijo. Es por eso que me iba a encontrar con el Sr. Lockwood ayer. Hasta yo sé que como madre de Nick se me permitirá verlo –


Damon luchó contra la ira que sintió cuando ella mencionó el nombre de Nick. Decidió ir con su propio plan y ver hasta dónde llegaba. Pero no cabía duda de que Nick era el boleto de oro en el plan de Elena.



–Puedo tener los papeles del divorcio listos para hoy –


A Elena se le encogió el corazón. Se iba a tener que enfrentar con la artillería completa de Damon.


–Si estás de acuerdo con iniciar el divorcio y las condiciones que yo estipule para  que  veas  a  Nick,  triplicaré  la  cantidad  determinada  en  el  acuerdo prenupcial y será transferido a tu cuenta de inmediato –


Elena palideció. La suma de dinero mantendría un pequeño país en funcionamiento durante algunos años. Pero ella no tenía ningún interés en el dinero.


Se levantó de su asiento y alzó la barbilla. Tenía que ser fuerte. Después podría derrumbarse. Tenía que centrarse en Nick, porque pensar en otra cosa en este momento sería demasiado duro de soportar –No –


– ¿No? – El rostro de Damon se ensombreció de ira. Estaba metido en un brete y no cabía duda de que ella lo sabía.


–Yo me comprometo a... a... – Para su absoluto disgusto su boca y su lengua enredaron las palabras, haciéndola ruborizar –…a darte el divorcio, de todas formas. No es que este matrimonio haya sido alguna vez un matrimonio por amor. Eso lo sé muy bien. Pero no voy a poner mi firma en algo que ceda mis derechos sobre Nick. Esas son tácticas de intimidación, Damon, y yo no voy a ser intimidada – Ella se cruzó de brazos para ocultar su agitación.


Damon tuvo que admitir que se sentía un poco desconcertado. Nunca lo habían acusado antes de ser un matón, y eso no lo hizo sentir bien consigo mismo. Los matones actuaban sin inteligencia, con el instinto del miedo, aunque tenía que admitir que estaba asustado. Asustado de lo que podría hacerle a su hijo. Asustado por un montón de cosas más a las que, en este momento, no quería ponerle nombres.


–Él es mi hijo. Lo llevé dentro de mí durante casi nueve meses. Lo parí. No puedes considerar quitármelo. No Puedes… –


Damon aplastó la sorpresa que sintió mientras estaba de pie ante él con tanta calma –Y a pesar de todo eso te fuiste sin siquiera mirar una vez atrás –


La garganta de Elena se cerró de nuevo. Había puesto al mundo su primer hijo. Si hubiera mirado hacia atrás en ese momento, entonces nunca habría podido dejarlo, y eso habría significado...


Con esfuerzo detuvo esos pensamientos dolorosos y se controló –No me importa el dinero. Sólo quiero conocer a mi hijo –


¿A quién quería tomarle el pelo? Tuvo que contenerse para no reír a carcajadas. Se trataba de una mujer que se había casado con él para poner sus manos en su herencia y se quedó embarazada, en un intento calculado para sacarle a él todo el dinero posible. Y allí estaba la evidencia. Justo en frente de él. Astuta y sagaz, le concedía eso. Sabía exactamente lo que hacía al regresar justo antes de que se cumplieran dos años de su abandono. Significaba que cualquier otra declaración que él hiciera respecto de su abandono sería cuestionada, podría ser investigada. Y a pesar de que tenía como prueba la nota que le había dejado, sabía que si ella fingía ignorancia sería suficiente para dar vueltas el asunto y que jugara en su favor.


La evidencia pura de  su premeditación lo sorprendió de  nuevo. No era el modesto y tímido alhelí con el que pensó que se había casado. ¡Había sido virgen en su noche de bodas! El colmo de la inocencia y pureza. Y durante su embarazo había mantenido la fachada. Detuvo sus pensamientos con esfuerzo y hundió las manos en los bolsillos de su pantalón, pegando los materiales a la ingle. Su camisa, abierta por el cuello, revelaba la oscura piel aceitunada que había debajo, como así también remolinos de suave vello, apenas visibles.


Por un segundo la presencia física de Damon golpeó duro a Elena entre los ojos, y de la nada vino a su mente un vivo recuerdo de ella debajo de él, su cuerpo desnudo empujando hacia abajo sobre el de ella, pecho contra pecho. Lo recordó penetrándola en un solo aliento, empujando tan profundamente que ella había creído realmente en ese momento que él le había tocado el corazón.


Movió la cabeza débilmente, sintiéndose extremadamente caliente y sin aliento. La habitación…, debía ser la habitación. Hacía demasiado calor, se dijo.


Damon habló de nuevo –No me dejas otra opción, entonces –


– ¿Ninguna otra opción...? Repitió estúpidamente luchando contra el impulso de abrir el cuello de su propia camisa y dejar que se refrescara un poco su piel. Se sentía confinada.


Lo que más indignaba a Damon era que, aunque se hubiera comportado de forma censurable como madre de Nick, pudiera volver a escena así, como si nada,  y  aún  tuviera  derechos.  Cualquier  tribunal  del  mundo  vería  la importancia de que un niño mantuviera un vínculo con su madre. Su propio abogado había estado a favor de que no pusiera trabas a un acceso razonable porque eso sólo lo perjudicaría en el futuro. Así que por mucho que le quisiera dar vueltas, alejarse u olvidarse de que ella existía, no podía.


No  entendía  por  qué  ella  no  tomaba  la  pequeña  fortuna  que  le  estaba ofreciendo, seguramente sería porque creía que podía obtener aún más sosteniendo esta farsa de preocupación tardía. Había que ver si él le daba la oportunidad. Pero si lo hacía, entonces sería en sus términos, en su territorio.


No podía confiar en que si él la dejaba ir ahora no trataría de hacer algo más dramático con Nick, como librar una campaña mediática por la custodia y, en definitiva, por los millones que sin duda deseaba obtener.


–Si es verdad lo que dices, eso de que estás aquí meramente para ver y conocer a Nick, entonces volverás a Sevilla con nosotros en una hora –


Sus  palabras diluyeron la  inexplicable respuesta de  su cuerpo. Enfocó su atención en el celeste de sus ojos y sintió como si ellos la atravesaran con una estaca –Sigue –


–Vivirás en mi casa durante el tiempo suficiente como para probar que tienes… buenas intenciones hacia Nick. Se te permitirá tener un cierto grado de acceso, bajo supervisión –


–Pero… –


–Pero nada. Estas son mis condiciones Elena, y no estás en condiciones de discutirlas –


Elena tragó nerviosamente mientras reconocía su débil posición –Ya te lo he dicho, mi única preocupación es estar con Nick tanto como me sea posible –


–Bien, entonces, no creo que tengas problemas con esto –


Vivir  con  él  en  su  casa...  tan  cerca...  todos  sus  movimientos vigilados  y controlados...


Elena lo miró –Yo… no puedo... ¿No podemos permanecer en un lugar cerca de
aquí? –


Damon agitó una mano impaciente –Eso no es práctico. Si hablas en serio acerca de conocer a Nick entonces es mejor verlo en su propio entorno. No lo tendré yendo y viniendo, alterando su rutina, sacándolo de su casa. De ninguna manera –


Elena retorcía sus manos –Por supuesto que no quiero que haga eso. No quise decir eso, yo sólo... –


–Eso es todo, Elena. Lo tomas o lo dejas. Apenas si estás en condiciones de negociar –


Él observó la turbulencia en sus ojos. No es de extrañar que estuviera poniendo obstáculos a su sugerencia. Probaba qué tan falsas eran sus intenciones en realidad. Venir de dos años de libertad hedonista a ser encerrada en su casa en un pequeño pueblo en las afueras de Sevilla, haría que trepara las paredes en cuestión de semanas, si no días. Por no hablar de pasar el tiempo con un niño


pequeño, que tenía la sonrisa de un ángel pero que ponía a prueba la paciencia de un santo.


–Te doy cinco minutos para pensarlo –


Elena vio, todavía un poco aturdida, como él se volvía y salía de la habitación. La puerta se cerró suavemente tras de él, un sonido incongruente para una habitación cuya atmósfera estaba cargada de tensión.


Elena caminaba de un lado a otro. Tenía que pensar rápido. Damon no estaba acostumbrado a esperar a nada ni a nadie. Ella sabía que lo que debía hacer era quedarse en Londres, encontrarse con su abogado y ver qué opciones tenía. Pero eso tendría que esperar hasta la semana próxima. Si no, este pequeño avance podría ser quebrado. Damon se  iría a España con Nick. Y con su evidente determinación de divorciarse, ¿Quién sabía qué tan difícil sería contactarlo una vez que el asunto pasara a manos de su equipo legal? Podrían pasar meses, incluso más tiempo antes de que llegara a ver de nuevo a Nick. No tenía la menor duda de que Damon haría lo que fuera necesario para hacerla ver tan mala como fuera posible, y tenía que admitir que no le resultaría difícil en absoluto... ¿Cómo se vería si se supiera que había rechazado una oferta de ir a vivir con su hijo?


Tal vez eso era lo que esperaba. Que ella metiera la pata...


Tenía que dejar a un lado sus sentimientos por Damon. Su única prioridad debía ser Nick. Cuando ayer lo había visto y tocado, ella lo había reconocido, increíblemente. Ese reconocimiento primitivo y feliz la golpeó de nuevo.


Este era el momento en que tenía que dejar de lado la fantasía. El deseo de que, de alguna manera, algo del pasado podría ser salvado. Ella había dañado todo, irremediablemente. El destino y las circunstancias la habían llevado por un camino difícil, y tuvo que recordarse que no importaba lo que ella misma se había inducido a creer respecto de su matrimonio, pues había estado viviendo en una fantasía desde el principio, de todos modos.


Apretó los labios. Ahora no era el momento de revivir viejos recuerdos. Una vez oyó involuntariamente la conversación de él con su hermana acerca de su embarazo, y desde ese momento supo exactamente dónde estaba parada, qué era lo que él sentía. Su matrimonio, obviamente, no se había convertido para él en lo que se había convertido para ella, en definitiva no tenía lo que había pensado que tenía hasta ese momento. O esperado... Se había recriminado por ser tan fantasiosa… ¿Qué sabía ella, después de todo? Era virgen cuando habían  dormido  juntos  por  primera  vez.  Y  él...  se  sonrojó  calurosamente, bueno, ciertamente él no lo había sido. Apretó las manos frescas contra sus mejillas tratando de detener el calor.


Nick estaba aquí. Lo había visto. No había manera de que ella simplemente se diera la vuelta y se fuera otra vez. No estaba en ella. No quería que se fuera lejos, sin saber nada, perdiéndose todavía más de su vida. Se pondría a prueba ante su marido aunque fuera la última cosa que hiciera. Y entonces él tendría que reconocer su papel en la vida de su hijo.


– ¿Y bien? – Damon estaba en la puerta, vestido impecablemente de nuevo con chaqueta y corbata, cada centímetro de él hablaba del gigante de la banca en que se había convertido, cuya influencia infundía miedo y temor entre adversarios y colegas por igual. Sus ojos captaron los movimientos tensos en su mandíbula dura, pero el hecho de que no estuviera tan controlado como parecía no era ningún consuelo.
Elena lo miró y dijo firmemente –Voy a ir contigo –


Después las cosas sucedieron con una rapidez espeluznante. Damon arrancó un teléfono del bolsillo e hizo una llamada, soltando un caudal de palabras en español de las cuales Elena entendió muy poco. Su alguna vez fluido dominio del idioma estaba ahora oxidado por la falta de uso.


Terminó la conversación y volvió a poner el teléfono en su bolsillo. Tenía una expresión implacable en el rostro y pudo sentir la ira y la impaciencia subyacentes. No quería que ella fuera con él. Estaba segura de que estaba siendo asesorado por alguien que le aconsejó que llevarla a España sería una buena idea. Y él había esperado que ella dijera que no. Ser tan poco bienvenida la intranquilizaba.


– ¿A dónde tenemos que ir a buscar tus cosas? –


Elena negó con la cabeza –A ninguna parte. Tengo todo conmigo –


Damon lanzó una mirada burlona al pequeño estuche que estaba a su lado –
¿Todo? –


Ella asintió con la cabeza –Está todo ahí. Y tengo mi pasaporte en el bolso –


– ¿No has estado viviendo aquí? –


Ella negó con la cabeza, increíblemente ofendida por su evidente desinterés.
¡Realmente se había tomado su nota a pecho! No había tratado de encontrarla. Y aún cuando su objetivo había sido dejar una nota provocativa... eso aún le dolía.


Él se acercó unos pasos mientras se bajaba los puños – ¿Te importaría decirme dónde has estado viviendo? ¿O quieres que crea que has estado viviendo fuera de un estuche de este tamaño durante dos años?


Elena parpadeó y tragó saliva dolorosamente. Lo había hecho, en realidad.
Si él mirara más atentamente quizá podría reconocer que era el mismo estuche que ella había tenido en el hospital, cuando había dado a luz a Nick... Podría incluso reconocer que éste, su único traje decente, también era de hace dos años. Pero por supuesto que él no lo haría. Sus preguntas estaban destinadas simplemente a herirla, bien cerca del hueso. Literalmente.


–No importa dónde haya estado, Damon. Lo que importa es que ahora estoy aquí –


Mantuvo sus ojos intensamente azules en los de ella durante un momento prolongado y luego se encogió de hombros –Vamos. Es hora de partir –


Elena se enganchó el bolso en el hombro y ya había cogido la manija del estuche cuando él, sorpresivamente, regresó e inclinándose se la sacó de la mano con un movimiento brusco. Sus manos se tocaron y se sorprendió tanto por el contacto que retiró bruscamente la suya llevándola hacia atrás, como si se hubiera quemado. Pudo sentir sus ojos abrirse y su respiración acelerarse al igual que su corazón. Sabía que debía parecer conmocionada, pero no pudo ocultar su respuesta.


Él se puso de pie en toda su altura e, indefensa, Elena sólo pudo mirar hacia arriba, a  sus  ojos. Ese  pequeño contacto físico  había desencadenando un torbellino de sensaciones, imágenes y recuerdos, y Damon, como si supiera exactamente lo que estaba pasando dentro de ella, la miró de arriba abajo con estudiada insolencia. Su mirada, cuando finalmente se detuvo en su cara otra vez, era distante, completamente fría. Elena no tuvo dudas de que la leyó perfectamente y de que no apreciaba para nada su reacción. El rechazo manaba de cada línea de su cuerpo tensamente contenido, y ella nunca se sintió tan humillada en la vida.


Milagrosamente no dijo nada, simplemente giró sobre sus talones y salió de la habitación portando el estuche, ni siquiera comprobó que ella lo siguiera. Lo alcanzó en las puertas del ascensor y mientras lo esperaban él miraba resueltamente hacia delante y ella… ella seguía ardiendo.


– ¿Dónde...? – Odiaba sonar tan vacilante – ¿Dónde está Nick?


La campanilla repicó y entró al ascensor, siguiendo a Damon. Mientras bajaban él dijo fríamente: –Nick y su niñera han salido antes que nosotros para que cuando  lleguemos esté  durmiendo la  siesta.  Quiero  que  su  rutina  se  vea alterada lo menos posible –


–Oh – Le llamó la atención la estrecha sintonía que obviamente tenía con la vida de su hijo.


Con  un  nuevo  repiqueteo  de  campanillas,  las  puertas  del  ascensor  se abrieron en el vestíbulo. Damon se encaminó hacia fuera a grandes zancadas y Elena se esforzó para mantenerle el paso. Una mujer muy atractiva, vestida con un traje, se apresuró a hablar con él, y cuando se detuvieron Elena pudo ver que llevaba un distintivo de gerente. Tenía unos enormes ojos azules que miraban a Damon con indisimulada apreciación. Él le sonreía abiertamente, y por un segundo Elena no pudo respirar, tal era la fuerza de su sonrisa. Había olvidado cuán potente era su encanto. No es que se lo hubiera prodigado a ella mucho, después de todo ella había sido una conquista que no había requerido cortejo.


La gerente hablaba con tono eficiente pero a la vez ligeramente jadeante, lo que alteraba los nervios de Elena –Cuando tengamos el informe analítico que ha solicitado se lo enviaré a España de inmediato –


–Gracias, Bonnie – Damon retomó la marcha con la otra mujer a su lado, deliberadamente excluyendo a Elena, como si ella no existiera.


Luego salieron al exterior, donde una elegante limusina estaba esperándolos con las puertas abiertas. Damon le indicó que entrara y Elena notó que tuvo el cuidado de no tocarla. Cuando se sentó en el coche estaba sin aliento. Observó cómo se alejaban del hotel y se metían en el tráfico matutino.


–Pensé que odiabas Londres – Recordaba su irritación cuando los negocios lo obligaron a quedarse aquí después de la mecánica boda, y luego, cuando su avanzado embarazo le imposibilitó regresar a España hasta después del nacimiento.


Él la miró, apenas girando su cabeza y duramente le contestó –Lo hago –


– ¿Y entonces por qué este hotel? –


Esta vez se giró totalmente y se recostó en el asiento. Elena instintivamente se echó hacia atrás lo más que pudo.


– ¿Por qué el interés, Elena? ¿Ya lo estás sumando a los bienes que esperas recibir por si el dinero no es suficiente? Deberías haber aceptado la primera oferta. No te haré otra igual –


Ella decidió hacer caso omiso a eso –Sólo preguntaba, eso es todo –


Elena se acomodó de tal manera que quedó mirando al frente. Damon estudió su perfil, la nariz recta, la barbilla decidida. Las largas pestañas negras. Los labios asombrosamente llenos... suaves e invitadores. Despreciaba esta injustificada falta de control por una mujer tan completamente inmoral, despreciaba que su deseo no pudiera ser manejado por su intelecto. Allá en la suite, hacía unos momentos, cuando ella lo había mirado con ese deseo tan


descarado, por un segundo se le había olvidado en realidad quién era y había sentido que su cuerpo se aceleraba en una respuesta caliente. Tal cual ella lo había previsto, sin dudas.


Se obligó a no pensar en eso. Necesitaba palabras. Para hablar. Cortar con las imágenes... los recuerdos.


–Compré el hotel después de que Nick nació. No podía ignorar el hecho de que él es medio inglés. Esto es parte de su herencia. Y servirá como una inversión para él en el futuro, si alguna vez decide que quiere venir aquí –


Elena no respondió. Estaba demasiado sorprendida por la ternura que sus palabras  evocaban,  el  recuerdo  de  otros  tiempos,  cuando  había  visto  esa ternura emerger. Eso había hecho que se enamorara de él irrevocablemente, el contraste entre el despiadado y duro hombre de negocios y su lado más secreto. Un lado que sólo ella había visto. Un lado en el que había llegado a creer, y en el que nunca debería haber creído. Aceptó agradecida la dureza que se instaló en su corazón. Para recordar, tenía que protegerse.


Le echó un vistazo. La línea aquilina de la nariz y los labios carnosos formaban un perfil que hablaba de experiencia y promesas sensuales. Él no dio indicio de saber que estaba bajo escrutinio. Entonces giró la cabeza y su mirada quedó enganchada con la de ella. Directamente encima. El calor se expandió desde la boca de su estómago hacia arriba y Elena se dio la vuelta. Casi pudo sentir la sonrisa 

1 comentario:

  1. empieza la convivencia.. a ver como sobreviven jaja¡ gracias por el capitulo¡ >^.^<

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