CAPÍTULO 2
A la mañana siguiente Elena
estaba sentada tensamente en una silla y miraba la puerta de la suite. Se había
despertado temprano se había encontrado rígida e incómoda en el sofá, todavía
con el juguete de Nick. Con la llegada de la mañana las cosas estaban más
claras en su cabeza. No podía permitir que Damon la intimidara, tenía que
hacerle ver que ella tenía derechos. Maldijo su propia falta de previsión. Hoy
era sábado y no tenía el número de teléfono de la casa de su abogado ni su número
de móvil. Debería haberle hablado ayer, después
de que Damon
la había dejado...
pero se había
sentido tan sorprendida. Sabía
que era un error que le podía costar muy caro.
La verdad era que se
había puesto en contacto con su abogado sólo por si se presentaba el peor de
los casos, que Damon, al ser contactado, se mostrara intratable e implacable.
Aún era demasiado cobarde como para admitir ante sí misma que había albergado la esperanza de
que, de alguna manera, a pesar de todo, una vez que él supiera sus razones,
podrían ser una familia feliz. Un centenar de voces burlonas se mofaban de su
ingenua fantasía.
Pero habían sido
felices. Habían tenido algo. Pero claro, tuvo que admitir con dolor que eso
había sido antes, durante los primeros meses en que se habían conocido. Damon
había sido el primer hombre que la había sacado de sí misma, el primer hombre con el que se
había acostado… el primer hombre por el que había caído. Él la había hecho
sentirse bella, deseable. Y, para su vergüenza, se encontró recordando eso y no
su descubrimiento de lo que él realmente había sentido por ella: nada.
Eso la volvió a la
realidad. Sin dudas Damon ya habría consultado con un ejército de asesores
jurídicos sobre la mejor manera para hacer frente a la reaparición de su
esposa. Su capacidad para adaptarse y reaccionar a las situaciones siempre le
había impresionado. Esta vez no sería muy diferente. Podía imaginarse que Tyler
Lockwood ya habría sido intimidado, sacado de quicio y enfrentado a la ira de Damon.
De repente la puerta se
abrió, tomándola por sorpresa y saltó para ponerse de pie. Toda su lucidez se
esfumó con la llegada de su marido. Su cuerpo se puso rígido por la tensión
mientras ella daba buena cuenta de su apostura trigueña, su cabello un poco
revuelto, como si hubiese estado pasando una mano por él.
Damon cerró suavemente
la puerta detrás de él, observándola. Su rostro seguía tan pálido como el
alabastro, con los ojos como dos enormes hematomas de color. Sus ojos recorrían
su cuerpo haciéndola estremecer como a una hoja, apenas perceptible.
–Espero que hayas
dormido bien – dijo inocentemente, no demostrando la determinación que se había
autoimpuesto por su respuesta al verla, y la ira lo invadió al darse cuenta de
que esta respuesta resurgía.
–Muy bien. La cama era
muy cómoda – Elena no iba a demostrar ni por un segundo que no había tenido una
noche de sueño reparador perfecto.
Una expresión fugaz,
que no pudo descifrar, cruzó su rostro cuando se apartó de la puerta y se
acercó. Elena luchó contra el deseo de retroceder.
Esta mañana
no tenía la
chaqueta y la
corbata y su camisa estaba arremangada. Se dio cuenta de que
tenía una mancha en su camisa que se parecía sospechosamente a alimentos secos.
¿Habría estado alimentando a Nick? Una abrumadora urgencia de ver a su hijo la
invadió otra vez. Tenía que constatar que él era real, que no lo había
imaginado. Que era tan hermoso y sano como aparentaba...
Damon se cruzó de
brazos. Todo en él era imponente y Elena se obligó a aplacar sus emociones.
–Tu sentido de la
oportunidad es impecable... pero creo que eso ya ha sido demostrado –
Los ojos de Elena se
encontraron son los suyos, fríos. Ignoró su sarcasmo y se preparó para oír lo
que sin duda venía a decirle.
Él pasó
junto a ella
para ir hasta
la ventana, como
provocándola
deliberadamente, y Elena
aspiró una bocanada, delatando la forma en que su guardia bajaba al haber
pasado tan cerca y la forma en que su piel escocía incómodamente. Su aroma
fresco y almizclado la envolvía, y había otro olor... olor a bebé. Su corazón
reaccionó con un sacudón.
Él se quedó de espaldas
a ella por un momento. Por alguna razón no podía confiar en sí mismo si la
miraba a la cara, y odiaba eso. Habló en un tono monocorde –Faltan exactamente
dos meses a partir de ahora para que se cumplan dos años desde que
saliste de aquel hospital. ¡Has vuelto ahora porque ambos podemos pedir que
se desestime un juicio de divorcio y se ejecute la cláusula prenupcial, lo que
te permitiría poner tus manos en el dinero que acordamos en ella! Has tenido el
cuidado en no ir más allá de dos años, que es lo que marca la cláusula, lo cual
hubiera jugado en tu contra. Debe estar matándote haber tenido que regresar e
interrumpir tus planes, pero una vez que obtengas el divorcio te irás de nuevo
– Se dio la vuelta y clavó sus ojos en los de ella como láser – ¿Verdad? –
Elena luchó con la
conmoción que le produjo su fría mención al divorcio para entender lo que había
dicho. No tenía idea ni del tiempo ni de legalidades. Había venido ahora porque
al fin había sido capaz. Porque finalmente estuvo lo suficientemente bien...
Él tenía los brazos
cruzados y cada línea en su majestuosa cara era dura e inflexible. La traición
de ella y su propia vergonzosa falta de juicio le quemaban otra vez ahora que
se enfrentaba con su sus ojos, muy abiertos por el fingido estado de shock. Se
rió brevemente, con dureza –Vamos… ¿Realmente tú, con toda tu astucia, esperas
que nos pongamos a jugar a las familias felices que se reúnen nuevamente?
Su voz tenía un dejo de
aburrimiento que la hería aún más –Me has hecho un favor. Si no hubieras
aparecido ahora no habría sido capaz de pedir el divorcio sin tu
consentimiento, por lo que me ha ahorrado el tedioso trabajo de tener que
seguirte la pista – Su expresión cambió en un instante, y se le acercó,
mirándola calculadoramente – Déjame adivinar. ¿Te has quedado sin tu herencia?
El rostro
de Elena cambió
de color, poniéndose
aún más pálida.
La considerable herencia de su madre casi había desaparecido, pero no
por las razones que él creía. Pero ya era demasiado tarde. Él había visto su
reacción y un brillo duro y triunfal se reflejó en sus ojos de hielo.
–Tal como pensaba –
dijo haciendo un gesto negativo con la cabeza –Sabes, me decepciona lo
predecibles que son ustedes, las mujeres. Así que no sé por qué estoy
sorprendido. Debería haberlo sabido, estaba escrito – Él continuó –Así que
ahora estás de vuelta, tratando de sacar provecho del acuerdo prenupcial para
asegurarte el futuro... aunque al ritmo que has gastado el dinero de tu madre,
no veo por qué el mío te vaya a durar mucho más tiempo –
La ira de Elena brotó
con un destello candente. Sintió florecer el color en sus mejillas y eso le
agradó –No quiero ni un centavo de tu dinero, Damon. Lo único que deseo es ver
a mi hijo –
Él parecía aburrido
–Puedo ver cómo él va a ser un buen peón para ti, pero por favor no insultes mi
inteligencia. Haber regresado ahora demuestra qué tan profundamente arraigada
está en ti la veta de mercenaria que tienes. Ser la madre de mi hijo es un
seguro adicional, para asegurarte de obtener lo más posible. Sin duda todo esto
es parte del gran plan –
¿El gran plan? ¡Si
supiera...!
–Dime – dijo pensativo
– ¿Ya has planificado tu defensa pública? ¿Vas alegar depresión posparto, que
es lo que los periódicos insinuaron como la causa probable de tu curiosa
ausencia de mi lado? –
Su boca se abrió
–Depresión posparto... ¿Quieres decir que la gente no sabe? – Elena había
temido que la prensa supiera cómo ella había abandonado a su hijo después de
irse. Había estado preparada para lidiar con eso y era más que
sorprendente saber que Damon
no había filtrado la noticia para máximo beneficio... Sin embargo, ¿Cómo
olvidarse del imponente orgullo español?
Los ojos Damon se
entornaron mirándola – ¿Por qué haces esto? ¿Por qué finges que no lo sabes? –
–Pero... yo no... – Elena
sentía la cabeza como si estuviera llena de lana. Durante los primeros seis
meses después de su partida no había visto ningún periódico. Ni noticias. Y
para cuando pudo hacerlo de nuevo no había visto ninguna mención
a Damon. Había
luchado contra el
impulso de buscar, porque cada vez que lo sentía, la
culpa se erigía y la abrumaba. Su esposo era el tipo de hombre que rara vez se
mencionaba en los tabloides sensacionalistas o de la prensa común. Su poder y
su riqueza astronómicos eran tales que estaban fuera de ese tipo de escrutinio
o de especulaciones banales. Protegido.
Sin embargo, los
periódicos deberían haber vislumbrado algo en el hecho de que la esposa de Damon
Salvatore hubiera desaparecido
repentinamente de la faz de la tierra.
Él respondió a sus
pensamientos tácitos –Nadie sabe que abandonaste este matrimonio. Se perdió el
interés cuando volví a España con Nick, creyeron que te habías refugiado de las
miradas indiscretas en nuestr… mi casa de Sevilla –
Elena estaba tratando
de digerir todo aquello – ¿Y tu familia...? – Se acordó del rostro austero
y disgustado de
su madre. La
frialdad con la
que había soportado la boda en
Londres, claramente odiando cada minuto transcurrido. También recordaba el
rostro igualmente frío y desconfiado de la hermana mayor de Damon, Caroline.
Tampoco le habían ofrecido ningún tipo de bienvenida.
–Oh, ellos saben
exactamente lo que sucedió. De alguna manera no se sorprendieron –
Elena sabía que tenía
que sentarse o se caería, así que caminó con paso inseguro hasta una silla en
el rincón y se sentó. De repente se sentía muy cansada, y la magnitud de la
pelea a la que se enfrentaba la hundía aún más. No podía permitir que la
abrumara la cruda realidad de ver que él esperaba ansiosamente que se
divorciaran. Él no tenía por qué saber lo poco que se había preparado para
esto, y ahora se alegraba de haber buscado una reunión con su abogado.
–Todo lo que quiero es
poder ver a mi hijo. Es por eso que me iba a encontrar con el Sr. Lockwood
ayer. Hasta yo sé que como madre de Nick se me permitirá verlo –
Damon luchó contra la
ira que sintió cuando ella mencionó el nombre de Nick. Decidió ir con su propio
plan y ver hasta dónde llegaba. Pero no cabía duda de que Nick era el boleto de
oro en el plan de Elena.
–Puedo tener los
papeles del divorcio listos para hoy –
A Elena se le encogió
el corazón. Se iba a tener que enfrentar con la artillería completa de Damon.
–Si estás de acuerdo
con iniciar el divorcio y las condiciones que yo estipule para que
veas a Nick,
triplicaré la cantidad
determinada en el
acuerdo prenupcial y será transferido a tu cuenta de inmediato –
Elena palideció. La
suma de dinero mantendría un pequeño país en funcionamiento durante algunos
años. Pero ella no tenía ningún interés en el dinero.
Se levantó de su
asiento y alzó la barbilla. Tenía que ser fuerte. Después podría derrumbarse.
Tenía que centrarse en Nick, porque pensar en otra cosa en este momento sería
demasiado duro de soportar –No –
– ¿No? – El rostro de Damon
se ensombreció de ira. Estaba metido en un brete y no cabía duda de que ella lo
sabía.
–Yo me comprometo a...
a... – Para su absoluto disgusto su boca y su lengua enredaron las palabras,
haciéndola ruborizar –…a darte el divorcio, de todas formas. No es que este
matrimonio haya sido alguna vez un matrimonio por amor. Eso lo sé muy bien.
Pero no voy a poner mi firma en algo que ceda mis derechos sobre Nick. Esas son
tácticas de intimidación, Damon, y yo no voy a ser intimidada – Ella se cruzó
de brazos para ocultar su agitación.
Damon tuvo que admitir
que se sentía un poco desconcertado. Nunca lo habían acusado antes de ser un
matón, y eso no lo hizo sentir bien consigo mismo. Los matones actuaban sin
inteligencia, con el instinto del miedo, aunque tenía que admitir que estaba
asustado. Asustado de lo que podría hacerle a su hijo. Asustado por un montón
de cosas más a las que, en este momento, no quería ponerle nombres.
–Él es mi hijo. Lo
llevé dentro de mí durante casi nueve meses. Lo parí. No puedes considerar
quitármelo. No Puedes… –
Damon aplastó la
sorpresa que sintió mientras estaba de pie ante él con tanta calma –Y a pesar
de todo eso te fuiste sin siquiera mirar una vez atrás –
La garganta de Elena se
cerró de nuevo. Había puesto al mundo su primer hijo. Si hubiera mirado hacia
atrás en ese momento, entonces nunca habría podido dejarlo, y eso habría
significado...
Con esfuerzo detuvo
esos pensamientos dolorosos y se controló –No me importa el dinero. Sólo quiero
conocer a mi hijo –
¿A quién quería tomarle
el pelo? Tuvo que contenerse para no reír a carcajadas. Se trataba de una mujer
que se había casado con él para poner sus manos en su herencia y se quedó
embarazada, en un intento calculado para sacarle a él todo el dinero posible. Y
allí estaba la evidencia. Justo en frente de él. Astuta y sagaz, le concedía
eso. Sabía exactamente lo que hacía al regresar justo antes de que se
cumplieran dos años de su abandono. Significaba que cualquier otra declaración
que él hiciera respecto de su abandono sería cuestionada, podría ser
investigada. Y a pesar de que tenía como prueba la nota que le había dejado,
sabía que si ella fingía ignorancia sería suficiente para dar vueltas el asunto
y que jugara en su favor.
La evidencia pura
de su premeditación lo sorprendió
de nuevo. No era el modesto y tímido
alhelí con el que pensó que se había casado. ¡Había sido virgen en su noche de
bodas! El colmo de la inocencia y pureza. Y durante su embarazo había mantenido
la fachada. Detuvo sus pensamientos con esfuerzo y hundió las manos en los
bolsillos de su pantalón, pegando los materiales a la ingle. Su camisa, abierta
por el cuello, revelaba la oscura piel aceitunada que había debajo, como así
también remolinos de suave vello, apenas visibles.
Por un segundo la
presencia física de Damon golpeó duro a Elena entre los ojos, y de la nada vino
a su mente un vivo recuerdo de ella debajo de él, su cuerpo desnudo empujando
hacia abajo sobre el de ella, pecho contra pecho. Lo recordó penetrándola en un
solo aliento, empujando tan profundamente que ella había creído realmente en
ese momento que él le había tocado el corazón.
Movió la cabeza
débilmente, sintiéndose extremadamente caliente y sin aliento. La habitación…,
debía ser la habitación. Hacía demasiado calor, se dijo.
Damon habló de nuevo
–No me dejas otra opción, entonces –
– ¿Ninguna otra
opción...? Repitió estúpidamente luchando contra el impulso de abrir el cuello
de su propia camisa y dejar que se refrescara un poco su piel. Se sentía
confinada.
Lo que más indignaba a Damon
era que, aunque se hubiera comportado de forma censurable como madre de Nick,
pudiera volver a escena así, como si nada,
y aún tuviera
derechos. Cualquier tribunal
del mundo vería
la importancia de que un niño mantuviera un vínculo con su madre. Su
propio abogado había estado a favor de que no pusiera trabas a un acceso razonable
porque eso sólo lo perjudicaría en el futuro. Así que por mucho que le quisiera
dar vueltas, alejarse u olvidarse de que ella existía, no podía.
No entendía
por qué ella
no tomaba la
pequeña fortuna que le estaba ofreciendo, seguramente sería porque
creía que podía obtener aún más sosteniendo esta farsa de preocupación tardía.
Había que ver si él le daba la oportunidad. Pero si lo hacía, entonces sería en
sus términos, en su territorio.
No podía confiar en que
si él la dejaba ir ahora no trataría de hacer algo más dramático con Nick, como
librar una campaña mediática por la custodia y, en definitiva, por los millones
que sin duda deseaba obtener.
–Si es verdad lo que
dices, eso de que estás aquí meramente para ver y conocer a Nick, entonces
volverás a Sevilla con nosotros en una hora –
Sus palabras diluyeron la inexplicable respuesta de su cuerpo. Enfocó su atención en el celeste
de sus ojos y sintió como si ellos la atravesaran con una estaca –Sigue –
–Vivirás en mi casa durante
el tiempo suficiente como para probar que tienes… buenas intenciones hacia Nick.
Se te permitirá tener un cierto grado de acceso, bajo supervisión –
–Pero… –
–Pero nada. Estas son
mis condiciones Elena, y no estás en condiciones de discutirlas –
Elena tragó
nerviosamente mientras reconocía su débil posición –Ya te lo he dicho, mi única
preocupación es estar con Nick tanto como me sea posible –
–Bien, entonces, no
creo que tengas problemas con esto –
Vivir con
él en su
casa... tan cerca...
todos sus movimientos vigilados y controlados...
Elena lo miró –Yo… no
puedo... ¿No podemos permanecer en un lugar cerca de
aquí? –
Damon agitó una mano
impaciente –Eso no es práctico. Si hablas en serio acerca de conocer a Nick
entonces es mejor verlo en su propio entorno. No lo tendré yendo y viniendo,
alterando su rutina, sacándolo de su casa. De ninguna manera –
Elena retorcía sus
manos –Por supuesto que no quiero que haga eso. No quise decir eso, yo sólo...
–
–Eso es todo, Elena. Lo
tomas o lo dejas. Apenas si estás en condiciones de negociar –
Él observó la
turbulencia en sus ojos. No es de extrañar que estuviera poniendo obstáculos a
su sugerencia. Probaba qué tan falsas eran sus intenciones en realidad. Venir
de dos años de libertad hedonista a ser encerrada en su casa en un pequeño
pueblo en las afueras de Sevilla, haría que trepara las paredes en cuestión de
semanas, si no días. Por no hablar de pasar el tiempo con un niño
pequeño, que tenía la
sonrisa de un ángel pero que ponía a prueba la paciencia de un santo.
–Te doy cinco minutos
para pensarlo –
Elena vio, todavía un
poco aturdida, como él se volvía y salía de la habitación. La puerta se cerró
suavemente tras de él, un sonido incongruente para una habitación cuya atmósfera
estaba cargada de tensión.
Elena caminaba de un
lado a otro. Tenía que pensar rápido. Damon no estaba acostumbrado a esperar a
nada ni a nadie. Ella sabía que lo que debía hacer era quedarse en Londres,
encontrarse con su abogado y ver qué opciones tenía. Pero eso tendría que
esperar hasta la semana próxima. Si no, este pequeño avance podría ser
quebrado. Damon se iría a España con Nick.
Y con su evidente determinación de divorciarse, ¿Quién sabía qué tan difícil
sería contactarlo una vez que el asunto pasara a manos de su equipo legal?
Podrían pasar meses, incluso más tiempo antes de que llegara a ver de nuevo a Nick.
No tenía la menor duda de que Damon haría lo que fuera necesario para hacerla
ver tan mala como fuera posible, y tenía que admitir que no le resultaría
difícil en absoluto... ¿Cómo se vería si se supiera que había rechazado una
oferta de ir a vivir con su hijo?
Tal vez eso era lo que
esperaba. Que ella metiera la pata...
Tenía que dejar a un
lado sus sentimientos por Damon. Su única prioridad debía ser Nick. Cuando ayer
lo había visto y tocado, ella lo había reconocido, increíblemente. Ese
reconocimiento primitivo y feliz la golpeó de nuevo.
Este era el momento en
que tenía que dejar de lado la fantasía. El deseo de que, de alguna manera,
algo del pasado podría ser salvado. Ella había dañado todo, irremediablemente.
El destino y las circunstancias la habían llevado por un camino difícil, y tuvo
que recordarse que no importaba lo que ella misma se había inducido a creer
respecto de su matrimonio, pues había estado viviendo en una fantasía desde el
principio, de todos modos.
Apretó los labios.
Ahora no era el momento de revivir viejos recuerdos. Una vez oyó
involuntariamente la conversación de él con su hermana acerca de su embarazo, y
desde ese momento supo exactamente dónde estaba parada, qué era lo que él
sentía. Su matrimonio, obviamente, no se había convertido para él en lo que se
había convertido para ella, en definitiva no tenía lo que había pensado que
tenía hasta ese momento. O esperado... Se había recriminado por ser tan
fantasiosa… ¿Qué sabía ella, después de todo? Era virgen cuando habían dormido
juntos por primera
vez. Y él...
se sonrojó calurosamente, bueno, ciertamente él no lo
había sido. Apretó las manos frescas contra sus mejillas tratando de detener el
calor.
Nick estaba aquí. Lo
había visto. No había manera de que ella simplemente se diera la vuelta y se
fuera otra vez. No estaba en ella. No quería que se fuera lejos, sin saber
nada, perdiéndose todavía más de su vida. Se pondría a prueba ante su marido
aunque fuera la última cosa que hiciera. Y entonces él tendría que reconocer su
papel en la vida de su hijo.
– ¿Y bien? – Damon
estaba en la puerta, vestido impecablemente de nuevo con chaqueta y corbata, cada
centímetro de él hablaba del gigante de la banca en que se había convertido,
cuya influencia infundía miedo y temor entre adversarios y colegas por igual.
Sus ojos captaron los movimientos tensos en su mandíbula dura, pero el hecho de
que no estuviera tan controlado como parecía no era ningún consuelo.
Elena lo miró y dijo
firmemente –Voy a ir contigo –
Después las cosas
sucedieron con una rapidez espeluznante. Damon arrancó un teléfono del bolsillo
e hizo una llamada, soltando un caudal de palabras en español de las cuales Elena
entendió muy poco. Su alguna vez fluido dominio del idioma estaba ahora oxidado
por la falta de uso.
Terminó la conversación
y volvió a poner el teléfono en su bolsillo. Tenía una expresión implacable en
el rostro y pudo sentir la ira y la impaciencia subyacentes. No quería que ella
fuera con él. Estaba segura de que estaba siendo asesorado por alguien que le
aconsejó que llevarla a España sería una buena idea. Y él había esperado que
ella dijera que no. Ser tan poco bienvenida la intranquilizaba.
– ¿A dónde tenemos que
ir a buscar tus cosas? –
Elena negó con la
cabeza –A ninguna parte. Tengo todo conmigo –
Damon lanzó una mirada
burlona al pequeño estuche que estaba a su lado –
¿Todo? –
Ella asintió con la
cabeza –Está todo ahí. Y tengo mi pasaporte en el bolso –
– ¿No has estado
viviendo aquí? –
Ella negó con la
cabeza, increíblemente ofendida por su evidente desinterés.
¡Realmente se había
tomado su nota a pecho! No había tratado de encontrarla. Y aún cuando su objetivo
había sido dejar una nota provocativa... eso aún le dolía.
Él se acercó unos pasos
mientras se bajaba los puños – ¿Te importaría decirme dónde has estado
viviendo? ¿O quieres que crea que has estado viviendo fuera de un estuche de
este tamaño durante dos años?
Elena parpadeó y tragó
saliva dolorosamente. Lo había hecho, en realidad.
Si él mirara más
atentamente quizá podría reconocer que era el mismo estuche que ella había
tenido en el hospital, cuando había dado a luz a Nick... Podría incluso reconocer
que éste, su único traje decente, también era de hace dos años. Pero por
supuesto que él no lo haría. Sus preguntas estaban destinadas simplemente a
herirla, bien cerca del hueso. Literalmente.
–No importa dónde haya
estado, Damon. Lo que importa es que ahora estoy aquí –
Mantuvo sus ojos
intensamente azules en los de ella durante un momento prolongado y luego se
encogió de hombros –Vamos. Es hora de partir –
Elena se enganchó el
bolso en el hombro y ya había cogido la manija del estuche cuando él,
sorpresivamente, regresó e inclinándose se la sacó de la mano con un movimiento
brusco. Sus manos se tocaron y se sorprendió tanto por el contacto que retiró
bruscamente la suya llevándola hacia atrás, como si se hubiera quemado. Pudo
sentir sus ojos abrirse y su respiración acelerarse al igual que su corazón.
Sabía que debía parecer conmocionada, pero no pudo ocultar su respuesta.
Él se puso de pie en
toda su altura e, indefensa, Elena sólo pudo mirar hacia arriba, a sus
ojos. Ese pequeño contacto
físico había desencadenando un
torbellino de sensaciones, imágenes y recuerdos, y Damon, como si supiera
exactamente lo que estaba pasando dentro de ella, la miró de arriba abajo con
estudiada insolencia. Su mirada, cuando finalmente se detuvo en su cara otra
vez, era distante, completamente fría. Elena no tuvo dudas de que la leyó
perfectamente y de que no apreciaba para nada su reacción. El rechazo manaba de
cada línea de su cuerpo tensamente contenido, y ella nunca se sintió tan
humillada en la vida.
Milagrosamente no dijo
nada, simplemente giró sobre sus talones y salió de la habitación portando el
estuche, ni siquiera comprobó que ella lo siguiera. Lo alcanzó en las puertas
del ascensor y mientras lo esperaban él miraba resueltamente hacia delante y
ella… ella seguía ardiendo.
– ¿Dónde...? – Odiaba
sonar tan vacilante – ¿Dónde está Nick?
La campanilla repicó y
entró al ascensor, siguiendo a Damon. Mientras bajaban él dijo fríamente: –Nick
y su niñera han salido antes que nosotros para que cuando lleguemos esté durmiendo la
siesta. Quiero que
su rutina se vea
alterada lo menos posible –
–Oh – Le llamó la
atención la estrecha sintonía que obviamente tenía con la vida de su hijo.
Con un
nuevo repiqueteo de
campanillas, las puertas
del ascensor se abrieron en el vestíbulo. Damon se
encaminó hacia fuera a grandes zancadas y Elena se esforzó para mantenerle el
paso. Una mujer muy atractiva, vestida con un traje, se apresuró a hablar con
él, y cuando se detuvieron Elena pudo ver que llevaba un distintivo de gerente.
Tenía unos enormes ojos azules que miraban a Damon con indisimulada
apreciación. Él le sonreía abiertamente, y por un segundo Elena no pudo
respirar, tal era la fuerza de su sonrisa. Había olvidado cuán potente era su encanto.
No es que se lo hubiera prodigado a ella mucho, después de todo ella había sido
una conquista que no había requerido cortejo.
La gerente hablaba con
tono eficiente pero a la vez ligeramente jadeante, lo que alteraba los nervios
de Elena –Cuando tengamos el informe analítico que ha solicitado se lo enviaré
a España de inmediato –
–Gracias, Bonnie – Damon
retomó la marcha con la otra mujer a su lado, deliberadamente excluyendo a Elena,
como si ella no existiera.
Luego salieron al
exterior, donde una elegante limusina estaba esperándolos con las puertas
abiertas. Damon le indicó que entrara y Elena notó que tuvo el cuidado de no
tocarla. Cuando se sentó en el coche estaba sin aliento. Observó cómo se
alejaban del hotel y se metían en el tráfico matutino.
–Pensé que odiabas
Londres – Recordaba su irritación cuando los negocios lo obligaron a quedarse
aquí después de la mecánica boda, y luego, cuando su avanzado embarazo le
imposibilitó regresar a España hasta después del nacimiento.
Él la miró, apenas
girando su cabeza y duramente le contestó –Lo hago –
– ¿Y entonces por qué
este hotel? –
Esta vez se giró
totalmente y se recostó en el asiento. Elena instintivamente se echó hacia
atrás lo más que pudo.
– ¿Por qué el interés, Elena?
¿Ya lo estás sumando a los bienes que esperas recibir por si el dinero no es
suficiente? Deberías haber aceptado la primera oferta. No te haré otra igual –
Ella decidió hacer caso
omiso a eso –Sólo preguntaba, eso es todo –
Elena se acomodó de tal
manera que quedó mirando al frente. Damon estudió su perfil, la nariz recta, la
barbilla decidida. Las largas pestañas negras. Los labios asombrosamente
llenos... suaves e invitadores. Despreciaba esta injustificada falta de control
por una mujer tan completamente inmoral, despreciaba que su deseo no pudiera
ser manejado por su intelecto. Allá en la suite, hacía unos momentos, cuando
ella lo había mirado con ese deseo tan
descarado, por un
segundo se le había olvidado en realidad quién era y había sentido que su cuerpo
se aceleraba en una respuesta caliente. Tal cual ella lo había previsto, sin
dudas.
Se obligó a no pensar
en eso. Necesitaba palabras. Para hablar. Cortar con las imágenes... los
recuerdos.
–Compré el hotel
después de que Nick nació. No podía ignorar el hecho de que él es medio inglés.
Esto es parte de su herencia. Y servirá como una inversión para él en el
futuro, si alguna vez decide que quiere venir aquí –
Elena no respondió.
Estaba demasiado sorprendida por la ternura que sus palabras evocaban,
el recuerdo de
otros tiempos, cuando
había visto esa ternura emerger. Eso había hecho que se
enamorara de él irrevocablemente, el contraste entre el despiadado y duro
hombre de negocios y su lado más secreto. Un lado que sólo ella había visto. Un
lado en el que había llegado a creer, y en el que nunca debería haber creído.
Aceptó agradecida la dureza que se instaló en su corazón. Para recordar, tenía
que protegerse.
empieza la convivencia.. a ver como sobreviven jaja¡ gracias por el capitulo¡ >^.^<
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