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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

17 octubre 2012

Rivales Capitulo 09


Capítulo 9

Elena sintió que Damon le hacía elevar la barbilla, y cerró los ojos. Hubiera querido que él no la viera así, que simplemente saliera solo esa noche. Pero él no lo había hecho. Y estaba observando su mandíbula hinchada, cubierta por un impresionante moretón.

Intentó soltarse, pero él no cedió y l e apartó el cabello del rostro.

— ¿Te has puesto hielo?

Ella lo miró a los ojos por primera vez.

—Me dolerá.

—Sólo los primeros segundos —aseguró él, y le tanteó la herida con mucho cuidado.

Al  verla  hacer  una  mueca  de  dolor  y  contener  el  aliento, maldijo en voz baja.

—No parece rota, pero deberíamos ir al hospital.

—Nada de hospital, sólo está hinchada.

Le sostuvo la mirada hasta que no pudo soportarlo más. Una honda emoción empezaba a embargarla y no sabía si podría contenerla. Él la hizo sentarse en un taburete. luego, sacó hielo  de  la  nevera  y  lo  envolvió  en  un  trapo. se  lo  acercó suavemente  a  la  mandíbula, y  la  tranquilizó  cuando  ella quiso apartarse instintivamente. El dolor casi le hizo desmayarse, pero pronto el frío le adormeció la zona.

Para vergüenza suya, lágrimas de rabia bañaron sus mejillas.

—Lo siento, yo sólo...

El shock empezaba a afectarle: lo había contenido desde que había  sucedido. Empezaron  a  castañetearle  los  dientes, los brazos le temblaban sin control. Damon dijo algo, seguramente a Callista. La mujer había querido telefonearlo antes, pero Elena no se lo había permitido.

Al instante, Calista regresó con  una copa  de brandy. Damon  le dijo que se marchara e hizo que  Elena diera un  sorbo a la copa, mientras le enjugaba dulcemente las lágrimas.

Una  vez  que  el  alcohol  hizo  efecto, Damon  condujo  a  Elena fuera de la cocina. De camino, ordenó a Calista que avisara a su asistente de que estaría ocupado toda la noche estaba  llevando  a  Elena  al  salón, cuando  ella  empezó  a protestar.

—No, deberías salir. Tienes ese estreno... él le hizo sentarse y la miró fijamente.

-¿De veras crees que voy a quedarme dos horas viendo una estúpida película mientras tú estás aquí así?

Le quitó el hielo e inspeccionó la mandíbula de nuevo.

-¿Vas     a     decirme     quién     te     ha     golpeado?    —inquirió, fulminándola con la mirada.

Elena dudó. No podía mentir, Calista sabía quién había sido.

-Ni se te ocurra intentar defender a quien ha hecho esto.

La  vio  palidecer  y  maldijo  de  nuevo. Le  acercó  la  copa  de nuevo.   Tras   un   largo   silencio,   enarcó   una   ceja.   No   se detendría hasta que ella hablara.

-Mi padre ha venido a verme hoy —confesó ella agachando la cabeza, avergonzada de su progenitor. Suavemente, él le hizo elevar la cabeza de nuevo.

-¿Tu padre te ha hecho esto? ella asintió.

—Estaba borracho. Ha venido a decirme que he deshonrado a nuestra familia. Normalmente puedo  esquivarlo, pero... hoy

Me   ha   pillado   desprevenida.  No   he   sido   suficientemente rápida. No esperaba que viniera aquí.

Damon hervía de ira.

— ¿Ha hecho esto antes?

Ella asintió, cada vez más avergonzada. Se sentía muy débil.

—Aunque nunca hasta este punto. Siempre me ha  odiado por recordarle la humillación de que mi madre lo abandonara... a él y a nosotras. Aprendí a esquivarlo. Pero hoy... no  iba  a  explicar  que  estaba  defendiendo  a  Damon  cuando  su padre la había golpeado tan salvajemente.

Muchas piezas empezaban a encajar en la mente de Damon: lo que había  visto  en  la  boda, el  hecho  de  que  ella  hubiera  sido enviada a un internado remoto...

-Por  eso  no  has  ido  a  tu  casa  ni  una  vez  desde que  llegaste aquí.

Ella  asintió  lentamente. Damon  sintió  un  peso  terrible  en  el pecho.

-Él  no  te  envió  aquí, ¿verdad? ni  la  noche  de  la  fiesta, ni cuando te encontré en el estudio.

Elena negó con la cabeza. El corazón le latía con tanta fuerza que creía que iba a desmayarse.

—Entonces, ¿qué hacías aquí esa noche?

-La noche de la fiesta sucedió lo que te conté: no sabía adónde nos  dirigíamos, y  luego  fue  demasiado  tarde. Intenté quedarme en la cocina, pero mi jefe me envió arriba —explicó

Elena, y se ruborizó—. De verdad no sabía quién eras. Había evitado leer cualquier noticia relacionada con el regreso de tu familia. Estaba demasiado avergonzada.

Se  detuvo. No  podía  creer  que  él  la  estuviera  escuchando. Ojalá la creyera.

—Y la noche del estudio... no estaba robando el testamento:

Intentaba devolverlo. Damon frunció el ceño.

-¿Cómo?

-La noche anterior, al regresar a casa, había encontrado a mi padre alardeando de  tenerlo. Así conocí lo de tu madre. Él había enviado a alguno de sus secuaces a robarlo. para serte sincera, no  sé  cómo  lo  hizo, o  si  lo  sacó  de  la  mansión. Sólo supuse... y, cuando pude, se lo quité y lo traje aquí, pensando que  podría  dejarlo en  un  cajón  o  algo  así  —confesó ella, y desvió la mirada—. Me sentía fatal por tu familia, por lo que habíais  sufrido, y  no  quería  que  él  causara  más  problemas. Pero entonces apareciste tú...

-Y el resto es historia —terminó Damon sin pizca de humor.

Elena nunca lo había visto tan sombrío. El corazón le dio un vuelco.

-Elena, lo...

—Sé exactamente lo que parecía —le interrumpió ella—. Yo no me habría creído a mí misma. Por eso nunca intenté defenderme, sabía que no tenía sentido. Toda la situación me condenaba.

-No —dijo él, apretando la mandíbula—. Tu padre ha tenido que golpearte para que yo me diera cuenta de la verdad.

Elena sacudió la cabeza.

—Damon, no digas eso. Esto me lo he ganado yo sola. El respondió con fiereza.

—Esto   no   puede   justificarse   nunca,   Elena.   Si   hubiera imaginado por un segundo que tu padre era capaz de algo así...—dijo, estremeciéndose de rabia. Le tocó suavemente la mandíbula.
-debes  de  estar  exhausta  —añadió  con  voz  ronca.  Elena asintió.

—Un poco.

Pero al pensar en irse a dormir, las imágenes se agolparon en su mente: el rostro furioso de  su padre, el puñetazo que la había dejado inconsciente unos instantes, y al despertar verlo rebuscando  en  los  cajones. Afortunadamente, Calista  había llamado al guarda de la puerta, que había acompañado a su padre fuera de la propiedad, no sin antes haberle registrado los bolsillos, a petición de la propia Elena. Menos mal que no había encontrado nada digno de robar.

-No quiero ir a la cama —protestó, con más fiereza de la que pretendía, y vio que él hacía una mueca de dolor.

-No creerías que iba a pedirte...

Ella lo agarró de las manos, emocionada.

—No me refiero a eso. Lo que no quiero es irme a dormir, al menos todavía no. no quiero pensar en lo sucedido.

Damon asintió. A los pocos minutos, Elena estaba sentada en un cómodo sillón frente al televisor, tapada con una manta, mientras Damon iba a por algo de comida a la cocina. Al regresar, estuvo todo el rato pendiente de ella, e hizo que se tomara algo de sopa, ya que no podía masticar.

Elena  sintió  que  una  delicada  cadena  de  plata  los conectaba, y se agarró a ella con todas sus fuerzas.

Damon encendió la televisión, consciente de que ella necesitaba evadirse. Y así  fue: Elena se  dejó  atontar  por  la  película, mientras se recreaba en el abrazo protector de él.

Damon contempló la cabeza de ella apoyada contra su pecho, la mano posada con confianza sobre él. Su cabeza hervía de preguntas, de recriminaciones, sustentadas por una rabia primigenia. Quería salir en busca de Tito Gilbert y darle una paliza... se obligó a tranquilizarse.

De   pronto,  en   la   línea   de   sus   anteriores   sospechas,  una burlona voz lo asaltó. ¿Y si todo aquello estaba preparado? ¿Y si era parte de un plan para despertar su simpatía y su confianza en ella? sintió náuseas: eso no podía ser. Ella había sido virgen. Todavía se enorgullecía de saber que había sido su único amante.

Demasiadas cosas habían cobrado sentido cuando Elena lo había  explicado  todo. estaba  disgustado  consigo  mismo: ¿tan cínico  se  había  vuelto  en  su  niñez,  que  había  creído  que Elena llegaría a aquellos extremos para manipularlo?

Sombrío, apagó el televisor y se levantó del sofá con Elena en brazos. La llevó a su cama y, tras acomodarla en ella, se desvistió y se acostó a su lado, abrazándola.

***

Elena  se  despertó  cuando  comenzaba  a  amanecer. Detectó que estaba en la cama de Damon, en bragas y camiseta. Se excitó. Estaba tumbada de lado, y él la abrazaba por detrás, con la mano muy cerca de uno de sus senos. Estaba desnudo. A pesar de las magulladuras, su cuerpo empezó a reaccionar.

Temió que él se despertara y la encontrara aún en su cama, e hizo ademán de levantarse.

—Quédate dónde estás —murmuró él.

Ella dejó de moverse, pero no podía volverse a dormir, sobre todo sintiendo cómo se endurecía él, dándole ganas de provocarlo  rozándole  sus  glúteos.  Se  le  aceleró  la respiración. Elevó la cabeza un instante, y contuvo el aliento ante la punzada de dolor de la mandíbula, recordatorio de la tarde anterior.

Damon se colocó sobre ella e inspeccionó el golpe. Maldijo en voz baja. Elena hizo una mueca de dolor. Sentía como si tuviera una pelota de fútbol en la mandíbula.

— ¿Tan mal aspecto tiene?

—Es de un glorioso color púrpura azulado, y tan grande como mi puño —dijo él irónico, y se puso serio—. Hoy vamos a ir al hospital, Elena, me da igual lo que digas.

Ella supo que no había discusión. Se quedó tumbada, sintiendo que el corazón se le hinchaba. Sin la barrera de la desconfianza entre ellos, se dio cuenta de que lo amaba. Sin pensarlo, le acarició la cicatriz de encima de la boca.

— ¿Cómo te la hiciste?

Damon le agarró el dedo y lo besó.

—Me gustaría decir que fue defendiendo a un niño más pequeño de unos matones... pero en realidad me caí aprendiendo a montar en bici cuando tenía tres años.

Elena sintió que lo amaba un poco más. Habría sonreído si no le doliera.

Damon estaba abrazándola de nuevo.

—Vuelve a dormir, lo necesitas.

—De    acuerdo    —dijo    ella,   adormilándose—.   Pero    despiértame y regresaré a mi cama al instante. No vio el dolor que atravesó el rostro de él.
Damon se quedó despierto, contemplando el amanecer, durante un largo rato.

***

Dos semanas más tarde, Elena contempló el conjunto de joyería para Klaus y Meredith. Movió la mandíbula con cuidado y se la  tocó  suavemente. La  hinchazón había desaparecido, y  del moretón sólo quedaba una débil mancha amarilla que podía disimularse con maquillaje.

Damon la había llevado a una clínica privada el día después del episodio, y habían desestimado que hubiera fractura; sólo era un enorme moretón. Desde aquella noche, Damon había sido increíblemente  atento, renunciando  a  sus  compromisos sociales para quedarse en casa con ella, a pesar de sus protestas. Habían pasado de salir prácticamente todas las noches,  a  cenar  en  casa.  Una  noche  incluso,  Damon  la  había
sorprendido prescindiendo de Calista y sirviéndole una cena cocinada por él mismo. Él no estaba haciendo nada por evitar que cada día se enamorara más, y sabía que no le haría gracia.

Claramente, se  sentía  culpable  por  haberla  juzgado. Había insistido en que durmieran juntos cada noche, pero se había cuidado de no tocarla. La noche anterior, ella se había girado hacia él, en  la cama, presa de la  frustración. Sabía que  Damon estaba erecto, lo sentía cada noche, pero se excusaba tratándola como si fuera de porcelana y pudiera romperse.

Ella lo había agarrado íntimamente.

—Ya estoy mejor, Damon, por favor...

Le avergonzaba pensar en lo ardientemente que había respondido cuando él por fin había gemido, le había quitado las  bragas, y  se  la  había  colocado  a  horcajadas. Ella  había sentido como si hubiera estado en el desierto un mes sin agua. Pero había sido ella quien lo había iniciado, no Damon.

Sacudió la cabeza y dio un respingo alarmada cuando oyó un ruido en la puerta. Miró, y vio a Damon apoyado tranquilamente. Se le aceleró el pulso, como siempre, y le sonrió tímidamente.

—Hola.

Lo vio sonreír y pensó en lo diferente que resultaba entonces del  duro  magnate... y  del  hombre  que  la  había  chantajeado fríamente.

Él se  acercó y  contempló las joyas. Elena observó nerviosa cómo las daba vueltas, mirándolas desde todos los ángulos.

-Eres  muy  buena, ¿lo  sabías? —afirmó  él, dejando  las  joyas sobre la mesa de nuevo.

Ella se encogió de hombros, avergonzada.

-Es  lo  que más me gusta hacer, así que, si  puedo  ganarme la vida con ello, seré feliz.

Damon tanteó la mandíbula herida con un dedo.

-Casi está curada. Elena asintió.

-Para  mañana  por  la  noche, cuando  cenemos  con  Klaus  y  Meredith, puedo maquillármelo.

Lo  vio  asentir  y  marcharse, aunque  por  un  segundo  habría jurado que él quería decir algo. Lo olvidó cuando se sentaron a cenar, después de lo cual él se fue a trabajar a su estudio, y ella regresó a su taller para los últimos retoques a las joyas de Meredith. Al día siguiente iría a la ciudad a comprar unas cajas donde guardarlas.

***

Al día siguiente, Damon se hallaba de pie frente al ventanal de su despacho de Atenas. Miraba, pero en realidad no veía nada. Sólo podía pensar en una cosa: Elena. Ella estaba poniendo su mundo patas arriba. Para alguien que salía corriendo sólo con pensar en despertarse junto a una mujer, ya no podía relajarse hasta asegurarse de que ella sería lo primero que vería por la mañana.

Aún se sentía culpable por cómo su comportamiento la había puesto en peligro. A pesar de todo, ella le había rogado que no le hiciera nada a su padre, porque eso sólo avivaría los enfrentamientos. La mejor venganza era ignorar a Tito, aunque le resultara difícil.

Los días después de la agresión, a él no le había sido difícil contenerse de tocarla a nivel sexual. Su preocupación había superado a su deseo, y además había sentido algo más perturbador: que el amor con Elena le aportaba algo mucho más ambiguo que la venganza. Algo que le colocaba lazos de seda  alrededor  del  cuello. Y esos  lazos  le  recordaban  un tiempo en que había jurado que no permitiría que nadie se le acercara tanto como para despertar esos sentimientos.

Sacudió  la  cabeza. odiaba  ser  introspectivo, así  que  cuando una  llamada  a  la  puerta  interrumpió  sus  pensamientos, lo agradeció.

—Adelante.

—Klaus Mikaelson ha venido a verle —anunció su asistente.

—Gracias, Thalía, hazlo pasar.

Sonrió al ver entrar a  Klaus, y lo  saludó calurosamente. Tras una hora hablando de  negocios, Klaus se recostó en su asiento con una taza de café y miró a  Damon. Extrañamente, Damon sintió que se le erizaba el vello.

—Ayer  hablé  con  Elena. dice  que  tendrá  las  joyas  listas para  esta  noche  cuando  vengáis  a  cenar. Espero  que  no  la hayas presionado mucho para que las hiciera—comentó Klaus, y frunció el ceño—. Últimamente no os hemos visto a ninguno de los dos.

Damon esbozó una sonrisa tensa y luchó contra la imagen de regresar a casa cada tarde y encontrarse a Elena inmersa en su tarea, cubierta en el fino  polvo de los metales y piedras

Preciosas con los que estaba trabajando, vestida con camisetas y monos desgastados, lo cual siempre lo excitaba sobremanera.

Se dio cuenta de que, ensimismado, aún no había contestado a
Klaus. Se ruborizó y habló secamente.

—En absoluto, ambos hemos disfrutado de un descanso de la vida  social. Ha  estado  trabajando  duro, pero  ha  disfrutado haciéndolo.

Eso era cierto. Varias noches, se había olvidado de él, hasta que le había quitado los auriculares de su mp3. Entonces ella se había girado hacia él y le había sonreído...

—Cuando oí que estabas viéndote con ella tuve mis dudas. Después de todo, ella es quien es, y había aparecido de pronto en casa de tu padre.

Damon  le  miró, y  algo  debió  de  reflejar  su  rostro, porque  Klaus abrió las manos y dijo:

— ¿Qué ocurre? no puedes culparme, Damon. Todo el mundo pensaba lo mismo: Atenas está llena de mujeres hermosas, y tú habías elegido a la menos apropiada.

¿Qué   diría   su   amigo   si    conociera   la   historia   completa?
¿Llegaría a la misma conclusión que él, y condenaría a Elena antes de darle oportunidad de defenderse? ¿La chantajearía para que se convirtiera en su amante? Damon se puso en pie, agitado. ¿Se  habría  convertido ella  en  su  amante  por voluntad propia?

Se esforzó por decir algo, sintiéndose como un fraude, y detestando su actitud a la defensiva.

—Nuestra    historia    es    asunto    nuestro...   existe    cierta...sincronía en cómo nos conocimos.

Al decir eso, Damon recordó vívidamente la primera vez que la había  poseído: cómo  ella  se  había  arqueado  bajo  él, animándolo a  continuar, y  cómo él  había necesitado toda su habilidad y contención para no hacerle daño. Un sudor frío le inundó la frente. Estaba sintiéndose seriamente acorralado.

***

Elena  llamó  a  la  puerta  del  despacho exterior  de  Damon. Su asistente, Thalía, sonrió. Se habían conocido una noche en que Thalía había ido  a  la  mansión porque Damon  y  ella tenían que trabajar hasta tarde.

—Hola, Elena. Damon  está  con  Klaus Mikaelson, pero  no  debe  de quedarles mucho. Yo me voy a comer —anunció, levantándose.

Elena la observó marcharse. Sacó una bolsa de papel con un sándwich  para  Damon  y  la  dejó  en  la  mesa.  Se  paseó  por  la antesala. Todo el edificio hablaba a gritos de riqueza y prestigio.  Tras   comprar   las   cajitas   para   las   joyas,  había decidido darse una vuelta por la oficina. Era la primera vez que la visitaba, y estaba emocionada.

Miró  la  bolsa  de  papel. Le  había  comprado  un  sándwich  de mantequilla de cacahuete y gelatina. ¿No era lo más estúpido que había hecho nunca?

Dio un respingo cuando accionaron el picaporte y la puerta se abrió ligeramente. La reunión debía de haber terminado. Contuvo el aliento, pero no salió nadie. Le llegó la voz grave de Klaus.

—A Meredith y a mí nos cae muy bien.

A Elena se le detuvo el corazón.

—Ya lo sé —respondió Damon irritado.

¿Por qué estaba molesto?, se preguntó ella. Hubo un momento de silencio.

—Te aclaro que  Elena y  yo  sólo  somos... algo  temporal. No tengo ningún deseo de asentarme con la primera mujer que se me cruce por el camino en Atenas.

-Reconozco  que  tal  vez  ella  no  sea  una  esposa  de  lo  más «Apropiada».

Elena   hizo   una   mueca   de   dolor,  como   si   acabaran   de clavarle un cuchillo. Damon rió, y el cuchillo se hundió un poco más.

—El que Elena se convierta en algo permanente en mi vida supondría tal vez traspasar los niveles de tolerancia de mi padre. Además, Atenas todavía habla de nuestra... asociación.

Klaus rió brevemente.

—Sabes cómo provocar, Salvatore... pero ¿ella sabe esto? el tono de Damon se volvió gélido.

-Elena sabe muy bien qué esperar de nuestra relación.

—Como  te  he  dicho, a  Meredith  y  a  mí  nos  cae  muy  bien. No  nos gustaría verla herida...

-¿Es eso una advertencia, Mikaelson? Klaus no se dejó impresionar.

-Tómatelo como quieras, Damon. Tan sólo creo que Elena no es como  el  resto  de  mujeres  de  nuestro  entorno. Al  principio, creí que sí lo era, pero después de conocerla...

—No tienes de qué preocuparte —le aseguró Damon con voz ronca—. Elena y yo sabemos perfectamente en qué punto nos encontramos.

Klaus rió brevemente.

—Meredith me ha enviado aquí con la mosca detrás de la oreja... luego os vemos a ti y a Elena. Estoy deseando ver las joyas terminadas.

Elena  no  esperó  a  oír  el  resto. Con  piernas  temblorosas, y sintiendo como si se hubiera quedado sin sangre, atravesó la antesala tambaleándose y casi corrió al ascensor.

Estaba bajando cuando recordó que había dejado la bolsa de papel sobre la mesa. Le aterrorizó pensar que él pudiera encontrarla, pero  no  tenía  intención  de  dar  marcha  atrás. Salió  tambaleante a  la  calle  y  se  alejó  lo  antes  posible  de aquella oficina.

***

Un poco después, mientras pulía las joyas que había diseñado para Meredith, Elena se reprendió a sí misma. ¿Acaso esperaba que Damon  milagrosamente sintiera  algo  por  ella? era  su  amante, estaba con ella porque la deseaba, porque podía proporcionar a Katherine su boda soñada y porque Damon la había creído culpable de  robo. desde  que  él  había  descubierto  lo  que  realmente había  sucedido, Elena  había  creído  que  las  líneas  estaban disipándose, pero  tras  la  conversación que  había  escuchado, era evidente que no era así.

Ella, la ingenua, se había permitido creer que la ternura que él  había  demostrado  en  las  dos  últimas  semanas significaba algo.

Posó una mano en su vientre, insegura. La otra noche, cuando le había rogado a Damon que hicieran el amor, no habían usado ningún método anticonceptivo. ella le había asegurado que se encontraba  en  un  momento  seguro  de  su  ciclo,  pero  ya  no estaba tan convencida.

La idea de tal vez haberse quedado embarazada le dio pánico, sobre todo después de oír las duras palabras de Damon y Klaus ese mediodía. Una  cosa  estaba  clara: el  fin  de  su  relación  era inminente, y mejor pronto que tarde. Damon no agradecería verse forzado a ser padre por un Gilbert. ¿Y si creía que ella lo había hecho a propósito? le dolía sentir que él todavía no confiaba en ella del todo.

Sonó el teléfono y, tras dar un respingo, Elena contestó.

— ¿Diga?

— ¿Por qué no te has quedado?

Elena agarró el teléfono con manos sudorosas y el corazón acelerado. El sándwich...

—Tenía que regresar a casa para envolver las joyas. Sólo me pasé a saludar, pero estabas ocupado.

Hubo un momento de silencio.

—Gracias por la comida.

Elena soltó una carcajada que le sonó falsa hasta a ella.

—De nada. No sé qué...

—Ha sido todo un detalle.

Ella agradeció estar sola, porque sintió que la humillación se apoderaba de ella.

—Regresaré a las siete. Te veo luego.

Y la conversación terminó. Elena notaba el corazón desbocado, estaba temblando y sudando; hecha un lío. Estaba enamorada y  condenada. La  familia  Salvatore  iba  a  reír  la última, después de todo.

Últimos Capítulos.....

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