Epílogo
Elena
acunaba a su pequeño de tres meses mientras escuchaba orgullosa el discurso de Damon.
Habían
llegado a Río unos días antes con el fin de estar presentes en la ceremonia.
Varias monjas se habían echado a llorar al ver el cheque que les había dado Damon,
ella había conseguido no derramar una lágrima aunque estaba muy emocionada por
lo que había hecho su marido.
Elena
había abierto primero la cajita pensando que en el sobre habría una
felicitación, y había descubierto entusiasmada el precioso anillo de diamantes
que le había comprado Damon.
—Antes de
que abras el sobre —le había dicho él mientras se probaba la sortija—. Debo
decirte que no es de mi parte, aunque sabes que te adoro… Es un regalo en
nombre de nuestro hijo para los niños que no tienen la suerte de recibir el
amor que él tiene asegurado.
Elena
había sacado el cheque del sobre sin poder creer lo que veía. Estaba a nombre
del refugio de Río.
—Damon, sé
que habíamos hecho un trato, pero esto es demasiado después de todo lo que has
hecho.
—No me has
escuchado —la había interrumpido él sonriente—. Esto no tiene nada que ver
contigo. Esto es para saldar una deuda por todo lo que tengo: tu amor, el amor
de nuestro hijo y el amor que nos dio tu padre a los dos.
Entonces
sí había dado rienda suelta al llanto, un llanto de alegría y de
agradecimiento.
Ese mismo
cheque era el que en ese momento le estaba entregando Damon a la hermana María.
Un poco
antes Elena había estado hablando con otra de las monjas, que le había contado
que el refugio seguía abierto solo gracias a la intervención de Damon. Todas
estaban muy contentas por ella y por la suerte que tenía de estar casada con Damon.
¡Elena estaba totalmente de acuerdo! En sus brazos Alexander no dejaba de
sonreír, el pequeño tenía la misma sonrisa que su padre.
Al
terminar el discurso Damon se acercó a ella radiante de alegría, Elena lo
observó andar con deleite mientras pensaba en las ganas que tenía de quedarse a
solas con él.
Como si
hubiera podido leerle los pensamientos, Damon la tomó entre sus brazos y la
besó. El amor que veía en sus ojos le llenó de dicha el corazón. Él era todo lo
que podía desear.
—Te quiero
—susurró ella.
—Yo
también te quiero, Elena —respondió con ternura—. Siempre te he querido y
siempre te querré.
FIN
Autor:
Penny Jordan
Título:
Amor por chantaje
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