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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

10 marzo 2013

Shades Capitulo 10


Capítulo 10 
 Mac regresará pronto —murmura.

—Uhm. —Mis ojos se abren para encontrarse con su suave
mirada de color gris. Señor, sus ojos son de un color asombroso
—especialmente aquí, en el mar— reflejando la luz rebotando en el agua a través
de las pequeñas ventanillas laterales en la cabina.



—Por mucho que me gustaría estar aquí contigo toda la tarde, él necesitará una
mano con el bote. —Inclinándose, Damon me besa tiernamente—. Lena, te ves tan
hermosa en este momento, toda desordenada y sexy. Hace que te quiera más.
Sonríe y se levanta de la cama. Me recuesto de lado admirando la vista.

—Tú tampoco estas mal, capitán. —Paso la lengua por mis labios con admiración y
sonríe.

Lo veo moverse con gracia por la cabina mientras se viste. Realmente es
divinamente hermoso, y lo que es más, me acaba de hacer el amor dulcemente de
nuevo. Casi no puedo creer mi buena suerte. Casi no puedo creer que este hombre
es mío. Se sienta a mi lado para ponerse sus zapatos.

—Capitán, ¿eh? —dice secamente—. Bueno, yo soy él dueño de este buque.
Ladeó mi cabeza hacia un lado.

—Eres el dueño de mi corazón, Sr. Salvatore. —Y mi cuerpo... y mi alma.
Sacude su cabeza con incredulidad y se inclina para besarme.

—Estaré en la cubierta. Hay una ducha en el baño si quieres darte un baño.
¿Necesitas algo? ¿Una bebida? —pregunta consideradamente, y todo lo que puedo
hacer es sonreírle. ¿Es éste el mismo hombre? ¿Es este el mismo Cincuenta?

—¿Qué? —dice, en respuesta a mi estúpida sonrisa.

 —Tú.

—¿Yo qué?

—¿Quién eres y qué has hecho con Damon?
Sus labios se tuercen con una sonrisa triste.

—Él no está muy lejos, nena —dice en voz baja, y hay un toque de melancolía en
su voz que me hace lamentar al instante el hacer la pregunta. Pero la sacudo—. Lo
verás muy pronto… —me sonríe—, sobre todo si no te levantas.
Estirando su mano, me golpea duro en el trasero, así que grito y me río, al mismo
tiempo.

—Me tenías preocupada.

—¿Yo, ahora? —La frente de Damon se arruga—. Emites algunas señales
mezcladas, Elena. ¿Cómo se supone que un hombre mantenga el ritmo?    —Se
inclina y me besa de nuevo—. Hasta más tarde, nena —añade, y con una sonrisa
deslumbrante, se levanta y me deja con mis pensamientos dispersos.

*  *  *

Cuando subo a cubierta, Mac está a bordo de vuelta, pero desaparece en la cubierta
superior en cuanto abro las puertas del salón. Damon está en su BlackBerry.
¿Hablando con quién? me pregunto. Deambula hacia mí, y me acerca a él, besando
mi cabello.

—Excelentes noticias... bien. Sí... ¿En serio? ¿La escalera de emergencia?... Ya veo...
Sí, esta noche.

Presiona el botón para finalizar, y el sonido de los motores encendiéndose me
asusta. Mac debe estar en la cabina de arriba.

—Es hora de regresar —dice Damon, besándome una vez más mientras me ata
mi chaleco salvavidas.

*  *  *

El sol está bajo en el cielo detrás de nosotros mientras nos dirigimos de vuelta al
puerto deportivo, y pienso en una tarde maravillosa. Bajo el cuidado y paciente
instrucción de Damon,  he izado una vela mayor, una vela de proa, y una vela
globo y aprendí a atar un nudo de rizo, un ballestrinque, y un margarita. Sus labios
estaban temblando durante la lección.

—Puede que algún día te ate —murmuro malhumora.
Su boca se tuerce con humor.

—Tendrás que atraparme primero, señorita Gilbert.
Sus palabras traen a mi mente lo que me persigue alrededor del apartamento, la
emoción, y luego el horrible resultado. Frunzo el ceño y me estremezco. Después
de eso, lo dejé.

¿Lo dejaría de nuevo ahora que ha admitido que me ama? Levanto la mirada hacia
sus ojos grises claros. ¿Podría alguna vez dejarlo de nuevo, sin importar lo que me
hizo? ¿Podría traicionarlo de esa manera? No, no creo que pueda.

Me ha dado el más exhaustivo recorrido en este hermoso barco, explicando todos
los diseños innovadores y técnicas, y los materiales de alta calidad utilizados para
construirlo. Recuerdo la entrevista, cuando lo conocí. Me percaté entonces de su
pasión por los barcos. Pensé que su amor era sólo por los cargueros que van al mar
y que su compañía construye, no también por un catamarán súper-sexy, y
elegante.

Y, por supuesto, me ha hecho el amor de forma dulce, sin prisas. Sacudo mi
cabeza, recordando mi cuerpo arqueado y con ganas bajo sus expertas manos. Él es
un amante excepcional, estoy segura, aunque, por supuesto, no tengo
comparación. Sin embargo, Katrina habría delirado más si siempre fuera así, no es
como si ella escatimara en detalles.

Pero, ¿por cuánto tiempo será esto suficiente para él? Simplemente no lo sé, y el
pensamiento es inquietante.
Ahora se sienta, y me quedo en el seguro círculo de sus brazos durante horas, al
parecer, en un silencio cómodo, y sociable mientras The Grace se desliza cada vez
más cerca de Seattle. Tengo el volante, Damon asesorándome acerca de los
ajustes cada cierto tiempo.

—Hay poesía tan antigua como el mundo en navegar —murmura en mi oído.

—Eso suena como una cita.
Siento su sonrisa.

—Lo es. Antoine de Saint-Exupéry47.

—Oh... me encanta El Principito.

—A mí también.

*  *  *

Es temprano por la tarde, cuando Damon, con sus manos todavía en las mías,
nos conduce a la marina. Hay luces parpadeando desde los barcos, reflejándose en
el agua oscura, pero todavía hay luz, una cálida y brillante tarde, una propuesta
para lo que es seguro que será una puesta de sol espectacular.

Una multitud se reúne en el muelle mientras Damon da vuelta al barco en un
espacio relativamente pequeño. Lo hace con facilidad y en reversa suavemente en
el mismo muelle que dejamos antes. Mac salta en el muelle y amarra El Grace de
forma segura a un amarradero.

—De vuelta otra vez —murmura Damon.

—Gracias —murmuro con timidez—. Esta fue una tarde perfecta.
Damon sonríe.

—También lo creo. Tal vez podamos inscribirte en la escuela de navegación, así
podemos salir por unos días, sólo nosotros dos.

—Me encantaría eso. Podemos bautizar el dormitorio una y otra vez.
Se inclina y me besa bajo la oreja.

—Mmm... lo espero con ansias, Elena—susurra, haciendo que cada folículo
capilar en mi cuerpo se levante.
¿Cómo hace eso?

—Ven, el apartamento está limpio. Podemos regresar.

—¿Qué pasa con nuestras cosas en el hotel?

—Niklaus ya las ha recogido.
¡Oh! ¿Cuándo?

—Hoy más temprano, después de que hizo un barrido en El Grace con su equipo —
responde Damon a mi pregunta no formulada.

—¿Ese pobre hombre duerme en algún momento?

—Sí duerme. —Damon arquea una ceja hacia mí, perplejo—. Sólo está haciendo
su trabajo, Elena, en el cual es muy bueno. Jason es un verdadero hallazgo.

—¿Jason?

—Jason Niklaus.

Recuerdo cuando pensaba que Niklaus era su nombre de pila. Jason. Le queda bien,
sólido, confiable. Por alguna razón eso me hace sonreír.

—Te gusta Niklaus —dice Damon, mirándome con especulación.

—Supongo que sí. —Su pregunta me hace descarrilar. Frunce el ceño—. No me
siento atraída por él, si es por eso que estás frunciendo el ceño. Detente.
Damon esta casi haciendo pucheros, malhumorado.
Por Dios, él es tan niño a veces.

—Creo que Niklaus cuida de ti muy bien. Es por eso que me gusta. Parece amable,
confiable y leal. Él tiene un atractivo como de tío para mí.

—¿Cómo de tío?

—Sí.

—Está bien, como de tío. —Damon está poniendo a prueba la palabra y el
significado. Me río.

—Oh, Damon, madura, por amor de Dios.
Su boca cae abierta, sorprendido por mi arrebato, pero luego frunce el ceño, como
si estuviera considerando mi declaración.

—Lo estoy intentando —dice finalmente.

—Lo haces. Mucho —respondo en voz baja, pero luego pongo los ojos en blanco
hacia él.

—Qué recuerdos evocas al poner tus ojos en blanco hacia mí, Elena —dice
sonriendo.
Le sonrío.

—Bueno, si te portas bien, tal vez podamos revivir algunos de esos recuerdos.
Su boca se tuerce con humor.

—¿Si me porto bien? —Levanta sus cejas—. De verdad, señorita Gilbert, ¿qué te
hace pensar que quiero revivirlos?

—Probablemente, la forma en que tus ojos se encendieron como si fuera Navidad
cuando dije eso.

—Ya me conoces tan bien —dice secamente.

—Me gustaría conocerte mejor.
Sonríe suavemente.

—Y yo a ti, Elena.

*  *  *

—Gracias, Mac —Damon le da la mano a McConnell y da un paso hacia el
muelle.

—Siempre es un placer, Sr. Salvatore, y adiós. Lena, un placer conocerte.
Sacudo su mano con timidez. Él debe saber lo que Damon y yo estábamos
haciendo en el barco, mientras bajaba a tierra.

—Buen día, Mac, y gracias.
Me sonríe y me guiña un ojo, haciéndome sonrojar. Damon toma mi mano y
caminamos por el muelle hacia el paseo marítimo.

—¿De dónde es Mac? —le pregunto, curiosa por su acento.

—Irlanda... Irlanda del Norte. —Damon se corrige.

—¿Es tu amigo?

—¿Mac? Él trabaja para mí. Ayudó a construir El Grace.

—¿Tienes muchos amigos?

Frunce el ceño.

—En realidad no. Al hacer lo que hago... no cultivo amistades. Sólo hay… —Se
detiene, su ceño fruncido profundizándose, y sé que iba a mencionar a la señora
Robinson—. ¿Hambrienta? —pregunta, tratando de cambiar de tema.
Asiento con la cabeza. En realidad, me muero de hambre.

—Comeremos donde dejé el automóvil. Ven.

*  *  *

Junto a SP está un pequeño restaurante italiano llamado Bee’s. Esto me recuerda al
lugar en Portland, unas pocas mesas y cabinas, la decoración muy fresca y
moderna con una gran fotografía a blanco y negro de una fiesta de cambio de siglo
que actúa como un mural.

Damon y yo estamos sentados en una cabina, estudiando detenidamente el menú
y tomando un delicioso y ligero Frascati48. Cuando levanto la vista del menú,
después de haber hecho mi elección, Damon está mirándome especulativamente.

—¿Qué? —pregunto.

—Te ves hermosa, Elena. El exterior armoniza contigo.
Me sonrojo.

—Mi piel se siente un poco irritada por el viento a decir verdad. Pero tuve una
hermosa tarde. Una tarde perfecta. Gracias.
Sonríe, sus ojos se vuelven cálidos.

—El placer es mío —murmura.
                                                         
48 Frascati: Tipo de vino.


—¿Te puedo preguntar algo? —Decido ir en una misión de investigación.

—Cualquier cosa, Elena. Ya lo sabes. —Ladea su cabeza hacia un lado,
luciendo delicioso.

—No pareces tener muchos amigos. ¿Por qué es eso?
Se encoge de hombros y frunce el ceño.

—Te lo dije, realmente no tengo tiempo. Tengo socios de negocios, aunque eso es
muy diferente a amistades, supongo. Tengo a mi familia y eso es todo. Además de
Elena.

Ignoro la mención de la perra duende.

—¿Sin amigos varones de tu misma edad con los que puedas salir y desahogarte?

—Ya sabes cómo me gusta desahogarme, Elena. —La boca de Damon se
tuerce—. Y he estado trabajando, construyendo el negocio. —Se ve
desconcertado—. Eso es todo lo que hago, excepto navegar y volar de vez en
cuando.

—¿Ni siquiera en la universidad?

—En realidad no.

—¿Sólo Elena, entonces?

Asiente con la cabeza, con expresión cautelosa.

—Debes estar solo.
Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa nostálgica.

—¿Qué te gustaría comer? —pregunta, cambiando de tema otra vez.

—Comeré risotto.

—Buena elección. —Damon llama al camarero, poniendo fin a la conversación.

Después de que hiciéramos nuestro pedido, me moví incómodamente en mi
asiento, mirando fijamente mis dedos enlazados. Si él está de buen humor, tengo
que aprovechar la ocasión.
Necesito hablar con él sobre sus expectativas, sobre sus uhm… necesidades.

—Elena, ¿qué está mal? Dime.
Observo su rostro preocupado.

—Dime —dice con más fuerza, y su preocupación cambia, ¿a qué? ¿Miedo? ¿Ira?
Respiro profundamente.

—Simplemente estoy angustiada de que esto no sea suficiente para ti. Ya sabes,
que no puedas desahogarte.
Su mandíbula se tensa y sus ojos se endurecen.

—¿Te he dado algún indicio de que esto no es suficiente?

—No.

—Entonces, ¿por qué lo crees?

—Sé lo que te gusta. Qué… uhm… necesitas —tartamudeo.
Cierra sus ojos y  se frota la frente con sus largos dedos.

—¿Qué tengo que hacer?

Su voz es ominosamente suave como si estuviera enfadado, y mi corazón da un
vuelco.

—No me malinterpretes… has estado magnifico y sé que han pasado tan sólo unos
días, pero espero no estar obligándote a ser alguien que no eres

—Sigo siendo yo, Elena… con todas mis monstruosos-jodidos49 cincuenta
tonos. Sí, tengo que luchar con el impulso y luchar contra las ganas de controlar...
pero esa es mi naturaleza, como siempre he tratado de hacer con mi vida. Sí,
espero que te comportes de una manera determinada, y cuando no lo haces es un
desafío sorprendente, y muy refrescante. Aún hacemos lo que me gusta hacer. Me
permitiste zurrarte después de tu ultrajante oferta ayer.            —Sonríe
tiernamente ante el recuerdo—. Me gusta castigarte. No creo que el impulso
desparezca alguna vez… pero lo estoy intentando, y no es tan duro como pensé
que sería.

Me retuerzo y palidezco, mientras recuerdo nuestro ilícito escarceo en el
dormitorio de su infancia.

—No me importó —susurro, sonriendo tímidamente.

—Lo sé. —Sus labios se curvan con una sonrisa renuente—. A mí tampoco. Pero
déjame decirte, Elena, esto es nuevo para mí y estos últimos días han sido los
mejores de mi vida. No quiero cambiar nada.
¡Oh!

—También, han sido los mejores de mi vida, sin excepción —murmuro y su
sonrisa se ensancha. Mi Diosa interior cabecea frenéticamente de acuerdo… y me
da un codazo con fuerza. Muy bien, de acuerdo.

—¿Así que quieres tomarme en tu sala de juegos?
Traga y palidece, todo el rastro de humor ha desparecido.

—No, no lo haré.

—¿Por qué no? —susurro. Esta no es la respuesta que esperaba.
                                                         
49Monstruosos-jodidos: La palabra en original es "fuckedupness" (fucked-up/jodido y
ness/monstruo) significa estar muy cansado y bastante jodido de su situación o sentir que es tratado
injustamente.

Y sí, ahí está, esa pequeña pizca de decepción. Mi Diosa interior se muestra
descontenta y pone mala cara, cruzando sus brazos como un niño pequeño
enfadado.

—La última vez que estuvimos allí me dejaste  —dice tranquilamente—. Me alejaré
de cualquier cosa que pueda hacer que me dejes de nuevo. Quedé destrozado
cuando te fuiste. Te lo expliqué. No quiero volver a sentirme nunca más así de
nuevo. Te he dicho lo que siento por ti. —Sus ojos grises están muy abiertos y su
mirada es profundamente sincera.

—Pero, no me parece justo. No puede ser muy cómodo para ti… estar
constantemente preocupado por cómo me siento. Has hecho todos estos cambios
por mí, y yo… creo que debería corresponder de alguna manera. No sé, quizás...
experimentar… algún juego de rol —tartamudeo, y mi cara está enrojecida como
las paredes de la sala de juegos.

¿Por qué es tan difícil hablar sobre esto? He practicado todo tipo de sexo
pervertido sin sentido con este hombre, cosas de las que incluso no había oído
hablar hace unas semanas, cosas que nunca hubiera creído posibles, sin embargo es
muy difícil estar hablando con él sobre todo esto.

—Lena, has correspondido de más, lo sabes. Por favor, no te sientas así.
Damon parece estar en trance, silencioso. Sus ojos ahora están más abiertos,
alarmados, y eso es desgarrador.

—Pequeña ha sido sólo un fin de semana —continúa él—. Démonos algún tiempo.
Pensé mucho sobre nosotros cuando me dejaste la semana pasada. Necesitamos
tiempo. Necesitas confiar en mí y yo en ti. Tal vez con el tiempo podemos
disfrutar, pero me gusta como estás ahora. Me gusta verte feliz, relajada y
tranquila, sabiendo que tengo algo que ver con ello. Yo nunca he…  —Se detiene y
pasa su mano a través de su cabello—. Tenemos que caminar antes de que
podamos correr.
De repente sonríe satisfecho.

—¿Qué te parece divertido?


—Flynn. Él dice esto todo el tiempo. Nunca pensé que lo citaría.

—Un Flynnismo.
Damon ríe.

—Exactamente.

El camarero llega con nuestras entradas y bruschettas50, y nuestra conversación
cambia de rumbo relajando a Damon.
Pero cuando ponen los platos inverosímilmente grandes ante nosotros, no puedo
dejar de pensar en como he visto a Damon hoy… relajado, feliz y tranquilo. Por
lo menos él está riéndose ahora, a gusto de nuevo.

Respiro y suspiro interiormente aliviada cuando empieza a preguntarme por los
lugares donde he estado. Es un diálogo corto, breve, ya que nunca he estado en
ningún sitio excepto en el continente de Estados Unidos. En cambio Damon, ha
viajado por todo el mundo. Y nos dejamos caer en una conversación más fácil, más
feliz, hablando de todos los lugares que ha visitado.

*  *  *

Después de nuestro sabrosa y copiosa comida, Damon conduce de regreso a la
Escala, la suave y dulce voz de Eva Cassidy cantando sobre los altavoces. Me
permite un interludio pacífico para pensar. He tenido un día alucinante. La Dra.
Greene, nuestra ducha, la llegada de Damon, hacer el amor en el hotel y en el
barco, comprar el automóvil. Incluso el propio Damon ha estado muy diferente.
Es como si se estuviera permitiendo dejarse llevar o redescubriendo algo… no sé.
¿Quién hubiera dicho que él podría ser tan dulce? ¿Lo hacía?
                                                         
50 Bruschettas: Un emparedado italiano abierto de pan tostado, frotado con ajo y cubierto con aceite
de oliva, tomate, aceitunas, etc.

Cuando le echo vistazo, también parece perdido en sus pensamientos. Me viene a
la cabeza entonces que él nunca tuvo una adolescencia, una normal de todas
formas. Y agito mi cabeza.

Mi mente deriva de vuelta al baile y a mí bailando con el Dr. Flynn y el miedo de
Damon de que Flynn me hubiera contado todo sobre él. Damon todavía está
escondiéndome algo. ¿Cómo vamos a poder seguir si se siente de esa manera?
Piensa que podría dejarlo si lo conociera. Cree que podría dejarlo si fuera él mismo.
¡Oh, este hombre es tan complicado!

Cuando nos acercamos a su casa, él empieza a radiar tensión hasta que es palpable.
A medida que conducimos, examina las aceras y esquinas de los callejones, con sus
ojos en todas partes al mismo tiempo, y sé que está buscando a Leila. Empiezo a
mirar, también. Cada joven morena es una sospechosa, pero no la vemos.
Cuando entra en el garaje, su boca se contrae en una tensa línea sombría. Me
pregunto por qué hemos regresado aquí si va a estar tan cauto y tenso. Sawyer está
en el garaje, patrullando. El Audi profanado ha desaparecido. Se acerca para abrir
mi puerta mientras Damon sale al otro lado de la camioneta.

—Hola, Sawyer —murmuro un saludo.

—Srta. Gilbert. —Asiente—. Sr. Salvatore.

—¿Ninguna señal? —pregunta Damon.

—No, señor.

Damon asiente, agarra mi mano y se dirige al ascensor. Sé que su cerebro esta
haciendo un trabajo extra… está distraído. Una vez estamos dentro se vuelve hacía
mí.

—No puedes salir de aquí sola. ¿Entiendes? —chasquea.

—De acuerdo. —¡Caray… mantén la calma! Excepto que su actitud me hace sonreír.
Quiero abrazar a este hombre… ahora, todo dominante y enamorado de mí, lo sé.

Me maravillo que lo hubiera encontrado tan amenazador sólo una semana antes,
cuando me hablaba de esta manera. Pero ahora, lo entiendo mucho mejor. Ese es
su mecanismo de supervivencia. Está estresado sobre Leila, porque me ama, y
quiere protegerme.

—¿Qué te hace tanta gracia? —murmura, con un toque de diversión en su
expresión.

—Tú.

—¿Yo? ¿Srta. Gilbert? ¿Por qué soy gracioso? —Pone mala cara. Cuando Damon
pone mala cara es… caliente.

—No pongas mala cara.

—¿Por qué? —Él tiene una expresión más divertida.

—Porque tiene el mismo efecto sobre mí que cuando yo hago esto. —Me muerdo
mi labio deliberadamente.
Él levanta sus cejas, sorprendido y complacido al mismo tiempo.

—¿En serio? —Pone mala cara de nuevo y se inclina hacia abajo para darme un
rápido beso casto.

Levanto mis labios para encontrar los suyos, y en el nanosegundo que nuestros
labios se tocan, cambia la naturaleza del beso… propagando el fuego por mis
venas desde este punto de contacto íntimo, conduciéndome a él.

De repente, mis dedos están retorciendo su cabello mientas él me agarra y me
empuja contra la pared del ascensor, con sus manos enmarcando mi cara,
manteniendo sus labios mientras nuestras lenguas se retuercen una contra la otra.
Y no sé si es estar en el ascensor lo que hace todo mucho más real, pero siento su
necesidad, su ansiedad, y su pasión.
¡Santa mierda! Lo quiero, aquí, ahora.

El ascensor hace un sonido metálico al detenerse, y las puertas se deslizan
abriéndose, y Damon arrastra su cara de la mía, sus caderas todavía me fijan a la
pared, con su erección clavándose en mí.

—¡Guau! —murmura jadeante.


—¡Guau! —lo imito, mientras me esfuerzo por llevar aire a mis pulmones.
Me mira fijamente, con ojos ardientes.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Lena? —Y traza mi labio inferior con su pulgar.
Por el rabillo del ojo, Niklaus camina hacia atrás por lo que queda fuera de mi
campo visual. Alcanzo y beso a Damon en la esquina de su boca bellamente
esculpida.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Damon?
Da un paso atrás y toma mi mano, con sus ojos más oscuros ahora, y encapotados.

—Ven —me dice.
Niklaus todavía está en el vestíbulo, mientras espera discretamente por nosotros.

—Buenas tarde, Niklaus —le dice Damon cordialmente.

—Sr. Salvatore, Srta. Gilbert.

—Yo era la Sra. Niklaus ayer. —Sonrío a Niklaus que se ruboriza.  

—Eso suena muy bien, Srta. Gilbert —dice Niklaus sarcásticamente.

—Pienso lo mismo.

Damon aprieta más mi mano, mientras frunce el ceño.

—Si ustedes dos realmente han terminado, me gustaría una sesión informativa.        

—Mira con rabia a Niklaus que ahora parece incómodo y me encojo interiormente.
Me he pasado de la raya.

—Lo siento —le digo insonoramente a Niklaus que se encoge de hombros y sonríe
amablemente antes de que me vuelva para seguir a Damon.

—En seguida estaré contigo. Sólo quiero hablar un momento con la Srta. Gilbert —le
dice Damon a Niklaus, y sé que me metí en un problema.
Damon me lleva a su dormitorio y cierra la puerta.

—No coquetees con el personal, Elena —me riñe.
Abro la boca para defenderme… después la cierro de nuevo, entonces la abro.

—No estaba coqueteando. Estaba siendo amigable, hay una gran diferencia.

—No seas amistosa con el personal o coquetees con ellos. No me gusta.
¡Ah! Adiós, al tolerante Damon.

—Lo siento —murmuro y miro hacia abajo a mis dedos. Él no me ha hecho
sentirme como una niña durante todo el día. Alcanzando mi barbilla ahueca su
mano y levanta mi cabeza, para encontrarme con su mirada.

—Ya sabes cuán celoso soy —susurra.

—No tienes ninguna razón para tener celos, Damon. Me tienes en cuerpo y alma.
Parpadea como si procesar este hecho le fuera muy difícil. Se inclina hacia abajo y
me besa rápidamente, pero no con la pasión que experimentamos un momento
antes en el ascensor.

—No tardaré mucho. Estás en tu casa —dice malhumoradamente y se gira,
dejándome sola en su dormitorio, desconcertada y confundida.
¿Por qué de todo el mundo tendría que tener celos de Niklaus? Agito mi cabeza con
escepticismo.

Mirando el despertador, me doy cuenta que simplemente son un poco más de las
ocho. Y decido preparar mi ropa para trabajar mañana. Me dirijo a mi cuarto y
abro el armario. Está vacío. Toda la ropa ha desaparecido. ¡Oh no! Damon me
tomó la palabra y se ha deshecho de mi ropa. ¡Mierda!

Mi subconsciente me mira enfadada. Bueno, eso pasa por tener la boca tan grande.
¿Por qué me tomó la palabra? El consejo de mi madre vuelve a rondarme, "Los
hombres son tan literales, querida". Pongo mala cara, mientras miro fijamente el
espacio vacío. Había un poco de ropa bonita, también, como el vestido color
plateado que llevé al baile.


Vago desconsoladamente por la habitación. Espera un momento… ¿qué está pasando?
El iPad ha desaparecido. ¿Dónde está mi Mac? ¡Oh no! Mi primer pensamiento
poco caritativo es que esa Leila puede haberlos robado.
Regreso al piso inferior y vuelvo a la habitación de Damon. En la mesita junto a
la cama están mi Mac, mi iPad, y mi maletín. Está todo aquí.
Abro la puerta del armario de golpe. Mi ropa está toda aquí… toda, compartiendo
el espacio con la ropa de Damon. ¿Cuándo pasó esto? ¿Por qué nunca me
advierte antes de hacer cosas así?
Me giro, y está de pie en la puerta.

—Oh, ellos hicieron el traslado —murmura, distraídamente.

—¿Qué está mal? —pregunto. Su cara está seria.

—Niklaus piensa que Leila ha entrado por la escalera de emergencia. Debía de tener
una llave. Todas las cerraduras se han cambiado ahora. El equipo de Niklaus ha
hecho un barrido en cada cuarto del apartamento. Ella no está aquí. —Se detiene y
pasa una mano a través de su cabello—. Me gustaría saber dónde estuvo ella. Está
evadiendo todos nuestros esfuerzos por encontrarla cuando necesita ayuda.

Él frunce el entrecejo, y mi anterior resentimiento desaparece. Pongo mis brazos
alrededor de él. Acurrucándome en su abrazo, besa mi cabello.

—¿Qué harás cuando la encuentres? —pregunto.

—El Dr. Flynn tiene un lugar.

—¿Qué pasa con su esposo?

—Él se ha lavado las manos con respecto a ella. —El tono de Damon es amargo—
. Su familia está en Connecticut. Creo que ella está en gran medida por su cuenta
allí afuera.

—Eso es triste.

—¿Estás de acuerdo con que todas tus cosas estén aquí? Quiero que compartamos
mi habitación —murmura.

Vaya, un rápido cambio de dirección.

—Sí.

—Te quiero durmiendo conmigo. No tengo pesadillas cuando estás conmigo.

—¿Tienes pesadillas?

—Sí.

Aprieto mi agarre a su alrededor. Santo cielo. Más equipaje. Mi corazón se contrae
por este hombre.

—Sólo estaba preparando mi ropa para el trabajo mañana —murmuro.

—¡Trabajo! —Damon exclama como si fuera una mala palabra, y me libera,
mirándome fijamente.

—Sí, trabajo —respondo, confundida por su reacción.
Me mira con completa incomprensión.

—Pero Leila, ella está ahí fuera. —Hace una pausa—. No quiero que vayas a
trabajar.
¿Qué?

—Eso es ridículo, Damon. Tengo que ir a trabajar.

—No, no tienes que hacerlo.

—Tengo un nuevo trabajo, que me gusta. Por supuesto que tengo que ir a trabajar.

—¿Qué quiere decir?

—No, no tienes que hacerlo —repite enérgicamente.

—¿Crees que voy a quedarme aquí haciendo girar mis pulgares mientras estás
fuera siendo el amo del universo?

—Francamente... sí.
Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta... dame fuerzas.

—Damon, tengo que ir a trabajar.

—No, no tienes que hacerlo.

—Sí. Tengo que hacerlo —lo digo lentamente, como si fuera un niño.
Me frunce el ceño.

—No es seguro.

—Damon... tengo que trabajar para ganarme la vida, y voy a estar bien.

—No, no necesitas trabajar para vivir, y, ¿cómo sabes que vas a estar bien?         —
Casi está gritando.
¿Qué quiere decir? ¿Me va a mantener? Oh, esto es más que ridículo, lo he
conocido por cuanto, ¿cinco semanas?
Él está enojado ahora, sus ojos grises tempestuosos y relampagueando, pero me
importa una mierda.

—Por el amor de Dios, Damon, Leila estaba de pie al final de tu cama, y no me
hizo daño, y sí, tengo que trabajar. No quiero estar en deuda contigo. Tengo que
pagar mis préstamos estudiantiles.

Su boca se presiona en una línea sombría, mientras pongo mis manos en mis
caderas. No voy a ceder en esto. ¿Quién demonios se cree que es?

—No quiero que vayas a trabajar.

—No depende de ti, Damon. Esta no es tu decisión.
Pasa su mano por su cabello mientras me mira fijamente. Segundos, minutos
pasan, mientras nos miramos el uno al otro.

—Sawyer irá contigo.

—Damon, eso no es necesario. Estás siendo irracional.

—¿Irracional? —gruñe—. O él va contigo, o seré realmente irracional y te
mantendré aquí.

Él no lo haría, ¿verdad?

—¿Cómo, exactamente?

—Oh, encontraría una manera, Elena. No me presiones.

—¡Está bien! —concedo, levantando las dos manos, aplacándolo. Santa Jodida,
Cincuenta está de regreso con una venganza.
Nos quedamos de pie, frunciendo el ceño el uno al otro.

—Está bien, Sawyer puede venir conmigo, si te hace sentir mejor —concedo
rodando mis ojos. Damon entrecierra los suyos y da un paso amenazador hacia
mí. De inmediato doy un paso atrás. Se detiene y toma un respiro profundo, cierra
sus ojos, y pasa ambas manos por su cabello. Oh, no. Cincuenta está bien y
verdaderamente furioso.

—¿Quieres que te de un recorrido?
¿Un recorrido? ¿Estás bromeando?

—Está bien —murmuro con cautela. Otro cambio de rumbo, el Sr. Voluble está de
vuelta en la ciudad. Extiende su mano y cuando la tomo, aprieta la mía
suavemente.

—No pretendía asustarte.

—No lo hiciste. Sólo me estaba preparando para correr —le digo en broma.

—¿Correr? —Los ojos de Damon se amplían.

—¡Estoy bromeando! —¡Oh, por Dios!

Me conduce fuera del armario, y me tomo un momento para calmarme. La
adrenalina sigue fluyendo a través de mi cuerpo. Una pelea con Cincuenta no es
para tomarse a la ligera.
Me da un recorrido por el apartamento, mostrándome las distintas habitaciones.
Junto con la sala de juegos y tres dormitorios auxiliares arriba, estoy intrigada al
averiguar que Niklaus y la Sra. Jones tienen un ala para ellos mismos, una cocina,
una amplia sala de estar y un dormitorio cada uno. La señora Jones aún no ha
regresado de visitar a su hermana que vive en Portland.
En la planta baja, la habitación que me llama la atención está frente a su estudio,
una sala de televisión con una pantalla de plasma demasiado grande y consolas de
juegos variados. Es acogedora.

—¿Así que tienes un Xbox? —Sonrío.

—Sí, pero soy muy malo con él. Elliot siempre me gana. Fue divertido, cuando
pensaste que quería decir que esta habitación era mi cuarto de juegos —dice
sonriendo hacia mí, su enojo olvidado. Gracias a Dios que ha recuperado su buen
humor.

—Me alegro de que me encuentres divertida, Sr. Salvatore —respondo con arrogancia.

—Esa eres tú, señorita Gilbert, cuando no estás siendo desesperante, por supuesto.

—Normalmente soy exasperante cuando estás siendo irrazonable.

—¿Yo? ¿Irrazonable?

—Sí, señor Salvatore. Irrazonable podría ser tu segundo nombre.

—No tengo un segundo nombre.

—Irrazonable se adaptaría entonces.

—Creo que es una cuestión de opinión, señorita Gilbert.

—Yo estaría interesada en la opinión profesional del Dr. Flynn.
Damon sonríe.

—Pensé que Trevelyan era tu segundo nombre.

—No. Apellido.

—Pero no lo usas.

—Es demasiado largo. Ven —ordena. Lo sigo fuera de la sala de televisión a través
de la gran sala al pasillo principal más allá del lavadero y una impresionante
bodega de vino y dentro de la gran y bien equipada oficina de Niklaus. Niklaus se
pone de pie cuando entramos. Hay espacio aquí para una mesa de reunión para
seis personas. Sobre un escritorio está un conjunto de monitores. No tenía idea de
que el apartamento tenía circuito cerrado de televisión. Al parecer, para supervisar
el balcón, escalera, ascensor de servicio, y el vestíbulo.

—Hola, Niklaus. Sólo le estoy dando un recorrido a Elena.
Niklaus asiente con la cabeza, pero no sonríe. ¿Me pregunto si también ha sido
regañado, y por qué está trabajando todavía? Cuando le sonrío, él asiente con la
cabeza educadamente. Damon toma mi mano una vez más y me guía hacia la
biblioteca.

—Y, por supuesto, ya has estado aquí. —Damon abre la puerta. Espío el tapete
verde de la mesa de billar.

—¿Jugamos? —pregunto. Damon sonríe, sorprendido.

—Está bien. ¿Has jugado antes?

—Un par de veces. —Miento, y él entrecierra sus, inclinando su cabeza hacia un
lado.

—Eres una mentirosa sin esperanza, Elena. O nunca has jugado antes o…
Me paso la lengua por mis labios.

—¿Asustado de un poco de competencia?

—¿Asustado de una niña como tú? —se burla Damon de buen humor.

—Una apuesta, Sr. Salvatore.

—¿Estás tan confiada, señorita Gilbert? —Él sonríe, divertido e incrédulo a la vez—.
¿Qué te gustaría apostar?

—Si gano, me llevarás de nuevo a la sala de juegos.


Él me mira como si no pudiera comprender bien lo que he dicho.

—¿Y si yo gano? —pregunta después de varios latidos traumatizados.

—Entonces es tu elección.

Su boca se tuerce al contemplar su respuesta.

—Está bien, trato. —Él sonríe—. ¿Quieres jugar al billar, snooker51 o billar de
carambola?

—Billar, por favor. No conozco los demás.

De un armario debajo de una de las estanterías, Damon saca un estuche de cuero
de gran tamaño. Adentro las bolas de billar están anidadas en terciopelo. Rápida y
eficientemente, organiza las bolas en el tapete. No creo haber jugado billar alguna
vez antes en una mesa grande. Damon me da una señal con el taco y una tiza.

—¿Te gustaría romper? —Finge cortesía. Está disfrutando de sí mismo, cree que va
a ganar.

—Está bien. —Unto tiza al final de mi taco, y soplo el exceso de tiza, mirando a
Damon a través de mis pestañas. Sus ojos se oscurecen mientras lo hago.
Alineo la bola blanca y con un movimiento limpio y rápido, golpeo la bola en el
centro del triangulo con tal fuerza que hace girar una bola de rayas y se sumerge
en el agujero superior derecho. He dispersado el resto de las bolas.

—Elijo rayas —le digo inocentemente, sonriendo tímidamente a Damon. Su boca
se tuerce con diversión.

—Adelante —dice amablemente.

Procedo a meter las tres bolas siguientes en una rápida sucesión. En el interior,
estoy bailando. En este momento, estoy muy agradecida con Stefan por enseñarme a
jugar al billar y jugarlo bien. Damon me mira impasible, sin revelar nada, pero su
diversión parece disminuir. Evito la franja verde por un pelo.

—Sabes, Elena, puedo estar aquí y verte inclinándote y extendiéndote a través
de esta mesa de billar durante todo el día —dice con admiración.

Me sonrojo. Gracias a Dios estoy usando jeans. Sonríe. Está tratando de apartarme
de mi juego, el bastardo. Se saca su suéter crema sobre su cabeza, lo tira en la parte
posterior de una silla, y me sonríe, mientras deambula para hacer su primer tiro.
Se inclina sobre la mesa. Mi boca se seca. Oh, ya veo lo que quiere decir. Damon en
jeans ajustados y camiseta blanca, inclinándose, de esa manera... es algo digno de
contemplar. Realmente pierdo el hilo de mis pensamientos. Mete cuatro bolas
rápidamente, a continuación, falla al meter la blanca.

—Un error muy elemental, Sr. Salvatore —bromeo.
Sonríe.

—Ah, señorita Gilbert, soy sólo un tonto mortal. Tu turno, creo. —Agita su mano
hacia la mesa.

—No estás tratando de perder, ¿verdad?

—Oh, no. Por lo que tengo en mente como premio, quiero ganar, Elena.     —Se
encoge de hombros con indiferencia—. Pero entonces, siempre quiero ganar.
Entrecierro mis ojos hacia él. En ese justo momento... Estoy muy contenta de estar
usando mi blusa azul, que es agradablemente de corte bajo. Acecho alrededor de la
mesa, inclinándome bajo en cada oportunidad disponible, dándole a Damon un
vistazo de mi trasero y mí escote cada vez que puedo. Dos pueden jugar ese juego.
Le echo un vistazo.

—Sé lo que estás haciendo —susurra, sus ojos oscuros.
Inclino mi cabeza coquetamente hacia un lado, suavemente acariciando mi taco,
moviendo mi mano hacia arriba y hacia abajo lentamente.

—Oh. Sólo estoy decidiendo dónde hacer mi siguiente tiro —murmuro
distraídamente.

Inclinándome del todo, golpeó la de color naranja con franja hacia una mejor
posición. Luego me paro directamente frente a Damon y tomo el resto de debajo
de la mesa. Alineo el siguiente tiro, inclinándome justo sobre la mesa. Escucho la
aguda inhalación de Damon, y, por supuesto, fallo. Mierda.
Él viene a pararse detrás de mí mientras yo aún estoy inclinada sobre la mesa y
coloca su mano en mi trasero. Mmm...

—¿Estás moviendo esto alrededor para burlarte de mí, señorita Gilbert? —Y me
golpea, con fuerza.
Jadeo.

—Sí —murmuro, porque es verdad.

—Ten cuidado con lo que deseas, nena.

Froto mi trasero mientras se pasea hacia el otro extremo de la mesa, se inclina, y
hace su tiro. Por Dios, podría mirarlo todo el día. Golpea la bola roja, y se mete en
el agujero lateral izquierdo. Él apunta a la amarilla, hacia la parte superior derecha,
y justo falla. Sonrío.

—Sala Roja aquí vamos —me burlo de él.
Simplemente levanta una ceja y me indica que continúe. Trabajo rápidamente con
la de la franja verde y por un golpe de suerte, logro tirar abajo la de la banda
naranja final.

—Nombra tu agujero —murmura Damon, y es como si estuviera hablando de
otra cosa, algo oscuro y grosero.

—Arriba a la izquierda. —Tomo objetivo sobre la negra, la golpeó, pero fallo. La
eludo ampliamente. Maldita sea.

Damon sonríe con una sonrisa maliciosa mientras se inclina sobre la mesa y se
encarga de sus dos bolas restantes. Estoy casi jadeando, mirándolo, su cuerpo
flexible se extiende sobre la mesa. Se pone de pie y atiza su taco, sus ojos ardiendo
dentro de mí.

—Si yo gano...
Oh, ¿sí?

—Te voy a dar unas palmadas en el trasero, luego te follaré sobre la mesa de billar.
Mierda. Todos los músculos al sur de mi ombligo se aprietan duro.

—Arriba a la derecha —murmura, señalando a la negra, y se inclina para hacer el
tiro.

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