Capítulo 6
Mi mano se agarra de
su cabello, mientras mi boca se encuentra febril
contra la de Damon, consumiéndolo, saboreando el sabor de su
lengua en la mía. Y él se encuentra igual, devorándome. Es
celestial.
De repente me jala y me acerca, toma el borde de mi camiseta,
jalándola sobre mi
cabeza y lanzándola al suelo.
detrás de mí para desabrochar mi sostén. En un rápido
movimiento, lo quita y lo
pone a un lado.
Me recuesta de nuevo en la cama, presionándome contra el
colchón, su boca y su
mano se mueven hasta mis pechos. Mis dedos se curvan en su
cabello y él toma
uno de mis pezones entre sus labios y lo aprieta con fuerza.
Grito mientras la situación se desliza a través de mi cuerpo,
pinchazos, y apretones
por todos los músculos alrededor de mi ingle.
—Sí nena, déjame escucharte —murmura contra mi sobrecalentada
piel.
Hombre, lo quiero dentro de mí ahora. Con su boca, juega con
mi pezón, jalándolo,
haciéndome retorcerme y suspirar por él. Siento su anhelo
mesclado con… ¿qué?
Veneración .Es como si me estuviese adorando.
Me toma el cabello con los dedos, mi pezón poniéndose duro y
alargándose bajo su
hábil toque. Su mano se mueve hasta mis vaqueros, y
hábilmente suelta el botón,
baja el cierre, y desliza su mano entre mis bragas,
deslizando sus dedos contra mi
sexo.
Su aliento sisea mientras sus dedos se deslizan en mi
interior. Empujo mi pelvis
contra el talón de su mano y él responde frotándose contra
mí.
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—Oh nena —dice en un respiro, mientras se cierne sobre mí,
mirándome
atentamente—. Estás tan mojada. —Su voz está llena de
maravilla.
—Te deseo —murmuro.
Su boca se une de nuevo con la mía, y siento su hambrienta
desesperación, su
necesidad de mí. Esto es nuevo —nunca ha sido así excepto
cuando regresé de
Georgia— y sus palabras del principio volvieron a mí.
Necesito saber que estamos
bien. Ésta es la única manera que conozco.
El pensamiento me lo aclara todo. Saber que tengo tal efecto
en él, que puedo
ofrecerle tanto consuelo, haciendo esto, mi Diosa interior
ronronea con puro placer.
Él se sienta, toma el dobladillo de mis pantalones, y los
jala, seguidos de mis
bragas.
Manteniendo sus ojos en mí, se pone de pie, saca un paquete
de aluminio de su
bolsillo y me lo lanza, luego se quita los pantalones y sus
bóxers en un rápido
movimiento.
Rasgo el paquete con avidez, y cuando él se acuesta de nuevo
a mi lado,
lentamente deslizo el condón en él. Toma mis dos manos y su
pone sobre su
espalda.
—Tú, arriba —ordena, me pone a horcadas sobre él—. Quiero
verte.
Oh.
Me guía, y dudando me deslizo sobre él. Cierra sus ojos y
flexiona sus caderas para
encontrarme, llenándome, extendiéndose, su boca formando una
perfecta O
cuando exhala.
Oh, eso se siente tan bien, poseyéndolo, poseyéndome.
Toma mis manos, y no sé si es para estabilizarme o para
evitar que lo toque a pesar
de todo ya tengo asegurado el camino.
—Te sientes muy bien —murmura.
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Me levanto de nuevo con el poder que tengo sobre él, mirando
a Damon Salvatore,
poco a poco desmoronándose debajo de mí. Suelta mis manos y
toma mis caderas,
y pongo mis manos en sus brazos, se mete dentro de mí
bruscamente, haciéndome
gritar.
—Así es, nena, siénteme —dice su voz tensa.
Tiro mi cabeza hacia atrás y hago exactamente eso. Esto es lo
que hace tan bien.
Me muevo —luchando contra su ritmo en perfecta simetría—
entumeciendo toda
idea y razón. Sólo soy sensación perdida en este hoyo de
placer. Arriba abajo… una
y otra vez… oh sí… Abriendo mis ojos, bajo la mirada
directamente hacia él, mi
respiración irregular, me está regresando la mirada, ojos
ardiendo.
—Mi Lena —articula.
—Sí —digo en tono áspero—. Siempre.
Él gime con fuerza, cerrando de nuevo sus ojos, tirando su
cabeza hacia atrás. Oh
mi… ver a Damon desecho es suficiente para sellar mi destino,
y me vengo de
manera audible, agotadoramente, girando hacia arriba y
alrededor, y colapso sobre
él.
—Oh nena —gime cuando encuentra su liberación, sosteniéndome
inmóvil y
dejándose ir.
Mi cabeza está en su pecho en la zona de acceso prohibido, mi
mejilla contra el
ligero vello en su esternón. Estoy jadeando, candente, y
resisto la urgencia de
fruncir mis labios y besarlo.
Simplemente me acosté sobre él, recuperando mi aliento. Él
alisa mi cabello, y su
mano se desliza por mi espalda, acariciándome mientras
tranquiliza su aliento.
—Eres tan hermosa.
Alzo mi cabeza para mirarlo, mi expresión es escéptica. Él
frunce el ceño a modo
de respuesta y se sienta rápidamente, tomándome por sorpresa,
su brazo
deslizándose para mantenerme en el lugar. Me agarro de sus
bíceps cuando
estamos cara a cara.
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—Tú. Eres. Hermosa —dice de nuevo, su tono enfático.
—Y tú eres maravillosamente dulce a veces. —Lo beso
suavemente.
Me levanta y me deja a un lado. Me estremezco cuando lo hace.
Inclinándose, me
besa suavemente.
—No tienes idea de cuán atractiva eres, ¿cierto?
Me sonrojo. ¿A dónde va con esto?
—Todos esos chicos persiguiéndote, ¿no es suficiente para una
pista?
—¿Chicos? ¿Qué chicos?
—¿Quieres la lista? —Damon frunce el ceño—. El fotógrafo,
está loco por ti, ese
chico en la ferretería, el compañero de cuarto de tu hermano,
tu jefe —añade
amargamente.
—Oh, Damon, eso no es cierto.
—Créeme. Les gustas. Quieren lo que es mío. —Me acerca a él,
y reposo mis brazos
en sus hombros, mis manos en su cabello, mirándolo
entretenidamente.
—Mía —repite, sus ojos brillando posesivamente.
—Sí, tuya —le aseguro, sonriendo. Luce apaciguado, y me
siento perfectamente
cómoda desnuda sobre su regazo en una cama bajo la luz de un
sábado por la
tarde. ¿Quién lo habría pensado? Las marcas de lápiz labial
permanecen en su
cuerpo exquisito. Noto algunas manchas en la funda nórdica, y
me pregunto si la
señora Jones las notara.
—La línea aún está intacta —murmuro, con valentía remonto la
marca en su
hombro con mi dedo índice. Él se pone rígido, parpadeando de
repente—. Quiero
seguir explorando.
Me mira escépticamente.
—¿El apartamento?
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—No. Estaba pensando en el mapa del tesoro que había dibujado
para ti. —Mis
dedos pican por tocarlo.
Sus cejas se alzan en sorpresa, y parpadea inseguro. Froto mi
nariz contra la suya.
—¿Y que implicaría exactamente eso, señorita Gilbert?
Alzo mi mano de su hombro y deslizo mis yemas en su cara.
—Quiero tocarte en todos los lugares que me están permitidos.
Damon atrapa mi dedo índice en sus dientes, mordiéndolo
suavemente.
—Au —protesto y sonríe, un suave gruñido saliendo de su
garganta.
—De acuerdo —dice, soltando mi dedo, pero su voz está
mezclada con
aprensión—. Espera. —Se acuesta a mi lado, alzándome de
nuevo, y se quita el
condón, dejándolo caer sin fijarse en el suelo al lado de la
cama.
—Odio esas cosas. Tengo muchas ganas de llamar a la doctora
Greene para que te
ponga una inyección.
—¿Crees que la mejor ginecóloga en Seattle simplemente va a
venir corriendo?
—Puedo ser muy persuasivo —murmura, poniendo mi cabello
detrás de mí
oreja—. Franco ha hecho un gran trabajo con tu cabello. Me
gustan estas capas.
¿Qué?
—Deja de cambiar el tema.
Me muevo de nuevo, ahora estoy sobre él, apoyándome en sus
rodillas, mis pies a
cada lado de sus caderas. Él se inclina hacia atrás con sus brazos.
—Toca —dice sin humor. Luce nervioso, pero está tratando de
esconderlo.
Manteniendo mis ojos en los suyos, me acerco y deslizo mi
dedo debajo de la línea
del lápiz labial, a través de sus finamente esculpidos
músculos abdominales. Se
estremece y me detengo.
—No tengo que… —susurro.
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—No está bien. Sólo toma un poco… de reajuste de mi parte.
Nadie me ha tocado
por un largo tiempo —murmura.
—¿La señora Robinson? —Las palabras salen espontáneamente de
mi boca, y
sorprendentemente, me las arreglo para mantener toda la
amargura y el rencor en
mi voz.
Él asiente, obviamente incómodo.
—No quiero hablar sobre ella. Agriará tu buena actitud.
—Puedo manejarlo.
—No, no puedes, Lena. Te pones roja cada vez que la menciono.
Mi pasado es mi
pasado. Es un hecho. No puedo cambiarlo. Tengo suerte de que
tú no lo tengas,
porque me volvería loco que lo tuvieses.
Frunzo el ceño, pero no quiero pelear.
—¿Volverte loco? Más de lo que ya estás. —Sonrió, esperando
aligerar la atmosfera
entre nosotros.
Sus labios se contraen.
—Loco por ti —susurra.
Mi corazón se hincha de alegría.
—¿Llamo al doctor Flynn?
—No creo que eso sea necesario —dice secamente.
Se mueve hacia atrás de esta manera está sobre sus pies.
Pongo mis dedos de
nuevo en su vientre y dejo que se muevan a través de su piel.
Se pone rígido de
nuevo.
—Me gusta tocarte. —Mis dedos patinan hasta su ombligo
después hacia el sur a lo
largo de su camino de la felicidad. Sus labios se parten
mientras su respiración
cambia, sus ojos se oscurecen y su erección despierta y da
tirones debajo de mí.
Joder. Round dos.
160
—¿Otra vez? —murmuro.
Él sonríe.
—Oh sí, señorita Gilbert, otra vez.
* * *
¡Qué deliciosa manera de pasar la tarde de sábado! Me paro bajo
la ducha,
lavándome distraídamente, cuidadosa de no mojar mi cabello
negro recogido,
contemplando el último par de horas. Damon y la vainilla
parecían llevarse bien.
Está revelando mucho hoy. Es asombroso, tratando de asimilar
toda la información
y reflexionar sobre lo aprendido: los detalles de su
salario —Whoa… es
apestosamente rico, y para alguien tan joven; es simplemente
extraordinario— y los
expedientes que tiene sobre mí y sobre todas sus sumisas
morenas. Me pregunto si
están todas en ese archivador.
Mi subconsciente frunce los labios y sacude la cabeza —no
vayas allí. Frunzo el
ceño. ¿Sólo una rápida miradita?
Y ahí está Leila, con una pistola, potencialmente, en alguna
parte, y su gusto de
mierda por la música aún en su iPod. Pero aún peor, la señora
Paedo Robinson, no
puedo enredar mi cabeza en ella, y no quiero. No quiero que
sea un espectro de
cabello brillante en nuestra relación. Él está en lo
correcto, me voy hasta el fondo
cuando pienso en ella, así que quizás es mejor que no lo
haga.
Salgo de la ducha y me seco, de repente estoy capturada por
una ira inesperada.
¿Pero quién no lo haría? ¿Qué clase de persona cuerda, y
normal le haría eso a un
niño de quince años? ¿Cuánto ha contribuido ella a su mierda?
No la entiendo. Y
peor aún, él dice que ella lo ayudo. ¿Cómo?
Pienso en sus cicatrices, la física cruda encarnación de una
horripilante niñez y un
nauseabundo recuerdo de cicatrices mentales que debe
soportar. Mi dulce, triste
cincuenta tonos. Dijo cosas tan encantadoras hoy. Está loco
por mí.
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Mirándome reflexivamente, sonrió al recuerdo de sus palabras,
mi corazón
llenándose una vez más, y mi rostro se transforma en una
ridícula sonrisa. Tal vez
podemos hacer que esto funcione. Pero, ¿cuánto tiempo va a
querer hacer esto sin
tirar la mierda sobre mí, por cruzar alguna línea
arbitraria?
Mi sonrisa se desvanece. Esto es lo que no sé. Esta es la
sombra que cuelga entre
nosotros. Peculiar mierda, sí, ¿puedo hacer eso, pero más?
Mi subconsciente me mira fijamente sin comprender, por una
vez sin ofrecer
palabras de sabiduría sarcásticas. Regreso a mi recámara a
vestirme.
Damon está abajo alistándose, haciendo lo que sea que esté
haciendo, así que
tengo el cuarto para mí. También todos los vestidos en el
closet, tengo cajones
llenos de ropa interior nueva. Elijo un corpiño corsé negro
con una etiqueta de
quinientos cuarenta dólares. Tiene un acabado plateado como
filigrana y la más
breve de las bragas para hacer juego. A la altura del muslo
medias, también, en un
color natural, muy fino, pura seda. Guau… se sienten…
seductoras… y algo
candentes… sí.
Estoy llegando por el vestido cuando Damon entra sin previo
aviso. ¡Vaya, que
podría tocar! Él está de pie inmóvil mirándome, sus ojos
grises brillando,
hambrientos. Me pongo roja en todas partes, lo siento. Está
usando una camisa
blanca y unos pantalones negros que hacen juego, el cuello de
su camisa está
abierto. Puedo ver la línea del lápiz labial todavía en su
sitio, y todavía está
mirando.
—¿Puedo ayudarlo, señor Salvatore? Asumo que hay otro
propósito en su visita
además de mirarme curiosamente.
—Estoy disfrutando mirarla embobado, gracias, señorita
Gilbert —murmura
sombríamente, dando un paso más dentro de la habitación y
absorbiéndome—.
Recuérdame enviarle una nota personal de agradecimiento a
Caroline Acton.
Frunzo el ceño. ¿Quién demonios es ella?
—La compradora personal en Neiman’s —dice, espeluznantemente
respondiendo
a mi pregunta no formulada.
162
—Oh.
—Estoy un poco distraído.
—Puedo verlo. ¿Qué quieres Damon? —le doy una mirada sin
sentido. Él
responde con una sonrisa retorcida, y saca las cosas de plata
redondas como
huevos de su bolsillo, deteniéndome. ¡Mierda! ¿Quiere
azotarme? ¿Ahora? ¿Por
qué?
—No es lo que piensas —dice rápidamente.
—Ilumíname —susurro.
—Pensé que podrías usar estas esta noche.
Y las implicaciones de esa oración cuelgan entre nosotros
mientras la idea se
hunde.
—¿Para este evento? —Estoy sorprendida.
Él asiente lentamente, sus ojos oscureciéndose.
Oh mi...
—¿Me azotarás más tarde?
—No.
Por un momento, sentí una punzada fugaz de decepción.
Él ríe.
—¿Quieres que lo haga?
Trago, simplemente no sé.
—Bueno, ten por seguro que no te voy a tocar de esa manera,
ni siquiera si me
ruegas.
Oh. Estás son noticias.
163
—¿Quieres jugar este juego? —Continua, sosteniendo las
bolas—. Siempre puedes
quitarlas si son demasiado.
Lo miro fijamente. Luce perversamente tentador, descuidado,
cabello luego de
follar, ojos oscuros que brillan con pensamiento eróticos,
esa hermosamente
esculpida boca, labios levantados en una sonrisa sexy y
divertida.
—De acuerdo —consiento en voz baja. ¡Sí maldita sea! Mi Diosa
interior ha
encontrado su voz y grita a los cuatro vientos.
—Buena chica. —Sonríe Damon—. Ven aquí, y te las pondré, una
vez que te
hayas puesto tus zapatos.
¿Mis zapatos? Me giro y veo los tacones de gamuza gris paloma
que coinciden con
el vestido que he elegido usar.
¡Complácelo! Ladra mi Diosa interior.
Él extiende su mano para darme soporte mientras me calzo los
zapatos de Damon
Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco
dólares. Debo ser al
menos cinco centímetros más alta ahora.
Él me lleva a la cama y no se sienta, pero camina hacia la
única silla del cuarto,
tomándola, la transporta y la pone en frente de mí.
—Cuando asienta, te agachas y agarras la silla. ¿Entiendes?
—Su voz es ronca.
—Sí.
—Bien, ahora abre tu boca —ordena, su voz aún suave.
Hago lo que me dice, pensando que va a poner las bolas en mi
boca de nuevo para
lubricarlas. No, él mete su dedo.
Oh…
—Chupa —dice, me acerco y agarro su mano, sujetándola firme y
hago lo que se
dijo… ven, puedo ser obediente, cuando quiero.
164
Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me siento recompensada
cuando sus ojos
se abren y su boca se entreabre mientras inhala. No voy a
necesitar ningún
lubricante a este ritmo. Él pone las bolas en mi boca
mientras hago una felación a
su dedo, enrollando mi lengua alrededor de él. Cuando trata
de retirarlo, cierro
mis dientes.
Sonríe luego agita su cabeza, amonestándome, así que lo dejo
ir. Él asiente, y me
agacho y agarro los lados de la silla. Mueve mis bragas a un
lado y lentamente
desliza un dedo dentro de mí, dando vueltas tranquilamente,
así lo sentía, en todas
partes. No puede evitar el gemido que escapaba de mis labios.
Retira el dedo brevemente y con mucho cuidado, mete las
bolas, una a la vez,
empujándolas en mi interior. Una vez están en posición, pone
de nuevo las bragas
en su lugar y besa la parte posterior. Deslizando sus manos
en cada una de mis
piernas desde el tobillo hasta el muslo, suavemente besa la
parte superior de cada
muslo donde mis medias terminan.
—Tienes unas hermosas, muy hermosas piernas, señorita Gilbert
—murmura.
Poniéndose de pie, agarra mis caderas y me tira hacia él para
que sienta su
erección.
—Quizás te tenga así más tarde cuando lleguemos a casa,
Elena. Puedes
ponerte de pie ahora.
Me siento mareada, más allá de despierta mientras el peso de
las bolas empuja y
jalan en mi interior. Inclinándose detrás de mí Damon besa mi
hombro.
—Compré estos para que los usaras en la gala del último
sábado. —Pone su brazo
a mi alrededor y extiende su mano. En su palma descansa una
pequeña caja roja
con Cartier escrito en la tapa—. Pero me dejaste, así que
nunca tuve la oportunidad
de dártelos.
Oh.
—Ésta es mi segunda oportunidad —murmura, su voz dura con un
poco de
emoción sin nombre. Está nervioso.
165
Tentativamente tomo la caja y la abro. Dentro brillan un par
de pendientes de gota.
Cada uno tiene cuatro diamantes, uno en la base, luego tres
diamantes
perfectamente espaciados colgando uno después del otro. Son
hermosos, simples,
y clásicos. Lo que yo escogería si me diesen alguna vez la
oportunidad de comprar
en Cartier.
—Son encantadores —susurre, y porque son pendientes de
segunda oportunidad,
los amo—. Gracias.
Se relaja contra mí mientras la tensión deja su cuerpo, y
besa de nuevo mi hombro.
—¿Usarás el vestido de satén plateado? —pregunta.
—¿Si? ¿Está bien?
—Por supuesto, te dejare alistarte. —Sale por la puerta sin
mirar atrás.
* * *
He entrado en un universo alternativo. La joven que me mira
fijamente parece
digna de una alfombra roja. Su vestido straples, largo hasta
el suelo, de satín
plateado es simplemente impresionante. Tal vez le escriba
personalmente a
Caroline Acton. Está ajustado y adula las pocas curvas que
tengo.
Mi cabello cae en ondas suaves alrededor de mi cara,
derramándose sobre mis
hombros hasta mis pechos. Meto un mechón detrás de mi oreja, dejando
al
descubierto mi segunda opción en pendientes. Mantuve mi
maquillaje al mínimo,
buscando un aspecto natural. Delineador de ojos, mascara, un
poco de rubor
rosado y el lápiz labial de color rosa pálido.
Realmente no necesito el rubor. Estoy un poco enrojecida por
el constante
movimiento de las bolas de plata. Sí, van a garantizar que
tenga un poco de color
en las mejillas esta noche. Sacudiendo mi cabeza ante la
audacia de las ideas
eróticas de Damon, me inclino a recoger mi abrigo de raso y
el bolso plateado y
voy en busca de mis Cincuenta tonos.
166
Él está hablando con Niklaus y otros tres hombres en el
pasillo, de espaldas a mí.
Sus sorpresivas expresiones de aprecio alertan a Damon de mi
presencia. Se
voltea mientras me detengo y espero con torpeza.
¡Santo cielo! Se me seca la boca. Él se ve impresionante...
Traje de noche negro,
corbata de lazo negro y su expresión cuando me mira es de
asombro. Él camina
hacia mí y besa mi cabello.
—Elena. Te ves impresionante.
Me ruborizo ante el cumplido frente a Niklaus y los otros
hombres.
—¿Una copa de champán antes de irnos?
—Por favor —murmuro, demasiado rápido.
Damon asiente con la cabeza hacia Niklaus, quien se dirige al
hall de entrada con
sus tres cohortes34.
En la gran sala, Damon recupera una botella de champán de la
nevera.
—¿Equipo de seguridad? —pregunto.
—Protección Cercana. Están bajo el control de Niklaus. Ha
entrenado en eso
también. —Las manos de Damon me acercan una copa de champán.
—Él es muy versátil.
—Sí, lo es. —Sonríe Damon—. Te ves hermosa, Elena. Salud.
—Levanta su
copa y la choca con la mía. El champán es de un pálido color
rosado. Tiene un
sabor deliciosamente crujiente y ligero.
—¿Cómo te sientes? —pregunta, sus ojos se calientan.
—Muy bien, gracias. —Sonrío dulcemente, sin dejar escapar
nada, a sabiendas de
que se refiere a las bolas de plata.
Él me sonríe.
34 Cohorte: Unidad táctica del ejército romano.
167
—Aquí, vas a necesitar esto. —Me entrega una bolsa de
terciopelo de gran tamaño
que estaba descansando en la isla de la cocina—. Ábrelo —dice
entre sorbo y sorbo
de champaña. Intrigada, meto las manos en la bolsa y saco una
intrincada mascara
de plata con plumas azul cobalto en un penacho que corona la
parte superior.
—Es un baile de máscaras —afirma con total naturalidad.
—Ya veo. —La máscara es bella. Una cinta de plata rodea los
bordes plateados y
una exquisita filigrana está grabada alrededor de los ojos.
—Esto muestra tus hermosos ojos, Elena.
Sonrío tímidamente.
—¿Tu llevas una?
—Por supuesto. En cierta forma son muy liberadoras —añade,
levantando una ceja
y sonriendo.
Oh. Esto va a ser divertido.
—Ven. Quiero mostrarte algo. —Tendiéndome la mano, me conduce
hacia el
pasillo y hacia una puerta al lado de las escaleras. La abre,
revelando una gran sala
de más o menos el mismo tamaño que la sala de juegos, que
debe estar
directamente encima de nosotros. Ésta está llena de libros.
Wow, una biblioteca,
cada pared repleta de piso a techo. En el centro hay una mesa
de billar de tamaño
completo, iluminada por una larga lámpara Tiffany en forma de
prisma triangular.
—¡Tienes una biblioteca! —rechino asombrada, abrumada por la
emoción.
—Sí, la sala de bailes como Elliot llama. El apartamento es
muy amplio. Me di
cuenta hoy, cuando mencionaste la exploración, que nunca te
llevé a recorrerlo. No
tenemos tiempo ahora, pero pensé que podría mostrarte esta
habitación, y tal vez
retarte a un juego de billar en un futuro no muy lejano.
Le sonrío.
168
—Manos a la obra. —En secreto, me abrazo a mí misma con
alegría. Stefan y yo
unidos en la piscina. Hemos estado jugando durante los
últimos tres años. Yo soy
un as con el taco. Stefan ha sido un buen maestro.
—¿Qué? —pregunta Damon, divertido.
¡Oh! Realmente debo dejar de expresar todas las emociones que
siento en el instante en que
las siento, me regañe.
—Nada —le digo rápidamente.
Damon entorna los ojos.
—Bueno, tal vez el doctor Flynn puede descubrir tus secretos.
Vas a reunirte con él
esta noche.
—¿El charlatán caro? —Santa mierda.
—El mismo. Se muere por conocerte.
* * *
Damon toma mi mano y suavemente roza su pulgar sobre mis
nudillos cuando
nos sentamos en la parte trasera del Audi hacia el norte. Me
retuerzo y siento la
sensación en la ingle. Resisto la tentación de quejarme, ya
que Niklaus se encuentra
en la parte delantera, sin usar el iPod, con uno de los
chicos de seguridad cuyo
nombre creo que es Sawyer.
Estoy empezando a sentir un dolor sordo y placentero en lo
profundo de mi
vientre, causado por las bolas. Lentamente, me pregunto:
¿cuánto tiempo voy a ser
capaz de manejarme sin un, eh... alivio? Cruzo mis piernas.
Mientras lo hago, algo
que ha estado apareciendo en el fondo de mi mente resurge de
repente.
—¿De dónde sacaste la barra de labios? —pregunto a Damon en
voz baja.
Él sonríe y me señala hacia el frente.
169
—Niklaus —modula.
Me eché a reír.
—Oh. —Y me detengo rápidamente, las bolas.
Me muerdo el labio. Damon me sonríe, con sus ojos brillando
con malicia. Él sabe
exactamente lo que está haciendo, siendo la bestia sexy que
es.
—Relax —respira—. Si es demasiado... —Su voz se apaga y
suavemente me besa
los nudillos uno a la vez, chupando suavemente la punta de mi
dedo meñique.
Ahora sé que él está haciendo esto a propósito. Cierro mis
ojos mientras el oscuro
deseo se desarrolla a través de mi cuerpo. Me rindo
brevemente ante la sensación,
mis músculos apretados muy dentro de mí. Oh mi...
Cuando abro los ojos otra vez, Damon se está acercando a mí,
un príncipe
oscuro. Debe ser el esmoquin y la corbata de lazo, pero
parece mayor, sofisticado,
un devastadoramente apuesto libertino con una intención
licenciosa.
Él simplemente me quita el aliento. Soy su esclava sexual, y
si voy a creerle, él es el
mío. La idea trae una sonrisa a mi cara y su sonrisa responde
ciegamente.
—Entonces, ¿qué podemos esperar en este evento?
—Ah, lo de siempre —dice Damon despreocupadamente.
—No es habitual para mí —le recuerdo.
Damon sonríe con cariño y me besa la mano de nuevo.
—Mucha gente destellando su dinero. Subasta, rifas, cena,
baile —mi madre sabe
cómo organizar una fiesta. —Sonríe y por primera vez en todo
el día, me permito
sentirme un poco emocionada por esta fiesta.
Hay una línea de autos de lujo encabezando el camino de la
mansión Salvatore. Larga
linternas de papel de color rosa pálido cuelgan por todo el
sendero, mientras nos
acercamos en el Audi, puedo ver que están en todas partes. En
la luz del atardecer
se ven mágicas, como si estuviésemos entrando en un reino
encantado. Echo un
170
vistazo a Damon. Cuán apropiado para mi príncipe, y mi
entusiasmo infantil
florece, eclipsando todos los demás sentimientos.
—Mascaras puestas. —Sonríe Damon mientras se pone su sencillo
antifaz negro
y mi príncipe se convierte en algo más oscuro, más sensual.
Todo lo que puedo ver en su cara es su hermosa boca cincelada
y su fuerte
mandíbula.
Santa Mierda… Mi ritmo cardíaco se tambalea con sólo verlo.
Me coloco mi
máscara y le sonrío, ignorando el hambre profunda en mi
cuerpo.
Niklaus se detiene en la entrada y un ayudante abre la puerta
de Damon. Sawyer
salta a abrir la mía.
—¿Lista? —pregunta Damon.
—Tanto como puedo estarlo.
—Te ves hermosa, Elena. —Me besa la mano y sale del coche.
Una alfombra de color verde oscuro corre a lo largo del
césped a un lado de la
casa, conduciéndonos hasta el impresionante terreno en la
parte trasera. Damon
tiene un brazo protector a mi alrededor, apoyando su mano en
mi cintura,
mientras seguimos la alfombra verde con un flujo constante de
la élite de Seattle,
vestida con sus mejores galas y llevando toda clase de
máscaras iluminadas por los
faroles durante todo el camino. Dos fotógrafos invitan a
posar para las fotos con el
trasfondo de un árbol cubierto de hiedra.
—¡Señor Salvatore! —llama uno de los fotógrafos. Damon
asiente con la cabeza
reconociéndolo y me hala más cerca mientras posamos
rápidamente para una foto.
¿Cómo saben que es él? Su marca, el rebelde cabello cobrizo,
sin duda.
—¿Dos fotógrafos? —le pregunto a Damon.
—Uno de ellos es del Seattle Times y el otro es para los
recuerdos. Podremos
comprar una copia más tarde.
171
Oh, mi foto en la prensa de nuevo. Leila entra brevemente en
mi mente. Así es
como me encontró, posando con Damon. La idea es inquietante,
aunque es
reconfortante que esté irreconocible debajo de mi máscara.
Al final de la línea, servidores vestidos de blanco sostienen
bandejas llenas con
copas de champán y me siento muy agradecida cuando Damon me
pasa una, me
distraen efectivamente de mis pensamientos oscuros.
Nos acercamos a una gran pérgola blanca adornada con
versiones más pequeñas
de las linternas de papel. Debajo de ella, brilla un piso de
baile de cuadros blanco y
negro rodeado por una valla baja con entradas en los tres
lados. En cada entrada
hay dos elaboradas esculturas de hielo en forma de cisnes. El
cuarto lado de la
pérgola está ocupado por un escenario en el que un cuarteto
de cuerda está
tocando en voz baja, una pieza inquietante y etérea que no
reconozco. El escenario
parece establecido para una banda grande, pero no hay señales
de los músicos
todavía. Me imagino que esto debe ser para más adelante.
Tomando mi mano,
Damon me lleva entre los cisnes a la pista de baile, donde
los invitados se
congregan, charlando sobre copas de champán.
Hacia la costa se encuentra una enorme carpa, abierta en el
lado más cercano a
nosotros, así que podemos vislumbrar las mesas y sillas
dispuestas formalmente.
¡Hay tantas!
—¿Cuántas personas van a venir? —le pregunto a Damon, pasando
por la escala
de la carpa.
—Pienso que unas trescientas. Tendrías que preguntarle a mi
madre. —Me sonríe,
y tal vez es porque sólo puedo ver su sonrisa iluminando su
rostro, pero mi Diosa
interior se desmaya.
—¡Damon!
Una joven aparece de entre la multitud y arroja sus brazos
alrededor de su cuello, e
inmediatamente sé que es Mia. Está vestida con un elegante
vestido de gasa, de
color rosa pálido, de cuerpo entero con una
impresionantemente delicada máscara
Veneciana a juego. Se ve increíble. Y por un momento, me
sentí sumamente
agradecida por el vestido que Damon me ha dado.
172
—¡Lena! ¡Oh, querida, te ves preciosa! —Ella me da un abrazo
rápido—. Tienes que
venir a conocer a mis amigas. Ninguna de ellas puede creer
que por fin Damon
tiene novia.
Disparo una rápida mirada de pánico hacia Damon, quien se
encoge de hombros
con un gesto de “sé que es imposible, pero he tenido que
vivir con ella por años”, y
deja que Mia me lleve hasta un grupo de cuatro mujeres
jóvenes, con vestidos
caros y peinados impecables.
Mia hace las apresuradas presentaciones. Tres de ellas son
dulces y amables, pero
Lily, creo que su nombre es, me mira con amargura por debajo
de su máscara roja.
—Por supuesto que todas pensábamos que Damon era gay —dice
sarcásticamente, ocultando su rencor con una gran y falsa
sonrisa.
Mia le pone mala cara.
—Lily, pórtate bien. Es obvio que tiene un gusto excelente en
mujeres. Estaba
esperando a que llegara la correcta y ¡no eras tú!
Lily se sonroja del mismo color que su máscara, tanto como
yo. ¿Podría ser más
incómodo?
—Señoritas, ¿puedo tener a mi cita de regreso, por favor?
—Serpenteando su brazo
alrededor de mi cintura, Damon me hala a su lado. Las cuatro
mujeres se
sonrojan, sonríen y se inquietan, su deslumbrante sonrisa
haciendo lo que siempre
hace. Mia me mira y rueda los ojos y tengo que reír.
—Encantada de conocerlas —les digo mientras él me arrastra.
—Gracias —le modulo a Damon, cuando estamos a cierta
distancia.
—Vi que Lily estaba con Mia. Ella es una desagradable pieza
de trabajo.
—Le gustas —murmuro con sequedad.
Él se estremece.
—Bueno, el sentimiento no es mutuo. Ven, déjame presentarte a
algunas personas.
173
Me paso la siguiente media hora en un torbellino de
presentaciones. Me encuentro
con dos actores de Hollywood, dos consejeros delegados más y
varios médicos
eminentes. Mierda... no hay manera de que recuerde el nombre
de todos.
Damon me mantiene cerca de su lado y estoy muy agradecida.
Francamente, la
riqueza, el glamour y la magnitud del fastuoso evento me
intimida. Nunca he
estado en algo como esto en mi vida.
Los servidores vestidos de blanco se mueven sin esfuerzo a
través de la creciente
multitud de invitados con botellas de champán, reponiendo mi
vaso con una
regularidad preocupante. No debo beber demasiado. No debo
beber demasiado me
repito, pero estoy empezando a sentirme mareada y no sé si es
el champán, la
atmósfera cargada de misterio y emoción creada por las
máscaras, o las bolas de
plata secretas. El dolor sordo debajo de la cintura se está
convirtiendo en algo
imposible de ignorar.
—¿Así que usted trabaja en el SIP? —pregunta un señor calvo
en una máscara de
medio-oso, ¿o es un perro?— He oído rumores de una
adquisición hostil.
Me ruborizo. Hay una adquisición hostil de un hombre que
tiene más dinero que
sentido común y es un acosador por excelencia.
—Sólo soy un asistente de bajo nivel, Sr. Eccles. No sé nada
de esas cosas.
Damon no dice nada y sonríe con suavidad hacia Eccles.
—¡Señoras y señores! —El maestro de ceremonias, vistiendo una
impresionante
máscara de arlequín en blanco y negro, nos interrumpe—. Por
favor, tomen
asiento. La cena está servida.
Damon toma mi mano y seguimos a la ruidosa multitud hacia la
gran carpa.
El interior es impresionante. Tres enormes, achatados
candelabros arrojan destellos
multicolores sobre el forro de seda de marfil que reviste el
techo y paredes.
Debe haber por lo menos treinta mesas, y me recuerdan al
comedor privado de los
Heathman, vasos de cristal, telas de lino blanco que cubren
las mesas y sillas, y en
el centro, una pantalla exquisita de peonías rosadas pálidas
que se reunían
174
alrededor de un candelabro de plata. Envuelta en gasas de
seda junto a él esta una
cesta de golosinas.
Damon consulta el plano de la sala y me lleva a una mesa en
el centro. Mia y
Grace ya están en el lugar, enfrascadas en una conversación
con un joven que no
conozco. Grace está usando un vestido verde menta brillante
con una máscara
veneciana para combinar. Ella se ve radiante, para nada
estresada, y me saluda
cordialmente.
—Lena, ¡qué encantador volverte a ver! Y luciendo tan
hermosa, también.
—Mamá —la saluda Damon con rigidez y la besa en ambas
mejillas.
—Oh, Damon, ¡tan formal! —Ella lo regaña bromeando.
Los padres de Grace, el Sr. y la Sra. Trevelyan, se unen a
nuestra mesa. Lucen
exuberante y juveniles, aunque es difícil decir por debajo de
sus máscaras de
bronce a juego. Ellos están encantados de ver a Damon.
—Abuelo, abuela, ¿les puedo presentar a Elena Gilbert?
La señora Trevelyan estalla sobre mí como una erupción.
—¡Oh, hasta que finalmente has encontrado a alguien! ¡Qué
maravilloso y es tan
bella! Bueno, espero que hagas de él un hombre de bien —dice
a borbotones,
estrechando mi mano.
¡Santo cielo! Doy las gracias a los cielos por mi
máscara.
—Madre, no avergüences a Lena. —Grace viene a mi rescate.
—No hagas caso de la focha35 vieja tonta, querida. —El Sr.
Trevelyan estrecha mi
mano—. Piensa que como es tan vieja, tiene el derecho divino
de decir cualquier
tontería que se le venga a esa confusa cabeza de ella.
35 Focha: Fulica es un género de aves gruiformes de la
familia Rallidae conocidas vulgarmente
como fochas o gallaretas. La mayor variedad de especies está
en América del Sur, y es probable que
el género se haya originado allí.
175
—Lena, está en mi cita, Sean. —Mia presenta con timidez a su
joven. Él me da una
sonrisa maliciosa, y sus ojos marrones danzan con diversión a
medida que nos
damos la mano.
—Encantada de conocerte, Sean.
Damon estrecha la mano de Sean mientras lo considera
astutamente. No me
digas que la pobre Mia sufre por su hermano dominante, también.
Le sonrío a Mia
con simpatía.
Lance y Janine, los amigos de Grace, son los últimos en
llegar a nuestra mesa, pero
todavía no hay señales del Sr. Salvatore.
De pronto, hay un chiflido en el micrófono, y la voz del Sr.
Salvatore resuena a través
de los altavoces, provocando que la algarabía de voces se
apagara. Carrick se para
en un pequeño escenario en un extremo de la carpa, llevando
una impresionante,
máscara dorada de Polichinela.
—Bienvenidos, damas y caballeros, a nuestro baile de caridad
anual. Espero que
ustedes disfruten de lo que hemos dispuesto para ustedes esta
noche y que
busquen en lo profundo de sus bolsillos para apoyar el
trabajo fantástico que
nuestro equipo hace con Coping Together. Como ustedes saben,
es una causa que
es muy cercana al corazón de mi esposa, y al mío.
Veo disimuladamente con nerviosismo a Damon, quien veía
impasible, creo, al
escenario. Me mira y sonríe.
—Les dejo ahora con nuestro maestro de ceremonias. Por favor,
siéntense y
disfruten —termina Carrick.
Un cortés aplauso sigue, entonces la algarabía en la tienda
comienza de nuevo.
Estoy sentada entre Damon y su abuelo. Admiro la pequeña
tarjeta blanca a cabo
con fina caligrafía plateada que lleva mi nombre mientras el
camarero enciende las
luces de los candelabros con una vela larga. Carrick se une a
nosotros, besándome
en ambas mejillas, sorprendiéndome.
—Un placer verte de nuevo, Lena —murmura. Realmente se ve muy
llamativo en
su extraordinaria máscara de oro.
176
—Señoras y señores, por favor, nombren a un jefe de mesa
—dice el maestro de
ceremonia en voz alta.
—Oooh, ¡yo, yo! —dice Mia inmediatamente, saltando con
entusiasmo en su
asiento.
—En el centro de la mesa se encuentra un sobre —continua el
MC—. Donde todos
podrán pedir, robar o pedir prestado un billete de la más
alta denominación que
puedan manejar, escriben su nombre en él, y lo colocan dentro
del sobre. Los jefes
de mesa, por favor, guardan los sobres con cuidado. Vamos a
necesitarlos más
adelante.
Maldición. No había traído nada de dinero conmigo. ¡Cuán
estúpida… es un evento de
caridad!
Alcanzando su cartera, Damon saca dos billetes de cien.
—Aquí tienes —dice.
¿Qué?
—Te pagaré —susurré.
Su boca se tuerce un poco, y sé que él no está feliz, pero no
comenta. Yo firmo con
mi nombre usando la pluma, es negra, con un adorno de flor
blanca en la tapa, y
Mia pasa a la ronda del sobre.
Frente a mí encuentro otra tarjeta con caligrafía plateada,
nuestro menú.
Baile de Mascara en Ayuda a “Coping Together”
Tártara de Salmón con Crema Fraiche y Pepino en
177
Brioche Tostado
Alban Estate Roussanne 200636
Asado de Pechuga de Pato Moscovita
Cremoso puré de Sunchoke, Cerezas Dulces en Tomillo Asado
Foie Fras37
Châteauneuf-du-Pape Vieilles Vignes 2006 Domaine de la
Janasse
Tarta Azucarada de Nuez Encostrada
Higos confitados, Sabayón, Helado de Arce
Vin de constance 2004 klein Constatia
Selección de quesos locales y panes
Alban Estate Grenache 2006
Café y Petis Fours38
Bueno, lo que explica el número de vasos de cristal en todos
los tamaños que
apiñan mi lugar. Nuestro camarero está de vuelta, ofreciendo
vino y agua. Detrás
de mí, los lados de la carpa a través del cual entramos se
están cerrando, mientras
que en la parte delantera, dos servidores retiran las telas,
dejando al descubierto el
atardecer sobre Seattle y la bahía de Meydenbauer.
Es una vista absolutamente impresionante, las luces
parpadeantes de Seattle en la
distancia y la anaranjada calma oscura de la bahía que
reflejaba el cielo ópalo.
Wow. Es tan tranquilo y pacífico.
36 Alban Estate Roussanne 2006: Vino.
37 Foie Fras: Hígado Graso.
38 Petis Fours: es un pastel de pequeño tamaño, dulce o
salado, de la repostería francesa.
178
Diez servidores, cada uno con un plato, vienen a interponerse
entre nosotros. En
una señal silenciosa, nos sirven nuestras entradas en
completa sincronización,
luego desaparecen de nuevo. El salmón se ve delicioso, y me
doy cuenta estoy
muerta de hambre.
—¿Hambrienta? —murmura Damon para que solo yo pueda oírlo. Sé
que no se
está refiriendo a la comida, y el músculo en lo profundo de
mi vientre responde.
—Mucho —susurro, audazmente encontrándome con su mirada, y
los labios de
Damon se separaban mientras inhala.
¡Ja! Ves… los dos podemos jugar este juego.
El abuelo de Damon me involucra en la conversación
inmediatamente. Es un
hombre mayor maravilloso, muy orgulloso de su hija y sus tres
hijos.
Es extraño pensar en Damon como en un niño. El recuerdo de
las cicatrices de
sus quemaduras viene espontáneamente a mi mente, pero
rápidamente se anulan.
No quiero pensar en eso ahora, sin embargo, irónicamente, es
la razón detrás de
esta fiesta.
Deseo que Katrina este aquí con Elliot. Encajaría tan bien,
el gran número de
tenedores y cuchillos dispuestos frente a ella no
intimidarían a Katrina, ella regiría la
mesa. Me la imagino enzarzada en combate con Mia sobre quién
debería ser el jefe
de mesa. La idea me hace sonreír.
La conversación en la mesa va de acá para allá. Mia está
entretenida, como de
costumbre, y casi eclipsa al pobre Sean, que en su mayoría se
queda callado como
yo. La abuela de Damon es la más vocal. También tiene un
sentido del humor
mordaz, por lo general a expensas de su marido. Empiezo a
sentir un poco de
lástima por el Sr. Trevelyan.
Damon y Lance hablan animadamente de un dispositivo de la
compañía de
Damon que se está desarrollando, inspirado por el principio
de Schumacher
Pequeño es Bello. Es difícil mantener el ritmo. Damon parece
decidido a
empoderar a las comunidades pobres de todo el mundo con
dispositivos de
179
tecnología eólica hasta que no necesiten electricidad ni
baterías y un
mantenimiento mínimo.
Verlo en pleno desarrollo es asombroso. Él es apasionado y
está comprometido a
mejorar las vidas de los menos afortunados. A través de su
compañía de
telecomunicaciones, que es la intención de ser el primero en
comercializar un
teléfono móvil de viento.
Wow. No tenía ni idea. Quiero decir que sabía acerca de su
pasión por alimentar al
mundo, pero esto. . .
Lance parece incapaz de comprender el plan de Damon de
regalar la tecnología y
no patentarla. Me pregunto vagamente cómo Damon hace todo su
dinero si está
tan dispuesto a echarlo todo por la borda.
A lo largo de la cena un flujo constante de hombres vestidos
con elegantes trajes de
gala a la medida y máscaras oscuras pasan por la mesa,
dispuesto a conocer a
Damon, estrechan su mano, e intercambian bromas. Me presenta
a algunos y a
otros no. Me intriga saber cómo y por qué hace la distinción.
Durante una conversación, Mia se inclina y sonríe.
—Lena, ¿ayudarás en la subasta?
—Por supuesto —respondo demasiado dispuesta.
Para el momento en que el postre es servido, la noche ha
caído, y me siento
verdaderamente incómoda. Tengo que deshacerme de las bolas
Antes de que
pudiera retirarme, el maestro de ceremonias aparece en
nuestra mesa, y con él, si
no estoy confundida, La señorita Coletas Europea.
¿Cuál es su nombre? Hansel, Gretel… Gretchen.
Está enmascara por supuesto, pero sé que es ella cuando su
mirada no se aparta de
Damon. Se sonroja, y egoístamente estoy contenta de que Damon
no la
reconoce en absoluto.
180
El MC pregunta por nuestro sobre con un ademán muy practicado
y elocuente, le
pide a Grace que saque el billete ganador. Es el de Sean, y
la cesta de seda forrada
se le entrega a él.
Aplaudo con cortesía, pero me resulta imposible concentrarme
en nada más de las
actuaciones.
—Si me disculpas —le murmuro a Damon.
Me mira fijamente.
―¿Necesitas el baño?
Asiento.
―Te lo mostraré ―dice misteriosamente.
Cuando estoy de pie, todos los otros hombres de la mesa se
paran conmigo. Oh,
qué estilo
―¡No, Damon! No vas a llevar a Lena… yo lo haré.
Mia está de pie antes de que Damon pueda protestar. Su
mandíbula se tensa, sé
que él no está contento. Francamente, tampoco lo estoy.
Tenía… necesidades. Me
encojo de hombros en tono de disculpas hacia él, y se sienta
rápidamente,
resignado.
A nuestro regreso, me siento un poco mejor, aunque el alivio
de la eliminación de
las bolas no ha sido tan instantáneo como esperaba. Ahora
están escondidas de
forma segura en mi monedero.
¿Por qué creí que podría durar toda la noche? Todavía estoy
anhelando… tal vez
pueda persuadir a Damon que me llevé a la casa bote después.
Me quito el
pensamiento y lo miro mientras tomo mi asiento. Se me queda
mirando, el
fantasma de una sonrisa cruza sus labios.
Vaya… ya no está enojado por la oportunidad perdida, aunque
tal vez yo lo estoy. Me
siento frustrada, incluso irritable. Damon me aprieta la
mano, y ambos
escuchamos atentamente a Carrick, quien está de regreso en el
escenario hablando
181
de Coping Together. Damon me pasa otra carta, una lista de
los premios de la
subasta. Yo la escaneo rápidamente.
REGALOS SUBASTADOS Y AFECTUOSOS DONATIVOS PARA COPING
TOGETHER
BATE DE BÉISBOL FIRMADO POR
THE MARINERS —DR.EMILY MAINWARING.
BOLSO GUCCI,
WALLET&KEYRING —ANDREA WASHINGTON
UN DÍA GRATIS PARA DOS EN ESCLAVA, BRAEBURN CENTER39
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39 BRAEBURN CENTER: Centro de bronceado.
182
LECCIONES DE VUELO DE PARAPENTE —SEATLE SOARESR CLUB
FIN DE SEMANA DE VACACIONES EN HEATHMAN, PORTLAND —THE
HEATHMAN
UN FIN DE SEMANA DE ESTADÍA EN ASPEN, COLORADO (6 ADULTOS)
—SR. C.
GREY.
UNA SEMANA DE ESTADÍA A BORDO DEL YATE SUSIECUE (6 LITERAS)
ARRIBADA EN SANTA LUCÍA —DR. Y LA SRA. LARIN.
UNA SEMANA EN EL LAGO ADRIANA, MONTANA (8 ADULTOS) —SR. &
DRA.
GREY.
Santa mierda. Parpadeé hacia Damon.
―¿Tienes una propiedades en Aspen? —Un silbido. La subasta
está en marcha, y
tengo que mantener la voz baja.
Él asiente con la cabeza, sorprendido por mi arrebato y se
irrita, me parece. Pone
su dedo sobre los labios para hacerme callar.
—¿Dónde más tienes propiedades? —susurro. Él asiente de nuevo
e inclina su
cabeza hacia un lado en advertencia.
La sala entera estalla en vítores y aplausos, uno de los
premios se ha ido por doce
mil dólares.
—Te diré luego —dijo Damon silenciosamente—. Quería ir
contigo —añade más
bien de mala gana.
Bueno, no lo hiciste. Hago puchero y me doy cuenta que sigo
siendo quejumbrosa, y
sin duda, es el efecto de frustración de las bolas. Mi estado
de ánimo se oscurece
después de ver a la señora Robinson en la lista de donantes
generosos.
Echo un vistazo alrededor de la carpa para ver si puedo
detectarla, pero no puedo
ver su característico pelo. Sin duda, Damon me hubiera
advertido si fuese
183
invitada esta noche. Me siento y me resigno, aplaudiendo
cuando es necesario, ya
que cada lote se vende por cantidades asombrosas de dinero.
La subasta se pasa al lugar de Damon en Aspen y llega a
veinte mil dólares.
—A la una, a las dos —dice el MC.
Y no sé lo que me posee, pero de repente escucho mi propia
voz resonando
claramente por encima de la multitud.
—¡Veinticuatro mil dólares!
Todas las máscaras en la mesa se vuelven hacia mí con asombro
sorprendidas, la
mayor reacción de todos ellos procedente a mi lado. Oigo su
ingesta aguda de
respiración y siento su ira sobrepasándome como un maremoto.
—¡Veinticuatro mil dólares, a la adorable chica de plateado,
a la una, a las dos…
¡Vendido!
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