Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

20 febrero 2013

Mentiras Capitulo 01


Capítulo Uno
–Al ver esto, no  es difícil creer  en  la institución del matrimonio, ¿verdad? –comentó Damon Salvatore.

Estaba observando cómo  bailaba  su amigo,  Stefan de Luca, con su flamante esposa, Katrina.
El banquete se estaba  celebrando en un  edificio municipal de isla Moon.  No era  el lugar  más apropiado  para  una  fiesta de ese tipo  y nunca se habría imaginado que  su amigo  acabara celebrando allí su boda.  Pero se dio cuenta de que era normal que Stefan y Katrina quisieran casarse  en esa isla que  tanta importancia había  tenido en su relación.


La novia estaba bellísima  y su incipiente barriguita la hacía brillar aún más. En medio de la pista, Katrina bailaba  abrazada a su marido. Solo tenían ojos para ellos dos. No parecían conscientes de todas  las personas que los observaban. Y su amigo  Stefan sonreía como si fuera  el hombre más feliz del mundo.

–Parecen muy felices, casi demasiado –comentó Tyler Loockbood  a su lado.

Damon se echó  a reír  al oírlo.  Miró a Tyler. Contemplaba a los recién casados  con  una  mano  en  el bolsillo del pantalón y una copa de vino en la otra.

–Sí, es verdad  –repuso él.

Se echó  a reír al ver que Tyler hacía  una  mueca de desagrado. Sabía que iba a verse en esa situación muy pronto. Vio que la idea no le agradaba demasiado, pero  decidió sacar el tema de todos modos.

–¿Qué es lo que te ocurre? ¿Sigue insistiendo Copeland?

–Sí. Y no sabes hasta  qué  punto. Está empeñado en que me case con Bonnie. No va a aceptar nuestro acuerdo empresarial hasta que consienta. Ahora que hemos  encontrado el sitio adecuado para el complejo hotelero, estoy preparado para  dar  el siguiente paso. Pero  Copeland quiere que  salgamos  antes  durante un  tiempo. Quiere que  Bonnie tenga  tiempo para  acostumbrarse a mí. No lo entiendo, ese hombre  parece vivir en el siglo XIX. No conozco  a nadie más que intervenga de esa manera en el matrimonio de su hija. Y, para colmo de males, es una  condición indispensable para  que  podamos seguir  haciendo negocios. No consigo  comprenderlo…

–Al menos  se trata de Bonnie, se me ocurren otras mujeres con las que estarías mucho peor  –le recordó Damon pensativo.

Tyler lo miró con gesto comprensivo.

–¿Sigues sin saber nada  de Elena?

–No. Pero  llevo poco  tiempo buscando, acabaré dando con ella.

–No sé por qué quieres encontrarla. Creo que sería mejor  que lo olvidaras y siguieras adelante con tu vida. Estás mucho mejor  sin ella.

Apretó  los labios y miró  a su amigo  antes  de contestar.

–Ya sé que estoy mejor  sin ella. No quiero encontrarla  para  pedirle que  vuelva a formar parte  de mi vida.

–Entonces, ¿por qué has contratado a un detective para que la encuentre? ¡No lo entiendo! Creo que deberías dejar que el pasado  siga en el pasado. Supera de una vez lo que ocurrió y mira hacia el futuro.

Damon se quedó unos segundos en silencio. Era difícil de explicar, pero  sentía  la necesidad de saber dónde estaba  y qué estaba  haciendo. Tenía  muy claro que no debía importarle si estaba bien o no. Sabía mejor  que  nadie  que  le convenía olvidarla,  pero  no podía.

–Quiero conseguir algunas  respuestas –murmuró entonces–. No llegó a cobrar el cheque que  le di y quiero asegurarme de que no le ha pasado  nada.

Sabía que era una excusa muy poco convincente, pero  era todo  lo que tenía.  Tyler frunció el ceño  al oír sus palabras  y tomó  un sorbo de vino.

–Después  de lo que hizo, me imagino que se siente algo avergonzada y no quiere dar la cara.

–Puede que tengas razón  –repuso Damon.

Pero tenía  la sensación de que había algo más. Le molestaba que  esa mujer  siguiera  preocupándole, pero  no podía  evitarlo.

Y le había  extrañado mucho que  no  cobrara el cheque que le dio.

No entendía por  qué  seguía  pensando en  ella, pero  era así, estaba presente en cada uno de sus pensamientos. Había  pasado  muchas noches en vela durante esos últimos  seis meses, preguntándose si estaría bien  y a salvo. No quería sentirse  así y trataba de convencerse de que era normal que le preocupara y que  se sentiría igual  con  cualquier mujer  que  estuviera en las mismas circunstancias.

–Bueno, se trata  de tu dinero y de tu tiempo –le dijo entonces Tyler–. Mira, ahí está Cameron. Creí que  ese ermitaño no iba a salir de su fortaleza  ni siquiera para una ocasión  tan especial  como esta.

Cameron Hollingsworth se abría  paso  entre los invitados.  Vio que  la gente  se apartaba instintivamente para dejarlo pasar. Era alto y fuerte. Emanaba poder y elegancia por  los cuatro costados.  Su carácter  frío hacía  que  no  fuera  una  persona demasiado afable,  pero  normalmente conseguía relajarse cuan- do estaba con sus amigos.

El problema era que solo tenía  tres amigos: Damon, Tyler y Stefan. No tenía  paciencia para  nadie  más.

–Siento  el retraso –les dijo Cameron cuando llegó a su lado.

Se quedó mirando unos  instantes a los recién casados. Seguían  en la pista de baile.

–¿Qué tal ha sido la ceremonia? –preguntó Cameron.

–Preciosa  –repuso Tyler–. El sueño  de cualquier mujer.  Pero sé que a Stefan poco le importaba cómo fuera  la boda.  Solo quería que,  al final del día,  Katrina fuera  suya.
Cameron rio al oírlo.

–Pobre  desgraciado. No sé si debería felicitarlo o darle  el pésame  –dijo el recién llegado.

–Katrina es una mujer  buena y encantadora, Stefan ha tenido suerte  de encontrarla –repuso Damon.


Tyler asintió con la cabeza y Cameron sonrió.

–He oído  que a ti tampoco te queda mucho para dar este paso –le dijo Cameron a Tyler.

El aludido maldijo  entre dientes.

–Preferiría no  hablar de eso. Lo que  de verdad me interesa es saber si has conseguido adquirir el solar donde se edificará el hotel  ahora que  sabemos que no podrá ser en isla Moon.

Cameron lo miró con incredulidad.

–¿Acaso dudas  de  mi capacidad para  los negocios? He llegado  a un acuerdo y tenemos ocho  acres frente a la playa de Saint Angelo. Además, he conseguido  muy buen precio. La construcción comenzará en  cuanto consiga  organizar a los trabajadores. Si trabajamos duro, creo que conseguiremos terminarlo a tiempo y cumplir así el plazo que nos habíamos propuesto en un principio.

Los tres hombres miraron entonces a Stefan, que seguía  bailando con  su flamante esposa.  Habían te- nido  que  cambiar por  completo sus planes  después de que  Stefan decidiera que  el hotel  no podía  construirse en isla Moon,  pero  a Damon le resultaba difícil enfadarse con él al verlo tan feliz.

Sintió que algo vibraba en su bolsillo y sacó el teléfono  móvil. Estaba a punto de rechazar la llamada cuando vio en la pantalla quién era. Frunció el ceño y se disculpó mientras salía rápidamente del edificio.

Le sorprendió una fuerte brisa marina que le agitó el cabello.  Le encantaba el olor del mar.
Hacía muy buen tiempo. Era el día perfecto para celebrar una boda  en la playa.


–¿Diga?

–Creo que la he encontrado, señor – le dijo el detective sin siquiera  pararse a saludarlo.

Se quedó sin aliento al oírlo.

–¿Dónde?

–Aún no  ha dado  tiempo a enviar  a uno  de mis hombres para  que  lo confirme. Acabo de recibir  la información hace unos minutos y tengo  la suficiente certeza  de que  es ella como  para  avisarlo. Mañana podré decirle  algo más.

–¿Dónde?  –preguntó Damon de nuevo.

–Está en Houston, trabaja  en un restaurante. Nos costó  localizarla  porque había  un  problema con  su número de la Seguridad Social. La persona que  la contrató se equivocó  en una de las cifras. Cuando corrigieron el error, no tardamos en dar  con  ella. Podré  entregarle un  informe completo y unas  cuantas fotografías mañana por la tarde.

Houston. Le pareció muy irónico. Llevaba todo ese tiempo viviendo muy cerca  de ella y sin saberlo.

–No, no  es necesario –le dijo Damon–. iré yo mismo. Podría llegar a Houston en un par de horas.

El detective  se quedó unos  segundos en silencio.

–Pero  puede que  no  se trate  de  ella. Preferiría terminar de recabar toda la información y evitar que vaya a Houston para nada.

–Acaba de decirme que piensa  que se trata  de ella–repuso Damon con impaciencia–. Y, si no lo es, no pienso hacerle responsable del error.

–Entonces, ¿quiere  que le diga a mi ayudante que no vaya a hacerle fotografías?


–Si se trata de Elena, lo sabré de inmediato –le dijo después de quedarse unos segundos pensativo–. Si no lo es, me pondré en contacto con usted para que continúe  buscándola. De momento, no  hay necesidad para que envíe a nadie  al restaurante, iré yo mismo.



Damon condujo por  el barrio de Westheimer intentando encontrar lo que buscaba.  Llovía a cántaros. El detective  le había  dicho  que Elena trabajaba en un pequeño restaurante en la zona oeste de Houston. No le había  sorprendido que  eligiera  ese tipo  de trabajo. Cuando se conocieron, era camarera en un restaurante de moda  en Nueva York. Si hubiera cobrado el cheque que le había  dado,  no habría necesitado trabajar, al menos  durante algún tiempo.

Recordó que,  incluso  después de comprometerse, Elena le había  asegurado que  quería volver a la universidad. Entonces, no había entendido su deseo, pero  había  decidido apoyar  su decisión. Habría preferido  que  dependiera completamente de él, aunque  sabía que  era  algo egoísta  por  su parte  sentirse así.

Cada vez le costaba  más entender por qué no había cobrado el cheque que le dio.
Después  de hablar con el detective, se había  despedido de Stefan y Katrina, deseándoles mucha felicidad.  No le había  dicho  a Cameron ni a Tyler que por fin había  dado  con el paradero de Elena. Se limitó a comentarles que  tenía  un asunto urgente y que debía  marcharse.


Había  tomado el primer transbordador hacia Gavelston.  Pero  cuando llegó a Houston ya era  demasiado tarde  y pasó la noche en un hotel  del centro de la ciudad. No había  podido dormir.

Había  amanecido con  el cielo gris y cubierto de nubes.  Empezó  a llover en  cuanto salió del hotel  y no había  parado desde  entonces. Pensó  en la suerte que  habían tenido Stefan y Katrina el día anterior. Imaginó que ya habrían salido hacia su luna de miel.

Miró la pantalla de su GPS y vio que aún  estaba a varias manzanas del restaurante. Para colmo  de males, todos  los semáforos que  se encontraba estaban en  rojo.  No entendía por  qué  tenía  tanta  prisa  por llegar. No era probable que fuera  a marcharse antes de que llegara  él.
Tenía  infinidad de preguntas en su cabeza,  pero sabía que no iba a poder conseguir ninguna respuesta hasta que hablara con ella.

Pocos minutos más tarde, aparcó frente a un  pequeño restaurante. Se quedó mirándolo perplejo, no podía creer que Elena trabajara en un sitio como aquel.
Sacudiendo la cabeza,  salió de su BMW y fue corriendo hasta la puerta del local. Entró  mientras trataba de sacudirse  la lluvia de la ropa.

Miró su alrededor y fue a sentarse a una  mesa al fondo del  restaurante. Una  camarera que  no  era Elena se le acercó  poco  después y le entregó la carta.

–Sólo quiero un café, por favor –murmuró él.

–De acuerdo –repuso la camarera.

Regresó  un  par  de minutos después con  el café.

–Si quiere algo más, no tiene  más que pedirlo.


Estaba a punto de abrir  la boca para  preguntarle por Elena cuando vio a otra camarera. Era ella.
Llevaba su melena rubia  algo más larga que antes y recogida en una  cola de caballo,  pero  estaba  seguro de  que  se trataba de  ella. Sintió  una  corriente eléctrica que le recorrió el cuerpo al verla allí.
Cuando se giró  y la vio de  perfil,  se quedó sin aliento y sintió que estaba a punto de desmayarse.
No podía  creerlo.

La curva de su vientre  no dejaba  lugar a dudas. Estaba embarazada.
Levantó  la vista y vio que  Elena también lo había visto. Abrió sus ojos azules y se quedó inmóvil.

Antes de que pudiera reaccionar de algún  modo, vio que Elena apretaba con furia los labios.
No entendía por  qué  parecía estar  tan  enfadada con él.

Vio que  apretaba los puños, le dio  la impresión de que estaba deseando darle un puñetazo. Después, sin decir  nada,  se dio media  vuelta y fue hacia  la cocina.

Frunció el ceño  al verla desaparecer. El encuentro no había  ido tal y como  había  previsto.  No tenía muy claro qué  tipo  de reacción había  esperado, pero parte  de él había  soñado con que Elena se disculpara y le pidiera entre lágrimas  que  volviera a aceptarla. Lo último  que  había  esperado era  encontrarla embarazada y trabajando en  un  restaurante de  mala muerte como  aquel.  Era el tipo  de situación en  el que  era  normal encontrar a una  madre soltera  sin recursos, no a una  mujer  que  estaba  a punto de terminar una carrera universitaria con excelentes calificaciones.

Embarazada…inhaló profundamente para  tratar de calmarse. Necesitaba saber  de cuántos meses  estaba.  Parecía estar de siete meses o quizás más.
Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en las posibilidades que  esa situación presentaba. No podía creerlo. Sintió  de repente tanta  angustia que  le costaba respirar.
Si estaba  embarazada, embarazada de siete meses, cabía la posibilidad de que aquel  fuera  su hijo.
Pero también podía  ser el bebé  de su hermano.



Elena Gilbert entró corriendo en la cocina y trató de quitarse el delantal. Maldijo entre dientes mientras intentaba desatar sin mucha suerte  el nudo. Era casi imposible con las manos tan temblorosas.
Perdió la paciencia y se arrancó el delantal sin esperar a desatarlo. Lo dejó en la percha donde todas las camareras colgaban los suyos.

No entendía qué  hacía  Damon allí ni cómo  había conseguido dar con ella. Se había  ido de Nueva York sin saber  qué  iba a hacer  con  su vida. Pero  era algo que en ese momento apenas  le había  importado. No había  tratado de esconderse, incluso  había  imaginado que  Damon podría haberla encontrado si se lo hubiera  propuesto. Pero  ya habían pasado  seis meses y no  entendía por  qué  había  aparecido justo  en  ese momento.


Estaba segura de que no se trataba de una coincidencia. Ese restaurante no era el tipo de lugar que frecuentara alguien como  Damon Salvatore.  Sabía que nadie  de su familia se dignaría a entrar en un restaurante que no fuera  de cinco tenedores.

Pero  sacudió  la cabeza  al ver lo que  la presencia de ese hombre estaba  consiguiendo. No le gustaba sentirse  así ni quería sentir  tanta  amargura.

–¿Qué te pasa, Elena? –le preguntó Kelly.

Se dio la vuelta y vio que  la otra  camarera la observaba con preocupación.

–Cierra  la puerta –susurró Elena. Kelly hizo lo que le había  pedido.

–¿Estás bien?  No tienes  buen aspecto,  Elena. ¿Se trata del bebé?

Sus palabras  le hicieron recordar que  estaba  embarazada y lo que  Damon habría pensado al verla en ese estado.  Tenía  que salir de allí cuanto antes.

–No, no  me encuentro bien  –le dijo entonces–. Dile a Matt que he tenido que irme, por favor.

–No le va a gustar  –le advirtió  Kelly–.  Ya sabes cuánto se enfadada cuando faltamos  al trabajo. Hay que estar casi moribunda para que te permita tomarte un descanso.

–Entonces, dile  que  dejo  el trabajo –murmuró
Elena mientras iba hacia la puerta trasera.

Pero,  antes  de salir al callejón,  miró  de nuevo  a su compañera.

–Hazme  un  favor, Kelly.  Es muy importante, ¿de acuerdo? Si alguien en  el restaurante te pregunta por mí, cualquier persona, no les digas nada.


Kelly abrió  mucho los ojos.

–¿Es que  estás metida en algún  lío? –preguntó la mujer.

–No, no es eso. Te lo prometo. Se trata  de mi ex- novio. Es un verdadero canalla y acabo de verlo en el comedor.

Kelly apretó furiosa  los labios y la miró  con decisión.

–De acuerdo, cariño. No te preocupes por  nada, yo me encargo de él.

Salió por  la puerta y fue por  el callejón  hacia  su apartamento, estaba muy cerca, iba a quedarse allí y pensar en lo que podía  hacer.

De camino a casa, se detuvo  enfadada. ¿Por qué tenía  que salir corriendo de su trabajo y debía esconderse? Después  de todo,  no había  hecho nada  malo. Sabía que  debería haberse acercado a él y darle  un puñetazo en vez de salir huyendo como  si fuera  una delincuente.

Subió  las viejas escaleras  hasta  su apartamento. Cuando entró, cerró  la puerta y se apoyó en ella.
Tenía  los ojos llenos  de lágrimas.  No quería volver a verse en  esa situación. No deseaba que  nadie volviera a tener tanto  poder sobre  ella. Ese hombre le había  roto  el corazón.

Al pensar en él, se llevó las manos  al vientre  y lo acarició despacio, tratando de calmar  al bebé y a ella misma.

–Nunca  debí  enamorarme de él –susurró–. Fui una tonta  al pensar que podría llegar a formar parte de su mundo y que su familia llegaría  a aceptarme.


Se sobresaltó a sentir que se movía la puerta en la que  estaba  apoyada.  El corazón comenzó latirle  con fuerza.

–¡Elena, abre la puerta ahora mismo! ¡Sé que estás ahí!

Tal y como  había  temido, se trataba de Damon. La última  persona a la que  habría querido ver en  esos momentos.

Golpeó  de  nuevo  la puerta y lo hizo  con  tanta fuerza que tuvo que apartarse de ella.

–Vete de aquí –gritó ella–. No quiero hablar contigo.

De repente, la puerta tembló y se abrió  de golpe. Instintivamente, dio  algunos  pasos hacia  atrás  y se cubrió la barriga.

Damon llenaba el umbral de la puerta y le pareció más alto y fuerte que nunca. La fulminada con la mirada, como si pudiera ver lo que estaba pensando.

No podía  creer  que estuviera  allí, de nuevo en su vida. Temía  que volviera a romperle el corazón.

–Fuera de aquí –le dijo ella tratando de controlar su voz para parecer tranquila–. Sal de aquí o llamo a la Policía. No quiero hablar contigo.

–Pues  es una  pena  –repuso Damon yendo  hacia ella–. Porque yo sí quiero hablar contigo. Para  empezar,  quiero saber de quién estás embarazada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...