Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

25 marzo 2013

Shades Capitulo 16


Capítulo 16
Los ojos de Ty resplandecen de un azul oscuro, y sonríe sarcásticamente
mientras echa una mirada lasciva hacia abajo por mi cuerpo.

El miedo me ahoga. ¿Qué es esto? ¿Qué quiere? De alguna parte en lo
profundo de mi interior y a pesar de mi boca seca, encuentro la determinación y
coraje para exprimir algunas palabras, el mantra “mantenlos hablando” de mi clase
de autodefensa circulando en mi cerebro, como un etéreo centinela.


—Ty, ahora no es un buen momento para esto. Tu taxi llega en diez minutos, y
necesito entregarte todos tus documentos. —Mi voz es tranquila pero ronca,
traicionándome.

Sonríe, y es una despótica sonrisa de “jódete” que finalmente toca sus ojos.
Destellan bajo el brillo de la áspera luz fluorescente de la franja de luz sobre
nosotros en la monótona habitación sin ventanas. Da un paso cerca de mí,
mirándome, sus ojos nunca dejan los míos. Sus pupilas se dilatan mientras miro, el
negro eclipsando al azul. Oh no. Mi miedo asciende.

—Sabes que tuve que pelear con Elizabeth para darte este trabajo… —Su voz se
apaga mientras da otro paso hacia mí, y retrocedo contra los sucios armarios de
pared. Mantelo hablando, mantenlo hablando, mantenlo hablando, mantenlo hablando.

—Ty, ¿cuál es exactamente tu problema? Si quieres exponer tus quejas, entonces
quizás debamos ir a Recursos Humanos. Podemos hacer esto con Elizabeth en un
ambiente más formal.
¿Dónde estaba seguridad? ¿Aún estaban en el edificio?

—No necesitamos a R. H. para sobrellevar esta situación Lena —dice
sarcásticamente—. Cuando te contraté, pensé que serías una trabajadora muy
ardua. Pensé que tenías potencial. Pero ahora, no lo sé. Has sido distraída y
descuidada. Y me pregunto… ¿es tu novio el que te lleva por mal camino? —dijo
novio con frío desprecio—. Decidí revisar a través de tu cuenta de e-mail para ver
si podía encontrar algunas pistas. ¿Y sabes qué encontré, Lena? ¿Qué estaba fuera
de lugar? Los únicos e-mail personales en tu cuenta eran a tu novio de primera. —
Se detuvo, evaluando mi reacción—. Y me puse a pensar… ¿Dónde están los e-
mails de él? No había ninguno. Nada. Nada. ¿Así que, qué está pasando, Lena?
¿Cómo te llegan sus e-mails sin estar en nuestro sistema? ¿Eres de alguna agencia
de espías, plantada aquí por la organización de Salvatore? ¿Es eso lo que pasa?
Santa mierda, los e-mails. Oh no. ¿Qué tengo que decir?

—Ty, ¿de qué estás hablando? —intento lucir desconcertada, y soy muy
convincente. Esta conversación no iba como esperaba, pero no confío en él en lo
más mínimo. Alguna feromona subliminar que Ty está emanando me tiene en
alerta máxima. Este hombre está enojado y es volátil y totalmente impredecible.
Trato de razonar con él—. Acabas de decir que tuviste que persuadir a Elizabeth
para contratarme. ¿Así que, cómo puedo ser una espía plantada? Decídete, Ty.

—Pero Salvatore arruinó el viaje a Nueva York, ¿no?
Oh mierda.

—¿Cómo se encargó de eso, Lena? ¿Qué hizo tu novio rico de la Ivy League?
Cada gota de sangre que quedaba en mi rostro es drenada, y creo que me voy a
desmayar.

—No sé de qué estás hablando, Ty  —susurro—. Tu taxi estará aquí dentro de
poco. Debo buscar tus cosas. —Oh por favor, déjame ir. Detén esto.
Ty continua, disfrutando mi incomodidad.

—¿Y él piensa que me propasaré contigo? —Sonríe y sus ojos se encienden—. Bien,
quiero que pienses en algo mientras estoy en Nueva York. Te di este trabajo, y
espero que me muestres algo de gratitud. De hecho, tengo derecho a eso. Tuve que
pelear para traerte. Elizabeth quería a alguien mejor calificado, pero yo… yo vi
algo en ti. Así que, necesitamos trabajar en un trato. Un trato donde tú me
mantienes feliz. ¿Entiendes lo que digo, Lena?
¡Mierda!

—Míralo como una redefinición de la descripción de tu trabajo, si quieres. Y si me
mantienes feliz, no excavaré más hondo en cómo tu novio está tirando los hilos,
ordeñando a sus contactos, o cobrando algún favor de sus aduladores chicos de
fraternidad de la Ivy League.

Mi boca se abrió. Me está chantajeando. ¡Por sexo! ¿Y qué puedo decir? Las noticias
de la adquisición de Damon están embargadas por otras tres semanas.
Simplemente no puedo creer esto. Sexo… ¡conmigo!

Ty se mueve más cerca hasta que está parado justo en frente de mí, mirando a
mis ojos. Su dulce y empalagosa colonia invade mis fosas nasales —es
nauseabundo— y si no me equivoco, un amargo rastro de alcohol en su aliento.
Mierda, ha estado bebiendo… ¿Cuándo?

—Eres una culo apretado, calienta pollas, lo sabes, Lena —susurra a través de sus
dientes apretado.
¿Qué? Calienta pollas… ¿yo?

—Ty, no tengo idea de lo que estás hablando —susurro, mientras siento la
adrenalina recorrer mi cuerpo. Ahora está más cerca. Estoy esperando para hacer
mi movimiento. Matt estaría orgulloso. Matt me enseñó cómo hacerlo. Matt sabía
autodefensa. Si Ty me tocaba, si incluso respiraba demasiado cerca de mí, lo
derribaría. Mi respiración es superficial. No debo desmayarme, no debo desmayarme.

—Mírate. —Me da una mirada lasciva—. Estás tan caliente, puedo decirlo.
Realmente me enciendes. Profundamente lo quieres. Lo sé.
Santa mierda. El hombre está completamente delirante. Mi miedo se dispara a
ALERTA MÁXIMA, amenazando con abrumarme.

—No, Ty. Nunca te he encendido.


—Lo haces, perra calienta pollas. Puedo leer las señales. —Alcanzándome,
gentilmente acaricia mi rostro con sus nudillos, bajando a mi mejilla. Su dedo
índice acaricia mi cuello, y mi corazón salta hasta mi boca mientras lucho con mi
reflejo nauseoso. Alcanza la base de mi cuello donde el botón superior de mi blusa
negra está abierto, y presiona su mano contra mi pecho.

—Me deseas. Admítelo, Lena.

Manteniendo mis ojos firmemente enganchados con los suyos y concentrándome
en lo que tengo que hacer —en vez de proliferar mi repugnancia y temor— pongo
mi mano suavemente sobre la suya en una caricia. Sonríe con triunfo. Agarro su
dedo meñique, y lo giro hacia atrás, tirándolo y llevándolo por debajo de su
cadera.

—¡Arrgh! —grita de dolor y sorpresa, y mientras pierde balance, levanto mi
rodilla, rápido y fuerte, hacia arriba en su ingle, y hago un contacto perfecto con mi
objetivo. Lo eludo hábilmente por mi izquierda mientras sus rodillas se doblan, y
colapsa con un jadeo sobre el piso de la cocina, agarrándose a sí mismo entre sus
piernas.

—Nunca me toques otra vez —le gruño—. Tu itinerario y los folletos están
empacados en mi escritorio. Ahora me voy a casa. Ten un lindo viaje. Y en el
futuro, tráete tu maldito café tú mismo.

—¡Maldita perra! —medio gritó y medio gruñó, pero ya estaba fuera de la puerta.

Corro a toda velocidad a mi escritorio, agarro mi chaqueta y mi cartera, y me lanzo
a recepción, ignorando los gemidos y maldiciones emanando del bastardo aún
caído en el piso de la cocina.

Salgo del edificio y me detengo por un momento mientras el aire fresco golpea mi
rostro, tomo una respiración profunda, componiéndome a mí misma. Pero no
había comido en todo el día, y mientras la muy bienvenida descarga de adrenalina
cedía, mis piernas cedieron debajo de mí, y me recuesto en el suelo.

Miro con leve desprendimiento el lento movimiento de película que se
desarrollaba frente a mí: Damon y Niklaus en trajes oscuros y camisas blancas,
saltando fuera del auto estacionado y corriendo hacia mí. Damon hundiéndose
en sus rodillas a mi lado, y en algún nivel inconsciente, todo lo que puedo pensar
es: Está aquí. Mi amor está aquí.

—Lena, ¡Lena! ¿Qué está mal? —Me jala a su regazo, pasando sus manos arriba y
abajo por mis brazos, comprobando signos de daño. Agarrando mi cabeza entre
sus manos, mira con sus enormes y aterrados ojos grises a los míos. Cedo contra él,
repentinamente abrumada con alivio y fatiga. Oh, los brazos de Damon. No hay
lugar en el que prefiera estar.

—Lena. —Me sacude gentilmente—. ¿Qué está mal? ¿Estás enferma?
Sacudo mi cabeza mientras noto que necesito empezar a comunicarme.

—Ty —susurro, y siento en vez de ver la rápida mirada de Damon a Niklaus,
quien abruptamente desaparece en el edificio.

—¡Mierda! —Damon me envuelve en sus brazos—. ¿Qué te hizo ese bastardo?

Y de algún lugar justo al lado correcto de la locura, unas risitas empiezan a
burbujear en mi garganta. Recuerdo la estupefacción de Ty mientras agarraba su
dedo.

—Es lo que le hice a él. —Empiezo a reír y no puedo detenerme.

—¡Lena! —Damon me sacude otra vez, y mi risa cesa convenientemente—. ¿Te
tocó?

—Sólo una vez.

Siento los músculos de Damon contraerse y tensarse mientras la rabia barre a
través de él, y se levanta rápidamente, poderosamente, rígidamente estable,
conmigo en sus brazos. Está furioso. ¡No!

—¿Dónde está el cabrón?

Oigo gritos apagados provenientes del interior del edificio. Damon me pone
sobre mis pies.

—¿Puedes pararte?

Asiento.

—No entres. No lo hagas, Damon. —Repentinamente mi miedo está de regreso,
miedo de lo que Damon le haga a Ty.

—Entra en el auto —me ladra.

—Damon, no. —Agarro su brazo.

—Entra en el maldito auto, Lena. —Se sacude de mí.

—¡No! ¡Por favor! —le ruego—. Quédate. No me dejes sola. —Empleo mi última
arma.

Hirviendo, Damon pasa sus manos a través de su cabello y baja la mirada hacia
mí, claramente atrapado con indecisión. Los gritos dentro del edificio escalan, y
entonces cesan repentinamente.
Oh, no. ¿Qué ha hecho Niklaus?
Damon saca su BlackBerry.

—Damon, él tiene mis e-mails.

—¿Qué?

—Los e-mails que te envié. Quería saber dónde estaban tus e-mails de respuesta.

Estaba tratando de chantajearme.

La mirada de Damon es asesina. Oh mierda.

—¡Mierda! —escupe y entorna sus ojos hacia mí, presiona un número en su
BlackBerry.
Oh no. Estoy en problemas. ¿A quién está llamando?

—Barney. Salvatore. Necesito que accedas al servidor principal de AIPS y borres todos
los e-mails que me envió Elena Gilbert. Luego accede a los archivos de datos
personales de Ty Hyde y verifica que no estén copiados ahí. Si están, bórralos…
Sí, todos ellos. Hazme saber cuando esté hecho.

Cuelga y marca otro número.

—Roach. Salvatore. Hyde, lo quiero fuera. Ahora. En este minuto. Llama a seguridad.
Hazlo limpiar su escritorio inmediatamente, o liquidaré esta compañía como
primer asunto en la mañana. Ya tienes toda la justificación que necesitas para darle
la carta de despido. ¿Entiendes?

Escucha por un momento, y cuelga pareciendo satisfecho.

—BlackBerry —me sisea a través de los dientes apretados.

—Por favor, no te enfades conmigo. —Parpadeo hacia él.

—Estoy demasiado enfadado justo ahora —gruñe y una vez más pasa su mano a
través de su cabello—. Entra en el auto.

—Damon, por favor…

—Entra en el maldito auto, Elena o te pondré en él yo mismo —amenaza, sus
ojos quemando con furia.
Oh mierda.

—No hagas nada estúpido, por favor —ruego.

—¡ESTÚPIDO! —explota—. Te dije que usaras tu maldito BlackBerry. No me
hables de estupidez. Entra en el maldito auto, Elena, ¡AHORA! —gruñe y un
escalofrío de miedo corre a través de mí. Este es el “Damon muy enojado”. No lo
he visto así de molesto antes. Está prácticamente colgando de su autocontrol.

—Está bien —murmuro, aplacándolo—. Pero por favor, ten cuidado.

Presionando sus labios en una dura línea, señala furiosamente al auto, mirándome.
Jesús, está bien, entendí el mensaje.

—Por favor, ten cuidado. No quiero que nada te pase. Eso me mataría                —
murmuro. Parpadea rápidamente y se detiene, relajando sus brazos mientras toma
una profunda respiración.

—Tendré cuidado —dice, sus ojos se suavizan.


Oh, gracias a Dios. Sus ojos queman hacia mí mientras me dirijo al auto, abro la
puerta delantera del pasajero, y entro. Una vez que estoy a salvo en el confort del
Audi, desaparece dentro del edificio, y mi corazón sube otra vez a mi garganta.
¿Qué está planeando hacer?

Me siento y espero. Y espero. Y espero. Cinco minutos eternos. El taxi de Ty se
estaciona frente al Audi. Diez minutos. Quince. Jesús, ¿qué están haciendo ahí, y
cómo está Niklaus? La espera es agonizante.

Veinticinco minutos después, Ty emerge del edificio, cargando una caja de cartón
de almacén. Junto a él está el guardia de seguridad. ¿Dónde estaba más temprano?
Y después de ellos, Damon y Niklaus. Ty luce enfermo. Se dirige directamente al
taxi, y estoy agradecida de que el Audi tenga pesadas ventanas polarizadas, así no
puede verme. El taxi se marcha, presumiblemente no al SeaTac, mientras Damon
y Niklaus alcanzan el auto.

Abriendo la puerta del conductor, Damon se desliza suavemente en el asiento,
presumo que porque yo estoy en el asiento del copiloto, y Niklaus entra detrás de
mí. Ninguno de ellos dice una palabra mientras Damon enciende el auto y entra
en el tráfico. Arriesgo una mirada rápida a Cincuenta. Su boca está en una línea
firme, pero parece distraído. El teléfono del auto suena.

—Salvatore —Damon chasquea.

—Sr. Salvatore, Barney aquí.

—Barney, estoy en altavoz, y hay otras personas en el carro —Damon advirtió.

—Señor, todo está hecho. Pero necesito hablar con usted sobre lo que conseguí en
la computadora del Sr. Hyde.

—Te llamaré cuando alcance mi destino. Y gracias, Barney.

—No hay problema, Sr. Salvatore.

Barney colgó. Él suena más joven de lo que esperaba.
¿Qué más está en la computadora de Ty?

—¿Me hablas?—pregunto quedamente.

Damon me mira, antes de fijar sus ojos nuevamente en el camino, puedo decir
que todavía está molesto.

—No —murmura calmadamente.

Oh, ahí vamos… que infantil. Envuelvo mis brazos a mi alrededor y miro sin ver la
ventana. Tal vez debería pedirle que me deje en mi apartamento, así puede “no
hablarme” desde la seguridad de Escala y salvarnos de una pelea inevitable. Pero
mientras pienso, sé que no quiero dejarlo para meditar, no después de ayer.
Eventualmente, nos detenemos en frente a su edificio, y Damon sale del auto.
Moviéndose con gracia alrededor hacia mi lado, él abre mi puerta.

—Vamos —ordena mientras Niklaus entra en el asiento del conductor. Tomo su
mano y lo sigo a través del gran vestíbulo hacia el elevador. No me deja ir.

—¿Damon, por qué estas tan molesto conmigo? —susurro mientras esperamos.

—Tú sabes porque —murmura cuando entramos en el elevador, y presiona el
código de su piso—. Dios, si algo te hubiera pasado, él estaría muerto ahora.    —El
tono de Damon me enfría hasta los huesos. Las puertas se cierran.

—Como están las cosas, voy a arruinar su carrera así él no podrá tomar ventaja de
mujeres jóvenes nunca más, miserable excusa de un hombre, eso es.             —
Sacude su cabeza—. ¡Jesús, Lena! —Él me agarra de repente, aprisionándome en la
esquina del elevador.

Sus manos hacen un puño en mi cabello mientras empuja mi cabeza hacia la suya,
y su boca está sobre la mía, una desesperada pasión en su beso. No sé por qué me
toma por sorpresa, pero lo hace. Saboreo su alivio, su anhelo, y su rabia residual
mientras su lengua posee mi boca. Se detiene, mirándome, descansando su peso
contra mí así que no puedo moverme. Me deja sin aliento, aferrándome a él para
apoyarme, mirado hacia ese hermoso rostro grabado con determinación y sin
ningún rastro de humor.

—Si algo te hubiera pasado…  si él te hubiera hecho daño… —Siento el
estremecimiento que lo recorre—. BlackBerry —ordena silenciosamente—. Desde
ahora. ¿Entiendes?

Asiento, tragando, incapaz de romper el contacto con su fascinante, mirada triste.
Se endereza, liberándome cuando el elevador se detiene.

—Él dijo que lo pateaste en las bolas. —El tono de Damon es más ligero, con un
rastro de admiración, creo que estoy perdonada.

—Sí —susurro, todavía aturdida por la intensidad de su beso y su apasionada
orden.

—Bien.

—Matt es un exmilitar. Me enseño bien.

—Me alegra que lo haya hecho. —Respira y añade, arqueando una ceja—.
Necesitaré recordarlo. —Tomando mi mano, me dirige fuera del elevador y lo sigo,
aliviada. Creo que eso es todo lo malo que se pondrá su humor.

—Necesito llamar a Barney. No tardare mucho. —Desaparece en su estudio,
dejándome varada en la vasta sala de estar. La Sra. Jones está terminando los
últimos toques de nuestra comida. Me doy cuenta que estoy famélica, pero
necesito algo que hacer.

—¿Puedo ayudar?—pregunto.
Ella se ríe.

—No, Lena. ¿Puedo prepararte un trago o algo? Luces derrotada.

—Me encantaría una copa de vino.

—¿Blanco?

—Sí, por favor.

Me subo en uno de los taburetes de la barra, y me da una copa de vino. No sé cuál
es, pero es delicioso, y se desliza con facilidad, calmando mis nervios destrozados.

¿Qué estaba pensando más temprano? Cuán aliviada me sentía desde que conocí a
Damon. Cuán excitante se ha vuelto mi vida. Jesús, ¿podría tener unos pocos
días aburridos?

¿Qué si nunca hubiera conocido a Damon? Estaría refugiada en mi apartamento,
hablando con Ethan, completamente chiflada por mi encuentro con Ty, sabiendo
que tendría que encarar al baboso otra vez el viernes. Como están las cosas, hay
muchas posibilidades de que no vuelva a poner los ojos en él de nuevo ¿Pero ahora
para quién trabajo? Frunzo el ceño. No había pensado en eso. Mierda, ¿al menos
tengo trabajo?

—Buenas tardes, Gail —dice Damon mientras entra en el gran salón,
arrastrándome de mis pensamientos. Dirigiéndose directamente a la nevera, se
sirve una copa de vino él mismo.

—Buenas tardes, Sr. Salvatore. ¿Cena en diez, señor?

—Suena bien.

Damon alza su copa.

—Por exmilitares que entrenan bien a sus hijas —dice y sus ojos se suavizan.

—Salud —murmuro, alzando mi copa.

—¿Qué está mal? —Damon pregunta.

—No sé si todavía tengo trabajo.
Inclina la cabeza a un lado.

—¿Todavía quieres uno?

—Por supuesto.

—Entonces todavía tienes uno.

Simple. ¿Ves? Él es el maestro de mi universo. Le ruedo los ojos y él sonríe.
 
*  *  *

La Sra. Jones hace pastel de pollo. Ella nos ha dejado disfrutar de los frutos de su
trabajo, y me siento mucho mejor ahora que he tenido algo de comer. Estamos
sentados en la barra de desayuno y a pesar de mis mejores halagos, Damon no
me dirá qué encontró Barney en la computadora de Ty. Dejo el tema, y decido
hacer frente al espinoso problema de la inminente visita de Stefan.

—Stefan llamó —digo con indiferencia.

—¿Oh? —Damon se voltea para mirarme.

—Quiere entregar tus fotos el viernes.

—Una entrega personal. Cuán servicial de su parte —Damon murmura.

—Él quiere salir. Por un trago. Conmigo.

—Ya veo.

—Y Katrina y Elliot deberían estar de vuelta —añado rápidamente.
Damon pone el tenedor en el plato.

—¿Qué, exactamente, estas pidiendo?
Me erizo.

—No estoy pidiendo nada. Te estoy informando mis planes para el viernes. Mira,
quiero ver a Stefan, y él se quiere quedar. Se queda aquí o se puede quedar en mi
casa, pero si lo hace debería estar allí, también.

Los ojos de Damon se amplían. Él mira estupefacto.

—Él se te insinuó.

—Damon, eso fue hace semanas. Estaba ebrio. Yo estaba ebria, tú salvaste el día,
no pasara otra vez. Él no es Ty, por el amor de Dios.

—Ethan está ahí. Él puede acompañarlo.

—Él quiere verme a mí, no a Ethan.

Damon me frunce el ceño.

—Él es solo un amigo. —Mi voz es enfática.

—No me gusta.

¿Y qué? Jesús, él es irritante a veces. Tomo una respiración profunda.

—Él es mi amigo, Damon. No lo he visto desde su presentación. Y fue muy
breve. Sé que no tienes amigos, aparte de esa espantosa mujer, pero no me quejo
acerca de ti viéndola —le espeto. Damon parpadea, sorprendido—. Quiero verlo.
He sido una mala amiga con él. —Mi subconsciente está alarmado. ¿Estas
estampando tu pequeño pie? ¡Quieta ahora!
Ojos grises arden en mí.

—¿Es eso lo que piensas?—respira.

—¿Pienso sobre qué?

—Elena. ¿Preferirías que no la viera?
Santo cielo.

—Exacto. Preferiría que no la vieras.

—¿Por qué no lo dijiste?

—Porque no es mi decisión. Tú crees que ella es tu única amiga. —Me encojo de
hombros con exasperación. Él realmente no lo entiende. ¿Cómo esto se volvió una
conversación sobre ella? Ni siquiera quiero pensar en ella. Trato de llevarnos de
vuelta a Stefan—. Así como no es tu decisión para decir si puedo o no puedo ver a
Stefan. ¿No lo entiendes?

Damon me miro, perplejo, pienso. Oh, ¿qué esta pensando?

—Se puede quedar aquí, supongo —murmura—. Puedo mantener un ojo sobre él.

—Suena petulante.
¡Aleluya!

—¡Gracias! Ya sabes, si voy a vivir aquí, también… —disminuyo. Damon asiente
con la cabeza. Él sabe lo que estoy tratando de decir—. No es como si no tuvieras
espacio. —Sonrío con satisfacción.

 Sus labios se levantan caprichosa y lentamente.

—¿Me estas sonriendo, señorita Gilbert?

—Definitivamente, Sr. Salvatore. —Me levanto en caso de que sus manos comiencen a
temblar, limpio nuestros platos, y luego los cargo en el lavavajillas.

—Gail hará eso.

—Lo he hecho ahora. —Me pongo de pie y lo veo. Me está mirando intensamente.

—Tengo que trabajar un rato —dice disculpándose.

—Genial. Encontraré algo que hacer.

—Ven aquí —ordena, pero su voz es baja y seductora, sus ojos ardiendo. No dudo
en caminar a sus brazos, estrechándolo alrededor de su cuello cuando se sube en el
taburete. Envuelve sus brazos a mi alrededor, me aplasta contra él, y sólo me
sostiene.

—¿Estas bien? —susurra en mi cabello.

—¿Bien?

—¿Después de lo que paso con ese jodido? ¿Después de lo que paso ayer?        —
agrego, su voz baja y seria.

Miro los oscuros, serios, ojos grises. ¿Estoy bien?

—Sí —susurro.


Sus brazos se tensan a mi alrededor, y me siento segura, apreciada, y amada, todo
al mismo tiempo. Es maravilloso. Cerrando mis ojos, disfruto el sentimiento de
estar entre sus brazos. Amo a este hombre. Amo su intoxicante esencia, su fuerza,
su voluptuosidad… mi Cincuenta.

—No peleemos —murmura. Besa mi cabello e inhala profundamente—. Hueles
celestial como siempre, Lena.

—Igual tú —susurro y beso su cuello.

Demasiado pronto me libera.

—Deberían ser solo un par de horas.

Deambulo apáticamente por el apartamento. Damon todavía está trabajando. Me
he duchado y vestido con un suéter y una camiseta mía, y me aburro. No quiero
leer. Si me quedo quieta, voy a recordar a Ty y sus dedos en mí.
Echo un vistazo a mi antiguo dormitorio, el dormitorio de las sumisas. Stefan puede
dormir aquí, le gustara la vista. Son como las ocho y quince, y el sol comienza a
hundirse en el oeste. Las luces de la ciudad parpadeaban debajo de mí. Es glorioso.
Sí, Stefan le gustará aquí. Me pregunto distraídamente donde Damon colgara las
fotos que Stefan me tomó. Pero preferiría que no lo hiciera. No estoy interesada en
verme a mí misma.

De vuelta en el pasillo me encuentro fuera de la sala de juegos, y sin pensar, trato
de abrir la manija de la puerta. Damon normalmente la mantiene bajo llave, pero
para mi sorpresa, la puerta abre. Que extraño. Sintiéndome como una niña jugando
a las escondidas y perdiéndome en el bosque prohibido, entro. Está oscuro. Le doy
un golpecito rápido al interruptor y las luces bajo la cornisa se iluminan con un
suave resplandor. Es como lo recuerdo. Una sala como un vientre.

Recuerdos de la última vez que estuve aquí destellaron en mi mente. El cinturón….
Me estremezco al recordarlo. Ahora cuelga inocentemente, alineado con los demás,
en el estante junto a la puerta. Tentativamente paso mis dedos sobre los cinturones,
los floggers, las paletas y los látigos.


Jesús. Esto es lo que tengo que cuadrar con el Dr. Flynn. ¿Puede alguien con este
estilo de vida parar? Parece tan improbable. Vagando sobre la cama, me siento en
las suaves sabanas de raso rojo, mirando a mi alrededor a todos los aparatos.
A mi lado está el banco, sobre éste, un surtido de bastones. ¡Tantos! ¿Seguro uno es
suficiente? Bueno, cuanto menos se diga sobre eso, mejor. Y la gran mesa. Nunca
intentamos eso, lo que sea que él hace ahí. Mis ojos caen en el sofá, y me muevo
para sentarme en él. Sólo es un sofá, no hay nada extraordinario en él, nada para
ajustar nada, no que yo pueda ver. Echando un vistazo detrás de mí, veo el cofre
del museo. Mi curiosidad se despertó. ¿Qué guarda ahí?

Mientras tiro del cajón de arriba noto que mi sangre late con fuerza por mis venas.
¿Por qué estoy tan nerviosa? Esto se siente tan ilícito, como si estuviera
invadiendo, lo que por supuesto, estoy haciendo. Pero si él se quiere casar
conmigo, bueno…

Santa mierda, ¿qué es todo esto? Una serie de instrumentos y utensilios extraños,
no tengo idea de qué o para qué son, están cuidadosamente dispuestos en el cajón
abierto. Escojo uno. Tiene forma de bala con una especie de mango. Hmmm… ¿Qué
demonios haces con esto? Mi mente se tambalea, sin embargo creo que tengo una
idea. Jesús, ¡hay cuatro tallas diferentes! Mi cuero cabelludo pica y levanto la
mirada.

Damon está de pie en la entrada, mirándome, su rostro difícil de leer. ¿Cuánto
tiempo lleva aquí? Siento como si me hubieran atrapado con las manos en el tarro
de galletas.

—Hola. —Le sonrío nerviosamente, y sé que mis ojos están muy abiertos y que
estoy mortalmente pálida.

—¿Qué estás haciendo? —dice suavemente, pero hay un trasfondo en su tono.
Oh, mierda. ¿Está molesto? Me ruborizo.

—Eh... Estaba aburrida y curiosa —murmuro, avergonzada de ser descubierta. Él
dijo que serían dos horas.


—Esa es una combinación muy peligrosa. —Corre su largo dedo índice por su
labio inferior, en tranquila contemplación, sin quitar los ojos de mí. Trago y mi
boca está seca.

Lentamente entra en la habitación y cierra la puerta sin hacer ruido detrás de él,
sus ojos son fuego líquido gris. Oh mi… Se inclina casualmente sobre la cajonera,
pero creo que su posición es engañosa. Mi Diosa interior no sabe si es tiempo de
luchar o de volar.

—Entonces, ¿qué es exactamente de lo que sientes curiosidad, señorita Gilbert? Tal
vez podría iluminarte.

—La puerta estaba abierta... Yo… —Miro a Damon mientras aguanto la
respiración y parpadeo, insegura como siempre de su reacción o de lo que debería
decir. Sus ojos están oscuros. Creo que está divertido, pero es difícil de decir. Pone
los codos en el cofre del museo y apoya la barbilla sobre sus manos entrelazadas.

—Estuve aquí más temprano, buscando qué hacer con todo esto. Debo haber
olvidado cerrarlo con llave. —Él frunce el ceño un instante, como si dejar la puerta
abierta es un lapso terrible de juicio. Yo frunzo el ceño, no es como que él sea
olvidadizo.

—¿Ah, sí?

—Pero ahora estás aquí, curiosa como siempre. — Su voz es suave, enigmática.

—¿No estás molesto? —susurro, usando el aliento que me queda.
Él ladea la cabeza hacia un lado, y sus labios se contraen en diversión.

—¿Por qué estaría molesto?

—Siento como si estuviera invadiendo… y siempre estás enojado conmigo.       —
Mi voz es tranquila, aunque me siento aliviada. La ceja de Damon sube una vez
más.

—Sí, estás invadiendo, pero no estoy molesto. Espero que algún día vivirás aquí
conmigo, y todo esto —hace un gesto vago por la habitación con una sola mano—,
va a ser tuyo, también.


Mi sala de juegos... ¿eh? Lo miro embobada, eso es mucho para asimilar.

—Es por eso que estaba aquí hoy. Tratando de decidir qué hacer. —Golpea sus
labios con el dedo índice—. ¿Estoy enojado contigo todo el tiempo? No lo estaba
esta mañana.

Oh, eso es cierto. Sonrío ante el recuerdo de Damon cuando nos despertamos, y
eso me distrae de la idea de lo que será de la sala de juegos. Él fue un divertido
Cincuenta esta mañana.

—Fuiste travieso. Me gusta el Damon travieso.

—¿Lo haces ahora? —Él arquea una ceja, y su hermosa boca se curva hacia arriba
en una sonrisa, una sonrisa tímida. ¡Vaya!

—¿Qué es esto? —Sostengo en alto la bala de plata

—Siempre hambrienta de información, señorita Gilbert. Eso es un tapón anal    —
dice suavemente.

—Oh...

—Lo compré para ti.
¿Qué?

—¿Para mí?
Él asiente lentamente, su cara ahora seria y cautelosa.
Frunzo el ceño.

—¿Tú compras nuevos, eh... juguetes... para cada sumisa?

—Algunas cosas. Sí.

—¿Tapones anales?

—Sí.



Está bien... Trago. Tapón anal. Es metal sólido, ¿eso seguramente tiene que ser
incómodo? Recuerdo nuestra discusión sobre los juguetes sexuales y los límites
duros después de graduarme. Creo que en ese momento le dije que lo intentaría.
Ahora, en realidad viendo uno, no sé si es algo que quiero hacer. Lo examino una
vez más y lo coloco de regreso en el cajón.

—¿Y esto? —Saco un objeto de goma largo, negro, hecho de burbujas esféricas
disminuyendo gradualmente unidas entre sí, la primera grande y la última mucho
más pequeña. Ocho burbujas en total.

—Cuentas anales —dice Damon, mirándome con atención.

¡Oh! Las examino con fascinado horror. Todo esto, dentro de mí... ¡allí! No tenía ni
idea.

—Ellas tienen bastante efecto si las sacas en mitad del orgasmo —agrega de
manera casual.

—¿Esto es para mí? —susurro.

—Para ti. —Él asiente lentamente.

—¿Este es el cajón anal?
Él sonríe.

—Si te gusta.

Lo cierro rápidamente, enrojeciendo como un semáforo.

—¿No te gusta el cajón anal? —pregunta inocentemente, divertido. Lo miro y me
encojo de hombros, tratando de zafarme del impacto.

—No está en la parte superior de la lista en mi tarjeta de Navidad —murmuro con
indiferencia. Tentativamente, abro el segundo cajón. Él sonríe.

—El siguiente cajón contiene una selección de vibradores.
Cierro el cajón rápidamente.

—¿Y el siguiente? —susurro, palideciendo una vez más, pero esta vez de
vergüenza.

—Ese es más interesante.

¡Oh! Vacilante tiro para abrir el cajón, sin apartar mis ojos de su rostro hermoso,
pero más bien petulante. En el interior hay una gran variedad de artículos de metal
y algunos ganchos para tender ropa. ¡Pinzas de ropa! Cojo un dispositivo grande
de metal como un clip.

—Pinza genital —dice Damon. Se levanta y se mueve casualmente alrededor así
que está a mi lado. Lo regreso inmediatamente y elijo algo más delicado, dos
pequeños clips en una cadena.

—Algunos de estos son para el dolor, pero la mayoría son para el placer           —
murmura.

—¿Qué es esto?

—Pinzas para pezones; eso es para ambos.

—¿Para ambos? ¿Pezones?
Damon me sonríe.

—Bueno, hay dos pinzas, nena. Sí, ambos pezones, pero eso no es lo que quise
decir. Estos son para ambos, placer y dolor.
Oh. Él me la quita.

—Extiende tu dedo meñique.
Hago lo que él pide, y sujeta un clip a la punta de mi dedo. No es demasiado duro.

—La sensación es muy intensa, pero es cuando las quitamos que ellas son más
dolorosas y placenteras. —Me retiro la pinza. Hmm, eso podría ser bueno. Me
retuerzo ante el pensamiento.

—Me gusta el aspecto de estas —murmuro y Damon sonríe.

—¿Qué ahora, señorita Gilbert? Creo que puedo decirlo.



Asiento con la cabeza tímidamente, mordiéndome el labio. Él llega y sube mi
barbilla, así que libero mi labio inferior.

—Sabes lo que eso me hace —murmura.

Pongo las pinzas en el cajón, y Damon se inclina hacia adelante y saca dos más.

—Estas son ajustables. —Él las sostiene para que las inspeccione.

—¿Ajustable?

—Puedes usarlas muy apretadas… o no. Dependiendo de tu estado de ánimo.
¿Cómo hace que suene tan erótico? Trago, y para desviar su atención, saco un
dispositivo que se parece a un cortador de pasta con puntas.

—¿Esto? —Frunzo el ceño. Nada de hornear en la sala de juegos, sin duda.

—Eso es una rueda de Wartenberg59.

—¿Para?
Él se acerca y lo toma.

 —Dame tu mano. Palma hacia arriba.

Le ofrezco mi mano izquierda y la toma con suavidad, deslizando su pulgar sobre
mis nudillos. Un escalofrío me recorre. Su piel contra la mía, nunca deja de
emocionarme. Corre la rueda por encima de mi palma.

—¡Ah! —Los dientes muerden mi piel, hay más que sólo dolor. De hecho,
cosquillea ligeramente.

—Imagina eso sobre tus pechos —murmura Damon lascivamente.
                                                         
59 Rueda de Wartenbergh: es un dispositivo médico para uso neurológico. Fue diseñado
originalmente para poner a prueba las reacciones de los nervios, la sensibilidad.


¡Oh! Me ruborizo y jalo mi mano. Mi respiración y corazón aumentando la
frecuencia. Santo cielo.

—Hay una línea delgada entre el placer y el dolor, Elena —dice en voz baja
mientras se inclina y coloca el dispositivo en el cajón.

—¿Pinzas de ropa? —susurro.

—Puedo hacer mucho con pinzas de ropa. — Sus ojos grises queman.
Me apoyo contra el cajón por lo que se cierra.

—¿Eso es todo? —Damon se ve divertido.

—No… —Abro el cuarto cajón para ser confundida por una masa de cuero y
correas. Tiro de una de las correas... parece estar unida a una pelota.

—Mordaza de bola. Te mantiene callada —dice Damon, divertido una vez más.

—Límite suave —murmuro.

—Recuerdo —dijo—. Pero todavía puedes respirar. Tus dientes se sujetan sobre la
pelota. —Tomándola, él imitó una boca sujetando la pelota con sus dedos.

—¿Has usado una de estas? —pregunto.
Él se pone rígido y mira hacia mí.

—Sí.

—¿Para ocultar tus gritos?

Cierra sus ojos, y yo creo que es en exasperación.

 —No, eso no es para lo que son.
¿Oh?

—Se trata de control, Elena. ¿Cuán impotente te sentirías tú si estuvieras atada
y no pudieras hablar? ¿Qué confiada tendrías que estar, sabiendo que yo tengo
tanto poder sobre ti? ¿Que yo tengo que leer tu cuerpo y tu reacción, en lugar de
escuchar tus palabras? Te hace más dependiente, me pone en el control final.
Yo trago.

—Suenas como si lo extrañaras.

—Es lo que yo sé —murmura, mirándome. Sus ojos grises están muy abiertos y
serios, y el ambiente entre nosotros ha cambiado como si él estuviera en el
confesionario.

—Tú tienes poder sobre mí. Sabes que sí —le susurro.

—¿Sí? Tú me haces sentir... indefenso.

—¡No! —Oh Cincuenta...—. ¿Por qué?

—Porque eres la única persona que conozco que realmente podría hacerme daño.

—Él me alcanza y mete mi cabello detrás de la oreja.

—Oh, Damon... eso funciona en ambos sentidos. Si no me quisieras… —Me
estremezco, mirando hacia abajo a mis dedos retorcidos. Allí yace mi otra oscura
duda acerca de nosotros. Si él no estuviera tan... roto, ¿él me querría? Niego con la
cabeza. Tengo que tratar de no pensar así.

—Lo último que quiero hacer es hacerte daño. Te amo —murmuro, llegando a
pasar mis dedos por su patilla y frotar suavemente la mejilla. Él inclina su cara
hacia mi toque, deja caer la mordaza de regreso en el cajón, y llega hasta mí, sus
manos alrededor de mi cintura. Me tira contra él.

—¿Hemos terminado de mostrar y hablar? —pregunta, su voz suave y seductora.

Su mano se mueve hacia arriba de mi espalda a la nuca.

—¿Por qué? ¿Qué querías hacer?
Él se inclina y me besa suavemente, y me derrito contra él, sujetando sus brazos.

—Lena, casi fuiste atacada hoy. —Su voz es suave pero helada y cautelosa.

—¿Y? —pregunto, disfrutando de la sensación de su mano en mi espalda y su
proximidad. Empuja su cabeza hacia atrás y frunce el ceño hacia mí.
—¿Qué quiere decir con, “Y”? —reprende.

Miro a su encantadora y mal humorada cara, y yo estoy deslumbrada.

—Damon, estoy bien.

Él me envuelve en sus brazos, sosteniéndome cerca.

—Cuando pienso en lo que podría haber sucedido… —Respira, enterrando su cara
en mi cabello.

—¿Cuándo aprenderás que soy más fuerte de lo que me veo? —susurro
tranquilizadoramente en su cuello, inhalando su aroma delicioso. No hay nada
mejor en el planeta que estar en los brazos de Damon.

—Sé que eres fuerte —reflexiona Damon en voz baja. Besa mi cabello, y luego
para mi gran decepción, me libera. ¿Ah?

Agachándome pesco otro artículo del cajón abierto. Varias esposas unidas a una
barra. Lo sostengo.

—Eso —dice Damon, sus ojos oscureciéndose—, es una barra de separación con
restricciones de tobillo y muñeca.

—¿Cómo funciona? —pregunto, realmente intrigada. Mi Diosa interior asoma la
cabeza fuera de su búnker.

—¿Quieres que te enseñe? —jadea sorprendido, cerrando los ojos brevemente.
Parpadeo hacia él. Cuando abre los ojos, ellos están brillando.
Oh mi…

—Sí, quiero una demostración. Me gusta ser atada —susurro mientras mi Diosa
interior da un salto desde el búnker hacia su chaise longue.

—Oh, Lena —murmura él. De repente, se ve afligido.

—¿Qué?

—No aquí.

—¿Qué quieres decir?

—Yo te quiero en mi cama, no aquí. Ven. —Agarra la barra y mi mano, luego me
lleva rápidamente fuera de la habitación.
¿Por qué nos estamos yendo? Miro detrás de mí a medida que salimos.

—¿Por qué no allí?

Damon se detiene en las escaleras y mira hacia mí, su expresión seria.

—Lena, tú puedes estar lista para volver ahí, pero yo no lo estoy. La última vez que
estuvimos allí, me dejaste. Te lo sigo diciendo, ¿cuándo entenderás?           —Frunce
el ceño, liberándome así él pueda gesticular con su mano libre—. Toda mi actitud
ha cambiado como resultado. Mi perspectiva completa de la vida ha cambiado
radicalmente. Te he dicho esto. Lo que no te he dicho es…    —Se detiene y se pasa
la mano por el pelo, buscando las palabras correctas—. Soy como un alcohólico en
recuperación, ¿está bien? Esa es la única comparación que puedo sacar. La
compulsión se ha ido, pero no quiero poner la tentación en mi camino. No quiero
hacerte daño.

Él se ve tan lleno de remordimientos, y en ese momento, unas afiladas lanzas
producen dolor a través de mí. ¿Qué le he hecho a este hombre? ¿He mejorado su
vida? Él era feliz antes de conocerme a mí, ¿no?

—No puedo soportar hacerte daño, porque te amo —añade, mirándome, su
expresión de sinceridad absoluta como un niño pequeño diciendo una verdad muy
simple.

Él es completamente inocente, y me quita el aliento. Lo adoro más que a nada ni a
nadie. Amo a este hombre incondicionalmente.

—¿Quieres que te folle en las escaleras? —murmura, su respiración es irregular—.
Porque en este momento, lo haría.


—Sí —murmuro y me aseguro que mi oscura mirada se encuentre con la suya
Me mira, sus ojos entrecerradas y pesados.

—No. Te quiero en mi cama. —De repente me levanta sobre su hombro,
haciéndome quejarme en voz alta y me pega con fuerza en el trasero, lo cual me
hace quejarme de nuevo. Mientras baja las escaleras, se agacha para levantar la
barra caída.

La señora Jones va saliendo del cuarto de servicio cuando pasamos por el pasillo.
Nos sonríe, y le dirijo una apologética inclinación de cabeza. No creo que Damon
la notara.
En el cuarto, me pone de nuevo en mis pies y tira la barra en la cama.

—No creo que vayas a herirme —suspiro.

—Tampoco creo que vaya a hacerlo —dice, toma mi cabeza entre sus manos y me
besa, largo y con fuerza, incendiando mi sangre ya caliente—. Te deseo mucho —
susurra contra mi boca, jadeando—. ¿Estás segura de esto? Después de lo de hoy…

—Sí, yo también te deseo. Quiero desvestirte. —No puedo esperar a tener mis
manos en él, mis dedos pican por tocarle.

Sus ojos se ensanchan por un momento, duda, quizás reconsiderando mi petición.
—No te tocaré si no quieres que lo haga —susurro.

—No —responde rápidamente—,  hazlo. Está bien, estoy bien —murmura.

Suavemente suelto un botón y mis dedos se deslizan en su camisa hasta el
siguiente. Sus ojos están grandes e iluminados, sus labios entreabiertos para
respirar. Es tan hermoso, incluso en su temor… por su temor. Me deshago del
tercer botón y noto su suave vello entre la gran V de su camiseta.

—Quiero besarte ahí —murmuro.

Él inhala con fuerza.

—¿Besarme?

—Sí —murmuro.

Jadea mientras me deshago del siguiente botón y lentamente me inclino, dejando
clara mi intención. Está conteniendo su aliento, pero se queda quieto mientras
planto un suave beso entre su suaves y expuestos rizos. Me deshago del último
botón y levanto la mirada hacia él. Me está mirando fijamente, y hay una expresión
de satisfacción, calma y maravilla en su rostro.

—Se vuelve más fácil, ¿cierto? —susurro.
Él asiente mientras lentamente saco su camisa sobre sus hombros y la dejo caer al
piso.

—¿Qué me has hecho Lena? —murmura—. Sea lo que sea, no te detengas. —Y me
agarra en sus brazos, apretando ambas manos en mi cabello y tirando mi cabeza
hacia atrás para poder tener libre acceso a mi garganta.
Desliza sus labios por mi mandíbula, pellizcando suavemente. Gimo. Oh, deseo a
este hombre. Mis dedos vuelan a su cintura, quitando el botón y bajando el cierre.

—Oh nena —suspira y me besa detrás de la oreja. Siento su erección, firme y
fuerte, tirante contra mí. Lo quiero… en mi boca. Me hecho hacia atrás
abruptamente y caigo en mis rodillas.

—Whoa —jadea.

Tiro de sus pantalones y bóxers con fuerza, se libera. Antes de que pueda
detenerme, lo meto en mi boca, succionando con fuerza, disfrutando su
sorprendido asombro mientras su boca se abre. Baja la mirada a mí, observando
cada uno de mis movimientos, sus ojos tan oscuros y llenos de felicidad carnal. Oh
Dios. Cierro los dientes y succiono con más fuerza. Él cierra sus ojos y se entrega a
ese placer carnal que está despertando. Sé que hacerle, y es hedonista, liberador, y
candente como el infierno. El sentimiento es embriagador, no soy sólo poderosa,
soy omnisciente.

—Dios —sisea y suavemente toma mi cabeza, flexionando sus caderas para
meterse más profundo en mi boca. Oh sí, quiero esto y enrollo mi lengua alrededor
de él, chupando con fuerza… una y otra vez.


—Lena… —Trata de alejarse.
Oh no lo harás, Salvatore. Te deseo. Tomo sus caderas firmemente, doblando mis
esfuerzos, y puedo decir que ya está cerca.

—Por favor —jadea—. Me vengo, Lena —gime.

Bien. La cabeza de mi Diosa interna se lanza hacia atrás por el éxtasis, y él se viene,
gimiendo y húmedamente en mi boca.
Abre sus brillantes ojos grises, bajando su mirada hacia mí, y le sonrió, lamiendo
mis labios. Él me sonríe, una malvada y sucia sonrisa.

—Oh, ¿este es el juego que estamos jugando, señorita Gilbert? —Se dobla, toma mis
manos bajo sus hombros, y me pone de pie. De repente su boca está en la mía.
Gime.

—Me puedo saborear. Tú sabes mejor —murmura contra mis labios. Quita mi
camiseta y la tira descuidadamente al piso, luego me levanta y me tira en la cama.
Tomando mi suéter lo jala tan abruptamente que se quita sin que yo siquiera me
mueva. No llevo ropa interior, tendida sobre su cama. Esperando, esperando. Sus
ojos me embriagan, lentamente se quita la ropa que aún tiene puesta, sin quitar sus
ojos de mí.

—Eres una mujer hermosa, Elena —murmura con aprecio.
Mmmm… ladeo mi cabeza coquetamente hacia un lado y le sonrió.

—Tú eres un hombre hermoso, Damon, y sabes poderosamente bien.
Me dirige una sonrisa malvada y alcanza la barra separadora. Tomando mi tobillo
izquierdo, rápidamente lo agarra, apretando la hebilla con fuerza, pero no
demasiado. Calcula cuánto espacio tengo, deslizando su dedo entre el brazalete y
mi tobillo. No quita sus ojos de mí; no necesita ver qué está haciendo. Mmm… lo
ha hecho antes.

—Tendremos que ver cómo sabe. Si mal no recuerdo, es un raro y exquisito
manjar, señorita Gilbert.

Oh.
Agarrando mi otro tobillo, de manera rápida y eficiente también lo amarra, de esta
manera mis pies están separados entre sí por sesenta centímetros de ancho.

—Lo bueno de este separador es, que se expande —murmura. Presiona algo en la
barra, luego empuja, y así mis pies están separados aún más. Whoa, por noventa
centímetros. Mi boca se abre, luego tomo un respiro profundo. Mierda, esto es
excitante. Estoy en llamas, inquieta y necesitada.
Damon lame su labio inferior.

—Oh, vamos a tener algo de diversión con esto Lena. —Se inclina hacia el
separador y lo gira, así quedo recostada de frente. Eso me toma por sorpresa.

—¿Ves lo que puedo hacerte? —dice sombríamente mientras lo gira de nuevo, así
estoy de nuevo recostada en mi espalda, con la boca abierta hacia él, jadeante.

—Estas otras esposas son para tus manos. Pensaré en eso. Depende en si te
comportas o no.

—¿Cuándo no me comporto?

—Puedo pensar en un par de infracciones —dice suavemente, deslizando sus
dedos por las plantas de mis pies. Hace cosquillas, pero la barra me mantiene en
mi lugar, aunque trate de retorcerme para alejarme de sus dedos.

—Tu BlackBerry, una.
Jadeo.

—¿Qué vas a hacer?

—Oh, yo nunca revelo mis planes. —Sonríe, sus ojos encendidos por la diablura.
Santo cielo. Es tan alucinantemente sexy, me quita el aliento.

Se arrastra en la cama para arrodillarse entre mis piernas, gloriosamente desnudo,
y yo estoy indefensa.

—Mmm. Estás tan expuesta, señorita Gilbert. —Desliza los dedos de ambas manos
en el interior de mis dos piernas, lentamente, con seguridad, dibujando pequeños
patrones circulares. Sin nunca perder su contacto visual conmigo.

—Es todo sobre expectación Lena. ¿Qué te haré? —Sus suaves palabras penetran en
lo más profundo y oscuro de mí. Me retuerzo sobre la cama y gimo. Sus dedos
continúan su lento recorrido en mis piernas, pasa la parte de atrás de mis rodillas.
Instintivamente, quiero cerrar mis piernas pero no puedo.

—Recuerda, si no te gusta algo, simplemente dime que me detenga —murmura.
Doblándose para besar mi vientre, suaves y succionantes besos, mientras sus
manos continúan su camino ascendente hacia el interior de mis muslos, tocando y
burlándose.

—Oh, por favor, Damon —suplico.

—Oh, señorita Gilbert. He descubierto que puede ser despiadada en sus asaltos
amorosos hacia mí, creo que debería devolverle el favor.

Mis dedos agarran el edredón mientras me entrego a él, su boca suavemente va
descendiendo, y sus dedos ascendiendo, hacia el vulnerable y expuesto vértice
entre mis muslos. Gimo mientras desliza sus dedos en mi interior y encorvo mi
pelvis para encontrarlos. Damon gime en respuesta.

—Nunca dejas de sorprenderme Lena. Estás tan mojada —murmura contra la línea
que une mi vello púbico con mi vientre. Mi cuerpo se encorva cuando su boca me
encuentra.

Oh mi…

Empieza un lento y sensual asalto, su lengua gira una y otra vez mientras sus
dedos se introducen en mí. Ya que no puedo cerrar mis piernas o moverme, es
intenso, realmente intenso. Mi espalda se arquea y trato de absorber las
sensaciones.

—Oh, Damon —grito.


—Lo sé, nena —susurra, y se pone sobre mí y sopla suavemente sobre la parte más
sensible de mi cuerpo.

—¡Agh, por favor! —ruego.

—Di mi nombre —ordena.

—Damon —grito, difícilmente reconozco mi propia voz, se escucha tan aguda y
necesitada.

—De nuevo —resopla.

—Damon, Damon, Damon Salvatore —grito con fuerza.

—Eres mía. —Su voz es suave y mortal y con un último movimiento de su lengua,
caigo —espectacularmente— abrazando mi orgasmo, y debido a que mis piernas
están separada, sigue y sigue y me pierdo en él.

Vagamente soy consciente de que Damon me ha puesto de frente.

—Vamos a tratar esto nena. Si no te gusta, o es muy incómodo, me lo dices, y nos
detendremos.
¿Qué? Estoy demasiado perdida en el resplandor para formar algún pensamiento
consciente o coherente. Estoy sentada en el regazo de Damon. ¿Cómo pasó esto?

—Inclínate hacia abajo, nena —murmura en mi oído—, cabeza y pecho en la cama.
En medio del aturdimiento hago lo que se me dice. Tira mis dos manos hacia atrás
y las ata a la barra, juntos a mis tobillos. Oh… mis rodillas están inmóviles, mi
trasero en el aire, totalmente vulnerable, completamente suyo.

—Lena, luces tan hermosa. —Su voz llena de maravilla, y escucho el rasgado de
una hoja de papel aluminio. Desliza sus dedos desde la base de mi columna hasta
mi sexo y se detiene un momento sobre mi trasero.

—Cuando estés lista, quiero esto también. —Su dedo se mete en mí. Jadeo en voz
alta y me siento tensa bajo su suave sondeo—. No hoy, dulce Lena, pero un día… te
amaré de todas la maneras. Quiero poseer cada pulgada de ti. Eres mía.


Pienso en la prueba anal, y todo lo que aprieta en mi interior. Sus palabras me
hacen gemir, y sus dedos se mueven arriba y giran hacia un territorio más familiar.
Momentos después, me la está metiendo.

—¡Augh! Suave —grito, y se detiene.

—¿Estás bien?

—Suave… déjame acostumbrarme.

Se mete lentamente en mí, luego se sale lentamente, me llena, se extiende en mi
interior, dos, tres veces, y no puedo hacer nada.

—Sí, bueno, creo que estoy bien —murmuro, disfrutando de la sensación.

Él gime, y aumenta su ritmo. Moviéndose, moviéndose… implacable… hacia
adelante, hacia adentro, llenándome… y es exquisito. Hay alegría en mi
desamparo, alegría en mi rendición hacia él, y en el saber de que puede perderse
en mí de la manera en la que le gusta. Puedo hacerlo. Me lleva a esos oscuros
lugares, lugares que no sabía que existían, y juntos los llenamos de luz. Oh sí…
ardiente, brillante luz.

Me dejo ir, enorgulleciéndome de lo que está haciéndome, encontrando mi dulce,
dulce liberación, mientras me vengo de nuevo en voz alta, gritando su nombre. Y
se detiene, vertiendo su corazón y su alma en mi interior.

—Lena, nena —grita y colapsa a mi lado.

*  *  *

Sus dedos con destreza desatan las correas, y masajea mis tobillos y luego mis
muñecas. Cuando ha terminado y soy finalmente libre, me toma en sus brazos y
me dejo ir, exhausta.
 
Cuando emerjo de nuevo, estoy encorvada a su lado y me está mirando. No tengo
idea de qué hora es.

—Podría verte dormir por siempre Lena —murmura y besa mi frente. Sonrió y me
desplazo lánguidamente a su lado.

—No quiero dejarte ir jamás —dice en voz baja y envuelve sus brazos alrededor de
mí.
Mmm.

—Nunca querré irme. Nunca me dejes ir —murmuro soñolientamente, mis
parpados rehusándose a abrir.

—Te necesito —susurra, pero su voz es distante, etérea parte de mis sueños. Me
necesita… me necesita… y finalmente me dejo caer en la oscuridad, mis últimos
pensamientos son los de un pequeño niño con ojos grises sucio, desordenado, con
cabello cobrizo sonriendo tímidamente hacia mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...