Capítulo 10
Le dieron de alta en el hospital al
día siguiente. Regresó al hotel, en donde April Young la recibió con cariño
maternal.
Sólo Dios sabía qué explicación dio a
Damon de su accidente, pero con certeza no era la verdadera. Lo averiguó frente
a una taza de té que, en son de bienvenida, le ofreció April.
—Debes haberte aterrorizado cuando creíste que alguien trataba
de meterse en la tienda. Supongo que, después de vivir en Londres, cualquier
ruido extraño debe alarmarte, mas sólo era Damon que verificaba que todo
estuviese en orden ya que vio tu luz encendida. Comentó que al llamar a tu
puerta te sobresaltó y caíste, pero que, para tu fortuna, dejaste la puerta
principal abierta y así pudo entrar. Me alegro de que ya estés bien.
En el hospital le recomendaron que
tomase las cosas con calma durante unos días, pero la casa ya estaba lista y
ansiaba mudarse. Sus pedidos ya estaban llegando y su anuncio solicitando una
asistente aparecería en el periódico; tenía mucho que hacer para perder el
tiempo esperando. Ya contaba con la mayor parte de sus muebles y los anaqueles
de la librería estaban en su sitio.
Ocupó su casa nueva, a mediados de la
semana. Bonnie insistió en ayudarla, impidiéndole cargar cajas pesadas.
La respuesta al anuncio fue
abrumadora. Seleccionaría entre las solicitudes de empleo y entrevistaría a
media docena de candidatas.
La esperaba un verano muy atareado.
Primero, la recepción para la inauguración de la librería; luego, vendría el
festival de verano y, antes de que se diese cuenta, llegaría noviembre y el
nacimiento de su hijo. Después de cenar, no obstante sentirse muy cansada, bajó
a acomodar los libros nuevos.
El seleccionar qué libros pedir fue
una de las tareas más difíciles y confiaba en que su elección hubiese sido
acertada. Por necesidad, tendría que asignar un gran espacio a las ediciones
populares y todavía analizaba la posibilidad de incluir tarjetas de felicitación
y papel para regalos. Además, una amiga comentó que era muy raro encontrar en
el pueblo pinturas, pinceles y lienzos para los artistas. Casi siempre tenían
que ir hasta Gloucester, y Elena analizaba la posibilidad de llevar esa línea
de productos.
El festival de verano se efectuaría
en menos de un mes, a mediados de septiembre, explicándole Bonnie que también
era para celebrar el inicio de las cosechas.
Proyectaba hacer la fiesta de inauguración en la primera semana
de septiembre y, a sugerencia de Bonnie, contrató a dos agrupaciones femeninas
para que se encargaran del servicio.
—Son muy buenas en eso y así ganarán algún dinero para reparar
el techo de la iglesia.
Empezó a acomodar los libros, en su
mayoría diccionarios y libros de consulta, en los anaqueles.
Si se casaba con Damon tendría que
abandonar todo eso. Se sorprendió de lo poco que le importaba ya. Le sería
fácil separar la casa de la tienda, arrendar la primera y conseguir quién
administrase la segunda. Su presencia sería necesaria en la granja, como esposa
de Damon. Tuvo una sensación de placer al imaginarse casada con Damon; pero, de
pronto, volvió a la realidad al recordar su reacción al decirle que aceptaba su
propuesta matrimonial.
Qué irónico era que después de
rechazar cualquier relación con él, en el momento en que ella decidió que su
amor y necesidad de él eran más importantes que sus temores, Damon fuese quien
daba marcha atrás.
La euforia la abandonó y se dejó
hundir en la desesperación.
Estaba en lo cierto cuando temía
enamorarse de él, se dijo al terminar la tarea de acomodar libros.
La velada se presentaba interminable
ante ella. ¿Qué estaría haciendo Damon? Su madre ya estaba en casa, quizá
cenaban juntos o, quizá, Damon estaría trabajando en algún sitio de la granja.
El teléfono sonó y, presurosa, acudió
a tomar la llamada, mas sólo se trataba de Bonnie que la invitaba a almorzar
con ellos el domingo. Elena quería aceptar, pero con seguridad Damon estaría
allí y a él correspondía la siguiente jugada. No quería que llegara a pensar
que trataba de empujarlo al matrimonio o cualquier otra cosa, por lo que se
negó.
El rumiar su dolor no iba a hacerle
ningún bien, se dijo. Tenía mucho por hacer y el trabajo la ayudaría a sacar a Damon
de su mente. Laboró hasta tarde, pero no le fue posible olvidarse de él, y al
meterse en la cama, recordó que allí le hizo el amor y que se volvió en su
contra cuando descubrió la verdad. Se dijo que fue tonto de su parte el dar a
su supuesto marido el nombre de su amiga, pero se atemorizó al enterarse de que
Damon estaría muy cerca de ella y ése fue el primer nombre en el que pensó.
El descanso en el hospital debió
serle benéfico, decidió dos días más tarde después de una visita de rutina que
puso término a cualquier duda que abrigara respecto a su salud y la del niño.
Los dos se encontraban en perfecto estado de salud y, como premio adicional,
estaba tan llena de energía que había realizado más trabajo que el que nunca
anticipó.
Miró la hora, mientras conducía.
Contaba con menos de una hora para la primera entrevista de la tarde.
Entrevistaría a seis chicas. Mientras estuvo en la televisora, tuvo jóvenes a
sus órdenes, por lo que no abrigaba ningún temor a contratar a una colegiala.
Llegó a la librería con media hora de
antelación y, al recordar la recomendación médica de ganar más peso, se preparó
un generoso almuerzo a base de vegetales. Acababa de recoger la mesa cuando oyó
que llamaban a la puerta de la librería. La primera solicitante resultó ser una
tímida chica de dieciocho años, con el cabello desaliñado y temerosos ojos
azules. Elena logró relajarla e inició la entrevista.
Cerca de las seis despidió a la
última candidata. Revisó las notas que había tomado. La decisión estaba hecha,
pero quería estar segura.
A las siete se levantó y se
desperezó. Sí, estaba en lo cierto. La chica que mejor la impresionó era un
tanto estrafalaria en el peinado y en el vestido, mas era inteligente, la mayor
de cuatro hijos y, por tanto, acostumbrada a tratar con niños. Sumó bien las
operaciones aritméticas que Elena le ordenó, sin errores y sin la ayuda de una
calculadora. También trabajó en una tienda en un empleo temporal, y Elena
confiaba en poder enseñarla a hacerse cargo de algunas tareas administrativas.
Mordisqueó la pluma y analizó los nombres anotados en su libreta.
Mary White era el nombre de la
primera chica que entrevistó. Demasiado retraída y tímida para asumir
responsabilidad plena del negocio, pero detectó en ella un buen potencial. Con
un poco de ayuda... Volvió a morder la pluma y tomó la decisión. Ofrecería
trabajo de medio tiempo a Mary, habría ocasiones en las que necesitaría a las
dos chicas. Como en Navidad, por ejemplo. Sacó su máquina de escribir portátil
y empezó a trabajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario