Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

01 abril 2013

Shades Capitulo 19


Miro fijamente las llamas, hipnotizada. Bailan y ondean brillantes llamas
de color naranja con puntas de azul cobalto en la chimenea del
departamento de Damon. Y a pesar del calor que irradia del fuego y
la manta envuelta alrededor de mis hombros, estoy fría. Calada hasta los huesos.
Soy consciente de las voces que hablan en susurros, muchas voces que hablan en
susurros. Pero están en el fondo, un zumbido distante. No escucho las palabras.



Todo lo que puedo oír, todo en lo que me puedo enfocar, es el suave siseo de los
gases de la chimenea.

Mis pensamientos regresan a la casa que vimos ayer y las enormes chimeneas:
chimeneas reales, de las que utilizan madera. Me gustaría hacer el amor con

Damon frente a un fuego real. Me gustaría hacer el amor con Damon frente a
este fuego. Sí, eso sería divertido. Sin duda, él pensaría en algún modo de hacerlo
memorable al igual que todas las veces que hemos hecho el amor. Resoplo con
ironía para mí misma, incluso las veces en que sólo estábamos follando. Sí, esas
son bastante memorables, también. ¿Dónde está?

Las llamas brillan y titilan, manteniéndome cautiva, manteniéndome entumecida.
Me enfoco únicamente en su belleza de combustión y ardor. Son embrujadoras.
Elena, me has embrujado.

Él dijo eso la primera ves que durmió conmigo en mi cama. Oh no…
Envuelvo mis brazos a mi alrededor, y el mundo colisiona sobre mí y la realidad se
desangra en mi consciencia. El aterrador vacío en mi interior se expande un poco
más. Charlie Tango está desaparecido.


—Lena. Aquí. —Gentilmente me engatusa la señora Jones, su voz me trae de
regreso a la habitación, al ahora, a la angustia. Me entrega una taza de té. Tomo la
taza y el platillo con gratitud, el ruido que hacen traiciona mis manos temblorosas.

—Gracias —suspiro, mi voz ronca por las lágrimas contenidas y el gran bulto en
mi garganta.

Mia se sienta frente a mí en el más que largo sofá en forma de “U”, tomada de las
manos con Grace. Ellas me miran, dolor y ansiedad grabados en sus bellos rostros.
Grace se ve mayor, como una madre preocupada por su hijo. Parpadeo
desapasionadamente en su dirección. No puedo ofrecerles una sonrisa
tranquilizadora, ni siquiera una lágrima… no hay nada, sólo vacuidad y un vacío
cada vez mayor. Miro a Elliot, Stefan y a Ethan, quienes están de pie en la barra de
desayuno, con sus rostros serios, hablando en voz baja. Discutiendo algo en suaves
tonos bajos. Detrás de ellos, la señora Jones se mantiene ocupada en la cocina.
Katrina está en la sala de TV, monitoreando las noticias locales. Escucho el tenue
chillido de la enorme televisión de plasma. No puedo soportar ver la noticia una
vez más —CHRISTIAN GREY DESAPARECIDO— su hermoso rostro en la
televisión.

Extrañamente, se me ocurre que nunca he visto a tanta gente en esta habitación, sin
embargo siguen siendo eclipsados por su gran tamaño. Pequeñas islas de perdidas
y ansiosas personas en el hogar de mi Cincuenta. ¿Qué pensaría él de que ellos
estén aquí?

En algún lugar, Niklaus y Carrick están hablando con las autoridades que nos
alimentan con goteos de información, pero nada tiene sentido. El hecho es, que él
está desaparecido. Ha estado desaparecido por ocho horas. Ni una señal, ni una
palabra de él. La búsqueda se ha suspendido: eso sí lo sé. Sencillamente está
demasiado oscuro. Y no sabemos dónde está. Podría estar herido, hambriento, o
peor. ¡No!

Ofrezco otra plegaria silenciosa a Dios. Por favor deja que Damon esté bien. Por favor
deja que Damon esté bien. Lo repito una y otra vez en mi cabeza: mi mantra, mi
salvación, algo concreto a lo que aferrarme en mi desesperación. Me rehúso a
pensar en lo peor. No, no vayas ahí. Hay esperanza.
Tú eres mi salvación.

Las palabras de Damon regresan para atormentarme. Sí, siempre hay esperanza.
No debo desesperarme. Sus palabras se hacen eco a través de mi mente.
Ahora soy un firme defensor de la gratificación inmediata. Carpe diem, Lena.
¿Por qué no aproveché el día?

Estoy haciendo esto porque finalmente he encontrado a alguien con quien quiero pasar el
resto de mi vida.
Cierro mis ojos en una plegaria silenciosa. Por favor, no dejes que el resto de su vida sea
así de corta. Por favor, por favor. No hemos tenido suficiente tiempo… necesitamos
más tiempo. Hemos hecho tanto este último par de semanas, hemos llegado tan
lejos. No puede acabar. Todos nuestros momentos de ternura: la barra de labios,
cuando me hizo el amor por primera vez en el hotel Olympic, él sobre sus rodillas
ofreciéndose a mí, finalmente dejándome tocarlo.

Soy el mismo, Lena. Te amo y te necesito. Tócame. Por favor.
Oh, lo amo también. Seré nada sin él, nada más que una sombra… toda la luz
eclipsada. No, no, no… mi pobre Damon.
Este soy yo, Lena. Todo mi ser… y soy todo tuyo. ¿Qué hago para que te des cuenta de eso?
Para que te des cuenta de que te quiero de cualquier forma en que pueda tenerte. Que te
amo.

Y yo a ti, mi Cincuenta.
Abro mis ojos y observo sin ver el fuego una vez más, recuerdos de nuestro tiempo
juntos revoloteando por mi mente: su alegría infantil cuando estábamos
navegando y deslizándonos; su suave, sofisticada, y caliente como el demonio
apariencia en el baile de máscaras; bailando, oh sí, bailando aquí en el
departamento al ritmo de Sinatra, girando alrededor de la habitación; su silenciosa
y ansiosa esperanza ayer en la casa… esa impresionante vista.


Pondré mi mundo a tus pies, Elena. Te quiero a ti, en cuerpo y alma, para siempre.
Oh, por favor, deja que esté bien. No puede haberse ido. Él es el centro de mi
universo.

Un sollozo involuntario se escapa de mi garganta, y presiono mi mano contra mi
boca. No. Debo ser fuerte.
Stefan está repentinamente a mi lado, ¿o lo ha estado desde hace un tiempo? No
tengo idea.

—¿Quieres llamar a tu mamá o a tu papá? —pregunta con amabilidad.

¡No! Sacudo la cabeza y aprieto la mano de Stefan. No puedo hablar, sé que me
desmoronaré si lo hago, pero el cálido y suave apretón de su mano no me ofrece
ningún consuelo.

Oh, mamá. Mis labios tiemblan al pensar en mi madre. ¿Debería llamarla? No. No
podría lidiar con su reacción. Tal vez Matt, él no se pondría emocional… nunca se
pone emocional, ni siquiera cuando los Mariners pierden.

Grace se levanta para unirse a los chicos, distrayéndome. Ese debe ser el tiempo
más largo que pasó quieta. Mia viene a sentarse junto a mí y agarra mi otra mano.

—Él regresará —dice ella, su voz inicialmente determinada pero quebrándose al
final. Sus ojos se ven enormes y enrojecidos, su rostro pálido y agotado por la falta
de sueño.

Miro a Ethan, que está observando a Mia y a Elliot, quien tiene sus brazos
alrededor de Grace. Miro el reloj. Son pasadas las once, avanzando hacia la
medianoche. ¡Maldito tiempo! Con cada hora que pasa, el vacío interminable se
expande, consumiéndome, ahogándome. Sé que muy profundo en mi interior me
estoy preparando, preparando para lo peor. Cierro mis ojos y elevo otra plegaria
silenciosa, aferrando las manos de Mia y Stefan.

Abriéndolos de nuevo, miro las llamas una vez más. Puedo ver su tímida sonrisa:
mi favorita de todas sus expresiones, un vistazo del Damon real, mi Damon
real. Él es tantas personas: loco del control, Gerente General, acosador, dios del
sexo, dominante —y al mismo tiempo— un absoluto niño con sus juguetes. Sonrío.
Su auto, su bote, su avión… Charlie Tango… no… no… mi chico perdido, realmente
es mi chico perdido ahora. Mi sonrisa se desvanece y el dolor me atraviesa. Lo
recuerdo en la ducha, enjuagándose las marcas del lápiz labial.
No soy nada, Elena. Soy la carcasa de un hombre. No tengo corazón.
El bulto en mi garganta se expande. Oh, Damon, sí lo tienes, tienes un corazón, y
es mío. Quiero amarlo por siempre. A pesar de que él es tan complejo y difícil, lo
amo. Siempre lo amaré. Nunca habrá alguien más. Jamás.

Recuerdo estar sentada en Starbucks analizando mis pros y contras sobre
Damon. Todos esos contras, incluso esas fotografías que encontré esta mañana,
son insignificantes ahora. Sólo está él, y la duda de si es que regresará. Oh, por
favor, Señor, tráelo de regreso, por favor déjalo estar bien. Iré a la iglesia… haré cualquier
cosa. Oh, si él regresaba, iba a aprovechar el día. Su voz se hace eco en mi cabeza
una vez más: Carpe diem, Lena.

Miro con profundidad el fuego, las llamas todavía lamen y se encrespan unas
alrededor de las otras, ardiendo brillantemente. Entonces Grace grita, y todo
comienza a suceder en cámara lenta.

—¡Damon!

Giro mi cabeza a tiempo de ver a Grace gritando al otro lado de la enorme sala en
el sitio donde se había estado paseando en alguna parte detrás de mí, y ahí en la
entrada se encuentra de pie un consternado Damon. Está vestido en mangas de
camisa y pantalones de traje, y está sujetando su chaqueta azul marino, zapatos y
calcetines. Se ve cansado, sucio, y completamente hermoso.

Mierda santa… Damon. Está vivo. Lo miro aturdida, intentando descubrir si estoy
alucinando o si realmente él está aquí.

Su expresión es una de absoluto desconcierto. Deposita su chaqueta y zapatos en el
suelo justo a tiempo para atrapar a Grace, quien lanza sus brazos alrededor de su
cuello y lo besa con fuerza en la mejilla.

—¿Mamá?

Damon la mira, completamente perdido.

—Pensé que nunca te vería otra vez —susurra Grace, expresando nuestro miedo
colectivo.

—Mamá, estoy aquí. —Escucho la consternación en su voz.

—Morí de mil formas hoy —susurra ella, su voz apenas audible, haciendo eco de
nuestros pensamientos. Ella jadea y solloza, sin ser capaz ya de reprimir sus
lágrimas. Damon frunce el ceño, horrorizado o mortificado —no sé cuál de las
dos— y luego, después de un segundo, la envuelve en un enorme abrazo,
sosteniéndola cerca.

—Oh, Damon —se ahoga ella, envolviendo sus brazos a su alrededor, sollozando
en su cuello —todo el auto control olvidado— y Damon no se opone. Sólo la
sostiene, balanceándolos de atrás hacia adelante, consolándola. Produciendo una
piscina de lágrimas en mis ojos.
Carrick grita desde el pasillo:

—¡Está vivo! ¡Mierda… estás aquí! —Aparece desde la oficina de Niklaus,
sosteniendo su móvil, y los abraza a ambos, con los ojos cerrados en dulce alivio.

—¿Papá?

Mia chilla algo inteligible a mi lado, y luego está de pie, corriendo, uniéndose a sus
padres, abrazándolos a todos, también.

Finalmente las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Él está aquí, está bien.
Pero no puedo moverme.

Carrick es el primero en separarse, limpiándose los ojos y palmeando el hombro de
Damon. Mia los libera y Grace da un paso atrás.

—Lo lamento —murmura.

—No, mamá, no pasa nada —dice Damon, la consternación todavía evidente en
su rostro.

—¿Dónde estabas? ¿Qué sucedió? —Grace llora y apoya su cabeza en sus manos.


—Mamá —murmura Damon. La atrae hacia sus brazos otra vez y besa la parte
superior de su cabeza—. Estoy aquí. Estoy bien. Sólo me tomó una cantidad
infernal de tiempo regresar desde Portland. ¿Qué hay con lo del comité de
bienvenida? —Levanta la mirada y escanea la habitación hasta que sus ojos se
traban con los míos.

Parpadea y mira brevemente a Stefan, quien deja ir mi mano. La boca de Damon se
tensa. Bebo de su vista y el alivio se dispersa a través de mí, dejándome agotada,
exhausta, y completamente eufórica. Sin embargo mis lágrimas no se detienen.
Damon regresa su atención a su madre.

—Mamá, estoy bien. ¿Qué está mal? —dice Damon de forma tranquilizadora.

Ella pone sus manos a cada lado de su rostro.

—Damon, has estado desaparecido. Tu plan de vuelo… nunca llegaste a Seattle.
¿Por qué no nos contactaste?

Las cejas de Damon se levantan en sorpresa.

—No pensé que me fuera a tomar todo este tiempo.

—¿Por qué no llamaste?

—Mi móvil se quedó sin batería.

—¿No te detuviste… a llamar por cobrar?

—Mamá…  es una larga historia.

—¡Oh, Damon! ¡Nunca te atrevas a hacerme eso otra vez! ¿Entiendes? —casi le
grita ella.

—Sí, mamá. —Él limpia sus lágrimas con su pulgar y la abraza una vez más.

Cuando ella se compone, él la libera para abrazar a Mia, quien lo golpea con fuerza
en el pecho.

—¡Nos tenías tan preocupados! —suelta ella, y, también, está llorando.

—Estoy aquí ahora, por el amor de Dios —murmura Damon.

A medida que Elliot avanza, Damon le entrega a Mia a Carrick, quien ya tiene un
brazo alrededor de su esposa. Enrosca el otro alrededor de su hija. Elliot abraza a
Damon brevemente, para gran sorpresa de Damon, y lo golpea con fuerza en la
espalda.

—Me alegro de verte —dice Elliot en voz alta, aunque un poquito brusco,
intentando ocultar su emoción.

Mientras las lágrimas corren por mi rostro, puedo verlo todo. La gran sala está
bañada en ello: amor incondicional. Él lo tiene en abundancia; sencillamente nunca
lo ha aceptado antes, e incluso ahora está totalmente perdido.

¡Mira, Damon, todas estas personas te aman! Tal vez ahora comenzarás a creerlo.
Katrina está de pie detrás de mí —debe haber dejado el cuarto de TV— y acaricia
suavemente mi cabello.

—Realmente está aquí, Lena —murmura de forma reconfortante.

—Ahora voy a decirle hola a mi chica —le dice Damon a sus padres. Ambos
asienten, sonríen, y dan un paso al costado.

Él se mueve hacia mí, sus ojos grises brillantes, aunque todavía cansados y
aturdidos. Desde algún lugar profundo en mi interior, encuentro la fuerza para
ponerme de pie y saltar a sus brazos abiertos.

—¡Damon! —sollozo.

—Tranquila —dice él y me sostiene, enterrando su rostro en mi cabello e inhalando
profundamente. Levanto mi cara llena de lágrimas hacia la suya, y me besa
demasiado brevemente.

—Hola —murmura.

—Hola —susurro en respuesta, un bulto en la parte posterior de mi garganta
ardiendo.

—¿Me extrañaste?

—Un poquito.

Él sonríe.

—Puedo decirlo. —Y con un suave toque de su mano, limpia las lágrimas que se
niegan a dejar de correr por mis mejillas.

—Pensé… pensé… —me ahogo.

—Puedo verlo. Tranquila… estoy aquí. Lo lamento. Más tarde —murmura, y me
besa castamente de nuevo.

—¿Estás bien? —pregunto, liberándolo y tocando su pecho, sus brazos, su cintura
—oh, la sensación de este cálido, vital, sensual hombre bajo mis dedos— me
reasegura que él está aquí, de pie frente a mí. Está de regreso. Ni siquiera se
inmuta. Sólo me mira intensamente.

—Estoy bien. No iré a ninguna parte.

—Oh, gracias Dios. —Lo aferro por la cintura otra vez, y él me abraza una vez
más—. ¿Tienes hambre? ¿Necesitas algo de beber?

—Sí.

Doy un paso atrás para ir a buscarle algo, pero él no me deja ir. Me acomoda bajo
su brazo y extiende una mano a Stefan.

—Sr. Salvatore —dice Stefan de manera uniforme.

Damon resopla.

—Damon, por favor —dice.

—Damon, bienvenido de regreso. Me alegro de que estés bien… y um, gracias
por dejar que me quede aquí.

—No hay problema. —Damon entorna sus ojos, pero es distraído por la señora
Jones, quien está repentinamente a su lado. Sólo se me ocurre ahora que ella no
tiene su apariencia habitual. No lo había notado antes. Su cabello está suelto, y está
usando unos suaves leggins grises y una enorme sudadera con Cougars WSU
estampadas al frente. Se ve años más joven.


—¿Puedo traerle algo, Sr. Salvatore? —Ella limpia sus ojos con un pañuelo.
Damon le sonríe con cariño.

—Una cerveza, por favor, Gail, una Budvar, y algún bocado para comer.

—Yo lo iré a buscar —murmuro, queriendo hacer algo por mi hombre.

—No. No te vayas —dice él en voz baja, apretando su brazo a mi alrededor.

El resto de su familia lo rodea, y Ethan y Katrina se nos unen. Él aprieta la mano de
Ethan y le da a Katrina un rápido beso en la mejilla. La Sra. Jones regresa con una
botella de cerveza y un vaso. Él agarra la botella pero sacude su cabeza hacia el
vaso. Ella le sonríe y regresa a la cocina.

—Me sorprende que no quieras algo más fuerte —murmura Elliot—. Entonces,
¿qué mierdas te pasó? Lo primero que supe fue cuando papá me llamó para decir
que el helicóptero había desaparecido.

—¡Elliot! —lo regaña Grace.

—El helicóptero —gruñe Damon, corrigiendo a Elliot, quien sonríe, y sospecho
que esta es una broma familiar63.

—Sentémonos y les diré. —Damon me empuja hasta el sofá, y todo el mundo se
sienta, los ojos puestos en Damon. Él toma un largo trago de su cerveza. Espía a
Niklaus vagando en la entrada y asiente. Niklaus asiente en respuesta.

—¿Tu hija?

—Está bien ahora. Falsa alarma, señor.

—Qué bueno. —Damon sonríe.

¿Hija? ¿Qué le sucedió a la hija de Niklaus?

—Me alegra que esté de vuelta, señor. ¿Eso será todo?
                                                         
63 Juego de palabras intraducible. Otra forma de decir helicóptero es “Chopper” (como lo dice Elliot
ahí), que  también se usa para nombrar a un tipo de motocicleta.


—Tenemos un helicóptero que recuperar.
Niklaus asiente.

—¿Ahora? ¿O podrá ser en la mañana?

—En la mañana, creo, Niklaus.

—Muy bien, Sr. Salvatore. ¿Algo más, señor?

Damon sacude la cabeza y levanta su botella hacia él. Niklaus le da una rara
sonrisa —más rara que la de Damon, creo—, y se dirige, presumiblemente a su
oficina o a su habitación.

—Damon, ¿qué sucedió? —demanda Carrick.

Damon se lanza a la historia. Estaba volando con Ros, su número dos en Charlie
Tango para lidiar con un asunto de financiación en la WSU, en Vancouver. Apenas
puedo seguirle el ritmo porque estoy tan aturdida. Simplemente sostengo la mano
de Damon y miro fijamente sus uñas de manicura, sus largos dedos, las arrugas
de sus nudillos, su reloj de pulsera, un Omega con tres pequeñas esferas. Miro su
hermoso perfil mientras él continúa su historia.

—Ros nunca había visto el Monte St. Helens, así que en el camino de regreso
tomamos un tour, como celebración. Escuché que la RTV64 fue levantada un rato
antes y quería echar un vistazo. Bueno, es una fortuna que lo hiciéramos.
Estábamos volando bajo, a cerca de doscientos pies sobre el nivel del mar, cuando
el tablero de mando se iluminó. Teníamos un incendio en la cola, no tuve más
opción que cortar toda la electricidad y aterrizar. —Sacude la cabeza—. La aterricé
por el Lago Silver, saqué a Ros y nos las arreglamos para atender el incendio.

—¿Un incendio? ¿En ambos motores? —Carrick está horrorizado.

—Sip.

—¡Mierda! Pero pensé…
                                                         
64 RTV: Restricción Temporal de Vuelo.


—Lo sé —lo interrumpe Damon—. Fue pura suerte que estuviera volando tan
bajo —murmura. Me estremezco. Él libera mi mano y pone su brazo a mi
alrededor.

—¿Tienes frío? —me pregunta. Sacudo la cabeza.

—¿Cómo apagaron el incendio? —pregunta Katrina, sus instintos de Carla Bernstein65
haciendo la entrada. Caray, ella suena seca algunas veces.

—Con el extinguidor. Tenemos que llevarlos, por ley —le responde Damon al
mismo nivel.

Sus palabras de hace tiempo dan vueltas en mi mente. Agradezco a la divina
providencia todos los días porque fueras tú la que vino a entrevistarme y no Katherine
Kavanagh.

—¿Por qué no llamaron o usaron la radio? —pregunta Grace.

Damon sacude la cabeza.

—Con la electricidad cortada, no teníamos radio. Y no iba a arriesgarme a
encenderla por el incendio. El GPS todavía estaba funcionando en el BlackBerry,
así que pude navegar para ver el camino más cercano. Nos tomó cuatro horas
caminar allí. Ros tenía tacones. —La boca de Damon se presiona en una plana y
desaprobadora línea.

—No teníamos recepción telefónica. No hay cobertura en Gifford. La batería de
Ros murió primero. La mía se acabó en el camino.
Infiernos. Me tenso y Damon me empuja en su regazo.

—Entonces, ¿cómo regresaron a Seattle? —pregunta Grace, parpadeando
ligeramente al vernos, sin dudar. Me sonrojo.

—Enganchamos y reunimos nuestros recursos. Entre los dos, Ros y yo teníamos
seiscientos dólares, y pensamos que tendríamos que sobornar a alguien para
conducirnos de vuelta, pero el conductor de un camión se detuvo y estuvo de
acuerdo en traernos a casa. Se negó a recibir el dinero y compartió su almuerzo con
nosotros. —Damon sacude su cabeza en consternación por el recuerdo—. Nos
llevó por siempre. Él no tenía un celular… raro, pero cierto. No me di cuenta. —Se
detiene, mirando a su familia.

65 Carla Bernstein: Periodista investigativa Americana.

—¿Qué nos preocuparíamos? —se mofa Grace—. ¡Oh, Damon! —lo regaña—.
¡Nos hemos estado volviendo locos!

—Has llegado a las noticias, hermano.

Damon pone los ojos en blanco.

—Sí. Me lo imaginé cuando llegué a esta recepción y por el puñado de fotógrafos
afuera. Lo lamento, mamá, debí haberle pedido al conductor que se detuviera para
poder llamar. Pero estaba ansioso por regresar. —Él mira a Stefan.
Oh, es por eso, porque Stefan se está quedando aquí. Frunzo el ceño por el pensamiento.
Jesús, toda esa preocupación.
Grace sacude la cabeza.

—Sólo me alegra que estés de vuelta en una pieza, querido.

Empiezo a relajarme, mi cabeza contra su pecho. Huele a aire libre, ligeramente
sudoroso, gel de ducha, y a Damon, el aroma más bienvenido en el mundo. Las
lágrimas empiezan a derramarse por mi cara de nuevo, lágrimas de gratitud.

—¿Ambos motores? —dice Carrick una vez más, frunciendo el ceño con
incredulidad.

—Imagínalo. —Damon se encoge de hombros y recorre mi espalda con su mano.

—Oye —susurra. Pone sus dedos bajo mi barbilla y levanta mi cabeza—. Deja de
llorar.

Me limpio la nariz con la parte trasera de mi mano en una manera muy impropia
de una dama.

—Deja de desaparecer. —Lloriqueo y sus labios se curvan.

—Fallo eléctrico… eso es raro, ¿verdad? —dice Carrick de nuevo.

—Sí, se me pasó por la mente también, papá. Pero justo ahora, sólo me gustaría ir a
la cama y pensar en toda esa mierda mañana.

—Entonces, ¿los medios saben que el Damon Salvatore ha sido encontrado sano y
salvo? —dice Katrina.

—Sí. Andrea y mis asistentes lidiaran con los medios. Ros la llamó después de que
la dejáramos en casa.

—Sí, Andrea me llamó para decirme que todavía estabas vivo —sonríe Carrick.

—Debo darle un aumento a esa mujer. De seguro es tarde —dice Damon.

—Creo que esa es una pista, damas y caballeros, de que mi querido hermano
necesita su sueño de belleza. —Se burla Elliot sugestivamente. Damon le hace
una mueca.

—Cary, mi hijo está a salvo. Puedes llevarme a casa ahora.
¿Cary? Grace mira con adoración a su esposo.

—Sí. Creo que deberíamos dormir —responde Carrick, sonriéndole.

—Quédense —ofrece Damon.

—No, cariño, quiero ir a casa. Ahora que sé que estás a salvo.

Damon me deja en el sofá a regañadientes y se pone de pie. Grace lo abraza una
vez más, presiona su cabeza contra su pecho y cierra sus ojos, contenta. Él
envuelve sus brazos alrededor de ella.

—Estaba tan preocupada, querido —susurra.

—Estoy bien, mamá.

Ella se aparta un poco y lo estudia atentamente mientras él la sostiene.

—Sí, creo que lo estás —dice lentamente, me mira, y sonríe. Me sonrojo.

Seguimos a Carrick y Grace mientras se abren paso hacia el vestíbulo. Detrás de
mí, me doy cuenta que Mia y Ethan están teniendo una acalorada conversación en
susurros, pero no puedo escucharla.

Mia está sonriéndole tímidamente a Ethan, y él está boquiabierto ante ella y
sacudiendo su cabeza. De repente, ella se cruza de brazos y se da la vuelta en sus
tacones. Él se frota la frente con una mano, obviamente frustrado.

—Mamá, papá… espérenme —llama Mia hoscamente. Tal vez es tan volátil como
su hermano.

Katrina me abraza fuerte.

—Puedo ver que alguna mierda seria ha estado pasando desde que estuve
felizmente ignorante en Barbados. Es obvio que ustedes dos están locos el uno por
el otro. Me alegra que esté a salvo. No sólo por él, Lena, también por ti.

—Gracias, Katrina —susurro.

—Sí. ¿Quién sabría que encontraríamos el amor al mismo tiempo? —Sonríe. Guau.
Lo ha admitido.

—¡Con hermanos! —Me río tontamente.

—Podríamos terminar siendo cuñadas —bromea.

Me tenso, luego mentalmente me pateo mientras Katrina me mira con su mirada de
qué-es-lo-que-no-me-estás-diciendo-Gilbert. Me sonrojo. Maldita sea, ¿debería
decirle que él me lo ha preguntado?

—Vamos, nena —la llama Elliot desde el elevador.

—Hablamos mañana, Lena. Debes estar cansada.

Estoy exhausta.

—Seguro. También tú, Katrina… has viajado una larga distancia hoy.
Nos abrazamos una vez más, luego ella y Elliot siguen a los Salvatore en el elevador.
Ethan aprieta la mano de Damon y me da un rápido abrazo. Parece distraído,
pero los sigue hacia el elevador y las puertas se cierran.
Stefan está dando vueltas en el pasillo cuando salimos del vestíbulo.

—Miren. Me iré a acostar… los dejaré solos —dice.

Me sonrojo. Jesús, ¿por qué esto es incómodo?

—¿Sabes a dónde ir? —pregunta Damon.

Stefan asiente.

—Sí, el ama de llaves…

—La Sra. Jones —digo de pronto.

—Sí, la Sra. Jones, ella me mostró antes. Un gran lugar el que tienes aquí, Damon.

—Gracias —dice cortésmente Damon mientras viene a mi lado, poniendo su
brazo alrededor de mis hombros. Inclinándose, besa mi cabello.

—Voy a comer lo que sea que la Sra. Jones haya hecho para mí. Buenas noches,
Stefan. —Damon camina de regreso al gran salón, dejándonos a Stefan y a mí en la
entrada.

¡Guau! Sola con Stefan.

—Bueno, buenas noches. —Stefan parece incómodo de repente.

—Buenas noches, Stefan, y gracias por quedarte.

—Seguro, Lena. Cada vez que tu rico novio ejecutivo se pierda… estaré ahí.

—¡Stefan! —lo reprendo.

—Sólo bromeo. No te enojes. Me iré temprano en la mañana… te veré alguna vez,
¿sí? Te he extrañado.

—Seguro, Stefan. Espero que sea pronto. Lamento que esta noche fuera tan… de
mierda. —Sonrió a modo de disculpa.

—Sí. —Él sonríe—. De mierda. —Me abraza—. En serio, Lena, me alegra que seas
feliz, pero estoy aquí si me necesitas.

Lo miro.

—Gracias.

Me regala una triste y amarga sonrisa, y luego sube las escaleras.
Me doy vuelta hacia el gran salón. Damon está junto al sofá, observándome con
una expresión indescifrable en su rostro. Finalmente estamos solos y nos miramos
el uno al otro.

—Él todavía lo pasa mal, sabes —murmura.

—¿Y cómo lo sabes, Sr. Salvatore?

—Reconozco los síntomas, señorita Gilbert. Creo que tengo la misma aflicción.

—Pensé que jamás te vería de nuevo —susurro. Allí, las palabras han salido. Todos
mis peores temores empacados en una corta oración ahora exorcizada.

—No fue tan malo como suena.

Recojo su chaqueta y sus zapatos de donde yacen en el piso y me muevo hacia él.

—Yo llevaré eso —susurra, extendiéndose por su chaqueta.

Damon me mira como si yo fuera la razón de la vida y refleja mi mirada, estoy
segura. Él está aquí, realmente aquí. Me empuja en sus brazos y se envuelve a mí
alrededor.

—Damon —jadeo, y mis lágrimas empiezan a caer de nuevo.

—Tranquila —me calma, besando mi cabeza—. Sabes… en los pocos segundos de
puro terror antes de que aterrizara, todos mis pensamientos fueron de ti. Eres mi
talismán, Lena.

—Pensé que te había perdido —susurro. Nos quedamos ahí, sosteniéndonos uno al
otro, y reasegurándonos. Mientras aprieto mis brazos a su alrededor, me doy
cuenta que todavía sostengo sus zapatos. Los dejo caer al piso.

—Ven y dúchate conmigo —murmura.

—De acuerdo. —Levanto la mirada hacia él. No quiero soltarlo. Estirándose,
levanta mi barbilla con sus dedos.

—Sabes, incluso manchada de lágrimas eres hermosa, Lena Gilbert. —Se inclina y
me besa suavemente—. Y tus labios son tan suaves. —Me besa de nuevo,
profundizando el beso.

Oh, mi… y pensar que podría haberlo perdido… no… dejo de pensar y me rindo.

—Necesito poner mi chaqueta a un lado —murmura.

—Tírala —murmuro contra sus labios.

—No puedo.

Me aparto y levanto la mirada hacia él, perpleja.
Me sonríe son suficiencia.

—Es por esto. —De dentro de su bolsillo delantero saca la pequeña caja que le di,
que contiene mi regalo. Cuelga la chaqueta en la parte trasera del sofá y pone la
caja sobre él.

Aprovecha el día, Lena, me dice mi subconsciente. Bueno, es más de media noche, así
que técnicamente es su cumpleaños.

—Ábrela —susurro, y mi corazón empieza a palpitar con fuerza.

—Estaba esperando que dijeras eso —murmura—. Esto me ha estado volviendo
loco.

Sonrío pícaramente. Jesús, me siento mareada. Él me regala una tímida sonrisa, y
me derrito a pesar de mi corazón golpeteando, deleitándome con su divertida e
intrigada expresión. Con hábiles y largos dedos, desenvuelve y abre la caja. Su ceja
se enarca mientras saca un pequeño llavero rectangular de plástico que lleva la
imagen de pequeños pixeles que destellan como una pantalla LED. Representa el
cielo de Seattle, enfocándose en el Space Needle, con la palabra SEATLE escrita
audazmente a través del paisaje, destellando.


Él se lo queda mirando por un momento y luego me mira con desconcierto, un
ceño fruncido estropeando su adorable ceja.

—Dale la vuelta —susurro, conteniendo el aliento.

Lo hace y sus ojos se disparan a los míos, amplios y grises, vivos con maravilla y
alegría. Sus labios se entreabren con incredulidad.

La palabra sí destella en el llavero.

—Feliz cumpleaños —susurro.

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