CAPÍTULO 12
Dos días más tarde
–No encuentro palabras
suficientes para enfatizar lo mal que su esposa lo pasó, señor Salvatore. El
hecho de que sobreviviera a todo es un testimonio de su fuerza, y de la pura
suerte de encontrar un donante en el momento que lo hicimos. Demostró un gran
coraje afrontando al dolor diario, en un nivel que usted o yo sólo podemos
imaginar –
Las severas palabras lo
golpearon profundamente. Había llegado temprano por la mañana. Cuando Elena
había salido temprano el día anterior ni siquiera la había acompañado hasta el
avión, incapaz de romper la paralización en que se hallaba desde que le había contado todo. Desde entonces su mente
y su corazón habían sido un hervidero de
dolor, enojo, confusión, y algo más.
Miró al médico de Elena
–Profesor Villiers, sé que no estuve aquí... cuando mi
esposa pasó por el
tratamiento… –
El médico hizo un gesto
con la mano –Eso no es asunto mío, pero yo sabía que ella había decidido
manejarse por su cuenta por razones personales, es por eso que nunca le
dijimos. Como usted sabe, la confidencialidad médico-paciente es sagrada. Como
los indicios de su enfermedad fueron en gran parte asintomáticos, su embarazo
los encubrió. Ella pidió que no le dijéramos nada –
El doctor se quitó los
anteojos y lo miró un poco ferozmente –No voy a mentirle, sin embargo. Hubo
momentos en que deseé que no fuera tan testaruda. Ni siquiera nos dejó inducir
el parto para que el bebé naciera anticipadamente. Quería darle las mayores de
las chances, y eso, por supuesto, redujo sus propias posibilidades aún más... –
Damon se tambaleó de
nuevo, y respirando hondo pensó que ya era suficiente –
Necesito saber. Tengo
que saber por lo que pasó... por favor –
El médico miró a Damon
durante un buen rato y luego, como si hubiera visto algo en lo que podía
confiar, asintió brevemente.
–Muy bien –
El alivio invadió a Damon
cuando el Profesor Villiers se puso de pie.
–Por supuesto que no
puedo revelarle ningún detalle específico sin el permiso de Elena, pero sí le
puedo contar por lo que pasa alguien en su situación –
–Gracias – Damon se
paró cuando el médico le indicó una puerta.
–Venga, vamos a caminar
y hablar. ¿Ha visto a su mujer ya? –
Damon negó con la
cabeza.
–Entonces lo llevaré
con ella cuando hayamos terminado –
Damon estaba apoyado
contra la puerta abierta que conducía hacia afuera, a una zona parquizada. Era
un día soleado y los pacientes y sus visitantes paseaban por los senderos.
Pero él no veía eso.
Veía las imágenes: La
habitación donde Elena había tenido que estar sola durante casi tres meses
mientras luchaba con las infecciones después del trasplante. El equipo al que había
estado conectada.
Tenía las manos
hundidas profundamente en los bolsillos, como apretando firmemente el dolor
interno. El dolor de saber cuán cerca había estado de…
Y allí estaba ella. Se
veía tan saludable ahora, tan vibrante, que se resultaba difícil creer que...
Finalmente salió y se dirigió hacia ella. Estaba sentada con las piernas
cruzadas con un grupo de niños a su alrededor. Les estaba leyendo un cuento y
parecía una quinceañera con ese vestido veraniego floreado, las piernas
desnudas y los pies descalzos.
Se sentó en un banco y
simplemente observó. Absorbiéndola, tratando de hacer las paces con todo, ahora
que comprendía un poco más.
Elena terminó la
historia y levantó la mirada con una sonrisa, sólo para encontrarse mirando
directamente a los penetrantes ojos azules de Damon. Fue como si hubieran sido
atraídos por un imán. Estaba sentado en un banco a pocos metros
de distancia, observándola. La respiración
se detuvo en su
garganta y pudo sentir como palidecía. Tal vez estaba soñando, porque en este
mismo lugar tantas veces había soñado... Con aire ausente, abrazó y besó a los
niños.
Se puso de pie
torpemente y se calzó de nuevo las sandalias. Damon se puso de pie mientras
ella se acercaba. Era real, no era el producto de su imaginación. Trató de
ignorar el aleteo en el pecho, el dolor en su corazón, y se obligó a recordar
la necesidad muy real de protegerse.
–Damon... ¿qué estás
haciendo aquí? – Sonaba sin aliento y se maldijo a sí misma.
Él la miró y pudo ver
en sus ojos un destello que agitó algo en sus entrañas – Creo que al menos te
debo esto. Debería haber venido contigo ayer, y no haberte dejado venir sola –
–Oh... está bien, de
verdad. No lo esperaba –
Él sintió una punzada
de dolor. Le tomó las mano entre las suyas y la miró casi ausente –No, no creo
que lo hicieras – Levantó la vista y señaló hacia donde había estado sentada
con los niños – ¿Quiénes son? –
Elena quería tirar de
su mano. Se sentía acalorada y molesta. Y también confundida –Son... pacientes
– Tenía que concentrarse –Cuando finalmente me confirmaron que el cáncer estaba
en remisión aún estaba débil, así que tuve que recuperar mis fuerzas, y
entonces eché una mano con los niños... – Se encogió de hombros y
miró hacia abajo
–Siempre me siento culpable por haberme mejorado, cuando ellos deberían
tener toda la vida por delante –
–No tienes por qué
sentirte culpable – Damon dijo eso con tal tranquila fiereza que la sorprendió.
–Sí – Ella dijo
simplemente, todavía sorprendida de verlo aquí. Y entonces pronunció las
palabras que ella pensó que nunca diría –Los resultados son buenos, yo todavía
estoy en remisión y estoy cada vez más fuerte – Respiró hondo –Mi pronóstico es
muy bueno... –
Lo miró a la cara, pero
no pudo leer lo que estaba pasando en su cabeza. Seguramente sería lástima, así
que endureció su corazón. Y entonces él la desconcertó de nuevo al preguntar
–Muéstrame el ala nueva que están construyendo –
Su boca se abrió y se
cerró – ¿El doctor Villiers te lo dijo? –
Él asintió con la
cabeza.
Elena se encaminó, y cuando
Damon extendió una mano para encontrar la suya, ella la tomó. ¿Cuál sería el
daño? Muy pronto estarían discutiendo el divorcio, la custodia... Si lo hacía
por lástima entonces sería una cobarde y lo tomaría.
Se acercaron a una obra
en construcción en la parte posterior de la clínica, donde una placa de madera
improvisada colgaba en la cerca y decía: Catherine y Jonathan Gilbert
. El ala se destinaría a la investigación y el tratamiento de la
leucemia infantil.
La voz de Damon sonó
apretada – ¿Por qué utilizaste el nombre de tus padres?
–
Vio que Elena se
encogía de hombros y tocaba la placa ligeramente con un dedo –Es una manera de
que puedan vivir juntos... a través de esto –
La cabeza de Damon se
tambaleó con la evidencia de su abnegación –
¿Pusiste aquí toda tu
herencia? –
Elena lo
miró entonces, y
negó la cabeza
–No todo. Reservé
algo para honorarios legales en
caso de... por si... – Evitó sus ojos y no pudo continuar, pero fue difícil no
hacerlo porque su mirada era muy penetrante – sabía que probablemente querrías
el divorcio... pensé que pasaría eso –
Su mirada era
tan intensa que tuvo que
apartar la suya. Y
el dolor era debilitante. Se desprendió de su mano y
comenzó a caminar. Sus emociones amenazaban con estallar de nuevo y es que
estar aquí, compartiendo esto con él, era demasiado.
Elena empacó sus cosas
y se despidió del personal y del Dr. Villiers, quien le dio un enorme abrazo de
oso. Damon la estaba esperando.
En el coche Elena se
sentó tan distante de él como le fue posible. Se sentía como si hubiera mirado
dentro de su cerebro y de su corazón.
Sólo cuando vio que
pasaban de largo la señal del aeropuerto, le oyó decir –He hecho una reserva
para nosotros en un hotel en París para esta noche –
Lo miró horrorizada
¿Por qué?
Él la miraba con una
expresión que no pudo descifrar y tampoco le gustó la determinación en sus
ojos.
–Damon, no tienes que
hacer esto. Por favor. No soy un niño que acaba de hacer una visita
desagradable al dentista. Prefiero ir a casa – Bueno… en realidad no era su
casa.
Él apretó
la mandíbula amenazadoramente –Me gustaría
salir mañana al atardecer. Tenemos que hablar, Elena, y
eso lo podemos hacer tanto aquí como en Sevilla –
¿Es que acaso tenía
miedo de que no fuera capaz de tomar bien la noticia? ¿La veía como
algo delicado ahora
que sabía? ¿No
se daba cuenta
de cuán preparada estaba…?
¿Preparada…A quién quería engañar...? Miró por la ventanilla y pudo ver que ya
estaban en la autopista, en dirección al centro de París. Finalmente se encogió
de hombros. Él tenía razón, daba lo mismo que fuera aquí o en España.
Estacionaron fuera del
Hotel Four Seasons Georges V, uno de los más exclusivos de París. Elena se
sintió fuera de lugar con su vestido floreado. Damon rodeó el coche, la tomó de
la mano y la llevó hacia adentro, lo que la inquietó aún más. Fueron recibidos
obsequiosamente por el personal y a Elena le hizo gracia ver eso, pues era
evidente que alguien como Damon no se
registraba todos los días. El gerente los saludó de inmediato y los invitó a ir
a un ascensor, guiándolos a su habitación. Su cabeza giraba de un lado a otro
mirando todo a su alrededor mientras entraban, sorprendida por la opulencia.
Vagó alrededor mientras
Damon hablaba con el gerente. Las puertas ornamentadas conducían a un
patio-balcón privado con una impresionante vista de la Torre Eiffel. Era el
atardecer ya y la forma distintiva de la torre se situaba contra un hermoso
cielo despejado con rayas malvas.
Elena salió y se apoyó
en la barandilla, apenas dándose cuenta de la mesa puesta para dos. Asumió que
formaba parte del servicio del hotel. Después de todo, pensó con cinismo, ¿no
era París la ciudad más romántica del mundo? ¿Y éste uno de sus mejores
hoteles? Eso la sobresaltó ¿Qué esperaría Damon?
¿Por qué estaba
haciendo esto? ¿Lo hacía por deber y piedad?
Se volvió rápidamente y
lo encontró en la puerta, observándola. No podía leer la expresión de su cara. Pero sí la intención, y eso hizo que su corazón se sobresaltara. Tenía que dejar
esto ahora, controlarse. Estaba demasiado vulnerable tras el viaje a la
clínica.
–Damon... esto es
hermoso... pero loco. ¿Verdad que no me habrás traído aquí para algún tipo
de...? –
Su boca se torció en
una mueca sombría – ¿Noche romántica? –
Ella se ruborizó. Su
garganta se sentía apretada. Él se acercó y no tuvo adónde ir. Tenía que parar
esto.
–Exacto. Es agradable
estar aquí, pero podrías haber reservado un lugar más modesto... y dos
habitaciones... –
La cama se veía amenazante
en el fondo. Su corazón dio un vuelco tan fuerte que estuvo segura de que él
había podido oírlo.
– ¿Y qué pasa si quiero
esto, Elena? ¿Si quiero todo esto? –
Ella frunció el ceño
–No sé lo que quieres decir –
Ahora estaba tan cerca
que todo lo que tendría que hacer era extender la mano para jalarlo hacia ella.
Alzó la vista, deseando no tener que mirarlo a los ojos.
–Mira a tu alrededor
¿No te has dado cuenta aún dónde estamos? –
Ella negó con la
cabeza, sintiéndose seriamente confundida. Le tomó la mano y la condujo a la
habitación. De pronto estaba claro. La habitación estaba tan sensualmente
decorada... tan romántica. Una botella de champaña asomaba en un cubo de hielo,
en una mesa cercana y a su lado brillaban dos copas de cristal. Contuvo el
aliento y en reflejo su mano se cerró en la de él.
–Es la suite de la luna
de miel – Ella se sintió mal. ¿Qué clase de broma era ésta?
Él la giró para que lo
mirara a la cara, poniéndole las manos sobre los hombros. Su ira aumentó –Dam,
no sé de qué va todo esto, pero puedes llamar ahora
mismo y decirles que no
nos podemos quedar. No sé en qué estabas pensando –
Ella se soltó. Él no
podía saber ¿verdad? ¿Había sido tan transparente? Frenéticamente trató de
negar sus sentimientos, negar que hubiera podido leerlos.
–Tenemos que hablar Damon,
¿pero tiene que ser aquí? Quiero decir, ¿es esto algún tipo de burla? –
– ¿Crees que querer un
nuevo comienzo sea una burla? – Su voz era frígida. Elena lo miró desconcertada
– ¿Empezar de nuevo? Nos estamos divorciando.
Me voy a mudar –
–He parado el juicio de
divorcio –
Su boca se abrió y se
detuvo su corazón – ¿Has hecho qué? ¿Por qué? –
Preguntó un poco
salvajemente.
–Creo que es obvio
ahora que debemos seguir casados. Está Nick. Debemos considerar su seguridad –
Elena se sentía
acorralada, atrapada – ¿Así que realmente nada cambiaría, verdad? Todavía sería
un matrimonio de conveniencia, sólo que como ahora ya sabes lo que pasó, me
perdonas por mis pecados del pasado y me autorizas a ser la madre de Nick, y
así nos podrás mantener a salvo si estamos todos juntos
–
– ¿Y eso es tan mala
perspectiva? – le preguntó en voz baja, con un tono diferente de voz.
–No... ¡Sí! –Elena
movió las manos en el aire. No tenía idea de lo que le estaba pidiendo. El cielo
y el infierno. Su corazón estaba bombeando con tanta fuerza
que amenazaba con
salírsele del pecho. Lo miró y le suplicó en silencio para que la comprendiera,
para que no le hiciera esto.
–Damon, no puedo. No lo
haré. No es justo ni para mí, ni para ti, ni para Nick. Él merece tener dos
padres que se aman, y no me voy a quedar a tu lado para ver cómo sacrificas tu
felicidad sólo por un sentimiento de piedad y deber. Podemos vivir una vida
completamente feliz aún divorciados. Puedo vivir cerca, ver Nick... –
–No. No quiero eso –
Elena palideció ante la
vehemencia de su voz.
Él se acercó y tiró de
ella hacia un sofá cubierto de seda haciéndola sentar. Podía sentir la tensión
del cuerpo de él transmitiéndose al suyo. Suspiraba por él, incluso ahora, en
cuerpo y alma.
Abrió la boca para
hablar, pero él la interrumpió –Elena, sólo... déjame hablar a mí, ¿de acuerdo?
–
Ella asintió con
cautela. Las manos de él tomaban las suyas, pesadas.
–El profesor Villiers
me enseño todo hoy, y sin entrar en detalles específicos de tu caso, me contó
por lo que habría pasado alguien con tu enfermedad. Vi la sala de
cuarentena... me habló
de los tratamientos... ¿Por
eso tienes pesadillas, verdad? –
Elena cerró los ojos
débilmente. Todo volvía –No me hagas rec... –
–No lo haré. Pero... –
Ella abrió los ojos
otra vez y el dolor que vio en ellos casi detuvo a Damon, pero tenía que seguir
adelante –Eso casi me destruyó, ver lo que tenían que soportar, Elena. Nadie
debería sentir que no tiene más remedio que soportar eso solo. Y siento pesar,
estoy tan triste de que sintieras que era tu única opción –
Elena negó con la
cabeza –Realmente no tienes que hacer todo esto sólo porque… –
–No lo hago. Has tomado
tus propias decisiones y me hubiese gustado que me incluyeras en ellas, pero
creo que ahora puedo ver por qué no lo hiciste. Cuando me lo
contaste no tomé la real dimensión, no
tenía un concepto verdadero de lo
que habías tenido que enfrentar, hasta hoy... –
Eso la hizo sentarse y
mirarlo a los ojos. Era sincero.
–Cuando nos casamos
estaba fuera mucho tiempo, demasiado, por lo que puedo ver ahora. En su momento
también lo vi..., pero tú nunca te metiste en mis negocios. Y de repente, no
sabía por qué estaba sintiendo... quería... – Se detuvo, pero fue poco efectivo
–No tuvimos tiempo para conocernos bien el uno al otro. Te quedaste embarazada
tan pronto –
–Lo cual no debería
haber ocurrido –
Él negó con la cabeza
enfáticamente –Hubiera sucedido tarde o temprano, Elena. La verdad es que te
deseé desde el primer momento en que te vi. Yo sólo lo escondí
debajo de un
muy elaborado plan para
casarme contigo, para avanzar en mi carrera en Europa. Tenía
un plan y nada salió como lo había planeado. Verás, yo nunca había planeado
casarme por amor o por deseo, después de ver lo que eso hizo a mis padres.
Cuando mi hermana y yo éramos adolescentes, nuestros padres volvían a casa y mi
padre conducía, estaban teniendo una de sus monumentales discusiones y él
estrelló el coche, dejando paralítica a mi madre de la cintura para abajo –
La imagen de una
pequeña mujer vestida de negro en una silla de ruedas en su boda vino a la
mente de Elena. Tenía la amargura grabada en su rostro. La voz ronca de Damon
captó de nuevo su atención.
–Mi padre estaba tan
atormentado por la culpa de haber arruinado la vida de su mujer que tomó una
amante inglesa y rompió el corazón de mi madre. Y de mi hermana. Esa es la
causa de su infelicidad por nuestra unión. Pero la verdad es que creo que no la
hubiera hecho feliz nadie que yo eligiera para casarme. Cuando mi padre le
falló a mi madre, en su lugar me puso a mí en un pedestal –
Elena se sentía insegura. Esta conversación estaba
entrando en territorio desconocido, algo para lo que ella no estaba preparada.
¿La había deseado desde el principio? Ella trató de concentrarse.
–Cuando te vi en aquel
salón y después me di cuenta de que eras la hija de Gilbert
, me dije a mí mismo que el deseo que sentía era por el poder, puro y
simple – Negó con la cabeza, con los ojos quemándose en los de ella –Pero esa
noche, nuestra noche de bodas, cuando dormimos juntos esa primera vez... –
Elena se sonrojó y
desvió la mirada. Prácticamente se había tirado sobre él. Él adivinó lo que
ella estaba pensando y le puso una mano en la barbilla, haciendo que lo mirara
nuevamente –No, fue mutuo. No llevo a las mujeres a la cama por piedad, Elena.
Y no las sigo llevando a la cama si no las deseo –
El corazón de Elena se
detuvo.
–Yo... yo siempre
pensé... Y luego, cuando yo estaba tan... – Ella se puso tan roja ahora que sus
mejillas estaban literalmente en llamas.
Damon le frotó con el
dorso de una mano la superficie caliente –También fue así para mí. Pero
entonces, cuando te escondiste en tu caparazón... que ahora sé que fue después
de que fuiste a ver al médico... –
Elena luchaba por
mantenerse cuerda a pesar de la intensidad acalorada de sus ojos. Él estaba
acertando, sabía demasiado, casi todo. Tenía que recordarse que ya antes ella
se había engañado pensando que veía algo en sus ojos.
–Pero esa
conversación... –
Sus ojos no cambiaron
sino que ardieron aún más –Fue un error, no deberías haber oído aquello, ni por
casualidad. Mi hermana exigía saber lo que sentía por ti, había veneno en su
ira y en su odio hacia nuestro padre. Si yo le hubiera dicho que sentía algo
por ti, te habría aniquilado. Y, con la excepción de ese deseo noble, fui un
abyecto y miserable cobarde –
Elena frunció el ceño
ligeramente.
–Estaba tan confundido
acerca de mis sentimientos, que no encontraba la forma de expresarlo ante Caroline
–
¿Sentimientos? Sólo
quería decir amistad..., calidez..., respeto.
Elena sintió que tenía
que decir algo, como para evitar el terrible momento en que le confirmara eso
–Mira, Dam... Tú también me gustas. Me gustaste desde el principio. No tuve más
remedio que casarme contigo, mi padre..., el banco... Mi herencia – Tenía que
convencerlo.
Él negó con la cabeza y
le lanzó una súplica silenciosa –No te creo – Le sujetó las manos aún más
fuerte.
La piel de Elena
escocía y sintió una sensación de caída en su vientre. Él no podía hacerle esto
¿no?
–Dam, por favor... – le
suplicó, tratando de zafar sus manos de las suyas –No sé lo que quieres oír –
–Eres una mujer fuerte,
Elena. Creo que has demostrado con creces que no haces nada que no me sientas
apasionadamente. ¿Tu herencia? Realmente creo que jamás te importó un comino.
Todo lo que quiero oír es la verdad... –
La verdad.
Ella negó la cabeza
impotentemente, y para su disgusto sus ojos se llenaron de lágrimas
desesperanzadas –Ya lo sabes. Ya lo sabes. Es por eso que estás haciendo
esto... para que te dé la razón... pero no puedo, Dam. No puedo –
El azul
de sus ojos
era hipnótico –Dímelo
–, exigió con
voz ronca, no permitiendo retroceder ni una pulgada.
Y entonces, luchar
pareció demasiado. Estaba muy cansada ¿Realmente tenía la fuerza para alejarse
de Damon, aún cuando él no la amara? Ella sabía la respuesta...
Sus manos se aflojaron
en las de él y miró a un punto más allá de su hombro. Cualquier cosa con tal de
evitar su mirada láser –Si no me hubiera enfermado nunca te habría dejado.
Habría esperado y soñado que algún día sintieras por mí lo que yo sentía por ti
– Entonces lo miró, con ojos claros y verdaderos –Creo que te he amado desde la
noche de bodas. Me dije que ya no te quería cuando te vi en Londres, pero no
era así. Sólo estaba tratando de protegerme a mí misma –
Ella se armó de valor
–Y lo hago ahora – Ella se encogió de un hombro a continuación, en un gesto
cautivadoramente vulnerable –Tú y Nick. Mi sueño más profundo y secreto a lo
largo de todos estos meses era que fuéramos como una familia unida... sana y
feliz –
Damon le tomó las manos
y Elena se sorprendió al sentir que temblaba violentamente. Él se inclinó y
puso un beso en su palma –Gracias, mi querida...
– Apretó otro beso, del
otro lado –Mi vida... –
Elena todavía se sentía
un poco conmocionada, expuesta ante lo que acababa de decir. La necesidad de
auto protegerse todavía era fuerte. Estaba tensa – Dam... –
Él levantó la cabeza y
al verlo vio que sonreía, sonreía estúpidamente. Nunca lo había visto tan
feliz –Elena... querida... también me
enamoré de ti en el camino. En algún
momento te colaste sigilosamente en mi corazón. Cuando diste a luz a Nick, en
ese momento... lo supe después.
Una sombra cruzó su
rostro. Se puso serio y Elena contuvo la respiración.
¿Realmente no había
llegado tan lejos sólo para salirse con la suya, verdad?
–Cuando volví y
encontré que te habías ido... cuando encontré la nota... –
Por un momento lo vio
tan desolado que tuvo que creerle. Un aleteo de alegría empezó a desplegarse en
su corazón.
–Tenías razón.
Estaba tan enojado,
tan enfurecido, que
te maldije y me
convencí de que había sido el mayor de los tontos. Y la herida no sanó, sino
que me volví más enconado. Me dije que había sido una estupidez confiar en ti
cuando todo me decía que no eras más que una trepadora social, hambrienta de
dinero... – Se detuvo –Ese día cuando te fuiste, apenas acabado de nacer
Nick... Sentí que te
habías burlado de mí, y creí que nunca podría perdonar algo así –
El cuerpo y la cabeza
de Elena parecían querer entrar en crisis –No tenía ni idea de que yo
significaba algo para ti. Eso me dio valor para irme. No quería aburrirte con
una mujer desahuciada por la que no sentías nada. Quería que tuvieras la
libertad para casarte de nuevo... alguien a quien amaras y desearas. Y no podía
soportar la idea de que Nick conociera el dolor de la separación... –
La mano de él se acercó
y le tomó la mandíbula y con el pulgar capturó una lágrima de la que ella no
era ni siquiera consciente –Tú eres la única Elena, nadie más. Te amo y te
deseo. La otra noche... Entendiste mal la situación a la mañana. Nunca quise
decir que no quería hacer el amor contigo. Me sentí como un burdo colegial
cuando debería haberte ofrecido nada más que consuelo y confort... y sin
embargo no me pude contener. Ni siquiera he estado con otra mujer desde que te
fuiste. No pude. Me dije que era la ira lo que me lo impedía. Ni siquiera podía
ir a buscarte... el dolor era demasiado intenso –
–Ay, mi amor... – Elena
sentía el corazón desbordado. Si estaba soñando, entonces no quería despertar.
Ella le dio un beso en la palma de su mano y, sin poder contenerse ya más, lo
jaló hacia adelante y se aplastó contra su pecho.
–Te amo Elena. Eres mi
vida – Sonrió con tristeza por un segundo –Te he llamado mi amante... pero ese
pensamiento duró dos minutos. No podía verte así, no importa cuánto intentara
alejarme – Otra vez estaba serio –Cuando tu y Nick fueron secuestrados...
cuando te vi en aquella habitación horrible... –
Un escalofrío recorrió
su cuerpo grande, y Elena le dio la bienvenida cuando inclinó la cabeza y su
boca se reunió con la suya en un beso ardiente.
Cuando se rompió, Elena
estaba llorando en serio –Siento mucho no haberte dicho de inmediato...
simplemente... no podía... –
–Shh – Volvió a besarla
atrayéndola hacia sí –Eso no importa ahora. Estás aquí, estás bien y vas a
estar bien. Nick está bien. Estamos juntos, y eso es lo único que importa –
Una lacrimosa Elena
asintió con la cabeza.
Damon hizo
un gesto con
el hombro y
echó una rápida
mirada por la habitación –Te he traído aquí porque
quiero que sea como un nuevo comienzo. Nunca tuvimos una luna de miel –
Elena negó con la
cabeza, dándole la razón.
Damon le besó la mano
de nuevo –Bueno, ahora lo haremos. A partir de esta noche. Cenando con vistas a
la Torre Eiffel. Sonrió un poco avergonzado,
casi con timidez, lo
que hizo que el corazón Elena se elevara aún más alto –
Sé que es un cliché, la
mesa con vistas a la Torre Eiffel... el cuarto... la champaña... tengo que
recuperar mucho tiempo perdido contigo, Elena. Esto es sólo el principio... te
lo prometo –
Ella negó con la cabeza
vagamente, demasiado fascinada por sus ojos y sus palabras como
para tranquilizarlo y
decirle que estaba
todo bien. Bello. Perfecto. Sus palabras caían sobre
ella como un bálsamo curativo.
Y luego él metió la
mano en un bolsillo y sacó algo. Ella miró hacia abajo. En la palma de su mano
estaban sus anillos de boda y de compromiso. Los miró sin decir nada mientras
los tomaba de su mano y se los ponía en su dedo anular uno por uno. Él los
había hecho ajustar de tamaño y ahora encajaban a la perfección.
Elena se estiró hasta
tocar su boca con un dedo, entornando sus ojos en un gesto inocentemente
provocativo, antes de mirarlo. La mano le temblaba por las emociones que la
atravesaban – ¿Tan seguro estabas? –
Él negó con la cabeza
entonces, todavía había vulnerabilidad en sus ojos, le tomó los dedos y los
besó –No, no estaba seguro del todo... pero recé a cada dios que conozco para
que sintieras algo por mí... que al menos estuvieras de acuerdo en permanecer
casados –
Compartieron una
intensa y larga mirada.
– ¿Sabes qué día es
mañana? –
–Por supuesto que sí.
Es el cumpleaños de Nick – contestó Elena con voz ronca. Él sonrió –Así que
mañana, temprano, nos vamos a casa, y despertamos a
nuestro hijo, y le
damos un cumpleaños muy especial, el primero de muchos,
juntos –
Elena sonrió
vacilante. Estaba segura
de que debía
verse como un espectáculo, pero con Damon mirándola como
si fuera la Venus de Nilo no le importaba. Dejó que le tomara la mano, la
levantara y la sacara a la terraza.
En el aire cálido y
primaveral de una hermosa noche en París, comenzaron de nuevo...
Cuatro años más tarde.
Elena miraba con
asombro la pequeña cabeza llena de cabello castaño oscuro acurrucada contra su
pecho. Observaba el diminuto ceño fruncido, el capullo de la boca amamantándose
ferozmente, como si su vida dependiera de ello. Una pequeña mano enroscada
alrededor de su dedo meñique con una fuerza realmente increíble. Su hija.
Alegría. Porque eso era lo que había sido su embarazo. Esperanza y alegría. Las
posibilidades de que después de la quimioterapia su fertilidad se hubiera
dañado irreparablemente eran muchas, pero Alegría era una prueba de lo
contrario.
La puerta se abrió con
un estallido, y un destello rubio irrumpió seguido por Damon, tan alto y guapo
que Elena sonrió cuando sintió que su corazón se apretaba, como siempre lo
hacía. Compartieron una mirada, y luego volvió su atención sonriente a Nick
cuando él se encaramó a la cama.
– ¡Mamá, mamá, mira lo
que dibujé para Legria!
–Es Alegría, cariño...
–
Nick claramente no
estaba interesado y parloteaba, mostrando a Elena un dibujo de Papá, Mamá, Nick
y el nuevo bebé. Las lágrimas llenaron los ojos de Elena y Damon las vio. Se
acercó y le dio un largo beso en la boca. Ella se limitó a mirarlo en silencio,
con todo escrito en su rostro, en sus ojos. El momento era portentoso. El amor
ardía entre ellos, fuerte y verdadero.
Damon simplemente le
sonrió –Lo sé, querida... lo sé... –
FIN
EL MATRIMONIO
DE CONVENIENCIA
DEL
ESPAÑOL
Autor:
Abby Green
uff¡ genial el final¡ mejor imposible gracias¡ >^.^<
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