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COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

05 febrero 2013

Matrimonio Español Capitulo 12 Final


 CAPÍTULO 12
Dos días más tarde


–No encuentro palabras suficientes para enfatizar lo mal que su esposa lo pasó, señor Salvatore. El hecho de que sobreviviera a todo es un testimonio de su fuerza, y de la pura suerte de encontrar un donante en el momento que lo hicimos. Demostró un gran coraje afrontando al dolor diario, en un nivel que usted o yo sólo podemos imaginar –



Las severas palabras lo golpearon profundamente. Había llegado temprano por la mañana. Cuando Elena había salido temprano el día anterior ni siquiera la había acompañado hasta el avión, incapaz de romper la paralización en que se hallaba desde  que  le  había contado todo. Desde entonces su mente y  su corazón habían sido un hervidero de dolor, enojo, confusión, y algo más.


Miró al médico de Elena –Profesor Villiers, sé que no estuve aquí... cuando mi
esposa pasó por el tratamiento… –


El médico hizo un gesto con la mano –Eso no es asunto mío, pero yo sabía que ella había decidido manejarse por su cuenta por razones personales, es por eso que nunca le dijimos. Como usted sabe, la confidencialidad médico-paciente es sagrada. Como los indicios de su enfermedad fueron en gran parte asintomáticos, su embarazo los encubrió. Ella pidió que no le dijéramos nada –


El doctor se quitó los anteojos y lo miró un poco ferozmente –No voy a mentirle, sin embargo. Hubo momentos en que deseé que no fuera tan testaruda. Ni siquiera nos dejó inducir el parto para que el bebé naciera anticipadamente. Quería darle las mayores de las chances, y eso, por supuesto, redujo sus propias posibilidades aún más... –


Damon se tambaleó de nuevo, y respirando hondo pensó que ya era suficiente –
Necesito saber. Tengo que saber por lo que pasó... por favor –


El médico miró a Damon durante un buen rato y luego, como si hubiera visto algo en lo que podía confiar, asintió brevemente.


–Muy bien –


El alivio invadió a Damon cuando el Profesor Villiers se puso de pie.


–Por supuesto que no puedo revelarle ningún detalle específico sin el permiso de Elena, pero sí le puedo contar por lo que pasa alguien en su situación –


–Gracias – Damon se paró cuando el médico le indicó una puerta.


–Venga, vamos a caminar y hablar. ¿Ha visto a su mujer ya? –


Damon negó con la cabeza.


–Entonces lo llevaré con ella cuando hayamos terminado –


Damon estaba apoyado contra la puerta abierta que conducía hacia afuera, a una zona parquizada. Era un día soleado y los pacientes y sus visitantes paseaban por los senderos.


Pero él no veía eso.


Veía las imágenes: La habitación donde Elena había tenido que estar sola durante casi tres meses mientras luchaba con las infecciones después del trasplante. El equipo al que había estado conectada.


Tenía las manos hundidas profundamente en los bolsillos, como apretando firmemente el dolor interno. El dolor de saber cuán cerca había estado de…


Y allí estaba ella. Se veía tan saludable ahora, tan vibrante, que se resultaba difícil creer que... Finalmente salió y se dirigió hacia ella. Estaba sentada con las piernas cruzadas con un grupo de niños a su alrededor. Les estaba leyendo un cuento y parecía una quinceañera con ese vestido veraniego floreado, las piernas desnudas y los pies descalzos.


Se sentó en un banco y simplemente observó. Absorbiéndola, tratando de hacer las paces con todo, ahora que comprendía un poco más.


Elena terminó la historia y levantó la mirada con una sonrisa, sólo para encontrarse mirando directamente a los penetrantes ojos azules de Damon. Fue como si hubieran sido atraídos por un imán. Estaba sentado en un banco a pocos  metros  de  distancia,  observándola. La  respiración  se  detuvo  en  su garganta y pudo sentir como palidecía. Tal vez estaba soñando, porque en este mismo lugar tantas veces había soñado... Con aire ausente, abrazó y besó a los niños.


Se puso de pie torpemente y se calzó de nuevo las sandalias. Damon se puso de pie mientras ella se acercaba. Era real, no era el producto de su imaginación. Trató de ignorar el aleteo en el pecho, el dolor en su corazón, y se obligó a recordar la necesidad muy real de protegerse.


–Damon... ¿qué estás haciendo aquí? – Sonaba sin aliento y se maldijo a sí misma.


Él la miró y pudo ver en sus ojos un destello que agitó algo en sus entrañas – Creo que al menos te debo esto. Debería haber venido contigo ayer, y no haberte dejado venir sola –


–Oh... está bien, de verdad. No lo esperaba –


Él sintió una punzada de dolor. Le tomó las mano entre las suyas y la miró casi ausente –No, no creo que lo hicieras – Levantó la vista y señaló hacia donde había estado sentada con los niños – ¿Quiénes son? –


Elena quería tirar de su mano. Se sentía acalorada y molesta. Y también confundida –Son... pacientes – Tenía que concentrarse –Cuando finalmente me confirmaron que el cáncer estaba en remisión aún estaba débil, así que tuve que recuperar mis fuerzas, y entonces eché una mano con los niños... – Se encogió de  hombros y  miró  hacia  abajo  –Siempre  me  siento culpable  por haberme mejorado, cuando ellos deberían tener toda la vida por delante –


–No tienes por qué sentirte culpable – Damon dijo eso con tal tranquila fiereza que la sorprendió.


–Sí – Ella dijo simplemente, todavía sorprendida de verlo aquí. Y entonces pronunció las palabras que ella pensó que nunca diría –Los resultados son buenos, yo todavía estoy en remisión y estoy cada vez más fuerte – Respiró hondo –Mi pronóstico es muy bueno... –


Lo miró a la cara, pero no pudo leer lo que estaba pasando en su cabeza. Seguramente sería lástima, así que endureció su corazón. Y entonces él la desconcertó de nuevo al preguntar –Muéstrame el ala nueva que están construyendo –


Su boca se abrió y se cerró – ¿El doctor Villiers te lo dijo? –


Él asintió con la cabeza.


Elena se encaminó, y cuando Damon extendió una mano para encontrar la suya, ella la tomó. ¿Cuál sería el daño? Muy pronto estarían discutiendo el divorcio, la custodia... Si lo hacía por lástima entonces sería una cobarde y lo tomaría.


Se acercaron a una obra en construcción en la parte posterior de la clínica, donde una placa de madera improvisada colgaba en la cerca y decía: Catherine y Jonathan   Gilbert   . El ala se destinaría a la investigación y el tratamiento de la leucemia infantil.


La voz de Damon sonó apretada – ¿Por qué utilizaste el nombre de tus padres?


Vio que Elena se encogía de hombros y tocaba la placa ligeramente con un dedo –Es una manera de que puedan vivir juntos... a través de esto –


La cabeza de Damon se tambaleó con la evidencia de su abnegación –
¿Pusiste aquí toda tu herencia? –


Elena  lo  miró  entonces,  y  negó  la  cabeza  –No  todo.  Reservé  algo  para honorarios legales en caso de... por si... – Evitó sus ojos y no pudo continuar, pero fue difícil no hacerlo porque su mirada era muy penetrante – sabía que probablemente querrías el divorcio... pensé que pasaría eso –


Su  mirada era  tan  intensa que  tuvo que  apartar la  suya.  Y  el  dolor  era debilitante. Se desprendió de su mano y comenzó a caminar. Sus emociones amenazaban con estallar de nuevo y es que estar aquí, compartiendo esto con él, era demasiado.


Elena empacó sus cosas y se despidió del personal y del Dr. Villiers, quien le dio un enorme abrazo de oso. Damon la estaba esperando.


En el coche Elena se sentó tan distante de él como le fue posible. Se sentía como si hubiera mirado dentro de su cerebro y de su corazón.


Sólo cuando vio que pasaban de largo la señal del aeropuerto, le oyó decir –He hecho una reserva para nosotros en un hotel en París para esta noche –


Lo miró horrorizada ¿Por qué?


Él la miraba con una expresión que no pudo descifrar y tampoco le gustó la determinación en sus ojos.


–Damon, no tienes que hacer esto. Por favor. No soy un niño que acaba de hacer una visita desagradable al dentista. Prefiero ir a casa – Bueno… en realidad no era su casa.


Él  apretó  la  mandíbula  amenazadoramente –Me  gustaría  salir  mañana  al atardecer. Tenemos que hablar, Elena, y eso lo podemos hacer tanto aquí como en Sevilla –


¿Es que acaso tenía miedo de que no fuera capaz de tomar bien la noticia? ¿La veía  como  algo  delicado  ahora  que  sabía?  ¿No  se  daba  cuenta  de  cuán preparada estaba…? ¿Preparada…A quién quería engañar...? Miró por la ventanilla y pudo ver que ya estaban en la autopista, en dirección al centro de París. Finalmente se encogió de hombros. Él tenía razón, daba lo mismo que fuera aquí o en España.


Estacionaron fuera del Hotel Four Seasons Georges V, uno de los más exclusivos de París. Elena se sintió fuera de lugar con su vestido floreado. Damon rodeó el coche, la tomó de la mano y la llevó hacia adentro, lo que la inquietó aún más. Fueron recibidos obsequiosamente por el personal y a Elena le hizo gracia ver eso, pues era evidente que  alguien como Damon no se registraba todos los días. El gerente los saludó de inmediato y los invitó a ir a un ascensor, guiándolos a su habitación. Su cabeza giraba de un lado a otro mirando todo a su alrededor mientras entraban, sorprendida por la opulencia.


Vagó alrededor mientras Damon hablaba con el gerente. Las puertas ornamentadas conducían a un patio-balcón privado con una impresionante vista de la Torre Eiffel. Era el atardecer ya y la forma distintiva de la torre se situaba contra un hermoso cielo despejado con rayas malvas.


Elena salió y se apoyó en la barandilla, apenas dándose cuenta de la mesa puesta para dos. Asumió que formaba parte del servicio del hotel. Después de todo, pensó con cinismo, ¿no era París la ciudad más romántica del mundo? ¿Y éste uno de sus mejores hoteles? Eso la sobresaltó ¿Qué esperaría Damon?
¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Lo hacía por deber y piedad?


Se volvió rápidamente y lo encontró en la puerta, observándola. No podía leer la expresión de  su cara. Pero sí  la intención, y eso hizo que  su corazón se sobresaltara. Tenía que dejar esto ahora, controlarse. Estaba demasiado vulnerable tras el viaje a la clínica.


–Damon... esto es hermoso... pero loco. ¿Verdad que no me habrás traído aquí para algún tipo de...? –


Su boca se torció en una mueca sombría – ¿Noche romántica? –


Ella se ruborizó. Su garganta se sentía apretada. Él se acercó y no tuvo adónde ir. Tenía que parar esto.


–Exacto. Es agradable estar aquí, pero podrías haber reservado un lugar más modesto... y dos habitaciones... –


La cama se veía amenazante en el fondo. Su corazón dio un vuelco tan fuerte que estuvo segura de que él había podido oírlo.


– ¿Y qué pasa si quiero esto, Elena? ¿Si quiero todo esto? –


Ella frunció el ceño –No sé lo que quieres decir –


Ahora estaba tan cerca que todo lo que tendría que hacer era extender la mano para jalarlo hacia ella. Alzó la vista, deseando no tener que mirarlo a los ojos.


–Mira a tu alrededor ¿No te has dado cuenta aún dónde estamos? –



Ella negó con la cabeza, sintiéndose seriamente confundida. Le tomó la mano y la condujo a la habitación. De pronto estaba claro. La habitación estaba tan sensualmente decorada... tan romántica. Una botella de champaña asomaba en un cubo de hielo, en una mesa cercana y a su lado brillaban dos copas de cristal. Contuvo el aliento y en reflejo su mano se cerró en la de él.


–Es la suite de la luna de miel – Ella se sintió mal. ¿Qué clase de broma era ésta?
Él la giró para que lo mirara a la cara, poniéndole las manos sobre los hombros. Su ira aumentó –Dam, no sé de qué va todo esto, pero puedes llamar ahora
mismo y decirles que no nos podemos quedar. No sé en qué estabas pensando –


Ella se soltó. Él no podía saber ¿verdad? ¿Había sido tan transparente? Frenéticamente trató de negar sus sentimientos, negar que hubiera podido leerlos.


–Tenemos que hablar Damon, ¿pero tiene que ser aquí? Quiero decir, ¿es esto algún tipo de burla? –
– ¿Crees que querer un nuevo comienzo sea una burla? – Su voz era frígida. Elena lo miró desconcertada – ¿Empezar de nuevo? Nos estamos divorciando.
Me voy a mudar –


–He parado el juicio de divorcio –


Su boca se abrió y se detuvo su corazón – ¿Has hecho qué? ¿Por qué? –
Preguntó un poco salvajemente.


–Creo que es obvio ahora que debemos seguir casados. Está Nick. Debemos considerar su seguridad –


Elena se sentía acorralada, atrapada – ¿Así que realmente nada cambiaría, verdad? Todavía sería un matrimonio de conveniencia, sólo que como ahora ya sabes lo que pasó, me perdonas por mis pecados del pasado y me autorizas a ser la madre de Nick, y así nos podrás mantener a salvo si estamos todos juntos


– ¿Y eso es tan mala perspectiva? – le preguntó en voz baja, con un tono diferente de voz.


–No... ¡Sí! –Elena movió las manos en el aire. No tenía idea de lo que le estaba pidiendo. El cielo y el infierno. Su corazón estaba bombeando con tanta fuerza


que amenazaba con salírsele del pecho. Lo miró y le suplicó en silencio para que la comprendiera, para que no le hiciera esto.


–Damon, no puedo. No lo haré. No es justo ni para mí, ni para ti, ni para Nick. Él merece tener dos padres que se aman, y no me voy a quedar a tu lado para ver cómo sacrificas tu felicidad sólo por un sentimiento de piedad y deber. Podemos vivir una vida completamente feliz aún divorciados. Puedo vivir cerca, ver Nick... –


–No. No quiero eso –


Elena palideció ante la vehemencia de su voz.


Él se acercó y tiró de ella hacia un sofá cubierto de seda haciéndola sentar. Podía sentir la tensión del cuerpo de él transmitiéndose al suyo. Suspiraba por él, incluso ahora, en cuerpo y alma.


Abrió la boca para hablar, pero él la interrumpió –Elena, sólo... déjame hablar a mí, ¿de acuerdo? –


Ella asintió con cautela. Las manos de él tomaban las suyas, pesadas.


–El profesor Villiers me enseño todo hoy, y sin entrar en detalles específicos de tu caso, me contó por lo que habría pasado alguien con tu enfermedad. Vi la sala de cuarentena...  me  habló  de  los  tratamientos...  ¿Por  eso  tienes  pesadillas, verdad? –


Elena cerró los ojos débilmente. Todo volvía –No me hagas rec... –


–No lo haré. Pero... –


Ella abrió los ojos otra vez y el dolor que vio en ellos casi detuvo a Damon, pero tenía que seguir adelante –Eso casi me destruyó, ver lo que tenían que soportar, Elena. Nadie debería sentir que no tiene más remedio que soportar eso solo. Y siento pesar, estoy tan triste de que sintieras que era tu única opción –


Elena negó con la cabeza –Realmente no tienes que hacer todo esto sólo porque… –


–No lo hago. Has tomado tus propias decisiones y me hubiese gustado que me incluyeras en ellas, pero creo que ahora puedo ver por qué no lo hiciste. Cuando me  lo  contaste no tomé  la  real dimensión,  no  tenía un  concepto verdadero de lo que habías tenido que enfrentar, hasta hoy... –


Eso la hizo sentarse y mirarlo a los ojos. Era sincero.


–Cuando nos casamos estaba fuera mucho tiempo, demasiado, por lo que puedo ver ahora. En su momento también lo vi..., pero tú nunca te metiste en mis negocios. Y de repente, no sabía por qué estaba sintiendo... quería... – Se detuvo, pero fue poco efectivo –No tuvimos tiempo para conocernos bien el uno al otro. Te quedaste embarazada tan pronto –


–Lo cual no debería haber ocurrido –


Él negó con la cabeza enfáticamente –Hubiera sucedido tarde o temprano, Elena. La verdad es que te deseé desde el primer momento en que te vi. Yo sólo lo  escondí  debajo  de  un  muy  elaborado plan  para  casarme  contigo,  para avanzar en mi carrera en Europa. Tenía un plan y nada salió como lo había planeado. Verás, yo nunca había planeado casarme por amor o por deseo, después de ver lo que eso hizo a mis padres. Cuando mi hermana y yo éramos adolescentes, nuestros padres volvían a casa y mi padre conducía, estaban teniendo una de sus monumentales discusiones y él estrelló el coche, dejando paralítica a mi madre de la cintura para abajo –


La imagen de una pequeña mujer vestida de negro en una silla de ruedas en su boda vino a la mente de Elena. Tenía la amargura grabada en su rostro. La voz ronca de Damon captó de nuevo su atención.


–Mi padre estaba tan atormentado por la culpa de haber arruinado la vida de su mujer que tomó una amante inglesa y rompió el corazón de mi madre. Y de mi hermana. Esa es la causa de su infelicidad por nuestra unión. Pero la verdad es que creo que no la hubiera hecho feliz nadie que yo eligiera para casarme. Cuando mi padre le falló a mi madre, en su lugar me puso a mí en un pedestal –


Elena se  sentía insegura. Esta conversación estaba entrando en territorio desconocido, algo para lo que ella no estaba preparada. ¿La había deseado desde el principio? Ella trató de concentrarse.


–Cuando te vi en aquel salón y después me di cuenta de que eras la hija de   Gilbert   , me dije a mí mismo que el deseo que sentía era por el poder, puro y simple – Negó con la cabeza, con los ojos quemándose en los de ella –Pero esa noche, nuestra noche de bodas, cuando dormimos juntos esa primera vez... –


Elena se sonrojó y desvió la mirada. Prácticamente se había tirado sobre él. Él adivinó lo que ella estaba pensando y le puso una mano en la barbilla, haciendo que lo mirara nuevamente –No, fue mutuo. No llevo a las mujeres a la cama por piedad, Elena. Y no las sigo llevando a la cama si no las deseo –


El corazón de Elena se detuvo.


–Yo... yo siempre pensé... Y luego, cuando yo estaba tan... – Ella se puso tan roja ahora que sus mejillas estaban literalmente en llamas.



Damon le frotó con el dorso de una mano la superficie caliente –También fue así para mí. Pero entonces, cuando te escondiste en tu caparazón... que ahora sé que fue después de que fuiste a ver al médico... –


Elena luchaba por mantenerse cuerda a pesar de la intensidad acalorada de sus ojos. Él estaba acertando, sabía demasiado, casi todo. Tenía que recordarse que ya antes ella se había engañado pensando que veía algo en sus ojos.


–Pero esa conversación... –


Sus ojos no cambiaron sino que ardieron aún más –Fue un error, no deberías haber oído aquello, ni por casualidad. Mi hermana exigía saber lo que sentía por ti, había veneno en su ira y en su odio hacia nuestro padre. Si yo le hubiera dicho que sentía algo por ti, te habría aniquilado. Y, con la excepción de ese deseo noble, fui un abyecto y miserable cobarde –


Elena frunció el ceño ligeramente.


–Estaba tan confundido acerca de mis sentimientos, que no encontraba la forma de expresarlo ante Caroline –


¿Sentimientos? Sólo quería decir amistad..., calidez..., respeto.


Elena sintió que tenía que decir algo, como para evitar el terrible momento en que le confirmara eso –Mira, Dam... Tú también me gustas. Me gustaste desde el principio. No tuve más remedio que casarme contigo, mi padre..., el banco... Mi herencia – Tenía que convencerlo.


Él negó con la cabeza y le lanzó una súplica silenciosa –No te creo – Le sujetó las manos aún más fuerte.


La piel de Elena escocía y sintió una sensación de caída en su vientre. Él no podía hacerle esto ¿no?


–Dam, por favor... – le suplicó, tratando de zafar sus manos de las suyas –No sé lo que quieres oír –


–Eres una mujer fuerte, Elena. Creo que has demostrado con creces que no haces nada que no me sientas apasionadamente. ¿Tu herencia? Realmente creo que jamás te importó un comino. Todo lo que quiero oír es la verdad... –


La verdad.


Ella negó la cabeza impotentemente, y para su disgusto sus ojos se llenaron de lágrimas desesperanzadas –Ya lo sabes. Ya lo sabes. Es por eso que estás haciendo esto... para que te dé la razón... pero no puedo, Dam. No puedo –



El  azul  de  sus  ojos  era  hipnótico  –Dímelo  –,  exigió  con  voz  ronca,  no permitiendo retroceder ni una pulgada.


Y entonces, luchar pareció demasiado. Estaba muy cansada ¿Realmente tenía la fuerza para alejarse de Damon, aún cuando él no la amara? Ella sabía la respuesta...


Sus manos se aflojaron en las de él y miró a un punto más allá de su hombro. Cualquier cosa con tal de evitar su mirada láser –Si no me hubiera enfermado nunca te habría dejado. Habría esperado y soñado que algún día sintieras por mí lo que yo sentía por ti – Entonces lo miró, con ojos claros y verdaderos –Creo que te he amado desde la noche de bodas. Me dije que ya no te quería cuando te vi en Londres, pero no era así. Sólo estaba tratando de protegerme a mí misma –


Ella se armó de valor –Y lo hago ahora – Ella se encogió de un hombro a continuación, en un gesto cautivadoramente vulnerable –Tú y Nick. Mi sueño más profundo y secreto a lo largo de todos estos meses era que fuéramos como una familia unida... sana y feliz –


Damon le tomó las manos y Elena se sorprendió al sentir que temblaba violentamente. Él se inclinó y puso un beso en su palma –Gracias, mi querida...
– Apretó otro beso, del otro lado –Mi vida... –


Elena todavía se sentía un poco conmocionada, expuesta ante lo que acababa de decir. La necesidad de auto protegerse todavía era fuerte. Estaba tensa – Dam... –


Él levantó la cabeza y al verlo vio que sonreía, sonreía estúpidamente. Nunca lo había visto tan feliz  –Elena... querida... también me enamoré de  ti en el camino. En algún momento te colaste sigilosamente en mi corazón. Cuando diste a luz a Nick, en ese momento... lo supe después.


Una sombra cruzó su rostro. Se puso serio y Elena contuvo la respiración.
¿Realmente no había llegado tan lejos sólo para salirse con la suya, verdad?


–Cuando volví y encontré que te habías ido... cuando encontré la nota... –


Por un momento lo vio tan desolado que tuvo que creerle. Un aleteo de alegría empezó a desplegarse en su corazón.


–Tenías  razón.  Estaba  tan  enojado,  tan  enfurecido,  que  te  maldije  y  me convencí de que había sido el mayor de los tontos. Y la herida no sanó, sino que me volví más enconado. Me dije que había sido una estupidez confiar en ti cuando todo me decía que no eras más que una trepadora social, hambrienta de dinero... – Se detuvo –Ese día cuando te fuiste, apenas acabado de nacer


Nick... Sentí que te habías burlado de mí, y creí que nunca podría perdonar algo así –


El cuerpo y la cabeza de Elena parecían querer entrar en crisis –No tenía ni idea de que yo significaba algo para ti. Eso me dio valor para irme. No quería aburrirte con una mujer desahuciada por la que no sentías nada. Quería que tuvieras la libertad para casarte de nuevo... alguien a quien amaras y desearas. Y no podía soportar la idea de que Nick conociera el dolor de la separación... –


La mano de él se acercó y le tomó la mandíbula y con el pulgar capturó una lágrima de la que ella no era ni siquiera consciente –Tú eres la única Elena, nadie más. Te amo y te deseo. La otra noche... Entendiste mal la situación a la mañana. Nunca quise decir que no quería hacer el amor contigo. Me sentí como un burdo colegial cuando debería haberte ofrecido nada más que consuelo y confort... y sin embargo no me pude contener. Ni siquiera he estado con otra mujer desde que te fuiste. No pude. Me dije que era la ira lo que me lo impedía. Ni siquiera podía ir a buscarte... el dolor era demasiado intenso –


–Ay, mi amor... – Elena sentía el corazón desbordado. Si estaba soñando, entonces no quería despertar. Ella le dio un beso en la palma de su mano y, sin poder contenerse ya más, lo jaló hacia adelante y se aplastó contra su pecho.


–Te amo Elena. Eres mi vida – Sonrió con tristeza por un segundo –Te he llamado mi amante... pero ese pensamiento duró dos minutos. No podía verte así, no importa cuánto intentara alejarme – Otra vez estaba serio –Cuando tu y Nick fueron secuestrados... cuando te vi en aquella habitación horrible... –


Un escalofrío recorrió su cuerpo grande, y Elena le dio la bienvenida cuando inclinó la cabeza y su boca se reunió con la suya en un beso ardiente.


Cuando se rompió, Elena estaba llorando en serio –Siento mucho no haberte dicho de inmediato... simplemente... no podía... –


–Shh – Volvió a besarla atrayéndola hacia sí –Eso no importa ahora. Estás aquí, estás bien y vas a estar bien. Nick está bien. Estamos juntos, y eso es lo único que importa –


Una lacrimosa Elena asintió con la cabeza.


Damon  hizo  un  gesto  con  el  hombro  y  echó  una  rápida  mirada  por  la habitación –Te he traído aquí porque quiero que sea como un nuevo comienzo. Nunca tuvimos una luna de miel –


Elena negó con la cabeza, dándole la razón.


Damon le besó la mano de nuevo –Bueno, ahora lo haremos. A partir de esta noche. Cenando con vistas a la Torre Eiffel. Sonrió un poco avergonzado,


casi con timidez, lo que hizo que el corazón Elena se elevara aún más alto –
Sé que es un cliché, la mesa con vistas a la Torre Eiffel... el cuarto... la champaña... tengo que recuperar mucho tiempo perdido contigo, Elena. Esto es sólo el principio... te lo prometo –


Ella negó con la cabeza vagamente, demasiado fascinada por sus ojos y sus palabras  como  para  tranquilizarlo  y  decirle  que  estaba  todo  bien.  Bello. Perfecto. Sus palabras caían sobre ella como un bálsamo curativo.


Y luego él metió la mano en un bolsillo y sacó algo. Ella miró hacia abajo. En la palma de su mano estaban sus anillos de boda y de compromiso. Los miró sin decir nada mientras los tomaba de su mano y se los ponía en su dedo anular uno por uno. Él los había hecho ajustar de tamaño y ahora encajaban a la perfección.


Elena se estiró hasta tocar su boca con un dedo, entornando sus ojos en un gesto inocentemente provocativo, antes de mirarlo. La mano le temblaba por las emociones que la atravesaban – ¿Tan seguro estabas? –


Él negó con la cabeza entonces, todavía había vulnerabilidad en sus ojos, le tomó los dedos y los besó –No, no estaba seguro del todo... pero recé a cada dios que conozco para que sintieras algo por mí... que al menos estuvieras de acuerdo en permanecer casados –


Compartieron una intensa y larga mirada.


– ¿Sabes qué día es mañana? –
–Por supuesto que sí. Es el cumpleaños de Nick – contestó Elena con voz ronca. Él sonrió –Así que mañana, temprano, nos vamos a casa, y despertamos a
nuestro hijo, y le damos un cumpleaños muy especial, el primero de muchos,
juntos –


Elena  sonrió  vacilante.  Estaba  segura  de  que  debía  verse  como  un espectáculo, pero con Damon mirándola como si fuera la Venus de Nilo no le importaba. Dejó que le tomara la mano, la levantara y la sacara a la terraza.


En el aire cálido y primaveral de una hermosa noche en París, comenzaron de nuevo...


Cuatro años más tarde.


Elena miraba con asombro la pequeña cabeza llena de cabello castaño oscuro acurrucada contra su pecho. Observaba el diminuto ceño fruncido, el capullo de la boca amamantándose ferozmente, como si su vida dependiera de ello. Una pequeña mano enroscada alrededor de su dedo meñique con una fuerza realmente increíble. Su hija. Alegría. Porque eso era lo que había sido su embarazo. Esperanza y alegría. Las posibilidades de que después de la quimioterapia su fertilidad se hubiera dañado irreparablemente eran muchas, pero Alegría era una prueba de lo contrario.


La puerta se abrió con un estallido, y un destello rubio irrumpió seguido por Damon, tan alto y guapo que Elena sonrió cuando sintió que su corazón se apretaba, como siempre lo hacía. Compartieron una mirada, y luego volvió su atención sonriente a Nick cuando él se encaramó a la cama.


– ¡Mamá, mamá, mira lo que dibujé para Legria!


–Es Alegría, cariño... –


Nick claramente no estaba interesado y parloteaba, mostrando a Elena un dibujo de Papá, Mamá, Nick y el nuevo bebé. Las lágrimas llenaron los ojos de Elena y Damon las vio. Se acercó y le dio un largo beso en la boca. Ella se limitó a mirarlo en silencio, con todo escrito en su rostro, en sus ojos. El momento era portentoso. El amor ardía entre ellos, fuerte y verdadero.


Damon simplemente le sonrió –Lo sé, querida... lo sé... –


FIN

Título Original

EL MATRIMONIO
DE CONVENIENCIA DEL  
ESPAÑOL

Autor:
Abby Green

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