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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

05 noviembre 2012

Comprado Capitulo 15


CAPÍTULO QUINCE


Mientras Damon conducía, Elena intentó ordenar sus pensamientos.


—Cuando me dijiste que Raúl Carro había sido la causa de que te fueras a África, lo que quisiste decir es que te fuiste para distanciarte de él —comentó Damon Elena asintió.



—Fue espantoso. Su pobre esposa... todavía me siento fatal.


—Pero si tú no sabías nada.


—Da igual. Era un hombre manipulador y te aseguro que, en cierta manera, me alegro de que Serena llamara a su mujer. Tenía derecho a saberlo.


—Pero, entonces, ¿apareció en África?


—Sí, al final. Unos días antes de que yo me fuera. A mí me ignoró, pero, en cuanto llegó, comenzó a seducir a otras enfermeras.


— ¿Sigues enamorada de él? —le preguntó Damon apretando el volante con fuerza mientras esperaba la respuesta.


—No —contestó Elena al cabo de un rato—. La verdad es que creo que nunca lo estuve.


«Ahora que sé lo que es el amor de verdad, creo que nunca estuve enamorada de él», pensó. Damon sintió un inmenso alivio. Cuando había descubierto que Elena se había ido, había sentido un terrible pánico. La idea de que pudiera desaparecer sin más lo había llenado de terror.


Damon miró a la mujer que había sentada a su lado. Seguía allí. Eso era lo único que le importaba en aquellos momentos.


Aquella noche, se sentaron en el balcón y compartieron un licor. Elena se sentía bien aunque no sabía hacia dónde iba su relación. Damon le había pedido perdón por haberla juzgado de manera errónea, pero tenía la sensación de que, al haberse quedado, le había dejado muy claro que su corazón le pertenecía.


— ¿En qué piensas?


—En nada en particular—mintió Elena.


— ¿Te fuiste a África para castigarte a ti misma? —quiso saber Damon retomando la conversación.


Elena se quedó pensativa.


—La verdad es que nunca me lo había planteado, pero... quizás en parte fuera así... ¿Por qué no me cuentas algo sobre ti? La verdad es que me resulta extraño no saber absolutamente nada.



 — ¿Qué quieres saber?


Elena se encogió de hombros, encantada de que hubieran dejado de hablar de ella.


—No sé... ¿cómo llegaste desde las calles al lugar que ocupas ahora mismo en la sociedad y qué fue de tus padres?


Damon apretó las mandíbulas y habló sin emoción.


—Cuando mi hermano tenía un año y yo seis, mi madre nos abandonó. Mi padre ya se había ido hacía mucho tiempo y nadie sabía dónde estaba, así que nos llevaron a un orfelinato, pero cerró unos años después porque no tenía fondos, así que nos vimos viviendo en la calle.


— ¿Los dos?Damon asintió.

— ¿Cuántos años tenías entonces?


—Trece o catorce.


A continuación, permaneció un buen rato callado


—Un día, un hombre me vio trabajando, estaba ayudando en la construcción de una casa, me llamó y me ofreció un trabajo. Yo le dije que solamente lo podía aceptar si me podía llevar a mi hermano conmigo. Stefan tenía entonces nueve años y no hacía más que meterse en líos. Aquel hombre, que se llamaba Stefano Arrigi se hizo cargo de nosotros y fue nuestro tutor. Solía decirme que había visto en mí algo que no había visto en nadie más, así que yo me esforcé. Aquel hombre no tenía familia y, cuando murió, yo tenía veintiún años y me dejó su pequeña constructora.


—Y ahora esa constructora es una de las mejores del mundo...


Damon asintió de manera modesta y Elena sintió que el corazón le daba un vuelco. Entendía perfectamente la vida que había llevado Damon, pues la suya había sido muy similar aunque, gracias a Dios, nunca se había visto en la calle. Aun así, decidió no revelarle nada más de su pasado y le agradeció que le hubiera contado tantas cosas sobre el suyo porque la ayudaba a comprender su complejo carácter.


Cuando Damon le tendió la mano para irse a dormir, Elena supo que se había enamorado de él sin remedio.


Elena había encandilado a todo el mundo, a sus amigos más íntimos, los O'Brien, y a todos los demás. La esposa de Buchanen, que había llegado a finales de la semana anterior, estaba completamente fascinada por ella y encantada de encontrar a otra enfermera con tanta vocación como ella. La gente no paraba de decirle lo maravillosa que era, lo dulce que era, lo amable que era...

Y Damon sabía que era cierto.


Sin embargo, se recordó que, hasta que no naciera el hijo de Bonnie, debía mantenerse firme, no debía dejarse atrapar, no debía sucumbir.




Ya lo habían engañado una vez. Debía vigilarla bien.


Damon se dijo que estaba preparado para lidiar con una mujer como ella, pero lo que no podía soportar era su fachada.


Años antes, le había afectado mucho que lo engañaran, pero ya no era así. Ahora, tenía la situación controlada. Pasara lo que pasase, lo único que le interesaba era saciar su apetito físico, que lo quemaba abrasadoramente.


Damon tomó a Elena del mentón al llegar a la puerta de su habitación y la besó con pasión, Elena se dio cuenta de que, sin embargo, la miraba con frialdad y comprendió, con lágrimas en los ojos, que seguía sin confiar en ella.


Era evidente que seguía creyendo que su hermana y ella tenían un plan para sacarle el dinero y, cuando terminara aquella semana, tendría que volver a casa.


Por la noche, mientras volvían al hotel después de haber estado en una bodega catando vinos en la zona de Stellenbosch, Damon iba pensando que aquella situación se le estaba escapando de las manos.

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