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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

06 noviembre 2012

Comprado Capitulo 16


CAPÍTULO DIECISÉIS


—Quiero que vuelvas a Italia conmigo y te quedes en mi casa de Roma. Elena sintió que se mareaba ante las palabras de Damon. No era lo que esperaba oír. Tampoco era el mejor momento estando desnuda con él, también desnudo, al lado en la cama.


Estaba terminando su estancia en Ciudad del Cabo y había llegado el momento de volver a Europa. Las negociaciones habían sido un rotundo éxito, Buchanen había firmado los contratos  durante  una  espectacular  rueda  de  prensa  el  día  anterior,  así  que  su constructora comenzaría las obras del estadio al año siguiente.

— ¿Y por qué quieres que me quede contigo? —le preguntó.

—Porque lo que hay entre nosotros me gusta... —contestó Damon acariciándole un pecho.

—Pero... —contestó Elena con la respiración entrecortada.

—No quiero que te vayas —la interrumpió Damon de manera arrogante.

—Damon, no soy un juguete.

— ¿Me estás diciendo que te quieres ir? ¿Me estás diciendo que te quieres perder todo esto? —insistió sentándola a horcajadas sobre él.

«No, claro que no», pensó Elena sintiendo su erección en la entrepierna.

Un rato después, después de haber hecho el amor y con el cuerpo bañado en sudor, Damon la besó en el cuello e insistió.

— ¿Qué me dices?

Dos meses después

Damon sonrió mientras entraba en su casa, situada en el centro de Roma. Oía correr el agua en la ducha y se imaginó a Elena desnuda, lo que lo llevó a deshacerse de la ropa a toda velocidad.

Mientras se aproximaba a la puerta del baño, el deseo se hizo cada vez más patente en su anatomía. Sí, allí estaba, lavándose el pelo, con los brazos levantados y los pechos en punta.

— ¡Damon! —exclamó Elena asustada cuando Damon abrió la puerta de la ducha.

—Sí, soy yo... anda, déjame, que ya lo hago yo...

A continuación, la giró hacia sí, le colocó las manos sobre los pechos enjabonados y comenzó a acariciárselos. Al instante, sintió que Elena se estremecía y se apretó contra ella para que sintiera su erección mientras pensaba que había tomado la decisión correcta al convertirla en su pareja.

La vida le sonreía.

Aquella misma noche, mientras cenaban, Elena miró a Damon y pensó que cada día se estaba enamorando más de él y se estaba dejando caer en un agujero oscuro que amenazaba con tragársela.

Llevaba dos meses jugando a ser su pareja, lo que era una locura. Iba con él a todas partes, siempre con una sonrisa a pesar de que no sabía lo que iba a pasar.

—Este domingo por la noche hay una función para sacar fondos para los niños de Milán y el sábado hay una competición de deportes acuáticos en el lago Como también para los niños.¿Quieres venir?

—Claro —se obligó a sonreír Elena.

Damon sonrió también y Elena sintió que el corazón se le encogía. Ni una sola palabra de afecto ni de ternura ni de amor. Ya no sabía cuánto tiempo más iba a ser capaz de soportar aquello. Había accedido a acompañarlo a Roma con la estúpida esperanza de que, una vez a solas, cuando hubieran tenido oportunidad de conocerse un poco más, Damon comenzase a sentir algo por ella, pero no había sido así.

Elena se dijo que iba a tener que ser fuerte y que iba a tener que irse.

—Pasaré a buscarte a las seis porque la función empieza a las siete y media. La señora Pasquale te traerá el vestido a las cinco.

—Damon, te he dicho que es una locura comprar otro vestido nuevo. No lo necesito. Tengo ropa de sobra.

—La función de esta noche es muy importante —insistió Damon.

Elena se encogió de hombros mientras Damon abandonaba la mesa en la que acababan de compartir la comida. Habían vuelto a su palacio de Milán y se estaban preparando para el gran baile de beneficencia. Habían llegado aquella misma mañana en helicóptero.

Una vez a solas, Elena se paseó por la casa desorientada e intentó llamar a su hermana, pero no había nadie en la casa de Londres y no los encontró ni en su móvil ni en el de Stefan, pero no se preocupó porque sabía que solían salir a pasear si él conseguía salir del trabajo un poco pronto.

La  señora  Pasquale  le  llevó  el vestido  puntualmente  y  para  las  seis  estaba  vestida  y arreglada.

A pesar de que Elena había aprendido la lección y ya no utilizaba zapatos de tacón alto sino bailarinas, babuchas o mules, le estaban empezando a doler los pies.

La cena ya había terminado, pero había mucha gente bailando todavía, así que le dio un trago al champán y esperó.

En aquel momento, Damon se abrió paso entre los presentes, se acercó a ella, la tomó de la mano y se la besó delante de todo el mundo.


Elena sintió que el corazón le daba un vuelco, pero se dijo que todo aquello formaba parte de  la  farsa.  Desde  luego,  Damon estaba  sacando  provecho  del  dinero  que  le  estaba prestando a Bonnie para su recuperación.

Se iban a casa al cabo de un rato cuando Damon se paró tan de repente que Elena estuvo a punto de chocarse con su espalda. Al mirar por encima de su hombro para ver qué era lo que lo había hecho frenar así, vio que se trataba de una mujer un poco mayor que ella, de pelo oscuro, piel aceitunada e increíbles ojos verdes.

Estaban hablando en italiano y Elena no entendía nada, pero tuvo la sensación de que Damon se interponía para que no fuera testigo de la conversación. Aquello la hizo enfurecer.

—Hola, soy Elena —se presentó colocándose al lado de Damon.

La otra mujer la miró con desprecio y siguió hablando con Damon, que le dijo algo en tono muy serio.

—Damon... por favor, ¿quién es esta mujer?

—Esta mujer —contestó Damon mirando a la morena con frialdad— no es nadie. Dicho aquello, agarró a Elena de la mano y la sacó del salón.

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