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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

06 enero 2013

Cruel Capitulo 01


CAPÍTULO 01

Seis días después.

—Pero Matt, estoy bien para trabajar y mañana regreso a Dublín. No es que esté al otro lado del mundo —Elena no pudo evitar que la voz le temblara.
—Sí, claro, y yo acabo de ver un cerdo volando. Siéntate en ese taburete antes de que te caigas. No vas a trabajar en tu última noche aquí. Te he prometido el sueldo de dos semanas y aún te debemos las propinas —le dijo el guapo hombre mientras le servía una copa de brandy. —Toma. Ayer, en el funeral parecía como si fueras a caerte redonda.
Elena se dio por vencida y se sentó en el alto taburete. Lo que la rodeaba era un lugar oscuro, cálido y familiar, que había sido su hogar durante los últimos años. La emoción la embargó ante las atenciones de su viejo amigo.
—Gracias, Matt  Y gracias por venir conmigo ayer. No creo que pudiera haberlo hecho sola. Significó mucho para mí que Barny, Simón y tú estuvierais allí.
Él se acercó y le agarró la mano.
—Cielo, de ningún modo habríamos dejado que pasaras por eso tú sola. Nicklaus ya se ha ido. Se acabó. Y ese accidente no fue culpa tuya, así que no quiero volver a oír una palabra al respecto. Es un milagro que no te arrastrara con él. Sabes muy bien que era cuestión de tiempo que sucediera algo.
«Sí, pero podría haber intentado detenerlos... proteger a Allegra...», Esas palabras resonaban en la cabeza de Elena, las palabras de Matt pretendían reconfortarla, pero no hacían sino remover las amargas emociones que siempre estaban presentes; el terrible sentimiento de culpabilidad por no haber logrado evitar que Nicklaus no condujera esa noche. Se había subido en el coche con ellos porque estaba sobria y quería asegurarse de que no cometían ningún descuido...
Pero Matt no necesitaba saberlo.
Elena le sonrió, intentando hacerle creer que se encontraba bien.
—Lo sé.
—¿Lo ves? Ésa es mi chica. Ahora, bébete eso y te sentirás mucho mejor.
Elena hizo lo que le dijo, arrugando la nariz mientras el líquido le quemaba la garganta. Sintió el efecto de inmediato, cálido y relajante. Movida por un impulso, se inclinó sobre la barra y llevó a Matt hacia sí para besarlo en los labios y abrazarlo. Significaba mucho para ella y no podía imaginar lo vacía y desesperada que sería su vida sin tenerlo como amigo.
Él la abrazó con fuerza antes de apartarse y besarla en la frente.
—Parece que los primeros clientes están llegando.
Elena se giró para mirar atrás y vio una figura alta a través de la franja que quedaba entre las gruesas cortinas que separaban la barra VIP del resto del club. Por alguna razón que desconocía la recorrió un escalofrío, aunque no le dio importancia y se volvió para mirar a Matt  Decidió que se marcharía enseguida. Tenía poco equipaje que hacer para volver a casa, a Dublín, pero gracias a ello estaría lista cuando, por la mañana, llegara el abogado para tomar posesión de las llaves del apartamento. De pronto la idea de regresar a ese enorme y vacío piso sin alma la atemorizó al recordar la visita que había recibido allí mismo la noche anterior, tras el funeral.
Nicklaus, su hermano, la había dejado únicamente con la ropa que llevaba encima. Desde que sus padres murieron y él se había hecho cargo de su hermana de dieciséis años, no había dejado de dejar constancia de que lo enfurecía esa obligación fraternal que le habían impuesto. Pero pronto se había aprovechado de la presencia de Elena, al verla como una asistenta del hogar interna. Ella no se había esperado nada más, pero había sido un gran impacto descubrir que su hermano no sólo tenía unas deudas astronómicas, sino que...
Matt la sacó de esos pensamientos al reclamar su atención y ella se sintió agradecida.
—Cielo, no mires, pero esa figura que estaba mirando aquí dentro es el espécimen de hombre más divino que he visto en la vida. No lo echaría de la cama por hablar demasiado, eso seguro.
Por alguna razón, Elena volvió a sentir ese extraño escalofrío, pero sonrió a Matt agradecida por la distracción que le ofrecía.
—Oh, vamos. Eso lo dices de todos.
—No. Éste... no se parece a ninguno que haya visto antes, pero por desgracia la intuición me dice que es heterosexual. Oh, aquí viene. Debe de ser alguien importante. Elena, cielo, levántate y sonríe. Te digo una cosa, un pequeño flirteo y una noche ardiente con un hombre así te harán olvidar para siempre los recuerdos sobre el tirano de tu hermano. Es lo que necesitas ahora mismo, un poco de diversión antes de volver a casa y empezar de nuevo.
Y entonces, vio a Matt dirigir su atención hacia el misterioso extraño, cuya presencia podía sentir a su lado.
—Buenas noches, señor —le dijo Matt alegremente. —¿Qué le pongo?
A Elena se le erizó el vello ante la presencia del hombre y decidió hacer caso omiso del consejo de su amigo. No tenía la más mínima intención de dejarse llevar por una noche de pasión con nadie, y mucho menos con un completo desconocido. Sobre todo, la noche después del funeral de su hermano, y especialmente porque en sus veintidós años de edad nunca había experimentado ninguna clase de pasión.
Con la intención de marcharse, se giró sobre el taburete, pero antes de poder darse cuenta se vio cara a cara con el extraño, un ángel caído que la estaba mirando fijamente. Un oscuro ángel caído, con unos brillantes ojos verdes y dorados bajo unas largas y negras pestañas. Cejas negras. Pómulos altos. Unos labios que Elena deseó besar en ese mismo instante, para sentirlos y saborearlos.
En cuestión de segundos, además de darse cuenta de que tenía unos hombros muy anchos y de que mediría más de un metro ochenta, supo que tenía la clase de cuerpo que le volvería loco a Matt Llevaba un grueso abrigo, pero por debajo del botón de arriba de la camisa se veía una suave piel aceituna y un escaso y crespo vello negro.
Elena no podía entender la ardiente sensación que invadía su cuerpo, el crepitar en su sangre cuando sus miradas se quedaron enganchadas durante lo que parecieron siglos. Se le cortó la respiración y sintió un mareo, como si se tambaleara. ¡Y eso que seguía sentada en el taburete!
—¿Señor?
El hambre espero un instante antes de mirara Matt e indicarle algo. Elena se sintió como si hubiera estado suspendida en el aire y ahora, de pronto, estuviera precipitándose de vuelta a la tierra. Fue una sensación de lo más extraña. La voz del hombre era profunda y grave, acentuada, y antes de que pudiera darse cuenta, Matt estaba sirviéndole otra copa de brandy.
—Es de parte del caballero.
Matt se alejó mientras silbaba en voz baja.
—Oh, no, de verdad. Iba a marcharme ahora mismo...
—Por favor. No te marches por mí.
Esa voz dirigida directamente a ella la golpeó como si fuera una bola de demolición. Era intensa y tenía ese delicioso acento extranjero. Cuando él le sonrió, la habitación pareció darle vueltas.
—Yo... —dijo Elena, sin lograr nada.
El hombre se quitó el abrigo y la chaqueta revelando el impresionante cuerpo que Elena había sospechado que se escondería debajo. Su ancho torso estaba a escasos centímetros de ella y el tono oscuro de su vello era visible a través de la seda de la camisa, en la que se marcaban unos definidos pectorales. Se sentó en un taburete a su lado y entonces ella supo que estaba perdida porque en cuestión de segundos ese completo desconocido había despertado su cuerpo de un letargo de veintidós años.
—Bueno... está bien. Me tomaré la copa a la que me has invitado —logró decir antes de agarrar el vaso.
—¿Cómo te la llamas?
—Elena. Elena Вrosnan —respondió tras pensar en ello por un segundo.
Él le dirigió una mirada enigmática.
—Elena... —pronunció el hombre con un sensual acento haciendo que a ella se le pusiera la piel de gallina.
En una pequeña porción de su desconcertado cerebro, se preguntó si se había vuelto loca y a qué se debía esa inesperada reacción, ¿Estaría provocada por el impacto de los últimos días? ¿Por el gran dolor que sentía? Porque, aunque no podía decir que quisiera a su hermano después de los muchos años en los que había abusado de ella, no habría sido humana si no hubiera llorado la mejor parte de él y el hecho de que ahora ya no le quedara familia, Sin embargo, sentía más pena por Allegra, la novia de su hermano, que también había muerto en el accidente de coche.
—¿Y eres de...? —le preguntó el hombre enarcando una ceja y adquiriendo así un aspecto algo diabólico.
—Irlanda. Regreso allí mañana. He estado viviendo aquí desde que tenía dieciséis años, pero ahora vuelvo a casa.
Elena estaba balbuceando y lo sabía. Él la estaba mirando con intensidad, como si quisiera meterse en su cabeza, y enseguida ella supo que un hombre como ése podía consumirla por completo. Al pensar en ello, sintió un calor en su vientre y humedad entre las piernas. Estaba perdiéndose en sus ojos mientras él la miraba.
—En ese caso, brindo por los nuevos comienzos. No todo el mundo tiene la suerte de volver a empezar.
Elena captó cierta intención en su voz, pero él estaba sonriendo. Brindaron, bebieron y en ese momento Elena sintió el deseo de seguir conversando con él.
—¿Y tú? ¿Cómo te llamas y de dónde eres?
Él tardó algo de tiempo en responder, como si estuviera meditando sobre ello, pero finalmente dijo:
—Soy de Italia... Enzo. Encantado de conocerte.
A Elena se le cortó la respiración. Bonnie también era de Italia, de Sardinia. Era una coincidencia, y muy dolorosa, por cierto. Él extendió una gran mano de dedos largos y Elena se la estrechó con su pequeña mano cubierta de las pecas que tanto había detestado durante años.
Impotente por el torrente de sensaciones que estaban recorriéndole el cuerpo ante su tacto, se le secó la boca y lo miró con intensidad mientras él le dedicaba una sexy y devastadora sonrisa.
«¡Oh, Dios mío!».
Finalmente, Elena retiró la mano y la escondió bajo la pierna. De pronto sintió la necesidad de alejarse de esa intensidad, no estaba acostumbrada a algo así. Estaba asustadísima y bajó del taburete como pudo, aunque al hacerlo rozó el cuerpo del hombre provocando diminutas explosiones dentro de ella.
—Discúlpame. Tengo que ir al lavabo.
Con piernas temblorosas, salió de la zona VIP y cruzó el club, que estaba llenándose con rapidez y cuya música se oía a través de las cortinas de terciopelo. Entró en el aseo, cerró la puerta y se apoyó en el lavabo. Vio su reflejo en el espejo y sacudió la cabeza. Estar lejos de ese hombre no la estaba ayudando a calmarse ni a mitigar el rubor de sus mejillas. Tenía su imagen clavada en la mente.
¿Por qué le estaba pasando eso? ¿Y precisamente esa noche? Ella no tenía nada de especial: cabello rojo oscuro largo y liso, ojos verdes con tonos avellana y una piel clara y pecosa. Demasiado pecosa. Un cuerpo larguirucho y nada de maquillaje. Eso era todo lo que veía.
De pronto la invadió una extraña euforia: al día siguiente volvería a casa y se alejaría de Londres, que nunca había sido su hogar. El hecho de que ese club y sus empleados hubieran sido como su casa después de la muerte de sus padres, lo decía todo.
Pero entonces, de pronto, el terrible recuerdo del accidente volvió a incrustarse en su cerebro. Fue como revivir una película de miedo: ese momento en el que vio el coche ir hacia ellos y fue incapaz de gritar a Nicklaus para avisarlo. Sintió un fuerte dolor en su interior y bajó la mirada. ¿Cómo podía haberse olvidado por un segundo de la tragedia acaecida hacía escasos días y de la que, según los médicos, había sobrevivido milagrosamente?
Enzo. El corazón se le detuvo un instante antes de volverle a latir. Él le había hecho olvidar por un momento y le estaba haciendo olvidar en ese mismo instante. Volvió a mirarse en el espejo ignorando el brillo de sus ojos; no le sorprendería que él se hubiera marchado cuando volviera a la barra. Conocía demasiado bien a esa clase de hombres; los que frecuentaban el pub eran hombres de negocios que competían por ver quién compraba el champán más caro y quién se iba con las mujeres más bellas.
Sin embargo, Elena tenía que ser sincera consigo misma porque Enzo no le había dado esa impresión. Parecía demasiado sofisticado. No había duda de que era rico, eso se veía a la legua, y sólo ese detalle la hacía estremecerse porque ya había visto a demasiados millonarios y detestaba la obsesión de muchos de ellos por el poder. Contempló la idea de pedirle a uno de sus compañeros que fuera a la barra para recuperar sus cosas y así evitar volver a verlo, pero decidió despojarse de su miedo. Podría ocuparse de la situación... si es que él seguía allí...
Sin embargo, cuando Elena volvió a entrar en la zona VIP, Enzo ya se había ido y, a pesar de habérselo esperado, la invadió una fuerte decepción. Aún estaba intentando controlar esa reacción cuando Joe, uno de los camareros, le entregó una nota:

Cielo, he tenido que irme... una crisis doméstica con Simon. ¡Te llamo mañana antes de que te marches!
Robbie.

De nuevo, decepción, ya que había tenido la esperanza de que la nota fuera de Enzo. Lo cual era ridículo ya que sólo habían hablado durante escasos minutos.
Cuando estaba recogiendo su teléfono y su abrigo, oyó un ruido tras ella, una voz familiar.
—¿Es demasiado tarde para pedirte que tomes otra copa conmigo?
¡No se había ido! Un gran alivio la embargó y sintió que no quería que ese hombre volviera a alejarse de ella. Se giró y, al mirarlo a la cara, volvió a perderse en esos fascinantes ojos y quedó cautivada por la brusca belleza de su rostro.
—Bien. He reservado una mesa privada y he pedido una botella de champán.
Elena se vio incapaz de responder con coherencia y Enzo la tomó del brazo para llevarla hacia la mesa.
—Bueno —dijo él. —Pues aquí estamos.
Se inclinó hacia delante y su rostro quedó iluminado por la suave luz de la lámpara que pendía sobre sus cabezas. Sin duda era el hombre más guapo que había visto en su vida.
—Dime, ¿vienes mucho por aquí?
Elena sonrió.
—Es como mi segunda casa —inmediatamente imaginó lo mal que debían de haber soñado esas palabras y se apresuró a aclararlo. —Eso es porque...
En ese momento una camarera apareció allí con el champán interrumpiendo la explicación de Elena y, para cuando volvieron a quedarse solos y Enzo sirvió las copas, ya había olvidado cuál había sido la pregunta.
—Brindo por esta noche.
—¿Por qué por esta noche?
—Porque creo que va a ser... catártica —respondió él antes de dar un sorbo de champán.
Qué cosa tan rara por la que brindar, pensó Elena, que también bebió saboreando las burbujas que le recorrían la garganta. No podía creer que estuviera allí sentada, con su vestido de trabajo y bebiendo champán con ese enigmático hombre. En todo el tiempo que llevaba trabajando allí, nunca había conocido a nadie como él, y eso que por ese exclusivo local pasaban los hombres más ricos del mundo; las presas favoritas de su hermano, y la razón por la que ella había conseguido empleo allí.
Al menos el vestido era lo suficientemente apropiado: sencillo y negro. La única pega era que era demasiado corto, pero Simon el novio de Matt insistía en que diera el aspecto de ser la chica más importante del local y con Barny allí para protegerla de las malas intenciones de algunos, por lo general evitaba situaciones comprometidas. Algo de lo que Simón había sido consciente al contratarla, ya que la vio demasiado joven como para trabajar en el club. Al final había decidido darle un puesto en la puerta.
—Háblame de ti, Elena.
Estaba haciéndolo otra vez, pronunciando su nombre con ese sutil acento, y entonces Elena se dio cuenta de que deseaba hacer exactamente lo que Matt le había sugerido: dejarse llevar y permitir que ese extraño la ayudara a olvidar su dolor y su pesar.
Para sufrir ya tendría tiempo cuando volviera a casa e intentara comenzar de nuevo. Al pensar en ello, la amenaza de la noche anterior volvió a colarse en su cabeza, pero logró volver a enterrar su miedo. Por el momento, y al lado de ese hombre, podía fingir que todo iba bien... ¿o no?


Enzo enarcó las cejas.
—¿Tienes un título en Empresariales?
Elena asintió, orgullosa del título que había obtenido por fin hacía escasas semanas, y no muy segura de por qué él se mostraba tan incrédulo. Tal vez era uno de esos hombres que no creía que las mujeres pudieran estudiar y trabajar, aunque, por otro lado, no parecía ser de esa clase. La botella de champán estaba medio vacía y sentía una deliciosa sensación en la cabeza.
—¿Pero no has ido a la universidad?
—¿Te lo he dicho? —qué curioso, no recordaba haberle contado que había hecho el curso a distancia, desde casa. —Tienes razón, no he ido —estaba preguntándose cómo habían acabado hablando de ese tema cuando se oyó un pitido y él se disculpó para responder al teléfono. Al oír que decía algo sobre un padre enfermo, Elena le hizo una seria indicándole que le dejaría hablar en privado, pero él la detuvo agarrándola por el brazo.
Mientras hablaba en un fluido italiano, la miraba a los ojos y le acariciaba el interior de la muñeca. Elena tuvo que contenerse para no emitir un gemido, pero no pudo dejar de mirarlo y tampoco se apartó, a pesar de saber que con ello estaba dándole una señal tácita. ¡Era una locura!
Él terminó la conversación y la soltó con brusquedad, como si se arrepintiera de haberla agarrado.
—¿Va todo bien?
Le vio apretar la mandíbula mientras la miraba con intensidad.
—Es hora de salir de aquí.
¿Quería decir que se fueran juntos? No. ¿Por qué iba a querer un hombre así irse con ella?
—Mañana me espera un día duro, será mejor que yo también me vaya. Gracias por las copas.
Enzo ya había pagado y no hizo caso cuando ella intentó darle parte del dinero, algo que para Elena fue un alivio, porque aunque no le gustaba que nadie le pagara nada, no tenía demasiado dinero en el monedero. Matt se había marchado antes de poder darle el dinero de las propinas y aún faltaban un par de semanas hasta que recibiera el cheque de su último sueldo.
Juntos salieron del club para adentrarse en la oscuridad de las calles y el frío aire de comienzos de primavera. Era casi medianoche. Elena se estremeció levemente cuando Enzo la ayudó a ponerse el abrigo y le apartó su larga melena rozándole el cuello. Justo en ese momento alguien que hacía cola en la puerta del local la llamó y Enzo apartó las manos. Ella se giró y saludó con la mano a una actriz que frecuentaba el local.
—¿Es amiga tuya?
Elena se giró hacia Enzo, el corazón le latía con fuerza.
—No exactamente —dio un paso atrás, aunque descubrió que alejarse de él era más difícil de lo que quería admitir. —Mira, gracias por todo... y por las copas. Me ha gustado charlar contigo.
El se la quedó mirando con las manos metidas en los bolsillos,
—¿De verdad quieres irte?
A ella se le helaron el corazón y el cerebro.
—¿Qué has dicho?
—Ven a mi hotel conmigo.
No era una pregunta, era prácticamente una orden que volvió a acelerarle el corazón. ¿Pero a quién intentaba engañar? No estaría preparada para un hombre tan viril como Enzo ni en un millón de años. Y sin embargo, mientras pensaba eso, su cuerpo se despertó haciéndole creer que él era el único hombre del mundo con el que podría hacer el amor.
Confundida, se apartó negando con la cabeza.
—Lo siento, yo no... —«no hago esa clase de cosas porque nunca antes lo he hecho». Independientemente de lo que su cuerpo pudiera estar diciéndole, su cabeza le estaba advirtiendo que saliera corriendo en la otra dirección.
Enzo estaba bajo la farola; tenía unos hombros enormes, un cuerpo esbelto e impresionante, y un rostro oscuro y pecaminoso. Todo lo que tenía que ver con él resultaba pecaminoso. Recordó las palabras de Matt  ¿Podría ese hombre hacerle olvidar? Sin embargo, mientras pensaba en ello para tomar una decisión, Enzo retrocedió. Al parecer, había perdido la oportunidad y eso la hizo sentirse decepcionada.
Allora, buenanotte, Elena.
En ese instante, ella se dio cuenta de que nunca más volvería a ver a ese hombre y de pronto se preguntó cómo sería besarlo. Por otro lado, se recordó que todo eso formaba parte de una fantasía porque él estaba fuera de su alcance y, además, ¿no detestaba a los hombres que entraban en el club? Sin embargo, una voz dentro de ella le decía que tal vez era diferente.
Su recién despertado cuerpo parecía estar pidiéndole a gritos que le dijera: «Sí, espera, acepto tu ofrecimiento», pero en lugar de eso, dijo:
—Buenas noches, Enzo.
Se giró bruscamente y se alejó, con la respiración acelerada y el corazón palpitando con tanta fuerza que temió que se le fuera a salir del pecho. Y, por ridículo que parezca, en ese momento se sintió más sola de lo que se había sentido en toda su vida hasta la fecha. Cuando las lágrimas se acumularon en sus ojos, decidió que debían de ser causa de todos sus problemas y de la terrible semana que había pasado, y no de la increíble noche que había surgido como de la nada.
Al pasar por delante de la cola de gente que aguardaba para entrar en el club, oyó a una chica decir:
—Míralo... debe de estar loca para no irse con él...
Elena se detuvo en seco y se giró lentamente. Enzo ya no estaba mirándola, y ella podía verlo de espaldas esperando a que le entregaran su coche; podía ver su ancha espalda, su cabello negro, la masculina belleza de su cuerpo y el poder que denotaban su orgullosa pose y su altura. Pensar en no volver a verlo nunca le estaba causando un fuerte revuelo dentro del pecho.
De pronto no fue consciente de que sus pies la estaban arrastrando hacia una inevitable dirección: de vuelta a él. Y al instante se encontraba allí, tras él, aliviada. Le dio un toquecito en la espalda. Inmediatamente él se giró.
—¿Has cambiado de idea?
La sardónica arrogancia y el cinismo de su expresión no tuvieron ningún efecto en la patética debilidad que la había hecho volver a él. No pudo responder. Nunca en su vida había hecho algo tan impulsivo, aunque por otro lado, nunca había deseado ni nada ni a nadie con tanto anhelo. Se sentía protegida al pensar que se trataría de una única noche con ese maravilloso hombre y que después dejaría que todo su dolor y toda su pena volvieran. Pero durante las horas que estaban por delante podría ser otra persona. No la chica que se quedó huérfana con dieciséis años, ni la hermanita de la que se aprovechó su hermano mayor mientras ella esperaba que cambiara. Tampoco sería la chica que trabajaba día y noche para obtener una titulación. Ni la chica que se había visto involucrada en un terrible accidente de coche al que sólo ella había logrado sobrevivir.
Quería aferrarse a ese momento en el que podía dejarse llevar por la pasión, y así le respondió:
—Sí. Me gustaría acompañarte al hotel.

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