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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

06 marzo 2013

Shades Capitulo 07


Capítulo 7 

Santa mierda. ¿Realmente acabo de hacer eso? Debe ser el alcohol. He bebido 
champaña, además de cuatro copas de cuatro vinos diferentes. Doy un 
vistazo hacia Damon, quien está ocupado aplaudiendo.  


Mierda, va a estar tan enojado y hemos estado llevándolo tan bien. Mi 
subconsciente finalmente ha decidido hacer una aparición y lleva en su rostro El 
Grito40 de Edvard Munch. 

Damon se inclina hacia mí, luciendo una gran sonrisa falsa por todo su rostro. 
Besa mi mejilla y luego se mueve más cerca para susurrar en mi oído en una voz 
muy fría y controlada.  

—No sé si rendirme a tus pies o palmearte hasta la mierda.  

Oh, yo sé lo que quiero ahora. Miro hacia él, parpadeando a través de mi máscara. 
Sólo desearía poder leer lo que hay en sus ojos.  

—Tomaré la opción dos, por favor —susurro frenéticamente mientras los aplausos 
mueren. Sus labios se abren mientras inhala bruscamente. Oh esa boca cincelada… la 
quiero sobre mí, ahora. Sufro por él. Me da una radiante sonrisa sincera que me deja 
sin aliento.  

—¿Estás adolorida, no? Tendremos que ver qué podemos hacer sobre eso —
murmura, mientras corre sus dedos a lo largo de mi mandíbula.  
Su toque resuena profundo, profundo dentro donde ese dolor se ha generado y 
crecido. Quiero saltar sobre él aquí mismo, justo ahora, pero nos sentamos de 
vuelta para ver la subasta del lote siguiente.  
                                                           
40 El grito (en noruego Skrik), es el título de cuatro cuadros del noruego Edvard Munch. 
http://www.absolutnoruega.com/wp-content/uploads/2009/05/el-grito-de-edvard-munch.jpg 


Apenas puedo sentarme quieta. Damon despliega un brazo alrededor de mis 
hombros, su pulgar acariciando rítmicamente mi espalda, enviando deliciosos 
hormigueos por mi columna vertebral. Su mano libre agarra la mía, llevándola a 
sus labios, luego dejándola descansar en su regazo.  

Lenta y subrepticiamente, por lo que no entiendo su juego hasta que es demasiado 
tarde, sube mi mano por su pierna y contra su erección. Jadeo y mis ojos 
revolotean en pánico alrededor de la mesa, pero todas las miradas están fijas en el 
escenario. Gracias al cielo por mi máscara.  

Aprovechando al máximo, lentamente lo acaricio, dejando a mis dedos explorar. 
Damon mantiene su mano sobre la mía, ocultando mis dedos descarados, 
mientras su pulgar patina suavemente sobre mi nuca. Su boca se abre mientras 
jadea suavemente, y es la única reacción que puedo ver por mi toque inexperto. 
Pero significa mucho. Él me desea. Todo bajo mi ombligo se contrae. Esto se está 
convirtiendo en insoportable.  

Una semana en el Lago Adriana en Montana es el lote final de la subasta. Por 
supuesto, el Sr. y la Dra. Salvatore tienen una casa en Montana y la oferta aumenta 
rápidamente, pero apenas estoy consciente de ello. Lo siento crecer bajo mis dedos 
y eso me hace sentir tan poderosa.  

—¡Vendido, por ciento diez mil dólares! —el MC declara victoriosamente. La sala 
entera irrumpe en aplausos, y a regañadientes los sigo, al igual que Damon, 
arruinando nuestra diversión.  
Se gira hacia mí y sus labios se mueven nerviosamente.  

—¿Lista? —articula sobre los aplausos entusiastas.  

—Sí —articulo de vuelta.  

—¡Lena! —llama Mia—. ¡Es tiempo!  
¿Qué? No. ¡No otra vez! 

—¿Tiempo para qué?  

—La primera subasta de bailes. ¡Vamos! —Ella se levanta y extiende sus manos.  


Miro a Damon que está, creo, frunciéndole el ceño a Mia, y no sé si reír o llorar, 
pero es la risa lo que gana. Sucumbo a una catártica burbuja de risitas de colegiala, 
mientras somos frustrados una vez más por la alta, rosada fuerza que es Mia Salvatore. 
Damon me mira y después de un latido, hay un fantasma de una sonrisa en sus 
labios.  

—El primer baile será conmigo, ¿está bien? Y no será en la pista de baile —
murmura lascivamente en mi oído. Mis risitas se calman mientras la anticipación 
aviva las llamas de mi necesidad. ¡Oh sí! Mi Diosa interior realiza un triple salto 
Salchow41 en sus patines para hielo.  

—Espero ansiosamente. —Me inclino hacia él y planto un suave y casto beso en su 
boca. Mirando alrededor, me doy cuenta de que nuestros compañeros de mesa 
están sorprendidos. Por supuesto, nunca habían visto a Damon con una cita 
antes.  

Él me sonríe ampliamente. Y se ve… feliz. Wow.  

—Vamos Lena —gruñe Mia. Tomando su mano extendida, la sigo hacia el 
escenario donde han montado diez jovencitas más, y noto con vaga inquietud que 
Lily es una de ellas.  

—¡Señores, el punto culminante de la noche! —El MC retumba sobre el parloteo de 
voces—. ¡El momento que todos han estado esperando! ¡Estas doce encantadoras 
damas han acordado subastar su primer baile al mejor postor! 

Oh no. Me ruborizo de la cabeza a los pies. No me había dado cuenta de lo que esto 
significaba. ¡Cuán humillante!  

—Es por una buena causa —me siseó Mia, sintiendo mi malestar—. Además 
Damon ganará. —Ella rueda sus ojos—. No puedo imaginarlo dejando que 
alguien oferte sobre él. No te ha quitado los ojos de encima en toda la noche.  
                                                           
41 Salchow: Salto creado por el patinador sueco Ulrico Salchow. Es uno de los saltos más fáciles y 
básicos.  




 187  
Sí, concéntrate en la buena causa, y Damon está obligado a ganar. Seamos 
realistas, no es de un centavo o dos.  

¡Pero eso significa gastar más dinero en ti! gruñe mi subconsciente. Pero no quiero 
bailar con nadie, no puedo bailar con nadie… y no es gastar dinero en mí, está 
donando a la caridad. ¿Cómo los veinticuatro mil dólares que ya gastó? Mi 
subconsciente entrecierra sus ojos.  

Mierda. Parece que he llegado muy lejos con mi impulsiva oferta. ¿Por qué estoy 
discutiendo conmigo misma?  

—Ahora caballeros, reúnanse alrededor y tomen un buen vistazo de lo que podría 
ser suyo para el primer baile, doce atractivas y obedientes jóvenes.  
¡Caray! Me siento como si estuviera en un mercado de carnes. Miro, horrorizada, 
mientras por lo menos veinte hombres hacen su camino hacia el área del escenario, 
Damon incluido, moviéndose fácilmente y con gracia entre las mesas y 
deteniéndose para decir unos pocos saludos en el camino. Una vez que los 
ofertantes están reunidos. El MC comienza.  

—Damas y caballeros, en tradición con la mascarada, vamos a mantener el misterio 
detrás de las máscaras y atenernos sólo a los nombres de pila. En primer lugar 
tenemos a la encantadora Jada.  

Jada está riéndose como una colegiala también. Quizás yo no estaba tan fuera de 
lugar. Ella está vestida de la cabeza a los pies con tafetán azul marino y una 
máscara que hace juego. Dos jóvenes dan un paso hacia adelante, esperando. 
Suertuda Jada.  

—Jada habla japonés con fluidez, es una piloto de combate calificada y gimnasta 
olímpica… humm. —Guiña el MC—. Caballeros ¿quién dice yo?  
Jada mira boquiabierta, atónita al MC; obviamente él está hablando pura basura. 
Ella sonríe tímidamente a los dos contendientes.  

—Mil dólares —dice uno.  
Muy rápidamente la oferta sube a cinco mil dólares.  

—Uno… Dos… ¡Vendido! —declara el MC—. ¡Al caballero de la máscara! —Y por 
supuesto todos los hombres están usando máscaras por lo que hay carcajadas, 
aplausos y vítores. Jada sonríe a su comprador y sale rápidamente del escenario.  

—¿Ves? ¡Es divertido! —susurra Mia—. Espero que Damon te gane, aunque… no 
queremos una pelea —agrega.  

—¿Pelea? —Me horrorizo en respuesta.  

—Oh sí. Era muy impetuoso cuando era joven. —Se estremece.  
¿Damon peleando? Refinado, sofisticado, ¿le-gusta-la-música-de-la-coral-Tudor 
Damon? No puedo verlo. El MC me distrae con su próxima introducción, una 
joven en rojo, con largo cabello negro.  

—Caballeros, déjenme presentarles a la maravillosa Mariah. ¿Qué vamos a hacer 
con Mariah? Ella es una matadora42 experimentada, toca el violonchelo en 
conciertos regulares y es campeona en salto con garrocha. ¿Qué tal eso señores? 
¿Quién oferta más, por favor, por un baile con la deliciosa Mariah?  
Mariah mira al MC y alguien más grita muy fuerte.  

—¡Tres mil dólares! —Es un hombre enmascarado con cabello rubio y barba.  
Hay una contraoferta, pero Mariah es vendida por cuatro mil dólares.  
Damon me está viendo como un halcón. Un peleador Trevelyan43-Salvatore, ¿quién 
podría saberlo?  

—¿Hace cuánto tiempo? —le pregunto a Mia.  
Ella mira hacia mí, confundida.  
                                                           
42 Matadora: se refiere al Toreo. Su tarea es conducir repetidamente las embestidas del toro de 
forma que resulte estéticamente vistosa, medirlo en la suerte de capote, dirigirlo a la pica, colocarle 
las banderillas, templarlo en la suerte de muleta y finalmente causarle muerte mediante la 
utilización de una espada llamada estoque de muerte. 
43 Trevelyan: Alec Trevelyan (006) es el villano principal en el filme de James Bond, GoldenEye,  


—¿Hace cuánto tiempo peleó Damon?  

—Adolescencia. Volvió locos a mis padres, venía a la casa con los labios rotos y 
ojos negros. Fue expulsado de dos escuelas. Infligió algunos daños graves a sus 
oponentes.  
La miré boquiabierta.  

—¿No te ha dicho? —Suspira—. Él tiene una reputación bastante mala entre mis 
amigos. Fue persona non grata por unos pocos años. Pero se detuvo cuando tuvo 
unos quince o dieciséis años. —Se encogió de hombros.  
Santa mierda. Otra pieza del rompecabezas cae en su lugar.  

—Entonces, ¿quién da más por la hermosa Jill?  

—¡Cuatro mil dólares! —llama una voz profunda desde el lado izquierdo. Jill chilla 
en deleite.  

Dejo de prestar atención a la subasta. Así que Damon estuvo en ese tipo de 
problemas en la escuela, peleando. Me pregunto por qué. Miro fijamente hacia él. 
Lily está atenta a nosotros.  

—Y ahora, permítanme presentarles a la hermosa Lena.  

Oh mierda, esa soy yo. Miro nerviosamente a Mia y ella me hace señas hacia el centro 
del escenario. Afortunadamente, no me caigo, pero me paro avergonzada como el 
infierno exhibiéndome a todos. Cuando miro a Damon él me da una sonrisita de 
suficiencia. Bastardo.  

—La hermosa Lena toca seis instrumentos musicales, habla mandarín con fluidez y 
tiene mucho interés en el yoga… bueno caballeros… —Antes de que incluso pueda 
terminar la oración Damon lo interrumpe, mirando al MC a través de su 
máscara.  

—Diez mil dólares. —Oigo el jadeo de incredulidad de Lily detrás de mí.  
Oh, mierda.  

—Quince.  




 190  
¿Qué? Todos nos giramos hacia un hombre alto, impecablemente vestido parado a 
la izquierda del escenario. Parpadeo hacia Cincuenta. Mierda. ¿Qué hará con esto? 
Pero él está rascándose la barbilla y dándole al extraño una sonrisa irónica. Es 
obvio que Damon lo conoce. El extraño asiente educadamente a Damon.  

—¡Bien señores! Tenemos grandes apostadores en la casa esta noche. —La emoción 
del MC emana a través de su máscara de arlequín mientras se vuelve y sonríe a 
Damon. Se trata de un gran espectáculo, pero es a mis expensas. Quiero 
protestar.  

—Veinte —replica Damon tranquilamente.  
El parloteo de la multitud ha muerto. Todos mirando hacia mí, Damon y al Sr. 
Misterioso por el escenario.  

—Veinticinco —dice el extraño.  
¿Podría ser esto más embarazoso?  
Damon mira fijamente hacia él, impasible, pero está divertido. Todos los ojos 
están sobre Damon. ¿Qué va a hacer? Mi corazón está en mi boca. Me siento 
enferma.  

—Cien mil dólares —dice, el timbre de su voz alto y claro a través de la carpa.  

—¿Qué carajo? —sisea Lily sonoramente detrás de mí y un jadeo general de 
consternación y diversión ondea a través de la multitud. El extraño levanta sus 
manos en derrota, riendo y Damon le sonríe con suficiencia. Desde la esquina de 
mi ojo, puedo ver a Mia rebotando arriba y abajo con regocijo. Mi subconsciente 
está mirando a Damon, absolutamente anonadada.  

—¡Cien mil dólares para la encantadora Lena! A la una… a las dos… —El MC mira 
hacia el extraño que sacude la cabeza con fingido pesar y se inclina 
caballerosamente.  

—¡Vendida! —grita el MC triunfalmente.  

En una ensordecedora ronda de aplausos y vítores, Damon se adelanta para 
tomar mi mano y ayudarme a bajar del escenario. Él mira hacia mí con una sonrisa 
divertida mientras hago mi camino hacia abajo, besa el dorso de mi mano y luego 
la coloca en la curva de su brazo y me lleva a la salida de la carpa.  

—¿Quién era? —pregunto.  
Él mira abajo, hacia mí.  

—Alguien que puedes conocer más tarde. Justo ahora, quiero mostrarte algo. 
Tenemos unos treinta minutos hasta que finalice la subasta del Primer Baile. 
Entonces volveremos a la pista para que pueda disfrutar del baile por el que he 
pagado.  

—Un baile muy costoso —murmuro en desaprobación.  

—Estoy seguro de que vale cada centavo. —Me sonríe traviesamente. Oh, él tiene 
una gloriosa sonrisa y las ansias están de vuelta, floreciendo en mi cuerpo.  

Estamos afuera, sobre el césped. Pensé que estaríamos rumbo al cobertizo, pero 
decepcionantemente parece que nos dirigimos hacia la pista de baile donde una 
gran banda ahora se está preparando. Hay al menos veinte músicos, y unos pocos 
invitados están pululando alrededor, fumando furtivamente, pero dado que gran 
parte de la acción está atrás en la carpa no llamamos demasiado la atención.  
Damon me lleva hacia la parte trasera de la casa y abre una ventana francesa que 
lleva a una grande, cómoda sala de estar que no he visto antes. Camina a través de 
la sala desierta hacia la amplia escalera con su elegante barandilla de madera 
pulida. Tomando mi mano de la curva de su brazo, me lleva hasta el segundo piso 
y a otro tramo de escaleras hasta el tercero. Abriendo una puerta blanca, me hace 
pasar a una de las habitaciones.  

—Esta era mi habitación —dice tranquilamente, parándose en la puerta y 
bloqueándola tras él.  

Es grande, sencilla y escasamente amueblada. Las paredes son de color blanco 
como los mueble, una espaciosa cama doble, un escritorio y una silla, estantes 
atiborrados con libros y paneles con varios trofeos de kickboxing por el aspecto. En 
las paredes cuelgan carteles de películas: The Matrix, Fight Club, The Truman Show y 
dos afiches enmarcados de kickboxing. Uno se llama Guiseppe DeNatale, nunca he 
escuchado de él.  

Pero lo que llama mi atención es la cartelera blanca por encima del escritorio, 
salpicada con un gran número de fotografías, banderines de los Mariners y talones 
de billetes. Es un pedazo del joven Damon. Mis ojos vuelven al magnífico, bello 
hombre ahora parado en el centro de la habitación. Él ve hacia mí oscuramente, 
melancólico y sexy.  

—Nunca he traído a una chica aquí —murmura.  

—¿Nunca? —susurro.  

Él sacude la cabeza.  
Trago convulsivamente y el ansia que ha estado molestándome por el último par 
de horas está rugiendo ahora, salvaje y deseando. Verlo de pie en la alfombra azul 
rey en esa máscara… es más allá de erótico. Lo deseo. Ahora. De cualquier manera 
que pueda tenerlo. Tengo que resistir lanzarme hacia él y rasgar su ropa. Él camina 
hacia mí, como un vals, lentamente.  

—No tenemos mucho tiempo Elena y por la manera en que me siento justo en 
este momento, no necesitaremos mucho. Date la vuelta. Déjame sacarte ese vestido.  
Me giro y miro hacia la puerta, agradecida de que la cerrara. Agachándose, susurra 
suavemente en mi oído. 

—Déjate la máscara puesta. 

Gimo mientras mi cuerpo se curva en respuesta. Aún ni me ha tocado. 
Alcanza la parte superior de mi vestido, sus dedos deslizándose contra mi piel, y 
su toque reverbera por mi cuerpo. Con un rápido movimiento, abre el cierra. 

Sosteniendo mi vestido, me ayuda a salir de él, luego gira y lo cuelga prolijamente 
en el respaldo de una silla. Quitándose la chaqueta, la coloca sobre mi vestido. Se 
detiene, y me mira por un momento, absorbiéndome. Estoy en sostén y pantaletas 
a juego, y me deleito con su sensual mirada. 


—Sabes, Elena —dice suavemente mientras camina hacia mí, deshaciendo su 
corbatín y dejándolo colgar alrededor de su cuello, luego desabrochando los tres 
botones superiores de su camisa—, estaba tan enojado cuando compraste mi lote 
en la subasta. Toda clase de ideas vinieron a mi mente, y debí recordarme que el 
castigo está fuera del menú. Pero luego lo pediste voluntariamente. —Me mira a 
través de su máscara—. ¿Por qué hiciste eso? —susurra. 

—¿Pedirlo? No lo sé. Frustración… demasiado alcohol… una causa que lo requería    
—mascullo vagamente, encogiéndome de hombros. ¿Tal vez para atraer su 
atención?  

Lo necesitaba entonces, lo necesito más ahora. El dolor es peor, y sé que él puede 
calmarlo, aplacar esta bestia rugiente y silbante en mí con la que hay en él. Su boca 
se endurece en una línea, y lentamente lame su labio superior. Quiero esa lengua 
en mí. 

—Me prometí a mí mismo que no te golpearía de nuevo, incluso si me lo rogaras. 

—Por favor —rogué. 

—Pero entonces entendí, probablemente estás muy incómoda en el momento, y no 
es algo a lo que estés habituada. —Me da una sonrisa, bastardo arrogante y 
sabelotodo, pero no me importa porque tiene absolutamente toda la razón. 

—Sí —suspiro. 

—Así que puede haber cierta… flexibilidad. Si hago esto, debes prometerme una 
cosa. 

—Lo que sea. 

—Usarás la palabra de seguridad si lo necesitas, y sólo te haré el amor, ¿de 
acuerdo? 

—Sí. —Estoy jadeando, quiero sus manos en mí. 

Él traga, luego toma mi mano y me dirige a la cama. Arrojando el cobertor a un 
lado, se sienta, toma una almohada y la coloca a su lado. Me mira parada junto a él 
y repentinamente tira fuertemente de mi mano haciéndome caer plana en sus 
piernas. Se mueve un poco para que mi cuerpo quede descansando en la cama, mi 
pecho en la almohada, mi cara a un lado. Inclinándose adelante, mueve mi cabello 
de mi hombro y corre sus dedos por las plumas en mi máscara. 

—Pon tus manos tras tu espalda —murmura.  
¡Oh! Se quita su corbata y lo usa para rápidamente atar mis muñecas dejando mis 
manos atadas tras de mí, descansando en la parte baja de mi espalda. 

—¿Realmente quieres esto, Elena? 

Cierro mis ojos. Es la primera vez desde que lo conocí que realmente quiero esto. 
Lo necesito. 

—Sí —susurro. 

—¿Por qué? —pregunta suavemente mientras acaricia mi trasero con su palma. 
Gimo tan pronto como su mano hace contacto con mi piel. No se por qué… Me pide 
que no piense demasiado las cosas. Luego de un día como este, discutiendo sobre dinero, 
Leila, la Sra. Robinson, el expediente sobre mí, el mapa de ruta, esta lujosa fiesta, las 
máscaras, el alcohol, las bolas plateadas, la subasta… Quiero esto. 

—¿Necesito una razón? 

—No, nena, no la necesitas —dice—. Sólo estoy tratando de entenderte. —Su mano 
izquierda se curva alrededor de mi cintura, manteniéndome en mi lugar mientras 
su palma abandona mi trasero y cae dura justo en la separación de mis muslos. El 
dolor se conecta directo con el dolor en mi estómago.  
Oh, hombre… gimo fuertemente. Me golpea de nuevo, en el mismo lugar. Gruño de 
nuevo. 

—Dos —murmura—. Haremos doce.  
¡Oh mi…! Se siente diferente a la última vez, tan carnal, tan… necesario. Acaricia 
mi trasero con sus manos de largos dedos, y estoy indefensa, atada y presionada 
contra el colchón, a su voluntad y sin libre albedrío. Me golpea de nuevo, 
ligeramente hacia un lado, y de nuevo, en el otro lado, luego se detiene mientras 
suavemente baja mis pantaletas y me las quita. Gentilmente traza con su palma mi 
trasero de nuevo antes de continuar con las palmadas, cada una quitándome el 
borde de mi necesidad, o alimentándola, no lo sé. Me rindo al ritmo de los golpes, 
absorbiendo cada uno, saboreando cada uno. 

—Doce —murmura, su voz baja y áspera. Acaricia mi trasero de nuevo y traza sus 
dedos hacia mi sexo y lentamente hunde dos dedos dentro de mí, moviéndolos en 
un círculo, girando y girando y girando, torturándome.  

Gimo fuertemente mientras mi cuerpo toma el control, y sigo y sigo, 
convulsionando en sus dedos. Es tan intenso, inesperado y rápido. 

—Eso es, nena —murmura apreciativamente. Desata mis muñecas, manteniendo 
sus dedos dentro de mí, mientras quedo acostada y aplastada sobre él. 

—Aún no termino contigo, Elena —dice y se mueve sin quitar sus dedos. Baja 
mis rodillas al piso así que ahora me inclino sobre la cama. Él se arrodilla detrás de 
mí y baja su cierra. Desliza sus dedos fuera de mí, y oigo el familiar sonido de un 
paquete plástico—. Abre las piernas —gruñe y obedezco. Acaricia mi trasero y 
entra en mí. 

—Esto será rápido, nena —murmura, y tomando mis caderas se aleja y luego me 
penetra de golpe. 

—¡Ah! —lloro, pero la plenitud es celestial. Está quitándome el dolor de estómago 
con rapidez, erradicándolo con cada agudo, dulce impulso. El sentimiento es 
impresionante, justo lo que necesito. Me inclino hacia atrás para encontrarlo, 
empuje a empuje. 

—Lena, no —gruñe, tratando de detenerme. Pero aún lo deseo demasiado, y me 
arqueo contra él, acompasando los empujes. 

—Lena, mierda —sisea mientras acaba, y el sonido torturado me dispara de nuevo, 
guiándome a un sanador orgasmo que sigue y sigue y me lleva alto y me deja sin 
respiración. 

Damon se inclina y me besa en el hombro, luego se aleja. Ubicando sus brazos a 
mi alrededor, descansa su cabeza en el medio de mi espalda, y nos quedamos así, 
ambos arrodillados uno junto al otro, ¿por cuánto?, ¿segundos? Quizás incluso 
minutos, mientras nuestras respiraciones se calman. Mi dolor de estómago ha 
desaparecido, y todo lo que siento es una suave y satisfactoria serenidad.  
Damon se endereza y besa mi espalda. 

—Creo que me debe una pieza, señorita Gilbert —murmura. 

—Mmmm —respondo, saboreando la ausencia de dolor y descansando en el brillo.  

Se sienta en sus talones y me empuja de la cama hacia sus piernas. 

—No tenemos mucho tiempo. Vamos. —Besa mi cabello y me fuerza a pararme. 

Gruño pero me siento en la cama y me pongo las pantaletas. Vagamente, camino a 
la silla para ponerme el vestido. Noto con un desapasionado interés que no me 
quité los zapatos durante nuestro arrebato ilícito. Damon se está atando la 
corbata, luego de arreglar la cama.  

Mientras me pongo de nuevo el vestido, miro las fotos en la pizarra. Damon de 
adolescente era guapísimo: con Elliot y Mia en las pistas de ski; por su cuenta en 
París, el Arco del Triunfo sirviendo de fondo; en Londres, Nueva York, el Gran 
Cañón, La Casa de Ópera de Sydney, incluso en la Gran Muralla China. El maestro 
Salvatore viajó mucho en su adolescencia. 

Hay entradas para varios conciertos: U2, Metallica, The Verve, Sheryl Crow, La 
Orquesta Filarmónica de Nueva York interpretando Romeo y Julieta de Prokofev, 
¡qué mezcla ecléctica! Y en un costado, una fotografía del tamaño de pasaporte de 
una joven mujer. Está en blanco y negro. Se ve familiar, pero no puedo ubicarla. 
No es la Sra. Robinson, gracias a Dios. 

—¿Quién es ella? —pregunto. 

—Nadie interesante —murmura mientras se desliza su chaqueta y endereza su 
corbata—. ¿Te ayudo con el cierre? 

—Por favor. ¿Entonces por qué está en tu pizarra? 

—Un descuido de mi parte. ¿Cómo está mi corbata? —Levanta su barbilla como un 
niño pequeño, y sonrío y la enderezo por él. 

—Ahora está perfecta. 

—Como tú —murmura y me toma, besándome apasionadamente—. ¿Te sientes 
mejor? 

—Mucho, gracias Sr. Salvatore, 

—El placer fue todo mío, señorita Gilbert. 

*  *  * 

Los invitados se están deslizando en la pista de baile. Damon me sonríe, 
llegamos justo a tiempo, y me guía a la pista cuadriculada. 

—Y ahora, damas y caballeros es tiempo del primer baile. Sr. y Dra. Salvatore, ¿están 
listos? —Carrick asiente en acuerdo, sus brazos alrededor de Grace. 

—Damas y caballeros de la subasta del Primer Baile, ¿están listos? —Todos 
asentimos en acuerdo. Mia está con alguien que no reconozco. Me pregunto qué 
habrá sucedido con Sean. 

—Entonces deberíamos comenzar. ¡Empieza, Sam! 

Un joven se sube al escenario seguido de un cálido aplauso, se gira hacia la banda 
detrás de él y chasquea los dedos. Los acordes familiares de I’ve Got You Under My 
Skin llenan el aire.  

Damon me sonríe, me toma en sus brazos y comienza a moverse. Oh, baila tan 
bien, es fácil seguirlo. Nos sonreímos el uno al otro como idiotas mientras me gira 
por la pista de baila.  

—Amo esta canción —murmura Damon mirándome—. Parece muy acorde. —Ya 
no sonríe, está serio. 

—Estás bajo mi piel, también —respondo—. O lo estabas, en tu dormitorio. 

Aprieta sus labios pero es incapaz de ocultar su asombro. 

—Señorita Gilbert —admite bromeando—. No tenía idea de que pudiera ser tan 
cruda. 

—Sr. Salvatore, tampoco lo sabía yo. Creo que son todas mis experiencias recientes. 
Han sido educativas. 

—Para ambos. —Damon está serio de nuevo, y bien podríamos haber estado 
solos con la banda. En nuestra propia burbuja privada. 

Al terminar la canción ambos aplaudimos. Sam el cantante se inclina 
graciosamente y presenta a su banda. 

—¿Puedo interrumpir? 

Reconocí al hombre que apostó por mí en la subasta. Damon me deja ir a 
regañadientes, pero esta sorprendido también.  

—Adelante. Elena, este es John Flynn. John, Elena. 
¡Mierda! 

Damon me sonríe y se dirige hacia un lado de la pista de baile. 

—¿Cómo te encuentras, Elena? —dice suavemente el Dr. Flynn, y me doy 
cuenta de que es británico. 

—Hola —mascullo. 

La banda comienza con otra canción, y el Dr. Flynn me empuja a sus brazos. Es 
mucho más joven de lo que había imaginado, aunque no puedo ver su rostro. Está 
usando una máscara similar a la de Damon. Es alto, pero no tanto como 
Damon, y no se mueve con la gracia de él.  

¿Qué le digo? ¿Por qué está Damon tan arruinado? ¿Por qué pujó en la subasta 
por mí? Es lo único que quiero preguntarle, pero me parece algo maleducado. 

—Me alegra conocerte, Elena. ¿Estás pasándola bien? —pregunta. 

—Lo estaba —susurro. 

—Oh. Espero no ser el responsable del cambio de humor. —Me da una breve y 
cálida sonrisa que me relaja un poco más. 

—Dr. Flynn, usted es el psiquiatra. Usted dígame 
Él sonríe. 

—Ese es el problema, ¿no? ¿Lo de psiquiatra? 
Suelto una risa. 

—Me preocupa lo que pueda revelar, así que estoy más auto-conciente e 
intimidada. Y realmente sólo quiero preguntarle sobre Damon. 
Él sonríe. 

—Primero, esto es una fiesta, así que no estoy trabajando —suspira 
conspiracionalmente—. Y segundo, realmente no puedo hablarte sobre Damon. 
Además —continúa—, necesitaríamos hasta navidad. 
Me atraganto en sorpresa. 

—Es una broma de médicos, Elena. 
Me sonrojo, avergonzada, y luego me siento un poco resentida. Está bromeando a 
expensas de Damon. 

—Acaba de confirmar lo que le he estado diciendo a Damon… que es un 
charlatán demasiado caro —le digo. 
El Dr. Flynn rompe a reír. 

—Podrías tener algo allí. 

—¿Es británico? 

—Sí, originario de Londres. 

—¿Cómo llegó aquí? 

—Circunstancias felices. 

—No dice mucho, ¿no? 

—No hay mucho que decir. Soy una persona muy aburrida. 

—Eso es muy auto despectivo. 

—Es una característica británica. Parte del carácter nacional. 

—Oh  

—Y podría acusarte de lo mismo, Elena. 

—¿De que soy una persona aburrida también, Dr. Flynn? 

Él ríe. 

—No, Elena, de que no dices mucho. 

—No hay mucho que decir —sonrío. 

—Sinceramente lo dudo. —Inexplicablemente frunce el ceño. 

Me sonrojo, pero la música acaba y Damon está de vuelta a mí lado. El Dr. Flynn 
me suelta. 

—Ha sido un placer conocerte, Elena. —Me da su sonrisa cálida de nuevo, y 
siento que he pasado alguna clase de examen escondido. 

—John —Damon asiente hacia él. 

—Damon. —El Dr. Flynn devuelve el gesto, gira sobre sus talones y desaparece 
en la multitud. 

Damon me empuja a sus brazos para la próxima pieza. 

—Es mucho más joven de lo que esperaba —le murmuro—. Y terriblemente 
indiscreto. 
Damon inclina su cabeza hacia un lado. 

—¿Indiscreto? 

—Oh, sí, me dijo todo —bromeo. 
Damon se tensa. 

—Bueno, en ese caso, te traeré tu bolso. Estoy seguro de que no quieres nada más 
conmigo —dice suavemente. 
Me detengo. 

—¡No me dijo nada! —Mi voz se llena de pánico. 
Damon pestañea antes de que el alivio llene su rostro. Me atrae hacia él de 
nuevo. 

—Entonces disfrutemos este baile. —Se inclina, reasegurándome, luego me hace 
girar.  
¿Por qué pensaría que me querría ir? No tiene sentido. 
Bailamos dos canciones más, y me doy cuenta de que necesito el baño. 

—No tardaré demasiado. 
Mientras camino al baño, recuerdo que dejé mi bolso en la mesa del comedor, así 
que me dirijo hacia allí. Cuando entro, aún está iluminado pero bastante desierto, 
excepto por una pareja en el otro extremo que debería conseguir una habitación. 
Me inclinó hacia mi cartera. 

—¿Elena? 
Una suave voz llama mi atención, y me giro para ver a una mujer vestida en un 
largo, apretado, vestido negro de terciopelo. Su máscara es única. Cubre su rostro 
hasta su nariz, pero también cubre su cabello. Es impresionante con elaboraciones 
de filigranas de oro. 

—Estoy tan feliz de que estés sola —dice suavemente—. He estado queriendo 
hablarte toda la tarde. 

—Perdón, no sé quién eres. 

—Se quita la máscara del rostro y libera su cabello. 
¡Mierda! Es la Sra. Robinson. 

—Perdona, te asusté. 

Boqueo hacia ella. Santo cielo ¿Qué joder quiere esta mujer? 
No sé qué convenciones sociales usar al conocer a reconocidas abusadoras de 
niños. Está sonriendo dulcemente y gesticulándome para que me siente a la mesa. 
Y porque me falta cualquier ámbito de referencia, hago lo que me pide con 
deslumbrante educación, agradecida de que aún llevo mi máscara. 

—Seré breve, Elena. Sé que piensas de mí… Damon me lo dijo. 
La miro impasible, no dejando ver nada, pero agradezco que ella sepa. Eso me 
salva de decirle, y ella está yendo al grano. Parte de mí está más allá de la intriga 
acerca de lo que podría decir. 
Se detiene, mirando por encima de mi hombro.  

—Niklaus nos está mirando. 

Miro alrededor para verlo escaneando la tienda desde la entrada. Sawyer está con 
él. Están mirando a cualquier lugar excepto a nosotros. 

—Mira, no estaremos por mucho —dice apresuradamente—. Debe ser bastante 
obvio para ti que Damon te ama. Nunca lo he visto así, nunca. —Enfatiza la 
última palabra. 

¿Qué? ¿Amarme? No. ¿Por qué me lo está diciendo? ¿Para tranquilizarme? No 
entiendo. 

—No te lo ha dicho porque es probable que él mismo no se haya dado cuenta. A 
pesar de que se lo he dicho, pero así es Damon. No es muy atento a posibles 
sentimientos y emociones que puede tener. Vive demasiado en lo negativo. Pero 
entonces probablemente puedas trabajar en eso por ti misma. Él piensa que no es 
digno. 


Me tambaleo. ¿Damon me ama? No lo ha dicho, ¿y esta mujer le ha dicho cómo se 
siente? Qué bizarro. 
Un centenar de imágenes bailan a través de mi cabeza: El iPad, el planeador, volar 
para verme, todas sus acciones, su posesividad, sus cien mil dólares por un baile. 
¿Es esto amor? 
Y lo estoy oyendo de esta mujer, tenerla confirmándome esto es, francamente, no 
bienvenido. Prefiero oírlo de él.  

Mi corazón se contrae. ¿Se siente indigno? ¿Por qué? 

—Nunca lo he visto tan feliz, y es obvio que tienes sentimientos por él también. —
Una breve sonrisa curva las esquinas de sus labios—. Eso es genial, y les deseo a 
ambos lo mejor de todo. Pero lo que quería decir es que si lo hieres otra vez, te 
encontraré mujer, y no va a ser placentero cuando lo haga. 
Me mira fijamente, con sus ojos azules helados enterrándose en mi cráneo, 
tratando de meterse bajo mi máscara. Su amenaza es tan sorprendente, tan fuera 
del límite que una involuntaria risita incrédula escapa de mí. De todas las cosas 
que pudo decirme, esta es la menos esperada. 

—¿Piensas que es divertido, Elena? —Me escupe con incredulidad—. No lo 
viste el último sábado. 

Mi rostro cae y se oscurece. El pensamiento de Damon infeliz no es uno 
agradable, y el último sábado lo dejé. Y él debió ir a ella. La idea me hace marear. 
¿Por qué estoy sentada aquí escuchando esta mierda de ella entre todas las 
personas? Lentamente me curvo, mirándola intencionadamente. 

—Me estoy riendo por su audacia, Sra. Lincoln. Damon y yo no tenemos nada 
que hacer con usted. Y si lo dejo y usted viene buscándome, estaré esperando; no 
lo dude. Y quizás le dé una probada de su propia medicina en nombre del niño de 
quince años del que abusó y probablemente jodió incluso más de lo que ya estaba. 
Su boca se abre. 

—Ahora si me disculpa, tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo con 
usted. —Giro sobre mis talones, adrenalina y furia corriendo por mi cuerpo y 
camino hacia la entrada donde Niklaus está de pie justo cuando llega Damon, 
luciendo nervioso y preocupado. 

—Aquí estás —murmura, luego frunce el ceño cuando ve a Elena. 
Paso a su lado, sin decir nada, dándole la posibilidad de elegir... ella o yo. Él hace 
la elección correcta. 

—Lena —llama. Me detengo y lo enfrento cuando me alcanza—. ¿Qué está mal? —
Mira hacia abajo, a mí, la preocupación grabada en su cara. 

—¿Por qué no le preguntas a tu ex? —bufo ácidamente. 
Su boca se tuerce y sus ojos se congelan. 

—Te estoy preguntando a ti —dice, su voz suave pero con un matiz de algo más 
amenazante. 

Nos miramos el uno al otro. 
Está bien, puedo ver que si no le digo terminará en una pelea. 

—Ella me estaba amenazando con perseguirme si te lastimo de nuevo... 
probablemente con un azote —le dije bruscamente. 
Alivio destella en su cara, su boca se ablanda con humor. 

—¿Seguramente la ironía de eso no se perdió para ti? —dice y puedo decir que él 
está tratando de reprimir su diversión. 

—¡Esto no es gracioso, Damon! 

—No, tienes razón. Hablaré con ella. —Él adopta su cara seria, aunque todavía está 
reprimiendo su diversión. 

—No harás tal cosa. —Doblo mis brazos, la furia pinchando de nuevo. 
Él parpadea hacia mí, sorprendido por mi arrebato. 

—Mira, sé que estás atado con ella financieramente, olvida el juego de palabras, 
pero... —Me detengo. ¿Qué le estoy pidiendo que haga? ¿Dejarla? ¿Dejar de verla? 
¿Puedo hacer eso?—. Necesito el baño. —Lo miro, su boca extendida en una línea 
sombría. 

Él suspira y ladea su cabeza hacia un lado. ¿Podría lucir más caliente? ¿Es la 
máscara o sólo él? 

—Por favor, no te enojes. No sabía que ella estaba aquí. Dijo que no iba a venir. —
Su tono es apaciguador, como si estuviera hablando con un niño. Estirándose 
recorre con su pulgar el mohín de mi labio inferior—. No dejes que Elena arruine 
nuestra tarde, por favor, Elena. Realmente ella es vieja noticia. 
Vieja es la palabra, pienso con poca generosidad, cuando él levanta mi barbilla y con 
cuidado roza sus labios con los míos. Suspiro de acuerdo, parpadeando hacia él. Él 
se endereza y toma mi codo. 

—Te acompañaré al baño para que no te interrumpan de nuevo. 
Me conduce a través del césped hacia los lujosos servicios temporales. Mia dijo que 
ellos habían sido traídos para la ocasión, pero no tenía idea de que vinieran en 
versión de lujo. 

—Esperaré aquí por ti, nena —murmura. 

Cuando salí, mi humor se había moderado. He decidido no dejar que la Sra. 
Robinson arruine mi tarde porque probablemente eso era lo que quería. Damon 
está en el teléfono un poco lejos y fuera de ser escuchado por las pocas personas 
riendo y charlando cerca. Cuando me acerco, puedo escucharlo. Él es muy breve.  

—¿Por qué cambiaste de opinión? Pensé que estábamos de acuerdo. Bueno, déjala 
sola... Está es la primera relación regular que he tenido alguna vez y no quiero que 
la pongas en peligro por algunas inapropiadas preocupaciones por mí. Déjala. 
Sola. Lo digo, Elena. —Él se detiene, escuchando—. No, por supuesto que no. —
Frunce el ceño profundamente cuando lo dice. Mirando hacia arriba, me ve 
mirarlo—. Tengo que irme. Buenas noches. —Presiona el botón de cortar. 

Inclino mi cabeza hacia un lado y levanto una ceja hacia él. ¿Por qué la está 
llamando? 

—¿Cómo está la vieja noticia? 

—Irritable —contesta con sarcasmo—. ¿Quieres bailar un poco más? ¿O te gustaría 
irte? —Mira a su reloj—. Los fuegos artificiales empiezan en cinco minutos. 

—Amo los fuegos artificiales. 

—Nos quedaremos y los miraremos, entonces. —Pone sus brazos mi alrededor y 
me acerca—. No dejes que ella se meta entre nosotros. 

—Ella se preocupa por ti —murmuré. 

—Sí, y yo por ella... como amigo. 

—Creo que es más que una amistad para ella. 
Su frente se surca. 

—Elena, Elena y yo... es complicado. Tenemos una historia compartida. Pero es 
sólo eso, historia. Como te he dicho repetidas veces, es una buena amiga. Eso es 
todo. Por favor, olvídate de ella. —Él besa mi cabello y por el interés de no arruinar 
nuestra tarde, lo deje ir. Sólo estoy tratando de entender. 
Vagamos de la mano hacia atrás a la pista de baile. La banda todavía está tocando. 

—Elena. 

Me giro para encontrar a Carrick detrás de nosotros. 

—Me preguntaba si me darás el honor del próximo baile. —Carrick sostiene su 
mano hacia mí. Damon se encoge de hombros y sonríe, liberando mi mano, y 
dejo que Carrick me conduzca a la pista de baile. Sam, el líder de la banda, se lanza 
por Come Fly with Me, y Carrick pone su brazo alrededor de mi cintura y con 
cuidado me gira en la multitud. 

—Quiero agradecerte la generosa contribución a nuestra caridad, Elena. 
Por su tono, sospecho que está es una indirecta para saber si puedo afrontarlo. 

—Sr. Salvatore... 

—Llámame Carrick, por favor, Lena. 

—Estoy encantada de ser capaz de contribuir. Inesperadamente heredé algo de 
dinero. No lo necesito. Y es una causa tan digna. 

Él me sonríe y yo aprovecho la oportunidad para algunas preguntas inocentes. 
Carpe diem44, mi subconsciente bufa desde detrás de su mano. 

—Damon me dijo un poco sobre su pasado, entonces pienso que es apropiado 
apoyar su trabajo —añadí, esperando que eso animara a Carrick a darme una 
pequeña vista del misterio de su hijo. 
Carrick está sorprendido. 

—¿Lo hizo? Eso es insólito. Seguramente tuviste un efecto positivo en él, 
Elena. Creo que nunca lo he visto tan... optimista. 
Me sonrojo. 

—Perdón, no quise avergonzarte. 

—Bueno, en mi limitada experiencia, él es un hombre poco corriente                   —
murmuré. 

—Lo es. —Está de acuerdo Carrick. 

—La niñez de Damon suena horriblemente traumatizante, por lo que me contó. 
Carrick frunce el ceño y me pregunto si he pasado el límite. 

—Mi esposa era la doctora de turno cuando la policía lo trajo. Era piel y huesos, y 
deshidratado. No quería hablar. —Carrick frunce el ceño de nuevo, perdido en los 
horribles recuerdos, a pesar de la música que subía alrededor de nosotros—. De 
hecho, él no habló por casi dos años. Era tocando el piano lo que eventualmente lo 
trajo fuera de sí mismo. Oh, y la llegada de Mia, por supuesto. —Me sonríe con 
cariño. 

—Toca hermoso. Y ha logrado tanto, debe estar muy orgulloso de él. —Soné 
distraída. Mierda. No habló por dos años. 

—Inmensamente. Es un joven muy decidido, muy capaz, un joven muy brillante. 
Pero entre tú y yo, Elena, es verlo como está esta tarde... despreocupado, 
actuando como de su edad... es la verdadera emoción de su madre y mía. Los dos 
lo estábamos comentándolo hoy. Creo que tenemos que agradecerte por eso. 
Creo que me ruboricé hasta mis raíces. ¿Qué se supone que debo decir a ello? 

—Siempre ha sido tan solitario. Nunca pensamos que lo veríamos con alguien. Lo 
que sea que estés haciendo, por favor no pares. Nos gustaría verlo feliz. —Se 
detiene de repente como si él hubiera pasado el límite—. Lo siento, no quiero 
hacerte sentir incómoda. 
Sacudo mi cabeza. 

—Me gustaría verlo feliz, también —murmuro, insegura de qué más decir. 

—Bueno, estoy muy alegre de que vinieras esta tarde. Ha sido un excelente placer 
verlos a los dos juntos. 

Mientras las notas finales de “Come Fly with Me” se desvanecen, Carrick me libera 
y hace una reverencia y yo hago otra, reflejando su cortesía. 

—Eso es suficiente baile con un anciano. —Damon está a mi lado de nuevo. 
Carrick se ríe. 

—Menos lo de “anciano”, hijo. Se sabe que tengo mis momentos. —Carrick me 
guiña un ojo juguetonamente y se pasea entre la multitud. 

—Creo que le gustas a mi papá —murmura Damon cuando mira a su padre 
mezclarse con la muchedumbre. 

—¿Qué no le gustaría? —Lo miro coquetamente a través de mis pestañas. 

—Buen punto, bien hecho, señorita Gilbert. —Me jala en un abrazo cuando la banda 
empieza a tocar It Had to Be You. 

—Baila conmigo —susurra seductoramente. 

—Con placer, Sr. Salvatore. —Sonrío en respuesta y él me arrastra a través de la pista 
de baile una vez más. 

*  *  * 

A la medianoche, damos un paseo hacia la orilla entre la carpa y el cobertizo para 
botes donde otros invitados estaban reunidos para mirar los juegos artificiales. El 
MC, de nuevo a cargo, había permitido que se quitaran las máscaras, para ver 
mejor la demostración. Damon tiene su brazo a mi alrededor, pero soy consciente 
de que Niklaus y Sawyer están cerca, probablemente porque ahora estamos en la 
multitud. Miran a todas partes mientras en el muelle donde dos pirotécnicos 
vestidos de negro están haciendo los últimos preparativos. Viendo a Niklaus me 
recuerda a Leila. Quizás ella está aquí. Mierda. El pensamiento enfría mi sangre y 
yo me acurruco más contra Damon. Mira hacia mí mientras me acerca. 

—¿Estás bien, nena? ¿Frío? 

—Estoy bien. —Miro rápidamente detrás de nosotros y veo los otros dos guardias 
de seguridad, cuyos nombres olvidé, estando cerca. Moviéndome en frente de él, 
Damon pone sus dos brazos sobre mis hombros. 

De repente, una conmovedora banda sonora clásica resonó sobre el muelle y dos 
cohetes se dispararon en el aire, explotando con un sonido ensordecedor sobre la 
bahía, alumbrando todo con una deslumbrante bóveda de naranja brillante y 
blanco que se refleja en una lluvia brillante sobre el agua todavía tranquila de la 
bahía. Mi mandíbula cae mientras varios cohetes estallan en el aire y explotan en 
un caleidoscopio de colores. 

No puedo recordar alguna vez haber visto una demostración así de impresionante, 
excepto tal vez en la televisión, y nunca luce así de bien en la televisión. Están 
todos en compás con la música. Descarga tras descarga, explosión tras explosión y 
luz tras luz mientras la multitud contesta con jadeos y oooohs y aaaahs. Es de otro 
mundo. 

Sobre el puente de la bahía varios manantiales plateados de luz explotaron a seis 
metros en el aire, cambiando de color por azul, rojo, naranja y de nuevo a 
plateado… y todavía más cohetes explotaron mientras la música alcanzaba su 
punto culminante. 

Mi cara empieza a doler por la ridícula sonrisa de maravilla estampada en ella. 
Miro a Cincuenta y está igual, maravillándose como un chico ante el sensacional 
espectáculo. Para el final, una descarga de seis cohetes en la oscuridad explotaron 
simultáneamente, bañándonos en una gloriosa luz dorada mientras la 
muchedumbre estalla en aplausos frenéticos y entusiastas.  

—Damas y caballeros —llamó el MC cuando los aplausos y silbidos se apagaron—. 
Sólo una nota que añadir al final de esta hermosa tarde; ¡su generosidad ha 
reunido un total de un millón, ochocientos cincuenta y tres mil dólares! 
Aplausos espontáneos estallaron de nuevo y fuera del puente, un mensaje se 
enciende en corrientes de chispas plateadas formando las palabras: Gracias de 
Coping Together, chispeando y resplandeciendo sobre el agua.  

—Oh, Damon... eso fue hermoso. —Le sonrío y él se inclina para besarme. 

—Hora de irnos —murmura, una amplía sonrisa en su cara hermosa y sus palabras 
sostienen tantas promesas.  
De repente, me siento muy cansada. 

Él mira hacia arriba de nuevo y Niklaus está cerca, la multitud dispersándose a 
nuestro alrededor. No hablan pero algo pasa entre ellos. 

—Quédate conmigo un momento. Niklaus quiere que esperemos mientras la 
muchedumbre se dispersa.  

Oh. 

—Creo que los fuegos artificiales probablemente lo envejecieron cien años        —
agrega. 

—¿No le gustan? 
Damon me mira con cariño y sacude su cabeza, pero no se explica. 

—Entonces, Aspen —dice y sé que está tratando de distraerme de algo. Funciona. 

—Oh… no he pagado mi oferta —jadeo. 

—Puedes mandar un cheque. Tengo la dirección.  

—Estabas realmente enojado. 

—Sí, lo estaba.  
Sonrío. 

—Te culpo a ti y a tus juguetes. 

—Estabas un poco abrumada, señorita Gilbert. Un resultado de lo más satisfactorio 
si recuerdo. —Él sonríe escabrosamente—. Por cierto, ¿dónde están? 

—¿Las bolas plateadas? En mi cartera. 

—Me gustaría tenerlas de nuevo. —Sonríe hacia a mí—. Son un dispositivo 
demasiado poderoso para ser dejado en tus poderosas manos. 

—¿Te preocupa que pueda abrumarme de nuevo, tal vez con alguien más? 
Sus ojos brillan peligrosamente. 

—Espero que eso no pase —dice, un tono frío en su voz—. Pero no, Lena. Quiero 
todo tu placer. 
Whoa. 

—¿No confías en mi? 

—Implícitamente. Ahora, ¿puedo tenerlas de nuevo?  

—Pensaré en ello. 

Estrecha sus ojos hacia mí.  
Hay música una vez más desde la pista de baile pero es un DJ tocando un enorme 
número de baile, el bajo palpitando en un ritmo implacable.  

—¿Quieres bailar?  

—Realmente estoy cansada, Damon. Me gustaría que nos fuéramos, si esto está 
bien.  

Damon echa un vistazo a Niklaus, quien asiente, y salimos hacia la casa, siguiendo 
a un par de invitados borrachos. Estoy agradecida cuando Damon toma mi 
mano... mis pies duelen por la altura vertiginosa y el confinamiento apretado de 
mis zapatos. 
Mia viene saltando hasta nosotros.  

—¿No se van, verdad? La verdadera música recién está empezando. Vamos, Lena. 

—Ella agarra mi mano. 

—Mia —la amonesta Damon—. Elena está cansada. Nos vamos a casa. 
Además, tenemos un gran día mañana.  
¿Lo tenemos? 

Mia hace pucheros pero sorprendentemente no presiona a Damon. 

—Tienes que venir algún día de la semana que viene. ¿Tal vez podamos ir de 
compras? 

—Seguro, Mia. —Sonrío, aunque en el fondo de mi mente me pregunto desde 
cuando tengo que trabajar para vivir. 

Me da un rápido beso y después abraza a Damon con fuerza, tomándonos a los 
dos por sorpresa. Todavía más asombroso, ella coloca sus manos directamente en 
las solapas de la chaqueta de él y él sólo mira hacia abajo, a ella, indulgentemente. 

—Me gusta verte así de feliz —dice ella dulcemente y lo besa en la otra mejilla—. 
Adiós. Diviértanse. 

Ella va brincando hacia sus amigos que la esperan… entre ellos Lily, quien luce 
aún más ácida sin su máscara. 
Me pregunto divertida dónde está Sean. 

—Le diremos adiós a mis padres antes de irnos. Ven. —Damon me conduce a 
través de un grupo de invitados hacia Grace y Carrick, quienes nos desean una 
calurosa y cariñosa despedida. 

—Por favor, ven de nuevo, Elena, ha sido encantador tenerte aquí —dice Grace 
amablemente. 

Estoy un poco abrumada por la reacción de ella y de Carrick. Afortunadamente, 
los padres de Grace se han retirado para la tarde, al menos me ahorro su 
entusiasmo. 

Tranquilamente, Damon y yo caminamos de la mano hacia el frente de la casa 
donde incontables autos están estacionados y esperando para recoger invitados. 
Miré a Cincuenta. Luce feliz y relajado. Es un verdadero placer verlo de esta 
manera, aunque sospecho que es insólito después de un día tan extraordinario. 

—¿Estás lo suficientemente cálida? —pregunta. 

—Sí, gracias. —Abrocho mi abrigo de satén. 

—Realmente disfruté esta tarde, Elena. Gracias. 

—Yo también, algunas partes más que otras. —Sonrío. 
Él sonríe y asiente, luego su ceja se levanta. 

—No muerdas tu labio —advierte de una manera que hace que mi sangre cante. 

—¿A qué te referías con que mañana es un gran día? —le pregunto para 
distraerme. 




 214  
—La Dra. Greene vendrá para poner todo en orden. Además, tengo una sorpresa 
para ti. 

—¡La Dra. Greene! —Me detengo. 

—Sí. 

—¿Por qué?  

—Porque odio los condones —dice tranquilamente. Sus ojos brillan en la suave luz 
de los faroles de papel, midiendo mi reacción. 

—Es mi cuerpo —murmuro, molesta de que no me haya preguntado. 

—Es mío también —susurra. 
Miro hacia él cuando varios invitados pasan, ignorándonos. Luce tan serio. Sí, mi 
cuerpo es suyo... lo conoce mejor que yo.  

Me estiro y él se estremece ligeramente pero se queda. Agarro la punta de su 
corbata, tiro de ella para desatarla, revelando el botón superior de su camisa. Con 
cuidado lo desabrocho.  

—Luces caliente así —susurro. Realmente luce caliente todo el tiempo, pero 
realmente caliente así. 
Él me sonríe. 

—Necesito llevarte a casa. Vamos. 
En el coche, Sawyer le da a Damon un sobre. Frunce el ceño ante él y me mira 
cuando Niklaus me apresura a entrar al auto. Por alguna razón Niklaus luce aliviado. 
Damon se sube y me da el sobre, sin abrir, cuando Niklaus y Sawyer toman sus 
asientos en la parte delantera.  

—Está dirigido a ti. Uno de los empleados se lo dio a Sawyer. Sin duda de otro 
corazón atrapado. 

La boca de Damon se tuerce. Es obvio que esto es un concepto desagradable para 
él.  

Miro la nota. ¿De quién es? La rasgo abriéndola, la leo rápido en la luz tenue. 
Mierda, ¡es de ella! ¿Por qué no me deja sola? 

Puedo haberte juzgado mal. Y definitivamente tú me has juzgado mal a mí. 
Llámame si necesitas llenar alguno de los espacios en blanco, podríamos 
almorzar. Damon no quiere que hable contigo, pero estaría más que feliz de 
ayudar. No me malinterpretes, lo apruebo, créeme... pero entonces ayúdame, si 
lo lastimas... Ya ha sido lastimado demasiado. Llámame: (206) 279-6261 
Sra. Robinson. 

¡Mierda, lo ha firmado como Sra. Robinson! Él le dijo. El bastardo. 
—¿Le dijiste? 

—¿Decirle a quién, qué? 

—Que la llamo Sra. Robinson —escupí.  

—¿Es de Elena? —Damon está impresionado—. Esto es ridículo —se queja, 
pasando una mano por su cabello y puedo decir que está irritado—. Lidiaré con 
ella mañana. O el lunes —refunfuña amargamente. 

Y aunque me avergüenza admitirlo, una pequeña parte de mí está contenta. Mi 
subconsciente asiente con sabiduría. Elena lo está molestando y esto sólo puede ser 
bueno... seguro. Decido no decir nada por ahora pero escondo la nota en mi cartera 
y en un gesto que garantiza aligerar su humor, le regreso las bolas. 

—Hasta la próxima vez —murmuro. 
Él me mira y es difícil ver su cara en la oscuridad pero creo que está sonriendo. 
Alcanza mi mano y la aprieta.  

Miro por la ventana hacia la oscuridad, reflexionando sobre este largo día. He 
aprendido tanto de él, recogiendo tantos detalles perdidos… los salones, el mapa, 
su infancia… pero todavía hay tanto por descubrir. ¿Y qué hay de la Sra. R.? Sí, ella 
se preocupa por él, y profundamente, parecería. Puedo ver eso, y él se preocupa 
por ella... pero no de la misma manera. Ya no sé que pensar. Toda esta información 
está haciendo que mi cabeza me duela. 

*  *  * 

Damon me despierta cuando estamos afuera de Escala. 

—¿Tengo que cargarte adentro? —pregunta suavemente. 
Sacudo mi cabeza dormida. De ninguna manera. 

Mientras estamos en el ascensor me apoyo contra él, poniendo mi cabeza contra su 
hombro. Sawyer está frente a nosotros, moviéndose incómodo. 

—Ha sido un largo día, ¿eh, Elena? 
Asiento. 

—¿Cansada? 
Asiento. 

—No estás muy conversadora. 
Asiento y él sonríe. 

—Vamos, te pondré en la cama. —Toma mi mano cuando salimos del ascensor 
pero nos detenemos en el vestíbulo cuando Sawyer levanta la mano. En esa 
fracción de segundo, estoy instantáneamente despierta. Sawyer habla en su manga. 
No tenía idea de que llevaba una radio. 

—Lo hará, T —dice y se gira para enfrentarnos—. Sr. Salvatore, las ruedas del Audi de 
la Srita. Gilbert han sido pinchadas y lanzaron pintura sobre ellas. 


Santa mierda. ¡Mi auto! ¿Quién haría eso? Y sé la respuesta tan pronto como la 
pregunta se materializa en mi mente. Leila. Miro a Damon y él se pone blanco. 

—Niklaus está preocupado que el responsable haya entrado al apartamento y 
podría estar ahí todavía. Quiere asegurarse. 

—Ya veo —susurra Damon—. ¿Cuál es el plan de Niklaus? 

—Está viniendo en el ascensor del servicio con Ryan y Reynolds. Ellos harán un 
rastreo y luego nos darán el visto bueno. Debo esperar con usted, señor. 

—Gracias, Sawyer —Damon aprieta su brazo alrededor de mí—. Este día sólo 
mejora y mejora —suspira amargamente, oliendo mi cabello—. Escucha, no puedo 
quedarme aquí y esperar. Sawyer, cuida a la señorita Gilbert. No la dejes entrar 
hasta que todo esté despejado. Estoy seguro de que Niklaus está reaccionando 
exageradamente. Ella no puede entrar al apartamento. 
¿Qué?  

—No, Damon... tienes que quedarte conmigo —suplico.  
Damon me libera. 

—Haz lo que se te dice, Elena. Espera aquí. 
¡No! 

—¿Sawyer? —dice Damon. 
Sawyer abre la puerta del vestíbulo para dejar a Damon entrar al apartamento y 
luego cierra la puerta detrás de él y se queda parado delante, mirando hacia mí, sin 
inmutarse.  

Santa mierda. ¡Damon! Todos los resultados horrorosos pasan por mi mente, pero 
todo lo que puedo hacer es quedarme parada y esperar.


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