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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

23 octubre 2012

Comprado Capitulo 05


CAPÍTULO  CINCO

— ¿Lo has visto? —Lo estoy viendo ahora mismo. Damon estaba muy serio. En una mano tenía el teléfono móvil y en la otra el tabloide. Todavía no había tocado el desayuno que le habían servido en el hotel inglés en el que se había alojado aquella noche.

— ¿Y bien? ¿Te importaría decirme de qué va todo esto? —tuvo la audacia de preguntarle su secretario, que lo conocía desde hacía muchos años.


—La verdad es que no me apetece hablar de ello, Tyler —contestó Damon. La verdad era que ni él mismo sabía qué demonios había sucedido.
— Mira, Damon, hay una foto en portada en la que se te ve besando a una desconocida en la puerta de tu casa. De manera muy apasionada, por cierto —suspiró Tyler—. La reunión para la fusión es dentro de unos días y los americanos han dejado muy claro que no quieren publicidad innecesaria. Ya sabes cómo es Buchanen y que nunca le ha gustado que seas un playboy...

—Ya lo sé, Tyler —le espetó Damon—. En cualquier caso, te saco ventaja. La mujer se llama Elena Gilbert y acudirá conmigo a la reunión en calidad de mi... —buscó la palabra adecuada—... invitada.

—Ah... —contestó Tyler  sin molestarse  en preguntarle  de dónde  había  salido  la  nueva invitada—, ¿Y ella sabe?

—Todavía no, pero no creo que haya problema —contestó Damon dando por finalizada la conversación.

Aquel fotógrafo, al que le habían confiscado la cámara pero que de alguna manera se las había ingeniado para salir de allí con una fotografía, había hecho exactamente lo que Damon quería.

Tras despedirse de Tyler, realizó otra llamada.

— ¿Stefan? Me gustaría que nos viéramos en mi hotel, por favor.

Al despertarse, Elena tuvo una sensación extraña. Se sentía curiosamente descansada. Durante un segundo, se sintió completamente desorientada y, entonces, se dio cuenta de que estaba en su habitación de siempre, en la casa que había compartido con Bonnie antes de irse a África.

Sí, claro, Damon Salvatore  la había dejado allí la tarde anterior, la había acompañado hasta la puerta y se habían despedido educadamente.

Elena se puso en pie y pensó en su hermana. Aunque Stefan había prometido poner su sueldo a disposición de Bonnie y del bebé, Elena era consciente de que iba a tener que trabajar mucho para que pudieran mudarse al centro de Londres y pagar el tratamiento del doctor Hardy.



Porque su hermana iba a ir a tratarse con aquel médico. Su hermana se merecía lo mejor. Su
hermana lo era todo en el mundo para ella. Siempre había sido así, desde que su madre las había dejado en la puerta del orfelinato cuando ella tenía cuatro años y Bonnie, dos y medio.

Elena recordaba perfectamente a su madre, enferma, estresada y preocupada, recordaba perfectamente  haberse  quedado  mirándola  estoicamente  hasta  perderla  de  vista, recordaba que su progenitora no se había girado ni una sola vez.

No la había vuelto a ver desde entonces.

Elena apartó aquellos pensamientos de su mente porque no tenía tiempo para recuerdos tristes y llamó al hospital para hablar con Bonnie, que le aseguró que se encontraba mejor. Efectivamente, a Elena le pareció que estaba más fuerte y distraída... era evidente que Stefan estaba con ella.

Elena colgó el teléfono con el ceño fruncido. No sabía si podía fiarse de Stefan, aunque parecía realmente auténtico, y desde luego no parecía ser tan retorcido como su hermano...

Elena se dijo que no tendría que haber estado fuera tanto tiempo. Si hubiera estado en
Inglaterra, lo habría conocido mucho antes.

Bueno, pero, por fin, había vuelto y eso era lo único que importaba.

Se estaba recogiendo el pelo para ducharse cuando llamaron a la puerta. Por alguna extraña razón, sintió que le daba un vuelco el corazón. Rápidamente, miró lo que llevaba puesto. El pantalón del pijama y una sudadera, suficientemente presentable para atender al cartero o a algún vecino.

Pero, cuando abrió la puerta, se encontró con Damon Salvatore, el hombre que ella hacía en
Italia, en su palaciega e idílica mansión, encantado de haberla perdido de vista.

Por supuesto, estaba guapísimo.

—Tú...

—Sí, yo —contestó el aludido mirándola de arriba, abajo.

— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te has ido?

— ¿No me vas a invitar a pasar?

No tenía opción, así que Elena se echó a un lado para dejarlo entrar y sintió que le temblaban  las  piernas.  Cuando  cerró  la  puerta  y  se  giró,  vio  que  Damon miraba  a  su alrededor, que se fijaba en los muebles, en las fotografías de su hermana y de ella y en los libros que había en las estanterías.

Cuando sus ojos se encontraron, Damon vio y reconoció algo en los de Elena, reconoció aquella mirada que él mismo había tenido años atrás y que decía «aunque no tengamos mucho, es nuestro». Al instante, sintió una inmediata empatía que lo sorprendió y que se apresuró a disimular.


Y también tuvo que disimular el deseo que se había apoderado de él, aquel deseo que lo
urgía a acercarse y a tocarla, a acariciarle la mejilla y mucho más.

Elena intentó mantener la calma, no quería enfadarse y presentía que no le sería difícil porque, evidentemente, Damon había ido con la intención de reiterarle que Bonnie y ella no iban a conseguir nada de él. También le debía de interesar asegurarse de que no iba a ir con la historia a los periódicos y, de paso, tal vez, le diría que mantuviera a su hermana alejada de Stefan.

Elena decidió en aquel mismo instante que, si Damon le decía aquello último, lucharía con uñas y dientes. Estaba dispuesta a aceptar que Damon no les diera dinero, pero no iba a permitir que separara a Bonnie y a Stefan. Su hermana necesitaba más que nunca el apoyo de su pareja.

En aquel momento, se dio cuenta de que Damon la estaba mirando de manera burlona.

— ¿No tienes ropa mejor? —le preguntó.

Dolida y sorprendida porque, normalmente, no le importaba su apariencia, Elena sonrió con fingida dulzura

— ¿Es que no sabes que está de moda ir desaliñada e informal? Es el estilo más elegante de estos momentos Todas las modelos van así —le espetó—. En cualquier caso, en los campamentos de refugiados de África nos importa un bledo la moda, ¿sabes? Además, dado que no nos movemos en los mismos círculos, no te preocupes porque no vas a tener que soportar mi falta de estilo. Supongo que no habrás venido hasta aquí para hablar de cómo visto, así que...

— ¿Has trabajado en África?

—Sí, todo el último año —contestó Elena.

Damon la miró como si no terminara de creérselo y, a continuación y para su sorpresa, se quitó la chaqueta y se sentó en el sofá.

—En realidad, Elena lo que me ha traído hasta tu casa sí tiene que ver con tu estilo a la hora  de  vestir  —comentó  poniéndose  cómodo—.  ¿Qué  tengo  que  hacer  para  que  me ofrezcas una taza de café?

Elena se llevó la taza de café a los labios mientras secreta y perversamente esperaba que Damon estuviera sentado justo encima del muelle que siempre sobresalía. De ser así, no se notaba porque estaba perfectamente sentado mientras se tomaba su café. Tras darle un par de tragos, lo dejó sobre la mesa, apoyó los brazos en las rodillas y se echó hacia delante.

—He venido a hacerte una propuesta —anunció.

Elena palideció y, al instante, se dio cuenta de que no se refería a lo que ella había creído de manera automática. Damon también se dio cuenta de lo que había entendido y la miró divertido.



—No, ni lo sueñes, no me refería a ese tipo de propuesta. Nunca he pensado en casarme.

Elena se sintió mortificada. Evidentemente, Damon creía que ella había pensado en aquel tipo de propuesta.

Y era cierto.

—Creo que lo mejor será que me digas por qué has venido porque tengo cosas que hacer —le dijo dejando su taza sobre la mesa, echándose hacia atrás y cruzándose de brazos.

—Lo que he venido a proponerte es en beneficio mutuo.

—Te escucho —contestó Elena con la intención de que Damon desembuchara cuanto antes para que se fuera rápido y poder olvidarse de él.

De repente, se le ocurrió que, si Bonnie y Stefan se casaban y tenían a su hijo, el tío Damon iría de visita y formaría parte de sus vidas para siempre.

¡Horror!

—Durante las próximas tres semanas tengo una serie de reuniones de mucho nivel. La primera semana tendrá lugar en mi casa del lago Como. Durante ese tiempo, los asistentes, todos personas de clase social muy alta, estarán al abrigo de los medios de comunicación, se les mimará, se les dará de cenar y de beber y habrá fiestas entre las negociaciones.

Elena lo miró sorprendida, pues no entendía nada.

—Un socio irlandés y yo nos vamos a fusionar con una de las constructoras más grandes de Estados Unidos, así que, dentro de poco, seré el presidente de uno de los conglomerados de construcción más grandes del mundo.

—Creía que tu empresa ya era una de las más grandes del mundo... —comentó Elena.

—Sí, Pero siempre se puede mejorar —comentó Damon.

—Querrás decir que siempre se puede ser más ambicioso —murmuró Elena. Damon ignoró su comentario.

—La constructora de Estados Unidos es de un hombre que se apellida Buchanen. Nos ha costado mucho convencerlo. La verdad es que han sido años de arduas negociaciones para llegar hasta donde estamos ahora y sólo nos queda firmar. Después de estas tres semanas todo habrá terminado.

Dicho aquello, Damon sintió que la satisfacción se apoderaba de él. Aquello sería la guinda del pastel, por fin podría demostrar que se podía llegar a lo más alto habiendo partido de la nada y no estaba dispuesto a permitir que algo le estropeara aquel momento. Sobre todo, cuando tantas personas dependían de él.

Damon deslizó el brazo sobre el respaldo del sofá. Al hacerlo, la camisa se le pegó al pecho y Elena no pudo evitar fijarse en sus músculos fuertes y torneados. Damon también se dio cuenta y la miró divertido, haciéndola enrojecer.

— ¿Y? supongo que habrá algo más.



Damon se quedó mirándola y sintió que se le endurecía la entrepierna.

—A pesar de que nos ha costado mucho convencerlo, Buchanen es el único inversor que queremos. Controla sólo una de las compañías más grandes de Estados Unidos, pero tienes los mejores contactos con Europa, lo que nos ayudará aquí también. Sin embargo, es un hombre muy prudente. Entre sus planes está presentarse al senado de Estados Unidos. Esa ha sido una de las cosas que lo ha llevado a aceptar la fusión. Así, tendrá más tiempo para dedicarse a la política. Claro que, por otra parte, es muy puntilloso con su reputación.

Elena estaba cada vez más confundida.

— ¿Y qué tiene todo eso que ver conmigo?

Damon no contestó, se limitó a meterse la mano en el bolsillo de la chaqueta y a sacar un periódico doblado. Elena lo reconoció inmediatamente y sintió que el corazón le daba un vuelco. Aquello sólo podía querer decir una cosa. Damon lo colocó sobre la mesa.

¿Quién es la misteriosa mujer que le da vida a Daniel?, decía el titular.

A pesar de que aquello era exactamente lo que había querido, verlo así le resultó de lo más incómodo.

—Oh, Dios mío —se lamentó.

—Lo mismo digo. Supongo que el fotógrafo llevaba una cámara digital más pequeña y mi guarda de seguridad no se dio cuenta y le confiscó solamente la grande.

Elena se dijo que no podía pedirle perdón por enésima vez, así que se puso en pie muy nerviosa. Había seguido a aquel hombre para acusarlo de un delito que no había cometido y las cosas iban de mal en peor.

—No sé qué decir —comentó sinceramente mientras recordaba aquel beso y sentía que se derretía por dentro.

Damon la miró muy serio y Elena tuvo la sensación de que no le iba gustar lo que le iba a decir.

—Podrías contestar que sí cuando te pida que vuelvas conmigo hoy mismo al lago Como para ser mi invitada durante la duración de las reuniones de las que te he hablado.

— ¿Cómo? —contesto Elena.

_He dicho que...

_Te  he  oído  perfectamente  —lo  interrumpió  Elena  volviéndose  a  sentar—.  ¿Por  qué demonios quieres que sea tu invitada durante las reuniones?

Damon miró el periódico.

—Porque, gracias a tu actuación, ahora todo el mundo cree que somos pareja —le explicó con desdén—. Siempre me ha dado igual lo que dijeran los medios de comunicación sobre mí, pero, desgraciadamente, en estos momentos, no me puedo permitir ningún escándalo. Buchanen proviene de un entorno muy conservador, es un hombre de familia y ya ha comentado en más de una ocasión que yo soy el único de todos los que participamos en la fusión que no tiene esposa e hijos. Para despejar sus miedos, hemos animado a todos los que participan en las negociaciones a que lleven a sus familias durante las dos últimas semanas si así lo desean. Buchanen se mueve con pies de plomo, así que hay que tener mucho cuidado. Todos los medios de comunicación estarán pendientes de esta fusión y de nosotros. La presencia de esposas e hijos ayudará a tranquilizarlo. Si se echa atrás, habremos perdido millones y nadie querrá acercarse a nosotros, así que, ahora que todo el mundo cree que somos pareja, vas a tener que acompañarme, actuar como la perfecta invitada y tranquilizar a Buchanen para que no se crea que se va a asociar con un playboy.

A Elena no le pasó por alto que en lugar de pedírselo se lo estaba ordenando, pero estaba tan sorprendida que ni siquiera se enfadó ante su arrogancia.

— ¿Y no será peor? No soy tu esposa.

—No —contestó Damon—. Nunca he involucrado a una mujer en mis negocios, así que, al hacerlo ahora la prensa y Buchanen creerán que la relación va en serio Si no me volvieran a ver contigo, los medios de comunicación se abalanzarían sobre mí y la idea que Buchanen se haría no me convendría en absoluto.

Elena se retorció los dedos. Había palidecido y Damon no estaba muy seguro de que le estuviera gustando su respuesta.

— ¿Y la mujer del otro día? Me refiero a la mujer que mencionaron los periodistas... Damon frunció el ceño y, de repente, su rostro reflejó una expresión de desprecio.
—Ya no forma parte de mi vida.

Elena se estremeció ante aquella contestación.

—No puedo —contestó—. Me tengo que quedar al cuidado de mi hermana. Ya viste ayer lo débil que está y, además tengo que buscar un trabajo para pagar sus consultas. Si no lo hago...

Elena parecía realmente preocupada y, durante unos segundos, Damon se compadeció de ella. Hacía ya muchos años que no tenía que preocuparse por llegar a fin de mes, pero sabía la ansiedad que aquello producía.

—Tu hermana tiene a Stefan. Stefan se va a quedar con ella —le aseguró poniéndose en pie.

— ¿Cómo?

—He hablado con mi hermano. Se van a mudar a mi casa, que está a la vuelta de la esquina de Harley Street. Stefan va a volver a trabajar en las oficinas de Londres. Así, estará a cinco minutos de Bonnie y ella estará al lado de su doctor. Además, contarán con los servicios de una mujer de la limpieza para que no tengan que hacer nada y he contratado a una enfermera durante un mes para que vaya todos los días a curarla.

—Yo soy enfermera. Yo soy la persona que mejor  cuidará de ella —protestó Elena.




—Pero tú tienes que trabajar, tal y como acabas de decir. ¿Cómo lo harías para trabajar y
cuidar de tu hermana a la vez? La enfermera que he contratado tiene muy buenas referencias y está especializada en obstetricia y ginecología.

Elena comprendió que ya estaba todo organizado.

—Y supongo que mi hermana podrá disfrutar de todo eso si accedo a acompañarte hoy mismo a Italia y a jugar a la familia feliz durante la conferencia.

Damon se encogió de hombros.

—Me estás chantajeando, me estás castigando y estás castigando a mi hermana también.

—La única culpable de esa portada eres tú —le espetó Damon—, pero deberías saber sacarle provecho. Gracias a ella, tu hermana tendrá el tratamiento médico que necesita, una casa lujosa y alguien que la cuide. ¿Es eso un castigo? ¿Serías capaz de negarle todo eso?

—Claro que no —contestó Elena al borde del llanto.

¿Cómo iba a soportar estar más del tiempo estrictamente necesario junto a aquel hombre?

—Creo que no hace falta que nos prestes tu casa. Ahora que Stefan ha aparecido, va a ayudar a mi hermana, así que encontraremos otra casa y con su sueldo y el mío...

— ¡Dios! —Le espetó Damon furioso ante tanto teatro—. ¿Has echado cuentas? ¿Sabes cuánto cuesta vivir en el centro de Londres durante cuatro meses? ¿Sabes cuánto cuesta ese médico?

Elena negó con la cabeza. Le daba vergüenza admitir que todavía no se había atrevido a preguntarlo porque sabía que la cifra iba a ser astronómica.

Damon se sacó un papel del bolsillo y se lo entregó Elena palideció al ver la cifra. Era mucho peor de lo que esperaba.

—Eso es lo que cuesta la consulta básica durante un mes, pero no incluye ningún servicio extra y, por supuesto, no incluye futuras operaciones ni alojamiento ni comida ni nada. Tener un hijo resulta caro, pero, si la parturienta necesita constantes cuidados, es mucho peor.

Elena se dejó caer en el sofá y Damon se sentó también.

—El ingenuo de Stefan se cree que es el padre del bebé de Bonnie y quiere jugar a las familias felices...

Elena sintió como si le hubieran dado un puñetazo en la boca del estómago.

—Puedes creer lo que quieras, pero algún día tendrás que reconocer que te habías equivocado.

—A las mujeres se os da muy bien manipular a los hombres. Te voy a decir lo que pasó. Es cierto que tu hermana y mi hermano estaban liados, pero Stefan se fue. Entonces, ella se lio con otro tipo, se quedó embarazada y vio la oportunidad perfecta.

Elena abrió la boca para protestar, pero Damon levantó la mano para interrumpirla.




—Estoy dispuesto a perdonarlos.

«A cambio de ti».

—He hablado con mi hermano y está de acuerdo en esperar a que el bebé nazca para hacerse las pruebas de paternidad antes de casarse. Hasta entonces, consideraremos que están prometidos, compartirán casa y tendrán oportunidad de ver qué tal les va en la convivencia. Todo el mundo sale ganando.

Elena no se dejó engañar por su tono conciliador. Sentía náuseas, pero también cierto alivio, pues era cierto que su hermana y Stefan eran muy jóvenes y no parecían preparados en muchos aspectos de la vida. De repente, Elena tuvo la certeza de que tanto Damon como ella habían mantenido a sus hermanos entre algodones y les habían ocultado las verdades del mundo.

De pronto, se le ocurrió una cosa.

— ¿Por qué no mencionaste en ningún momento a tu hermano? Sabías perfectamente que habían salido juntos.

Damon volvió a ponerse en pie y comenzó pasearse por el salón.

—Porque, cuando llegaste gritando y acusándome, me di cuenta de que Bonnie estaba intentando atraparme. No mencionaste a Stefan ni una sola vez. Evidentemente, tu hermana se dio cuenta de que podría sacarme mucho más a mí que a Stefan, pero, de repente, apareció mi hermano sumiso como un cachorro y dispuesto a aceptar su responsabilidad.

—Supongo que volvería porque mi hermana le dijo que estaba embarazada y decidió estar a su lado —contestó Elena apesadumbrada—. Es increíble lo retorcido que puedes llegar a ser.

—No soy retorcido ni incrédulo sino simplemente realista. No quiero que la portada de ese tabloide se nos vaya de las manos. No quiero que os aprovechéis. La situación todavía se puede salvar. No quiero que los medios de comunicación se fijen en mí, no me interesa que me vigilen. Ahora que Stefan ha vuelto, estoy dispuesto a olvidar todo esto... de momento.

—Muy amable por tu parte.

Elena lo miró desafiante y Damon recordó que la había visto durmiendo con los puños apretados.

— ¿Y si no vuelvo a Italia contigo?

— ¿De verdad lo quieres saber? Stefan cree que todo esto lo controla él, pero van a estar viviendo en mi casa y el dinero que se va utilizar para pagar el tratamiento y la recuperación de Bonnie va a ser mío. Por lo visto mi hermano se ha olvidado de todo eso. No hace falta que te diga que, en cualquier momento, esa casa y ese dinero podrían dejar de estar a su disposición.

— ¿Serías capaz de hacer eso para vengarte de Bonnie y de mí? Damon apretó los dientes.




—No te pongas así, Elena. Le estoy ofreciendo todo lo que puedo a tu hermana, incluido el
poder vivir con Stefan. Tú lo único que tienes que hacer es venirte a Italia conmigo y ser mi invitada...

«Y mi amante».

Damon sabía perfectamente que no iba a poder reprimirse, que, si Elena accedía a irse con él a Italia, no iba a poder mantener las manos quietas. A lo mejor, Elena no se había dado cuenta todavía, pero la atracción entre ellos era mutua.

—Claro —comentó Elena enfadada—. Mientras yo esté contigo, tendrás vigilada a mi hermana para que no te robe la plata de la familia.

Damon sonrió.

«Exactamente. Ninguna de las dos podréis hacer nada sin que yo me entere», pensó.

—Querida, mi familia no tenía plata. Lo que hay en mis casas me lo he ganado yo con el sudor de mi frente.

Aquellas palabras hicieron que Elena lo mirara confusa ¿Qué quería decir? ¿Qué más daba? Le importaba un bledo lo que quisiera decir.

Damon agarró su chaqueta, se la puso con elegancia y avanzó hacia la puerta.

—Me tengo que pasar por mi oficina de Londres, encargarme de un par de asuntos. Vendré a buscarte esta tarde a última hora. Nos vamos a Milán esta noche para estar en el lago Como mañana. Ten el equipaje preparado —le indicó—. Bueno, la verdad es que es mejor que no hagas ningún equipaje. Ya compraremos la ropa que necesites.

Elena abrió la boca indignada, pero Damon no la dejó hablar.

—Vendré a buscarte a las siete. Te advierto que no voy a llamar al timbre. Te esperaré durante cinco minutos. Tú verás si te quieres arriesgar o no a declinar mi invitación.

Y, dicho aquello y sin mirar atrás, abrió la puerta y la cerró tras él.


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