Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

31 diciembre 2012

La Magia Existe Capitulo 11


CAPÍTULO 11
A lo largo de las dos semanas siguientes, Elena era consciente de que cada vez veía más a Damon Salvatore. Para su alivio, él pareció aceptar que sólo estaba interesada en su amistad. Se pasaba mucho por la juguetería con el termo lleno de café y también le llevaba pasteles que compraba en una pastelería cercana. Cruasanes bañados de chocolate crujiente, tartaletas de albaricoque o barquillos cubiertos de azúcar glasé. De vez en cuando, incluso la convencía para que almorzara con él. En una ocasión fueron a Damonet Chef y en otra a un bar donde se demoraron hasta que se dio cuenta de que llevaban dos horas hablando.


Era incapaz de rechazar sus invitaciones porque era incapaz de señalar una sola ocasión en la que Damon se le hubiera insinuado. De hecho, era más bien lo contrario. Se había esforzado para que olvidara sus temores.
Nada de besos ni de indirectas, nada que mostrara que estaba interesado en ella de otro modo que no fuera amistoso.

Damon fue a Seattle para cortar con Bonnie, que al parecer se lo había tomado mejor de lo esperado. Cuando le describió el momento, Damon no entró en detalles, pero sí le pareció muy aliviado.

—Nada de lágrimas, ni de llantos, ni de escenas dramáticas —le dijo. Y después de una pausa perfectamente milimetrada añadió—: Y por parte de Bonnie tampoco.

—Todavía sientes algo por ella —le recordó Elena—. Es posible que podáis arreglar las cosas.

—No siento nada por ella.

—Nunca se sabe. ¿Has borrado su número de teléfono ya?

—Aja.

—¿Le has devuelto las cosas que tenía en tu casa?

—Nunca le di la oportunidad de que dejara algo. Stefan y yo tenemos una regla: nada de invitadas a dormir mientras Emma esté en casa.

—Entonces cuando Bonnie venía a verte, ¿dónde...?

—Nos quedábamos en un Bed & Breakfast.

—Vaya... —comentó—. Supongo que la ruptura es definitiva. ¿Seguro que no estás en una fase de negación? Es normal sentirse triste cuando pierdes algo.

—No he perdido nada. Nunca pienso en las relaciones fallidas como en una pérdida de tiempo. Porque siempre se aprende algo.

—¿Qué has aprendido de Bonnie? —le preguntó Elena, fascinada. Damon reflexionó en profundidad.

—Al principio, pensé que la falta de discusiones era algo bueno. Pero ahora me doy cuenta de que era una señal de que no conectábamos.


 Emma no tardó en pedir otro día con Renfield, y Elena volvió a llevarlo a Viñedos Sotavento. Al acercarse a la casa, vio que habían colocado una rampa desmontable sobre una parte de los escalones. El perro subió la rampa con más facilidad que los estrechos y empinados escalones.


—¿Lo has hecho para facilitarle las cosas a Renfield? —preguntó Elena cuando Damon abrió la puerta.

—¿Te refieres a la rampa? Sí. ¿Ha funcionado?

—Perfectamente. —Sonrió agradecida, al darse cuenta de que Damon había notado las dificultades que tuvo el perro con los escalones y había ideado una forma de facilitarle la entrada y la salida de la casa.

—¿Sigues buscando un hogar para él? —preguntó Damon mientras sujetaba la puerta para que entraran. Se inclinó para acariciar a Renfield cuando pasó por su lado, y el perro lo miró con la misma expresión que una gárgola medieval, incluida la lengua colgando.

—Sí, pero de momento no he tenido mucha suerte —contestó ella—. Tiene demasiados problemas. Es posible que necesite una prótesis de cadera en algún momento, y luego está su problema de prognatismo. Y el eccema. Un perro caro de mantener pero bonito sería una cosa. Pero con el aspecto de Renfield... nadie lo quiere.

—En realidad, y si no te importa—dijo Damon, hablando muy despacio—, nos gustaría quedarnos con él.

Elena se quedó pasmada.

—¿Te refieres de forma permanente?

—Sí. ¿Por qué te sorprende tanto?

—No es tu tipo de perro.

—¿Y cuál es mi tipo de perro?

—Bueno, pues uno normal. Un labrador o un springer spaniel. Un perro que pueda ir contigo a correr y eso.

—Subiré a Renfield a un monopatín. Stefan y Emma estuvieron enseñándole a mantener el equilibrio en uno el otro día.

—Pero no podrás llevártelo cuando salgas a pescar. Los bulldogs no saben nadar.

—Le pondremos un chaleco salvavidas. —Damon le regaló una misteriosa sonrisa—. ¿Por qué te molesta que quiera quedarme con él?

Entre tanto, Renfield no paraba de mirarlos primero a uno y luego al otro.

—No me molesta. Es que no entiendo por qué lo quieres.

—Me gusta su compañía. Es un perro tranquilo. Stefan dice que será estupendo para mantener el viñedo libre de alimañas. Y lo más importante: Emma lo quiere.

—Pero necesita muchos cuidados. Tiene alergias cutáneas. Necesita un pienso especial, un champú especial y las facturas del veterinario serán numerosas. No sé si entiendes todo lo que te espera.

—Sea lo que sea, ya me las apañaré.

Por  su  parte,  Elena  no entendía  el porqué  de  la  enorme  emoción que  la  abrumaba.  Se acuclilló al lado del perro y empezó a acariciarlo, manteniendo la cara vuelta para que Damon no la viera.

—Renfield, parece que ya tienes un hogar —dijo con la voz ronca.

Damon se arrodilló a su lado y le aferró la barbilla con una mano para instarla a levantar la cabeza y a mirarlo. Esos ojos azules la miraron con ternura y preocupación.

 —Oye —le dijo—, ¿qué pasa? ¿Te arrepientes de separarte de él?

—No. Es que no me lo esperaba.

—¿No me crees capaz de mantener un compromiso porque sé que va a haber problemas en el futuro? —Le acarició la mejilla con el pulgar—. Estoy aprendiendo a vivir la vida tal como se presenta. Tener un perro como Renfield va a suponer inconvenientes, problemas y gastos. Pero merecerá la pena. Tenías razón. Hay algo noble en él. Es feo por fuera, pero tiene una autoestima de narices. Es un buen perro.

Elena quería sonreír, pero le tembló la barbilla y la emoción amenazó con volver a abrumarla.

—Eres un buen hombre —consiguió decir—. Espero que algún día encuentres a una mujer que sepa apreciarte.

—Yo también lo espero —replicó él con voz alegre—. ¿Ya podemos levantarnos del suelo?

Cuando Damon le preguntó por los planes que tenía para el Día de Acción de Gracias, Elena le dijo  que  todos  los  años  lo  pasaba  en  Bellingham  con sus  padres.  Salvo por el  pavo,  que  lo preparaba su madre, el resto del menú consistía en una amplia variedad de platos que cada cual aportaba a su gusto.

—Si quieres quedarte este año en la isla, puedes pasarlo con nosotros —la invitó Damon.

Elena notó esa sensación que experimentaba cada vez que se descubría anhelando algo que ya había decidido rechazar: la última galleta del plato, la última copa de vino porque ya había bebido demasiado... Pasar esos días de vacaciones con Damon y Emma crearía un vínculo importante, supondría un exceso de cercanía.

—Gracias, pero prefiero mantener la tradición —rehusó con una sonrisa forzada—. Mi familia espera que lleve mi timbal de macarrones.

—¿Tu timbal de macarrones? —preguntó Damon con voz apenada—. ¿La receta de tu abuela con cuatro tipos de queso y los picatostes?

—¿Te acuerdas de eso?

—¿Cómo voy a olvidarlo? —La miró con una expresión suplicante—. ¿Traerás las sobras? Elena se echó a reír.

—No tienes vergüenza. Haré un timbal extra. ¿Quieres que te haga también alguna tarta?

—¿En serio?

—¿De qué la quieres? ¿De calabaza, de manzana, de nueces pacanas...?

—Sorpréndeme —contestó, y le robó un beso con tal rapidez que Elena no tuvo tiempo para reaccionar.

El día anterior a Acción de Gracias, Elena fue a por Emma a Viñedos Sotavento y se la llevó a su casa.

—¿Yo también estoy invitado? —le preguntó Stefan antes de que se marcharan.

—No, es un día sólo para chicas —contestó Elena entre risillas.

—¿Y si me pongo peluca? ¿Y si hablo en falsete?

—Tío Stefan —dijo la niña con alegría—, eres la peor chica del mundo.

 —Y tú eres la mejor —replicó Stefan, que le dio un sonoro beso—. Vale, iros sin mí. 
Pero será mejor que me traigáis una tarta enorme.

Una vez que estuvieron en su casa, Elena puso música, encendió el fuego en la chimenea y le colocó a Emma uno de sus delantales. Después, le enseñó a usar un rallador de queso tradicional. Aunque había pensado utilizar una picadora para la mayor parte del queso, quería que Emma aprendiera a rallar a mano. Fue entrañable ver la alegría de la niña mientras se afanaba por hacer las sencillas tareas de pesar las cantidades, remover la comida y probarla.

—Éstos son los distintos tipos de queso que vamos a usar —dijo Elena—. Cheddar irlandés, parmesano, gouda  ahumado y  gruyere.  Una  vez  que  lo rallemos  todo, lo fundiremos  con  la mantequilla y la leche...

La cocina olía de forma deliciosa, a queso caliente, a azúcar y a harina. La compañía de la niña le recordó el milagro que suponía transformar unos cuantos ingredientes sencillos en algo maravilloso. Hicieron un timbal de macarrones como para alimentar a un ejército y lo cubrieron con picatostes, que habían tostado previamente en una sartén con mantequilla. Además hicieron dos tartas, una rellena de calabaza y otra con nueces pacanas. Elena le enseñó a Emma a sellar bien los bordes de pasta quebrada.

Cortaron el resto de la pasta con moldes de distintas formas, la espolvorearon con azúcar y canela, y la pusieron en el horno para hacer galletas.

—Mi madre las llama galletas de las sobras —dijo Elena. Emma miró las galletas a través del cristal del horno.

—¿Tu madre todavía está viva? —quiso saber.

—Sí. —Elena soltó el rodillo de amasar que estaba manchado de harina y se acercó a la niña. Se arrodilló a su lado, la rodeó con sus brazos y juntas contemplaron el interior del horno —. ¿Qué tipo de tartas hacía tu madre? —le preguntó.

—No hacía tartas —respondió Emma—. Hacía galletas.

—¿De chocolate?

—Aja. Y de canela y nuez moscada.

Elena sabía que ayudaba mucho poder hablar de los que se habían ido. Recordar era bueno. De modo que siguieron hablando mientras horneaban, no a modo de larga conversación, sino a ratitos, combinando los recuerdos con los deliciosos aromas procedentes del horno.

Cuando por la tarde devolvió a Emma a casa, la niña se despidió abrazándola por la cintura durante un buen rato.

—¿Seguro que no quieres pasar el Día de Acción de Gracias con nosotros? —le preguntó, y su voz quedó sofocada porque tenía la cara pegada a su jersey.
La apesadumbrada mirada de Elena se clavó en Damon, que estaba observándolas.

—No puede, Emma —le recordó él con suavidad—. La familia de Elena necesita que esté con ellos.

Salvo que en realidad sí podía, y su familia no la necesitaba.
La  culpa  y  la  preocupación comenzaron a  disipar los  buenos  sentimientos  que  habían ido creciendo en su interior durante la tarde. Miró a Damon, que la contemplaba con expresión compasiva, y se dio cuenta de lo fácil que sería enamorarse de él y de Emma. Y de lo mucho que perdería si llegaba a suceder. Tanto que si los perdiera, no podría sobrevivir. Sin embargo, si lograra mantenerse a cierta distancia, no se arriesgaría a que le destrozaran por completo el corazón.

Le dio unas palmaditas a Emma en la espalda y se zafó con delicadeza de su fervoroso abrazo.

—De verdad que tengo que ir mañana a Bellingham —le dijo—. Adiós, Emma. Me lo he pasado muy bien hoy. —Se agachó y le dio un beso en una suave mejilla, ligeramente perfumada con canela.


La mañana del Día de Acción de Gracias, Elena se pasó la plancha por el pelo, se puso unos vaqueros, unos botines, un jersey de color tostado y colocó la enorme fuente con el timbal de macarrones en el coche.

Estaba a punto de dejar atrás el camino de entrada a su casa cuando sonó su móvil. Detuvo el coche, rebuscó en el bolso hasta dar con el teléfono entre los papeles, las barras de labios y la calderilla.

—¿Diga?

—¿Elena?

—¿Emma? —preguntó, alarmada—. ¿Cómo estás?

—Genial —fue la alegre respuesta de la niña—. ¡Feliz Día de Acción de Gracias! Elena sonrió, algo más relajada.

—Feliz Día de Acción de Gracias. ¿Qué estás haciendo?

—He dejado salir a Renfield para que haga pis y cuando ha entrado le he echado pienso en el comedero y le he dicho que beba agua.

—Veo que lo estás cuidando muy bien.

—Pero después el tío Damon nos obligó a salir de la cocina mientras ellos limpiaban el humo.

—¿El humo? —la sonrisa de Elena se desvaneció—. ¿Por qué había humo?

—Porque el tío Stefan estaba cocinando. Y después llamó al tío Klaus y ahora está quitando la puerta del horno.

Elena frunció el ceño. ¿A santo de qué estaba Klaus quitando la puerta del horno?

—Emma, ¿dónde está el tío Damon?

—Está buscando sus gafas protectoras.

—¿Para qué necesita unas gafas protectoras?

—Para ayudar al tío Stefan a preparar el pavo.

—Entiendo. —Elena le echó un vistazo al reloj. Si se daba prisa, podía pasarse por Viñedos Sotavento y llegaría con tiempo para coger el último ferry de la mañana a Anacortes—. Emma, creo que voy a ir a tu casa a echar un vistazo antes de coger el ferry.

—¡Bien! —exclamó la niña con entusiasmo—. Pero es mejor que no digas que te he llamado. Porque a lo mejor me riñen.

—Mis labios están sellados —le aseguró.
Antes de que Elena pudiera replicar, se escuchó una voz masculina de fondo.

—Emma, ¿con quién hablas?

 Elena le dijo:

—Dile que es una encuesta.

—Una señora está haciendo una encuesta —escuchó decir a la niña. Tras unos cuantos murmullos, Emma añadió dándose mucha importancia—: Mi tío dice que no hacemos encuestas. — Una pausa y más murmullos—. Y que nos borre de la base de datos —añadió con voz firme.

Elena sonrió.

—En fin, en ese caso tendré que ir en persona.

—Vale. ¡Adiós!

Hacía frío y un poco de viento, el clima perfecto para celebrar el Día de Acción de Gracias porque evocaba imágenes de chimeneas encendidas, de pavos en el horno y del desfile de Macy's en televisión.

Vio que había un flamante y lujoso BMW en el camino de acceso a Viñedos Sotavento. No le cupo duda de que era el coche de Klaus, el Salvatore al que aún no conocía. Sintiéndose como una intrusa, pero instigada por la preocupación, aparcó y subió los escalones del porche.

Emma salió a recibirla, vestida con unos pantalones de pana y una camiseta de manga larga con un simpático pavo.

—¡Elena! —gritó la niña, que comenzó a dar saltos mientras se abrazaban.

Renfield salió a recibirla, jadeando con gran alegría.

—¿Dónde están tus tíos? —le preguntó a la niña.

—El tío Klaus está en la cocina. Renfield y yo lo estamos ayudando. No sé dónde están los demás.

En el aire flotaba el conocido hedor a algo quemado, que se intensificó a medida que se acercaban a la cocina. Un hombre moreno estaba intentando quitar la puerta del horno, con un destornillador en una mano y una gigantesca caja de herramientas al lado.
Klaus Salvatore era una versión más pulida y sofisticada de sus hermanos mayores. Era guapo, pero tenía una expresión distante, y sus ojos eran de un gélido y cristalino azul. 

Al igual que Stefan, era delgado y musculoso, pero no tan corpulento como Damon. El polo que llevaba y los pantalones chinos eran informales, pero indudablemente caros.

—Hola —dijo—. ¿Quién es, Emma?

—Es Elena.

—Por favor, no te levantes —se apresuró a decirle ella al verlo soltar el destornillador para incorporarse—. Es evidente que estás muy... ocupado. ¿Puedo preguntar qué ha pasado?

—Stefan metió algo en el horno y en vez de seleccionar la temperatura adecuada, seleccionó el programa de auto-limpieza. El horno ha incinerado la comida y ha bloqueado la puerta automáticamente, así que no podían abrirla y sacar la bandeja.

—Lo normal es que el horno permita abrir la puerta cuando baja la temperatura. Klaus meneó la cabeza.

—Ya se ha enfriado, pero no hay manera de abrirla. Es nuevo y es la primera vez que se usa el programa de auto-limpieza. Al parecer, tiene un fallo, así que me toca desarmar la puerta.


Antes de que pudiera hacerle otra pregunta, le sorprendió un repentino fogonazo y una especie de llamarada, acompañada por una humareda, que se produjo al otro lado de la ventana del patio. De forma instintiva, Elena se volvió para proteger a Emma y agachó la cabeza.

—¡Madre mía! ¿Qué es eso?

Klaus clavó la vista en la puerta trasera con expresión imperturbable.

—Creo que ha sido el pavo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...