Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

12 noviembre 2012

Recuérdame Capitulo 04


Capítulo 04
Elena intentó zafarse, pero Damon estaba decidido a no dejarla escapar. La sujetó por los hombros y la atrajo bruscamente hacia sí antes de besarla apasionadamente.

No estaba muy seguro de qué esperar. ¿Fuegos artificiales? ¿La memoria milagrosamente recuperada? ¿Imágenes de las semanas perdidas?

No sucedió nada de eso. En cambio, lo que sí sucedió lo llenó de pánico.


Damon sintió que su cuerpo despertaba. Cada músculo se tensó. El deseo y la lujuria se enroscaron alrededor del estómago y se puso dolorosamente duro.

¡Cómo le correspondía esa mujer! Tras la resistencia inicial, se fundió contra él y le devolvió el beso con pasión. Le rodeó el cuello con los brazos moldeando sus deliciosas curvas contra su cuerpo. Un cuerpo que pedía a gritos que la tumbara sobre el escritorio y saciara su deseo.

Pero a medida que la consciencia se abría paso, se contuvo. ¿En qué estaba pensando? Esa mujer, a la que no recordaba, estaba embarazada, aunque eso no le impidiera querer arrancarle la ropa.

Bueno, al menos no podría dejarla embarazada otra vez…

¿Que no era su tipo? Nunca había conocido a una mujer con la que tuviera tanta química.

Elena lo miraba perpleja con los labios hinchados y la mirada turbia. Y Damon tuvo que hacer acopio de toda su capacidad de control para no terminar lo que había empezado.

—Lo siento —se disculpó apartándose de ella—. Tenía que comprobarlo.

—¿Comprobar el qué? —ella entornó los ojos mientras cruzaba los brazos sobre el pecho y daba unos impacientes golpecitos en el suelo con el pie.

—Si conseguía recordar algo.

—¿Y bien?

—Nada —él sacudió la cabeza.

Elena se dio media vuelta, dispuesta a salir del despacho.

—Espera un momento —llamó él.

—¿Cuál es tu problema?

—¿Cuál es mi problema? Pues no tengo ni idea. Quizás que no me gusta ser maltratada como una especie de animal de laboratorio.

—Pero…

Antes de que él pudiera protestar, ella ya se había marchado.

Damon la vio irse sin saber si ir tras ella o no. ¿Qué le diría cuando la alcanzara? No lamentaba el beso, aunque no hubiera supuesto la cura milagrosa que había esperado. Pero sí le había aclarado algo importante: no podía acercarse a esa mujer sin estallar en llamas, y eso hacía que fuera bastante probable que llevara a su hijo dentro de ella.

Regresó al escritorio y descolgó el teléfono. Segundos más tarde, Ramon contestó.

—La señorita Gilbert acaba de abandonar mi despacho. Procura que llegue bien al hotel.


Elena salió a la calle. Las lágrimas le ardían en los ojos.

Había esperado ver algún rastro del Damon Salvatore del que se había enamorado. Quizás también había esperado que el beso despertara… algo.

El viento fresco le revolvió los cabellos mientras miraba calle abajo, sin saber muy bien qué dirección tomar. Hacía más frío que antes y empezó a tiritar.

Aún había bastante luz como para regresar caminando al hotel. El beso de Damon la había dejado acalorada y le enfurecía que se hubiera mostrado tan frío.

Se había sentido como… un juguete. Como si no fuera más que un artículo para divertirle.

Y seguramente era eso lo que había sido desde el principio.

Al pararse ante un paso de peatones, un hombre tropezó con ella violentamente.

—¡Eh! —Elena se volvió asustada.

El hombre murmuró una disculpa mientras el semáforo se ponía en verde. No fue consciente del tirón en el otro brazo hasta que fue demasiado tarde.

El bolso se deslizó por el brazo que casi fue arrancado del hombro mientras el ladrón echaba a correr.
Instintivamente, Elena agarró la correa del bolso tirando de ella.

El ladrón la empujó con fuerza, haciéndole caer al suelo. El golpe fue muy fuerte, pero la correa del bolso se mantuvo firmemente enrollada alrededor de su muñeca.

El ladrón tiró con fuerza, arrastrándola varios metros antes de soltar un rugido de rabia y sacudirle una bofetada con el dorso de la mano. Elena percibió un destello plateado.

El pánico hizo presa de ella al reconocer la navaja que se aproximaba a su cuerpo. Sin embargo, el atacante rajó la correa y en unos segundos desapareció, fundiéndose con la multitud mientras ella quedaba tirada en el suelo.

—¿Está bien, señora? —alguien se arrodilló a su lado.

Ella se volvió, demasiado aturdida para responder. Un coche negro dio un frenazo, parándose frente a ella y una mole de hombre corrió en su auxilio.

—Señorita Gilbert, ¿se encuentra bien? —preguntó apresuradamente.

—¿Cómo… cómo sabe mi nombre?

—El señor Salvatore me envió.

—¿Cómo se ha enterado él de lo sucedido?

—Me pidió que me asegurara de que llegara sana y salva al hotel. No la alcancé a tiempo para llevarla en coche y la estaba buscando.

—Entiendo.

—¿Puede ponerse de pie? —preguntó él.

Elena asintió lentamente. Al menos lo intentaría. Mientras el hombre la ayudaba a levantarse, se sujetó la barriga, preocupada por si el bebé había sufrido algún daño.

—¿Le duele? —preguntó él.

—No lo sé —contestó ella temblorosa—. Puede que no sea más que el susto. La caída…

—La llevaré de inmediato al hospital. El señor Salvatore se reunirá allí con nosotros.

Elena no protestó al ser empujada al asiento trasero del coche. El hombre se sentó a su lado y ordenó al conductor que arrancara.

—¿Le duele algo? —preguntó.

—No creo. Sólo estoy alterada.

—Va a tener un buen moretón en el ojo.

—Gracias —murmuró—. Por su ayuda. Llegó en el momento justo.

—No, no es verdad —el rostro del hombre se arrugó en una mueca de rabia—. De haber llegado un segundo antes, no la habría lastimado.

—Aun así, gracias. Llevaba una navaja.

Al recordarlo, empezó a respirar agitadamente. Le subió un escalofrío por la columna hasta los hombros y empezó a temblar descontroladamente.

—Ni siquiera sé su nombre —continuó con voz débil.

—Ramon —él la miró con preocupación—. Soy el jefe de seguridad del señor Salvatore.

—Me llamo Elena —se presentó ella antes de recordar que él ya conocía su nombre.

—Casi hemos llegado, Elena —la tranquilizó.

El coche se paró y la puerta se abrió. Ramon la ayudó a salir y los recibió un auxiliar de urgencias, que les aguardaba con una silla de ruedas.

Sorprendida por la rapidez con que fue atendida, contempló boquiabierta cómo dos enfermeras la tumbaban en una cama y empezaban a examinarla.

Ramon se quedó a su lado sin perder detalle de los movimientos del personal sanitario.

—El señor Salvatore es benefactor de este hospital —murmuró, como si comprendiera el aturdimiento de la joven—. Llamó para informarles de su llegada.

—El obstetra vendrá enseguida —anunció una enfermera—. Examinará al bebé.

Elena asintió y murmuró un agradecimiento. Acababa de cerrar los ojos cuando la puerta se abrió de golpe.
—¿Estás bien? —preguntó angustiado Damon—. ¿Estás herida? ¿Te duele algo? —respiró hondo y se mesó los cabellos—. ¿El… bebé?

Antes de que ella pudiera responder, él se fijó en el ojo y su rostro se enfureció. Instintivamente le tocó la cara antes de volverse hacia Ramon.

—¿Qué ha pasado?

—Estoy bien —intervino Elena, pero Damon ya no le prestaba atención a ella.

—Damon…

Él seguía bombardeando al jefe de seguridad con preguntas y tuvo que tirarle de la manga para recuperar su atención.

—Estoy bien, en serio. Ramon apareció justo a tiempo. Me ha cuidado muy bien.

—No debería haberte dejado marchar del despacho —Damon rechinó los dientes—. Estabas alterada y no deberías haber salido a la calle. Pensaba que Ramon te llevaría al hotel.

—Eché a andar —ella se encogió de hombros—. Él no me alcanzó hasta después de…

—¿Ha venido ya el médico? —Damon acercó una silla y se sentó a su lado—. ¿Qué ha dicho del bebé? ¿Te ha hecho daño ese bastardo en alguna otra parte?

Ella sacudió la cabeza y pestañeó perpleja. Aquél era un Damon totalmente desconocido.

—La enfermera dijo que el obstetra de guardia vendría en breve para reconocerme y asegurarse de que el bebé está bien. Y no, no me ha herido en ninguna otra parte.

—No puedes caminar por las calles de Nueva York tú sola —Damon le tomó la mano—. Ni siquiera me gusta que te alojes en ese hotel.

—Pero si es tuyo —Elena sonrió divertida—. ¿Estás diciendo que no es un lugar seguro?

—Preferiría que te quedaras conmigo, para estar seguro de que no te pase nada.

—¿Qué estás diciendo? —ella frunció el ceño.

—Escucha, de todos modos nos íbamos a ir juntos a la isla Moon en unos días. Lo lógico sería que te quedaras conmigo hasta entonces. Nos dará más tiempo para… conocernos.

Quizás no la recordaba, pero sus instintos protectores se habían despertado y desde luego estaba preocupado por el bebé y su madre.

Al menos era un comienzo, ¿no?

—De acuerdo —accedió Elena—. Me alojaré en tu casa hasta que salgamos hacia la isla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...