Prólogo
HAY
UNA niña delante de la tumba, sola. Su rostro es muy pálido, tiene unos ojos
azules enormes y que brillan con las lágrimas que no ha derramado, su pelo es
una cascada oscura y brillante que le llega a la cintura.
Un chico moreno,
guapo, Damon, se separa del grupo y se acerca a ella para darle la mano.
La
mira muy serio. Demasiado serio para tener sólo doce años.
–No
llores, Elena, ahora tienes que ser fuerte.
Ella se limita a mirarlo. Sus padres han muerto en el mismo accidente aéreo que los de ella. Si él puede ser fuerte, ella también. Contiene las lágrimas y asiente brevemente, una vez, y ni siquiera aparta los ojos del chico cuando éste mira hacia donde acaban de enterrar a sus propios padres. Sus manos se mantienen unidas.
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