Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

20 marzo 2013

Shades Capitulo 14


Capítulo 14
Damon de rodillas a mis pies, me sostiene con su firme mirada gris, es la
más espeluznante y aleccionadora visión que he visto, más aún que Leila y
su pistola. La débil borrosidad alcohólica que estoy sufriendo se evapora
en un instante y es reemplazada por un cuero cabelludo picoso y un extraño
sentido de dominación mientras la sangre deja mi cara.



Inhalo bruscamente con sorpresa. No. No, esto es malo, tan malo y tan perturbador.

—Damon, por favor, no hagas esto. No lo quiero.

Él continúa contemplándome pasivamente, sin moverse, sin decir nada.
Oh joder. Mi pobre Cincuenta. Mi corazón se aprieta y retuerce. ¿Qué diablos le he
hecho? Las lágrimas pican mis ojos.

—¿Por qué estás haciendo esto? Háblame —susurro.
Él pestañea una vez.

–¿Qué quisieras que dijera? –dice suavemente, sosamente, y por un momento estoy
aliviada de que esté hablando, pero no así, no. No.

Las lágrimas comienzan a rebosar por mis mejillas, y de pronto es demasiado verlo
en la misma posición abatida como la patética criatura que era Leila. La imagen de
un poderoso hombre que todavía es un niñito, que fue horriblemente abusado y
abandonado, que se siente desmerecedor del amor de su perfecta familia y su
mucho menos que perfecta novia… mi niño perdido… rompe el corazón.

Compasión, pérdida, y desesperación se agrandan en mi corazón, y siento un
ahogante sentimiento de desesperación. Voy a tener que pelear para traerlo de
vuelta, para traer de vuelta a mi Cincuenta.

El pensamiento de mí dominando a alguien es terrible. El pensamiento de dominar
a Damon es nauseabundo. Me haría como ella, la mujer que le hizo esto.



Me estremezco con el pensamiento, peleando con la bilis en mi garganta. No hay
forma de que yo pueda hacer eso. No hay forma en que yo quisiera eso.
Cuando se aclaran mis pensamientos, puedo ver sólo un camino. Sin quitar mis
ojos de él, bajo a mis rodillas al frente de él.

El piso de madera es duro contra mis espinillas, y quito mis lágrimas bruscamente
con la parte de atrás de mi mano.

De esta forma, somos iguales. Estamos al mismo nivel. Esta es la única forma en
que lo voy a recuperar.

Sus ojos se ensanchan levemente mientras lo miro, pero más allá de eso su
expresión y trance no cambian.

—Damon, no tienes que hacer esto —suplico—. No voy a escapar. Te lo he dicho
y dicho, no voy a escapar. Todo lo que ha pasado… es abrumador. Sólo necesito
algo de tiempo para pensar… tiempo para mí. ¿Por qué siempre asumes lo peor?

—Mi corazón se encoje de nuevo porque lo sé; es porque él es tan inseguro, tan
lleno de odio hacia él.

Las palabras de Elena vuelven para atormentarme. “¿Acaso ella sabe cuán negativo
eres sobre ti mismo? ¿Sobre todos tus problemas?”
Oh, Damon. El miedo empuña mi corazón una vez más y comienzo a balbucear:

—Iba a sugerir volver a mi departamento por esta tarde. Nunca me das nada de
tiempo… tiempo para sólo pensar las cosas —sollozo, y el fantasma de una arruga
cruza por su cara—. Sólo tiempo para pensar. Apenas nos conocemos, y todo este
equipaje que acarreas… necesito… necesito tiempo para pensarlo. Y ahora Leila
está… bueno, lo que sea que ella es… está fuera de las calles y ya no es una
amenaza… pienso… Pienso… –Mi voz se debilita y lo miro fijamente. Me
contempla intensamente y creo que está escuchando.

–Verte con Leila… —Cierro mis ojos cuando el doloroso recuerdo de su interacción
con su ex-sumisa me corroe de nuevo—. Fue un shock. Pude ver un atisbo de cómo
ha sido tu vida… y… —Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía
corriendo por mis mejillas—. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena
para ti. Fue una comprensión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás
de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo,
Damon, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad.
No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes…
Me doy cuenta cuando le digo estas palabras —con la esperanza de que esté
escuchando— cuál es mi verdadero problema. Sólo no entiendo por qué le gusto.
Nunca he entendido por qué le gusto.

—No entiendo por qué me encuentras atractiva —murmuro—. Tú eres, bueno, tú
eres tú… y yo soy… —Me encojo de hombros y levanto la mirada hacia él—. Sólo
no lo veo. Tú eres hermoso y sexy y exitoso y bueno y dulce y humanitario —todas
esas cosas— y yo no. Y no puedo hacer las cosas que a ti te gustan. No puedo darte
lo que necesitas. ¿Cómo podrías ser feliz conmigo? ¿Cómo yo podría posiblemente
contenerte? —Mi voz es un susurro cuando expreso mis miedos más oscuros—.
Nunca he entendido qué ves en mí. Y verte con ella, lo trajo todo de vuelta a casa.
—Sorbo y limpio mi nariz con la parte de atrás de mi mano, mirando su
imperturbable expresión.
Oh, es tan exasperante. ¡Háblame, demonios!

–¿Vas a arrodillarte aquí toda la noche? Porque yo también lo haré —le digo
bruscamente.

Creo que su expresión se suaviza, tal vez se ve un poco sorprendido. Pero es difícil
decir.

Podría estirarme y tocarlo, pero eso sería un asqueroso abuso de la posición en que
me ha puesto. No quiero eso, pero no sé qué quiere él, o qué está intentando
decirme. Simplemente no lo entiendo.

–Damon, por favor, por favor… háblame —le ruego, retorciendo mis manos en
mi regazo. Estoy incómoda en mis rodillas, pero continúo arrodillada, mirando
fijamente sus serios, hermosos, ojos grises, y espero.
Y espero.
Y espero.

–Por favor, –ruego una vez más.
Su intensa mirada se oscurece de pronto y pestañea.

—Estaba tan asustado —susurra.

¡Oh, gracias a Dios! Por dentro, mi subconsciente se tambalea hacia atrás en su
sillón, flaqueando con alivio, y toma un largo trago de ginebra.
¡Está hablando! La gratitud me abruma, y trago, intentando contener mi emoción y
la nueva batalla de lágrimas que amenaza.
Su voz es suave y baja.

—Cuando vi a Ethan llegar afuera, sabía que alguien te había dejado entrar a tu
apartamento. Ambos Niklaus y yo saltamos fuera del auto. Nosotros sabíamos y
verla allí así contigo, y armada. Creo que morí mil muertes, Lena. Alguien
amenazándote… todos mis peores miedos realizados. Estaba tan enojado, con ella,
contigo, con Niklaus, conmigo.
Sacude su cabeza revelando su agonía.

—No sabía cuán volátil podría ser ella. No sabía qué hacer. No sabía cómo ella
reaccionaría. —Se detiene y frunce el ceño—. Y luego me dio una pista; se veía tan
arrepentida. Y sólo supe qué tenía qué hacer. —Se detiene, mirándome, intentando
medir mi reacción.

—Continúa —susurro.
Él traga.

—Verla en ese estado, sabiendo que yo podría haber tenido algo que ver con su
crisis emocional… —Cierra sus ojos una vez más—. Ella siempre fue tan traviesa y
alegre. —Se estremece y toma una áspera respiración, casi como un sollozo. Es una
tortura escucharlo, pero me arrodillo, atenta, absorbiendo esta confesión.
—Ella podría haberte herido. Y habría sido mi culpa. —Sus ojos se desvían, llenos
con terror incomprendido, y está en silencio una vez más.


—Pero no lo hizo —susurro—. Y no fuiste responsable de que ella estuviera en ese
estado, Damon. —Lo miro, alentándolo a continuar.
Entonces se aclara en mí que todo lo que él hizo fue para mantenerme a salvo, y tal
vez a Leila también, porque además se preocupa por ella. ¿Pero cuanto se
preocupa por ella? La pregunta se queda en mi cabeza, poco bienvenida. Él dice
que me ama, pero entonces fue muy duro, echándome de mi propio departamento.

—Solo quería que te fueras —murmura, con su extraña habilidad para leer mis
pensamientos—. Te quería lejos del peligro, y… Tú. Solo. No. Te. Ibas —susurra
con sus dientes apretados y sacude su cabeza. Su exasperación es tangible.
Me mira intensamente.
—Elena Gilbert, eres la mujer más terca que conozco. —Cierra sus ojos y sacude
su cabeza una vez más incrédulo.

Oh, está de vuelta. Respiro un largo, aclarante suspiro de alivio.
Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada, sincera.

—¿No ibas a escapar? —pregunta.

—¡No!

Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo
ver su dolor y angustia.

—Pensé… —Se detiene—. Este soy yo, Lena. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué
tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de
cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo.

—También te amo, Damon, y verte así… —Me ahogo y mis lágrimas comienzan
de nuevo—. Pensé que te había roto.

—¿Roto? ¿A mí? Oh no, Lena. Justo lo contrario. —Se estira y toma mi mano—.
Eres mi vida —susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la
suya.


Con sus ojos grandes y llenos de miedo, suavemente tira de mi mano y la pone en
su pecho sobre su corazón, en la zona prohibida. Su respiración se acelera. Su
corazón está bombeando un frenético, pulsante latido bajo mis dedos. No quita sus
ojos de mí; su mandíbula está tensa, sus dientes apretados.
Jadeo. ¡Oh mi Cincuenta! Me está dejando tocarlo. Y es como si todo el aire de mis
pulmones se ha vaporizado, ido. La sangre está latiendo en mis oídos cuando el
ritmo de mi corazón aumenta para igualar el suyo.

Él deja ir mi mano, dejándola en su lugar sobre su corazón. Flexiono levemente mis
dedos, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela de su camiseta. Está sosteniendo
el aliento. No puedo soportarlo. Intento mover mi mano.

—No —dice rápidamente y pone su mano una vez más sobre la mía, presionando
mis dedos contra él—. No.

Más valiente por estas dos palabras, me arrastro más cerca así que nuestras rodillas
se están tocando y tentativamente levanto mi otra mano para que él sepa
exactamente lo que quiero hacer. Sus ojos se ensanchan pero no me detiene.
Suavemente comienzo a soltar los botones de su camisa. Es difícil con una mano.
Flexiono mis dedos bajo su mano y él me suelta, dejándome usar ambas manos
para quitarle la camisa. Mis ojos no lo dejan mientras abro su camiseta, revelando
su pecho.

Él traga, y sus labios se abren cuando su respiración se acelera, y siento su
creciente pánico, pero no se aleja. ¿Está todavía en modo sumiso? No tengo idea.
¿Debería hacer esto? No quiero herirlo, física o mentalmente. La vista de él así,
ofreciéndose hacia mí, ha sido un llamado de atención.

Me estiro, y mi mano se cierne sobre su pecho, y lo miro fijamente… pidiendo su
permiso. Muy sutilmente inclina su cabeza hacia un lado, endureciéndose en la
anticipación de mi toque, y la tensión irradia de él, pero esta vez no es de rabia, es
de dolor. Vacilo. ¿Puedo hacerle esto?

—Sí —susurra, de nuevo con la rara habilidad de contestar mis preguntas no
hechas.

Extiendo las yemas de mis dedos en su vello de pecho y suavemente los acaricio
bajo su esternón. Él cierra sus ojos, y su rostro se arruga como si estuviera
esperando dolor intolerable. Es insoportable ser testigo, así que levanto mis dedos
inmediatamente, pero él rápidamente toma mi mano y la pone de vuelta
firmemente, estirada en su desnudo pecho así los vellos cosquillean mi palma.

—No  —dice, su voz forzada—. Lo necesito.
Sus ojos están cerrados tan fuertemente. Debe ser agónico. Es verdaderamente un
tormento mirar. Cuidadosamente dejo que mis dedos recorran su pecho hacia su
corazón, maravillándome con su sentir, aterrada de que sea un paso muy lejos.

Abre sus ojos, son fuego gris, quemándome.
Santo cielo. Su mirada es abrazadora, salvaje, más allá de intensa, y su respiración
es rápida. Estimula mi sangre. Me retuerzo bajo su mirada.

No me ha detenido, así que muevo la yema de mis dedos a través de su pecho de
nuevo, y su boca se afloja. Está jadeando, y no sé si es por miedo, o algo más.
He querido besarlo allí por tanto tiempo que me inclino en mis rodillas y sostengo
su mirada por un momento, haciendo mi intención perfectamente clara. Entonces
me agacho y suavemente planto un suave beso sobre su corazón, sintiendo su
cálida, de un dulce olor piel bajo mis labios.

Su sofocado gruñido me mueve tanto que me siento atrás en mis talones, con
miedo de lo que veré en su cara. Sus ojos están cerrados fuertemente, pero no se ha
movido.

—De nuevo —susurra, y me inclino hacia su pecho una vez más, esta vez para
besar una de sus cicatrices. Él jadea, y yo beso otra y otra. Gime fuertemente, y de
pronto sus brazos están alrededor de mí, y su mano está en mi cabello, tirando mi
cabeza hacia arriba dolorosamente para que mis labios lleguen a su insistente boca.
Y nos estamos besando, mis dedos enredándose en su cabello.

—Oh, Lena —suspira, y me gira y tira al suelo para que esté debajo de él. Subo mis
manos para acunar su hermoso rostro, y en ese momento, siento sus lágrimas.

Está llorando… no. ¡No!

—Damon, por favor, no llores. Lo decía en serio cuando dije que nunca te dejaré.
Lo hice. Si te di cualquier otra impresión, lo siento mucho… por favor, por favor
perdóname. Te amo. Siempre te amaré.

Se impone sobre mí, bajando la mirada hacia mi rostro, y su expresión es de dolor.

—¿Qué es?
Sus ojos se agrandan.

—¿Cuál es el secreto que te hace creer que correré hacia las montañas? ¿Qué te
tiene tan determinado a creer que me iré? —ruego, mi voz nerviosa–. Dime,
Damon, por favor…

Se sienta derecho, pero esta vez cruza sus piernas y lo sigo, mis piernas estiradas.
Vagamente me pregunto si nos podemos parar del suelo. Pero no quiero
interrumpir su tren de pensamiento. Finalmente va a confiar en mí.
Baja la mirada hacia mí, y se ve completamente desolado. Oh mierda, es malo.

—Lena… —Se detiene, buscando las palabras, su expresión adolorida… ¿Oh?
¿Dónde diablos está dirigiéndose esto?

Toma una profunda respiración y traga.

—Soy un sádico, Lena. Me gusta azotar pequeñas chicas morenas como tú porque
todas lucen como la perra adicta al crack, mi madre biológica. Estoy seguro de que
puedes adivinar por qué —lo dice rápidamente como si hubiera tenido esta
oración en su cabeza por días y días y está desesperado por deshacerse de ella.
Mi mundo se detiene. ¡Oh no!
Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. Lo miro, intentando
entender la implicación de lo que acaba de decir. Eso sí explica por qué todas
lucimos igual.

Mi pensamiento inmediato es que Leila estaba en lo correcto: “El amo es oscuro.”


Recuerdo la primera conversación que tuve con él sobre sus tendencias cuando
estábamos en la Habitación Roja del Dolor.

—Dijiste que no eras un sádico —susurro, desesperadamente intentando
entender… crear alguna excusa por él.

—No, dije que era un Dominante. Si te mentí, fue una mentira por omisión. Lo
siento. —Baja la mirada brevemente hacia sus cuidadas uñas.
Creo que está mortificado. ¿Mortificado por mentirme? ¿O por lo que él es?

—Cuando me hiciste esa pregunta, me había imaginado una relación muy
diferente entre nosotros —murmura. Puedo decir por su mirada que está aterrado.
Y entonces me golpea como una bola de demolición. Si es un sádico, realmente
necesita toda la mierda del azote y los golpes. Oh joder. Pongo mi cabeza en mis
manos.

—Así que es verdad —susurro, levantando la mirada hacia él—. No puedo darte lo
que necesitas. —Es todo… esto realmente significa que somos incompatibles.
El mundo comienza a caerse a mis pies, colapsando alrededor de mí mientras el
pánico aprieta mi garganta. Es todo. No podemos hacer esto.
Él frunce el ceño.

—No, no, no, Lena. No. Tú puedes. Tú sí me das lo que necesito. —Aprieta sus
puños—. Por favor créeme —murmura, sus palabras una vehemente súplica.

—No sé qué creer, Damon. Esto es tan retorcido —susurro, mi garganta ronca y
dolorosa mientras se cierra, ahogándome con lágrimas sin derramar.

Sus ojos están anchos y luminosos cuando me mira de nuevo.

—Lena, créeme. Luego de que te castigué y me dejaste, mi visión del mundo
cambió. No estaba bromeando cuando dije que evitaría sentirme así de nuevo. —
Me mira con una dolorosa súplica—. Cuando dijiste que me amabas, fue una
revelación. Nunca nadie me lo ha dicho antes, y fue como si hubiera dejado algo
descansar, o tal vez tú lo dejaste descansar, no lo sé. Con el Dr. Flynn todavía
estamos en una profunda discusión sobre eso.

Oh. La esperanza destella brevemente en mi corazón. Tal vez estaremos bien.
Quiero que estemos bien. ¿No?

—¿Qué significa todo eso? —susurro.

—Significa que no lo necesito. Ahora no.
¿Qué?

—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Sólo lo sé. El pensamiento de herirte… de cualquier forma… es detestable para
mí.

—No entiendo. ¿Y qué con las reglas y las palmadas y todo lo de follar pervertido?
Corre una mano por su cabello y casi sonríe pero en su lugar suspira con pesar.

—Estoy hablando de la mierda pesada, Elena. Deberías ver lo que puedo hacer
con un bastón o una gata.
Mi boca se abre, sorprendida.

—Preferiría que no.

—Lo sé. Si quisieras hacer eso, entonces bien… pero no quieres y lo entiendo. No
puedo hacer toda esa mierda contigo si tú no quieres. Te lo dije una vez, tú tienes
todo el poder. Y ahora, desde que volviste, no siento esa compulsión, para nada. —
Lo miro por un momento intentando adentrar todo esto.

—Pero, cuando nos conocimos eso era lo que querías, ¿no?

—Sí, indudablemente.

—¿Cómo puede ser que tu compulsión desaparezca Damon? ¿Como si yo fuera
algún tipo de panacea, y tú estas —a falta de una mejor palabra— curado? No lo
entiendo.

Suspira una vez más.

—Yo no diría curado… ¿No me crees?

—Lo encuentro… increíble. Que es diferente.

—Si nunca me hubieras dejado, entonces no me sentiría de esta manera. Tú
dejándome fue lo mejor que pudiste haber hecho… por nosotros. Me hizo darme
cuenta de cuánto te quiero, solo tú, y lo digo en serio, te tomo de cualquier manera
que pueda tenerte.

Lo mire. ¿Puedo creer esto? Mi cabeza me duele sólo de pensar en todo esto, y en el
fondo me siento… adormecida.

—Sigues aquí. Creí que ya ibas a estar en la puerta para cuando acabara —susurra.

—¿Por qué? ¿Por qué puede que piense que estás loco por azotar y tener sexo con
mujeres que lucen como tu madre? ¿Qué te daría esa impresión? —sisee.
Palidece ante la dureza de mis palabras.

—Bueno, yo no lo habría puesto así, pero sí —dice, con sus ojos grandes y heridos.

Su expresión estaba seria y me arrepentí de lo que dije sin pensar. Fruncí la frente,
sintiendo un pinchazo de culpa.
Oh, ¿qué estoy haciendo? Lo miro y luce contrito, sincero… luce como mi
Cincuenta.

Y espontáneamente recuerdo la fotografía en su dormitorio de niño, y en ese
momento me doy cuenta porque la mujer me parecía tan familiar. Ella luce como
él. Ella debió de haber sido su madre biológica.

Su despido fácil de ella viene a mi mente: Nadie de consecuencia… Ella es
responsable de todo esto… Y me parezco a ella… ¡Mierda!

Él me observa, pero sé que está esperando mi próximo movimiento. Parece
genuino. Dijo que me ama, pero estoy realmente confundida.

Esto está hecho un desastre. Me aclaro lo de Leila, pero ahora sé con mayor certeza
que nunca, que ella fue capaz de darle sus patadas. La idea es cansada y
desagradable. Estoy tan cansada de todo esto.

—Damon, estoy cansada. ¿Podemos discutir esto mañana? Quiero ir a la cama.
Él parpadea sorprendido.

—¿No te vas a ir?

—¿Quieres que me vaya?

—¡No! Creí que me ibas a dejar una vez que supieras.

De todas las veces que ha aludido dejarlo una vez que supiera sus secretos más
oscuros pasaron por mi mente… y ahora sé. Mierda. El Amo es oscuro.
¿Debería irme? Lo mire, este loco hombre que amo, sí, amo.
¿Puedo dejarlo? Lo deje una vez, y casi me rompió… y a él. Lo amo. Lo sé a pesar
de su revelación.

—No me dejes —susurra.

—Oh, por el amor de Dios,  ¡no! ¡No me voy a ir! —grito y es catártico. Ya, lo dije. Y
no me voy a ir.

—¿De verdad? —Sus ojos muy abiertos.

—¿Qué puedo hacer para hacerte entender que no me voy a ir? ¿Qué puedo decir?
Él me mira, revelando su miedo y angustia otra vez. Traga.

—Hay una cosa que puedes hacer.

—¿Qué? —estallo.

—Cásate conmigo —susurra.
¿Qué? De verdad él…
Por segunda vez en menos de media hora mi mundo se detiene.


Santa mierda. Miro al profundamente arruinado hombre que amo. No puedo creer
lo que acaba de decir.
¿Matrimonio? ¿Me está proponiendo matrimonio? ¿Está bromeando? No puedo
evitarlo, una pequeña, nerviosa, risa sales de mí. Muerdo mi labio para detenerla
de convertirse en una completamente histérica risa y fallo miserablemente. Me
tumbo en el suelo y me rindo a la risa, me reí como si nunca antes me hubiera
reído, grandes recuperadores catárticos aullidos de risa.

Y por un momento estoy en mi propia cuenta, viendo esta absurda situación, y
riéndome, una niña abrumada junto a un niño arruinado. Jalo mi brazo sobre mis
ojos, mientras mi risa se convierte en lágrimas escaldadas. No, no… esto es
demasiado.

Y mientras la histeria disminuye, Damon suavemente levanta mi brazo de mi
cara. Y volteo a verlo.

Esta inclinado sobre mí. Su boca torcida con diversión irónica, pero sus ojos están
ardiendo gris, quizá heridos. Oh, no.

Gentilmente limpia una lagrima con la parte de atrás de sus nudillos.

—¿Encuentras divertida mi propuesta, señorita Gilbert?
Oh, ¡Cincuenta! Lo alcanzo, y acaricio su mejilla suavemente, disfrutando cómo se
siente la barba bajo mis dedos. Dios, amo a este hombre.

—Sr. Salvatore… Damon. Tu sentido del tiempo es sin duda… —Lo miro y las
palabras me fallan.
Me sonríe, pero las arrugas alrededor de sus ojos me demuestran que está herido.
Es serio.

—Me estas hiriendo, Lena. ¿Te casarías conmigo?
Me siento y me inclino sobre él, poniendo mis manos en sus rodillas. Miro su
adorable cara.


—Damon, he conocido a tu ex psicópata con una pistola, fui echada de mi
departamento, te tuve siendo termonuclear Cincuenta conmigo…

Abre la boca para hablar, pero levanto mi mano. Y obedientemente guarda
silencio.

—Acabas de revelar alguna información francamente impactante acerca de ti, y
ahora me pides que me case contigo.

Mueve su cabeza de lado a lado como considerando los hechos. Esta entretenido.
Gracias al cielo.

—Sí, creo que ese es un justo resumen de la situación —dice secamente.
Sacudo mi cabeza a él.

—¿Qué paso con la gratificación retrasada?

—Lo supere, y ahora estoy firmemente advocado a la gratificación instantánea.
Carpe diem56, Lena —susurra.

—Mira Damon, te he conocido como por tres minutos, y aún hay mucho más que
tengo que saber. He tomado mucho, estoy hambrienta, cansada, y me quiero ir a la
cama. Necesito considerar tu propuesta así como considere el contrato que me
diste. Y… —Presione mis labios juntos para mostrar mi inconformidad pero
también para aligerar el ambiente—. Esa no fue la propuesta más romántica.
Inclina su cabeza a un lado y sus labios se curvan en una sonrisa.

—Un punto justo, como siempre, señorita Gilbert. —Él respira, su voz se escucha
con alivio—. ¿Así que eso es un no?
Suspiro.

—No, Sr. Salvatore, no es un no, pero tampoco es un sí. Sólo estás haciendo esto porque
estás asustado, y no confías en mí.
                                                         
56 Carpe diem: es una locución latina que literalmente significa “aprovecha el día”, lo que quiere
decir es “aprovecha el momento, no lo malgastes”.


—No, estoy haciendo esto porque al fin encontré a alguien con quien quiero pasar
el resto de mi vida.

Oh. Mi corazón se detiene por un momento y se derrite. ¿Cómo es que en medio de
las más descabezadas situaciones puede decir las cosas más románticas? Mi boca se
abre por el shock.

—Nunca creí que me fuera a pasar eso —continúa, su expresión irradia pura
sinceridad sin diluir.

Lo miro boquiabierto, buscando las palabras correctas.

—Puedo pensar acerca de eso… ¿Por favor? ¿Y pensar acerca de todo lo demás que
ha pasado el día de hoy? ¿Qué acabas de decirme? Pediste paciencia y fe. Bueno,
regresando a ti, Salvatore. Necesito esos ahora.
Sus ojos buscan los míos y después de un segundo, se inclina y acomoda mi cabello
detrás de mi oreja.

—Puedo vivir con eso. —Me besa rápidamente en los labios—. ¿No muy
romántico, eh? —Levanta sus cejas, y le doy mi sacudida de cabeza
amonestadora—. ¿Corazones y flores? —pregunta suavemente.
Asiento y me da una pequeña sonrisa.

—¿Estás hambrienta?

—Sí.

—No comiste. —Sus ojos se enfrían y su mandíbula se endurece.

—No, no comí. —Me siento en mis talones y lo considero pasivamente—. Ser
echada de mi departamento después de ver a mi novio interactuando íntimamente
con su ex-sumisa suprimió considerablemente mi apetito. —Lo miro y pongo mis
puños en mis caderas.

Damon sacude su cabeza y se levanta grácilmente. Oh, finalmente podemos
levantarnos del suelo. Extiende su mano hacia mí.

—Déjame prepararte algo de comer —dice.


—¿No puedo irme a la cama? —murmuro con cansancio mientras coloco mi mano
en la suya.

Me levanta. Estoy tiesa. Me mira, y su expresión se suaviza.

—No, necesitas comer. Ven. —El Damon mandón regresa, y es un alivio.
Me lleva al área de la cocina y me sienta en un taburete mientras va hacia el
refrigerador. Miro mi reloj. Maldición, casi son las once y media y tengo que
levantarme temprano para ir al trabajo.

—Damon, no estoy realmente hambrienta.
Diplomáticamente me ignora mientras busca por el gigantesco refrigerador.

—¿Queso? —pregunta.

—No a esta hora.

—¿Pretzels?

—¿En el refrigerador? No —resople.
Voltea y me sonríe.

—¿No te gustan los Pretzels?

—No a las once y media. Damon me voy a la cama. Tú puedes buscar en tu
refrigerador por el resto de la noche. Estoy cansada, y he tenido un día bastante
interesante. Un día que me gustaría olvidar. —Me baje del banquito y me frunció
el ceño, pero justo ahora no me importa. Quiero irme a la cama, estoy exhausta.

—¿Macarrones con queso? —Sostiene un traste blanco con cubierta. Luce tan
esperanzador y encantador.

—¿Te gustan los macarrones con queso? —pregunto.

Asiente entusiastamente, y mi corazón se derrite. De repente luce tan joven.
¿Quién lo hubiera pensado? Que a Damon le gusta la comida de niños.

—¿Quieres? —pregunta, esperanzado. No puedo resistirme a él y estoy
hambrienta.

Asiento y le doy una sonrisa débil. Su guiño de respuesta me roba el aliento. Quita
el papel aluminio del cuenco y lo pone en el microondas. Me vuelvo a subir en el
taburete y observo la belleza que es el Sr. Damon Salvatore —el hombre que quiere
casarse conmigo— se mueve con gracia y fácilmente alrededor de la cocina.

—¿Así que sabes cómo usar el microondas? —Lo molesto un poco.

—Si esta en un paquete, usualmente puedo hacer algo con él. Si es comida de
verdad entonces si tengo un problema.

No puedo creer que este sea el mismo hombre que estaba hincado frente a mí hace
no más de media hora. Saca los platos, cubiertos y mantelitos para la barra de
desayuno.

—Es muy tarde —murmuro.

—No vayas al trabajo mañana.

—Tengo que ir al trabajo mañana. Mi jefe se va a Nueva York.
Damon frunce el ceño.

—¿No quieres ir ahí este fin de semana?

—Revisé el clima, y parece que va a llover —dije, sacudiendo mi cabeza.

—Oh, ¿entonces qué quieres hacer?
El bip del microondas anuncia que nuestra cena esta lista.

—Sólo quiero ir de día en día. Todo este ajetreo es… cansado. —Le levanto una
ceja, que ignora.

Damon pone el cuenco entre nosotros y se sienta junto a mí. Parece ido,
distraído. Sirvo los macarrones en nuestros platos. Huele delicioso, y mi boca se
hace agua. Estoy famélica.

—Perdón por lo de Leila —murmura.


—¿Por qué te disculpas? —Mmm, los macarrones saben tan buenos como huelen.
Mi estómago gruñe gratificantemente.

—Debió de haber sido un terrible shock, encontrarla en tu departamento. Niklaus lo
limpio temprano. Está muy alterado.

—No culpo a Niklaus.

—Yo tampoco. Él te ha estado cuidando.

—¿En serio? ¿Por qué?

—No sabía dónde estabas. Dejaste tu bolsa, tu teléfono. No podía encontrarte. ¿A
dónde fuiste? —pregunto. Su voz es suave, pero hay un trasfondo siniestro en sus
palabras

—Ethan y yo fuimos al bar que estaba cruzando la calle. Para que pudiera ver lo
que estaba pasando.

—Ya veo. —La atmosfera entre nosotros cambio sutilmente. Ya no era tan ligera.
Está bien, bueno… dos pueden jugar este juego. Sólo hay que regresarte esto, Cincuenta.
Tratando de sonar despreocupada, tratando de calmar mi curiosidad pero
temiendo la respuesta, pregunto:

—¿Qué hiciste con Leila en mi departamento?

Volteo a verlo, se congela y su tenedor lleno de macarrones se suspende a la mitad.
Oh no, eso no es bueno.

—¿De verdad quieres saber?
Un nudo se forma en mi estómago y mi apetito se desvanece.

—Sí —susurro. ¿Quieres? ¿De verdad quieres? Mi subconsciente tiro la botella de
ginebra en el piso y está sentado en el descansabrazos del sillón, viéndome con
horror.

La boca de Damon forma una línea, y duda.


—Hablamos, y le di un baño. —Su voz es ronca y continua rápidamente cuando no
le doy una respuesta—. Y la vestí con algunas de tus prendas. Espero que no te
importe. Pero ella estaba muy sucia.
Santa mierda. ¿Le dio un baño?

Qué cosa tan inapropiada. Me tambaleo, mirando mi plato de macarrones sin
comer. La vista de ellos ahora me hace sentir nauseas.

Trata de racionalizarlo, mi subconsciente me dice. Ese lado frío, intelectual de mi
cerebro sabe que él sólo hizo eso porque ella estaba sucia, pero es tan difícil. Mi yo
frágil y celoso no lo puede soportar.

De repente quiero llorar —no sucumbir a lágrimas de señorita que caen por mis
mejillas, sino aullar a la luna. Tomo una respiración profunda para suprimir la
urgencia, pero mi garganta esta árida e incómoda por las lágrimas y sollozos que
no se derramaron.

—Era todo lo que podía hacer, Lena —dice suavemente.

—¿Aún tienes sentimientos por ella?

—¡No! —dice, derrotado, y cierra sus ojos, su expresión es de angustia. Me giro,
viendo de nuevo mi nauseabunda comida. No puedo soportar verlo.

—Verla de esa manera, tan diferente, tan rota. Me preocupo por ella, un ser
humano por otro. —Se estremece como sacudiéndose una desagradable memoria.
Joder, ¿está esperando mi simpatía?
Lena, mírame.

No puedo. Sé que si lo hago, voy romper en lágrimas. Esto es demasiado que
absorber. Soy como un tanque sobrelleno de gasolina, lleno más allá de la
capacidad. No hay espacio para nada más. Simplemente no puedo lidiar con más
mierda. Voy a hacer combustión y explotar, y va a ser feo si lo intento. ¡Jesús!

Damon preocupándose por su ex-sumisa de una forma tan intima, la imagen
cruza por mi cerebro. Bañándola, por el amor de Dios, desnuda. Un duro y
doloroso estremecimiento sacude mi cuerpo.


—Lena.

—¿Qué?

—No lo hagas. No significa nada. Era como cuidar de un niño roto, un niño
deshecho —murmura.

¿Qué demonios sabe de cuidar un niño? Esta era una mujer con la que tuvo una
llena, desviada relación sexual.

Oh, esto duele. Tomo una profunda, tranquilizadora respiración. O quizás se está
refiriendo a él mismo. Él es el niño roto. Eso tiene más sentido… o quizá no tenga
nada de sentido. Oh estoy tan arruinada, y de repente estoy tan extremadamente
cansada. Necesito dormir.

—¿Lena?

Me pongo de pie, llevo mi plato al fregadero, y tiro los contenidos al bote de
basura.

—Lena, por favor.

Me giro y lo encaro.

—¡Sólo para, Damon! Para el “!Lena, por favor!” —le grito, y las lágrimas
comienzan a caer por mi cara—. He tenido suficiente de toda esta mierda el día de
hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada y emocional. Ahora déjame ser.

Me giro en mis talones y prácticamente corro al dormitorio, llevándome conmigo
sus ojos abiertos, y mirada impactada. Es bueno saber que también lo puedo
impactar. Me quito la ropa doblemente rápido, y después de buscar en sus cajones,
saco una de sus camisetas y me voy al baño.

Me miro en el espejo, y me cuesta trabajo reconocer la demacrada, de ojos rosados,
mejillas manchadas volteándome a ver, y es demasiado. Me tiro en el piso y me
rindo a la insoportable emoción que no puedo contener más, sollozando
fuertemente, finalmente dejando que mis lágrimas fluyan sin límite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...