CAPÍTULO 09
Damon miró el pedazo de
sábana atrapado en la puerta y esperó con impaciencia que Elena abriera para
sacarla. Pero no lo hizo. ¿Qué estaba haciendo ella? ¿Se había quedado allí
simplemente? Su irritación y nivel de ira finalmente se habían aplacado un
poco, pero amenazaban con elevarse de nuevo ahora. Fue y abrió la puerta, sólo
para encontrar la sábana arrugada en el suelo y
la habitación iluminada con la luz
tenue que desentonaba con sus nervios.
La cama estaba vacía.
¿A dónde había ido? Se acercó con cautela a la puerta del baño, ni siquiera
estaba seguro de por qué se sentía obligado a entrar en la habitación, después
de todo. Estaba a punto de tocar a la puerta cuando oyó un ruido suave, un
sonido penetrante que nunca había escuchado en su vida y que le hizo erizar los
pelos de la nuca y helar la sangre.
Su mano estaba aún
levantada para llamar a la puerta. Abrió la boca pero no pudo articular su nombre.
El sonido ahora era más fuerte, y era tan primitivo, tan privado, que Damon
retrocedió, dejando caer la mano lentamente. Una imagen le vino a la cabeza, la
de su cara cuando le dijo que debería haberse mantenido alejada... y también lo
otro, acerca de su muerte.
En el momento en que
las palabras habían salido de su boca quiso tragárselas de nuevo, pero ya era
demasiado tarde, y antes de que hubiera sido capaz de evaluar las consecuencias
de decirlas y de cómo pudo haberse expuesto a sí mismo, su reacción le hizo
desviar la atención. Se había quedado en un silencio pétreo, pálida como la
sábana que la envolvía y sus ojos perdieron intensidad. Se había encerrado en
la fría concha que él recordaba tan bien. Era como si lo que le había dicho
realmente la hubiera herido. ¿Y si ella no era más que una calculadora, una
heredera caza fortunas buscando sacar provecho de su matrimonio, porqué no
había tratado de adularlo en la cama? Lo podría haber hecho fácilmente.
Él no podía disimular
su vergonzosa atracción, lo hacía arder de una manera que nunca antes había
experimentado, superando incluso a lo que le había hecho salir un poco de su
caparazón, sorprendido luego de la reveladora y explosiva noche de bodas.
Pero no había hecho
nada por irlo persuadiendo en la cama. Y ahora estaba a oscuras en el cuarto de
baño, emitiendo ese tipo de sonido que Damon sabía que nunca podría olvidar.
Pero no podía entrar allí. Sabía por instinto que ella creía que no tenía
testigos, e inmiscuirse sería inapropiado. Así que se fue, meditando acerca de
lo que ella había hecho hasta ahora, y lo que eso podía significar. Todo estaba
dando vueltas de nuevo, la claridad, como siempre, era ridículamente esquiva.
Desde hacía un par de
días Elena evitaba a Damon, aún dolida y en carne viva después del altercado.
Él no hizo ningún intento para volver a llevarla a la cama de nuevo, o de venir
a la suya. Tampoco había vuelto a mencionar lo de mudarse, pero Elena se había
puesto en contacto con un agente en Osuna y eso pendía en el aire alrededor de
ellos ominosamente. Pero esa noche en la cena,
después de una
conversación dolorosamente forzada,
la sorprendió diciéndole que ella
y Nick debían visitar Sevilla al día siguiente. Por primera vez en dos días Elena
sintió dentro de ella una chispa. Ella dijo que sí, sin saber si su oferta era
tan benigna como sonaba. Cuando después de cenar le preguntó a Elena si podía
ir a su estudio, ella lo siguió con cautela, manteniendo la vista apartada de
su pura fuerza física, vestida en jeans gastados y un suéter ligero.
Se mantuvo de pie
resueltamente detrás de una silla, aunque su cuerpo se sentía débil. Un hambre
furioso comenzó a correr por su
sangre ante su proximidad, pero
evidentemente la pasión de Damon se había consumido. Y de ninguna manera iba a
revelar su propia vulnerabilidad a él.
Observó cómo abría su
cajón y sacaba algo pequeño y brillante. Rodeó la mesa y se lo entregó.
–Aquí tienes, es un
teléfono móvil –
Ella lo miró, confusa
–Pero tengo mi propio teléfono. No necesito el tuyo –
–Lo vas a necesitar si
vas a salir por tu cuenta y llevar a mi hijo contigo –
Sus ojos se encontraron
–Es mi hijo también –
Él apretó la mandíbula
–Este teléfono tiene todos mis números almacenados en caso de que algo suceda –
– ¿Qué demonios puede
pasar? –
–Sólo ten cuidado,
salimos frecuentemente en los periódicos después de esa noche en Sevilla. La
gente sabe que estás de nuevo en escena y eso nos hace vulnerables a Nick, a ti
y a mí.
Elena sintió un
escalofrío de temor. No era tonta, obviamente un hombre tan rico como Damon
podría ser el objetivo para todo tipo de cosas. Ella siguió ignorado el
teléfono.
–No tenemos que ir a
Sevilla… –
Damon se irritó. ¿No
podía ver que estaba haciendo esto por ella? Desde que la había oído llorar la
otra noche y de haber sido testigo del repliegue sobre sí misma, él
estaba... atemorizado.
Quería una reacción,
hacerle hacer algo. Quería verla durante el día hoy, así
como por la noche. Su cuerpo palpitaba
inquieto y
trataba de que sus ojos
no vagaran con
avidez sobre ella, mientras permanecía de pie frente a él.
Estaba tan distraído
que apenas se dio cuenta de que ella finalmente aceptó el teléfono –Todavía no
veo la diferencia con el mío –
Damon sacudió la cabeza
–Si pasa algo simplemente presionas con el marcado rápido el número uno, y
también enviaré a Hernán con ustedes, así estaré seguro de que están a salvo –
Elena giró el teléfono para arriba y hacia abajo, levantó la vista por
un segundo y luego se lo guardó. Había una intensidad en los ojos de él
que ella no podía comprender y que debilitaba sus piernas. Tenía que salir de
allí. Se dispuso a marcharse pero al llegar a la puerta él la llamó.
Ella se volvió.
–Te veré en la oficina.
Las chicas estarán deseando ver a Nick –
Por un momento sus
palabras banales la llenaron de puro regocijo, para todo el mundo era como si
esto fuera normal, como si fueran una pareja felizmente casada discutiendo los
planes para el día siguiente. Y luego, con la misma rapidez, Elena se dio
cuenta, lo vio todo claro como el cristal. ¿Cómo pudo ser tan estúpida? La ira
la invadió, rápida y fulgurante. Volvió a entrar a la oficina agarrando el
teléfono.
Manteniéndolo extendido
le dijo –No se trata en absoluto de la seguridad,
¿verdad? –
Damon tuvo el descaro
de mirarla desconcertado.
–Tienes miedo de que me
vaya con Nick a la más mínima oportunidad, ¿no? Estás poniéndome a prueba –
Dos manchas rojas
coloreaban sus mejillas y estaba temblando. A Damon lo tomó realmente
por sorpresa. No
había pensado esto,
y ahora se
sentía estúpido para no haberlo previsto. Porque estaba claro que eso
era lo que predominaba en la mente de ella. Rodeó el escritorio.
– ¿Inhibe tu estilo que
yo sepa dónde estás a cada momento de tu jornada? –
Elena quería tirarle el
teléfono en la cara, sentía que se le clavaba en la palma. Hubiera querido
decirle que no quería ir a Sevilla, pero sabía que este era un paso importante
en el proceso de toma de confianza con Nick. Sin embargo las palabras se le
escaparon con tono de impotencia – ¿Cuándo vas a confiar en que tengo las
mejores intenciones en lo que a Nick se refiere? –
Los ojos de él
brillaban con un azul tormentoso cuando la miró –Oh, tal vez en la doceava
parte de nunca –
Elena retrocedió y
luego arremetió de nuevo –Envía un ejército con nosotros si lo deseas, Damon.
No me importa –
Pero sí le importaba, ella lo sabía, pensó mientras se
alejaba y subía las escaleras.
Damon se volvió y se
sentó detrás de su escritorio, mesándose el cabello. A pesar de que ella había
estado de pie allí, burlándose de él por su propia falta de sospecha, en todo
momento había estado consciente de ella. De su cuerpo, de la subida y bajada de
sus pechos suaves debajo de la camisa. La deseaba, ya fuera como amante o como
esposa, en su cama. Y odiaba admitir que había sido ridículamente consolador
ver la chispa regresar a sus ojos, después de dos días en los que únicamente se
había animado cuando veía a Nick.
Después de la otra
noche había jurado no volver a tocarla, pero sabía que eso era demasiado para
su voluntad. La mujer estaba haciéndolo girar y ni siquiera se daba cuenta.
Pero si lo hiciera, si sospechara por un segundo que...
Su teléfono sonó y
respondió secamente. Oyó la voz de su asistente – ¿Qué...?
¿Nada? – Pasó la mano
por su pelo de nuevo –Sí, quiero que siga buscando. No deje ninguna piedra sin
mover. Ella no pudo haber desaparecido de la faz de la tierra –
Colgó el teléfono.
También odiaba este impulso de descubrir por sí mismo exactamente dónde había
estado todo este tiempo. Hombre precavido vale por dos, decían. Estaba claro
que ella había tratando de decirle, pero él no quiso escuchar sus mentiras
antes de tener la verdad en sus propias manos.
Al día siguiente Elena
miró el teléfono por un largo tiempo. Parecía brillar con malevolencia.
Finalmente, en el último segundo, lo tiró en la bolsa de las cosas de Nick.
Sería infantil no llevarlo, y ella no tenía dudas de que Damon se aseguraría de
que se lo llevara.
No pudo evitar emocionarse
mientras instalaba a Nick en su asiento de bebé en el Jeep. Pensar en estar en
Sevilla ya no la asustaba más, por estos días se sentía mucho más segura. Al
fin subieron, ella en la parte de atrás con Nick y Hernán conduciendo. Con la
mano se despidió de Caroline Lucía, que estaba en los escalones.
Luego Elena se
distrajo, porque Nick estaba de mal humor y requería atención. Lo atendió por
unos minutos, buscando agua y una galleta, así que no vio a Hernán ralentizar
la marcha hasta detenerse en las afueras de la pequeña ciudad.
Miró a su alrededor y
preguntó en español – ¿Está todo bien? –
–No hay problema. Un
coche está averiado y reconocí a mi primo. Voy a comprobar que esté bien... –
Ella miró por la
ventanilla trasera. El coche averiado estaba a cierta distancia detrás de
ellos. Era evidente que Hernán primero lo había pasado y luego se había dado
cuenta. Siguió haciendo muecas y jugando con Nick, y de vez en cuando miraba al
otro coche.
Lo que vio le congeló
la sangre y su paró su corazón. Mientras miraba a Hernán acercarse al coche, un
hombre salió de debajo del capó con una llave y le golpeó la cabeza. Fue tan
increíble e irreal que Elena literalmente no daba crédito a lo que estaba
viendo sus ojos, ni siquiera cuando vio a otro hombre emerger de la parte
trasera del coche. Hernán cayó al suelo, y el hombre con la llave comenzó a
acercarse al Jeep.
Estaba conmocionada,
sin poder moverse, pero finalmente, cuando estaba a unos pocos segundos de
distancia y vio el pasamontañas de color carne, entró en acción y buscó a
tientas las cerraduras de las puertas. Sólo había un pensamiento en su cabeza: Nick.
Pero fue demasiado
tarde. La puerta del lado de Elena se abrió, y el hombre la agarró y la sacó
tan rápido y con tal violencia que su cabeza daba vueltas. Él le gritaba en
español, pero no podía encontrarle ningún sentido a lo que decía. Luego llegó
el otro hombre, que también la agarró y le preguntó en voz queda –
¿Habla español? –
Ella sacudió la cabeza
otra vez, para tratar de aclararla, pero el hombre lo tomó como un no.
–Estúpido, Hernán dijo
que ella era inglesa. No habla español. Toma al niño –
Elena se obligó a
aclarar su mente. El instinto de protección pasó a primer plano y le dio
coraje. Se dirigió hacia el otro lado del jeep, donde estaba Nick, balbuceando
en inglés. Sabía que tenía una ventaja si pensaban que no los entendía.
Llegó a la puerta antes
que ellos, despotricando en inglés. Y funcionó. Los dos hombres la miraron, y
luego se les oyó decir – ¡Déjale que tome al niño! ¿Qué importa? No quiero
retener a un mocoso gritón, ¿acaso tu sí? –
El otro gruñó y le
indicó a Elena que abriera la puerta. Ella lo hizo. Las manos le temblaban
tanto que demoró una eternidad en deshacer las correas del asiento de Nick y
auparlo, y en un momento de cegadora claridad también agarró el bolso. Nick
sintió la tensión de inmediato y empezó a gemir.
Los hombres la
empujaron con rudeza y la encaminaron hacia el otro coche. Todo sucedía en una
terrible cámara lenta, y paradójicamente, tan rápido que antes de que Elena se
diera cuenta uno de los hombres la había cacheado. Ahora estaba sentada en la
parte trasera del coche, con los brazos firmemente envuelto alrededor de Nick.
La carne de Elena aún sentía el serpenteo de los dedos del hombre que había
cacheado su trasero.
Uno de ellos le vendó
los ojos, luego se metió en la parte delantera y encendió el motor, alejándose
con un chirrido de neumáticos. No podía permitirse tener miedo. Piensa, piensa,
piensa. Se repetía las palabras como un mantra. El teléfono. Tenía que
encontrarlo y llamar a Damon de alguna manera. Si no lo hacía pasarían horas
antes de que se dieran cuenta. Rezó para que el teléfono no timbrara. Hizo
callar y calmar a Nick apretándolo firmemente contra su pecho, y luego con una
mano libre comenzó a revolver la bolsa. Lo encontró, y luego sintió una mano
grande sobre la suya, deteniéndola. Su corazón dio un vuelco doloroso.
–Agua – dijo ella con
urgencia –Agua para mi bebé –
–Está bien, ella sólo
quiere agua. ¡Que la busque! –
La mano
se alejó de
ella y Elena
siguió buscando. Encontró el agua
al instante, y luego buscó el teléfono. A punto de perder la esperanza,
y temerosa de que el hombre tomara la bolsa y sacara el agua por sí mismo, por
fin lo encontró. Podría haber llorado de alivio. Era tan pequeño que lo pudo
meter en su mano, detrás de la botella.
Cuando sintió que Nick
tomaba la botella en sus propias manos, subrepticiamente movió la
suya detrás de
él, para ocultar
lo que estaba haciendo. Los hombres ahora hablaban
discutiendo. Elena aprovechó y tanteó donde creía que estaba el primer dígito.
Entonces presionó y puso toda su fuerza mental en el botón que había apretado.
Sin saber a ciencia
cierta si había hecho lo correcto, apretó un botón mientras sentía que el coche
desaceleraba y luego giraba hacia lo que ella supuso era una autopista, luego
la velocidad aumentó. Aprovechó el momento para lanzar el teléfono al bolso del
bebé. ¿Fue su imaginación o había oído la voz de alguien, lejana, pero allí? Elena
sabía que si había conseguido contactar a Damon esta podía ser su única
oportunidad, así que inclinándose hacia adelante dijo en voz alta, en español –
¿Por qué nos están secuestrando?
¿Adónde nos llevan?
¿Por qué golpeó a Hernán? Podría estar seriamente lesionado, deberían llamar a
una ambulancia... –
Hubo silencio durante
un segundo, y luego el caos. Ella vio venir el golpe antes de que llegara, pero
aún así le sacudió la cabeza de un lado a otro – ¡Ella habla español! –
Nick se echó a llorar
otra vez, y Elena lo tranquilizó, a sabiendas de que su paciencia era menos que
delgada.
Uno de ellos gritó
–Vamos a llevarte lejos por un tiempo, para que tu marido rico piense en lo
mucho que vales. Y una vez que lo tengamos... – le detalló con espeluznante
precisión lo que harían con ella, y Elena blanqueó su mente. Era la única
manera. Afortunadamente Nick parecía haberse apaciguado, lo sentía pesado
contra su pecho. Las lágrimas le pinchaban los ojos. No podía creerlo. Si algo
le sucedía a Nick... Juró que eso no sucedería. Primero tendrían que pasar por
encima de su cadáver.
Después de lo que
parecieron horas, yendo por caminos llenos de baches se detuvieron. Elena sabía
que habían estado subiendo en altitud pues sentía que sus oídos estallaban. Uno
de los hombres la sacó del coche y le arrancó la venda de los ojos. Parpadeó
dolorosamente. Nick era un peso muerto, gracias a Dios se había dormido.
–No hay problema en
que veas dónde estamos ahora,
porque, querida, es demasiado lejos como
para preocuparse –
La empujó delante de él
a una cabaña de piedra. Estaba en lo alto de una montaña, y no había
literalmente nada más a la vista, sólo picos escarpados.
Su desesperación
aumentó. La cabaña tenía ventanas y estaba fría y húmeda. Fue empujada a una
habitación y luego le arrojaron la bolsa del bebé. Al fin solos, pensó Elena
poniendo a Nick sobre un colchón y hurgando en la bolsa. Encontró el teléfono
pero la pantalla estaba rota. Debió ocurrir cuando la bolsa golpeó el suelo.
Consiguió una manta
para recostar a Nick, quien se estaba despertando de nuevo, aturdido y
malhumorado. Sólo tenía leche y bocadillos de bebé. Le dio otra galleta, que lo
mantuvo entretenido durante otro rato, y luego una mamadera. Le cambió el
pañal, tratando de hacer las cosas lo más normal posible.
Claro que ahora su
energía estaba en toda su potencia, y no podía culparlo después de haber estado
en el coche y la mayor parte del día durmiendo. Trató de que jugara en
silencio, pero por supuesto que él no entendía la situación.
Él fue hasta la puerta
y se estiró para intentar abrirla, gritando cuando no pudo. Elena había estado
buscando en vano algún medio de escape, y se lanzó hacia adelante cuando vio
que se abría la puerta, golpeando y haciendo caer hacia atrás a Nick. Éste
empezó a llorar, y el hombre se agachó, dirigiendo su enorme mano directamente
a la cabeza de Nick.
– ¡No! – Elena gritó y
sacó a Nick del peligro. Ella se irguió, jadeando y no tuvo ningún aviso de la
mano que llegó, cruzándole la cara. Sintió que su labio se
partía y se tambaleó
hacia atrás. El hombre se dirigió a Nick otra vez, pero
Elena, como una
tigresa, dio un salto y atrapó Nick contra su pecho.
Su cabeza resonaba y
pudo saborear su sangre –No lo toque –
El hombre dio un paso
adelante, pero Elena se mantuvo en su trece.
Él se detuvo por un
segundo, como si estuviera algo confundido –Si lo escucho simplemente respirar,
voy a tirarlo por la montaña –
Se fue
de la habitación y,
temblando, Elena fue
al colchón y
se sentó, apretando a Nick contra
ella. Estaba tranquilo gracias a Dios, sus grandes ojos la miraban a ella y a
su boca cortada. La señaló con un dedo y Elena trató de sonreír, pero el dolor
le atravesó la cabeza. Hablaba en voz baja para tratar de calmarlo, y consiguió
un pañuelo de papel, tratando de parar la sangre que salía de su labio.
Perdiendo la noción del
tiempo y lugar en la penumbra, se encontró cerrando los ojos. Nick se había
quedado dormido sobre su pecho, y envolvió la manta alrededor de él para protegerlo
del frío. Su cabeza siguió inclinada, y cuando se incorporó de golpe un poco
más tarde se encontró que estaba en la misma posición y no tenía ni idea de
cuánto tiempo había transcurrido. Estaba tan rígida que sus piernas se habían
entumecido y en sus brazos sentía alfileres y agujas.
No obstante, estuvo
totalmente despierta en un instante. De pronto sintió algo afuera. Un
movimiento, algo... Nick se despertó también, y gimió. Inmediatamente Elena se
puso en guardia y se levantó sobre sus piernas temblorosas, sosteniendo a Nick
contra sí, envuelto en la manta.
Eran ellos. Lo sabía.
Iban a tratar de sacarle a Nick y entonces… su mente
quedó en blanco por el
horror de lo que estaba por venir.
La puerta se abrió y
una luz fluyó desde una linterna que hizo parpadear a Elena
–Tendrá que matarme para sacarme a mi hijo. Mi marido
está en camino, y sabe exactamente que… –
– ¿Elena? Mi Dios, ¿qué
te han hecho? –
Elena pensó que estaba
oyendo cosas. Tenía que estar delirando. No podía ser
posiblemente…
– ¿Dam...? –
–Sí. Sí. Soy yo – Su
voz no parecía la de él. No podía confiar en que fuera la de él. No podía ser
posible. Él entró en la habitación, y más luces brillaban detrás
de él. Elena se sentía
sin cuerpo, no estaba segura de estar de pie o sentada o acostada. Todo lo que
sabía era que Nick estaba en sus brazos.
diooos¡ me mataste con el capitulo, fue genial¡ y el trabajador de damon era malo no? por que los secuestradores sabían su nombre¡ bueno gracias por el capitulo y espero con ganas el próximo y saber que pasara¡ y estaría bien ver en el próximo como damon recibe la llamada de elena y se muere de miedo por ellos dos jaja.. que sufra un poquito jaja >^.^<
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