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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

05 abril 2013

Shades Capitulo 21


Capítulo 21


Damon se detiene fuera de la sala de juegos.

—¿Estás segura de esto? —pregunta, sin embargo, su mirada se calienta
ansiosa.

—Sí —murmuro, sonriendo tímidamente hacia él.
Sus ojos se ablandan.

—¿Hay alguna cosa que no quieres hacer?



Estoy confusa por su inesperada pregunta, y mi mente va a toda marcha. Un
pensamiento se me ocurre.

—No quiero que tomes fotos de mí.

Él permanece quieto, y su expresión se endurece cuando ladea la cabeza hacia un
lado y me mira especulativamente.
Oh, mierda. Creo que me va a preguntar por qué, pero afortunadamente no lo hace.

—Está bien —murmura. Frunce el ceño mientras abre la puerta, luego se para a un
lado para darme paso a la habitación. Siento sus ojos en mí cuando me sigue
dentro y cierra la puerta.

Colocando la caja de regalo en la cómoda, saca el iPod, lo enciende, y entonces se
mueve hasta el centro de música en la pared de modo que las puertas de cristal
ahumado se abren deslizándose silenciosamente. Aprieta algunos botones, y
después de un momento, el sonido de un tren subterráneo hace eco por la
habitación. Él le baja el volumen de modo que el ritmo lento, hipnótico electrónico
que sigue entra en ambiente. Una mujer comienza a cantar, no sé quién es ella,
pero su voz es suave y ronca, y el ritmo es desmesurado, deliberado… erótico. Oh.
Es música para hacer el amor.

Damon se vuelve hacia mí mientras yo permanezco en el centro de la habitación,
mi corazón late con fuerza, mi sangre canta en mis venas, palpitando —o es lo que
siento— coordinado al ritmo de la música seductora. Él se pasea casualmente hacia
mí y me tira de la barbilla, de modo que ya no me muerda el labio.

—¿Qué es lo que quieres hacer, Elena? —murmura, plantando un casto beso
suave en la comisura de mis labios, sus dedos sin soltar mi barbilla.

—Es tu cumpleaños. Lo que tú quieras —le susurro. Traza su pulgar a lo largo de
mi labio inferior, su ceño fruncido, una vez más.

—¿Estamos aquí porque crees que quiero estar aquí? —Sus palabras son suaves,
pero él me mira intensamente.

—No —le susurro—. Quiero estar aquí, también.

Su mirada se oscurece, cada vez más audaz mientras valora mi respuesta. Después
de lo que parece una eternidad, habla:

—Oh, hay tantas posibilidades, señorita Gilbert. —Su voz es baja, excitante—. Pero
vamos a empezar con conseguir que te desnudes. —Él saca el cinturón de mi bata
de modo que cae abierta, revelando mi camisón de seda, y luego da un paso atrás y
se sienta tranquilamente en el brazo del sofá—. Quítate la ropa. Poco a poco. —Me
da una mirada sensual y desafiante.

Trago compulsivamente, presionando mis muslos juntos. Ya estoy húmeda entre
mis piernas. Mi Diosa interior está totalmente desnuda y de pie en línea, lista y
esperando, y rogándome ponerse al día. Empujo la bata fuera de mis hombros,
nunca dejando mis ojos los suyos, y encogiéndome de hombros, la dejo caer al
suelo ondulando. Sus fascinantes ojos grises arden, y recorre su dedo índice sobre
sus labios mientras me mira.

Deslizando los tirantes de mi camisón fuera de mis hombros, lo miro fijamente por
impulso, y luego los libero. Mi camisón pasa rozando y ondeando suavemente por
mi cuerpo, apiñándose a mis pies. Estoy desnuda y casi jadeando y tan lista.

Damon se detiene por un momento, y me maravillo ante la franca apreciación
carnal en su expresión. De pie, se dirige hacia la cómoda y toma su corbata gris
plateado… mi corbata favorita. La toma a través de sus dedos mientras se da
vuelta y pasea casualmente hacia mí, con una sonrisa en los labios. Cuando se
pone delante de mí, espero que me pida las manos, pero no lo hace.

—Creo que estás mal vestida, señorita Gilbert —murmura. Coloca la corbata
alrededor de mi cuello, y poco a poco, pero hábilmente, la ata en lo que supongo
que es un buen nudo Windsor. A medida que ajusta el nudo, sus dedos rozan la
base de mi garganta y electricidad brota a través de mí, haciéndome jadear. Él deja
la parte ancha de la corbata larga, lo suficientemente largo para que la punta roce
mi vello púbico.

—Te ves muy bien ahora, señorita Gilbert —dice y se inclina para darme un beso
suavemente en los labios. Se trata de un beso rápido, y quiero más, el deseo
envolviéndose desenfrenadamente a través de mi cuerpo.

—¿Qué vamos a hacer contigo ahora? —dice, y luego recogiendo la corbata, tira
fuertemente de manera que me veo obligada a ir hacia adelante en sus brazos. Sus
manos se sumergen en mi cabello y tira mi cabeza hacia atrás, y realmente me besa,
duro, su lengua implacable y despiadada. Una de sus manos ronda suelta por mi
espalda hasta acunar mi trasero. Cuando él se retira, está jadeando también y
mirando hacia mí, con los ojos gris fundido; y me quedo con ganas, sin aliento, mi
ingenio totalmente disperso. Estoy segura de que mis labios se hinchan después de
su asalto sensual.

—Date la vuelta —ordena suavemente y yo obedezco. Empujando mi cabello libre
de la corbata, rápidamente lo trenza y asegura. Tira de la trenza de modo que mi
cabeza se inclina en alto.

—Tienes un cabello hermoso, Elena —murmura y me besa la garganta,
enviándome escalofríos corriendo arriba y abajo por mi espina dorsal—. Sólo
tienes que decir basta. Ya lo sabes, ¿no? —susurra contra mi garganta.

Asiento con la cabeza, los ojos cerrados, y saboreo sus labios sobre mí. Me da la
vuelta una vez más y recoge el final de la corbata.

—Ven —dice, tirando con suavidad, llevándome hacia la cómoda donde el resto
del contenido de la caja está desplegado.

—Elena, estos objetos. —Levanta el obturador de trasero—. Este es de una talla
demasiado grande. Como una virgen anal que eres, no querrás comenzar con esto.
Queremos empezar con esto. —Levanta su dedo meñique, y yo jadeo, sorprendida.
Dedos… ¿allí? Él sonríe hacia mí, y la idea desagradable de la puñalada anal
mencionada en el contrato me viene a la mente.

—Sólo dedo… en singular —dice en voz baja con la extraña habilidad que tiene de
leer mi mente. Mis ojos se lanzan a los suyos. ¿Cómo hace eso?

—Estas pinzas son perversas. —Él prueba las pinzas de pezones—. Utilizaremos
estas. —Él pone otro par de pinzas diferentes en la cómoda. Parecen gigantes
horquillas negras para el cabello, pero con pequeñas joyas que cuelgan de ellas—.
Son ajustables —murmulla Damon, su voz mezclada con dulce preocupación.

Parpadeo hacia él, con los ojos abiertos. Damon, mi mentor sexual. Sabe mucho
más sobre todo esto que yo. Nunca me pondré al día. Frunzo el ceño. Él sabe más
que yo de la mayoría de las cosas… excepto cocinar.

—¿Entendido? —pregunta.

—Sí —digo en voz baja, la boca seca—. ¿Vas a decirme lo que piensas hacer?

—No. Me lo estoy inventando sobre la marcha. Esto no es una escena, Lena.

—¿Cómo debo comportarme?
Su frente se arruga.

—Como quieras hacerlo.
¡Oh!

—¿Esperabas mi alter ego, Elena? —pregunta, con un tono vagamente burlón
y desconcertado a la vez. Parpadeo hacia él.

—Bueno, sí. Me gusta —murmuro. Él sonríe con su sonrisa reservada y se estira
para pasar su pulgar por mi mejilla.

—Sabes, ahora —suspira y roza su pulgar por mi labio inferior—, soy tu amante,
Elena, no tu Dominante. Me encanta escuchar tu carcajada y tu risita tonta de
niña. Me gusta verte relajada y feliz, como lo eras en las fotos de Stefan. Esa es la
chica que apareció en mi oficina. Esa es la chica de la que me enamoré.
Santo cielo. Mi boca cae abierta, y florece una cálida bienvenida en mi corazón. Es
alegría… pura alegría.

—Pero habiendo dicho todo esto, también me gusta hacer cosas rudas contigo,
señorita Gilbert; y mi alter ego sabe un truco o dos. Por lo tanto, haz lo que te diga y
da la vuelta. —Sus ojos brillan de maldad, y la alegría se mueve bruscamente hacia
el sur, agarrándome con fuerza y apretándome todos los tendones debajo de mi
cintura. Hago lo que me dice. Detrás de mí, él abre uno de los cajones y un
momento después está delante de mí otra vez.

—Ven —ordena y me remolca por la corbata, llevándome hasta la mesa. A medida
que caminamos junto al sofá, me doy cuenta por primera vez que todas las varas se
han desvanecido. Me distrae. ¿Estaban allí ayer, cuando entré? No me acuerdo.
¿Damon las había movido? ¿La Señora Jones? Damon interrumpe mi línea de
pensamiento.

—Quiero que te arrodilles en esto —dice cuando estamos en la mesa.
Oh, está bien. ¿Qué tiene en mente? Mi Diosa interna no puede esperar para saber;
ya se ha echado con las piernas abiertas sobre la mesa y lo miraba con adoración.
Él me levanta suavemente sobre la mesa, y yo doblo las piernas por debajo de mí y
me arrodillo delante de él, sorprendida por mi propia gracia. Ahora estamos cara a
cara. Él pasa sus manos por mis muslos, agarra mis rodillas, empuja mis piernas
abriéndolas, y se pone de pie justo en frente de mí. Se ve muy serio, sus ojos más
oscuros, encubiertos... lujurioso.

—Brazos a tus espaldas. Voy a esposarte.
Él saca unas esposas de cuero de su bolsillo de atrás y se estira a mi alrededor. Esto
es todo. ¿A dónde me va a llevar esta vez?

Su cercanía es intoxicante. Este hombre va a ser mi marido. ¿Puede una desear a un
marido así? No recuerdo haber leído algo así en ningún lugar. No lo puedo resistir,
y rozo mis labios entreabiertos por su mandíbula, sintiendo su barba incipiente,
una embriagadora combinación de rastrojo y suavidad, bajo mi lengua. Él se queda
inmóvil y cierra los ojos. Su respiración se tambalea y se retira.

—Detente. O esto será más mucho más rápido de lo que cualquiera de nosotros
quiere —me advierte. Por un momento, creo que podría estar enfadado, pero luego
sonríe y sus ardientes ojos se iluminan con diversión.

—Eres irresistible —digo haciendo puchero.

—¿Lo soy ahora? —dice secamente.
Asiento con la cabeza.

—Bueno… no me distraigas, o te voy amordazar.

—Me gusta distraerte —susurro, mirándolo tercamente, y ladea una ceja hacia mí.

—O serán nalgadas.

¡Oh! Trato de ocultar mi sonrisa. Hubo una vez, no hace mucho tiempo, cuando
había sido sometida por esta amenaza. Nunca habría tenido el valor de besarlo, de
forma espontánea, mientras se encontraba en esta habitación. Me doy cuenta
ahora, que ya no estoy intimidada por él. Esto es una revelación. Sonrío
maliciosamente, y él me sonríe.

—Compórtate —gruñe y se hace para atrás, mirándome y golpeando las esposas
de cuero en su palma. Y la advertencia está ahí, implícita en sus acciones. Trato de
lucir arrepentida, y creo que tengo éxito. Él se me acerca de nuevo.

—Eso es mejor —susurra y se inclina detrás de mí una vez más con las esposas. Me
resisto a tocarlo, pero inhalo su aroma glorioso de Damon, aún fresco de la ducha
la noche anterior. Hmm… Debería embotellar esto.

Espero a que espose mis muñecas, pero sujeta cada esposa por encima de mis
codos. Eso me hace arquear la espalda, empujando mis pechos hacia adelante, a
pesar de que mis codos no están de ningún modo entre sí. Cuando ha terminado,
se para hacia atrás para admirarme.

—¿Se siente bien? —pregunta. No es la más cómoda de las posiciones, pero estoy
tan conectada con anticipación para ver a dónde va con esto que asiento, débil con
deseo.

—Bien. —Él saca la máscara de su bolsillo trasero.

—Creo que has visto suficiente por ahora —murmura. Desliza la máscara sobre mi
cabeza, tapándome los ojos. Mis respiraciones repuntan. Dios. ¿Por qué no ser
capaz de ver lo erótico? Estoy aquí, atada y de rodillas sobre una mesa, a la
espera… dulce anticipación caliente y pesada dentro de mi vientre. Todavía puedo
oír, sin embargo, y sigue el ritmo melódico constante de la pista. Resuena a través
de mi cuerpo. No lo había notado antes. Debe tenerlo en repetición.

Damon retrocede. ¿Qué está haciendo? Se mueve de nuevo hacia la cómoda y
abre un cajón, luego lo cierra de nuevo. Un momento más tarde está de vuelta, y lo
siento delante de mí. Hay un picante, rico olor, almizclado en el aire. Es delicioso,
casi se me hace la boca agua.

—No quiero arruinar mi corbata favorita —murmura. Poco a poco lo dice mientras
la deshace.

Inhalo con fuerza cuando la punta de la corbata viaja hasta arriba por mi cuerpo,
haciéndome cosquillas a su paso. ¿Arruinar su corbata? Escucho agudamente para
determinar lo que va a hacer. Él está frotándose las manos entre sí. Sus nudillos de
repente se deslizan sobre mi mejilla, hasta llegar a mi mandíbula siguiendo mi
línea de la mandíbula.

Mi cuerpo salta a la atención a medida que su contacto envía un delicioso
escalofrío a través de mí. Su mano se flexiona sobre mi cuello, y éste resbala con el
dulce aroma de aceite de modo que su mano se desliza suavemente hacia abajo por
mi garganta, a través de mi clavícula, y hasta mi hombro, sus dedos masajeando
con cuidado a medida que avanzan. Oh, estoy recibiendo un masaje. No es lo que
esperaba.

Él coloca su otra mano en mi otro hombro y comienza un nuevo viaje burlón lento
a través de mi clavícula. Gimo en voz baja mientras él se abre camino hacia abajo,
hacia mis pechos cada vez más doloridos, doliendo por su tacto. Es tentador.
Arqueo más mi cuerpo bajo su excelente toque, pero sus manos se deslizan a mis
lados, lentas y medidas, al ritmo de la música, y evitan calculadamente mis pechos.
Gimo, pero no sé si es de placer o frustración.

—Eres tan hermosa, Lena ―murmura en voz baja y ronca, con la boca junto a mi
oído. Su nariz sigue a lo largo de mi mandíbula, mientras continúa masajeándome,
debajo de mis pechos, a través de mi vientre, hacia abajo… Me besa fugazmente en
los labios, luego corre su nariz a lo largo de mi cuello, mi garganta. Santo cielo, estoy
en llamas… Su cercanía, sus manos, sus palabras.

—Y muy pronto vas a ser mi esposa para tener y mantener —susurra.
Oh mi...

—Para amar y cuidar.
Jesús.

—Con mi cuerpo, te voy a adorar.

Inclino mi cabeza hacia atrás y gimo. Sus dedos se deslizan a través de mi vello
púbico, por encima de mi sexo, y frota la palma de su mano contra mi clítoris.

—Señora Salvatore ―susurra mientras la palma de su mano trabaja en contra de mí.
Jadeo.

—Sí —respira mientras su palma de la mano sigue atormentándome—. Abre tu
boca.

Mi boca ya está abierta dado que estoy jadeando. La abro más, y él desliza un
objeto grande de metal frío entre mis labios. Con la forma de un chupete de bebé
de gran tamaño, tiene pequeños surcos o tallas, y lo que se siente como una cadena
al final. Es grande.

—Succiona —me ordena en voz baja—. Voy a poner esto en tu interior.


¿Dentro de mí? ¿Dentro de mí, dónde? Mi corazón se tambalea en mi boca.

—Succiona —repite y detiene las palmas de sus manos.

No. No te detengas, me dan ganas de gritar, pero mi boca está llena. Sus manos
aceitadas se deslizan de vuelta a mi cuerpo y, finalmente, ahuecan mis pechos
olvidados.

—No dejes de succionar.

Suavemente enrolla mis pezones entre sus dedos pulgar e índice, y se endurecen y
alargan bajo su toque experto, enviando ondas sinápticas de placer hasta llegar a
mi ingle.

—Tienes esos hermosos pechos, Lena —murmura y mis pezones se endurecen aún
más en respuesta. Murmura su aprobación y yo jadeo. Sus labios se mueven hacia
abajo desde mi cuello hacia un pecho, dejando suaves mordiscos y succionando
una y otra vez, hacia abajo hasta mi pezón, y de repente siento la presión de la
pinza.

—¡Ah! ―Ahogo mi gemido a través del dispositivo en mi boca. Santo cielo, la
sensación es exquisita, en bruto, doloroso, placentero… oh… el pellizco. Con
suavidad, lame el pezón sobrio con su lengua, y cuando lo hace, se aplica al otro.
La mordedura de la segunda pinza es igual de dura. Pero igual de buena. Gimo
ruidosamente.

—Siéntelo —susurra.
¡Oh, sí. Lo hago. Lo hago.

—Dame esto. —Él tira suavemente del chupete ornamentado de metal en mi boca,
y yo lo suelto. Sus manos una vez más viajan por mi cuerpo, hacia mi sexo. Se ha
re-aceitado las manos. Se deslizan en torno a mi espalda.
Se me corta la respiración. ¿Qué va a hacer? Me pongo tensa en mis rodillas
mientras pasa sus dedos entre mis nalgas.

—Calla, tranquila —respira junto a mi oído y me besa en el cuello mientras sus
dedos me golpean y juegan conmigo.


¿Qué va a hacer? Su otra mano se desliza por mi vientre hacia mi sexo,
palmeándome una vez más. Adentra sus dedos en mi interior, y me quejo
ruidosamente, con aprecio.

—Voy a poner esto en tu interior —murmura—. No aquí. —Sus dedos se arrastran
entre mis nalgas, extendiendo el aceite—. Sino aquí. —Mueve sus dedos de ida y
vuelta, una y otra vez, dentro y fuera, golpeando la pared frontal de mi vagina.
Gimo y mis refrenados pezones se hinchan.

—Ah.

—Calla. —Damon quita sus dedos y desliza el objeto dentro de mí. Él acuna mi
cara y me besa, su boca invadiendo la mía, y oigo un chasquido muy débil. Al
instante el artefacto dentro de mí empieza a vibrar… ¡allá abajo! Jadeo. La sensación
es extraordinaria; más allá de cualquier cosa que haya sentido antes.

—¡Ah!

—Tranquila —me calma Damon, ahogando mis jadeos con su boca. Sus manos se
mueven hacia abajo y tiran con mucha suavidad de las pinzas. Grito en voz alta.

—¡Damon, por favor!

—Silencio, nena. Aguanta ahí.

Esto es demasiado —todo esta sobre estimulación— en todas partes. Mi cuerpo
empieza a elevarse, y de rodillas, soy incapaz de controlar la acumulación. Oh mi…
¿Seré capaz de manejar esto?

—Buena chica —me tranquiliza.

—Damon —jadeo, sonando desesperada, incluso a mis propios oídos.

—Silencio, siéntelo, Lena. No tengas miedo. —Sus manos están ahora en mi cintura,
sosteniéndome, pero no me puedo concentrarme en sus manos, lo que hay dentro
de mí, y las pinzas, también. Mi cuerpo se está erigiendo, preparando una
explosión… con las vibraciones incesantes y la tortura dulce, deliciosa de mis
pezones. Santo infierno. Va a ser muy intenso. Sus manos se mueven de mis
caderas, hacia abajo y alrededor, suaves y aceitadas, tocando, sintiendo, amasando
mi piel… amasando mi trasero.

—Tan hermosa —murmura y de repente empuja suavemente un dedo ungido
dentro de mí… ¡allí! En mi trasero. Mierda. Se siente extraño, lleno, prohibido.

Pero, oh, tan, bueno. Y se mueve lentamente, deslizándose dentro y fuera, mientras
que sus dientes pacen por mi barbilla elevada.

—Tan hermosa, Lena.

Estoy suspendida en lo alto, muy por encima de un barranco ancho, muy amplio, y
estoy volando luego cayendo vertiginosamente al mismo tiempo, sumiendo a la
Tierra. No puedo sostenerlo más, y grito mientras mi cuerpo convulsiona y
culmina en la plenitud abrumadora. A medida que mi cuerpo estalla, no soy nada
más que sensación… en todas partes. Damon libera primero una y luego la otra
pinza, causando que mis pezones canten con una oleada de dulce, deliciosa
sensación dolorosa, pero es oh-tan-buena que hace que mi orgasmo, este orgasmo,
siga y siga. Su dedo permanece donde está, con suavidad deslizándose dentro y
fuera.

—¡Argh! —grito, y Damon se envuelve alrededor de mí, sosteniéndome, a
medida que mi cuerpo sigue vibrando sin piedad en mi interior.

—¡No! ―grito una vez más, rogando, y esta vez retira el vibrador de mí, y su dedo,
también, mientras que mi cuerpo sigue convulsionando.

Desata una de las esposas de modo que mis brazos caen libres. Mi cabeza cuelga en
su hombro y estoy perdida, perdida en toda esta sensación abrumadora. Soy toda
aliento agotado, deseo exhausto y un dulce y bienvenido olvido.

Vagamente, me doy cuenta que Damon me levanta, me lleva a la cama y me
acuesta en las frías sábanas de satén. Después de un momento, sus manos, todavía
con aceite, frotan gentilmente la parte trasera de mis muslos, mis rodillas, mis
pantorrillas y mis hombros. Siento la cama descender cuando él se extiende a mi
lado.


Me quita la máscara, pero no tengo la energía para abrir los ojos. Encontrando mi
trenza, él deshace el nudo de cabello y se inclina, besándome suavemente en los
labios. Sólo mi errática respiración perturba el silencio en la habitación y se
equilibra mientras floto lentamente de vuelta a la Tierra. La música se ha detenido.

—Tan hermosa —murmura.

Cuando logro abrir un ojo, él me está mirando, sonriendo suavemente.

—Hola —dice. Me las arreglo para gruñir una respuesta, y su sonrisa se amplía—.
¿Lo suficientemente brusco para ti?

Asiento y le doy una sonrisa a regañadientes. Caray, más rudo y tendría que dar
palmadas a los dos.

—Creo que estás intentando asesinarme —murmuro.

—Muerte por orgasmo. —Sonríe con suficiencia—. Hay formas mucho peores —
dice, pero luego frunce el ceño ligeramente mientras un pensamiento poco
placentero cruza su mente. Me angustia. Me estiro y acaricio su cara.

—Puedes matarme así en cualquier momento —susurro. Noto que está
gloriosamente desnudo y listo para la acción. Cuando toma mi mano y besa mis
nudillos, me inclino y capturo su rostro entre mis manos y empujo su boca contra
la mía. Me besa un momento, luego se detiene.

—Esto es lo que quiero hacer —murmura y se estira bajo su almohada en busca del
control remoto de la música. Presiona un botón y los suaves acordes de una
guitarra hacen eco en las paredes.

—Quiero hacerte el amor —dice, mirándome, sus ojos grises brillando
intensamente, amando con sinceridad. De fondo, suavemente, una voz familiar
empieza a cantar “La Primera Vez que Vi tu Rostro”, y sus labios encuentran los
míos.

*  *  *
Mientras me aprieto a su alrededor, encontrando mi liberación una vez más,
Damon se deshace en mis brazos, su cabeza para atrás mientras grita mi nombre.
Me agarra apretadamente contra su pecho mientras nos sentamos nariz con nariz
en la mitad de la enorme cama, yo a horcajadas en él. Y en este momento —este
momento de alegría con este hombre y esta música—, la intensidad de mi
experiencia esta mañana aquí con él y todo lo que ha ocurrido durante la semana
pasada me abruma de nuevo, no sólo físicamente, sino también emocionalmente.

Estoy tan profunda, profundamente enamorada de él. Por primera vez veo un
brillo de entendimiento en cuanto a cómo se siente él respecto a mi seguridad.
Recordando su incidente con Charlie Tango ayer, me estremezco con el
pensamiento y las lágrimas inundan mis ojos. Si algo alguna vez le pasara… lo
amo tanto. Mis lágrimas se deslizan sin permiso por mis mejillas. Hay tantas caras
de Damon —su dulce y gentil personalidad, y su rudo y Dominante lado
depuedo-hacer-lo-que-me-plazca-contigo-y-te-vendrás-como-un-tren—, sus
Cincuenta sombras, todo de él. Todo es espectacular. Todo es mío. Y noto que no
nos conocemos bien el uno al otro, y tenemos una montaña de asuntos con los que
lidiar, pero sé que, por ambos, lo haremos, y tendremos una vida entera para
hacerlo.

—Oye —susurra, agarrando mi cabeza en sus manos, mirándome. Está todavía
dentro de mí—. ¿Por qué estás llorando? —Su voz está llena de preocupación.

—Porque te amo tanto —susurro. Él medio cierra los ojos como si estuviera
drogado, absorbiendo mis palabras. Cuando los abre de nuevo, resplandecen con
su amor.

—Y yo a ti, Lena. Tú me… completas. —Me besa cariñosamente mientras Roberta
Flack termina su canción.

*   *  *
Hemos hablado, hablado, y hablado, sentados juntos en la cama del Salón de
Juegos, yo en su regazo, nuestras piernas alrededor de las de cada uno. La sábana
de satén rojo está envuelta a nuestro alrededor como un capullo real, y no tengo
idea de cuánto tiempo ha pasado. Damon está riéndose de mi imitación de
Katherine durante la sesión de fotos en el Heathman.

—Y pensar que podría haber sido ella la que viniera a entrevistarme. Gracias al
Señor por el resfriado común —murmura y besa mi nariz.

—Creo que tenía gripe, Damon —lo regaño, deslizando mis dedos ociosamente a
través del vello de su pecho y maravillándome porque esté tolerándolo tan bien—.
Todos los azotes se han ido —murmuro, recordando mi distracción de antes. Él
acomoda mi cabello tras mi oreja por enésima vez.

—No creo que alguna vez pases ese límite duro.

—No, no creo que lo haga —susurro con los ojos ampliamente abiertos, luego me
encuentro a mí misma mirando las fustas, palas y floggers que están alineados en
la pared opuesta. Él sigue mi mirada.

—¿Quieres que me deshaga de esos también? —Está divertido, pero es sincero.

—No del fuete… el marrón. O de ese flogger suizo, ya sabes. —Me sonrojo.
Él me sonríe.

—De acuerdo, el fuete y el flogger. Vaya, señorita Gilbert, estás llena de sorpresas.

—Igual que tú, Sr. Salvatore. Es una de la cosas que amo de ti. —Lo beso suavemente
en la esquina de su boca.

—¿Qué otra cosa amas de mí? —pregunta, y sus ojos se amplían.

Sé que es gran cosa para él hacer esta pregunta. Aquello me llena de humildad y
parpadeo hacia él. Amo todo de él, incluso sus Cincuenta sombras. Sé que la vida
con Damon jamás será aburrida.

—Esto. —Deslizo mi dedo índice a lo largo de sus labios—. Amo esto, y lo que sale
de ahí, y lo que me haces con ella. Y lo que está aquí. —Acaricio su frente—. Eres
tan listo, ingenioso, culto y competente en tantas cosas. Pero sobre todo, amo lo
que está aquí. —Presiono mi palma gentilmente contra su pecho, sintiendo el
equilibrado latir de su corazón—. Eres el hombre más compasivo que alguna vez
he conocido. Lo que haces. Cómo trabajas. Es impresionante    —susurro.

—¿Impresionante? —Está perplejo, pero hay un rastro de humor en su cara. Luego
su rostro se transforma, y su tímida sonrisa aparece como si estuviera
avergonzado, y quiero lanzarme sobre él. Así que lo hago.

*  *  *

Estoy durmiendo, envuelta en satén y en Salvatore. Damon me despierta
acariciándome.

—¿Hambrienta? —susurra.

—Hmm, famélica.

—También yo.

Me inclino para verlo tumbado en la cama.

—Es tu cumpleaños, Sr. Salvatore. Te cocinaré algo. ¿Qué te gustaría?

—Sorpréndeme. —Desliza su mano por mi espalda, acariciándome gentilmente—.

Debería revisar mi BlackBerry por todos los mensajes que no vi ayer. —Suspira y
empieza a sentarse, y sé que este momento especial se ha terminado… por ahora.

—Duchémonos —dice.

¿Quién soy para rechazar al cumpleañero?

*  *  *
Damon está en su estudio, al teléfono. Niklaus está con él, luciendo serio pero
casual en sus jeans y una camiseta negra apretada. Me ocupo en la cocina haciendo
el almuerzo. He encontrado filetes de salmón en el refrigerador, y estoy
cociéndolos con limón, haciendo ensalada y cociendo papás pequeñas. Me siento
extraordinariamente relajada y feliz, en la cima del mundo… literalmente.

Volviéndome hacia la enorme ventana, miro al glorioso cielo azul. Toda esa charla…
todo el sexo… hmm. Una chica podría acostumbrarse a eso.

Niklaus emerge del estudio, interrumpiendo mi ensueño. Apago mi iPod y saco uno
de los audífonos.

—Hola, Niklaus.

—Lena. —Asiente.

—¿Tu hija está bien?

—Sí, gracias. Mi ex-esposa pensó que ella tenía apendicitis, pero estaba
exagerando, como de costumbre. —Niklaus pone los ojos en blanco,
sorprendiéndome—. Sophie está bien, aunque tiene un repugnante parásito
estomacal.

—Lo lamento.
Sonríe.

—¿Charlie Tango ha sido localizado?

—Sí. El equipo de recuperación está en camino. Debería regresar a Boeing Field
tarde en la noche.

—Oh, qué bien.

Me da una incómoda sonrisa.

—¿Eso será todo, señora?

—Sí, sí, por supuesto. ―Me sonrojo, ¿alguna vez me acostumbraré a que Niklaus
me llame señora? Me hace sentir tan vieja, al menos de treinta.


Asiente y se dirige al gran salón. Damon está todavía al teléfono. Estoy
esperando que las papas hiervan. Aquello me da una idea. Buscando en mi bolso,
encuentro mi BlackBerry. Hay un texto de Katrina.

*Te veo esta noche. Esperando una laaaarga charla*

Texteo de vuelta.

*Yo igual*

Será bueno hablar con Katrina.
Abriendo el programa de e-mail, rápidamente tecleo un mensaje para Damon.


De: Elena Gilbert
Asunto: Almuerzo
Fecha: Junio 18, 2011 13:12
Para: Damon Salvatore

Querido Sr. Salvatore.
Te envío este e-mail para informarte que tu almuerzo está casi listo. Y que tuve un
sexo pervertido alucinante esta mañana. El sexo pervertido o de cumpleaños
debería ser recomendado. Y, otra cosa… te amo.
A x
(Tu prometida)

Escucho cuidadosamente por una reacción, pero él todavía está al teléfono. Me
encojo de hombros. Tal vez está demasiado ocupado. Mi BlackBerry vibra.


De: Damon Salvatore
Asunto: Sexo Pervertido
Fecha: Junio 18, 2011 13:15
Para: Elena Gilbert

¿Qué aspecto fue más alucinante?
Tomaré nota.

Damon Salvatore, Gerente General Famélico y Exhausto Después de Los Esfuerzos
Matutinos, Salvatore Enterprises Holdings Inc.
PD: Adoro tu firma.
PPD: ¿Qué sucedió con el arte de la conversación?


De: Elena Gilbert
Asunto: ¿Famélico?
Fecha: Junio 18, 2011 13:18
Para: Damon Salvatore

Querido Sr Salvatore.
Traigo tu atención a la primera línea de mi e-mail previo informándote que tu
almuerzo está, de hecho, casi listo… así que nada de esta tontería de famélico y
exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes de tu sexo pervertido…
francamente: todos ellos. Estaría interesada en leer tus notas. Y me gusta mi firma
también.
A x
(Tu prometida)
PD: ¿Desde cuándo has sido tan locuaz? ¡Y estás al teléfono!

Presiono enviar y levanto la mirada, y él está de pie frente a mí, sonriendo con
suficiencia. Antes de que pueda decir algo, se acerca al pasillo de la cocina, me
arrastra a sus brazos y me besa serenamente.


—Eso es todo, señorita Gilbert —dice, liberándome, y pasea, en sus jeans, pies
desnudos y camisa blanca si meter, de vuelta a su oficina, dejándome sin aliento.

*  *  *

He hecho una salsa de berro, cilantro y crema agria para acompañar el salmón, y
he arreglado la barra de desayuno. Odio interrumpirlo mientras está trabajando,
pero ahora estoy en el umbral de su oficina. Todavía está al teléfono, con su cabello
de acabo-de-follar y brillantes ojos grises, un festín nutritivo visual. Levanta la
mirada cuando me ve y no aparta sus ojos de mí. Frunce el ceño ligeramente y no
sé si es por mí o por su conversación.

—Sólo déjalos pasar y no los dejes solos. ¿Entiendes, Mia? —sisea y pone los ojos
en blanco—. Bien.

Hago mímica de comer y él me sonríe y asiente.

—Te veré después. —Cuelga—. ¿Una llamada más? —pregunta.

—Seguro.

—Ese vestido es muy corto —añade.

—¿Te gusta? —Le doy una vuelta rápida. Es una de la compras de Caroline Acton.

Un vestido veraniego color turquesa, probablemente más adecuado para la playa,
pero es un día tan bonito en tantos niveles. Él frunce el ceño y mi rostro caer.

—Te ves fantástica en él, Lena. Simplemente no quiero que nadie más te vea así.

—¡Oh! —Frunzo el ceño hacia él—. Estamos en casa, Damon. No hay nadie más
aparte del personal.

Su boca si retuerce y, o está intentando esconder su diversión o realmente no cree
que esto sea gracioso. Pero, eventualmente, asiente, tranquilizado. Sacudo la
cabeza, ¿de verdad está hablando en serio? Me dirijo a la cocina.


Cinco minutos después, está de nuevo frente a mí, sosteniendo el teléfono.

—Tengo a Matt para ti —murmura, sus ojos cauteloso.
Todo el aire deja mi cuerpo de inmediato. Tomo el teléfono y cubro el micrófono.

—¡Le dijiste! —siseo. Damon asiente, y sus ojos se amplían ante mi obvia mirada
de angustia.

¡Mierda! Tomo una profunda respiración.

―Hola, papá.

―Damon acaba de preguntar si puede casarse contigo —dice Matt.

Oh, mierda. El silencio se extiende entre nosotros y desesperadamente pienso en
qué decir. Matt, como es costumbre, permanece en silencio, sin darme una pista de
cuál es su reacción ante las noticias.

—¿Qué le dijiste? —respondo entrecortadamente.

―Dije que quería hablar contigo. Es un poco repentino, ¿no lo crees, Lena? No lo
has conocido por mucho tiempo. Quiero decir, es un tipo agradable, sabe pescar…
pero, ¿tan pronto? —Su voz es calmada y medida.

—Sí. Es repentino… espera. —Apresuradamente, dejo el área de la cocina, lejos de
la ansiosa mirada de Damon y me dirijo hacia la gran ventana. Las puertas hacia
el balcón están abiertas, y doy un paso hacia la luz del sol. No puedo caminar hacia
el límite. Está demasiado arriba.

—Sé que es repentino y todo, pero… bueno, lo amo. Me ama. Quiere casarse
conmigo, y nunca habrá nadie más para mí. —Me sonrojo pensando que ésta es
probablemente la conversación más íntima que alguna vez he tenido con mi
padrastro.

Matt está en silencio al otro lado del teléfono.

—¿Le has dicho a tu madre?

—No.


—Lena… sé que él es rico y elegible, ¿pero casarse? Es un paso tan grande. ¿Estás
segura?

—Él es mi felices por siempre —susurro.

—Guau —dice Matt tras un momento, su tono más suave.

—Lo es todo.

—Lena, Lena, Lena. Eres una mujer joven tan testaruda. Espero por Dios que
sepas lo que estás haciendo. Pásamelo, ¿quieres?

—Seguro, papá, ¿y me entregarás en la boda? —pregunto calmadamente.

—Oh, cariño. —Su voz se rompe, y está callado por unos cuantos momentos, la
emoción en sus voz trayendo lagrimas a mis ojos—. Nada me daría mayor placer
—dice eventualmente.

Oh, Matt. Te quiero tanto… trago saliva, para evitar seguir llorando.

—Gracias, papá. Te pasaré a Damon. Sé gentil con él. Lo amo —susurro.

Creo que Matt está sonriendo al final de la línea, pero es difícil de decir. Siempre es
difícil saber con Matt.

—Seguro, Lena. Y ven y visita a este viejo, y trae a Damon contigo.

Marcho de vuelta al salón —enojada con Damon por no advertirme—, y le paso
el teléfono, mi expresión dejándole saber cuán molesta estoy. Está divertido
cuando toma el teléfono y vuelve a su estudio.
Dos minutos después, reaparece.

—Tengo la bendición concedida de mala gana de tu padrastro —dice
orgullosamente, tan orgullosamente que, de hecho, me hace reír tontamente, y él
me sonríe. Está actuando como si acabara de negociar una nueva fusión o
adquisición que, supongo, en algún nivel ha hecho.

—Maldición, eres una buena cocinera mujer. —Damon traga su último bocado y
alza su copa de vino blanco hacia mí. Me ruborizo bajo sus elogios y se me ocurre
que solo llegaré a cocinar para él los fines de semana. Frunzo el ceño. Me gusta
cocinar. Quizás debería hacerle un pastel por su cumpleaños. Reviso mi reloj.
Todavía tengo tiempo.

—¿Lena? —Interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste no tomarte fotos?

—Su pregunta me sobresalta más porque su voz es engañosamente suave.

Oh… mierda. Las fotos. Miro fijamente abajo, a mi plato vacío, torciendo mis dedos
en mi regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma no mencionar que
encontré su versión de Readers’ Wives66.

—Lena —chasquea—. ¿Qué es? —Me hace saltar, y su voz me ordena mirarlo.
¿Cuándo pensé que él no me intimidaba?

—Encontré tus fotos —susurro.

Sus ojos se amplían en shock.

—¿Has estado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.

—¿Caja fuerte? No. No sabía que tenías una caja fuerte.
Él frunce el ceño.

—No entiendo.

—En tu armario. La caja. Estaba buscando tu corbata y la caja estaba bajo tus
vaqueros… los que normalmente usas en la sala de juegos. Excepto hoy. —Me
ruborizo.

Me mira boquiabierto, horrorizado y corre su mano nerviosamente a través de su
cabello mientras procesa la información. Frota su barbilla, perdido en sus
pensamientos, pero no puede enmascarar la molestia perpleja grabada en su
rostro. Abruptamente, sacude la cabeza, exasperado —pero divertido también— y
una tenue sonrisa de admiración besa la esquina de su boca. Junta los dedos de sus
manos frente a él y se enfoca en mí una vez más.
                                                         
66 Readers’ Wives: revista de adultos.


—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Esa caja se ha
movido. Esas fotografías pertenecen a mi caja fuerte.

—¿Quién las movió? —susurro.

Él traga.

—Solo hay una persona que podría haber hecho eso.

—Oh. ¿Quién? Y, ¿qué quieres decir con “no es lo que pienso”?

Él suspira e inclina su cabeza hacia un lado y creo que está avergonzado. ¡Debería
estarlo! gruñe mi subconsciente.

—Esto va a sonar frío pero… hay una póliza de seguros —susurra, armándose de
valor por mi respuesta.

—¿Póliza de seguros?

—Contra la exposición.

El centavo cae y repiquetea incómodamente gira y gira en mi cabeza vacía.

—Oh —murmuro, porque no puedo pensar en qué más decir. Cierro mis ojos. Esto
es. Estos son Cincuenta Tonos de Mierda, justo aquí, justo ahora—. Sí, tienes razón
—murmuro—. Eso suena frío. —Me pongo de pie para aclarar nuestros platos. No
quiero saber nada más.

—Lena.

—¿Ellas saben? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.

—Por supuesto que saben.

Oh, bueno, eso es algo. Se estira, agarrándome y halándome hacia él.

—Esas fotos se supone que están en la caja fuerte. No son para uso recreativo. —Se
detiene—. Quizás lo fueron cuando fueron tomadas originalmente. Pero… —Se
detiene, implorándome—. No significan nada.

—¿Quién las puso en tu armario?

—Solo podría haber sido Leila.

—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?

Se encoge de hombros.

—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, y la uso tan raramente. Es
el número que la tengo escrito abajo y no la he cambiado. —Sacude su cabeza—.
Me pregunto qué más sabe y si se ha llevado algo más de aquí.          —Frunce el
ceño, luego vuelve su atención de vuelta a mí—. Mira, destruiré las fotos. Ahora si
lo deseas.

—Son tus fotos Damon. Haz con ellas lo que desees —susurro.

—No seas así —dice, tomando mi cabeza en sus manos y sosteniendo mi mirada
con la suya—. No quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.

Santo cielo. ¿Cómo sabe que debajo de mi horror acerca de esas fotos está el hecho
de que soy paranoica?

—Lena, pensé que exorcizamos a todos esos fantasmas esta mañana. Me siento así.
¿Tú no?

Parpadeo hacia él, rememorando nuestra muy, muy placentera, romántica y
francamente sucia mañana en su cuarto de juegos.

—Sí. —Sonrío—. Sí, me siento así también.

—Bien. —Se inclina hacia adelante y me besa, plegándome en sus brazos—. Las
trituraré murmura—. Y entonces tengo que trabajar. Lo siento nena, pero tengo
una montaña de negocios para terminar esta tarde.

—Es genial. Tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Luego quiero
hacer unas compras y hornearte un pastel.

Él sonríe y sus ojos se iluminan como un niño pequeño.

—¿Un pastel?

Asiento.

—¿Un pastel de chocolate?

—¿Quieres un pastel de chocolate? —Su sonrisa es infecciosa.
Él asiente.

—Veré lo que puedo hacer Sr. Salvatore.

Me besa una vez más.

*  *  *

Carla está asombrada en silencio.

—Mamá di algo.

—No estás embarazada, ¿verdad, Lena? —susurra ella en horror.

—No, no, no, nada como eso. —La decepción rebana a través de mi corazón y me
entristece que ella pensara eso de mí. Pero recuerdo con una sensación siempre de
hundimiento que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.

—Lo siento cariño. Esto es sólo tan repentino. Quiero decir, Damon es un buen
partido, pero eres tan joven y deberías ver un poco del mundo.

—Mamá ¿no puedes sólo ser feliz por mí? Lo amo.

—Cariño, solo necesito acostumbrarme a la idea. Es un shock. Podía decir en
Georgia que había algo muy especial entre ustedes dos, ¿pero el matrimonio…?

En Georgia él me quería como su sumisa, pero no voy a decirle eso a ella.

—¿Fijaron una fecha?

—No.

—Deseo que tu padre estuviera vivo —susurra. Oh no… no esto. No esto, ahora.

—Lo sé mamá. Me hubiera gustado conocerlo también.

—Sólo te sostuvo una vez, y estaba tan orgulloso. Él pensó que eras la niña más
hermosa del mundo. —Su voz es un silencio sepulcral mientras la historia familiar
es contada… otra vez. Ella estará en lágrimas a continuación.

—Lo sé mamá.

—Y entonces murió. —Lloriquea y sé que esto la ha estallado como lo hace cada
vez.

—Mamá —susurro, queriendo llegar por el teléfono y sostenerla.

—Soy una vieja tonta —murmura y lloriquea otra vez—. Por supuesto que estoy
feliz por ti, cariño. ¿Matt lo sabe? —agrega y parece haber recuperado su equilibrio.

—Damon acaba de pedírselo.

—Oh, eso es dulce. Bien. —Ella suena melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.

—Sí, lo fue —murmuro.

—Lena, cariño, te amo tanto. Estoy feliz por ti. Y ambos deben visitarme.

—Sí mamá. También te amo.

—Matt está llamándome, me tengo que ir. Me gustaría tener una fecha.
Necesitamos planear… ¿Estás teniendo una gran boda?
Gran boda, mierda. Ni siquiera he pensado sobre eso. ¿Gran boda? No, no quiero
una gran boda.

—No lo sé todavía. Tan pronto como lo haga, llamaré.

—Bien. Cuídense ahora y estén seguros. Ustedes dos necesitan tener algo de
diversión… tienen un montón de tiempo para niños más tarde.
¡Niños! Hum… y ahí está otra vez… una referencia no-tan-velada al hecho de que
ella me tuvo muy temprano.

—Mamá, ¿realmente no arruiné tu vida o sí?

Ella jadea.

—Oh no Lena, nunca pienses eso. Tú fuiste la mejor cosa que jamás nos pasó a tu
padre y a mí. Simplemente deseo que estuviera aquí para verte tan crecida y
contrayendo matrimonio. —Ella está nostálgica y sentimental nuevamente.

—Deseo eso, también. —Sacudo mi cabeza pensando en mi padre mítico—. Mamá
te dejaré irte. Llamaré pronto.

—Te amo cariño.

—Yo también mamá. Adiós.

*  *  *

La cocina de Damon es un sueño para trabajar. Para un hombre que no sabe nada
de cocinar, parece tener todo. Sospecho que la Sra. Jones ama cocinar también. La
única cosa que necesito es algo de chocolate de alta calidad para el glaseado. Dejo
las dos mitades del pastel en la rejilla de enfriado, agarro mi bolso y asomo mi
cabeza alrededor de la puerta del estudio de Damon. Él está concentrado en la
pantalla de su computador. Alza la mirada y me sonríe.

—Solo estoy rumbo a la tienda para recoger algunos ingredientes.

—Está bien. —Me frunce el ceño.

—¿Qué?

—¿Te vas a poner unos vaqueros o algo?

Oh, vamos.

—Damon sólo son piernas.


Mira hacia mí, disgustado. Esto va a ser una pelea. Y es su cumpleaños. Le ruedo
mis ojos, sintiéndome como una adolescente errante.

—¿Qué si estuviéramos en la playa? —Tomo una táctica diferente.

—No estamos en la playa.

—¿Objetarías si estuviéramos en la playa?

Considera esto por un momento.

—No —dice simplemente.

Ruedo mis ojos otra vez y le sonrío con suficiencia.

—Bueno, solo imagina que lo estamos. Nos vemos. —Giro y salgo disparada hacia
el vestíbulo. Logro llegar al ascensor antes de que me atrape. Mientras las puertas
se cierran, ondeo hacia él, sonriendo dulcemente mientras el observa, indefenso —
pero afortunadamente divertido— con ojos estrechados. Sacude la cabeza con
exasperación, luego no puedo verlo más.

Oh, fue emocionante. La adrenalina está golpeando a través de mis venas, y mi
corazón se siente como que quiere salir de mi pecho. Pero mientras el ascensor
desciende, también lo hace mi espíritu. Mierda, ¿qué he hecho?

Tengo al tigre por la cola. Él va a estar enojado cuando regrese. Mi subconsciente
está mirándome sobre sus gafas de media luna, una vara de sauce en su mano.

Mierda. Pienso sobre cuán poca experiencia tengo con los hombres. Nunca antes
he vivido con un hombre —bueno, excepto Matt— y por alguna razón no cuenta. Él
es mi papá… bueno, el hombre que considero mi papá.

Y ahora tengo a Damon. Realmente nunca vivió con nadie, creo. Tendré que
preguntarle… si todavía está hablándome.

Pero creo firmemente que debería usar lo que quiera. Recuerdo sus reglas. Sí, esto
debe ser duro para él, pero seguro como el infierno que él pagó por este vestido.
Debe haberle dado a Neimans mejores instrucciones. ¡Nada demasiado corto!

Esta falda no es tan corta ¿lo es? Reviso en el gran espejo del vestíbulo. Maldición.
Sí, es bastante corta, pero ahora he tomado una postura. Y sin duda voy a tener
que afrontar las consecuencias. Me pregunto con indiferencia que hará, pero
primero necesito efectivo.

*  *  *
Miro fijamente mi recibo del cajero automático: $51,689.16. ¡Hay cincuenta mil
dólares de más! Elena, vas a tener que aprender a ser rica también, si dices que sí. Y
así comienza. Tomo mis escasos cincuenta dólares y hago mi camino hacia la
tienda.

*  *  *

Me dirijo directo a la cocina cuando regreso y no puedo dejar de sentir un
escalofrío de alarma. Damon todavía está en su estudio. Caray, es la mayor parte
de la tarde. Decido que mi mejor opción es enfrentarlo y ver cuánto daño he hecho.

Doy un vistazo cautelosamente alrededor de la puerta de su estudio. Está en el
teléfono, mirando por la ventana.

—¿Y el especialista del Eurocopter llega el lunes en la tarde?... Bien. Sólo
mantenme informado. Diles que necesitaré sus conclusiones iniciales el lunes en la
noche o el martes en la mañana. —Cuelga y gira su silla en redondo, pero todavía
cuando me ve, su expresión es impasible.

—Hola —susurro. Él no dice nada, y mi corazón cae en caída libre hacia mi
estómago. Cautelosamente entro a su estudio y camino alrededor de su escritorio
hacia dónde él está sentado. Todavía no dice nada, sus ojos nunca dejan los míos.
Estoy delante de él, sintiendo cincuenta tonos de estupidez.

—He vuelto. ¿Estás enojado conmigo?

Él suspira, estirándose por mi mano y me hala a su regazo, doblando sus brazos a
mi alrededor. Entierra la nariz en mi cabello.

—Sí —dice.

—Lo siento. No sé qué me paso. —Me acurruco en su regazo inhalando su aroma
celestial a Damon, sintiéndome segura independientemente del hecho de que
está enojado.

—Yo tampoco. Usa lo que te guste —murmura. Corre su mano arriba de mi pierna
desnuda hasta mi muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas. —Se dobla
para besarme y mientras nuestros labios se tocan, pasión o lujuria o la necesidad
bien asentada de enmendarlo se lanza a través de mí y el deseo estalla en mi
sangre. Agarro su cabeza en mis manos, sosteniendo mis dedos en su cabello. Él
gime mientras su cuerpo responde y hambriento muerde mi labio inferior… mi
garganta, mi oreja, su lengua invadiendo mi boca y antes de siquiera ser consciente
de que está desabrochando sus pantalones, me tira a horcajadas sobre su regazo, y
se hunde dentro de mí. Agarro el respaldo de la silla, mis pies apenas tocando el
suelo… y comenzamos a movernos.

*  *  *

—Me gusta tu versión de una disculpa —respira en mi cabello.

—Y a mí me gusta la tuya. —Me río tontamente, acurrucándome contra su pecho—
. ¿Has terminado?

—Cristo Lena, ¿quieres más?

—¡No! Tu trabajo.

—Estará listo en aproximadamente media hora. Escuché tu mensaje en mi correo
de voz.

—De ayer.

—Sonabas preocupada.
Lo abrazo estrechamente.

—Lo estaba. No es de ti no responder.

Él besa mi cabello.

—Tu pastel debería estar listo en media hora. —Le sonrío y bajo de su regazo.

—Esperando ansiosamente por eso. Olía delicioso, evocador incluso, mientras se
estaba horneando.

Sonrío tímidamente abajo hacia él, sintiéndome un poco autoconsciente y él refleja
mi expresión. Jesús, ¿realmente somos tan diferentes? Tal vez son sus primeros
recuerdos de cocina. Inclinándome hacia abajo, planto un suave beso en la esquina
de su boca y hago mi camino de vuelta a la cocina.

*  *  *

Estoy toda preparada cuando lo escucho salir de su estudio, y enciendo la solitaria
vela dorada en su pastel. Me da una sonrisa ensordecedora mientras pasea hacia
mí y le canto suavemente Feliz Cumpleaños. Luego se inclina y sopla, cerrando sus
ojos.

—He hecho mi deseo —dice mientras los abre nuevamente y por alguna razón su
mirada me hace ruborizarme.

—El glaseado todavía está blando. Espero que te guste.

—No puedo esperar a probarlo Elena —murmura, y hace que suene tan
indecente. Corto una rodaja para cada uno de nosotros y lo atacamos con pequeños
tenedores de postre.

—Mmm —gime en apreciación—. Esto es por lo que quiero casarme contigo.

Y río con alivio… le gusta.

*  *  *

—¿Lista para enfrentar a mi familia? —Damon apaga el R8. Estamos
estacionados frente al camino de sus padres.

—Sí. ¿Vas a decirles?

—Por supuesto. Estoy deseando ver sus reacciones. —Me sonríe malvadamente y
bajamos del auto.

Son las siete y media, y aunque ha sido un día cálido, hay una brisa fresca
nocturna soplando la bahía. Tiro mi chal alrededor mientras salgo del auto. Estoy
usando un vestido de coctel verde esmeralda que encontré esta mañana mientras
estaba hurgando en el armario. Tiene un cinturón ancho que hace juego. Damon
toma mi mano y nos dirigimos hacia la puerta de enfrente. Carrick abre amplio
antes de que pueda tocar.

—Damon, hola. Feliz cumpleaños hijo. —Él toma la mano que Damon ofrece,
pero lo hala en un breve abrazo, sorprendiéndolo.

—Er… gracias papá.

—Lena, que encantador verte otra vez. —Me abraza, también, y lo seguimos dentro
de la casa.

Antes de que podamos poner un pie en la sala de estar, Katrina viene disparada por el
pasillo hacia nosotros dos. Ella parece furiosa.
¡Oh no!

—¡Ustedes dos! Quiero hablar con ustedes —gruñe en su voz de mejor-no-jodas-
conmigo. Miro nerviosamente a Damon, quién se encoge de hombros y decide
seguirle la corriente a ella mientras la seguimos hacia el comedor, dejando a
Carrick perplejo en el umbral de la sala de estar. Ella cierra la puerta y se gira hacia
mí.

—¿Qué demonios es esto? —sisea y ondea un pedazo de papel hacia mí.
Completamente desconcertada, lo tomo y escaneo rápidamente. Mi boca se seca.
Santa mierda. Es mi correo electrónico de respuesta a Damon, discutiendo el
contrato.

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