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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

22 noviembre 2012

Recuérdame Capitulo 10


Capítulo Diez
Después de lo que pareció una eternidad, Elena subió el coche al ferri. Para sorpresa de Damon, ella abrió la puerta y se bajó del coche.

—¿Adónde vas?

—Venga, Damon —Elena se asomó al interior del coche—. Hay una puesta de sol preciosa.


Salió del coche y estiró las doloridas piernas. Respiró profundamente y disfrutó del aire salado. La brisa le revolvió los cabellos, pero la sintió cálida a pesar del frescor de la noche.

En su impaciencia, Elena le agarró de la mano y tiró de él hacia la cubierta, donde otras personas se habían congregado. Algunos habían optado por permanecer en los coches, pero otros, como Elena, se asomaban por la barandilla para contemplar el estallido dorado en el horizonte. Rosas, morados y azules se mezclaban con el oro y se extendían por el cielo que parecía respirar fuego.

—¿No te parece hermoso?

—Desde luego —Damon miró a Elena y asintió.

—Tú no ves muchas puestas de sol.

—¿Y qué se supone que significa eso?

—Una vez dijiste que estabas demasiado ocupado para verlas —ella se encogió de hombros—. Normalmente trabajabas hasta tarde y siempre con prisas. De modo que me empeñé en enseñarte tantas como pude. Y voy a tener que hacerlo otra vez. ¡Mira! ¡Delfines!

Damon miró hacia donde ella señalaba y vio varios ejemplares arquearse y desaparecer bajo el agua.

—Suelen acompañar al ferri —le explicó ella.

—¡Míralos otra vez! —Damon se vio atrapado por la emoción del momento.

Elena sonrió y le agarró del brazo con ternura. Parecía un gesto de lo más natural y, muy pegaditos el uno al otro, contemplaron los delfines.

Damon sacudió la cabeza ante la absurdez de la situación. Estaba en un ferri, sin teléfono ni conexión a internet. Se había dejado la BlackBerry en el coche y, sobre todo, estaba viendo jugar a unos delfines, agarrado a la madre de su hijo.

Había oído hablar de las experiencias cercanas a la muerte y de cómo podían transformar a una persona, pero al parecer su transformación había comenzado antes del accidente.

Acarició el brazo de Elena con el dorso de la mano antes de besarla suavemente en la coronilla. Después suspiró. Tenía que admitir que le gustaba la perspectiva de pasar unos días con ella en la isla. Y no era solamente por su deseo de recuperar la memoria.

Ella lo abrazó con fuerza por la cintura. Fue un abrazo cálido, nada sexual. Reconfortante. Por extraño que pareciera, se sentía cómodo a su lado. Una completa extraña. Alguien a quien no recordaba haber visto en su vida.

La abrazó con fuerza y hundió el rostro entre los fragantes rizos negros. Y entonces deslizó una mano hasta la redondeada barriga.

Ella se puso rígida durante unos instantes y volvió lentamente el rostro hacia él.

Damon siguió explorando la barriga. Algo que sólo pudo definir como mágico inundó su corazón, provocándole una opresión en el pecho.

Era su hijo.

De alguna manera, lo supo.

Iba a ser padre.

La consciencia lo aturdió y, al mismo tiempo, lo maravilló. No había planeado ser padre, al contrario, era sumamente cuidadoso en sus relaciones sexuales, casi neurótico ante la posibilidad de un embarazo no deseado.

¿Se había descuidado a propósito con Elena? ¿Había considerado la posibilidad de engendrar un hijo con ella? ¿Había considerado ella esa posibilidad?

Frunció el ceño al recordar el estallido de ira de la joven al afirmar que no le había bastado con engañarla y abandonarla, sino que también había tenido que dejarla embarazada. No parecía la reacción típica de una mujer que deseara tener un hijo.

Era evidente que ninguno de los dos lo había planeado, pero también lo era que no se habían esforzado mucho por evitarlo.

La besó en los labios y ella sonrió, acurrucándose contra él. Después suspiró y se apartó.

—Casi hemos llegado. Deberíamos regresar al coche.

Elena encendió las luces del coche e inició el trayecto hacia su casa. Al ver varios coches aparcados en la carretera cercana a su calle, frunció el ceño.

El corazón le empezó a latir con fuerza. ¿Le habría pasado algo a Mamaw?

Uno de los coches era el del alcalde. ¿Qué hacía allí?

Aparcó frente a la puerta y apagó el motor. Su abuela salió al porche seguida del alcalde Daniels, que fruncía el ceño, y el sheriff Taylor, que no parecía mucho más contento.

—Mamaw, ¿va todo bien? —Elena salió del coche—. ¿Estás bien?

—Cariño, estoy bien, siento haberte asustado. El alcalde y el sheriff querían hacerme algunas preguntas —la mujer miró a Damon—. Todos queremos hacerlas.

—¿Y no podía esperar? —Elena frunció el ceño mientras miraba al alcalde—. Hemos viajado durante todo el día y estuvimos atascados en la interestatal.

El alcalde empezó a agitar un dedo, como hacía siempre que se ponía nervioso y el sheriff apoyó una mano en su hombro.

—Tranquilo, Rupert, dale la oportunidad de explicarse.

—¿Explicar el qué? —exigió saber Elena.

—Explicar por qué llegó ayer a la isla un ferri cargado de material de construcción, y por qué están preparados para empezar a construir un complejo hotelero en las tierras que vendiste a Tricorp Invesment —contestó el alcalde, agitando el dedo hacia Elena.

—Debe ser un error, alcalde —ella sacudió la cabeza obstinadamente—. He estado toda la semana en Nueva York para aclarar este lío. De haber estado programada la construcción, Damon me lo habría dicho. Además, yo no vendí a Tricorp, vendí a Damon.

—No ha habido ningún error, Elena —el sheriff hizo un gesto de disgusto—. Yo mismo hablé con los hombres. Les pedí los permisos. Todo es legal, incluso me enseñaron los planos. Toda esa franja de playa va a convertirse en un complejo vacacional con su helipuerto.

Elena se volvió boquiabierta a Damon.

—¿Damon? —preguntó angustiada, sin apenas poder respirar.

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