Capítulo 10
Elena se quedó pálida como la cera. Le flaquearon las
piernas y se dio la vuelta para alejarse de Caroline.
Estaba mintiendo. Damon no podía estar comprometido
cuando ella volvió. Damon se lo habría dicho. Siempre había sido un ejemplo de
sinceridad. Era imposible que hubiera sido el novio de Caroline. Elena,
temblorosa y con la boca seca, tomó una copa de champán y se la bebió de un
trago.
Observó a Damon, que estaba en el vestíbulo, y salió a toda velocidad, para atraparlo antes de que lo hiciera otra persona.
-Caroline acaba de enseñarme su anillo de
compromiso...
Damon soltó lo que pareció un juramento en francés.
-Iba a contártelo después de la boda.
Elena lo miró con incredulidad y dio un paso atrás.
-¿Quieres decir... que es verdad? ¿Estabas
comprometido con ella? ¿Cuándo rompisteis?
-Lo hablaremos más tarde, en privado
-¿Cuándo rompiste con ella? -insistió Elena.
Damon se puso tenso.
-Lo que yo tuviera con Caroline no tiene importancia
para lo que tengo contigo.
-Acaba de llamarme una cualquiera por segunda vez en
mi vida y esta vez, gracias a ti, me lo merezco.
A Elena le temblaba la voz porque tenía el corazón
hecho pedazos.
-¿Qué te ha llamado Caroline? -rugió Damon con
incredulidad-. Has debido de entenderla mal.
-La he oído perfectamente. Ya me lo llamó hace cuatro
años. Piensa mejor que eras tan tonto, que no te diste cuenta de que quería
echarte el anzuelo desde entonces, pero por lo que a mí respecta, ¡puede
quedarse contigo y que le aproveche!
Elena se volvió al salón de baile.
Damon, lleno de ira, fue a buscar a Caroline.
-Lo siento, pero Elena está mintiendo -Caroline
suspiró comprensivamente-. Supongo que se sentirá celosa y está organizando
esta tontería para romper nuestra amistad. No seas exigente con ella.
Naturalmente, se sentirá insegura.
Él la miró con los ojos entrecerrados. ¿Arpía...? Su
expresión era muy seria.
-Estoy convencido de que dice la verdad. Si vuelves a
insultarla o a difundir habladurías de nuestro hijo, te demandaré en todos los
tribunales de Francia hasta que te arruine.
Caroline se había quedado pálida.
-Soy un mal enemigo -continuó Damon- y la protegeré
con toda mi alma. Vete de mi casa. No eres bien recibida.
Elena se había mezclado entre la gente que estaba
bailando y salió por el otro extremo de la pista de baile. Se tomó otra copa de
champán con la esperanza de que el alcohol la ayudara a resistir hasta que se
fuera el último invitado. Katherine estaba hablando con algunos familiares y no
se merecía una escena durante la fiesta que había organizado.
Sin embargo, el dolor y la humillación la tenían
abrumada. Damon sólo había decidido casarse con ella por Thomas. No le
extrañaba que Caroline la odiara. Tampoco dudaba que Katherine no le había
dicho nada del compromiso de Damon porque ella también creía que tenía que
casarse con la madre de su nieto.
Damon encontró a Elena en el balcón y tomó aliento
cuando ella le dio la espalda.
-Caroline no estaba invitada esta noche y cometí el
error de creer que se había colado como muestra de buena voluntad, pero le he
dicho que se vaya y te garantizo que no volverá a molestarte...
-¡Lárgate... te odio! -Elena contuvo el sollozo que se
le formó en la garganta.
-Elena...
-¿Te acostaste conmigo cuando estabas comprometido con
otra mujer?
Damon quiso bramar al cielo.
-Tú y las mentiras, los engaños... cuando pienso en lo
que me hiciste sufrir porque te mentí sobre mi edad hace cuatro años... -a Elena
no le salían las palabras y pasó junto a Damon.
Una mano la agarró del codo.
-No nos hagas esto. Deja que pase todo. No te dije
nada de Caroline porque no quería estropearlo...
Elena intentó zafarse de él.
-¡Suéltame!
-No puedo permitir que te vayas así...
-¡Gritaré si no lo haces!
Damon le soltó el codo.
-Es un disparate. Sabes cómo hemos estado juntos desde
que volvimos a encontrarnos.
-¡Lujuria! -le espetó Elena hecha una furia.
Estaba a punto de llorar cuando volvió al salón de baile.
Stefan se paró delante de ella.
-¿Qué te pasa?
-Baila conmigo -le suplicó Elena. La música era lenta.
-No se me da muy bien.
Elena le rodeó el cuello con los brazos. -Mueve los
pies.
-¿Has discutido con Damon?
-¿Por qué lo dices?
-No, por nada... pero está al borde de la pista con los
ojos echando chispas y los puños cerrados como si yo estuviera coqueteando
contigo.
-No le hagas caso.
-Es bastante grande y no pasa desapercibido. También
es muy celoso. Lo noté la primera vez que lo vi. Así que preferiría que no
hicieras nada que pudiera molestarlo.
-Él no es celoso... ¿por qué iba a estar celoso de mí?
-Seguramente porque sea uno de esos tipos que pierden
la cabeza cuando se enamoran.
-¿Enamorarse? -Elena dejó escapar una risa llena de
amargura.
-Le ha sentado bastante mal. Tampoco le gusta ver cómo
te ríes con otro -le comentó Stefan mientras la mantenía a una distancia más
que prudencial.
En cuanto paró la música, Damon se acercó y Stefan la
soltó con cierto alivio. Elena se encontró con su mirada y volvió la cabeza
hacia otro lado. Sin embargo, Damon la agarró con fuerza.
-Sé que estás enfadada conmigo, pero no empieces a
coquetear con otros.
A Elena el champán le bullía en la sangre como la
gasolina en una hoguera.
-¡Haré lo que me dé la gana!
Damon la abrazó.
-Haz lo que te digo. Estate tranquila.
-Quiero gritarte -jadeó Elena con una voz ahogada.
-Grita lo que quieras, pero no coquetees, me pone
furioso.
-¿Cómo puedes tener celos de mí después de haberte
portado así? ¿Cuándo te comprometiste con ella? -le soltó Elena con toda su
ira.
-Hablaremos de esto cuando estés sobria.
-¿Insinúas que estoy borracha?
-No, doy por sentado que sólo chillas cuando has
bebido demasiado champán.
-Contéstame.
-Nos comprometimos hace seis meses. Fue...
Elena se soltó del abrazo y se alejó con un gesto
inexpresivo y la espalda muy recta. La última hora de la fiesta pasó como un
suspiro. Luego no se acordaba de con quién había hablado ni lo que había dicho,
pero le dolían los pómulos de mantener la sonrisa. ¡Seis meses!
Cuando se fue el último invitado, Damon la agarró de
la mano y la llevó a la biblioteca. Ella se soltó la mano, se cruzó de brazos y
levantó la cabeza para mirarlo fijamente.
-Ahora, no puedo casarme contigo.
-Iba a contarte lo del compromiso después de la boda.
No era importante, pero sabía que tú lo verías de otra forma...
-¿Tu compromiso con otra mujer no es importante? ¿No
le debías fidelidad? ¿Yo no me merecía sinceridad? ¿Crees que yo habría hecho
algo contigo si llego a saber que eras de otra mujer?
-¿Ser de otra? ¿Soy un trofeo? -Damon hizo un gesto de
desesperación con la mano-. El año pasado, Caroline y yo solíamos comentar que
nos habíamos acostumbrado a servirnos el uno del otro para ciertos actos
sociales. Hablamos del matrimonio por un motivo práctico. Yo necesitaba una
anfitriona y ella un marido que no interfiriera en su carrera, porque es
ambiciosa. Decidimos que podíamos ser un buen matrimonio sin lazos
sentimentales que suelen llevar a la desilusión.
-Me parece un acuerdo espeluznante.
-A mí no me exigía fidelidad. Te lo digo porque no
quiero que tengas remordimientos.
¿Caroline te dijo que podías acostarte con quien
quisieras? -Elena lo miró espantada-. ¿Tú lo aceptaste? ¡Es un horror!
-Para ella no. Caroline no le da importancia a esas
cosas.
-Bueno, menos mal que no voy a casarme contigo, porque
si me llegas a engañar, haría que tu vida fuera un infierno. Es más, el
infierno te parecería un hotel de cinco estrellas.
Ella se quedó atónita al notar que Damon esbozaba una
levísima sonrisa.
-Lo sé -reconoció él-. Sin embargo, cualquier hombre
aceptaría poder tener una mujer hermosa y competente que le permite hacer lo
que quiera siempre que sea con cierta discreción... hasta que se da cuenta de
que hay algo mejor.
-¡Yo creo que es repugnante! -exclamó Elena.
-Y yo estoy contigo...
Elena dejó escapar una risa forzada. Él estaba con
ella porque toda la belleza y competencia de Caroline no había servido de nada
ante un hijo de tres años que era idéntico a él. Si Thomas no hubiera existido
y ella hubiera aceptado que la mantuviera en aquella casa fastuosa del valle
del Loira, Damon habría mantenido su compromiso con Caroline y habría terminado
casándose con ella. No podía perdonárselo.
Damon haría cualquier cosa por Thomas. Ella había
visto su gesto de alivio cuando el médico le dijo que el asma no empeoraría.
Adoraba a su hijo y ella no se lo reprochaba, pero ella también tenía orgullo y
le dolía darse cuenta de que el hombre al que amaba sólo apreciaba su talento
para satisfacer sus exigencias en la cama.
-Siento muchísimo que todo esto te haya molestado,
pero no nos afecta. Yo no estaba enamorado de Caroline ni ella lo estaba de mí.
La he ofendido al rechazarla, pero tú y yo... tenemos muchas cosas.
-Sí... mucho sexo...
-No digas eso. No desprecies lo que tenemos.
-No he olvidado cómo te deshiciste de mí hace cuatro
años. Ni siquiera tuviste la elegancia de decírmelo. Permitiste que fuera a la
villa de tu familia detrás de ti...
Damon frunció el ceño.
-¿Cuándo... pasó eso?
-El día que me volvía con mi madrastra. Caroline salió
a la puerta y tuve que tragarme la humillación de que tu amiga me dijera que me
habías dejado y que ibas a cambiar el número de tu teléfono móvil para que te
dejara en paz.
Damon dio un paso vacilante y la agarró de las manos.
-Caroline no tenía derecho. Lo hizo a mis espaldas.
Nunca hablé de ti con ella, ni le habría permitido que te hablara de esa forma.
Sin embargo, en aquel momento yo creía que tú estabas con otro -le recordó Damon-.
No esperaba que fueras a la villa.
-Me da igual. Me ofendiste entonces y esta noche has
vuelto a humillarme y a ofenderme. ¡No te perdono ni voy a perdonarte!
A Elena le abrasaban los ojos por las lágrimas y no
podía escuchar los argumentos de Damon. Ella lo amaba, pero en ese momento
también lo odiaba. Se soltó las manos, se quitó el anillo y lo dejó encima de
la mesilla.
-No... -balbució Damon.
Elena subió las escaleras corriendo. No iba a
permitirse llorar. Agarró un camisón y fue al dormitorio de Thomas, donde sabía
que no la molestarían. Se durmió al poco de acostarse en la cama que había
junto a la de su hijo. Se despertó cerca del amanecer. Le dolía la cabeza y fue
a ducharse para refrescarse. La noche había sido muy exaltada. Sin embargo, a
la fría luz del día, intentaba imaginarse cómo le sentaría a Thomas que no se
celebrara la boda. Estaba emocionado. Damon no estaba enamorado de Caroline,
pero ¿cómo aguantaría ella amarlo durante años sin que él le correspondiera? La
humillaría y le quitaría confianza en sí misma.
La segunda vez que se despertó estaba en su cama y se
sentó sin comprenderlo. Damon le daba la espalda y la luz que se filtraba entre
las cortinas medio abiertas inundaba la habitación.
-Te he traído aquí porque tenemos que hablar -dijo él
ásperamente.
-No... no sé qué decirte...
Damon se dio la vuelta y la miró sombríamente.
-Debería haberte dicho que escucharas. Yo me encargaré
de hablar.
Elena se apartó un mechón de pelo de la frente.
-Aquel día de hace cuatro años, cuando fuiste a la
villa y te encontraste con Caroline, yo seguramente estaba borracho. Después de
ocuparme de todos los trámites tras la muerte de mi padre y de que mi madre se
encerrara sin querer ver a nadie, yo pasé borracho el resto de aquella semana.
Elena lo miraba con los ojos como platos. Nunca se lo
habría imaginado.
-Quizá debería habérmelo imaginado. Sería difícil para
ti...
-Lo difícil era estar sin ti.
Se hizo un silencio cada vez más profundo.
-Yo pensaba casarme contigo, pero te vi con el de la
moto y todo se me derrumbó. Cuando nuestros padres murieron, yo te quería, pero
el orgullo me impedía tenerte, así que bebí para mantener cierta fuerza.
Elena parpadeó. ¿Había pensado en casarse con ella?
Damon se encogió de hombros con cierto cansancio.
-No me gustaba sentirme de aquella manera. Yo veía que
mi madre se hundía de desesperación por no estar con mi padre. Era espantoso.
Decidí que no quería que me pasara aquello por ninguna mujer.
-Lo entiendo... -balbució Elena aunque su experiencia
había sido muy distinta.
Su madrastra tenía unos sentimientos muy
superficiales. Aparte de algunas lamentaciones muy ruidosas, cuando comprobó
que no era una viuda tan rica como ella pensaba, se enfureció y se olvidó de
cualquier rastro de dolor.
-¿Hablabas en serio cuando dijiste que entonces tenías
pensado casarte conmigo? Quiero decir, estabas furioso conmigo por haberte
mentido con la edad, ¿cómo podías plantearte casarte conmigo?
-¿Cómo no? -la miró a los ojos-. Seguía queriéndote.
Todo se resumía en eso.
La quería, pero contra su voluntad, interpretó Elena. Damon
no perdía la calma ni resultaba sentimental, pero estaba dándole una
información muy importante de lo que había sentido por ella.
Damon dejó escapar el aliento lenta y controladamente.
-Una vez me mentiste sobre tu edad porque no querías
perderme. Yo también decidí no contarte lo de mi compromiso con Caroline con
unas condiciones que no entenderías porque no quería perderte.
-¿De verdad...? -a Elena no le salía la voz.
-Aquel verano ya estaba enamorado de ti. ¿Qué podía
ser si no? No podía estar sin ti ni unas horas. No quería reconocérmelo, pero
nunca había sentido por nadie lo que sentía por ti.
Elena arrugó la nariz e hizo un esfuerzo enorme para contener
las lágrimas.
-Damon... -dijo con un hilo de voz.
-Cuando Bennett te dejó la casa, yo lo utilicé como
excusa para volver a verte en Londres. No tenía ninguna necesidad de visitarte
personalmente y podía haberme esforzado más para que no vinieras a Bretaña...
-Pero yo estaba decidida a empezar una vida aquí. Creo
que no eras el único que no quería ver la realidad...
Damon extendió las manos.
-No tenía nada planeado. Cuando estoy contigo, no
puedo pensar -reconoció Damon-. Sólo quería verte, estar contigo, hacer el amor
contigo. ¡Ni siquiera me acordaba de que existía Caroline!
Elena se levantó de la cama, atravesó la habitación y
lo abrazó con fuerza.
-Además, rompí mi compromiso con ella inmediatamente.
Me sentía culpable, pero no vacilé.
-¿Inmediatamente? -era como si le quitara otro peso de
encima porque necesitaba confiar en él.
-La vi en París y volví a Bretaña esa misma tarde,
pero tú no estabas en la casa. Desgraciadamente, el remordimiento me hizo
decirle a Caroline que no iba a casarme contigo y por eso se habrá enfurecido
mucho más cuando se ha enterado de que pensaba casarme contigo enseguida -Damon
hizo una mueca.
-Efectivamente. En ese momento tú soñabas con
redecorar la casa para que fuera la maravillosa residencia de tu amante,
¿verdad?
Damon asintió con la cabeza y una mirada de cautela.
-Te conozco y sé cómo piensas -le advirtió Elena con
una seguridad muy reciente-. No pensaste en casarte conmigo hasta que te
enteraste de la existencia de Thomas y comprendiste que yo no iba a aceptar tus
pretensiones...
-¿No distingues cuando un hombre está dispuesto a
hacer lo que sea por conseguirte?
-No...necesito que lo diga.
Elena no podía respirar porque empezaba a creer que su
sueño estaba haciéndose realidad. Damon la tomó en brazos y la sentó en el
borde de la cama.
-Te quiero, ma belle. Te quiero con locura.
Elena suspiró.
-Tenías que habérmelo dicho hace mucho tiempo.
-Tardé mucho tiempo en comprender lo que sentía.
Elena lo miró con una sonrisa soñadora.
-Yo creía que era por Thomas. Que te casabas conmigo
por él.
-No, él es maravilloso, pero quiero casarme contigo
para que seas mía.
-¿Crees que soy algún-tipo de trofeo? -bromeó Elena.
-Mi trofeo.
Le tomó la cara entre las manos y la besó.
-Te quiero mucho -dijo ella al final.
-¿De verdad? -Damon sonrió-. ¿Aunque la haya
fastidiado un montón de veces?
-Sí...
-Te adoro.
-Mañana estaremos casados.
-Mañana me parece que está muy lejos. Te deseo con
toda mi alma...
-Va a ser una luna de miel apasionante –dijo Elena con
tono provocativo.
-Podíamos ir a dar un paseo en coche –gruñó Damon-. Ir
a un hotel...
-No, tu madre me ha reservado hora en un salón de
belleza...
-Eso es una estupidez. Estás preciosa. No dejes que te
corten el pelo.
Elena levantó la mirada y vio que Thomas los observaba
desde la puerta.
-Besitos... -Thomas hizo una mueca-. ¡Qué asco!
-Cierra la puerta y vuelve a dejar que se te caiga el
camisón -le propuso Damon.
-Merece la pena esperar.
Volvió a abrazarse a Damon y Thomas se unió a ellos.
Se sentía muy afortunada y amada por los dos.
Su traje de novia tenía un cuerpo bordado del mismo
color verde que sus ojos y una falda color marfil. En la cabeza llevaba una
diadema de esmeraldas y diamantes, el cuello lo adornaba el collar de diamantes
y el regalo de boda de su novio eran los dos impresionantes diamantes que le
colgaban de las orejas.
Damon no podía apartar la vista de ella. La acompañó
por las escaleras que llevaban al ayuntamiento como si fuera una reina. La
ceremonia religiosa se hizo en una pequeña iglesia que había a la vuelta de la
esquina.
La recepción se celebró en el Hotel Ritz de París. Bonnie
Black y su novio no salían de su asombro al ver a Elena. Se admiró mucho la
personalidad chispeante de la novia y, cerca de ella, el novio no era tan
inalterable como decía su reputación. Los invitados hablaban de una gran
pasión. Se comentó que Elena no tenía dinero y que no era ni flaca como una
escoba ni una belleza clásica. También se comentó que Damon miraba a la novia
como si fuera tan irresistible como Cleopatra. Que Elena hubiera triunfado
donde había fracasado la despreciada Caroline era más que suficiente para
garantizarle que tendría mucho éxito en sociedad.
Antes de abandonar el hotel, la pareja confió su hijo
a su abuela Katherine. Una limusina los llevó hasta el aeropuerto donde se
montarían en el avión privado de Damon para ir a pasar la luna de miel en las
montañas de la Toscana.
Cuando despegó el, avión, Damon sacó un sobre del
bolsillo.
-Me lo han entregado justo antes de la recepción. Es
de mi tía abuela Bennett.
-¿Bennett? -repitió Elena, desconcertada-. ¿Cómo es
posible?
-Bennett lo escribió el mismo día que cambió el
testamento. Ordenó al notario que me diera la carta sólo si nos casábamos.
Elena no entendía la letra endiablada de la mujer y Damon
se la leyó.
-De entrada me pide perdón por haber dejado parte de
Duvernay a alguien que no es de la familia.
-¿De verdad? -exclamó Elena.
-Sigue felicitándome por haberme casado contigo y,
así, unificar los terrenos otra vez..
-¡Es magia! Evidentemente, te has casado conmigo para
recuperar la casa de campo.
-Bennett termina deseándonos una vida muy feliz juntos
y dice que siempre supo que estábamos hechos el uno para el otro -Damon esbozó
una sonrisa un poco triste-. Debió de adivinar que ya te amaba.
Elena lo miró fijamente.
-Ojalá lo hubiera hecho yo. Habría pasado de largo
junto a Caroline y me habría enfrentado contigo. Tú estarías borracho, no
mantendrías la calma y me habrías dicho que habías visto a Peter besándome.
Todo se habría resuelto en aquel instante.
Damon suspiró y la abrazó.
-Entonces yo era un perfecto idiota que me resistía a
amarte. Ahora soy más maduro.
-Me temo que yo era demasiado joven para casarme
Damon la besó en la mejilla con una ternura infinita.
-Te adoro. Ahora te valoro mucho más. Piensa en todo
el tiempo que tenemos por delante.
Ella volvió a sonreír mientras él la miraba con una
intensidad turbadora. Lo besó en la boca hasta que notó que él se quedaba sin
aliento.
-Hazme el amor hasta que pierda la cabeza -le susurró
ella.
-Descarada... -gruñó cariñosamente Damon.
La tomó en brazos para llevarla al compartimento
porque ella no podía andar de lo que se reía.
FIN
TÍTULO ORIGINAL
EL HIJO DEL FRANCÉS
AUTOR
LYNNE GRAHAM
A CONTINUACIÓN......
DOLOR Y AMOR
Damon
Salvatore seguía queriendo una esposa e hijos a pesar de que un accidente le
había impedido volver caminar. Por eso le propuso a Elena Gilbert un matrimonio
de conveniencia. Ella también había deseado siempre tener un hijo, y llevaba
años enamorada en secreto de Damon, que no podía decir que no... La pasión que
Damon despertó en el la dejó sin aliento. Pero cuando se dio cuenta de que la
recuperación de Damon era inminente, y de que su bella ex prometida lo esperaba
para casarse, Elena creyó que él ya no querría nada con ella. ¿Por qué deseaba
seguir casado con ella si ya no la necesitaba?
Preciosa la historia¡ y el final estuvo genial¡ gracias¡ mm.. la historia nueva promete¡ >^.^<
ResponderEliminarMe alegro que te gustase el final y espero que también te guste la próxima historia
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