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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

04 diciembre 2012

Recuérdame Capitulo 18


Capítulo 18
—¿Diga? —el teléfono de Elena sonó en medio de la noche.

—Elena, soy Silas. Tienes que venir al hospital. Es tu abuela.

—¿Mamaw? —Elena se sentó en la cama de un salto—. ¿Qué ha pasado?

—Sufrió una de sus bajadas de azúcar. Me llamó, fui a buscarla y la llevé al hospital.


—¿Y por qué no vino nadie a avisarme? —preguntó ella.

—Porque no había necesidad de alarmarte. Yo sigo pensando que no es importante, pero la enfermera insistió en que te llamara para que vinieras a firmar algunos papeles.

—Por supuesto, iré enseguida.

—¿Está Laura bien? —Damon, sentado en la cama, la miró con gesto preocupado.

—No lo sé —Elena hizo una mueca—. Es diabética y no siempre se cuida. A veces no se pone la insulina y otras veces no come cuando debería hacerlo.

—Te acompaño —decidió Damon saltando de la cama.

Veinte minutos más tarde entraban en el vestíbulo del pequeño hospital.

—¿Cómo está? —preguntó angustiada Elena a Silas.

—Bueno, ya la conoces. Está como loca por tener que quedarse a pasar la noche. Ni siquiera quería venir al hospital. Le obligué a beber un poco de zumo de naranja y pareció recuperarse, pero pensé que era mejor que le echaran un vistazo. Y ahora no me habla.

—¿Dónde está? —suspiró su nieta.

—En observación. No le darán el alta hasta no estar seguros de que habrá alguien para cuidarla durante las próximas veinticuatro horas.

—Llévanos con ella —insistió Elena.

Tal y como les había advertido Silas, Mamaw estaba de pésimo humor, mientras el médico intentaba hacerle comprender la importancia de no saltarse ninguna comida.

Al entrar Elena y Damon, su mirada se iluminó, pero se oscureció al fijarla en Silas.

—Mamaw, qué susto me has dado —Elena se acercó a la cama y besó a su abuela.

—Estoy bien —la mujer puso los ojos en blanco—. Cualquier idiota puede verlo. Ahora que estás aquí, me darán el alta. Al parecer opinan que necesitaré una niñera.

—Me alegra ver que estás bien, Laura —Damon se acercó y la besó en la mejilla.

—Gracias, joven —Mamaw sonrió y le dio una palmada en la mejilla a Damon—. Siento haberos levantado de la cama a estas horas. Las mujeres embarazadas necesitan descansar, pero al parecer soy la única que se ha dado cuenta.

—Doctor, ¿está bien para marcharse a casa? —preguntó Elena al médico.

—Sabe qué hizo mal —el hombre asintió—. Y dudo que sirva de nada pedirle que no vuelva a hacerlo. Necesitará que le echen un ojo durante las próximas veinticuatro horas y medir el azúcar en sangre cada hora. Que coma bien y se administre la insulina correctamente.

—No se preocupe —contestó Elena con firmeza—. ¿Podemos llevárnosla?

—Podrá marcharse cuando quiera. Tardaremos unos minutos en darle el alta.
Mamaw le hizo un gesto al médico para que se apresurase antes de fulminar a Silas con la mirada. El aludido suspiró y salió de la habitación.

—¿Cuándo vas a dejar de ser tan borde con él? —Elena sacudió la cabeza exasperada—. Está loco por ti y tú estás igual de loca por él.

—Cuando deje de tratarme como si no pudiera cuidar de mí misma —gruñó la anciana.

—Quizás deje de hacerlo cuando demuestres que es así —su nieta alzó las manos al aire.

—No puedes culpar a un hombre por buscar la seguridad de la mujer amada —Damon tomó la mano de Mamaw—. No podemos evitar preocuparnos.

—Supongo —afirmó ella—. Creía que os marchabais mañana por la mañana.

—Damon tendrá que irse sin mí —contestó ella con voz alegre—. Tú eres lo primero. No te dejaré sola después de haberle prometido al médico que te cuidaría.

—Por supuesto —Damon apoyó una mano en el hombro de Elena—. Con suerte, no tendré que quedarme mucho tiempo y podré regresar enseguida con mis dos mujeres preferidas.

—Qué zalamero —espetó Mamaw antes de sonreír—. Pero me gusta. Si Silas fuera así, seguramente ya habría aceptado su proposición de matrimonio.

—¡Mamaw! —exclamó Elena—. Nunca me dijiste se había declarado. ¿Por qué no aceptaste?

—Porque a mi edad, hija, tengo derecho a ciertos privilegios —la otra mujer sonrió—. Y hacer que mi hombre se consuma a fuego lento es uno de ellos. Un hombre jamás debe dar por sentado que su mujer lo ama. Me aseguraré de que sepa la suerte que tiene.

—Eres una mujer muy sabia, Laura —Damon soltó una carcajada—, pero hazme un favor: no tardes en perdonar a Silas. El pobre debe sentirse fatal.

—Lo haré —contestó la anciana con gesto airado—. A mi edad no puedo esperar mucho.

—Me quedaré contigo en tu casa —Elena apretó la mano de su abuela.

—No quisiera interferir en vuestros planes —la otra mujer parecía preocupada—. Vosotros dos ya tenéis bastantes problemas sin que yo añada uno más.

—No supones ninguna carga —Damon se llevó un dedo a los labios para hacerle callar—. Estaré de vuelta antes de que os deis cuenta y entonces podremos planear nuestro futuro.

El corazón de Elena latió con más fuerza. Era la primera vez que hablaba de un futuro juntos. Le había dicho que la amaba, y ella lo creía, pero no estaba segura de dónde les situaba eso. Aún había muchos obstáculos por superar.

El hecho de que pareciera dispuesto a comprometerse le hacía sentir un gran alivio.
La enfermera regresó con los papeles del alta de Mamaw y le repitió las instrucciones del médico. Media hora después estaban en el coche camino de su casa.
En cuanto acostó a su abuela, Elena regresó al salón, donde Damon aguardaba, y se acurrucó en sus brazos disfrutando del gran abrazo con el que fue obsequiada.

—Menuda noche de locos —observó Damon.

—Sí —ella se separó—. Siento no poder acompañarte. Está bien, pero no quiero dejarla sola.

—Por supuesto que no —asintió él—. Te llamaré desde Nueva York y te informaré de los progresos. Con suerte, estaré de regreso en unos días. Tengo interés en zanjar este asunto.

—¿En serio? —ella enarcó una ceja.

—Sí —Damon sonrió—, cierta dama embarazada me estará esperando. Yo diría que eso es un incentivo lo bastante importante para agilizarlo todo y meter mi culo en un avión.

—Sí, pero, Damon… esta vez no sufras ningún accidente.

—Qué graciosa —él le pellizcó la nariz—. No tengo ninguna gana de estrellarme otra vez. Con una me basta. Sé la suerte que tengo por estar vivo y pienso seguir así mucho tiempo.

—Me alegro —ella lo abrazó—. Porque tengo planes para ti y necesitaremos tiempo.

—¿Y exactamente de cuánto tiempo estamos hablando?

—Tanto tiempo como seas capaz de aguantarme.

—Pues entonces hablamos de mucho tiempo.

—Deberías volver a casa para ducharte y preparar el equipaje —ella lo besó y se apartó a regañadientes—. Debes tomar un ferri. Llegarás a Houston en plena hora punta.

—¿De verdad no te importa que me lleve tu coche?

—La pregunta sería más bien si no sufrirá tu orgullo por conducirlo —Elena rio.

—Tu coche es perfecto —él sacudió la cabeza.

—Te echaré de menos, Damon —ella apoyó la frente en su pecho—. La idea de que te vayas me da pánico, porque no dejo de pensar en la última vez que nos despedimos.

—Volveré, Elena —le aseguró él—. Ni siquiera un accidente de avión y mi amnesia consiguieron separarnos la última vez.

—Te quiero.

—Yo también te quiero —Damon la besó—. Te llamaré cuando llegue a Nueva York.

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