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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

24 junio 2013

Oasis Epilogo

Capítulo 11

 

     Damon observó Merkazad desde la terraza de Stefan. Aquella vista ya no le resultaba una amenaza. Las emociones que le hacía sentir la mujer que dormía un par de habitaciones más allá, eran otra cuestión.
    
Golpeó la piedra con un puño. Era un cobarde. Quería volver a esa habitación y seducir otra vez a Elena hasta que ésta admitiese que quería que se quedase con ella, o hasta que le dijese que se iría a Francia con él.
     Pero sabía que tenía que dejarla marchar.
     La idea de no volver a verla lo debilitó todavía más, pero se obligó a no emocionarse. Era muy difícil. Había estado mucho tiempo sin emocionarse y, en esos momentos, no podía evitarlo. Sintió ira por la mujer causante de aquel dolor, pero la ira no tardó en verse sustituida por algo mucho más penoso.


     –¿Estás segura de que estás bien? Te noto diferente.
     Elena miró a su amiga y maldijo su intuición.
     Stefan y Bonnie habían vuelto el día anterior de su viaje a Irlanda.
     Elena murmuró algo incoherente y se sintió fatal por no poder confiarle su secreto, pero prefería esperar, después de lo que le había ocurrido la última vez. Se sintió vulnerable, allí tumbada, en la cama, y deseó escapar de las preguntas de Bonnie.
     –Damon se marchó anoche –la oyó comentar.
     –¿Sí? –dijo ella intentando hablar con naturalidad.
     –Ha hablado con Stefan de lo que le ocurrió de niño… Y creo que todo va a empezar a ir bien. Además, Damon parece interesado en ayudarlo a gobernar el país.
     A Elena le dio un vuelco el corazón al oír aquello. ¿Sería una buena noticia para su futuro hijo?
     Se obligó a sonreír a pesar de sentirse mal.
     –Me alegro mucho por ellos. Ya era hora de que Damon compartiese lo que le ocurrió. Era una carga demasiado pesada.
     Bonnie frunció el ceño.
     –Entonces, ¿lo sabías?
     Elena se ruborizó y se maldijo por ser tan bocazas.
     –Sí… Me lo contó.
     –Elena…
     –Ahora no, por favor. En otro momento. Estoy muy cansada…
     Bonnie la miró y, después de dudar unos segundos, asintió.
     –De acuerdo. Ya sabes dónde estoy.
     Y Elena le agradeció su amistad con una sonrisa. La vio salir de la habitación y luego se quedó mirando el techo, preguntándose si algún día volvería a sentirse entera.


     Una semana después, estaba anocheciendo y Elena había vuelto a los establos. No oyó llegar al jeep, pero vio que, de repente, Abdul, al que tenía enfrente, abría mucho los ojos.
     Siguió la dirección de su mirada y vio a Damon bajando del jeep, pálido y serio.
     Elena se giró hacia él y no se dio cuenta de que Abdul empezaba a sacar a los caballos y a los mozos de allí.
     –Damon…
     Éste cerró la puerta del jeep y Elena se dio cuenta de que iba vestido con vaqueros y una camisa amplia. Parecía cansado y no se había afeitado en varios días.
     Damon se acercó y ella hizo un esfuerzo por mantener la compostura.
     –¿Qué… qué quieres?
     –Nunca te alegras de verme, Elena –dijo él, en tono un poco triste.
     –¿Y te extraña?
     –No, la verdad es que no.
     –¿Qué estás haciendo aquí, Damon?
     –Podríamos llamarlo un curso intensivo para superar mis fobias, para superarme a mí mismo.
     –Pues buena suerte, pero, si me perdonas, tengo que seguir trabajando.
     Elena se dio la vuelta e intentó alejarse, pero se le olvidó que no podía andar. Al poner peso en el tobillo malo, gritó de dolor y, a pesar de la muleta, cayó hacia un lado.
     Damon la agarró por la cintura y la apretó contra su cuerpo, y le dio un beso en el cuello. Ella gimió, desesperada de deseo. Y luego intentó zafarse.
     Damon la soltó, pero Elena tuvo que agarrarse a sus brazos porque se le había caído la muleta.
     –¿Por qué has vuelto, Damon? ¿Qué quieres? –le preguntó, con los ojos llenos de lágrimas–. ¿Por qué no me dejas en paz? No puedo ser sólo tu amante. No puedo…
     Él la abrazó y la besó en los labios y cuando se apartó, le preguntó:
     –Por favor, ¿podemos hablar en otra parte?
     Y ella asintió. No era capaz de negarle nada a aquel hombre cuando lo tenía tan cerca y la miraba así.
     Él la tomó en brazos.
     –¿Dónde está tu apartamento?
     Y Elena le indicó hacia su despacho, lo atravesaron y llegaron a la zona en la que vivía. Damon la sentó con cuidado en el sofá y se apartó.
     –¿Vas a… escucharme? –le preguntó.
     –No tengo elección –murmuró ella.
     –¿Cómo está tu tobillo?
     –Bien, aunque supongo que no has venido hasta aquí para preguntarme eso.
     –No. La verdad es que no –le respondió él, pasándose una mano por el pelo–. No me marché a Francia inmediatamente. Estuve en África, en la sede de la organización. Pensé que allí me distraería… pero lo que hice fue darme cuenta de lo afortunado que era. Y de todo lo que podía tener si era valiente.
     Sacudió la cabeza antes de continuar.
     –Esos niños… no tienen nada. Ni a nadie. Es difícil que vayan a poder tener una vida normal.
     –¿Damon…? –le dijo ella, confundida.
     Él se acercó y se sentó, demasiado cerca.
     –Hace seis años, rompiste algo en mi interior, Elena. Y siempre he sabido que tendría que volver contigo. Desde que eras pequeña, desde el día que te vi delante de la tumba de tus padres… siempre he sentido que podías ver en mi interior, y que no te horrorizaba lo que veías…
     A ella se le hizo un nudo en la garganta.
     –No puedo creer que todavía te acuerdes de aquello.
     –Siempre lo he recordado, y siempre he querido volver a ti…
     –No, Damon, no me digas esas cosas, por favor… Si lo que quieres es convencerme de que vuelva a tu cama…
     Él le agarró la mano.
     –Quiero mucho más que eso, Elena… Al volver a Francia, fui a ver al médico que me había hecho la vasectomía. Me confirmó que no había funcionado, y me preguntó si quería que me la volviese a hacer.
     –¿Y qué le contestaste tú?
     –Que tenía que hablarlo con alguien.
     –¿Con quién?
     –Contigo.
     Elena sacudió la cabeza e intentó contener la esperanza que volvía a crecer en su corazón.
     –¿Qué tengo que ver yo con eso?
     –Todo –respondió Damon sonriendo–. Porque no hay otra mujer en la Tierra con la que consideraría tener hijos. Sólo contigo.
     –¿Qué me estás diciendo?
     –Te estoy diciendo que te quiero. Creo que siempre te he querido. No puedo vivir sin ti –le confesó él, poniéndose todavía más serio–. Aunque entiendo que, después de todo lo ocurrido, no quieras saber nada de mí. No obstante… si me dieses una segunda oportunidad, te prometo que pasaría el resto de mi vida haciéndote feliz y demostrándote cuánto te quiero… Eres la única que puede redimir mi alma…
     Damon se metió la mano en el bolsillo del vaquero y sacó una pequeña caja de terciopelo. La abrió y apareció en ella un precioso anillo con un zafiro.
     –Elena, ¿me harías el honor de casarte conmigo?
     Ella se quedó en silencio unos segundos. Luego miró a Damon y luego alargó la mano para tocarle el rostro.
     –Es un sueño. No eres real.
     –Soy real y tengo muchos defectos, como bien sabes, pero tú eres la única que puedes convertirme de nuevo en humano. Aunque sepas que no lo merezco, que no te merezco.
     Ella le tomó la mano.
     –Te lo mereces todo. Ambos nos lo merecemos. Y ya hay una nueva vida creciendo en mi vientre, una prueba de que tenemos un futuro juntos.
     Damon la miró maravillado.
     –Pero ¿cómo? ¿Cuándo?
     Ella se encogió de hombros y sonrió.
     –¿Quién sabe? ¿Tal vez en París?
     Elena vio alegría y miedo en los ojos de Damon y le dio un beso en la mano.
     –Lo que dije acerca de que habrías sido un padre horrible, no lo pensaba, sólo estaba enfadada y lo pagué contigo. Pienso que vas a ser el mejor padre del mundo.
     –Me lo merecía. Eso, y mucho más. Pero tal vez ésta sea realmente nuestra segunda oportunidad.
     Elena tomó su rostro con ambas manos.
     –Mi amor, tienes tanto derecho como cualquiera a ser feliz. Estamos juntos y te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré. A ti y a nuestro bebé. Y quiero pasar el resto de mi vida siendo feliz, y enamorada. Y, sí, quiero casarme contigo.
     Él le dio un apasionado beso.
     –Y yo te prometo pasar el resto de mi vida queriéndote e intentando ser un buen padre para este hijo, y para los demás que podamos tener…
     –Serás un buen padre, Damon –le contestó ella convencida.
     Ninguno de los dos oyó a Bonnie llamar a la puerta, ni tampoco la vieron entrar seguida de Stefan. Al ver lo ocupados que estaban, éstos decidieron salir y cerrar la puerta tras de ellos.


     Dos meses después, vestida con un vaporoso vestido color marfil y con escote palabra de honor, Elena se casó con Damon en una ceremonia muy sencilla y privada, celebrada en una de las terrazas del castillo.
     Stefan y Bonnie fueron los testigos mientras su hijo recién nacido dormía en el cochecito a su lado. Damon y Elena no habían querido casarse hasta después del bautizo del pequeño Kamil Sean.
     Y cuando la ceremonia terminó, justo cuando las estrellas estaban empezando a brillar en el cielo, Elena y Damon fueron a disfrutar de un momento de tranquilidad los dos solos antes de bajar a recibir a los invitados que estaban esperando para felicitarlos en el salón de baile del castillo.
     Él la abrazó por detrás y entrelazaron las manos mientras se deleitaban con el mágico paisaje.
     Damon había tomado la valiente decisión de hacer pública su experiencia y convertirse en el rostro visible de la organización benéfica.
            Le dio un beso en la cabeza a Elena y ésta sonrió. No necesitaban palabras. Estaban juntos y no necesitaban nada más.



AUTOR:
ABBY GREEN

TITULO ORIGINAL:
LOS SECRETOS DEL OASIS

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