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COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

30 enero 2013

Matrimonio Español Capitulo 07


CAPÍTULO 07
Caroline  saludó a Damon y luego dio un paso hacia atrás. Compartía el mismo color de cabello de su hermano y el mismo físico alto y delgado. Pero tenía los ojos de su madre, oscuros y duros.

 –Así que… – dijo mirando a Elena de arriba abajo –…la esposa pródiga ha regresado –


–Caroline – el tono de Damon fue de advertencia.


Su hermana lo miró con una mirada abrasadora – ¿Qué? ¿Vas a decirme que después de lo que te hizo a ti y a mi sobrino, vas a dejar que simplemente regrese y te haga bailar a su son, para dejarte sin nada?


Elena  se  sentía  débil.  Recordaba  otra  conversación,  una  entre  él  y  su hermana. Fue el mismo día en que había regresado a casa sabiendo que su vida iba a cambiar. Caroline había viajado desde España para verlo y Elena los había escuchado discutir en la sala de estar. Sus voces se habían elevado tanto que fue imposible no escuchar. Y todo regresaba ahora con espeluznante detalle.


Los gritos de su hermana sonaban estridentes e indignados – ¿Después de todos los años de dolor y humillación que nuestro padre infligió a nuestra madre con esa puta inglesa, vienes tú y te casas con una y encima van tener un hijo? ¿Por qué nos haces esto? –


El tono de Damon hizo que Elena sintiera escalofríos en la columna –Caroline, nada ha cambiado. Se trata de un acuerdo comercial. El hecho de que ella esté esperando a mi hijo es una consecuencia inesperada, pero me va a ahorrar la molestia de volver a casarme para asegurarme un heredero –


La voz de su hermana bajó peligrosamente, reflejando un tono de sospecha –
¿Estás enamorado de ella? –


Damon rápidamente se había echado a reír y replicado con dureza –Por supuesto que no –


–Entonces, ¿por qué te acostaste con ella? –


La voz de Damon se había vuelto de hielo –Eso no es asunto tuyo –


–No me puedo imaginar que fuera divertido – La voz de Caroline había sido tan mordaz y tan rebosante de desprecio que Elena se había sentido enferma –Es el arquetipo de la reina de hielo –


Por  un  minuto  sus  voces  se  habían  amortiguado,  pero  seguían  siendo acaloradas, y Elena estaba demasiado helada de espanto como para moverse. Demasiado impresionada. Demasiado herida. Y luego la voz de Damon se había vuelto a elevar.


–Para mí, ella no significa más que un medio para un fin. No significa nada, ni lo significará. Y no me importa lo que haya hecho nuestro padre, eso no va a influir en cómo voy a vivir mi vida. Mi vida no va a ser dictada por sus faltas, y mucho menos por ti. Ha cumplido con creces su función como mi esposa y debes aceptar eso.


–Ella realmente te ha atrapado, ¿verdad hermanito...? – Caroline había rematado burlonamente.


Poco a poco Elena volvió al presente. Caroline seguía allí, echándole la bronca a Damon. Y el marido, a su lado, miraba tímidamente como disculpándose. Elena se sentía húmeda y fría.


Luego Damon le dijo a Caroline – ¡Es suficiente! –


Su hermana se detuvo en medio de la diatriba y con un sonido estrangulado agarró a su marido y se marchó. Elena se sentía como si la hubiera golpeado.


Damon se volvió para mirarla y quedó impactado por lo pálida que estaba. Sus ojos parecían heridos. Maldiciendo se la llevó a un rincón tranquilo. Y cuando estuvo a punto de actuar por instinto y atraerla hacia su pecho, se sacudió dando un paso atrás. Un torrente de auto burla lo atravesó. ¿Es que acaso se estaba ablandando?


Elena se sentía muy cerca del borde. Damon había tratado de alcanzarla, pero sabía que si la tocaba se disolvería. Y ver que había amagado a consolarla empeoraba las cosas en su cabeza.


Pero entonces, como si sólo hubiese estado en su imaginación, Damon habló con un tono frío –Ella no tenía derecho a atacarte como acaba de hacerlo –


Elena recuperó cierto equilibrio. Sacudió la cabeza vagamente, como negando lo que él decía. Él no tenía ni idea de cuánto la había afectado su hermana, y es que había dejado que la perturbara nuevamente. Pensaba que había bloqueado en su mente aquella conversación horrible, pero todavía estaba allí, marcada a fuego en su memoria. Sin embargo había sido oportuna, no tenía que olvidar eso, porque si no lo hubiera escuchado en ese momento, le habría contado a él... todo. Y habría perdido el último resto de orgullo y dignidad que le quedaba.


– ¿Estás lista para volver adentro? – Elena se limitó a asentir, con la esperanza de que el revuelo en su vientre no se reflejara en su rostro o en sus ojos.


–Sí, por supuesto. Sólo... necesitaba un momento... por el calor... –


Por el resto de la noche Damon estuvo atento pero distante. Increíblemente frío.
¿Ver  a  su  hermana  le  puso  las  cosas  en  perspectiva?  ¿Reconfirmó  sus sospechas de que Elena lo había atrapado? ¿Se arrepintió de haber traído a Elena? ¿Estaba deseando estar con su amante?


En el camino de regreso apenas si habló dos palabras con ella. Una tormenta se avecinaba, tronando amenazante, y cuando se bajó del coche Elena levantó los ojos para ver rodar las nubes que corrían por el cielo mientras la luna llena aparecía y desaparecía. El aire era cálido, pero había tormenta en el horizonte. Sintió un escalofrío por la espalda, como de premonición o algo así, pero no estaba segura qué.


Una vez dentro de la casa Damon se sacó bruscamente la corbata –Voy a tomar una copa, ¿quieres una? –


Elena negó con la cabeza, aunque él ni siquiera la miraba –No. Gracias. Buenas noches –


Algo hizo que se detuviera en lo alto de la escalera y se encontró preguntando, justo antes de que él entrara a la sala de estar – ¿Esa mujer es tu amante? –


Su  ancha espalda se  detuvo  y  luego se  volvió  lentamente, Elena querría haberse mordido la lengua, no tenía derecho a saber. Tampoco podía leer la expresión de su cara.


– ¿Por qué? –


Ella se encogió de hombros con torpeza –Me lo preguntaba. Parecían... cercanos


–Fuimos amantes hace mucho tiempo. Pero, no, no es mi amante –


–Ah... bueno, buenas noches entonces – Elena huyó antes de que su boca pudiera meterla en más problemas. Aún así, una curiosa sensación de efervescencia llenaba sus venas. Ya arriba se quitó los zapatos y chequeó cómo estaba Nick. Estaba durmiendo tranquilamente. Acomodó el cubrecama sobre él, le dio un beso en la frente y se fue a su habitación.


Cuando Damon entró en la habitación de Nick un rato más tarde pudo oler el aroma de Elena persistiendo apenas en el aire, pero podía olerlo. También pudo ver que había acomodado a Nick correctamente. Se dejó caer pesadamente en  la  silla  del  rincón  y  se  quedó  mirando  pensativamente  por  un  largo momento.


Una hora después, tratando de dormir, Elena aún estaba dando vueltas. Imágenes, recuerdos, emociones, todo se arremolinaba en su cabeza. Y la más viva de todas esas imágenes era la de Damon. Tentándola y torturándola. El aire de la habitación parecía pesado, y se dio cuenta de que las puertas balcón estaban cerradas. Se oyó otro trueno. Necesitaba aire, algo de brisa, así que se levantó y fue a abrir.


El aire afuera estaba denso, caliente e insoportablemente pesado, impregnado de la tormenta inminente, que aún no había golpeado. Elena salió y miró hacia arriba. Casi increíblemente las gotas de lluvia comenzaron a caer, como si hubieran estado esperando su señal. Extendió una mano mientras caían cada vez  más  y  más  pesadas.  En  cuestión  de  segundos  se  transformó  en  un torrencial aguacero, y un relámpago recortado iluminó el cielo.


Elena se aventuró más allá y la lluvia torrencial la empapó en un segundo, pero no le importó. El momento era mágico, el tipo de cosas que había soñado hacer durante los últimos largos y difíciles meses. En camisón fue bajando por los escalones y se quedó con el rostro inclinado hacia las nubes negras y amenazantes mientras la lluvia bullía encima de ella, pegando el pelo a la cabeza. Sentía como si estuviera siendo purificada y una alegría intensa la llenaba.


Había sobrevivido a una horrible pesadilla y ahora estaba con su hijo. A pesar del dolor de saber que Damon quería el divorcio, no podía pedir una felicidad más grande que ésta. Levantando los brazos, le dio la bienvenida a la lluvia como una bendición...


– ¿Qué diablos crees que estás haciendo? –


Elena dejó caer los brazos al instante, sintiéndose tonta y se dio vuelta con el corazón latiendo fuerte. Apenas podía ver a Damon a través de la lluvia, aunque sentía su tensión y su irritación. Cuando él dio un paso más cerca pudo ver que estaba vestido nada más que con unos breves bóxers. La lluvia corría por su pecho creando riachuelos y ya estaba tan empapado como ella.


–Yo... estoy de pie bajo la lluvia – respondió sin mucha convicción.


–Eso veo –


Él también pudo ver que su camisón corto se le pegaba al cuerpo como una segunda piel y se había vuelto translúcido. Sin poder evitarlo, sus ojos la recorrieron. El contorno de su cuerpo se veía con claridad desde la cintura hasta las caderas, y por debajo del ruedo se  veían las largas piernas. La prometedora sombra oscura entre ellas era una invitación muy tentadora. El material empapado moldeaba sus pechos, aún altos y firmes, con sus puntas duras. El deseo palpitó en su sangre, caliente e insistente.


–Dam... –


Él alzó la mirada – ¿Cómo me has llamado? –


Había una expresión en el rostro de ella, una mirada anhelante que se estrelló contra él. Había visto esa mirada antes. Sus ojos se clavaron en el lugar donde sus pechos subían y bajaban rápidamente. Ya no podía oír la lluvia, lo único que podía oír era el latido de su propio corazón, de su propio pulso.


–Te llamé Dam –


Damon sacudió la cabeza. Tenía que salir de este hechizo –Nadie me llama así –


–Yo sí – dijo simplemente.


Un dolor interno se apoderó de él y se acordó de su amague instintivo para consolarla más temprano –Elena... vuelve a la cama –


Ella dio un paso más, pero no para irse.


Sintiendo una intensa oleada de irritación, Damon acortó la distancia y la tomó de los hombros – ¡Maldita sea, mujer! ¿Qué te pasa? –


Elena estaba guiada por una fuerza más fuerte de la que podía resistir. Era más que mero deseo, a pesar de que eso también estaba allí, incendiándola de tal forma que ni siquiera sentía la lluvia. Puso sus manos en la cintura de él y lo sintió rígido. Rezó para que no la rechazara.


–Dam... por favor... –


–Dam, por favor ¿qué? – Sabía que ni siquiera debería estar participando del diálogo, sólo debería pensar en poner distancia. Pero había algo en ella, algo... diferente. Vehemente. Sentía como si nunca hubiera conocido a esta mujer antes... o mejor dicho sí la había conocido, en el pasado, cuando él había creído...


–Te deseo –


Esas dos simples palabras estallaron en su cabeza. Trató de moverse pero no pudo. Las manos de ella estaban sobre él y él quería que así fuera, sobre todo él, alrededor de él, tocándolo, acariciándolo. Tenía el pelo pegado a la cabeza y enormes gotas cayendo sobre sus hombros. Sin embargo un instinto de auto protección le impedía rendirse al deseo más fuerte que había sentido en su vida.


Elena se acercó, lo suficiente como para que sus cuerpos se tocaran ligeramente. Eran como iones atrayéndose y se podía percibir la intensidad con que se

juntaban. Esto  tenía  que  ser  real,  no  podía  ser  de  su  imaginación. La electricidad en el aire no era sólo la que venía del cielo.


–Por favor –


Él negó con la cabeza. Pero su «por favor» caló e hizo eco en todo su cuerpo dolorido. Pudo  ver  sus  ojos.  La  lluvia  estaba  parando,  las  gotas  de  agua brillaban sobre su piel y se aferraban a sus largas pestañas, y no fue lo suficientemente  fuerte  como  dar  marcha  atrás  o  analizar  lo  que  estaba pasando.


Con un movimiento urgente y un gemido gutural surgido de alguna parte profunda de su interior, Damon puso las manos alrededor de la cabeza de Elena, ahuecándola y entrelazando sus cuerpos. Luego levantó la cara y tomó su boca con la suya.


Su beso fue apasionado y todo lo que Elena había soñado. Se dejó caer sobre su cuerpo, con sus brazos alrededor de  su estrecha cintura y  los pechos aplastados contra su torso. No podía creer que esto estuviera sucediendo, pero la lluvia y la tormenta había añadido un elemento mágico.


Damon seguía acunando su cabeza con sus manos alrededor de su cara, evitando que se moviera una pulgada mientras saqueaba su boca. Su lengua buscaba la suya, danzante y enredada. Elena podía sentir el calor acumulándose en su bajo vientre. Se olvidó de la ropa mojada pegándose a su cuerpo, sólo podía sentir la evidencia de la excitación de Damon contra ella. Sintió que una fuerza ferozmente exultante la atravesaba.


Cuando Damon retrocedió abrió los ojos con párpados pesados. Los de él estaban teñidos de un azul oscuro, llenos de deseo. Sin decir una palabra, se inclinó y la recogió poniendo un brazo debajo de sus piernas. Se volvió y se dirigió rápidamente a su propia habitación. Elena tuvo una rápida impresión de colores oscuros y de una enorme cama antes de que la dejara en el suelo delante de él. Sus piernas se sentían débiles.


Lo miró, ahora muy consciente de su camisón húmedo pegado a su cuerpo, y la horrible realidad quiso entrometerse.


Como si Damon leyera sus dudas rápidamente sacó una mano y alzó la cara hacia la suya, negando con la cabeza. Su boca tenía una sonrisa dura –No hay marcha atrás desde aquí –


Y antes de que ella supiera lo que estaba haciendo, él llevó sus manos a la parte de arriba de su camisón de algodón fino y lo rasgó de arriba abajo. Elena se quedó sin aliento. Sacudió el camisón de sus hombros para que cayera hacia atrás de ella, y en un segundo se quitó de encima sus calzoncillos.


Estaban  desnudos,  uno  frente  al  otro.  Antes,  Elena  habría  estado encogiéndose de miedo, con los dedos de los pies hacia arriba, pero ahora... ella se sentía más allá. Por muchas razones. La menos importante de las cuales era su deseo y el recuerdo de cómo él la podía hacer sentir. Eso hacía que se sintiera ardiente, burlándose de cualquier muestra de vergüenza.


Podía sentir las gotas de lluvia en las puntas de su cabello caer sobre su piel y estremecerla ligeramente, causándole piel de gallina. Sus pechos se sentían apretados, doloridos. Su respiración se detuvo en su garganta mientras veía deslizarse la mirada de Damon, y a su mano venir y acopar un pecho. El aliento de Elena se volvió jadeante.


Damon perezosamente sintió el  peso de  su pecho en  la  mano. Todas las terminaciones nerviosas de Elena se encogieron y el centro de sus pechos clamaba su toque. Él inclinó la cabeza, con el aliento aligerado, y los párpados agitados de Elena se cerraron. Pero entonces, en lugar de tomar el pico tenso en su boca caliente, sintió que sacaba la lengua y lamía una gota de lluvia que se había quedado en la punta después de haberse deslizado sobre el declive del seno.


Puso las manos sobre sus hombros anchos para no caerse. El pasado y el presente se entrelazaban. Lo único que se mantenía constante eran las sensaciones y la forma en que la hacía sentir. Elena se entregó a él, y dio las gracias a Dios porque le había dado una segunda oportunidad.


Ella abrió los ojos y clavó sus dedos en su pelo mojado, levantándole la cabeza y  dando  un  paso  hasta  quedar  contra  él.  Su  erección  se  sentía  pesada, atrapada entre sus cuerpos, luego ella se estiró hasta darle un beso.


La pasión se apoderó de ellos, alcanzándolos. Se besaron con furia. Las manos de Damon recorrían a Elena desde la espalda hasta las nalgas, apoyando en ellas sus grandes manos. La atrajo hacia arriba y contra él, de modo que la protuberancia dolorida de su excitación le diera justo allí. Elena respondió, buscando con sus manos, tratando de tocarlo, y luego metiendo una mano entre ellos y dejando sus dedos tentadoramente cerca de su longitud.


Damon se  separó, respirando con  dificultad y  con  los  ojos  brillantes –Es suficiente –


Elena sintió un momento de puro miedo cuando pensó que la había llevado hasta este punto sólo para rechazarla después, pero luego, cuando la llevó cargando hasta la cama y la acostó, el alivio la inundó. Vio cómo llegaba hasta un cajón cercano y se ponía un preservativo. Mientras lo observaba, algo dentro de ella se cayó. No parecía bien tener esa barrera entre ellos, pero no podía decir nada, no con el peso de la historia a su alrededor, así que no dijo nada.


Damon, totalmente ajeno a las turbulencias de su cabeza, se acostó junto a ella  y corrió la palma de la mano hacia abajo, sobre sus pechos, sus picos tensos, su vientre, y más abajo. Ella instintivamente abrió las piernas y por un instante vio cruzar algo oscuro en su rostro, pero luego desapareció.


Él se inclinó y lamió alrededor de la aureola de su pecho por un segundo, mientras su mano hurgaba entre sus piernas para encontrar el calor húmedo. En el mismo instante en que por fin tomó un pezón turgente plenamente en su boca, dos dedos empujaron en su canal resbaladizo, y su pulgar encontró instantáneamente la yema hinchada y sensible de su deseo. Elena casi saltó de la cama. Nunca había estado tan excitada, tan sensible.


Se movió contra su mano, con los ojos cerrados y los músculos de su cuello tensos como cables, mientras Damon amamantaba su otro pecho, sus caderas se levantaban en muda súplica. Pero no era suficiente. Ella lo quería en su interior, donde había soñado con él en sus largas noches solitarias.


–Dam… ¡Dam! –


Damon casi no la oyó con la bruma del deseo nublando su cerebro. Ella era suave y sedosa, fragante, y se sentía como el paraíso en la tierra. Era tan sensible como recordaba, más increíblemente sensible que cualquier otra mujer que hubiera conocido. Eso no había cambiado.


Ella se  aferró a sus hombros, alejando las caderas. Sus ojos estaban tan oscuros que parecían negros. Podía ver sus pezones, mojados por sus atenciones, y él, en respuesta, se puso más duro.


–No – dijo ella jadeante –Te quiero dentro de mí –


Por un momento suspendido en el tiempo se miraron mutuamente. Y entonces, rompiendo el hechizo, Elena se colocó de modo que quedó debajo de él, quien se acostó entre sus piernas. No hubo vacilación. Damon le ahuecó una nalga, que tenía la firmeza de un melocotón. Las piernas de ella se abrieron aún más, y colocándose con cuidado, entró en ella. Él observó cómo la cabeza de ella iba hacia atrás, la forma en que respiraba profundamente mientas lo jalaba, y su mente se volvía difusa. Era exactamente la misma manera en que ella lo había tomado antes. Recordaba aquel otro tiempo como si fuera ayer, como si fuera ahora. Y era ahora.


Poniéndose sobre ella apropiadamente, descansando su peso encima de sus brazos, él comenzó a empujar adentro y afuera. Elena había soltado el aliento y mirado hacia arriba cuando él se había retirado. Puso sus piernas alrededor de su cintura, Damon no podía dejar de gemir de intenso placer cuando la sintió más profundamente. Estaba enterrado muy dentro ahora…


Durante un largo momento montaron la ola, y lucharon por mantener ese placer hasta último momento. Pero Elena sabía que no podía prolongarlo más. Podía sentir los temblores incrementarse, y la deliciosa rigidez hacerse cargo, creciendo y creciendo. El ritmo de Damon aumentó y el sudor brillaba sobre su piel. Las gotas de lluvia se habían ido, evaporadas por el calor de la pasión y en un  segundo  el  mundo  de  Elena  estalló  a  su  alrededor en  un  millón  de estrellas.


Se quedó suspendida por un buen rato, y ahora, mientras caía, se dio cuenta de la culminación de él. Su cuerpo se sacudía pulsante, todavía empujando esporádica, estrujando el placer hasta final, hasta que finalmente se tendió sobre ella, y ella lo abrazó con fuerza dentro de ella, dentro de sus brazos.


Después de un largo momento Damon encontró la fuerza para moverse y soltar a Elena, liberándola de su peso. Salirse de su cuerpo le provocó un anhelo, una sensación de dolor creciente, y para disimularlo se levantó de la cama y entró al cuarto de baño para ocuparse del preservativo. Después de que lo hubo hecho, se miró en el espejo del baño, con la puerta cerrada firmemente, separándolo de la mujer que yacía en la cama, a pocos metros de distancia.


Las palabras ¿Qué demonios ha pasado? retumbaban en su cabeza, pero le parecía que era banalizar lo sucedido si ponía palabras a lo que acababa de suceder. Lo único que sabía es que en un momento estaba de pie frente a ella bajo la lluvia, preguntándole qué estaba haciendo, y al siguiente... al siguiente estaba debajo de él, hundiéndose en ella como un hombre muerto de hambre que había encontrado un oasis en medio del desierto.


Sabía lo que había sucedido. Lo había embrujado. Seguramente lo había oído entrar en su habitación y preparándose había salido con nada más que un fino camisón a la lluvia. Y había esperado, sabiendo que él habría escuchado su puerta abrirse y que iría a investigar. Ella había sentido su vulnerabilidad, y así lo tuvo directamente donde ella quería. Y él... él quedó completamente expuesto en su deseo por ella.


Deseo. Eso era todo.


Se enderezó. No tenía por qué sentirse expuesto o vulnerable. ¿Desde cuándo para él el deseo estaba ligado a lo emocional? Desde aquella primera noche, y ahora esta noche... Damon bajó un puño sobre el lavabo con más fuerza de lo debido. No, no era así. Pudo recordar su gemido entrecortado pidiendo por favor... como si realmente lo hubiera querido decir, incluso como si nunca se hubiera ido, abandonándolo. Pues bien, había obtenido lo que había pedido.


Esto no era nada más que lo que le debía. En algún momento durante su matrimonio cambió de un día para otro, se convirtió de pronto en la reina de hielo. Y no iba a permitir que sucediera de nuevo, al menos no hasta que estuviera completamente satisfecho. Y si pensaba que estas lindas maniobritas


iban  a  conseguirle  algo  extra  por  el  divorcio,  entonces  sería  un  buen momento de la venganza cuando descubriera que todo había sido en vano.


Elena yacía en la cama sin poder moverse. Aún después de pasados ya varios minutos, las réplicas y pequeños temblores seguían pulsando a través de su cuerpo. Sus músculos aún estaban levemente tensos. Damon salió del baño y ella volvió la cabeza. No pudo leer su expresión, pero sintió un escalofrío por la espalda, percibiendo algo siniestro en el aire.


La pasión de hacía momentos pareció enfriarse en segundos, y recordó de qué forma tan lasciva se había comportado, otra vez.


Él vino y se paró al lado de la cama, y no le gustó lo que vio en sus ojos. Vio que se estaba excitando de nuevo y, a pesar de su temor, también pudo sentir su respuesta. Juntó las piernas, a pesar de que quería abrirlas para él, y se tapó sus pechos con los brazos, a pesar de que quería arquearse para ofrecérselos de nuevo.


La confusión y el miedo guerrearon con el poderoso y doliente deseo. ¿Esperaba que ella se fuera? Hizo un movimiento para salir de la cama, pero una mano tibia y grande la detuvo y la empujó hacia abajo.


–Dam... – Ella ya estaba sin aliento –Pensé... ¿Quieres que me vaya? –


En la penumbra Elena vio que un músculo de su mandíbula se movía –No tengo dudas de que eso es lo que tienes en mente, pero no hemos terminado todavía


–Yo… –


Pero él la silenció con la boca y deslizó su cuerpo al lado de ella, atrapándola con sus brazos y poniendo un mulso de músculos duros sobre sus piernas. Pudo sentir su erección cada vez con mayor insistencia y reafirmada contra su cuerpo, y ella supo que no se quería ir, que no podía irse a ninguna parte.


Mucho más tarde el clima afuera se había calmado. Sin mirar, Elena sabía el cielo estaría despejado. Ella yacía rodeada por los brazos de Damon, con su espalda contra su pecho. Se sentía saciada, completa y en paz por primera vez en casi dos años. Había llorado cuando habían hecho el amor, sólo unos momentos antes, pero había enterrado la cabeza en el hombro de Damon, disfrazando los sollozos de emoción indefensa con sus gemidos. No creía que los hubiera escuchado. Oró para que no lo hubiera hecho.


Como si sintiera su vigilia, Damon se cambió de posición detrás de ella. Elena contuvo la respiración cuando sintió que la soltaba y salía de la cama. Cerró los ojos con fuerza, y entonces ella sintió que volvía y la alzaba en sus brazos. No podía jugar a estar dormida, pues la tensión en su cuerpo la delataba.



– ¿Qué estás…? – Se calló cuando vio a dónde iba. Caminaba hacia la puerta contigua, y se inclinó para abrirla expertamente antes de entrar a su habitación y depositarla en su propia cama, sobre las cubiertas y desnuda. Su lámpara de noche  había  quedado  encendida,  y  en  la  luz  suave  Elena  se  sintió ridículamente expuesta.


La mirada de él, ahora fría después la pasión vivida, se deslizó hacia abajo por su cuerpo y volvió a subir, deteniéndose súbitamente en sus pechos. Ella sintió que se encogían. Tuvo el presentimiento de algo malo. Él no la miraba con deseo, sino con curiosidad. Damon se inclinó ligeramente hacia abajo, acercándose, y Elena retrocedió. Pero él se agachó aún más sobre la cama y le agarró un brazo para que dejara de esconderse. Sintiendo que se hundía como un plomo, ella supo exactamente lo que estaba mirando, lo que no había visto antes, a la luz tenue de su habitación. Cerró los ojos.


Una cicatriz, de unos dos centímetros de ancho, en el centro de su pecho, debajo de sus senos.


– ¿Qué es eso? –


Elena abrió los ojos y vio su dedo avanzar para tocarla, pero ella sacudió su brazo libre y le golpeó la mano –No es nada. Sólo una cicatriz de... – su mente trabajó febrilmente –... un alfiler de gancho que se me clavó –


La miró a los ojos, mientras que con otra mano aún la agarraba firmemente. Por  un  momento  pareció  que  iba  a  preguntar,  pero  luego  se  encogió  de hombros. Y eso fue como una bofetada en la cara. No le importaba.
Se levantó ágilmente de la cama y la miró, totalmente a gusto con su desnudez. Elena frunció el ceño y miró hacia arriba, sintiendo mucha desventaja. Su
actitud distante excluía toda idea de decirle exactamente lo que la cicatriz era,
lo que significaba.


–Dam... acerca de… –


–En primer lugar, no me llames Dam. No me gusta –


–Pero pensé que te gustaba cuando estábamos… –


Él se rió con dureza – ¿Antes de que abandonaras este matrimonio? ¿Antes de que abandonaras a Nick? Bueno, eso era antes, esto es ahora –


Un dolor familiar la azotó – ¿Pero qué hay acerca de...? ¿Qué pasa con lo que acaba de suceder...? – Odiaba esa incertidumbre en su voz, y revolvió hasta encontrar las sábanas para cubrirse.



Damon empezó a alejarse y su cuerpo alto, delgado y enérgico era una visión de la perfección. La piel dorada se extendía reluciente sobre sus músculos duros. Cuando llegó a la puerta se volvió.


–Eso es lo segundo. Simplemente dormimos juntos, eso es todo. No significa nada. Y Elena… – No esperó una respuesta –esta vez espero que estés dispuesta cuando yo quiera, por el tiempo que yo quiera. Tal vez seas mejor amante que esposa –

1 comentario:

  1. genial gracias¡ me dio pena con lo que le dijo al final¡ y de que sera la cicatriz? ^^

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