Capítulo 2
Los ojos de Damon estaban fijos en la puerta cuando Elena entró.
Ella notó su breve expresión de desencanto al verla.
-Hola, piccola mia. ¿Te llamó Stefan para que le hicieras
compañía mientras esperaba a que me despertara?
Cuando Stefan la llamaba «su pequeña», su corazón no
se aceleraba de aquel modo...
-No hubieran podido mantenerme alejada -dijo con más
sinceridad de la que la sensatez imponía.
-La enfermera perfecta. Aún me acuerdo de ese
gato... -dijo él, arrastrando las palabras. Parecía cansado, casi exhausto.
-Fue una mascota adorable.
-Eso pensaba mi madre. Le dejó ser el amo de la casa
-replicó él, hablando de un gatito que ella había recogido de la calle cuando
tenía diez años.
-Katherine se puso furiosa conmigo y quiso llamar a
la perrera para que se lo llevaran -dijo ella sonriendo, hablando de su
madrastra-, pero tú no la dejaste.
-¿Qué tipo de gato tienes ahora?
Ella siempre había tenido gatos, normalmente animales
abandonados y recogidos de la calle, pero una vez había tenido un perrito, un regalo de sus padres
por su cuarto cumpleaños y había llorado a mares cuando murió.
-No tengo ningún animal.
No era por decisión propia. Ahora vivía en el campus
y no le permitían tener animales, pero no tenía la intención de abrumar a Damon
con sus problemas, así que sonrió y se encogió de hombros.
-No me has preguntado cómo estoy...
Ella se agarró fuertemente a la barandilla para contener
el impulso de tocarlo.
-Parece que el matón del colegio te haya dado una
paliza durante el recreo.
Aquello le hizo reír y ella se alegró de oírlo. Después
su gesto se tornó compungido.
-Mis piernas no se mueven -su expresión y su voz se
volvieron planas de repente.
Ella no podía resistir la urgencia de tomarle la
mano.
-Ya lo harán. Tienes que tener paciencia. Has pasado
por una experiencia terrible y tu cuerpo aún no ha salido del estado de shock.
Su expresión aún seguía siendo impenetrable, pero le
agarró la mano con fuerza.
-¿Dónde está Caroline?
Cielos... Elena se puso roja por haber olvidado llamarla.
-Me puse tan nerviosa cuando saliste del coma que
olvidé llamarla -dijo, separando su mano de la de él—. Lo haré ahora mismo.
-Dile que venga por la mañana -dijo él con los ojos
cerrados-. Seré más yo mismo entonces.
-De acuerdo -dijo ella dirigiéndose a la puerta-.
Duerme bien, caro.
Aquellos apelativos cariñosos eran muy comunes entre
ellos, pero ella los pronunciaba con una emoción especial que esperaba que él no notara. Damon no
respondió.
Damon esperaba impacientemente la llegada de Caroline.
Stefan y Elena habían acudido a verlo por la mañana y se habían quedado con él
hasta que se había sentido cansado. Elena parecía agotada y más delgada de lo
que recordaba. Se preguntó si su trabajo de profesora le exigiría demasiado.
Tendría que hablar con su madre de ello.
Pero aún agotada, Elena exudaba una sensualidad que
nunca había sido capaz de ignorar por completo. Por momentos se sentía
culpable porque su cuerpo reaccionaba ante ella, aunque en su mente la
considerara más una hermana que una mujer deseable.
A pesar de las reacciones de su cuerpo, nunca se había
planteado nada con ella. No se acostaba con vírgenes y, hasta hacía poco
tiempo, no se había planteado el matrimonio.
Aquellas malditas piernas seguían sin querer moverse
y los médicos no podían decirle si la parálisis sería o no permanente. Elena
estaba convencida de que sería temporal y así se lo había dicho una y otra vez
por la mañana. Era tan dulce, que se preguntaba cómo no estaría casada aún,
aunque era cierto que las chicas americanas se casaban más tarde que las
italianas... Era una pena que Stefan no la tuviera en cuenta como esposa,
porque a Damon no le hubiera importado tenerla en la familia.
Y entonces una oleada de algo oscuro e inexplicable
lo invadió al imaginar a Stefan y Elena andando juntos hacia el altar. Intentó
convencerse a sí mismo de que el motivo era que no estaba seguro de poder andar
junto a Caroline hacia el altar cuando llegase el momento. Podía ser que aún
estuviera en silla de ruedas, pero la idea de ver a Elena casada le había resultado
desagradable.
¿Era acaso un egoísta que no podía soportar la imagen
de perder la inocente adoración que ella le profesaba? Se sentía mal.
-¡Caro! ¡No pongas esa cara! Asustarás a las enfermeras
y entonces, ¿quién te traerá la cena? -una carcajada acompañó la entrada de
Caroline en la habitación.
Él admiró la entrada de su bella prometida en la habitación.
Cualquier hombre se sentiría orgulloso de tener a Caroline a su lado, pero
ella le pertenecía a él.
-Dame un beso y no tendré que fruncir el ceño nunca
más.
Ella arrugó los labios y dijo:
-¡Siempre pensando en lo mismo! Estás enfermo.
-Entonces bésame y haz que me sienta mejor -intentó
él.
Una sombra atravesó sus ojos pero finalmente le
ofreció los labios en un breve gesto de saludo. Él habría deseado más, pero le
permitió dar un paso atrás.
-No estabas aquí anoche -dijo él. Los ojos de
Caroline se llenaron de lágrimas y pareció dolida.
-Tu hermano y esa... -debía referirse a Elena- no me
llamaron hasta horas después de que despertaras.
¿Por qué no habían llamado a Caroline inmediatamente?
-Ellos estaban aquí y tú no.
Entonces ella estalló en lágrimas.
-¡Esa chica horrible! ¡Está obsesionada contigo! No
se ha separado de ti. No había sitio para mí al lado de tu cama y la mitad del
personal está convencido de que tu prometida es ella.
Él no podía imaginarse a Elena siendo tan cruel.
-Estás exagerando.
Caroline le dio la espalda y se cruzó de brazos.
-En absoluto.
-Ven aquí, bella.
Ella se volvió y lo miró con los ojos llenos de
lágrimas.
-Ella mintió para entrar a tu habitación la primera
noche. Les dijo que era pariente tuyo y ya no se marchó, como un parásito
patético.
-Todo el mundo lo estaba pasando mal.
-Pero yo soy tu prometida. Quiero que le digas que
deje de actuar así y que no pase tanto tiempo aquí, en el hospital. No quiero
tropezarme con ella a cada instante.
-¿Estás celosa? -preguntó él, no del todo disgustado,
sobre todo teniendo en cuenta su estado físico.
-Tal vez un poco -dijo ella arrugando los labios,
con gesto experto.
-Hablaré con ella -prometió él.
Elena entró a la habitación de Damon una hora después
de despertarse. Era la primera vez desde hacía seis noches que dormía de un
tirón. Stefan había insistido en que se quedara en la habitación que había
libre en su suite hasta que sus padres llegaran. Ella le había estado
agradecida, puesto que el presupuesto no le llegaba para pagar un hotel de
Manhattan o el traslado en taxi desde otras zonas de la ciudad más baratas. No
le gustaba la idea de dormir en su coche ni de malgastar sus pocos ahorros de
esa manera.
Damon levantó la mirada, sonriendo.
Ella se detuvo a unos pocos pasos de la cama.
-Tienes mejor aspecto.
Y así era: su piel no estaba tan pálida y sus ojos
parecían más claros.
-Elena, tenemos que hablar.
Él se había enterado de que ella no había querido
marcharse de su lado; sabía que lo
amaba y la compadecía por ello.
Ella tragó saliva, intentando mantener la cabeza
alta.
-Dime.
-Eres como una hermana para mí-. Ella ocultó el
dolor que le causaban aquellas palabras y permaneció en silencio.
-Te preocupas por mi estado de salud y eso es comprensible,
pero, cara, no debes apartar a Caroline de mí.
¿Acaso él pensaba que había apartado a su novia de
su lado?
Elena quiso defenderse, pero hacerlo significaría
decirle que Caroline no había querido estar con él cuando había estado tan mal.
Ella no podía hacer eso. Le haría demasiado daño y su estado aún era muy débil.
-No quise dejar a Caroline a un lado -dijo.
-No creo que quisieras hacerlo. Eres demasiado buena
como para hacer daño a alguien a propósito, pero debes ser más considerada en
lo sucesivo, ¿de acuerdo?
Ella asintió con la cabeza, articulando las palabras
a duras penas.
-Lo intentaré —prometió ella.
-Caroline no quiere que vengas a visitarme tan a menudo
-continuó Damon.
-¿Y qué quieres tú, Damon? -preguntó ella, casi desesperada.
-Yo quiero que mi prometida sea feliz. Estos son
momentos duros para ella y no quiero darle más preocupaciones.
Tampoco era un buen momento para él, pero Damon
nunca se daba cuenta de sus propias necesidades y sólo quería proteger a
aquellos a los que amaba.
-Stefan me ha dicho que no has querido avisar a tus
padres.
-No hay ninguna necesidad de estropearles las vacaciones.
-Tu madre querría estar aquí.
-No quiero que me agobien -el tono de impaciencia de
su voz la hizo sonreír.
-Me sorprende que no estés trabajando.
-Stefan no ha querido traerme el ordenador portátil
y el doctor ordenó que me quitaran el móvil anoche cuando me vio hablando con
la oficina de Milán.
-¿Qué hora era? -preguntó ella, bastante segura de
saber la respuesta.
-¿Qué hora crees tú? Cuando abre la oficina.
Debían de ser las tres de la mañana. No la sorprendía
que el doctor le hubiera quitado el teléfono móvil.
-Se supone que tienes que descansar. ¿Cómo vas a
mejorar si no dejas que tu cuerpo se recupere? -dijo ella, moviendo la cabeza
de un lado a otro.
-¿Qué opciones tengo? -pregunto él, indicando sus
piernas inmóviles debajo de la manta.
Ella avanzó involuntariamente hasta colocarse al
lado de la cama y puso su mano al lado de la de él.
-No tienes opciones por ahora, pero te pondrás bien.
Su mirada de plata se cruzó con la de Elena y le
tomó la mano entrelazando los dedos.
-Cara, tu siempre piensas de forma optimista-. Ella
afirmó, incapaz de hablar. El calor de su mano era un tormento tan dulce que no
quería que las palabras se entrometieran en aquello. -Yo también. Volveré a
andar -él dijo esto con tal arrogancia que, ¿cómo podía dejar de creerle?
-¿Cuándo te has limitado a andar, Damon? -dijo ella
con una voz grave que le costó reconocer como suya.
Su mano libre se acercó y la acarició en la mejilla,
y un gesto que ella no comprendió le atravesó el rostro. Ella se quedó inmóvil,
dejándose invadir por la deliciosa sensación que le producía su tacto. Pronto
habría acabado y quería aprovechar cada instante de ello. Él entrecerró los
ojos.
-Caroline cree que estás enamorada de mí, cara.
-Yo... -dijo ella, tragando saliva.
-Le he dicho que eres como una hermana pequeña para
mí.
¿Cómo una hermana pequeña? Ya sabía que él la
consideraba como tal, pero para ella, él no era un hermano mayor y sus
sentidos estaban a punto de amotinarse por el calor de su tacto en su mejilla
y en su mano.
-Me parece bien.
Él le pasó el pulgar por los labios y ella tembló.
Sus ojos plateados se volvieron de acero.
-¿Tienes frío?
-No -susurró ella. ¿Por qué la tocaba de aquel modo?
-¿Qué está ocurriendo aquí? -la voz furiosa de
Caroline rompió la magia del tacto de Damon y Elena dio un salto hacia atrás.
Ella había olvidado que tenían las manos entrelazadas,
pero él no la soltó. Elena intentó soltarse, pero Damon no la dejaba. Estaba
mirando a Caroline con gesto impenetrable.
-Estoy hablando con Elena. Ella no está tan ocupada
como otras y puede dedicarme más de cinco minutos.
Elena se dio cuenta de dos cosas de inmediato:
Caroline estaba celosa y Damon lo sabía.
-He hablado con Elena acerca de dejarte tu sitio a
mi lado, pero debes estar aquí para ocuparlo, bella.
El bello rostro de Caroline se encendió y su mirada
se quedó fija en las manos entrelazadas.
-Tengo trabajo. Ya sabes que no puedo pasar todo el
día en el hospital como hace tu mascota.
-Ella también tiene un trabajo, pero encuentra tiempo
para venir.
Como él no se había molestado en protestar por lo de
la «mascota», lo hizo ella. Le dio un golpe en la mano, fuerte, y él la soltó.
-Yo no soy la mascota de nadie, Caroline. Soy una
amiga y no había pensado que mis visitas a Damon pudieran molestarte tanto.
La expresión de Caroline no cambió.
-¿Esperas que me crea eso después de cómo te has
comportado a lo largo de la pasada semana? Stefan me trata con condescendencia
y sigue insistiendo en que tú te quedes en la suite de su hotel.
-¿Compartes la habitación con Stefan? -preguntó
Damon, y su voz tenía un tono reprobador.
-Hay dos habitaciones en la suite. Yo estoy usando
una de ellas hasta que lleguen tus padres.
-No van a venir.
-Desde luego que no, si no les llamas -dijo ella.
-No es apropiado que te quedes con un hombre soltero
en su suite -dijo él, ignorando su protesta.
-Sería aún menos apropiado que durmiera en mi coche.
-Per favore, ahórrate los dramatismos -se burló
Caroline.
Elena quiso abofetear aquellos preciosos labios
rojos, pero no era una persona violenta, al menos no lo había sido hasta
entonces. Tenía que haber una primera vez para todo.
-Dónde duerma yo no es asunto tuyo -dijo ella con
firmeza.
Caroline miró a Elena con desdén.
-Lo es cuando te aprovechas de la generosidad de la
familia de mi prometido.
-Deja de hacerte la mala y ven aquí. Quiero mi beso
de buenos días -pidió Damon a Caroline.
Él tampoco se había molestado en negar que ella se
estuviera aprovechando de la situación, y a Elena le pareció que él opinaba de
la misma manera que su prometida. Le había dicho que no pasara tanto a verlo,
pero había llamado la atención a Caroline por ser brusca con ella. Era algo.
Con todo, tal vez fuera el momento de volver a
Massachusetts. Llevaba poco tiempo en el puesto y aún no tenía derecho a
vacaciones, y dado que Damon no era pariente suyo, la administración de la
universidad no consideraría su ausencia como una emergencia familiar. El jefe
del departamento ya le había dicho, a modo de amenaza encubierta, que debía
estar dando clase el lunes siguiente.
Caroline estaba obedeciendo a Damon con un entusiasmo
fuera de lo común y Elena se volvió para conceder más intimidad a la pareja,
pero el beso no acababa nunca. Finalmente, el dolor de ver al hombre al que
amaba besando a otra mujer fue tan fuerte, que salió de la habitación, segura
de que no notarían su ausencia.
-Te dije que le gustabas -se oyó decir a Caroline.
Elena sintió que la vergüenza la encendía. Había pasado ocho años acunando su
amor en secreto y ahora se burlaban así de ella. Estaba furiosa con Damon también
por haberla utilizado para poner celosa a su novia. Todas aquellas caricias
sólo habían sido para poner firme a Caroline.
Era evidente que Damon estaba tan disgustado por las
fugaces visitas de su novia como Stefan y ella.
-Los sentimientos de Elena por mí no son asunto tuyo
-Damon notaba la hiél que había en su voz pero no intentó esconderla.
El beso de Caroline no le había hecho olvidar su
agresiva actitud frente a Elena, algo que él no iba a tolerar.
-Y no volverás a hablarle como lo has hecho cuando
has llegado. Su interés sincero por mí no tiene nada de ridículo.
Caroline abrió los ojos en un gesto de sorpresa.
-¿Cómo puedes decir eso? Los sentimientos de otra
mujer por ti son desde luego asunto mío.
-Elena no supone ninguna amenaza para ti -pero
cuando pronunciaba aquellas palabras se preguntaba si la habría besado si
Caroline no hubiera entrado en ese momento. No se creía capaz de hacer algo tan
deshonroso. Quería a Caroline, pero no había querido soltar la mano de Elena y
la suavidad de sus labios le había emocionado de un modo que no lo había hecho
el largo beso de Caroline.
-Es una pequeña idiota y me enfurece que no te des
cuenta de ello -las lágrimas de su prometida no conseguían emocionarle como
otras veces.
Ella había pasado muy poco tiempo al lado de su cama
y sus protestas acerca de Elena simplemente no tenían sentido.
Elena esperó hasta la tarde siguiente para volver a
visitar a Damon.
Él estaba hablando por un teléfono del hospital y tecleando
en un ordenador portátil cuando ella entró. Ella le dedicó una sonrisa. Nada
podía mantener a Damon apartado de sus negocios mucho tiempo. Él levantó la
mirada y le señaló una silla al lado de la cama para que se sentara hasta que
acabara de hablar por teléfono.
La sombra bajo sus ojos le hacía parecer cansado,
pero su pelo parecía más negro aún y estaba limpio y peinado como de costumbre.
Llevaba un pijama azul oscuro de seda que parecía recién estrenado. Probablemente
lo fuera; ella no podía imaginarse a Damon como al tipo de hombre que dormía
con pijama.
Colgó y apartó la mesita con el portátil a un lado.
-¿Has estado muy ocupada haciendo turismo? -preguntó
él con voz cortante.
-¿Turismo? -respondió ella, incrédula.
-No has venido a verme desde ayer por la mañana.
No tenía por qué hablarle con un tono tan acusador.
-Me dijiste que a Caroline no le gustaba que viniera
tan a menudo a verte.
-Eso no quiere decir que dejaras de venir del todo
-sus ojos la miraban, reprobadores-. Podía haber vuelto a caer en coma y no te
habrías enterado.
Estaba furioso y a ella, en el fondo, le encantaba.
Era casi como si la hubiera echado de menos.
-Ya me tienes aquí -dijo ella con suavidad-, y
Stefan me lo habría dicho si hubieras empeorado.
-Sí, Stefan... cómo compartes habitación con él...
-No compartimos habitación -le examinó la cara
buscando el motivo de aquel enfado- ¿te duele algo?
Él la dedicó una mirada heladora.
-Me han disparado y he sido atropellado por un coche
conducido por un hombre que no podía ver su mano a un palmo de su nariz a plena
luz del día. Por supuesto que me duele.
Su voz sonaba ultrajada y ella tuvo que ocultar una
mueca.
-No creo que aquel hombre esperara que cayeras
delante de él.
-Cegato -murmuró Damon con un gesto de disgusto.
-Stefan dice que salvaste la vida de la mujer. Atraparon
al ladrón y tenía una lista de antecedentes bastante abultada, la mayoría de
asaltos violentos, y había matado a dos mujeres.
Stefan también le había dicho que le mujer había
acudido al hospital a dar las gracias a Damon, pero sus guardaespaldas tenían
orden de no dejar pasar a nadie más que a su hermano, a Caroline y a ella.
-No la dejaste darte las gracias.
-No necesito que me dé las gracias. Soy un hombre y
no podía pasar a su lado y no hacer nada.
-Si te interesa mi opinión, eres más que un hombre
normal -le sonrió ella-. Eres un héroe.
Sus ojos sonrieron un poco.
-Caroline cree que todo esto -señaló a sus piernas
inmóviles- es culpa mía.
Elena se levantó de un salto y le puso la mano sobre
el brazo, en un gesto de protección.
-No, no debes pensar eso. Te comportaste como el
mejor de los hombres y pagaste el precio, pero no debes dejar que eso te
impida hacerlo de nuevo.
Él le tomó la mano y ella recordó el día anterior,
la maravillosa sensación de su tacto y el sentimiento de ser utilizada para
darle celos a Caroline.
Ella retiró la mano y dio un paso hacia atrás.
-No voy a quedarme mucho tiempo más -dijo ella
rápidamente.
-¿Por qué? ¿Tienes una cita romántica con Stefan?
-preguntó el, volviendo al enfado irracional de antes.
-Me va a llevar a cenar, pero yo no lo llamaría una
cita romántica.
-¿Estás ilusionándote con poner fin a tu soltería
con mi hermano? Él no está listo para asentarse aún.
Ella apretó los dientes.
-No me estoy ilusionando con nada, y mucho menos
con la idea de casarme. Vamos a ir a cenar, porque a él no le importa estar
conmigo.
-A mí no me importa estar contigo -dijo, señalándose
al pecho con arrogancia—. Podrías cenar aquí conmigo.
-¿Qué pasa? ¿Caroline no puede liberarse un momento
de su ajetreada agenda de modelo para cenar contigo? -preguntó Elena con una
amargura poco común en ella, aún enfadada por el modo en que él la había
utilizado para poner celosa a la
otra mujer el día anterior. Y el comentario acerca de su soltería tampoco había
alentado sus sentimientos más caritativos, desde luego.
-Mi prometida no es asunto tuyo.
Elena se ablandó. No había estado bien decir eso y
ella sabía que toda esa ira sólo escondía el dolor. Caroline era una persona
egoísta que no sabía anteponer los intereses de otra persona a los suyos. Damon
estaba cansado y con dolores, no sabía si volvería a andar y ella portándose
como una bruja también...
-Podría llamar a Stefan y decirle que compre algo
para cenar y que lo traiga aquí -ofreció ella como propuesta de paz.
-Yo le llamaré.
Y eso hizo. Le dio una serie de instrucciones en una
explosión de italiano hasta que colgó.
-Le he dicho que te busque una habitación para ti
sola.
-Te he oído, pero no será necesario. Sólo me voy a
quedar una noche más. Estoy segura de que mi reputación y su virtud serán
capaces de superar una prueba tan corta.
Damon pareció disgustado.
-Yo no he dicho que fueras a atacarlo.
-¿Cómo si no lograría una solterona como yo llevar a
un fogoso italiano como tu hermano al altar?
-¿Por qué has dicho que te quedarás sólo una noche
más? -dijo él, ignorando sus provocadoras palabras.
-Voy a volver a casa mañana.
-¿Por qué vas a hacer eso? No estoy bien aún. ¿Acaso
me ves preparado para irme de aquí? -su voz sonaba como si estuviera a punto de
explotar.
Ella no podía imaginar el motivo.
-No necesitas que me quede para agarrarte de la
mano. Tienes a Stefan y a Caroline, y a tu prometida no
le gusta tenerme merodeando por aquí
no podía olvidarse de aquello.
-No estuviste a mi lado durante cinco días enteros
para complacer a Caroline.
Así pues, él lo sabía. Probablemente había deducido
lo mucho que lo quería, lo que le daba un motivo más para marcharse. Su orgullo
ya había quedado bastante dañado por los desagradables comentarios de Caroline.
-Ya estás mejor.
Él alargó la mano y la agarró por la muñeca, tirando
de ella hacia la cama. Casi le hacía daño.
-No estoy bien. No puedo andar.
-Pero andarás.
La frustración era evidente en el gesto de sus
labios.
-Sí. Tú y yo lo creemos, pero mi hermano y mi prometida
tienen dudas sobre ello.
-Sólo tienes que demostrarles que se equivocan.
Él asintió con la cabeza. Su arrogante confianza en
su recuperación le agradó.
-No deseo hacerlo solo —aquellas palabras pronunciadas
por Damon la sorprendieron tanto, que no pudo responder-. Necesito que creas en
mí, cara.
Ella casi se desmayó por la sorpresa que le produjeron
sus palabras.
-¿Me necesitas? -preguntó en un murmullo ahogado.
-Quédate -sonaba más como una orden arrogante que
como una llamada de auxilio, pero Elena sabía lo que le había costado decirlo y
no podía negarse.
-De acuerdo.
Él sonrió y la atrajo hacia sí para darle un beso de
agradecimiento, o al menos eso supuso ella que sería, pero Damon la besó en los
labios, no en la mejilla, y en el momento en que sus bocas se encontraron, el
resto del mundo dejó de existir para ella.
Capitulo 03
genial¡ espero que caroline no aparezca ahora si no se armara jaja gracias por el capitulo¡ espero el próximo >^.^<
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