Capítulo 4
Menos de tres horas después, Elena se hallaba en el vestíbulo de su casa, con una maleta a sus pies. Cuando por fin había salido de la mansión Salvatore estaba casi amaneciendo, cosa que le había desorientado. Milagrosamente, su padre no se hallaba en casa. La madrastra de Elena le había informado de que se había marchado la noche anterior a Londres, para intentar que sus primos le prestaran dinero.
Elena había temido el encuentro con él,porque evidentemente sabría que ella se había llevado el testamento.
Había despertado a su hermana y le había contado lo que sucedía, aunque omitiendo la auténtica razón por la cual Damon le había pedido que se fuera a vivir con él. Katherine, lógicamente, se había preocupado.
—Pero Elena, nos odian. ¿Y a qué te refieres con que acabas de conocerlo y te has enamorado de él? ha sido muy rápido, nunca me habías comentado nada...
Elena odiaba mentir a su hermana. Sonrió tensa y le explicó que se habían conocido en la fiesta, y que no habían querido decir nada para que su padre no se enterara.
—Katherine, no quería que te preocuparas. Ni siquiera yo sabía qué sucedería, si él volvería a Atenas. Pero lo ha hecho...
—dijo, y se sonrojó al recordar el beso en el estudio—. Y quiere que me vaya a vivir con él.
Sé que todo parece raro y demasiado rápido, pero confía en mí,
¿De acuerdo? sé lo que me hago.
Le habló de la relación de Damon con el padre de Stefan, y de lo que había prometido hacer y, al ver la reacción de júbilo de su hermana, supo que no le quedaba más remedio que seguir su destino.
—Elena, no eres la responsable de todo. Hacer esto por nosotros es más que suficiente. Estaré bien, te lo prometo. Ya es hora de que vivas tu propia vida.
Elena se habría reído de no ser por el temor a acabar llorando. no podría vivir su propia vida hasta que Damon se cansara de ella. Su única esperanza residía en que, al ver que era tan inexperta, se le quitarían las ganas y se contentaría con lucirla como un trofeo hasta considerar sus deudas pagadas.
¿Por qué, ante esa idea, le invadía la decepción? reprimió bruscamente esa idea. Su mente estaba jugándole una mala pasada.
Acababa de llamar al hotel donde trabajaba y se había despedido. Ya no tenía solución. Inspiró hondo y agarró su pequeña maleta. Era momento de irse.
***
— ¿Tu padre no va a estar también en la mansión?
Damon la había conducido a un suntuoso dormitorio y estaba enseñándole la puerta que comunicaba con el suyo. Elena habló más que nada para ocultar su pánico. Lo vio girarse y apoyarse tranquilamente contra la puerta.
Habían transcurrido pocas horas entre su salida y su regreso a la mansión, y le molestó el aspecto descansado y vital de Damon. Ella se sentía sudorosa, le escocían los ojos y seguía aturdida por lo sucedido.
La voz de él la devolvió al presente.
—Mi padre va a quedarse en la isla indefinidamente. Los médicos le han prohibido estresarse, y en Atenas es incapaz de mantenerse alejado del trabajo.
Elena se sintió irracionalmente culpable por esa mala relación. Pero cualquier signo de empatía sería mal aceptado. De todas formas, él ignoraba sus sentimientos. La llevó al vestidor y, cuando la miró de arriba a abajo, Elena deseó que la tragara la tierra. Aún vestía la misma ropa de antes.
—Haré que un estilista te vea mañana y te prepare un vestuario completo. A partir de ahora, parecerás la mujer mantenida que eres.
Elena divisó la enorme cama por el rabillo del ojo y se asustó.
—Adelante, llena este vestidor de cosas. Estaré encantada de representar mi papel.
Él se le acercó, haciendo que se le disparara el pulso, y sonrió cínicamente.
—No creo que tengas que fingir mucho. Pero verte tan asustadiza me intriga. Creía que estarías encantada de que te hubiera escogido como amante. Olvidas que provengo de Nueva York, el hábitat natural de las caza fortunas. Tus oscuras intenciones no pueden sorprenderme.
Elena quiso protestar, pero no le salían las palabras. Para su mayor consternación, Damon miró su reloj y anunció:
—Tengo que ir a trabajar. ¿Por qué no te echas un rato? pareces cansada.
Y dicho eso, se marchó y ella se quedó sola. Entró en el cuarto de baño y se miró al espejo. No sólo parecía cansada, sino traumatizada. Exhausta y algo atontada, se quitó la ropa y se metió en la ducha un largo rato.
Luego, se secó el pelo, cerró las cortinas, se metió en la cama más suave en la que había estado nunca y se sumió en un sueño profundo.
***
Primero sintió un suave balanceo. Y luego oyó una voz grave y enternecedora. Sonrió. El balanceo se volvió más fuerte.
—Elena...
No estaba soñando. Se despertó al instante, y vio a Damon Salvatore muy cerca de ella, demasiado, sentado en la cama y con rostro impenetrable. Entonces, recordó todo. no se encontraba en su cama: estaba en la mansión de él y había aceptado convertirse en su amante.
Se tapó con la sábana, a pesar de que estaba vestida con pantalones y camiseta. Se echó hacia atrás todo lo que pudo, lejos de él. Se sentía expuesta porque él la había visto durmiendo. ¿Cuánto tiempo llevaría allí?
Vio que él se ponía en pie y le preguntó con voz ronca:
— ¿Qué hora es?
—Las ocho de la tarde.
Elena se incorporó sorprendida.
— ¿He dormido todo el día?
Damon asintió y abrió las cortinas. El sol estaba poniéndose en el horizonte. Elena estaba completamente desorientada. Vio que él se disponía a salir de la habitación.
—La cena es dentro de veinte minutos. Te espero abajo—anunció sin mirarla.
***
Mientras esperaba a Elena, Damon se acercó a las puertas del comedor que daban a la terraza. La terraza adonde había sacado a Elena la noche de la fiesta. Aún no había asimilado que llevaba apenas veinticuatro horas en Atenas, y ella ya vivía en su casa. Extrañamente, sentía que era lo que debía ser.
Al verla dormida, con una leve sonrisa y aquel lunar en la comisura de la boca, había deseado besarla. Y hacer mucho más con ella. Pero, cuando ella se había despertado, todavía se la veía cansada. tenía el pelo algo despeinado, agolpado sobre uno de sus hombros desnudos, ya que se le había bajado el
Tirante de la camiseta. le había resultado increíblemente sexi y, al mismo tiempo, muy vulnerable, y había sentido cierta incomodidad ante lo rápido que habían sucedido las cosas desde que la había visto entrar silenciosamente en su casa. Él había ignorado esa incomodidad. y las tres horas que había estado esperando a que regresara habían sido una tortura:
Había temido que ella no regresara, que lo desobedeciera. Se dio cuenta de que, al pensar en eso, había apretado los puños,y se obligó a relajarlos.
Pensó en el aspecto exhausto de ella a su regreso, en sus ojeras...
«Entró en esta casa a robarnos», se recordó. Con más esfuerzo del que debería, reprimió su preocupación. El deseo lo poseía. Esa noche, ella sería suya y, en poco tiempo, pasaría a ser tan predecible como el resto de las mujeres que él había conocida o, intentando utilizar la emoción de la intimidad para manipularlo.
Oyó abrirse la puerta y se giró lentamente. Elena iba a enfrentarse a las consecuencias de sus acciones.
***
Elena se estremeció cuando una sonriente doncella la condujo al comedor, y vio a Damon de espaldas a ella. No sabía cómo comportarse en una situación así.
No tenía ni idea de qué se esperaba de ella. De pronto, se sintió tremendamente sola.
Al ver que él se giraba lentamente, experimentó un cataclismo. Antes, no había reparado en cómo iba vestido, estaba demasiado dormida. Pero en aquel momento se fijó en
Sus vaqueros deliciosamente gastados, que parecían una segunda piel sobre sus poderosos muslos y sus largas piernas.
Un polo negro resaltaba sus ojos oscuros y su piel cetrina. Los hombros parecían casi demasiado anchos para la tela, y de las mangas emergían unos enormes bíceps.
—Ven a contemplar las vistas, Elena.
«Ya lo estoy haciendo», estuvo a punto de contestarle ella, presa del pánico. se hallaba en una situación de la que no podía escapar, a causa de su impetuosidad y su deseo de que Katherine tuviera una vida normal.
Consciente de todo eso, se acercó a Damon con su vestido negro y su cabello recogido. Se ruborizó al ver que él la examinaba de arriba a abajo. en un momento de debilidad, había investigado por internet el tipo de mujeres con las que él solía salir: altas, rubias, muy arregladas; experimentadas. Todo lo contrariado a ella.
—Muy recatada —murmuró él cuando se le acercó.
—De haber sabido que era algo informal, yo también me habría puesto unos vaqueros —replicó ella tensa, con la mirada fija en el paisaje de Atenas.
Aunque era espectacular, no superaba la belleza del hombre que tenía al lado.
—Me gusta vestir informal en casa, así que aquí puedes ir como quieras... incluso desnuda, si lo prefieres —terminó él suavemente.
Elena se ruborizó aún más ante el tono burlón. ¿Qué demonios veía en ella?
—No lo creo.
-Qué pena.
Él le ofreció una copa de vino. Elena la tomó; lo que fuera para darle valentía.
— ¿Qué te parecen las vistas? ¿A que son fabulosas?
Elena elevó la mirada y contempló el perfil de Damon, con un leve golpe en la nariz, y la cicatriz sobre el labio. Rápidamente, agachó la cabeza, temerosa de que él la sorprendiera mirándolo.
—Sí, son muy bellas —respondió.
Se acordó de algo y comprobó la hora.
—De hecho, en cualquier momento... sí, ahí lo tienes —dijo,señalando la acrópolis a lo lejos, empezando a iluminarse.
Oyó a Damon tomar aire sorprendido, pero no se atrevió a mirarlo.
La acrópolis iluminada le parecía mágica. ¿Le ocurriría lo mismo a él? sintió una sacudida interior al pensar en que ella había crecido viendo aquello, pero él no había podido.
—La había visto iluminada antes, pero nunca el momento en que las luces comienzan a encenderse —comentó él.
Elena murmuró algo, sintiéndose tremendamente culpable, y respiró aliviada cuando la doncella entró con la cena.
Damon hizo que Elena lo precediera camino de la mesa. observó su cabello oscuro y sedoso recogido en un moño bajo, y su cuello largo y elegante. Luego se detuvo en sus piernas
Desnudas, delgadas pero bellamente contorneadas, que lo excitaban.
El nerviosismo de ella le había sorprendido. ¿Por qué seguía fingiéndolo, si ya habían establecido las cosas entre ellos? y eso de recomendarle ver la acrópolis iluminada, que en otras circunstancias él habría considerado un gesto dulcemente considerado... ella no estaba comportándose como él habría imaginado, al verse tan crudamente manipulada.
Se sentaron. Damon la fulminó con la mirada, pero ella tenía la vista gacha, y estaba atareada enderezando sus cubiertos y su servilleta. Tramaba algo, intentaba desarmarlo por alguna razón, se dijo Damon. Recordó que había pasado por su casa, y su padre debía de haberle aconsejado. Maldijo en voz baja. No confiaba en ella, ¿por qué intentaba comprender su comporta- miento? el único comportamiento que debía importarle era como su amante, tanto en sociedad como en su cama.
Elena se esforzó por comerse la deliciosa cena, pero le sabía a serrín. Lo único que existía para ella era el hombre cenando a su izquierda. No podía apartar la mirada de sus manos, de aspecto tan poderoso. La tensión iba aumentando, sobre todo cuando imaginaba esas manos en otros lugares. Por ejemplo, sobre ella.
Él, sin embargo, parecía feliz de concentrarse en su comida. Elena tenía multitud de preguntas para hacerle: ¿esperaba acostarse con ella esa noche? ¿Cómo reaccionaría cuando descubriera su falta de experiencia? ¿La rechazaría como había hecho Aquiles? ¿Y por qué esa idea le dolía tanto? ¿por qué no podía dejar de pensar en él, a pesar de que estaba chantajeándola?
Se sentía más confusa y vulnerable que nunca. Sintió algo rozándole la pierna bajo la mesa y dio un grito, al tiempo que se le caía el cuchillo al suelo. Entonces vio que se trataba de un gato. Después de disculparse, y de que la doncella le llevara un cuchillo nuevo, se quedaron solos de nuevo.
Damon dejó los cubiertos en el plato y Elena dio un respingo.
— ¿Por qué estás tan tensa?
Ella lo miró con recelo. Intentó responder, pero no le salían las palabras. De pronto, el ambiente se había vuelto denso, cargado de electricidad. ¿Era eso el deseo?
— ¿No tienes apetito? —inquirió él, enarcando una ceja.
Ella negó con la cabeza y vio que él clavaba la mirada en su boca. Sintió un cosquilleo. ¿por qué diablos no podía ser inmune a él, ponerse en pie asqueada y decirle que, si la tocaba, llamaría a la policía? pues porque seguramente sería él quien avisara a la policía, y Katherine y Stefan volverían al punto de partida. O a algo peor, dada la tormenta mediática.
De pronto, le asaltó la auténtica razón: a pesar de todo, quería que él la tocara. Lo deseaba desde el momento en que lo había visto salir de la piscina... odiaba admitirlo, sobre todo cuando había eliminado el sexo de su vida tras su primera experiencia.
Sus hormonas la habían traicionado y se habían puesto del lado de aquel hombre.
De pronto, Damon se puso en pie. Los ojos le brillaban,prometedores.
—A mí también se me ha pasado el hambre de comida.
Algo en su tono de voz resonó en el interior de Elena. Vio que él le tendía una mano, y dudó antes de tomarla. Se dijo que aquello era parte del acuerdo. Estaba asegurando la libertad y felicidad de Katherine. Lo único que tenía que hacer era... se tropezó conforme salían del comedor. Se encontraron con la doncella, y Damon explicó que estaban cansados y se iban a la cama.
A Elena se le encendieron las mejillas y, conforme subían las escaleras, intentó soltarse, presa del pánico.
—Sabe exactamente lo que vamos a hacer.
—Espero que sí. Eres mi amante —señaló él secamente—. Y, si los chismorreos aquí se parecen algo a los de Nueva York, mañana toda Atenas sabrá que me he acostado con Elena Gilbert.
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