Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

01 marzo 2013

Shades Capitulo 04


Capítulo 4
Cuando la cordura regresa, abro mis ojos y veo hacia arriba el rostro del
hombre que amo. La expresión de Damon es suave, tierna. Acaricia su
nariz contra la mía, apoyando su peso sobre los hombros, sus manos
manteniendo las mías a los lados de mi cabeza. Tristemente sospecho que es para que no lo toque. Planta un beso gentil sobre mis labios mientras se desliza fuera de mí.


—He extrañado esto —exhala.

—También yo —susurro.

Me toma de la barbilla y me besa fuertemente. Un apasionado e implorante beso, ¿pidiéndome qué? No lo sé. Me deja sin aliento

—No me dejes otra vez —implora, mirando fijamente a mis ojos, su rostro serio.

—Está bien —susurro y le sonrío. Su sonrisa de respuesta es deslumbrante; alivio, júbilo y alegría infantil se combinan en una mirada encantadora que fundiría el más frío de los corazones.

—Gracias por el iPad.

—Más que bienvenida, Elena.

—¿Cuál es tu canción favorita de ellas?

—Now that would be telling. —Sonríe—. Vamos, cocíname algo de comida, muchacha, me muero de hambre —agrega sentándose repentinamente y jalándome con él.

—¿Muchacha? —Río tontamente.

—Muchacha. Comida, ahora, por favor.

—Ya que lo pides tan dulcemente, señor, me pondré en ello justo ahora.

Mientras me apresuro fuera de la cama, dejo caer mi almohada, revelando el desinflado globo de helicóptero debajo. Damon lo alcanza y me mira,
desconcertado.

—Ese es mi globo —digo, sintiéndome posesiva mientras alcanzo mi bata y la envuelvo alrededor de mí. Oh Jesús… ¿Por qué tenía que encontrarlo?

—¿En tu cama? —murmura.

—Sí. —Me sonrojo—. Me ha estado haciendo compañía.

—Suertudo Charlie Tango —dice sorprendido.

Sí, soy sentimental, Salvatore, porque te amo.

—Mi globo —digo otra vez y me giro sobre mis talones en dirección a la cocina, dejándolo sonriendo de oreja a oreja.

*  *  *

—Damon y yo nos sentamos en la alfombra persa de Katrina, comiendo pollo salteado y fideos en tazones de porcelana con palillos y bebiendo frío Pinot Grigio blanco. Damon se apoya sobre el sofá, sus largas piernas extendidas delante de él. Está vistiendo sus jeans y su camisa con un cabello de recién follado, y eso es todo. El Buena Vista Social Club canta suavemente en el fondo desde el iPod de Damon.

—Está buena —dice apreciativamente mientras escarba en la comida.

Estoy sentada de piernas cruzadas a su lado, comiendo con avidez más que hambrienta y admirando sus pies desnudos.

—Usualmente hago todo lo de cocinar. Katrina no es una gran cocinera.

—¿Tu madre te enseñó?


—No realmente —me burlo—. Para el momento en que estuve interesada en aprender, mi madre estaba viviendo con su esposo número tres en Mansfield, Texas. Y Matt, bien, él habría vivido a base de tostadas y comida para llevar si no fuera por mí.
Damon se me queda mirando.

—¿No te quedaste con tu madre en Texas?

—No. Steve, su esposo y yo, no nos llevamos bien. Extrañaba a Matt. Su
matrimonio con Steve no duró mucho. Volvió en sí, creo. Nunca habla de él     —agrego tranquilamente. Pienso que es una parte oscura de su vida de la que nunca discutimos.

—Entonces viniste a vivir a Washington con tu padre adoptivo.

—Sí.

—Suena como si cuidaras de él —dice suavemente.

—Supongo. —Me encojo de hombros.

—Estas acostumbrada a cuidar de las personas.

El tono de su voz llama mi atención, y lo miro.

—¿Qué es? —pregunto, sorprendida por su expresión cautelosa.

—Quiero cuidar de ti. —Sus ojos luminosos brillan con alguna emoción
desconocida.

Mi ritmo cardiaco aumenta.

—Lo noté —susurro—. Solo que lo haces de una extraña manera.

Su frente se arruga.

—Es la única forma que conozco —dice tranquilamente.

—Aún estoy molesta contigo por comprar AIPS.
 Sonríe.

—Lo sé, nena, pero el que estés molesta no me detendrá.

—¿Qué le voy a decir a mis colegas, a Ty?

Entorna los ojos.

—Ese hijo de puta mejor ve por sí mismo.

—¡Damon! —lo reprendo—. Es mi jefe.

La boca de Damon se presiona en una dura línea. Luce como un revoltoso chico de escuela.

—No les digas —dice.

—¿Que no les diga qué?

—Que me pertenece. Los acuerdos fueron firmados ayer. Las noticias están embargadas por cuatro semanas, mientras que la administración de AIPS hace algunos cambios.

—Oh… ¿estaré sin trabajo? —pregunto alarmada.

—Sinceramente lo dudo —dice Damon con ironía, tratando de ocultar su sonrisa.

Frunzo el ceño.

—¿Si lo dejo y encuentro otro trabajo, comprarás esa compañía también?

—No estarás pensando en dejarlo, ¿verdad? —Su expresión se altera, cautelosa una vez más.

—Posiblemente. No estoy segura de que me estés dando una gran cantidad de opciones.

—Sí, compraría esa compañía también —dice firmemente.

Le frunzo el ceño otra vez. Estoy en una situación de no ganar aquí.

—¿No piensas que estás siendo un poco sobreprotector?

—Sí. Soy plenamente consciente de cómo se ve.

—Llama al Dr. Flynn —murmuro.

Pone su tazón vacío en el piso y me mira impasiblemente. Suspiro. No quiero pelear. Levantándome, recojo su tazón.

—¿Te gustaría un postre?

—¡Ahora estás hablando! —dice dándome una sonrisa lasciva.

—No yo. —¿Por qué no yo? Mi Diosa interior despierta de su siesta y se sienta en posición vertical, toda oídos—. Tenemos helado. Vainilla —digo con una risita.

—¿De verdad? —La sonrisa de Damon se hace más grande—. Pienso que
podemos hacer algo con eso.

¿Qué? Lo miro atónita mientras se pone de pie grácilmente.

—¿Puedo quedarme? —pregunta.

—¿A qué te refieres?

—La noche.

—Asumí que lo harías. —Me sonrojo.

—Bien. ¿Dónde está el helado?

—En el horno. —Le sonrío dulcemente.

Inclina la cabeza a un lado, suspira, y sacude su cabeza hacia mí.

—El sarcasmo es la forma más baja de ingenio, señorita Gilbert. —Sus ojos brillan.

Oh mierda. ¿Qué está planeando?

—Podría ponerte sobre mi rodilla.

Dejo los tazones en el lavabo.

—¿Tienes esas bolas de plata?


Palmea sus manos bajo su pecho, su vientre, y los bolsillos de sus jeans.

—Curiosamente no llevo un par de repuesto conmigo. No muchos las piden en la oficina.

—Me agrada oírlo, Sr. Salvatore, y creo que dijiste que el sarcasmo es la forma más baja de ingenio.

—Bien, Elena, mi nuevo lema es “si no puedes vencerlos, únete a ellos.”

Me quedo boquiabierta ante él —no puedo creer que haya dicho eso— y luce enfermizamente complacido consigo mismo mientras me sonríe. Girándose, abre el congelador y saca la caja de cartón, la más fina vainilla de Ben & Jerry.

—Esto estará bien. —Mira hacia mí, sus ojos oscuros—. Ben & Jerry & Lena       —dice cada palabra lentamente, enunciando cada sílaba claramente.

Oh, fóllame. Creo que mi mandíbula inferior está en el piso. Abre el cajón de los cubiertos y toma una cuchara. Cuando me mira, sus ojos están entornados, y su lengua roza sus dientes superiores.
Oh, esa lengua.

Me siento sin aliento. El deseo oscuro, liso y sin sentido corre caliente a través de mis venas. Vamos a pasarla bien con la comida.

—Espero que estés caliente —susurra—. Voy a refrescarte con esto. Ven.           —

Extiende su mano y yo pongo la mía en la suya.

En mi habitación pone el helado en mi mesita de al lado, sacando la manta de la cama, y quitando ambas almohadas, apilándolas en el suelo.

—Tienes un cambio de sábanas, ¿no?

Asiento, mirándolo, fascinada. Sostiene a Charlie Tango.

—No te metas con mi globo —advierto.

Sus labios se curvan en una media sonrisa.

—No se me ocurriría, nena, pero quiero meterme contigo y con estas sábanas.




 
Mi cuerpo prácticamente convulsiona.

—Quiero atarte.
Oh.

—Está bien —susurro.

—Solo tus manos. A la cama. Necesito que estés quieta.

-Está bien —susurro otra vez, incapaz de hacer nada más.

Se acerca a mí, sin quitar sus ojos de los míos.

—Usaremos esto. —Se apodera del cinturón de mi bata y con deliciosa, burlona lentitud, deshace el nudo y gentilmente lo libera de la prenda.

Mi bata cae abierta mientras me quedo paralizada bajo su mirada caliente. Después de un momento, desliza mi bata fuera de mis hombros. Cae en una piscina a mis pies entonces estoy parada desnuda frente a él. Sostiene mi rostro con sus nudillos, y su toque resuena en las profundidades de mi ingle. Inclinándose, besa mis labios brevemente.

—Recuéstate en la cama, con el rostro arriba —murmura sus ojos oscureciéndose, quemando en los míos.


Hago lo que me dijo. Mi habitación está sumida en la oscuridad excepto por la suave, insípida luz de mi lámpara.

Normalmente odio las bombillas de ahorrar energía —son tan débiles— pero estando aquí desnuda, con Damon, estoy agradecida por la luz tenue. Se queda de pie al lado de la cama mirándome.

—Podría mirarte todo el día, Elena —dice y se arrastra sobre la cama, sobre mi cuerpo, y se extiende sobre mí—. Brazos sobre tu cabeza —ordena.

Lo cumplo y él rápidamente sujeta el final del cinturón de mi bata, rodeando mi muñeca izquierda pasándola a través de las barras de metal en la cabecera de mi cama. Lo sujeta apretadamente de manera que mi brazo izquierdo está doblado por encima de mí. Entonces asegura mi mano derecha, atándolo apretadamente.

Cuando estoy atada, lo miro, se relaja visiblemente. Le gusta que esté atada. De esta forma no puedo tocarlo. Se me ocurre que ninguna de sus sumisas, cualquiera de ellas, lo ha tocado, y lo que es más, ninguna de ellas ha tenido la oportunidad de hacerlo. Siempre ha tenido el control y la distancia. Esa es la razón de que le gusten sus reglas.

Escala sobre mí y se inclina para darme un beso en los labios. Entonces se levanta y saca su camisa por encima de su cabeza. Se deshace de sus jeans y los deja caer en el piso.
Está gloriosamente desnudo. Mi Diosa interior está haciendo un giro triple fuera de las barras asimétricas, y abruptamente mi boca se seca. Realmente es mucho más que hermoso. Tiene un físico dibujado en líneas clásicas: hombros anchos y musculosos, caderas estrechas, el triángulo invertido. Obviamente trabajados.
Podría mirarlo todo el día. Se mueve al final de la cama y agarra mis tobillos, jalándome con rapidez y bruscamente hacia debajo de manera que mis brazos están extendidos e imposibles de mover.

—Así está mejor —murmura.
Recogiendo el envase de helado. Sube suavemente de regreso en la cama a horcajadas sobre mí una vez más. Muy lentamente, quita la tapa del envase y sumerge dentro la cuchara.

—Hmm… aun así es bastante difícil —dice con una ceja levantada. Sacando una cuchara llena de vainilla, la mete en su boca—. Delicioso —murmura, lamiendo sus labios—. Increíble cómo puede saber la buena, llana y vieja vainilla. —Me mira hacia abajo y sonríe—. ¿Quiere un poco? —se burla.

Se ve tan locamente caliente, joven y despreocupado, sentado sobre mí y comiendo de un envase de helado; sus ojos brillando, su rostro luminoso. ¿Oh qué infiernos va a hacerme? Como si no pudiera decirlo. Asiento, tímidamente.

Saca otra cuchara llena y me la ofrece, entonces abro mi boca, entonces
rápidamente la mete en su boca otra vez.

—Está demasiado bueno para compartir —dice, sonriendo con malicia.



 —Hey —empiezo a protestar.

—¿Por qué señorita Gilbert, te gusta tu vainilla?

—Sí —digo más fuerza de lo que requiere y trato en vano de demostrárselo.

Él ríe.

—Tenemos una luchadora, ¿no? Yo no haría eso si fuera tú.

—Helado —pido.

—Bueno, ya que me has complacido mucho hoy, señorita Gilbert. —Cede y me ofrece otra cucharada. Esta vez me deja comerla.

Quiero reír tontamente. Está realmente disfrutando, y su buen humor es
contagioso. Saca otra cucharada y me alimenta una vez más, entonces lo hace nuevamente. Está bien, suficiente.

—Hmm, bien, esta es una forma de asegurarme que comas; obligarte a comer.

Podría acostumbrarme a esto.

Tomando otra cucharada, me la ofrece. Esta vez mantengo mi boca cerrada y sacudo mi cabeza, y él deja que lentamente se derrita en la cuchara, entonces el helado derretido gotea, sobre mi garganta, sobre mi pecho. Se agacha y muy lentamente las lame. Mi cuerpo se enciende con anhelo.

—Hmm. Sabe mejor en ti, señorita Gilbert.

Jalo de mis ataduras y la cama cruje ominosamente, pero no me importa; estoy quemándome con deseo, está consumiéndome. Toma otra cucharada y deja el helado gotear por mis pechos. Entonces con la parte trasera de la cuchara, la esparce sobre cada pecho y pezón.

Oh… está fría. Mis pezones se endurecen bajo la frescura de la vainilla.

—¿Frío? —pregunta Damon suavemente, y empieza a lamer y succionar todo el helado sobre mí una vez más, su boca caliente en comparación con la frescura del hielo.

Oh mi… Es una tortura. Mientras empieza a derretirse, el helado corre fuera de mí en riachuelos sobre la cama. Sus labios continúan su lenta tortura, succionando fuertemente, acariciando, suavemente. ¡Oh por favor! Estoy jadeando

—¿Quieres un poco? —Y antes de que pueda aceptar o denegar su oferta, su lengua está en mi boca, está fría y experta y sabe a Damon y vainilla. Delicioso.

Y mientras me estoy acostumbrando a la sensación, se endereza otra vez y corre otra cucharada de helado abajo en el centro de mi cuerpo, alrededor de mi estómago, y en mi ombligo donde deposita una gran porción de helado. Oh, esto está más frío que antes, pero extrañamente quema.

—Ahora, has hecho esto antes. —Los ojos de Damon brillan—. Tienes que quedarte quieta o habrá helado sobre toda la cama. —Besa cada uno de mis pechos y succiona cada uno de mis pezones duros, entonces sigue la línea de helado bajo mi cuerpo, succionando y lamiendo mientras avanza.
Y trato, trato de quedarme quieta a pesar de la embriagadora combinación de frío y su candente toque. Pero mis caderas empiezan a moverse involuntariamente, girando a su propio ritmo, atrapada en su hechizo de fresca vainilla. Se mueve más abajo y comienza a comerse el helado en mi vientre girando su lengua dentro y alrededor de mi ombligo.

Gimo. Santo cielo. Está frío, es caliente, es tentador, pero no se detiene. Siguiendo el helado más abajo en mi cuerpo, en mi vello púbico, sobre mi clítoris. Chillo, sonoramente.

—Cállate —dice Damon suavemente mientras su mágica lengua hace el trabajo lamiendo la vainilla, y ahora estoy quejándome en voz baja.

—Oh… por favor… Damon.

—Lo sé, nena, lo sé. —Respira mientras su lengua obra su magia. No se detiene, simplemente no se detiene, y mi cuerpo está escalando, alto, más alto. Desliza un dedo en mi interior, entonces otro, y los mueve con agonizante lentitud dentro y fuera—. Justo aquí —murmura y acaricia rítmicamente la pared frontal de mi vagina mientras continúa exquisita, lentamente lamiendo y chupando.

Santo cielo jodido.
Estalló inesperadamente en un alucinante orgasmo que aturde todos mis sentidos, borrando todo lo que pasa fuera de mi cuerpo mientras me retuerzo y gimo. Jesús, eso fue rápido.

Vagamente me doy cuenta que ha detenido sus atenciones. Se cierne sobre mí, deslizando un preservativo, y entonces está dentro de mí, fuerte y rápido.

—¡Oh sí! —gruñe mientras choca contra mí. Está pegajoso, el resto del helado derretido extendiéndose entre nosotros. 

Es una extraña sensación de distracción, pero una que puedo mantener por mucho más de unos segundos, entonces Damon sale repentinamente de mí y me gira sobre mí misma. 

—Así —murmura, y abruptamente está otra vez en mi interior, pero no comienza con su usual ritmo de castigo de inmediato. Se estira, libera mis manos, y me jala hacia arriba de manera que estoy prácticamente sentada sobre él. Sus manos se mueven hacia mis pechos, y sus palmas, ambas tirando suavemente de mis pezones. Gimo, echando mi cabeza sobre su hombro. 
Acaricia mi cuello, mordiéndolo, mientras flexiona sus caderas, deliciosamentelento, llenándome una y otra vez. 

—¿Sabes lo mucho que significas para mí? —susurra contra mi oído.

—No —jadeo.

Sonríe contra mi cuello y sus dedos se curvan alrededor de mi barbilla y mi garganta, sosteniéndome rápido por un momento.

—Sí, lo sabes. No voy a dejarte ir.

Gimo mientras aumenta su velocidad.

—Eres mía, Elena.

—Sí, tuya —jadeo.

—Yo cuido lo que es mío —sisea y muerde mi oreja.

Grito.

—Así es, nena, quiero oírte. —Envuelve una mano alrededor de mi cintura, mientras su otra mano agarra mi cadera, y se introduce en mí fuertemente, haciéndome gritar otra vez. Y el ritmo de castigo empieza. Su respiración se vuelve más y más áspera, irregular, igualando la mía. Siento la familiar aceleración en mi interior. Jesús, ¡otra vez!

Soy solo sensaciones. Esto es lo que me hace. Toma mi cuerpo y lo posee por completo, de manera que no puedo pensar más que en él. Su magia es poderosa, intoxicante. Soy una mariposa atrapada en su red, no puedo y no quiero escapar.

Soy suya… totalmente suya.

—Vamos nena —gruñe entre dientes y en el momento justo como el aprendiz de brujo que soy, me dejo llevar, y encontramos nuestro alivio juntos.

*  *  *

Estoy recostada en sus brazos sobre sábanas pegajosas. Su frente está presionado contra mi espalda, su nariz en mi cabello.

—Lo que siento por ti me asusta —susurro.

Él vacila.

—A mí también, nena —dice tranquilamente.

—¿Qué si me dejas? —El pensamiento es horrible.

—No lo haría de ninguna forma. Pienso que no podré tener nunca suficiente de ti, Elena.

Me giro y lo miro fijamente. Su expresión es seria, sincera. Me estiro y lo beso gentilmente. Sonríe y alcanza y mete mi cabello detrás de mi oreja.

—Nunca había sentido lo que sentí cuando me dejaste, Elena. Movería cielo y tierra para evitar sentirme así otra vez. —Suena triste, aturdido incluso.

Lo beso otra vez. Quiero iluminar su estado de ánimo de alguna manera, pero Damon lo hace por mí.

—¿Vendrás conmigo mañana a la fiesta de verano de mi padre? Es una cuestión de caridad anual. Dije que iría.

Sonrío, sintiéndome repentinamente tímida.

—Por supuesto que iré. —Oh mierda. No tengo nada que ponerme.

—¿Qué?

—Nada.

—Dime —insiste.

—No tengo nada que ponerme.

Damon se ve momentáneamente incómodo.

—No te enfades, pero aún tengo todas esas prendas para ti en casa. Estoy seguro de que hay un par de vestidos ahí.

Presiono mis labios.

—¿Ah, sí? —murmuro, mi voz sardónica. No quiero pelear con él esta noche.

Necesito una ducha.

*  *  *

La chica que luce como yo está parada fuera de AIPS. Excepto que… soy yo. Estoy pálida y sucia, y todas mis ropas son demasiado grandes; estoy mirándola, y ella viste mis ropas, feliz, saludable.

—¿Qué es lo que tienes que yo no? —preguntó.

—¿Quién eres tú?

—No soy nadie… ¿Quién eres tú? ¿Eres también nadie…?

—Ya somos dos entonces. No lo digas: lo contarían, sabes… —Ella sonríe, un lento, gesto malvado que se extiende por su rostro, y es tan escalofriante que empiezo a gritar.

*  *  *
 —¡Jesús, Lena! —Damon me sacude para despertarme.

Estoy desorientada. Estoy en casa… en la oscuridad… en la cama con Damon. Sacudo mi cabeza, tratando de aclarar mi mente.

—Nena, ¿estás bien? Estabas teniendo un mal sueño.

—Oh.

Enciende la lámpara entonces somos bañados en esa luz tenue. Me mira hacia abajo, su rostro marcado con preocupación.

—La chica —susurro.

—¿Qué es? ¿Qué chica? —pregunta en tono tranquilizador.

—Había una chica fuera de AIPS cuando salí esta tarde. Se veía como yo… pero no realmente.

Damon vacila, y mientras la luz de la lámpara al lado de la cama nos calienta, veo que su rostro está ceniciento.

—¿Cuándo fue? —susurra, consternado. Se sienta, mirándome hacia abajo.
                                                           
—Cuando salí esta tarde. ¿Sabes quién es ella?

—Sí. —Pasa su mano a través de su cabello.

—¿Quién?

Su boca presionada en una dura línea, pero no dice nada.

—¿Quién? —presiono.

—Es Leila.

Trago. ¡La ex–sub! Recuerdo a Damon hablando acerca de ella antes que
fuéramos al planeador.

Repentinamente, está irradiando tensión. Algo pasa.

—¿La chica que puso Toxic en tu iPod?

Me mira con ansiedad.

—Sí —dice—. ¿Dijo algo?

—Dijo: “¿Qué es lo que tienes que yo no?” y cuando le pregunté quién era, me dijo: “nadie”.

Damon cierra sus ojos como si le doliera. Oh no. ¿Qué ha pasado? ¿Qué significa para él?

Mi cuero cabelludo pica como agujas de adrenalina a través de mi cuerpo. ¿Qué pasa si ella significa mucho para él? ¿Quizás la extraña? Sé tan poco sobre su pasado… um, sus relaciones. Ella debió haber tenido un contrato, y debió haberle dado lo que quería, darle lo que necesitaba con alegría.

Oh no, cuando yo no puedo. El pensamiento me da náuseas.
Saliendo de la cama, Damon se arrastra en sus jeans y se dirige a la sala. Un vistazo a mi despertador muestra que son las cinco de la mañana. Ruedo fuera de la cama, poniéndome su camisa blanca, y siguiéndolo.

Santa mierda, está al teléfono.




 —Sí, fuera de AIPS, ayer… temprano en la tarde —dice calmadamente. Se gira hacia mí mientras me muevo hacia la cocina y me pregunta directamente—: ¿A qué hora exactamente?

—Alrededor de diez para las seis —murmuro. ¿A quién en la tierra está llamando a esta hora? ¿Qué ha hecho Leila? Pasa la información a quien quiera que esté en la línea, sin quitar sus ojos de mí, su expresión oscura y seria.

—Averigua como… sí… no lo hubiera dicho, pero entonces no pensé que podría hacer esto. —Cierra los ojos como si le doliera—. No sé cómo se vino abajo… sí, hablaré con ella… sí… lo sé… síguelo y hazme saber. Sólo encuéntrala, Welch; está en problemas. Encuéntrala. —Cuelga.

—¿Quieres algo de té? —pregunto. Té, la respuesta de Matt para todas las crisis y la única cosa que hace bien en la cocina. Lleno la tetera con agua.

—Ahora, me gustaría regresar a la cama. —Su mirada me dice que no es para dormir.

—Bien, necesito algo de té. ¿Quieres unirte a mí con una taza? —Quiero saber qué está pasando. No voy a ser distraída por el sexo.

Pasa su mano a través de su cabello con exasperación. 

—Sí, por favor —dice, pero puedo decir que está irritado.

Pongo la tetera en la estufa y me ocupo de las tazas de té y la tetera. Mi nivel de ansiedad se ha disparado a nivel de DEFCON ONE22. ¿Va a contarme el problema?
¿O voy a tener que escarbar?

Siento sus ojos en mí. Siento su incertidumbre, y su rabia es palpable. Le echo un vistazo y sus ojos brillan con aprehensión.
                                                          
22 DEFCON ONE: Es el máximo nivel de alerta. Nunca se ha utilizado. Está reservado para activarse ante un inminente ataque contra las fuerzas armadas estadounidenses o contra su territorio por una gran fuerza militar extranjera y autoriza el uso de armas de destrucción masiva.


—¿Qué es? —pregunto suavemente.

Sacude su cabeza.

—¿No vas a decirme?

Suspira y cierra los ojos.

—No.

—¿Por qué?

—Porque no tiene que ver contigo. No quiero enredarte en esto.

—No tendría que ver conmigo, pero lo tiene. Me encontró y me abordó fuera de mi oficina. ¿Qué sabe acerca de mí? ¿Cómo sabe dónde trabajo? Creo que tengo derecho a saber qué pasa.

Pasa su mano a través de su cabello otra vez, radiando frustración como si librara una batalla interna.

—¿Por favor? —pregunto suavemente.

Su boca se presiona en una dura línea, y rueda sus ojos hacia mí.

—Está bien —dice, resignado—. No tengo idea de cómo te encontró. Quizás nuestra fotografía en Portland, no lo sé. —Suspira otra vez, y siento su frustración dirigirse a sí mismo.

Espero pacientemente, vertiendo agua hirviendo mientras se pasea de aquí para allá. Después de un latido, continúa.

—Cuándo estaba contigo en Georgia, Leila regresó a mi apartamento sin anunciarse e hizo una escena delante de Gail.

—¿Gail?

—La Sra. Jones.

—¿A qué te refieres con “hacer una escena”?

Me mira, evaluando.

—Dime. Estás ocultando algo. —Mi tono es más forzado de lo que siento.

Me mira, sorprendido.

—Lena, yo…  —Se detiene.

—¿Por favor?

Suspira resignado.

—Hizo un intento fortuito de abrirse una vena.

—¡Oh no! —Eso explica el vendaje en su muñeca.

—Gail la llevó al hospital. Pero Leila se dio de alta a sí misma antes de que pudiera llegar ahí.

Mierda. ¿Qué significa esto? ¿Suicidio? ¿Por qué?

—El psiquiatra que la vio lo llamó un típico grito de ayuda. No creía que realmente fuera una situación de riesgo. A un paso de ideas suicidas, lo llamó. Pero yo no estaba convencido. He estado tratando de hacerle un seguimiento desde entonces para ayudarla.

—¿Le dijo algo a la Sra. Jones?

Me mira. Se ve realmente incómodo.

—No mucho —dice eventualmente, pero sé que no me está diciendo todo.

Me distraigo a mí misma vertiendo el té en las tazas. Entonces Leila quiere regresar a la vida de Damon ¿y elige un atentado suicida para atraer su atención? Whoa… asusta. Pero es efectivo. Damon deja Georgia para estar a su lado, ¿pero ella desaparece antes de que él llegue ahí? Qué extraño.

—¿No puedes encontrarla? ¿Qué hay de su familia?

—No saben dónde está. Ni siquiera su esposo.

—¿Esposo?

—Sí —dice directamente—. Ha estado casada cerca de dos años.

¿Qué?

—¿Entonces estuvo contigo mientras estaba casada? —Joder. Realmente no tiene límites.

—¡No! Buen Dios, no. Estuvo conmigo hace cerca de tres años. Entonces ella se fue y se casó con este chico poco después.

—Oh. Entonces, ¿por qué está tratando de llamar tu atención ahora?

Sacude su cabeza tristemente.

—No lo sé. Todo lo que hemos conseguido averiguar es que ella huyó de su esposo hace cerca de cuatro meses.

—Vamos a ver si lo entiendo. ¿No ha sido tu sumisa por tres años?

—Cerca de dos años y medio.

—Y ella quería más.

—Sí.

—¿Pero tú no?

—Sabes eso.

—Entonces te dejó.

—Sí.

—Pero, ¿por qué viene a ti ahora?

—No lo sé. —Y su tono de voz me dice que tiene por lo menos una teoría.

—Pero sospechas…

Estrecha los ojos perceptiblemente con ira

—Sospecho que tiene algo que ver contigo.
¿Conmigo? ¿Qué podría querer conmigo? “¿Qué es lo que tienes que yo no?”

Miro a cincuenta, magníficamente desnudo de cintura para arriba. Lo tengo a él; es mío. Eso es lo que tengo, y sin embargo se parece a mí: El mismo cabello oscuro y piel pálida. Frunzo el ceño ante el pensamiento. Sí… ¿Qué tengo que ella no tiene?

—¿Por qué no me lo dijiste ayer? —pregunta suavemente.

—Me olvidé de ella. —Me encojo de hombros en tono de disculpa—. Ya sabes, las bebidas después del trabajo, el final de mi primera semana. Tú viniendo al bar y tu… fiebre de testosterona con Ty, y entonces cuando llegamos aquí. Se deslizó de mi mente. Tienes el hábito de hacerme olvidar las cosas.

—¿Fiebre de testosterona? —Sus labios se curvan.

—Sí. El concurso de meadas.

—Te mostraré una fiebre de testosterona.

—¿No preferirías tomar una taza de té?

—No, Elena, no lo preferiría.

Sus ojos queman hacia mí, abrasándome con su mirada de “Te quiero y te quiero ahora”. Joder… es tan caliente.

—Olvídate de ella. Vamos. —Me ofrece su mano.

Mi Diosa interior hace tres vueltas para atrás sobre el piso de gimnasia mientras tomo su mano.

*  *  *

Me despierto. Demasiado caliente, y estoy envuelta en un desnudo Damon Salvatore.

A pesar de que está dormido, me sostiene cerca. La suave luz de la mañana se filtra a través de las cortinas. Mi cabeza está sobre su pecho, mi pierna enredada con las suyas, mi brazo sobre su estómago.

Levanto la cabeza ligeramente, con miedo de poder despertarlo. Se ve tan joven, tan relajado en su sueño, tan absolutamente hermoso. Aún no puedo creer que este Adonis sea mío, todo mío.

Hmm… Estirándome, tentativamente acaricio su pecho, corriendo las yemas de mis dedos a través de un puñado de vello, y no se mueve. ¡Santo cielo! Simplemente no puedo creerlo. Realmente es mío; por unos preciosos momentos más. Me inclino y tiernamente beso una de sus cicatrices. Gime suavemente pero no se levanta, y sonríe. Beso otra y sus ojos se abren.

—Hola. —Le sonrío, con culpa.

—Hola —responde con cautela—. ¿Qué haces?

—Mirándote. —Corro mis dedos hacia abajo por su camino feliz23 . Captura mi mano, entrecerrando los ojos, entonces sonríe con una brillante sonrisa de “Damon relajado” y me relajo. Mi toque secreto sigue siendo secreto.

Oh… ¿por qué no dejas que te toque?

Repentinamente se mueve sobre mí, presionándome contra el colchón, sus manos sobre las mías, avisándome. Acaricia su nariz con la mía.

—Creo que estás tramando algo malo, señorita Gilbert —me acusa, pero su sonrisa permanece.

—Me gusta tramar algo malo sobre ti.

—¿Te gusta? —pregunta y me besa ligeramente en los labio—. ¿Sexo o desayuno? —pregunta, sus ojos oscuros pero llenos de humor. Su erección enterrándose en mí, y levanto mi pelvis para encontrarlo.

23 Happy Trail: Un camino de vello púbico que normalmente empieza en el ombligo y termina en su pubis.

 —Buena elección —murmura contra mi garganta, mientras traza besos hacia abajo hacia mi pecho.

*  *  *

Me quedo parada frente a la cómoda, mirándome en el espejo tratando de arreglar mi cabello en una semblanza de estilo; realmente está muy largo. Estoy en mis jeans y una camiseta, y Damon, frescamente bañado, está vestido detrás de mí.

Miro su cuerpo hambrienta.

—¿Con qué frecuencia te ejercitas? —pregunto.

—Todos los días de la semana —dice, subiendo su cremallera.

—¿Qué haces?

—Correr, pesas, kickboxing. —Se encoge de hombros.

—¿Kickboxing?

—Sí, tengo un entrenador personal, un ex competidor olímpico que me enseña. Su nombre es Claude. Es muy bueno. Te gustará.

Me giro para mirarlo mientras empieza a abotonar su camisa blanca.

—¿A qué te refieres con que me gustará?

—Te gustará como entrenador.

—¿Por qué necesitaría un entrenador personal? Te tengo a ti para mantenerme en forma. —Le sonrío.

Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de mí, sus ojos se oscurecen encontrando los míos en el espejo.

—Pero quiero que estés en forma, nena, para lo que tengo en mente. Necesito que te mantengas.


Me sonrojo mientras recuerdos del cuarto de juegos inundan mi mente. Sí… el cuarto rojo del dolor es exhaustivo. ¿Me llevará de regreso ahí? ¿Quiero regresar ahí?

¡Por supuesto que quieres! Mi Diosa interior me grita desde su chaise longue.

Miro en sus insondables, cautivantes ojos grises.

—Sé qué es lo que quiero —vocaliza hacia mí.

Me sonrojo, y el indeseable pensamiento de que Leila probablemente podría seguirle el ritmo, se desliza injusto y no bienvenido en mi mente. Presiono mis labios juntos y Damon me frunce el ceño.

—¿Qué? —pregunta, preocupado.

—Nada. —Sacudo mi cabeza negando hacia él—. Está bien, conoceré a Claude.

—¿Lo harás? —El rostro de Damon se ilumina en asombrada incredulidad. Su expresión me hace sonreír. Se ve como si hubiera ganado la lotería, aunque probablemente Damon nunca compró un boleto, no lo necesitó.

—Sí, Jesús; si eso te hace tan feliz —me burlo.

Aprieta sus brazos alrededor de mí y besa mi mejilla.

—No tienes idea —susurra—. Entonces; ¿qué te gustaría hacer hoy? —Me acaricia, enviando un delicioso hormigueo a través de mi cuerpo.

—Me gustaría un corte de cabello, y um… necesito ir al banco a cobrar un cheque y comprar un auto.

—Ah —dice entendiendo y mordiendo su labio. Quitando una mano de mí, rebusca en los bolsillos de sus jeans y saca la llave de mi pequeño Audi.

—Está aquí —dice tranquilamente, su expresión incierta.

—¿A qué te refieres con que está aquí? —Chico. Sueno enojada. Mierda. Estoy enojada. Mi subconsciente lo mira furiosa. ¡Cómo se atreve!

—Niklaus lo trajo de regreso ayer.

Abro mi boca, entonces la cierro y repito el proceso dos veces, pero me he quedado sin palabras. Me está regresando el auto. Doble mierda. ¿Por qué no preví esto?
Bien, dos pueden jugar este juego. Pesco del bolsillo trasero de mis jeans y saco el sobre con su cheque.

—Aquí, esto es tuyo.

Damon me mira con curiosidad, entonces, reconociendo el sobre, levanta ambas manos y retrocede lejos de mí.

—Oh no. Es tu dinero.

—No, no lo es. Me gustaría comprarte el auto.

Su expresión cambia completamente. Furia, sí, furia, barre su rostro.

—No, Elena. Tu dinero, tu auto —me chasquea.

—No, Damon. Mi dinero, tu auto. Te lo compraré.

—Te di ese auto como regalo de graduación.

—Si me hubieras dado un lapicero, ese sería un regalo de graduación aceptable.
Me diste un Audi.

—¿Realmente quieres discutir acerca de esto?

—No.

—Bien; aquí están las llaves. —Las pone sobre la cómoda.

—¡Eso no es a lo que me refiero!

—Fin de la discusión, Elena. No me presiones.

Le frunzo el ceño, entonces la inspiración me golpea. Tomando el sobre, lo parto en dos, luego en dos otra vez y vacío el contenido en la papelera. Oh, esto se siente bien.

Damon me mira impasiblemente, pero sé que solo acabo de encender la mecha y estaría bien retroceder. Acaricia su barbilla.


—Estás, como siempre, desafiándome, señorita Gilbert —dice secamente. Se gira sobre sus talones y entra acechando en la otra habitación. No es la reacción que esperaba. Estaba anticipando un Armagedón a gran escala. Me miro en el espejo y me encojo de hombros, decidiéndome por una cola de caballo.


Mi curiosidad se despierta. ¿Qué está haciendo Cincuenta? Lo sigo a la otra habitación, y él está en el teléfono.

—Sí, Veinticuatro mil dólares. Directamente.

Levanta la mirada hacia mí, aún impasible.

—Bien… ¿Lunes? Excelente… No, es todo, Andrea.

Cuelga el teléfono de golpe.

—Depositado en tu cuenta bancaria, lunes. No juegues este tipo de juegos
conmigo. —Está hirviendo de enfado, pero no me importa.

—¡Veinticuatro mil dólares! —prácticamente grito—. ¿Y cómo sabes cuál es mi número de cuenta?

Mi ira toma a Damon por sorpresa.

—Se todo acerca de ti, Elena —dice tranquilamente.

—No hay forma de que mi auto costara veinticuatro mil dólares.

—Estaría de acuerdo contigo, pero tiene que ver con conocer el mercado, ya sea que estés comprando o vendiendo. Algún lunático ahí afuera quería esa trampa mortal y estaba dispuesto a pagar ese monto de dinero.

Aparentemente es un clásico. Pregunta a Niklaus si no me crees.
Le frunzo el ceño y él me devuelve el ceño fruncido, dos idiotas rebeldes furiosos frunciéndose el ceño el uno al otro.

Y lo siento, la atracción, la electricidad entre nosotros; tangible; jalándonos juntos.
Repentinamente me agarra y me presiona contra la puerta, su boca sobre la mía, reclamándome hambrientamente, una mano en mi trasero, presionándome contra su ingle y la otra en el cabello en mi nuca, jalando mi cabeza hacia atrás. Mis dedos están en su cabello, retorciéndolo fuertemente, jalándolo hacia mí. Aplasta su cuerpo contra el mío, imprimiéndose en mí, su respiración entrecortada. Lo siento.

Me desea, y estoy embriagada y tambaleante con excitación mientras reconozco su necesidad de mí.

—¿Por qué, por qué me desafías? —murmura entre sus besos calientes.

Mi sangre canta en mis venas. ¿Tendrá siempre ese efecto sobre mí? ¿Y yo sobre él?

—Porque puedo. —Estoy sin aliento. Siento más que ver su sonrisa contra mi cuello, y presiona su frente contra la mía.

—Señor, quiero tomarte ahora, pero me quedé sin preservativos. Nunca podré tener suficiente de ti. Eres una enloquecedora, enloquecedora mujer.

—Y tú me vuelves loca —susurro—, en todo el sentido de la palabra.
Sacude su cabeza.

—Vamos, salgamos a desayunar. Conozco un lugar donde puedes tener tu corte de cabello.

—Está bien. —Consiento y así de simple, nuestra pelea está terminada.

*  *  *
 —Tomaré esto. —Tomo la cuenta del desayuno antes que él lo haga.

Me frunce el ceño.

—Tienes que ser más rápido por aquí, Salvatore.

—Estoy de acuerdo, tengo que serlo —dice amargamente, pero creo que es broma.

—No luzcas tan crucificado. Soy veinticuatro mil dólares más rica de lo que era esta mañana. Puedo afrontarlo. —Miro la cuenta—. Veintidós dólares y sesenta y siete centavos por el desayuno.


—Gracias —dice a regañadientes. ¡Oh, el colegial malhumorado está de vuelta.

—¿Ahora a dónde?

—¿Realmente quieres tu corte de cabello?

—Sí, míralo.

—Te ves encantadora para mí. Siempre te ves encantadora.

Me sonrojo y miro hacia abajo a mis dedos entrecruzados sobre mi regazo.

—Y está la función de tu padre esta tarde.

—Recuerda, es de corbata de lazo negro24. 

Oh Jesús.

—¿Dónde será?

—En la casa de mis padre. Tienen una carpa. Ya sabes, las obras.

—¿Para qué es la caridad?

Damon frota sus manos en sus piernas, mirando incómodo.

—Se trata de un programa de rehabilitación de drogas para padres con niños pequeños llamado “Enfrentarlo juntos”

—Suena como una buena causa —digo suavemente.

—Ven, vamos. —Se levanta, deteniendo efectivamente el tema de conversación y me ofrece su mano. Mientras la tomo, aprieta sus dedos alrededor de los míos.
                                                          
24Black tie: Es un código de vestimenta para los eventos de tarde y funciones sociales derivadas de las costumbres convencionales Angloamericanas del siglo diecinueve. Reservadas solo para eventos después de las seis de la tarde, corbata de lazo negro es menos formal que corbata de lazo blanco pero más formal que la vestimenta informal o los trajes de negocios.

Es extraño. Es tan demostrativo en algunos casos y aún tan cerrado en otros. Me saca del restaurant, y caminamos calle abajo. Es una encantadora, suave mañana.

El sol brilla, y el aire huele a café y pan recién horneado.

—¿Dónde vamos?

—Sorpresa.

Oh, está bien. Realmente no me gustan las sorpresas.

Caminamos dos cuadras, y las tiendas se vuelven decididamente más exclusivas.

Aún no he tenido oportunidad de explorar, pero está realmente a la vuelta de la esquina de donde vivo. Katrina va a estar encantada. Hay un montón de pequeñas boutiques para alimentar su pasión por la moda.

Ahora, necesito comprar algunas faldas vaporosas para el trabajo.
Damon se detiene fuera de un gran salón de belleza de aspecto manchado y abre las puertas para mí. Se llama Esclava. En el interior todo es blanco y de cuero. En la recepción de un blanco crudo se sienta una joven mujer rubia en un uniforme blanco crujiente. Mira hacia arriba mientras entramos.

—Buenos días, Sr. Salvatore —dice brillantemente, color envolviendo sus mejillas mientras bate sus pestañas hacia él. Es el efecto Salvatore, pero, ¡ella lo conoce! ¿Cómo?

—Hola, Greta.

Y él la conoce. ¿Qué es esto?

—¿Lo usual, señor? —pregunta educadamente. Lleva un lápiz labial muy rosa.

—No —dice rápidamente, mirándome con nerviosismo.

¿Lo usual? ¿Qué quiere decir con lo usual?

¡Joder! Es la regla número seis, el maldito salón de belleza. Toda la absurda depilación con cera… ¡mierda!

¿Es aquí donde traía a todas sus sumisas? ¿Quizás también a Leila? ¿Qué infiernos se supone que debo hacer con esto?

—La señorita Gilbert le dirá lo que quiere.

Lo fulmino con la mirada. Él está introduciendo las reglas con sigilo. ¿He accedido al entrenador personal y ahora esto?

—¿Por qué aquí? —le siseo.

—Soy dueño de este lugar, y tres más como este.

—¿Eres dueño? —Jadeo en sorpresa. Bien, esto es inesperado.

—Sí, es una línea alternativa. De cualquier manera; lo que sea que quieras, lo puedes tener aquí, por cuenta de la casa. Toda clase de masajes; swedish, shiatsu25, piedras calientes, reflexología, baños de algas, tratamientos faciales y todas esas cosas que le gustan a las mujeres, Todo. Lo hacen aquí. —Ondea la mano de largos dedos con desdén.

—¿Depilación con cera?

Se ríe.

—Sí, depilación con cera también. En todas partes —susurra en tono conspirador, disfrutando mi incomodidad.

Me sonrojo y miro a Greta, quien me mira expectante.

—Me gustaría un corte de cabello, por favor.

—Por supuesto, señorita Gilbert.

Greta es todo lápiz labial rosa y eficiencia alemana ajetreada mientras revisa la pantalla de su ordenador.

—Franco estará libre en cinco minutos.
                                                          
25 Swedish, shiatsu: Son dos tipos de masajes japoneses uno a base de presiones y el otro masajear
los puntos de relajación del cuerpo.

 —Franco está bien —dice Damon tranquilizándome. Trato de envolver mi cabeza alrededor de eso. Damon Salvatore Gerente General dueño de una cadena de salones de belleza.

Levanto la mirada y repentinamente está pálido; algo, o alguien ha capturado su mirada. Me giro para ver a dónde está mirando, y justo en la parte trasera del salón una elegante rubia platinada ha aparecido, cerrando una puerta tras ella y hablando a uno de los estilistas.
La rubia platinada es alta, bronceada, encantadora, y está en sus treinta, o a lo mucho cuarenta; es difícil de decir. Viste el mismo uniforme que Greta, pero en negro. Se ve impresionante. Su cabello brilla como un halo. Cortado perfilado hacia dentro, liso y corto hasta la barbilla. Mientras se gira, captura la mirada de

Damon y le sonríe, una deslumbrante sonrisa de cálido reconocimiento.

—Discúlpame —murmura Damon apresurado.
Camina rápidamente a través del salón, pasando a las estilistas todas de blanco, pasando a las aprendices en los lavabos, y se acerca a ella, demasiado lejos de mí para escuchar su conversación. La rubia platinada lo saluda con afecto evidente, besándolo en ambas mejillas, sus manos descansando sobre sus brazos, y hablan juntos animadamente.

—¿Señorita Gilbert?

Greta, la recepcionista trata de llamar mi atención.

—Espera un momento, por favor. —Miro a Damon, fascinada.

La rubia platinada gira y me mira, y me da la misma sonrisa deslumbrante, como si me conociera. Sonrío educadamente de vuelta.

Damon se ve alterado por algo. Esta razonando con ella, y ella consiente extendiendo las manos y sonriendo. Él le está sonriendo, claramente se conocen bien el uno al otro. ¿Quizás han trabajado juntos por largo tiempo? Quizás ella maneja el lugar; después de todo, tiene ciertamente una apariencia dominante.


Entonces me golpea como una bola de demolición, y entonces lo sé, y en lo más profundo de mis entrañas a un nivel visceral, sé quién es. Es ella. Deslumbrante, mayor, hermosa.
Es la Sra. Robinson.

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