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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

24 octubre 2012

Comprado Capitulo 06

CAPÍTULO SEIS



Aquella tarde, exactamente a las siete, Elena tenía una mano en el pomo de la puerta y de la otra colgaba una pequeña bolsa de viaje.

Oía el motor del coche que la esperaba fuera. También oía el reloj. Los segundos y los minutos iban pasando y la desesperación se iba apoderando de ella a pasos agigantados.


Le hubiera gustado poder parar el tiempo, soltar la bolsa, meterse en la cama y olvidarse del mundo y de Damon Salvatore , pero se había pasado por el hospital y había visto a Bonnie y a Stefan, muy enamorados, encantados de estar juntos, con muchos planes, felices ante la idea de irse a vivir al centro de la ciudad.

Por primera vez en su vida, su hermana no la necesitaba, así que su suerte estaba echada. Había llegado el momento. No podía permitir que su hermana tuviera que vérselas con Damon,así que tomó aire y abrió la puerta.

La estaba esperando el coche que ya conocía. Una de las puertas traseras se abrió desde dentro. El conductor se bajó y Elena vio una figura sentada en el asiento de atrás.

Aunque se estremeció, se obligó a andar.

Damon había hecho un gran esfuerzo para no salir del coche. Habían pasado cinco minutos. Cuando ya casi creía que Elena no iba a ir con él y enfurecido ante la idea de que una mujer lo estuviera haciendo sentirse así, como si estuviera caminando sobre un alambre, le había dicho al conductor que acelerara, pero justo en ese momento, la puerta se había abierto.

—Has tomado la decisión correcta —le dijo a Elena cuando se sentó junto a él.

—No he tenido otra opción —contestó ella.

El  conductor  cerró  la  puerta,  dejándolos  a  solas  en  la  oscuridad.  Damon se  obligó  a relajarse, a apartar la mirada de ella y a concentrarse en el paisaje que veía por la ventana mientras el coche avanzaba.

— ¿Cómo van a ser las cosas exactamente? —preguntó Elena mientras el avión sobrevolaba
Inglaterra.

—Esta noche vamos a dormir en Milán —contestó Damon—. Tienes cita en una boutique por la mañana. No vamos a tener mucho tiempo para comprarte todo lo que vas a necesitar. Los invitados van a empezar a llegar en tres días.

Elena lo miró orgullosa.

—Sabes perfectamente que no puedo permitirme el lujo de comprarme un vestuario nuevo. Te pido que la ropa que elijas sea normal. De lo contrario, tardaré una eternidad en devolverte el dinero.

—No te preocupes por el dinero.

— ¿Cómo no me voy a preocupar? Es un gasto innecesario.


—No, no lo es —contestó Damon mirándola con deseo.

Elena sintió que se derretía.

—Al ser mi pareja, se supone que tienes que mantener un cierto estatus.

Elena se acordó de la mujer con la que lo había vio en las escaleras del hotel. Aquélla sí que era una mujer en todos los sentidos. No quería ni imaginarse los vestidos que se suponía que se iba a tener que poner.

—Una amiga mía va a cuidar de ti —comentó Damon—Tiene ochenta años, para que lo sepas
—añadió al ver que Elena había creído que sería una de sus amantes

— ¿Y qué quieres que piense con la fama que tienes? —Le espetó confirmando sus sospechas—. Además, todo el mundo va a creer que soy tu última adquisición, así que no me vengas ahora queriendo hacerte el noble.

—Después de lo que hiciste, ¿qué ibas a esperar? —contestó Damon, a quien se le ocurrían otras formas de hacerle callar la boca.

Elena decidió no discutir y, desde luego, no iba a volver a cometer el error de ponerse en pie en el avión.

—Te recuerdo que fuiste tú quien me besó.

— ¿Y qué querías que hiciera? ¿Querías que te dejara decir a voz en grito que era el padre del bebé de tu hermana, que estaba en un hospital en Inglaterra cuando yo no sabía nada de eso? Tenía que hacerte callar de alguna manera.

Elena se echó hacia atrás en su asiento y, de pronto, sintió que se desinflaba. De alguna manera, saber que Damon la había besado con premeditación le había dolido. También la había besado el día anterior, pero la había mirado con frialdad a continuación, como si estuviera realizando un experimento, como si su mundo, a diferencia del de Elena, no hubiera estallado en llamas.

Elena se despertó de un sueño muy profundo y sintió terror al comprobar que estaba apretada contra un pecho muy fuerte. Estaba oscuro y no sabía dónde estaba. Todo aquello la llevó a comenzar a intentar moverse.

—Déjame en el suelo —grito.

—Tranquila. Tranquilízate, por favor. Te estoy llevando en brazos porque no te has despertado al aterrizar.

Inmediatamente, Elena dejó de luchar y, al instante, lo comprendió todo. Estaba en brazos de Damon, cruzando el pequeño aeropuerto privado de Milán, ya no estaba trabajando en el equipo de ayuda.

De repente, algo que hacía mucho tiempo que no sentía, se apoderó de ella. Se sentía a salvo.


Elena miró a Damon, que la miraba impertérrito, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no
relajarse contra su cuerpo, así que se mantuvo rígida hasta que llegaron a un coche y la metió dentro.

—Estaba soñando... no sabía dónde estaba —le explicó.

—Estamos en Milán. Bienvenida a Italia de nuevo —sonrió Damon.

Elena tuvo entonces el presentimiento de que, estaba en un grandioso edificio. Elena a se encontraba ligeramente desorientada y dejó que Damon la guiara hasta un pequeño y antiguo palacio. Una vez en el interior, la condujo hasta una habitación cuya puerta cerró tras darle las buenas noches.

A oscuras, se desvistió, se metió bajo las sábanas y se entregó al sueño, que era lo que más necesitaba aquellos momentos.

Se  despertó  a  la  mañana  siguiente  cuando  alguien  llamó  suavemente  a  la  puerta.  A
continuación, entró una chica joven y guapa ataviada con vaqueros y una camiseta informal.

—Buenos días... —la saludó.

—Buenos días —repitió Elena somnolienta mientras la chica corría las cortinas.

Hecho aquello, se giró y sonrió. A continuación, le habló en un inglés bastante básico. Era evidente que había preparado lo que le tenía que decir.

—El señor Salvatore me pidió que la despertara y le dijera que estaba en el comedor desayunando.

—Gracias —sonrió Elena.

La chica se fue y cerró la puerta. Elena no recordaba la última vez que se había despertado con la mente tan clara y sintiéndose tan descansada y nueva. Claro que también se encontraba sorprendida y confundida por todo lo que había sucedido.

Con sólo recordar lo que había sentido cuando se había despertado la noche anterior para encontrarse en brazos de Damon la hizo decidir que no debía ser cobarde y que debía ir directamente a meterse en la boca del león.

Poco tiempo después, encontró el comedor, una pieza encantadora y luminosa en la que había  una  gran  mesa  de  madera  sobre  la  que  lucía  un  espectacular  florero  lleno  de orquídeas. Al otro extremo, estaba Damon Salvatore, tomándose un café y leyendo el periódico.

— ¿Has dormido bien? —le preguntó.

Elena sintió la tensión que había siempre entre aquella sensación de carga eléctrica.

—Como un bebé —contestó.

Cuando se sentó, la joven que la había despertado le puso delante un zumo de naranja, café recién hecho, cruasanes y fruta. Hacía tanto tiempo que no comía. Elena sintió que les sonaban las tripas, lo que la hizo sonrojarse. Cuando levantó la mirada, comprobó que Damon le estaba sonriendo a la joven, que le estaba sirviendo más café. Aquella sonrisa la hizo
tener la sensación de que la habitación daba vueltas.

—Elena, te presento a Caroline, la hija de Rosa, mi ama de llaves. Va a pasar el verano trabajando aquí para que su madre pueda descansar.

—Hola, Caroline —la saludó Elena.

La chica se sonrojó, se rio y se fue. Elena suspiró. Era evidente que le gustaba Damon.
¿Cómo no le iba a gustar? Elena decidió distraerse con la comida. Era la primera vez en días
que tenía apetito. Aquello le hizo pensar en la pasta que le habían preparado en la casa del lago, en cómo la había tratado el ama de llaves de allí, en cómo la había cuidado.

—Nos vamos dentro de una hora —anunció Damon dejando el periódico sobre la mesa—. Recuerda que hoy tienes día de compras.

— ¿Tú también vienes? —se sorprendió Elena.

—Sí, tengo cosas que hacer en la oficina, así que te dejaré en la tienda y luego pasaré a buscarte.

—Ah —contestó Elena aliviada.

—Ir de compras siempre me ha aburrido mucho, así que no te preocupes, no me pienso pasar horas sentado en una butaca mientras tú te pruebas modelitos. Aunque tienes un cuerpo delicioso, esas cosas no son para mí.

Dicho aquello, de repente, Damon tuvo una fantasía en la que Elena aparecía desnuda envuelta en un trozo de seda y se dio cuenta de que no había otra cosa en el mundo que le apeteciera más que ir de compras con ella. Para no perder la compostura, se terminó el café y se apresuró a ponerse en pie.

—Nos vemos en el vestíbulo.

Elena se quedó a solas y con la boca abierta. ¿Su cuerpo le parecía delicioso? Al instante, recordó las manos de Damon sobre sus pechos y sintió que los pezones se le ponían muy duros. Para calmarse, le dio un trago al café, pero estaba tan caliente que se abrasó la lengua.





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