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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

30 marzo 2013

Shades Capitulo 18


Siento no haber actualizado antes,pero a penas he estado en casa a partir de el lunes volveré a subir a diario, aquí os dejo las actualizaciones de hoy.

Capítulo 18  

Damon continúa conduciendo pasando junto a casas de una sola planta, 
bien cuidadas, donde los chicos juegan en grupos alrededor de los aros de 
baloncesto en sus patios o van en bicicleta y están corriendo en la calle. 

Todo tiene una apariencia próspera y saludable con las casas enclavadas entre los 
árboles. ¿Quizás vamos a visitar a alguien? ¿A quién? 
Unos minutos más tarde, Damon se vuelve bruscamente hacia la izquierda, y nos 
encontramos en frente de dos puertas de metal blanco ornamentado en una pared 
de piedra arenisca de seis metros de altura. Damon presiona un botón en el 
pomo de la puerta y la ventana eléctrica zumba tranquilamente bajo el marco de la 
puerta. Pica un número en el teclado numérico y las puertas se abren dándonos la 
bienvenida.  

Me mira, y su expresión ha cambiado. Parece intranquilo, nervioso incluso.  

 —¿Qué pasa? —le pregunto, y no puedo ocultar la preocupación en mi voz.   

 —Una idea —dice tranquilamente y desliza el Saab a través de las puertas.   
Nos dirigimos hacia una senda arbolada lo suficientemente amplia como para dos 
coches. Por un lado, los árboles cercan un área densamente boscosa y por el otro 
hay una inmensa pradera donde, el campo cultivado ha sido cosechado y arado. 

Las hierbas y las flores silvestres, han reclamado su espacio, creando una idílica 
pradera rural, donde la brisa de la tarde ondea suavemente a través de la hierba y 
el sol del atardecer cubre de una fina capa dorada las flores silvestres. Es precioso, 
absolutamente tranquilo, y de repente me imagino estirada en el césped mirando 
hacia arriba a un cielo de verano azul claro. El pensamiento es tentador, pero por 
alguna extraña razón me hace sentir nostalgia. Lo que es extraño.   

La senda serpentea alrededor y se abre en una amplia calzada delante de una 
imponente casa de estilo Mediterráneo de piedra arenisca rosa suave. Es magnífica. 
 

Todas las luces están encendidas, y cada ventana brillantemente iluminada en el 
atardecer. Hay un elegante, BMW negro estacionado delante del garaje para cuatro 
coches, pero Damon sigue adelante hasta quedar fuera del gran pórtico.   
Hmm… ¿Me pregunto quién vive aquí? ¿Por qué lo estamos visitando?   
Damon me mira ansiosamente cuando apaga el motor del automóvil.   

—¿Mantendrás una mente abierta? —me pregunta.   
Frunzo el entrecejo.   

 —Damon, he necesitado a una mente abierta desde el día que te conocí.  
Él sonríe irónicamente y asiente con la cabeza.  

—Buen razonamiento, Srta. Gilbert. Vamos.   

Las puertas de madera oscuras se abren, y una mujer con el cabello de color 
castaño oscuro, una sonrisa sincera, y un traje lila fuerte está esperando. Estoy 
agradecida de haberme cambiado a mi nuevo vestido azul marino para 
impresionar al Dr. Flynn. De acuerdo, no llevo unos tacones asesinos como ella, 
pero aun así no visto unos desgastados pantalones vaqueros.   

 —Sr. Salvatore. —Ella sonríe cálidamente y se estrechan las manos.   

—Srta. Kelly —dice educadamente.   

Ella me sonríe y yo sostengo su mano mientras la estrecho. Su rubor del tipo “¿no 
es él deslumbrantemente hermoso? Desearía que fuera mío“ no pasa 
desapercibido.    

—Olga Kelly —anuncia despreocupadamente.   

 —Lena Gilbert —murmuro de vuelta. ¿Quién es esta mujer? Ella está de pie a un 
lado, dándonos la bienvenida a la casa. Es un shock cuando camino dentro. El 
lugar está vacío, completamente vacío. Nos encontramos en un gran vestíbulo. Las 
paredes son de un color amarillo pálido con marcas del lugar dónde unos cuadros 
debieron de haber estado colgados alguna vez. Todo lo que queda son las lámparas 
de cristal anticuado. Los suelos son de madera leñosa. Hay puertas cerradas a cada 
lado de nosotros, pero Damon no me da tiempo para asimilar lo que está 
pasando.   

 —Ven —dice, y tomando mi mano, me lleva a través de la entrada en forma de 
arco delante de nosotros hacia un vestíbulo interno más grande. Está dominado 
por una amplia escalera de caracol con una balaustrada de hierro intrincado pero 
él no se detiene aún. Me lleva hasta el salón principal, que está vacío, salvo por una 
gran alfombra descolorida en color oro, la alfombra más grande que he visto 
alguna vez. Oh, y hay cuatro candelabros de cristal.   

Pero la intención de Damon ahora es clara, cuando nos dirigimos a través de la 
habitación y salimos a través de las puertas francesas abiertas a una gran terraza de 
piedra. Por debajo de nosotros hay medio campo de fútbol de cuidado césped, 
pero más allá las vistas del paisaje son... ¡Wow! 

La panorámica, la vista ininterrumpida es impresionante, asombrosa: el crepúsculo 
sobre The Sound. ¡Oh mi…!    
En la distancia se encuentra la isla de Bainbridge y aún más sorprendente, sobre el 
cristalino crepúsculo, con el sol hundiéndose lentamente en el horizonte, 
resplandeciendo y brillando, más allá el Parque Nacional Olympic. Los tonos 
bermellón sangran en el cielo, los ópalos, las aguamarinas, los cerúleos, se fusionan 
con los morados oscuros de las escasas nubes tenues y la tierra más allá The Sound. 

Es la mejor naturaleza, una sinfonía visual orquestada en el cielo y reflejada en las 
aguas profundas, que todavía riegan The Sound. Estoy perdida en la vista, 
mirando fijamente, intentando absorber tanta belleza.  

Me doy cuenta que estoy conteniendo la respiración asombrada, y Damon 
todavía está sosteniendo mi mano. Cuando a regañadientes aparto mis ojos de la 
vista, él me está mirando ansiosamente.   

 —¿Me trajiste aquí para admirar la vista?  —susurro. Él asiente con expresión 
seria.   

 —Es asombroso, Damon. Gracias —murmuro, mientras permito a mis ojos 
contemplar una vez más. Él suelta mi mano.   
 

 —¿Te gustaría poder contemplarlo el resto de tu vida?  —respira.   
¿Qué? Lanzo mi cara de vuelta a él, pensativo, sus ojos son de color gris azulado. 
Creo que mi boca se abre, y balbuceo inexpresivamente.   

 —Siempre he querido establecerme en la costa. Navego arriba y debajo en el The 
Sound envidiando estas casas. Este lugar no ha estado mucho tiempo en el 
mercado. Quiero comprarlo, demolerlo, y construir una casa nueva… para 
nosotros —susurra, y sus ojos brillan, translúcidos con sus esperanzas y sueños.   
¡Santo cielo! De alguna manera permanezco erguida. Estoy delirando. ¡Vivir, aquí! 
¡En este hermoso refugio! Para el resto de mi vida...   

 —Es simplemente una idea —agrega, con cautela.   
Miro atrás para evaluar el interior de la casa. ¿Cuánto vale? Debe ser, qué, ¿cinco, 
diez millones de dólares? No tengo ni idea. ¡Mierda!   

 —¿Por qué quieres demolerla?  —le pregunto, mirándole. Su cara parece 
decepcionada. ¡Oh no!   

 —Me gustaría hacer un hogar más sostenible, utilizando las últimas técnicas 
ecológicas. Elliot podría construirla.    

Miro atrás en la sala de nuevo. La Srta. Olga Kelly está en un extremo, 
mariposeando por la entrada. Es de la inmobiliaria, claro. Observo que la 
habitación es enorme y de doble altura, un poco como la gran sala en el Escala. 
Hay un balcón superior, que debe ser el rellano del segundo piso. Hay una enorme 
chimenea y toda una línea de puertas francesas que abren hacia la terraza. Tiene 
un encanto del viejo mundo.   

—¿Podemos echar una ojeada alrededor de la casa?   

Él parpadea hacia mí.   

—Claro —se encoge de hombros, perplejo.   
La cara de Srta. Kelly se ilumina como si fuera Navidad cuando nos dirigimos 
dentro. Está encantada de llevarnos de gira y nos da la charla.   
 

La casa es enorme: tres mil setecientos metros cuadrados en dos mil quinientas 
hectáreas de terreno. Así como esta sala principal, hay un comedor… no, una isla 
que separa, la cocina adjunta con el cuarto de estar… ¡Familiar! Un cuarto de 
música, una biblioteca, un estudio y, para mi gran sorpresa, una piscina cubierta y 
una suite para ejercitarse con sauna y vapor adjunta. Abajo en el sótano hay un 
cine —¡Jesús!— y una sala de juegos. Hmm... ¿Qué tipo de juegos podríamos jugar 
aquí?  

La Srta. Kelly señala todo tipo de características, pero básicamente la casa es bonita 
y evidentemente una vez fue una casa familiar feliz. Es ahora un poco vieja, pero 
nada que TLC no pudiera arreglar.   

Cuando seguimos a la Srta. Kelly hasta la magnífica escalera principal al segundo 
piso, apenas puedo contener mi emoción... esta casa tiene todo lo que jamás podría 
desear en una casa.   

—¿No podría hacer la casa existente más ecológica y auto-suficiente?    

Damon parpadea hacia mí, confundido.   

—Tendría que preguntarle a Elliot. Él es el experto en todo esto.    

La Srta. Kelly nos lleva a la suite principal donde unas enormes ventanas 
deslizantes dan paso a un balcón, y la vista todavía es espectacular. Podría 
sentarme en la cama y mira fuera todo el día, observando los barcos de vela y el 
cambio climático.   

Hay cinco habitaciones adicionales en este piso. Jesús: niños. Aparto a un lado este 
pensamiento de prisa. Tengo demasiado que procesar ya. La Srta. Kelly está 
sugiriendo diligentemente a Damon cómo se pueden acomodar centro de 
equitación y un área cercada. ¡Caballos! Flashes de imágenes espantosas de mis 
pocas lecciones de equitación pasan través de mi mente, pero Damon no parece 
estar escuchando.  

—¿El área cercada estaría dónde está el prado ahora?  —pregunto.   

 —Sí —dice la Srta. Kelly alegremente.   
 


Para mí el prado parece un lugar para dejar crecer el césped y hacer picnics, no 
para que algún demonio de cuatro patas vagabundee.   

De regreso a la sala principal, la Srta. Kelly desaparece discretamente, y Damon 
me lleva una vez más a la terraza. El sol se ha puesto y las luces de los pueblos en 
la península Olympic parpadean en un extremo del The Sound.   

Damon tira de mí a sus brazos y levanta mi barbilla con su dedo índice, mirando 
fijamente abajo hacia a mí.   

—¿Difícil de superar?  —pregunta, con expresión ilegible.   

Asiento con la cabeza.   

 — Quería comprobar que te gustara antes de comprar.    

 —¿Las vistas?   

Él asiente.   

 —Me encantan las vistas, y me gusta la casa que hay aquí.   

 —¿Te gusta?    

Le sonrío tímidamente.   

—Damon, me ganaste con en el prado.    

Sus labios se separan cuando él inhala fuertemente, luego su cara se transforma 
con una sonrisa y de repente sus manos están enterradas en mi cabello y su boca 
está sobre la mía.   
 
*  *  * 
 
De regreso en el automóvil, nos dirigimos hacia Seattle, el humor de Damon se 
ha levantado considerablemente.  
 
—¿Así que vas a comprarla?  —pregunto.   

 —Sí.   

 —¿Pondrás Escala a la venta?    

Él frunce el entrecejo.   

—¿Por qué haría eso?   

—Para pagar...  —mi voz se arrastra hasta apagarse. Me ruborizo.   

Él sonríe con satisfacción.   

—Confía en mí, puedo pagarla. 

—¿Te gusta ser rico?  

 —Sí. Muéstrame a alguien que no le guste —dice oscuramente.   

De acuerdo, dejemos ese asunto rápidamente.   

 —Elena, vas a tener que aprender a ser rica, también, si dices que sí —dice 
suavemente.   

—La riqueza no es algo a lo que haya aspirado alguna vez, Damon —frunzo el 
entrecejo.   

—Lo sé. Me encanta eso de ti. Pero entonces nunca has tenido hambre —dice 
simplemente. Sus palabras son inquietantes.   

 —¿Dónde vamos?  —pregunto alegremente, cambiando de tema.   

—A celebrarlo. —Damon se relaja.   
¡Oh!  

—A celebrar qué, ¿la casa?    

—¿Ya te has olvidado? Tu papel del editor suplente.   

 —Oh sí. —Sonrío ampliamente. Increíblemente, me había olvidado.   
 
 —¿Dónde?   

 —Allá arriba en mi club.    

 —¿Tu club?   

 —Sí. Uno de ellos.  
 
*  *  * 
 
El Mile High Club está en el piso setenta y seis de Columbia Tower, superior 
incluso al apartamento de Damon. Es muy nuevo y tiene las mejores vistas 
giratorias sobre Seattle.  

 —¿Una copa, señora?  —Damon me da una copa de champan helada mientras 
nos sentábamos en un taburete.   

 —Qué tengo que agradecer, señor. —Subrayo la última palabra coquetamente, 
moviendo mis pestañas deliberadamente hacia él.   

Él me mira fijamente y su cara se oscurece.  

—¿Estás coqueteando conmigo, Srta. Gilbert?    

 —Sí, Sr. Salvatore, lo estoy. ¿Qué vas hacer sobre eso?    

 —Estoy seguro que puedo pensar en algo —dice, en voz baja—. Ven, nuestra mesa 
está lista.    

Cuando nos acercamos a la mesa, Damon me detiene, con su mano en mi codo.   

 —Ve y quítate las bragas —me susurra.   
¿Ah? Un cosquilleo delicioso corre por mi espina dorsal.  

—Ve —ordena en voz baja.   
 
¡Guau! ¿Qué? Parpadeo hacia él. No está sonriendo, está mortalmente serio. Cada 
músculo debajo de mi cintura se tensa. Le doy mi copa de champán, giro 
bruscamente en mis talones, y me dirijo hacia el baño.   

¡Mierda! ¿Qué va hacer? Quizás el nombre de este club es muy apropiado.   
Los baños están a la altura del diseño moderno, todo de madera oscura, granito 
negro y focos de luz de halógenos estratégicamente colocados. En la intimidad del 
cubículo, sonrío burlonamente cuando me despojo de mi ropa interior. De nuevo 
agradezco haberme cambiado por el vestido azul marino. Pensé que era el atuendo 
adecuado para cumplir con el buen Dr. Flynn, no había esperado que la tarde 
tomara este inesperado curso.   

Ya me estoy emocionando. ¿Por qué él me afecta así? Lamento un poco la facilidad 
con la que caigo bajo su hechizo. Ahora sé que no pasaremos la tarde hablando de 
todos nuestros problemas y recientes acontecimientos… ¿pero cómo puedo 
resistirme a él?   

Comprobando mi apariencia en el espejo, mi mirada se ilumina y me ruborizo con 
excitación. Cuestión de dejarse llevar.   

Respiro profundamente y me encamino de regreso al club. Quiero decir, no es 
como si no hubiera ido nunca sin bragas antes. Mi Diosa interior se cubre con una 
suave boa de plumas rosa y diamantes, pavoneándose con ella entre su coño y mis  
zapatos. 

Damon se encuentra sentado educadamente cuando regreso a la mesa, con 
expresión inescrutable. Se le ve perfecto, atractivo, tranquilo, y sereno. Claro, que 
ahora conozco la  diferencia.   

 —Siéntate a mi lado —dice. Me deslizo en el asiento y él se sienta—. He ordenado 
para ti. Espero que no te importe. —Me devuelve mi copa medio acabada de 
champán, mirándome intensamente y bajo su escrutinio, mi sangre calienta 
nuevamente. Él descansa sus manos sobre sus muslos. Y me tenso y abro mis 
piernas ligeramente.   
 

El camarero llega con un plato de ostras en hielo picado. Ostras. El recuerdo de 
nosotros dos en el comedor privado del Heathman llena mi mente. Estábamos 
discutiendo su contrato. Oh chico. Desde entonces hemos recorrido un largo 
camino.   

 —Creo que te gustaron las ostras la última vez que las probaste. —Su voz es 
seductoramente, baja.  

—Sólo las he probado una vez hace tiempo —murmuro, con voz entrecortada. Sus 
labios se contraen bruscamente con una sonrisa.   

 —Ah, Srta. Gilbert... ¿cuándo aprenderás?  —Reflexiona.   

Él toma una ostra del plato y levanta su otra mano de su muslo. Yo retrocedo con 
expectación, pero él alcanza una rodaja de limón.   

 —¿Aprender qué?  —pregunto. ¡Dios, mi pulso está acelerado! Sus dedos largos, 
experimentados exprimen suavemente el limón sobre el marisco.   

 —Come —dice, sosteniendo la concha cerca de mi boca. Yo abro mis labios, y él 
pone la concha suavemente en mi labio inferior—. Inclina la cabeza hacia atrás 
despacio —murmura.  

Lo hago como me pide y la ostra se desliza por mi garganta. Él no me toca sólo a la 
concha.   

Damon toma una para él, y luego me da otra a mí. Nosotros continuamos esta 
tortuosa rutina hasta que toda la docena desaparece. Su piel nunca conecta con la 
mía. Está haciéndome enloquecer.   

—¿Todavía te gustan las ostras?  —pregunta cuando trago la última.   

Asiento con la cabeza, enrojecida, anhelando su toque.   

 —Bueno.    

Me muevo en mi asiento. ¿Por qué esto está tan excitante?   
Él pone su mano casualmente en su propio muslo nuevamente, y yo me derrito. 

Ahora. Por favor. Tócame. Mi Diosa interior está de rodillas, desnuda, excepto por 
sus bragas… mendigando. Él mueve su mano arriba y abajo de su muslo, la 
levanta, luego vuelve a colocarla donde estaba.  

El camarero vuelve a llenar nuestras copas de Champán y de inmediato retira 
nuestros platos. Momentos más tarde regresa con nuestro plato principal, lubina… 

—¡no puedo creerlo!— servida con una salsa holandesa, espárragos y patatas 
salteadas.  

—¿Unos de tus platos favoritos, Sr. Salvatore?   

—Definitivamente, Srta. Gilbert. Aunque creo que era bacalao en el Heathman. —Su 
mano se mueve en su muslo de arriba abajo. Mi respiración pincha, pero aun así no 
me toca. Es muy frustrante. Trato de concentrarme en nuestra conversación.   

 —Me parece recordar que estábamos en un comedor privado, discutiendo los 
contratos.   

—Días felices —dice, sonriendo burlonamente—.  Esta vez espero conseguir follar 
contigo. —Él mueve su mano para recoger su cuchillo.   

¡Argh!  
Él toma un bocado de su lubina. Lo está haciendo a propósito. 

—No cuentes con ello —murmuro con un mohín y él me mira, divertido—. 
Hablando de contratos —agrego—. El CDC. 

—Rómpelo —dice simplemente. 
¡Vaya! 

—¿Qué? ¿En serio? 

—Sí. 

—¿Estás seguro de que no me voy a correr al Seattle Times con una revelación? —
bromeo. 

Él se ríe y es un sonido maravilloso. Parece tan joven. 

—No. Confío en ti. Te voy a dar el beneficio de la duda. 
 
Oh. Le sonrío tímidamente.  

—Lo mismo —dejo escapar. 

Sus ojos se iluminan.  

—Estoy muy contento de que estás usando un vestido —murmura. Y bam, el 
deseo recorre mi sangre ya sobrecalentada. 

—¿Por qué no me has tocado, entonces? —siseo. 

—¿Extrañando mi tacto? —pregunta con una sonrisa. Se ha divertido... el hijo de 
puta. 

—Sí —me enfurezco. 

—Come —ordena. 

—No vas a tocarme, ¿verdad? 

—No. —Niega con la cabeza. 
¿Qué? Jadeo en voz alta. 

—Sólo imagina cómo te sentirás cuando estemos en casa —susurra—. No puedo 
esperar para llevarte a casa. 

—Será tu culpa si hago combustión aquí en el piso 76 —murmuro con los dientes 
apretados. 

—Oh, Elena. Encontraremos una manera de apagar el fuego —dice, sonriendo 
escabrosamente hacia mí. 

Echando humo, excavo en mi lubina, y mi Diosa interior entrecierra los ojos en 
silenciosa, y tortuosa contemplación. También podemos jugar este juego. Aprendí 
lo básico durante nuestra comida en el Heathman. Tomo un bocado de mi lubina. 
Se derrite en la boca, delicioso. Cierro mis ojos, saboreando el sabor. Cuando los 
abro, empiezo mi seducción a Damon Salvatore, levantando muy lentamente mi 
falda, dejando al descubierto más de mis muslos. 
 

Damon hace una pausa momentánea, un bocado de pescado suspendido en el 
aire. 
Tócame. 

Después de un latido, sigue comiendo. Tomo otro bocado de lubina, ignorándolo. 
Luego, bajando mi cuchillo, me paso los dedos por la parte interior del muslo 
inferior, golpeando ligeramente mi piel con la punta de mis dedos. Es una 
distracción, incluso para mí, especialmente cuanto estoy ansiando su toque. 
Damon se detiene una vez más. 

—Sé lo que estás haciendo. —Su voz es baja y ronca. 

—Sé que los sabes, Sr. Salvatore —le respondo en voz baja—. Ese es el punto. 

Tomo un espárrago, lo miro de reojo por debajo mis pestañas, y luego sumerjo el 
espárrago en la salsa holandesa, agitando la punta una y otra vez. 

—No me estás pagando con la misma moneda, señorita Gilbert. —Sonriendo estira 
su mano y me quita el espárrago, increíble y molestamente arreglándoselas para no 
tocarme de nuevo. No, esto no está bien, esto no va de acuerdo al plan. ¡Agh! 

—Abre tu boca —ordena. 

Estoy perdiendo esta batalla de voluntades. Lo miro de nuevo, y sus ojos 
resplandecen gris brillante. Separando mis labios una fracción paso mi lengua por 
mi labio inferior. Damon sonríe y sus ojos se oscurecen aún más. 

—Ábrela más —deja escapar, separando sus labios para que yo pueda ver su 
lengua. Gimo interiormente, y me muerdo el labio inferior, luego hago lo que me 
pide. 

Oigo cómo toma aire cortantemente, él no es tan inmune. Bueno, finalmente estoy 
llegando a él. El puño de mi Diosa interior sube y baja en el aire por encima de su 
chaise longue. 

Manteniendo mis ojos clavados en los de él, tomo el espárrago en mi boca y 
succiono, suavemente... con delicadeza... en el extremo. La salsa holandesa es 
deliciosa. Muerdo, gimiendo en voz baja con apreciación. 
 
Damon cierra los ojos. ¡Sí! Cuando los abre de nuevo, sus pupilas se han 
dilatado. El efecto sobre mí es inmediato. Gimo y estiro mi mano para tocar su 
muslo. Para mi sorpresa, él utiliza su otra mano para agarrar mi muñeca. 

—Oh, no lo hagas, señorita Gilbert —murmura en voz baja. Levantando mi mano 
hacia su boca, suavemente roza mis nudillos con sus labios, y me retuerzo. ¡Por fin! 
Más, por favor. 

—No toques —me regaña en voz baja, y vuelve a colocar mi mano sobre mi rodilla. 
Es tan frustrante, este contacto insatisfactoriamente breve. 

—No juegas limpio —hago pucheros. 

—Lo sé. —Levanta su copa de champaña para proponer un brindis, reflejo sus 
acciones. 

—Felicitaciones por tu ascenso, señorita Gilbert. —Hacemos tintinear las copas y me 
ruborizo. 

—Sí, es medio inesperado —murmuro. Él frunce el ceño como si algún 
pensamiento desagradable hubiera pasado por su cabeza. 

—Come —ordena—. No te llevaré a casa hasta que hayas terminado tu comida, y 
entonces podremos celebrar de verdad. —Su expresión está tan caliente, tan cruda, 
tan autoritaria. Me estoy derritiendo. 

—No tengo hambre. No de comida.  

Sacude su cabeza, completamente disfrutando de sí mismo, pero entrecierra sus 
ojos hacia mí de la misma manera. 

—Come, o te pondré en mi rodilla, justo aquí, y entretendremos a los demás 
comensales. 

Sus palabras me hacen retorcerse. ¡No se atrevería! Él y su palma nerviosa. Aprieto 
mi boca en una línea dura y lo miro. Recogiendo un espárrago, él sumerge la 
cabeza en la salsa holandesa. 

—Cómete esto —murmura en voz baja y seductora. 
 
Accedo de buena gana. 

—Realmente no comes lo suficiente. Has perdido peso desde que te conozco.   —Su 
tono es suave. 

No quiero pensar en mi peso, la verdad es, que me gusta estar así de delgada. Me 
trago el espárrago. 

—Sólo quiero ir a casa y hacer el amor —murmuro con desconsuelo. Damon 
sonríe. 

—Yo también, y lo haremos. Come. 

De mala gana, vuelvo a mi comida y empiezo a comer. Sinceramente, me he 
quitado mi ropa interior y todo. Me siento como un niño al que le ha sido negado 
un dulce. Él es tan bromista, un delicioso, sexy, bromista juguetón, y todo mío. 

Me interroga acerca de Ethan. Ya que resulta, que Damon hace negocios con el 
padre de Katrina y Ethan. Hmm... Es un mundo pequeño. Me alivia saber que no 
menciona al Dr. Flynn o la casa ya que me resulta difícil concentrarme en nuestra 
conversación. Quiero ir a casa. 

La anticipación carnal está desplegándose entre nosotros. Él es tan bueno en esto. 
Haciéndome esperar. Preparando la escena. Entre bocado y bocado, pone su mano 
en su muslo, muy cerca del mío, pero todavía no me toca sólo para burlarse de mí 
aún más. 

¡Bastardo! Finalmente termino mi comida y coloco mi cuchillo y tenedor en el 
plato. 

—Buena chica —murmura, y esas dos palabras contienen muchas promesas. 
Le frunzo el ceño.  

—¿Y ahora qué? —pregunto, el deseo clavando sus uñas en mi vientre. Oh, quiero 
a este hombre. 

—¿Ahora? Nos vamos. Creo que tienes ciertas expectativas, señorita Gilbert. Que 
tengo la intención de cumplir con lo mejor de mi capacidad. 
 
¡Vaya! 

—¿Lo mejor... de tu ha... bili... dad? —tartamudeo. Santa mierda. 

Él sonríe y se pone de pie. 

—¿No tenemos que pagar? —le pregunto, sin aliento. 

Él ladea la cabeza hacia un lado.  

—Soy un miembro aquí. Me mandarán la cuenta. Ven, Elena, después de ti. —
Se hace a un lado, y me pongo de pie para salir, consciente de que no estoy usando 
mi ropa interior. 

Él me mira oscuramente, como si me estuviera desnudando, y me regodeo con su 
valoración carnal. Eso simplemente me hace sentir muy sexy, este bello hombre me 
desea. ¿Siempre disfrutaré de esto? Deliberadamente deteniéndome frente a él, me 
aliso el vestido por encima de mis caderas. 

Damon susurra en mi oído:  

—No puedo esperar a llegar a casa. —Pero aun así no me toca. 

Mientras salimos murmura algo sobre el automóvil al maître, pero no estoy 
escuchando, mi Diosa interior está incandescente con anticipación. Por Dios, ella 
podría iluminar Seattle. 

Esperando junto a los ascensores, estamos acompañados por dos parejas de 
mediana edad. Cuando las puertas se abren, Damon toma mi codo y me conduce 
a la parte posterior. Miro a mi alrededor, y estamos rodeados por espejos oscuros 
de vidrio ahumado. Mientras las otras parejas entran, un hombre en un traje 
marrón más bien poco halagador saluda a Damon. 

—Salvatore —asiente con la cabeza educadamente. Damon asiente con la cabeza en 
respuesta, pero no dice nada. 

Las parejas se paran delante de nosotros, enfrentando las puertas del ascensor. 
Obviamente son amigos, las mujeres conversan en voz alta, entusiasmadas y 
animadas después de la comida. Creo que todos están un poco borrachos. 
 

Mientras las puertas se cierran, Damon se inclina brevemente a mi lado para atar 
el cordón de su zapato. Raro, los cordones de sus zapatos no están desatados. 
Discretamente pone su mano sobre mi tobillo, sorprendiéndome, y mientras se 
pone de pie su mano se desplaza con rapidez por mi pierna, rodando 
deliciosamente sobre mi piel, vaya, directamente arriba. Tengo que ahogar mi grito 
de sorpresa cuando su mano llega a mi trasero. Damon se mueve detrás de mí. 
Oh mí. Me quedo boquiabierta hacia la gente delante de nosotros, mirando a la 
parte trasera de sus cabezas. No tienen ni idea de lo que estamos haciendo. 

Envolviendo su brazo libre alrededor de mi cintura, Damon me jala hacia él, 
sosteniéndome en mi lugar mientras sus dedos exploran. Santa puta mierda... ¿aquí? 

El ascensor viaja suavemente hacia abajo, deteniéndose en el piso 53 para dejar 
entrar a otras personas más, pero no estoy prestando atención. Estoy enfocada en 
cada pequeño movimiento que sus dedos hacen. Dando vueltas... ahora 
moviéndose hacia adelante, cuestionándose, a retroceder. 

Una vez más reprimo un gemido cuando sus dedos encuentran su objetivo. 

—Siempre tan lista, señorita Gilbert —susurra mientras desliza un largo dedo 
dentro de mí. Me retuerzo y jadeo. ¿Cómo puede hacer esto con toda esta gente 
aquí? 

—Mantente quieta y en silencio —advierte, murmurando en mi oído. 

Estoy sonrojada, caliente, con ganas, atrapada en un ascensor con siete personas, 
seis de ellos ajenos a lo que está ocurriendo en la esquina. Su dedo se desliza 
dentro y fuera de mí, una y otra vez. Mi respiración. Vaya, es vergonzoso. Quiero 
decirle que se detenga... y continúe... y se detenga. Me hundo contra él, y él aprieta 
su brazo a mi alrededor, su erección contra mi cadera. 

Nos detenemos de nuevo en el piso 44. Oh... ¿por cuánto tiempo va a continuar esta 
tortura? Adentro... afuera... adentro... afuera... Sutilmente me oprimo contra su 
persistente dedo. Después de todo este tiempo de no tocarme, ¡él escoge ahora! 
¡Aquí! Y eso me hace sentir tan… libertina. 

—Silencio —respira, sin parecer afectado cuando otras dos personas suben a 
bordo. El ascensor se está llenando. Damon nos mueve un poco más atrás, de 
modo que ahora estamos presionados en la esquina, sosteniéndome en mi lugar y 
torturándome más. Él acaricia mi cabello. Estoy segura de que lucimos como una 
joven pareja enamorada, besuqueándose en la esquina, si alguien se molestara en 
dar la vuelta y ver lo que estamos haciendo... Y él introduce un segundo dedo 
dentro de mí. 

¡Joder! Gimo, y estoy agradecida de que la manada de gente delante de nosotros 
todavía está charlando, totalmente inconsciente. 

Oh, Damon, qué me haces. Inclino mi cabeza contra su pecho, cerrando los ojos y 
entregándome a sus implacables dedos. 

—No te vengas —susurra—. Quiero eso más tarde. —Extiende su mano sobre mi 
vientre, haciendo una leve presión, a medida que continúa su dulce persecución. 
La sensación es exquisita. 

Finalmente, el ascensor llega a la primera planta. Con un fuerte pitido las puertas 
se abren, y casi al instante los pasajeros empiezan a salir. Damon lentamente 
desliza sus dedos fuera de mí y besa la parte de atrás de mi cabeza. Echo un 
vistazo alrededor hacia él, y sonríe, y luego asiente de nuevo al señor traje-marrón-
mal-ajustado que responde su gesto de reconocimiento mientras sale del ascensor 
con su esposa. Yo apenas lo noto, concentrándome en cambio en permanecer de 
pie y tratando de controlar mis jadeos. Por Dios, me siento dolorida y privada. 

Damon me libera, dejándome pararme por mi cuenta, sin apoyarme en él. 
Dando la vuelta, lo miro. Se ve fresco e imperturbable, con su habitual compostura. 
Hmm... Esto es tan injusto. 

—¿Lista? —pregunta. Sus ojos brillan perversamente mientras desliza primero el 
índice, luego el dedo corazón en su boca y los chupa—. Muy bien, señorita Gilbert 
—susurra. Estuve a punto de convulsionar en el acto. 

—No puedo creer que hayas hecho eso —me quejo, y estoy prácticamente 
viniéndome abajo. 
 

—Te sorprenderías de lo que puedo hacer, señorita Gilbert —dice. Extendiendo su 
mano, coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja, una leve sonrisa 
traicionando su diversión. 

—Quiero llegar a casa, pero tal vez sólo logremos llegar hasta el coche —dice 
sonriendo hacia mí mientras toma mi mano y me lleva fuera del ascensor. 
¡Qué! ¿Sexo en el automóvil? ¿No podemos simplemente hacerlo aquí en el mármol 
frío del piso del vestíbulo... por favor? 

—Ven. 

—Sí, lo quiero. 

—¡Señorita Gilbert! —Me advierte con fingido horror divertido. 

—Nunca he tenido relaciones sexuales en un automóvil —murmuro. Damon se 
detiene y pone esos mismos dedos bajo mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia 
atrás y mirándome. 

—Estoy muy contento de escuchar eso. Tengo que decir que estaría muy 
sorprendido, por no decir enojado, si lo hubieras hecho. 

Me sonrojo, parpadeando hacia él. Por supuesto, sólo he tenido relaciones sexuales 
con él. Le frunzo el ceño. 

—Eso no es lo que quise decir. 

—¿Qué quieres decir? —Su tono es inesperadamente duro. 

—Damon, fue sólo una expresión. 

—La famosa expresión: “Nunca he tenido relaciones sexuales en un automóvil”. Sí, 
eso simplemente común. 

Por Dios... ¿cuál es su problema? 

—Damon, no estaba pensando. Por el amor de Dios, acabas... um, de hacerme eso 
en un ascensor lleno de gente. Mi ingenio se encuentra disperso. 

Levanta sus cejas.  
 
—¿Qué te hice? —Me desafía. 

Le frunzo el ceño. Él quiere que lo diga. 

—Me excitaste, a lo grande. Ahora llévame a casa y fóllame. 

Su boca se cae abierta luego se ríe, sorprendido. Ahora se ve joven y desenfadado. 
Oh, oírlo reír. Me encanta porque es muy raro. 

—Naciste siendo romántica, señorita Gilbert. —Toma mi mano, y nos dirigimos 
hacia el edificio donde se encuentra el ayudante de valet junto a mi Saab.   
 
*  *  * 
 
—Así que quieres sexo en el auto —murmura Damon mientras enciende el auto.  

—Francamente, habría estado feliz con el piso del vestíbulo.  

—Confía en mí Lena, igual yo. Pero no me apetece ser arrestado a esta hora de la 
noche y no quiero follarte en el baño. Bueno, no hoy.  
¡Qué!  

—¿Quieres decir que existía la posibilidad?  

—Oh sí.  

—¡Regresemos!  

Se vuelve a mirarme y ríe. Su risa es infecciosa; pronto ambos estamos riendo… 
maravillosas, catárticas, carcajadas de cabeza-inclinada-atrás. Estirándose, coloca 
su mano en mi rodilla, acariciándola suavemente con sus largos dedos habilidosos. 
Dejo de reír.  

—Paciencia Elena —murmura y entra en el tráfico de Seattle.  
 
 *  *  * 
 
Estaciona el Saab en el garaje del Escala y apaga el motor. Repentinamente, en los 
confines del auto, la atmósfera entre nosotros cambia. Con anticipación descarada, 
le echo un vistazo, tratando de contener mi corazón palpitante. Él se vuelve hacia 
mí, apoyándose contra la puerta, su codo apoyado sobre el volante.  

Tira de su labio inferior con sus dedos pulgar e índice. Su boca es tan distrayente. 
La quiero en mí. Está mirándome fijamente, sus ojos gris oscuro. Mi boca se seca. 
Él sonríe una lenta sonrisa sexy.  

—Follaremos en el auto en el momento y lugar de mi elección. Justo ahora, quiero 
tomarte en cada superficie disponible de mi apartamento.  

Es como si estuviera hablándome por debajo de la cintura… mi Diosa interna 
realiza cuatro arabescos y el Pas de Basque60.  

—Sí. —Jesús, sueno tan jadeante, desesperada.  

Se inclina hacia adelante un instante. Cierro mis ojos, esperando por su beso, 
pensando… finalmente. Pero nada pasa. Después de un momento, abro mis ojos 
para encontrarlo mirándome. No puedo entender en qué está pensando, pero antes 
de poder decir nada, me distrae una vez más.  

—Si te beso ahora no lo haremos en el apartamento. Ven.  
¡Gah! ¿Este hombre podría ser un poco más frustrante? Se baja del auto.  
 
*  *  * 
Una vez más, esperamos por el ascensor, mi cuerpo está zumbando con 
anticipación. Damon sostiene mi mano, corriendo su pulgar rítmicamente a 
través de mis nudillos, cada trazo haciendo eco a través de mí. Oh, quiero sus 
manos sobre todo de mí. Me ha torturado lo suficiente.  
 
—Entonces, ¿qué pasó con la gratificación instantánea? —murmuro mientras 
esperamos. 

Damon sonríe con suficiencia hacia mí.  

—No es apropiada en cada situación Elena.  

—¿Desde cuándo?  

—Desde esta tarde.  

—¿Por qué estás torturándome tanto? 

—Ojo por ojo, señorita Gilbert.  

—¿Cómo te estoy torturando?  

—Creo que lo sabes.  

Miro hacia él y su expresión es difícil de leer. Quiere mi respuesta… eso es todo.  

—Me gusta la gratificación retardada también —susurro, sonriendo tímidamente.  

Tira de mi mano inesperadamente y de repente estoy en sus brazos. Agarra el 
cabello en mi nuca, tirando suavemente, así mi cabeza se inclina hacia atrás.  

—¿Qué puedo hacer para que digas que sí? —pregunta fervientemente, tirándome 
fuera de balance una vez más. Parpadeo hacia él… a su encantadora, seria, 
desesperada expresión.  

—¿Darme algo de tiempo? Por favor —murmuro. Él gime y finalmente me besa, 
largo y duro. Luego estamos en el ascensor, y somos todo manos, bocas, lenguas, 
labios, dedos y cabello. Deseo, denso y fuerte, se lanza a través de mi sangre, 
enturbiando toda mi razón. Me empuja contra la pared, fijándome con sus caderas, 
una mano en mi cabello, la otra en mi barbilla, manteniéndome en el lugar.  

—Te pertenezco —susurra—. Mi destino está en tus manos Lena.  

Sus palabras son intoxicantes y en mi estado sobrecalentado quiero rasgar su ropa. 
Le quitó su chaqueta, y mientras el ascensor llega al apartamento, salimos 
atropelladamente al vestíbulo.  

Damon me inmoviliza en la pared cerca del ascensor, su chaqueta cayendo al 
suelo, y su mano viaja hasta mis piernas, sus labios nunca dejan los míos. Levanta 
mi vestido.  

—Primera superficie aquí —dice en voz baja y me levanta abruptamente—. 

Envuelve tus piernas a mi alrededor.  

Hago como me ha dicho y él se vuelve y me coloca sobre la mesa del vestíbulo, por 
lo que él está de pie entre mis piernas. Soy consciente de que el usual jarrón de 
flores no está. ¿Huh? Alcanzando el bolsillo de sus pantalones, pesca un paquete 
de papel aluminio y me lo tiende, deshaciendo su bragueta.  

—¿Sabes cuánto me enciendes?  

—¿Qué? —jadeo—. No… yo… 

—Bueno, lo haces —murmura—. Todo el tiempo. —Agarra el paquete de papel de 
aluminio de mis manos. Oh, esto es tan rápido, pero después de todo sus 
tentadoras burlas, lo deseo con urgencia… justo ahora. Él mira abajo hacia mí 
mientras rueda el preservativo, luego pone sus manos bajo mis muslos, 
desplegando mis piernas más amplias.  
Posicionándose, se detiene.  

—Mantén tus ojos abiertos. Quiero verte —susurra y levantando mis dos manos 
con las suyas, se hunde lentamente dentro de mí.  
Lo intento, realmente lo hago, pero la sensación es tan exquisita. Lo que he estado 
esperando después de todas sus burlas. Oh, la plenitud, este sentimiento… gimo y 
arqueo mi espalda en la mesa.  
 
—¡Abiertos! —gruñe, apretando sus manos en las mías e impulsándose tan 
bruscamente dentro de mí que grito.  

Parpadeo mis ojos abiertos, y él me mira fijamente hacia abajo con los ojos muy 
abiertos. Lentamente se retira luego se clava en mí una vez más, su boca 
aflojándose y luego formando un Ah… pero él no dice nada. Viendo su excitación, 
su reacción hacia mí… me ilumino dentro, mi sangre abrasando a través de mis 
venas. Sus ojos grises queman en los míos. Reanuda el ritmo y me deleito en él, en 
la gloria, viéndolo, viéndome —su pasión, su amor— mientras nos venimos, 
juntos.  

Grito mientras exploto a su alrededor, y Damon sigue.  

—¡Sí Lena! —llora. Colapsa sobre mí, liberando mis manos y descansando su 
cabeza sobre mi pecho. Mis piernas todavía están envueltas a su alrededor y bajo 
los pacientes, maternales ojos de las pinturas de Madonna, acuno su cabeza 
contra mí y lucho por recuperar el aliento.  
Él levanta su cabeza para mirarme.  

—No he terminado contigo todavía —murmura e inclinándose hacia arriba, me 
besa.  
 
*  *  * 
 
Yazco desnuda en la cama de Damon, tendida sobre su pecho, jadeando. Santo 
cielo, ¿nunca mengua su energía? Damon traza sus dedos arriba y debajo de mi 
espalda.  

—¿Satisfecha señorita Gilbert?  
                                                           

 Murmuro mi asentimiento. No me queda ninguna energía para hablar. 
Levantando mi cabeza, giro mis ojos desenfocados hacia él y me deleito en su 
cálida, cariñosa mirada. Muy deliberadamente, oriento mi cabeza hacia abajo por 
lo que sabe que voy a besar su pecho.  

Se tensa momentáneamente y planto un suave beso en el vello de su pecho, 
respirando su único aroma a Damon, mezclado con sudor y sexo. Es 
embriagador. Rueda de lado por lo que estoy yaciendo bajo él y mira abajo hacia 
mí.  

—¿El sexo es así para todos? Me sorprende que alguien incluso salga                 —
murmuro, sintiendo repentinamente timidez.  

Él sonríe.  

—No puedo hablar por todos, pero es bastante malditamente especial contigo 
Elena. —Se inclina y me besa.  

—Eso es porque usted es malditamente especial Sr. Salvatore. —Estoy de acuerdo, 
sonriendo hacia él y acariciando su rostro. Parpadea hacia mí desconcertado.  

—Es tarde. A dormir —dice. Me besa, luego se acuesta y me hala hacia él por lo 
que estamos abrazados de lado en la cama.  

—No te gustan los cumplidos.  

—Ve a dormir Elena.  

Hum… pero él es bastante malditamente especial. Jesús… ¿Por qué no se da 
cuenta de eso?  

—Me encantó la casa —murmuro.  

Él no dice nada por un momento, pero siento su sonrisa.  

—Te amo. Ve a dormir. —Acaricia mi cabello y derivo en un sueño, segura en sus 
brazos, soñando con puestas de sol, puertas francesas y amplias escaleras… y un 
pequeño niño de cabello cobrizo corriendo a través de una pradera, alegre y 
riéndose tontamente mientras lo persigo.  
 
*  *  * 
 
—Me tengo que ir nena. —Damon me besa justo debajo de mi oreja.  

Abro los ojos y es de mañana. Giro para encararlo, pero él está levantado, vestido, 
fresco y delicioso, inclinándose sobre mí.  

—¿Qué hora es? —Oh no… no quiero llegar tarde.  

—No entres en pánico. Tengo un desayuno de trabajo. —Él frota su nariz contra la 
mía. 

—Hueles bien —murmuro, estirándome debajo de él, mis extremidades 
agradablemente tensas y rechinantes de todas nuestras hazañas de ayer. Envuelvo 
mis brazos alrededor de su cuello—. No vayas.  

Él ladea su cabeza a un lado y enarca una ceja.  

—Señorita Gilbert… ¿estás tratando de mantener a un hombre de un honesto día de 
trabajo?  

Asiento adormilada hacia él y sonríe su nueva sonrisa tímida.  

—Tan tentadora como eres, tengo que ir. —Me besa y se pone de pie. Está usando 
un traje azul marino oscuro realmente marcado, camisa blanca y corbata azul 
marino y parece cada centímetro el Gerente General… el ardiente Gerente General.  

—Nos vemos nena —murmura y está fuera.  

Echando un vistazo al reloj noto que ya son las siete… debo haber dormido 
durante toda la alarma. Bueno, tiempo de levantarse.  
 
*  *  * 
En la ducha, la inspiración me golpea. He pensado en otro regalo de cumpleaños 
para Damon. Es tan difícil comprar algo para el hombre que tiene todo. Ya le he 
dado mi regalo principal y todavía tengo el otro elemento que compré en la tienda 
turística, pero este es un regalo que realmente va a ser para mí. Me abrazo a mí 
misma en anticipación mientras cierro la ducha. Sólo tengo que prepararlo.  

En el vestidor, me pongo un vestido ajustado rojo oscuro con escote cuadrado, un 
corte bastante bajo. Sí, esto para el trabajo.  

Ahora, para el regalo de Damon. Empiezo hurgando entre sus cajones, buscando sus 
corbatas. En el cajón de abajo encuentro esos desteñidos vaqueros rasgados, los 
que usa en la sala de juego… en los que se ve tan ardiente. Los acaricio 
suavemente, usando toda mi mano. Oh mi… el material es tan suave.  

Debajo de ellos, encuentro una caja de cartón grande, negra y plana. Despierta mi 
interés inmediatamente. ¿Qué hay ahí? La miro fijamente, sintiendo que estoy 
invadiendo nuevamente. Sacándola, la agito. Es pesada, como si guardara 
documentos o manuscritos. No puedo resistir, abro la tapa… y rápidamente la 
cierro otra vez. Joder… fotografías de la Habitación Roja. El impacto me hace 
sentarme en mis talones mientras trato de limpiar la imagen de mi cerebro. ¿Por 
qué abrí la caja? ¿Por qué él las ha mantenido?  

Me encojo. Mi subconsciente me frunce el ceño… esto es antes de ti. Olvídalas.  
Ella tiene razón. Poniéndome de pie noto que sus corbatas están colgando al final 
de su riel de ropa. Encuentro mi favorita y salgo rápidamente.  
Trato de decirme a mí misma que esas fotos son AL… Antes de Lena. Mi 
subconsciente asiente con aprobación, pero es con un corazón más pesado que me 
dirijo hacia la habitación principal para desayunar.  

La Sra. Jones me sonríe cálidamente y entonces frunce el ceño.  

—¿Todo está bien Lena? —pregunta amablemente. 

—Sí —murmuro, distraída—. ¿Tienes una llave para la… um, sala de juegos?  

Ella hace una pausa momentáneamente, sorprendida.  
 

—Sí, por supuesto. —Ella desengancha un pequeño manojo de llaves de su 
cinturón—. ¿Qué te gustaría para desayunar querida? —pregunta mientras me 
tiende las llaves.  

—Solo granola. No demoraré mucho.  

Me siento más ambivalente sobre este regalo ahora pero solo desde el 
descubrimiento de esas fotografías. Nada ha cambiado, mi subconsciente me ladra 
otra vez, mirándome sobre sus gafas aladas de media luna. Esa foto era ardiente, mi 
Diosa interior contribuye, y mentalmente le frunzo el ceño. Sí lo era… demasiado 
ardiente para mí.  

¿Qué otra cosa tiene escondida? Rápidamente hurgo a través del cofre museo, 
tomo lo que necesito y bloqueo la puerta de la sala de juegos detrás de mí. ¡Qué no 
haría Stefan para descubrir esto!  

Le tiendo las llaves de vuelta a la Sra. Jones y me siento para devorar mi desayuno, 
sintiendo extraño que Damon esté ausente. Las imágenes de las fotografías 
danzan inoportunas alrededor de mi mente. Me pregunto ¿Quién fue? ¿Leila 
quizás? 
 
*  *  * 
 
En mi camino al trabajo, me debatía entre decirle o no a Damon que encontré sus 
fotografías. No grito mi subconsciente, con su cara de Edvard Munch. Decidí que 
probablemente estaba en lo correcto. 
 
*  *  * 
 
Mientras me siento en mi escritorio, mi BlackBerry vibra. 

 De: Damon Salvatore 
Asunto: Superficies 
Fecha: Junio 17, 2011 8:59 
Para: Elena Gilbert 
 
Calculo que hay al menos treinta superficies que ver. Estoy viendo todos y cada 
uno de ellos. Luego están los pisos, las paredes, y no hay que olvidar el balcón. 
Después de eso está mi oficina… 
 
Te extraño. X 
 
Damon Salvatore 
Priápico62 Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc. 
 
Su e-mail me hace sonreír, y todas mis reservas anteriores se evaporan. Soy yo a 
quien quiere ahora, y las memorias de las aventuras sexuales de anoche inundan 
mi mente… el elevador, el vestíbulo, la cama. Priápico es correcto. ¿Me pregunto 
cuál será su equivalente femenino? 

 
De: Elena Gilbert 
Asunto: ¿Romance? 
Fecha: Junio 17, 2011 9:03 
Para: Damon Salvatore 
 
Sr. Salvatore tiene una mente de un solo camino. 
Te extrañe en el desayuno. 
Pero la Sra. Jones fue muy complaciente. 
Ax 

 
                                                           
62 Priápico: demasiado preocupados con la masculinidad y la sexualidad masculina. 
 
 
De: Damon Salvatore 
Asunto: Intrigado 
Fecha: Junio 17, 2011 9:07 
Para: Elena Gilbert 
 
¿En que fue complaciente la Sra. Jones? 
¿Qué está tramando señorita Gilbert? 
 
Damon Salvatore 
Curioso Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc. 
 
¿Cómo sabe? 

 
De: Elena Gilbert 
Asunto: Tocando nariz 
Fecha: Junio 17, 2011 9:10 
Para: Damon Salvatore 
 
Espera y veras, es una sorpresa. 
Necesito trabajar… déjame ser. 
Te amo. 
A x 

 
De: Damon Salvatore 
Asunto: Frustrado 
Fecha: Junio 17, 2011 9:12 
Para: Elena Gilbert 
 
Odio cuando me ocultas cosas. 
 
Damon Salvatore 
 


Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc. 
 
Observo la pequeña pantalla de mi BlackBerry. La vehemencia implícita en su e-
mail me toma por sorpresa. ¿Por qué se siente así? No es como que estoy 
escondiendo eróticas fotografías de mis ex´s. 

 
De: Elena Gilbert 
Asunto: Complaciéndote 
Fecha: Junio 17, 2011 9:14 
Para: Damon Salvatore 
 
Es para tu cumpleaños. 
Otra sorpresa. 
No seas tan petulante. 
A x 
 
No contesta inmediatamente, y me llaman a una reunión así que no puedo pensar 
en ello por mucho tiempo. 
Cuando vuelvo a revisar mi BlackBerry, para mi horror son las cuatro de la tarde. 
¿A dónde se fue todo el día? Aún no tengo un mensaje de Damon. Decido volver 
a mandarle un e-mail. 

 
De: Elena Gilbert 
Asunto: Hola 
Fecha: Junio 17, 2011 16:03 
Para: Damon Salvatore 
 
¿Ahora no me hablas? 
No se te olvide que voy a ir por una bebida con Stefan, y que él se va a quedar con 
nosotros esta noche. 
 
Por favor vuelve a pensar en unírtenos. 
A x. 
 
No contesta, y tengo un mal presentimiento. Espero que este bien. Cuando le 
marco a su celular, contesta el correo de voz. La grabación sólo dice: Salvatore, deje un 
mensaje en su tono más cortante. 

—Hola… um… soy yo. Lena. ¿Estás bien? Llámame —tartamudeé mi mensaje. 
Nunca antes le había tenido que dejar uno. ¡Por supuesto que va a saber que eres tú, 
idiota! Mi subconsciente rodo los ojos. Estoy tentada a llamar a su AP Andrea pero 
decido que es demasiado paranoico. De mala gana continúo trabajando. 
 
*  *  * 
 
Mi teléfono suena inesperadamente y mi corazón brinca. ¡Damon! Pero no, es 
Katrina, ¡mi mejor amiga al fin! 

—¡Lena! —grita desde donde sea que este. 

—¡Katrina! ¿Estás de regreso? Te extrañe. 

—Yo también. Tengo mucho que contarte. Estamos en el Sea-Tac, yo y mi hombre. 

—Se ríe de una forma tan anti-Katrina. 

—Genial. Yo también tengo mucho que contarte. 

—¿Nos vemos en el departamento? 

—Voy a ir por una bebida con Stefan. ¿Te nos unes? 

—¿Stefan está en la ciudad? ¡Seguro! Mándame un mensaje con el lugar. 

—Está bien —contesto. Mi mejor amiga está en casa. ¡Después de todo este tiempo! 

—¿Estás bien, Lena? 
 
—Sí, estoy bien. 

—¿Sigues con Damon? 

—Sí. 

—Bien. ¡Hasta luego! 

Oh, no ella también. La influencia de Elliot no tiene límites. 

—Sí, hasta luego, nena. —Me río y cuelgo. 

Wow. Katrina está en casa. ¿Cómo le voy a decir todo lo que ha pasado? Debería 
escribirlo para que no se me olvide nada. 
 
*  *  * 
 
Una hora más tarde el teléfono de mi oficina suena. ¿Damon? No, es Claire. 

—Deberías ver al tipo preguntando por ti en recepción. ¿Cómo es que llegas a 
conocer a todos estos sexis muchachos Lena? 
Stefan debió de haber llegado. Volteo al reloj, son las cinco cincuenta y cinco, y un 
pequeño estremecimiento de emoción me atraviesa. No lo he visto en años. 

—¡Lena, wow! Te ves muy bien. Tan madura. —Me sonríe. 

Solo porque estoy usando un vestido sofisticado… ¡Jesús! 
Me abraza fuertemente.  

—Y alta —murmura en asombro. 

—Sólo son los zapatos, Stefan. Tu tampoco te ves mal. 
Está usando jeans, una camisa negra y una camiseta de franela de cuadros blancos 
y negros. 
 
—Voy por mis cosas y nos podemos ir. 

—Bien. Esperare aquí. 
 
*  *  * 
 
Agarro dos Rolling Rocks del bar y me dirijo a la mesa donde Stefan está sentado. 

—¿Te parece bien el lugar de Damon? 

—Si. No he entrado. Sólo deje las fotos al servicio de elevador. Un tipo llamado 
Niklaus las recogió. Parece un lugar tranquilo. 

—Lo es. Deberías de ver el interior. 

—No puedo esperar. Salud, Lena. Seattle te favorece. 
Me sonrojo cuando chocamos las botellas. Es Damon el que me favorece.  

—Salud. Cuéntame de tu espectáculo y cómo te fue. 

Me cuenta la historia. De todas sus fotos vendió tres, que se ocuparon para el 
préstamo de sus estudios y le dejaron algo de efectivo para gastar. 

—Y estoy comisionado para capturar paisajes para la Autoridad Turística de 
Portland. ¿Genial, no? —Termina orgullosamente. 

—Oh Stefan, eso es maravilloso. ¿Y no interfiere con tus estudios verdad? —Le 
frunzo el ceño. 

—Nah. Ahora que ustedes se han ido y tres de los chicos con los que solía salir, 
tengo más tiempo. 

—¿Ninguna chica caliente que te mantenga ocupado? La última vez que te vi, 
tenias media docena de mujeres colgando con cada palabra. —Le arqueé una ceja. 

—Nah, Lena. Ninguna de ellas es mujer suficiente para mí. —Es todo un hombre. 
 
—Oh, seguro. Stefan Rodríguez un Casanova. —Me río. 

—Hey. Tengo mis momentos, Gilbert. —Luce algo herido y me siento 
escarmentada. 

—Seguro. —Lo aliento. 

—Así que, ¿cómo ha estado Salvatore? —pregunta, su tono cambia, mas frío. 

—Está bien. Estamos bien —murmuro. 

—Serios, ¿te refieres? 

—Sí. Serios. 

—¿No es un poco grande para ti? 

—Oh Stefan. Tú sabes lo que dice mi mamá… nací vieja. 

La boca de Stefan se tuerce con ironía. 

—¿Cómo está tu mamá? —Y así, estamos fuera de la zona de peligro. 

—¡Lena! 

Me volteo y ahí está Katrina y Ethan. Ella se ve hermosa: bronceada, cabello dorado 
rosáceo, piel dorada, y una radiante sonrisa blanca, y tan en forma en su blusón 
blanco y pantalones ajustados blancos. Todos los ojos están en Katrina. Salto de mi 
asiento y le doy un abrazo. ¡Oh como extrañé a esta mujer! 

Me empuja lejos de ella y me sostiene a la distancia de nuestros brazos, 
examinándome. Me sonrojo debajo de su intensa mirada. 

—Has perdido peso. Mucho peso. Y te ves diferente. Madura. ¿Qué ha pasado? —
dice, como mamá gallina, preocupada y mandona—. Me gusta tu vestido, te 
queda. 

—Ha pasado tanto desde que te fuiste. Te digo luego cuando estemos en casa. —
No estoy lista para la Inquisición Katherine Kavanagh. Me mira sospechosamente. 

—¿Estás bien? —pregunta amablemente. 
 

—Sí. —Sonrió, aunque estaría más feliz si supiera dónde esta Damon. 

—Bien. 

—Hola, Ethan. —Le sonrió, y me da un abrazo rápido. 

—Hola, Lena —susurra en mi oreja. 

Stefan le frunce el ceño. 

—¿Cómo estuvo el almuerzo con Mia? —le preguntó a Ethan. 

—Interesante —dice crípticamente. 
¿Oh? 

—Ethan, ¿conoces a Stefan? 

—Lo conocí una vez —murmura Stefan, evaluándolo mientras se saludan. 

—Sí, en casa de Katrina en Vancouver —dice Ethan, sonriéndole a Stefan—. Seguro. 
¿Quien quiere una bebida? 
 
*  *  * 
 
Me dirijo a los baños. Ahí le mando a Damon nuestra ubicación; quizá se nos 
una. No hay llamadas perdidas de él ni e-mails. No es normal en él. 

—¿Qué pasa, Lena? —pregunta Stefan mientras regreso a la mesa. 

—No puedo localizar a Damon. Espero que este bien. 

—Va a estar bien. ¿Otra cerveza? 

—Seguro. 

Katrina se atraviesa en la mesa.  

—¿Ethan dijo que una loca ex-novia estuvo en el departamento con una pistola? 
 
—Pues… sí. —Me encojo disculpándome. Oh Jesús. ¿Tenemos que hacer esto 
ahora? 

—Lena, ¿qué demonios ha estado pasando? —Katrina se detiene abruptamente y 
checa su teléfono. 

—Hola, nene —dice cuando contesta. ¡Nene! Frunce el ceño y voltea a verme—. 
Seguro —dice y voltea a verme—. Es Elliot… quiere hablar contigo. 

—Lena. —La voz de Elliot es fría y tranquila, mi cuero cabelludo se levanta. 

—¿Qué está mal? 

—Es Damon. No ha llegado de Portland. 

—¿Qué? ¿A qué te refieres? 

—Su helicóptero está perdido. 

—¿Charlie Tango? —susurro mientras todo el aire abandona mi cuerpo—. ¡No!

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