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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

02 abril 2013

Shades Capitulo 20


¿Te casarás conmigo? —susurra, incrédulo.
Asiento nerviosamente, sonrojándome y ansiosa y casi sin creer su
reacción, este hombre quien pensé que había perdido. ¿Cómo no
podía entender cuanto lo amaba?

—Dilo —ordena suavemente, con su mirada intensa y sexy.



—Sí, me casaré contigo.

Inhala fuertemente y se mueve de repente agarrándome y girando a mi alrededor,
en forma no muy tipo Cincuenta Sombras. Se está riendo, joven y desenfadado,
irradiando entusiasta alegría. Agarro sus brazos para sostenerme, sintiendo la
ondulación de sus músculos bajo mis dedos, y su risa contagiosa me arrasa, una
chica total y absolutamente enamorada de su hermoso hombre. Él me baja y me
besa. Fuertemente. Sus manos están a ambos lados de mi cara, su lengua insistente,
persuasiva… excitante.

—Oh, Lena —respira contra mis labios, y es una alegría que me deja tambaleando.

Él me ama, de lo que no tengo ninguna duda, y degusto el sabor delicioso de este
hombre, este hombre que pensé que nunca podría ver de nuevo. Su alegría es
evidente, sus ojos brillaban, su sonrisa juvenil, y su alivio es casi palpable.

—Pensé que te había perdido —murmuré, todavía deslumbrada y sin aliento de su
beso.

―Cariño, hará falta algo más que un mal funcionamiento de 135 para mantenerme
lejos de ti.

―¿135?


―Charlie Tango. Es un Eurocopter 135, el más seguro de su clase. —Una
desconocida pero oscura emoción se cruza en su cara brevemente, distrayéndome.
¿Qué no me está diciendo? Antes de que pueda preguntarle se queda quiero y me
mira, frunciendo el ceño, y por un momento pienso que va a decirme. Parpadeo a
sus ojos grises especulativos.

—Espera un minuto. Me diste esto antes de ver a Flynn —dice, sosteniendo la
llave. Se ve casi horrorizado.
¡Dios mío!, ¿a dónde va con esto? Asiento con la cabeza, manteniendo una cara
seria.
Su boca se abre.

Me encojo de hombros como disculpándome.

—Quería que supieras que todo lo que Flynn dijo no haría una diferencia para mí.
Damon parpadea hacia mí con incredulidad.

—Así que toda la tarde de ayer, cuando te estaba pidiendo una respuesta, ¿ya la
tenías? —Esta consternado. Asiento con la cabeza otra vez, tratando
desesperadamente de evaluar su reacción. Él me mira con asombro estupefacto,
pero luego estrecha sus ojos y su boca se tuerce con divertida ironía.

—Toda esa preocupación —susurra ominosamente. Le sonrió y me encojo de
hombros una vez más—. Oh, no trates de ponerte toda tierna conmigo, señorita
Gilbert. Ahora mismo, quiero... —Corre su mano a través de su cabello, luego,
mueve la cabeza y cambia de rumbo.

—No puedo creer que me dejaste en el aire —su susurro esta bañado de
incredulidad. Su expresión se altera sutilmente, sus ojos brillaban con malicia, su
boca torciéndose en una carnal sonrisa.
Santos cielos. Un escalofrío me recorre. ¿Qué está pensando?

—Creo que alguna retribución está en proceso, señorita Gilbert —dice en voz baja.


¿Retribución? ¡Oh mierda! Sé que está jugando… pero tomo un cauteloso paso hacia
atrás lejos de él. Sonríe.

—¿Ese es el juego? —susurra—. Porque te atraparé. —Y sus ojos arden con una
brillante intensidad juguetona—. Y te estás mordiendo el labio —dice amenazante.
Todas mis entrañas se aprietan a la vez. Oh mi… Mi futuro marido quiere jugar.
Tomo otro paso atrás, luego giro para correr, pero fue en vano. Damon me
agarra, de un solo golpe fácil, mientras chillo de alegría, sorpresa y shock. Me alza
por encima del hombro y se dirige por el pasillo.

—¡Damon! —siseo, tomando en cuenta que Stefan está arriba, aunque si podía
oírnos es dudoso. Me mantengo equilibrada poniendo mis manos en lo bajo de su
espalda, a continuación, en un impulso valiente, golpeo su trasero. Él me golpeó de
vuelta.

—¡Auch! ―grito.

―Es momento de ducharse ―declara triunfalmente.

—¡Bájame! —intento y fallo al sonar desaprobadora. Mi lucha es inútil, su brazo
me sujeta firmemente sobre mis muslos, y por alguna razón no puedo dejar de reír.

―¿Cómoda en esos zapatos? ―pregunta deleitado mientras abre la puerta de su
baño.

—Prefiero que estén tocando el suelo —intento gruñirle, pero no es muy eficaz ya
que no puedo evitar la risa de mi voz.

—Tus deseos son órdenes, señorita Gilbert. —Sin ponerme abajo, él desliza mis
zapatos y deja que resuenan en el piso de baldosas. Pausado por la vanidad, vacía
sus bolsillos, su BlackBerry muerta, llaves, cartera, llavero. Sólo puedo imaginar
cómo me veo en el espejo desde este ángulo. Cuando ha terminado, se marcha
directamente a su gran ducha.

—¡Damon! — le regaño en voz alta, su intención es ahora clara.

Abre el agua al máximo. ¡Por Dios! Agua del ártico cae a chorros sobre mi espalda,
y chillo, luego me detengo, consciente una vez más de que Stefan está arriba de
nosotros. Hace frío y estoy completamente vestida. El agua congelada se absorbe
en mi vestido, mis bragas y el sujetador. Estoy empapada, y no puedo dejar de reír.

—¡No! —chillo—. ¡Bájame! —Lo golpeo de nuevo, más fuerte esta vez, y Damon
me suelta dejándome deslizar por su cuerpo ahora empapado. Su camisa blanca se
pega a su pecho y sus pantalones de traje están mojados. Estoy empapada,
también, sonrojada, mareada y sin aliento, y él está sonriendo hacia mí, luciendo
tan… tan increíblemente sexy.

Él se despeja, con sus ojos brillantes, y pone mi cara entre sus manos otra vez,
atrayendo mis labios a los suyos. Su beso es suave, acariciante, y me distrae por
completo. Ya no me importa que esté completamente vestida y mojada en la ducha
de Damon. Somos apenas nosotros dos bajo el agua en cascada. Está de vuelta,
está a salvo, es mío.

Mis manos se mueven involuntariamente a su camisa mientras esta se aferra a
todas las líneas y tendones de su pecho, dejando al descubierto el vello debajo de la
humedad blanca. Saco el dobladillo de la camisa de sus pantalones, y él gime en
contra de mi boca, pero sus labios no dejan los míos. A medida que desabrocho su
camisa, llega a mi cremallera, deslizando hacia abajo lentamente el cierre de mi
vestido. Sus labios se vuelven más insistentes, su lengua invade mi boca, y mi
cuerpo explota de deseo. Yo tiro duro de su camisa, rompiéndola. Los botones
vuelan por todas partes, rebotando en las baldosas y desapareciendo sobre el suelo
de la ducha. Mientras lo despojo del material húmedo de sus hombros y bajo sus
brazos, lo presiono contra la pared, lo que dificulta su intento de desnudarme.

—Gemelos —murmura, sosteniendo sus muñecas donde su camisa cuelga
empapada y blanda con los dedos luchando, libero primero uno y luego el otro
puño, dejando que sus mancuernas de oro caigan descuidadamente en el suelo de
baldosas y sigue su camisa. Sus ojos buscan los míos a través de la cascada de
agua, su mirada ardiendo, carnal, caliente como el agua. Alcanzo la pretina de sus
pantalones, pero él niega con la cabeza y agarra mis hombros, volteándome, así
que estoy de espaldas a él. Termina el largo viaje hacia al sur con mi cremallera,
retira el cabello mojado lejos de mi cuello y pasa la lengua por el cuello hasta el
cuero cabelludo y hacia la espalda de nuevo, me besa y chupa a medida que
avanza.

Gimo y poco a poco él despega el vestido de mis hombros y lo baja más allá de mis
pechos, besando mi cuello por debajo de la oreja. Desabrocha mi sostén y lo
empuja fuera de mis hombros, liberando mis pechos. Sus manos los envuelven y
los toma cada uno mientras murmura su apreciación en mi oído.

—Tan hermosa —susurra.

Mis brazos están atrapados entre mi sostén y el vestido, los cuales cuelgan
desabrochados debajo de mi pecho, mis brazos todavía en las mangas, pero mis
manos están libres. Giro mi cabeza, dándole a Damon un mejor acceso a mi
cuello y presiono mis pechos a sus manos mágicas. Desplazo la mano detrás de mí
y doy la bienvenida a su ingesta aguda de respiración mientras mis dedos curiosos
se ponen en contacto con su erección. Empuja su ingle en mis manos acogedoras.

Maldita sea, ¿por qué no dejó que le quitara los pantalones?
Él tira de mis pezones, y mientras se endurecen y se extienden bajo su toque
experto, desaparecen todos los pensamientos de los pantalones y el placer repunta
libidinoso y agudo en mi vientre. Inclino mi cabeza hacia atrás contra él y gimo.

―Sí ―exhala y me voltea una vez más, atrapando mi boca en la suya.

Retira el sujetador, el vestido y las bragas hacia abajo de manera que se unen a la
camisa empapada en un montón en el piso de la ducha.
Agarro el gel de baño a nuestro lado. Damon se queda quieto al darse cuenta de
lo que voy a hacer. Mirándolo fijamente a los ojos, arrojo un chorro de algo del gel
perfumado en mi palma y sostengo mi mano en frente de su pecho, a la espera de
una respuesta a mi pregunta no formulada. Sus ojos se abren, entonces me da un
gesto casi imperceptible.

Pongo la mano en su esternón y comienzo a frotar el jabón en la piel. Su pecho se
eleva a medida que inhala fuertemente, pero se queda inmóvil. Después de un
segundo, sus manos estrechan mis caderas, pero él no me rechaza. Me mira con
recelo, su intensa mirada llena con más que miedo, pero sus labios se separan a
medida que aumenta su respiración.

―¿Esto está bien? ―susurro.

―Sí. ― Su respuesta corta y entrecortada es casi un jadeo. Me acuerdo de las
muchas duchas que hemos tenido juntos, pero la del Olympic es un recuerdo
agridulce. Bueno, ahora puedo tocarlo. Le lavo en círculos suaves, limpiando a mi
hombre, me traslado a las axilas, por encima de sus costillas, por su vientre firme y
plano, hacia su sendero feliz, y la cintura de sus pantalones.

―Mi turno ―susurra y alcanza el champú, quitándonos fuera del alcance de la
corriente de agua y solo cayendo algo de ella en la parte superior de mi cabeza.

Creo que esta es mi señal para detener su lavado, así que engancho los dedos en su
pretina. Aplica el champú en mi cabello, sus dedos largos y firmes masajeando mi
cuero cabelludo. Gimiendo en gratitud, cierro mis ojos y me entrego a la sensación
celestial. Después de todo el estrés de la tarde, esto es justo lo que necesitaba.
Él se ríe y abro un ojo para encontrar que me esta sonriendo.

—¿Te gusta?

—Mmm…

Sonríe.

—A mi también —dice y se inclina para besar mi frente, sus dedos continúan su
firme y dulce fricción de mi cuero cabelludo.

—Date la vuelta —dice con autoridad. Hago lo que me ha dicho, y sus dedos poco
a poco trabajan sobre mi cabeza, limpiando, relajando, amándome a medida que
avanzan. Oh, esto es una bendición. Él se estira para conseguir más champú y
gentilmente lava las largas trenzas por mi espalda. Cuando ha terminado, me pone
bajo la ducha de nuevo.

—Inclina tu cabeza hacia atrás —ordena tranquilamente.

Cumplo de buen grado, y enjuaga cuidadosamente la espuma. Cuando lo ha
hecho, lo afronto una vez más y voy directo a sus pantalones.

—Quiero lavarte todo ―susurro.

Él sonríe con esa sonrisa torcida y levanta sus manos en un gesto que dice “Soy
todo tuyo, nena”. Sonrió, se siente como Navidad. Me pongo a trabajar en su
cierre, y pronto los pantalones y los calzoncillos se reúnen con el resto de nuestra
ropa. Me paro y alcanzo la esponja del cuerpo y la loción corporal.

—Parece que estás encantado de verme —murmuro secamente.

―Siempre estoy encantado de verle, señorita Gilbert. —Me sonríe.

Enjabono la esponja, y luego vuelvo a mi viaje sobre su pecho. Está más relajado,
tal vez porque no estoy realmente tocándolo. Me dirijo hacia el sur con la esponja,
a través de su vientre, a lo largo de su sendero feliz, a través de su vello púbico, y
otra vez hasta su erección.

Le doy un vistazo y me mira con los ojos entornados y una nostalgia sensual.
Mmm… me gusta esa mirada. Suelto la esponja y uso las manos, agarrándolo con
firmeza. Cierra los ojos, lleva su cabeza hacia atrás, y gime, empujando sus caderas
en mis manos.

¡Oh, sí! Es tan excitante. Mi Diosa interior ha vuelto a resurgir después de su noche
de mecerse y llorar en una esquina, y está usando lápiz labial color rojo carmín de
prostituta.

Sus ojos ardientes se cierran con los míos. Él ha recordado algo.

—Es sábado —exclama, con los ojos brillantes con maravilla lujuriosa, y agarra mi
cintura, empujándome hacia él y besándome salvajemente.
¡Whoa! ¡Cambio de ritmo!

Sus manos barren hacia debajo de mi resbaladizo cuerpo húmedo, alrededor de mi
sexo, sus dedos explorando, provocando, y su boca es implacable, dejándome sin
aliento. Su otra mano está en mi cabello mojado, que me sostiene en su posición,
mientras soporto toda la fuerza de su pasión desatada. Sus dedos se mueven
dentro de mí.

―Ahh ―gimo dentro de su boca.

—Sí —me susurra y me alza, con sus manos detrás de mi trasero—. Envuelve tus
piernas alrededor de mí, cariño. —Mis pierdas se pliegan alrededor de él, y me
agarro como una lapa a su cuello. Él me refuerza contra la pared de la ducha y se
detiene, mirándome fijamente.

—Ojos abiertos —murmura—. Quiero verte.

Parpadeo, mi corazón martillando, mi sangre latiendo caliente y pesada a través de
mi cuerpo, el deseo, real y desenfrenado surgiendo a través de mí.
Luego se introduce en mí oh-tan-lentamente, llenándome, reclamándome, piel
contra piel. Me empuja hacia abajo contra él y gime en voz alta. Una vez que está
dentro de mí, su cara se tensa, intensa.

—Eres mía, Elena —susurra.

—Siempre.

Él sonríe victorioso y se menea, lo que me corta la respiración.

—Y ahora podemos hacérselo saber a todos, porque dijiste que sí. —Su voz es
reverencial, y se inclina hacia mí, capturando mi boca con la suya, y comienza a
moverse… lento y dulce. Cierro mis ojos e inclino mi cabeza hacia atrás mientras
mi cuerpo se arquea, mi voluntad sumiéndose a la de él, esclava de su ritmo lento
y embriagador.

Sus dientes mordisquean mi mandíbula, el mentón, y abajo hacia mi cuello
mientras coge el ritmo, empujándome hacia adelante, hacia arriba, lejos de este
plano terrenal, de la ducha, del miedo escalofriante de la noche. Sólo somos mi
hombre y yo moviéndonos al unísono, moviéndonos como uno, completamente
absorbidos en el otro, nuestros jadeos y gruñidos se mezclan. Me deleito en el
exquisito sentimiento de su posesión mientras mi cuerpo estalla y florece alrededor
de él.

Podía haberlo perdido… y lo amo… lo amo tanto, y de repente estoy sobrecogida por
la enormidad de mi amor y la profundidad de mi compromiso con él. Pasaré el
resto de mi vida amando a este hombre, y con ese pensamiento inspirador, detono
alrededor de él, un sanador orgasmo de catarsis, gritando su nombre mientras las
lágrimas fluyen por mis mejillas.

Él llega a su clímax y acaba dentro de mí. Con su cara enterrada en el cuello, se
hunde hasta el piso, sosteniéndome con fuerza, besando mi rostro, y besando mis
lágrimas mientras el agua caliente está a nuestro alrededor, lavándonos.

—Mis dedos están todos arrugados —murmuro, después del coito y saciada
mientras me apoyo contra su pecho. Levanta mis dedos a sus labios y besa a su vez
cada uno.

—Realmente debemos salir de esta ducha.

—Estoy cómoda aquí. —Estoy sentada entre sus piernas y él me mantiene cerca.
No me quiero mover.

Damon murmura su asentimiento. Pero, de repente estoy cansada hasta los
huesos, cansada del mundo. Muchas cosas han pasado esta semana pasada, lo
suficiente para una vida de drama, y ahora me estoy casando. Una risita incrédula
se escapa de mis labios.

—¿Algo divertido, señorita Gilbert? —pregunta con cariño.

―Ha sido una semana ocupada.
Sonríe.

—Así es.

—Doy gracias a Dios que estas de vuelta de una sola pieza, Sr. Salvatore —susurro,
viéndolo desde el punto de vista de lo que podría haber sido. Se tensa y de
inmediato me arrepiento de recordarle.

—Estaba asustado —confiesa para mi gran sorpresa.

—¿Antes?

Asiente, con su expresión seria.
Santa mierda.

—¿Y cuidaron de tranquilizar a tu familia?

―Sí. Era demasiado bajo para aterrizar bien. Pero de alguna manera lo hice.
Mierda. Mis ojos barren los de él, y él luce sepulcral mientras el agua cae en
cascada sobre nosotros.

—¿Cuán cerca estuvo? —Baja su mirada hacia mí.

—Cerca —se detiene—. Por unos pocos terribles segundos, pensé que nunca te
vería de nuevo.

Lo abracé fuertemente.

―No puedo imaginarme la vida sin ti, Damon. Te amo tanto que me da miedo.

—Yo también —suspira—. Mi vida estaría vacía sin ti. Te amo tanto. —Sus brazos
se tensan alrededor de mí y acaricia mi cabello—. Nunca te dejaré ir.

―No me quiero ir, nunca. ―Beso su cuello, y se inclina y me besa gentilmente.
Después de un momento, se remueve.

—Vamos, sequémonos y vayamos a la cama. Estoy exhausto y tú luces abatida.

Me inclino hacia atrás y arqueo una ceja a su elección de palabras. Él ladea la
cabeza hacia un lado y me sonríe.

—¿Tiene algo que decir, señorita Gilbert?
Niego con la cabeza y me paro de forma vacilante.

*  *  *
 Estoy sentada en la cama. Damon insistió en secar mi cabello, es algo hábil en
eso. Cómo eso ocurrió es un pensamiento desagradable, así que lo desecho
inmediatamente. Son pasadas las dos de la mañana, y estoy lista para dormir.
Damon baja su mirada hacia mí y vuelve a examinar el llavero antes de subir a la
cama. Sacude su cabeza, de nuevo incrédulo.

—Esto es tan increíble. El mejor regalo de cumpleaños que he tenido. —Me mira,
sus ojos suaves y cálidos—. Mejor que mi cartel autografiado de Guiseppe
DeNatale.

—Te habría dicho antes, pero como era tu cumpleaños… ¿Qué le das al hombre
que tiene todo? Pensé en darte… a mí.
Pone el llavero en la mesita de noche y se arrima atrás de mí, atrayéndome a sus
brazos contra su pecho, así estamos en cucharita.

—Es perfecto. Como tú.
Sonrío con suficiencia, a pesar de que no puede ver mi expresión.

—Estoy lejos de la perfección, Damon.

—¿Está sonriendo, señorita Gilbert?
¿Cómo sabe?

—Tal vez. —Río tontamente—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto. —Me acaricia el cuello.

—No necesitabas tu viaje de vuelta a Portland. ¿En realidad lo hiciste por Stefan?
¿Estabas preocupada de que estuviera sola con él?
Damon no dice nada. Me giro para verlo, y sus ojos están anchos por mi
reproche.

—¿Sabes cuán ridículo es eso? ¿En cuánto estrés nos pusiste a tu familia y a mí?
Todos te amamos mucho.

Pestañea un par de veces y luego me da su tímida sonrisa.

—No tenía idea de que estarían todos tan preocupados.
Frunzo mis labios.

—¿Cuándo vas a hacer atravesar por tu grueso cráneo que eres amado?

—¿Grueso cráneo? —Sus ojos se ensanchan con sorpresa.
Asiento.

—Sí. Grueso cráneo.

—No creo que la densidad ósea de mi cabeza sea significantemente mayor a la de
ninguna en mi cuerpo.

—¡Hablo en serio! Deja de intentar hacerme reír. Sigo un poco enojada contigo,
aunque está un poco eclipsado por el hecho de que estás en casa sano y salvo
cuando pensé… —Mi voz se desvanece al recordar esas ansiosas horas—. Bueno,
sabes lo que pensé.

Sus ojos se suavizan cuando alcanza a acunar mi rostro.

—Lo siento. Bien.

—También tu pobre mamá. Fue bastante conmovedor, verte con ella —susurro.
Sonríe tímidamente.

—Nunca la había visto de esa manera. —Pestañea con el recuerdo—. Sí, eso fue
realmente algo. Normalmente está tan compuesta. Fue una sorpresa.

—¿Ves? Todos te aman. —Sonrío—. Tal vez ahora vas a comenzar a creerlo.    —
Me inclino y lo beso suavemente—. Feliz cumpleaños, Damon. Estoy feliz de que
estés aquí para compartir tu día conmigo. Y no has visto lo que tengo para ti
mañana um… hoy. —Sonrío con suficiencia.

—¿Hay más? —dice, atónito, y su cara cambia a una sonrisa que quita el aliento.

—Oh sí, Señor Salvatore, pero vas a tener que esperar hasta entonces.

*  *  *

Fui repentinamente despertada por un sueño o pesadilla, y mi pulso está
acelerado. Me giro, con pánico, y para mi alivio, Damon está profundamente
dormido a mi lado. Porque me giré, se remueve y se estira dormido, envolviendo
su brazo sobre mí, y descansa su cabeza en mi hombro, suspirando suavemente.
La habitación está inundada con luz. Son después de las ocho. Damon nunca
duerme hasta tan tarde. Me recuesto y calmo mi acelerado corazón. ¿Por qué la
ansiedad? ¿Es la secuela de anoche?

Me giro y lo miro fijamente. Está allí. Está a salvo. Tomo una profunda y
tranquilizadora respiración y observo su bello rostro. Un rostro que ahora es tan
familiar, todas sus hendiduras y sombras eternamente grabadas en mi mente.
Luce mucho más joven cuando está dormido, y sonrío porque hoy es todo un año
más viejo. Me abrazo, pensando en mi regalo. Oooh… ¿qué hará? Tal vez debería
comenzar por traerle el desayuno a la cama. Aparte, Stefan tal vez todavía esté aquí.

Encuentro a Stefan en el mostrador, comiendo un plato de cereal. No puedo evitar
sonrojarme cuando lo veo. Él sabe que he pasado la noche con Damon. ¿Por qué
me siento repentinamente tan tímida? No es como si estuviera desnuda ni nada.
Estoy usando mi bata de seda larga hasta el suelo.

—Buenas, Stefan. —Sonrío vergüenza fuera.

—¡Hola, Lena! —Su rostro se ilumina, genuinamente feliz de verme. No hay pista
de bromas o desdén lascivo en su expresión.

—¿Dormiste bien? —pregunto.

—Claro. Qué vista desde aquí arriba.

—Sí. Es algo especial. —Como el dueño de este departamento—. ¿Quieres un
desayuno de hombre real? —bromeo.

—Me encantaría.

—Es el cumpleaños de Damon hoy, le haré el desayuno en la cama.

—¿Está despierto?

—No, creo que está frito por ayer. —Rápidamente giro la mirada lejos de él y me
dirijo al refrigerador para que no pueda ver mi sonrojo. Jesús, es sólo Stefan. Cuando
tomo los huevos y tocino del refrigerador, Stefan me está sonriendo abiertamente.

—Realmente te gusta, ¿no?

Frunzo mis labios.

—Lo amo, Stefan.

Sus ojos se ensanchan momentáneamente y luego sonríe.

—¿Qué hay para no amar? —pregunta haciendo gestos alrededor de la habitación.
Frunzo el ceño.

—Dios, ¡gracias!

—Oye, Lena, solo bromeo.

Hmm… ¿siempre tendré este prejuicio? ¿Que me caso con Damon por su dinero?

—En serio, estoy bromeando. Nunca has sido ese tipo de chica.

—¿Está bien el omelet para ti? —pregunto, cambiando el tema. No quiero discutir.

—Claro.

—Y a mí —dice Damon mientras entra a la habitación. ¡Santa mierda, está
usando solo los pantalones de su pijama que cuelgan de esa manera totalmente
ardiente de sus caderas, Jesús!

—Stefan. —Asiente.

—Damon. —Stefan devuelve solemnemente su asentimiento.

Damon se gira hacia mí y sonríe con suficiencia mientras lo observo. Ha
cumplido su propósito. Entrecierro mis ojos hacia él, desesperadamente intentando
recuperar mi equilibrio, y la expresión de Damon cambia sutilmente. Sabe que sé
lo que trama, y no le importa.

—Iba a llevarte el desayuno a la cama.

Pavoneándose, envuelve su brazo alrededor de mí, levanta mi barbilla, y planta un
sonoro y húmedo beso en mis labios. ¡Muy no Cincuenta!

—Buenos días, Elena —dice. Quiero fruncirle el ceño y decirle que se
comporte, pero es su cumpleaños. Me sonrojo. ¿Por qué es tan territorial?

—Buenos días, Damon. Feliz cumpleaños. —Le doy una sonrisa, y me sonríe
complacido.

—Estoy esperando mi otro regalo —dice y eso es. Me sonrojo del color de la
Habitación Roja del Dolor y miro nerviosamente a Stefan, quien luce como si hubiera
tragado algo desagradable. Me giro y comienzo a preparar la comida.

—Así que, ¿cuáles son tus planes hoy, Stefan? —pregunta Damon, aparentemente
casual mientras se sienta en un taburete.

—Me dirijo a ver a mi papá y Matt, el papá de Lena.
Damon frunce el ceño.

—¿Se conocen?

—Sí, estuvieron en el ejército juntos. Perdieron el contacto hasta que Lena y yo
estuvimos en la universidad juntos. Es algo tierno. Son mejores amigos ahora. Se
van a un viaje de pesca.

—¿Pesca? —Damon está genuinamente interesado.

—Sí, hay buenas atrapadas en estas aguas de costa. Los salmones y truchas pueden
crecer muy grandes.

—Cierto. Mi hermano Elliot y yo sacamos a uno de quince y medio kilos una vez.
¿Están hablando de pesca? ¿Qué tiene la pesca? Nunca lo he entendido.

—¿Quince y medio kilos? Nada mal. El papá de Lena, sin embargo, mantiene el
record. Uno de diecinueve y medio kilos.

—¡Estás bromeando! Nunca lo dijo.

—Feliz cumpleaños, de todas formas.

—Gracias. Así que, ¿dónde te gusta pescar?
Me desconecto. No necesito saber esto. Pero al mismo tiempo estoy aliviada. ¿Lo
ves, Damon? Stefan no es tan malo.

*  *  *

Para el momento en que Stefan está preparado para irse, ambos están mucho más
relajados el uno con el otro. Damon se cambia rápidamente a una camiseta y
unos jeans y descalzo nos acompaña a Stefan y a mí al vestíbulo.

—Gracias por dejarme irrumpir aquí —dice Stefan a Damon mientras estrechan
manos.

—En cualquier momento. —Damon sonríe.
Stefan me abraza rápidamente.

—Cuídate, Lena.

—Seguro. Fue genial verte. La próxima vez tendremos una noche fuera apropiada.

—Te haré mantenerlo. —Nos despide con la mano desde dentro del elevador, y
entonces se ha ido.

—Ves, no es tan malo.

—Aún quiere estar dentro de tu ropa interior, Lena. Pero no puedo decir que lo
culpe.

—Damon, ¡eso no es verdad!

—No tienes idea, ¿o sí? —Me sonríe hacia abajo—. Te ha deseado. Mucho tiempo.
Frunzo el ceño.

—Damon, es solo un amigo, un buen amigo. —Repentinamente me doy cuenta
de que sueno como Damon cuando está hablando de la Sra. Robinson. El
pensamiento es inquietante.

Damon extiende sus manos en un gesto aplacador.

—No quiero pelear —dice suavemente.
¡Oh! No estamos peleando… ¿o sí?

—Tampoco yo.

—No le dijiste que nos vamos a casar.

—No. Pensé que debería decírselo primero a mamá y a Matt.  —Mierda. Es la
primera vez que pienso en esto desde que dije que sí. Jesús; ¿qué van a decir mis
padres?

Damon asiente.

—Sí, estás en lo cierto. Y yo… um, debería preguntarle a tu padre.
Me río.

—Oh, Damon; no estamos en el siglo dieciocho.
Santa mierda. ¿Qué dirá Matt? El imaginarme esa conversación me llena de horror.

—Es tradicional. —Damon se encoge de hombros.

—Hablemos de eso más tarde. Quiero darte tu otro regalo. —Mi intención es
distraerlo. El pensar en mi regalo es como un agujero quemando en mi conciencia.
Necesito dárselo y ver cómo reacciona.

Me da su sonrisa tímida, y mi corazón se salta un latido. Tanto tiempo como viva,
nunca me cansaré de ver esa sonrisa.

—Estas mordiendo tu labio —dice y tira de mi barbilla.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo mientras sus dedos me tocan. Sin una
palabra, y mientras aún tengo un poco de coraje, tomo su mano y lo llevo de vuelta
a la habitación. Suelto su mano, dejándolo parado por la cama, y de debajo de mi
lado de la cama, saco las dos cajas de regalo restantes.

—¿Dos? —dice, sorprendido.

Tomo una respiración profunda.

—Compré esta antes del, um… incidente de ayer. No estoy segura de ello ahora. —
Rápidamente le entrego uno de los paquetes antes de cambiar de opinión. Me
mira, intrigado, sintiendo mi vacilación.

—¿Estás segura de que quieres que lo abra?
Asiento, ansiosamente.

Damon rompe la envoltura del paquete y mira sorprendido la caja.

—Charlie Tango —susurro.

Sonríe. La caja contiene un pequeño helicóptero de madera con un gran rotor de
hélices a energía solar. Lo abre.

—A energía solar —murmura—.  Wow. —Y, antes de que lo sepa, está sentado
sobre la cama ensamblándolo. Encaja junto rápidamente, y Damon lo sostiene
sobre la palma de su mano.

Un helicóptero de madera azul. Levanta su mirada hacia mí dándome su sonrisa
gloriosa de chico americano, entonces se dirige a la ventana de manera que el
pequeño helicóptero es bañado en la luz solar y el rotor empieza a girar.

—Mira eso —exhala, examinándolo de cerca—. Lo que podemos hacer con esta
tecnología. —Lo sostiene al nivel de sus ojos, mirando las aspas girar. Esta
fascinado y es fascinante de ver cómo se pierde a sí mismo en sus pensamientos,
mirando el pequeño helicóptero ¿Qué está pensando?

—¿Te gusta?

—Lena, lo amo. Gracias. —Me agarra y me besa rápidamente, entonces se gira para
mirar el rotor girar—. Lo agregaré al planeador en mi oficina —dice
distraídamente, mirando las hélices girar. Mueve su mano fuera de la luz del sol, y
las hélices lentamente giran más lento hasta detenerse.

No puedo esconder mi sonrisa divide-rostro, y quiero abrazarme a mí misma. Lo
ama. Por supuesto, es acerca de tecnología alternativa. Lo olvidé al momento de
comprarlo. Colocándolo sobre la cómoda, se gira para encararme.

—Me hará compañía hasta que salvemos a Charlie Tango.

—¿Es salvable?

—No lo sé. Eso espero. Lo extrañaré, de otra forma.
¿Lo? Me sorprendo a mí misma por la pequeña punzada de celos que siento por un
objeto inanimado. Mi subconsciente resopla con una risa burlona. La ignoro.

—¿Qué hay en la otra caja? —pregunta, sus ojos amplios con entusiasmo casi
infantil.
Santo joder.

—No estoy segura si este regalo es para ti o para mí.

—¿De veras? —pregunta, y sé que he picado su interés. Nerviosamente le entrego
la segunda caja. La sacude gentilmente y ambos oímos el pesado traqueteo.
Levanta la mirada hacia mí—. ¿Por qué estás tan nerviosa?                —pregunta
perplejo. Me encojo de hombros, avergonzada y excitada mientras me sonrojo.
Levanta una ceja hacia mí—. Me tienes intrigado, señorita Gilbert    —susurra, y su
voz corre directo a través de mí, deseo y anticipación reproduciéndose en mi
vientre—. Tengo que decir que disfruto tu reacción. ¿Qué has estado haciendo? —

Entrecierra sus ojos especulativamente.
Sigo con los labios apretados mientras contengo la respiración.
Remueve la tapa de la caja y saca una pequeña tarjeta. El resto del contenido está
envuelto en papel tisú. Abre la tarjeta, y sus ojos se oscurecen rápidamente hacia
los míos; abriéndose con shock o sorpresa. Simplemente no lo sé.

—¿Hacer cosas rudas contigo? —murmura. Asiento y trago. Inclina su cabeza a un
lado con cautela, evaluando mi reacción, y frunce el ceño. Entonces vuelve su
atención de regreso a la caja. Desgarra a través del papel tisú azul pálido y saca
una máscara de ojos, algunas pinzas para pezones, un tapón anal, su iPod, su
corbata gris-plata; y por último pero no menos importante, las llaves de su sala de
juegos.

Me observa, su expresión oscura, ilegible. Oh mierda. ¿Es un mal movimiento?

—¿Quieres jugar? —pregunta suavemente.

—Sí —suspiro.

—¿Por mi cumpleaños?

—Sí. —¿Puede sonar mi voz más pequeña?

Una miríada de emociones cruza su rostro, ninguna de las cuales puedo situar,
pero se decide por ansioso. Hmm… No exactamente la reacción que esperaba.

—¿Estás segura? —pregunta.

—No los látigos y esas cosas.

—Lo entiendo.

—Sí, entonces. Estoy segura.
Sacude se cabeza y mira hacia abajo al contenido de la caja.

—Sexo loco e insaciable. Bien, creo que podemos hacer algo con este lote          —
murmura casi para sí mismo, entonces pone el contenido de regreso en la caja.
Cuando me mira otra vez, su expresión ha cambiado completamente. Cielo santo,
sus ojos grises queman, y su boca se eleva en una sonrisa lenta y erótica. Extiende
su mano—. Ahora —dice, y no es una petición. Mi vientre se contrae, apretado y
duro, profundo, profundamente abajo.
Pongo mi mano en la suya.

—Ven —ordena, y lo sigo fuera de la habitación, mi corazón en mi boca. Deseo
corriendo espeso y caliente a través de mi sangre y mi interior se aprieta con
hambrienta anticipación. Mi Diosa interior se levanta alrededor de su chaise
longue. ¡Finalmente!

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