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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

22 octubre 2012

Comprado Capitulo 04


CAPÍTULO CUATRO

Tu hermana lleva varias horas consciente. Creemos que no va a volver a entrar en coma. Elena sintió un profundo alivio. — ¿Y el bebé?

—Está bien —contestó la enfermera—. Es un milagro que sobreviviera al accidente. A partir de ahora, va a necesitar cuidados constantes para que el embarazo vaya bien. Menos mal que Stefan ha hablado con el doctor Hardy de Londres y ha conseguido que le citara a Bonnie para dentro de un par de semanas.


Elena se tensó y sintió cómo Damon se tensaba también a su lado e intentaba interpretar las palabras que acababa de oír.

— ¿De qué me estás hablando? ¿Quién es Stefan? Su amiga la miró confusa.

— ¿Quién va a ser? El novio de Bonnie, tonta. Llegó ayer. Lleva toda la noche sentado en una silla a su lado —le explicó guiándola hacia la habitación de su hermana—. Está muy débil, así que no te quedes mucho tiempo, ¿de acuerdo?

Elena asintió confusa. No entendía nada. Cuando llegó a la habitación de su hermana, tuvo la sensación, justo antes de abrir la puerta, de que todo se iba a liar y, cuando apartó la cortina que separaba a su hermana de sus compañeras de habitación, estuvo a punto de desmayarse por segunda vez en dos días.

—Elena... —dijo Bonnie con voz débil.

Elena no la miró. Apenas se podía mover. Estaba mirando fijamente a la versión un poco más joven y un poco más baja de Damon Salvatore. Debía de estar exhausta y aquello debía de ser una alucinación.

—Elena, ¿estás bien? —le preguntó Bonnie cuando, por fin, se giró hacia ella.

Su hermana todavía estaba muy pálida y la cicatriz que le cruzaba la frente era espantosa, pero sus mejillas estaban ligeramente sonrosadas, lo que alegró a Elena. En aquel momento, Damon le indicó que se sentara. Elena así lo hizo. Una vez sentada junto a la cama de su hermana, la tomó de la mano.

—Las enfermeras me han dicho que te habías ido ayer... ¿dónde has estado? —quiso saber
Bonnie mirando a su hermana y a Damon Salvatore, cuya presencia acababa de registrar. Elena vio por el rabillo del ojo que el hombre joven se ponía en pie furioso.
—Señor Salvatore... ¿qué hace usted aquí? —le preguntó Bonnie al acompañante de su hermana.

Damon dio un paso al frente.

—Parece ser que tu hermana cree que soy el padre de ese niño —contestó señalando la tripa abultada bajo las sábanas.




Elena asintió satisfecha de comprobar que, por fin, Damon admitía que su hermana estaba
realmente embarazada.

— ¿De dónde te has sacado eso? —le preguntó Bonnie.

Elena sintió deseos de fingir otro desmayo. No se atrevía a mirar a Damon.

—La semana pasada cuando llegué, tenías mucha fiebre. Cuando te pregunté quién te había hecho  esto lo único que me dijiste fue «Damon Salvatore ». Fue el único nombre que mencionaste. Dijiste que ibas a verlo cuando se produjo al accidente y me pediste que lo encontrara.

— ¿De verdad?

Elena sonrió con tristeza.

—Supongo que no te acuerdas.

—Es cierto que cuando tuve el accidente iba a ver al señor Salvatore  —confesó Bonnie mirándolo nerviosa—, pero sólo para pedirle que me devolviera a Stefan...

—Stefan... —repitió Elena.

—Sí, Stefan Salvatore  —comentó Damon con frialdad—, el hombre con el que tu hermana estaba teniendo una aventura en el trabajo y que es mi hermano.

—Entonces, el bebé... —comentó Elena mirando hacia Stefan.

—Sí, Elena, el padre del bebé es él —dijo Bonnie apretándole la mano.

Damon sintió asco ante una imagen tan edulcorada, así que miró a Bonnie para distraerse. Al hacerlo, se dio cuenta de lo débil que estaba. Era evidente que era imposible que hubiera fingido el accidente.

Aquellas dos mujeres le recordaban tanto el pasado que quería parar aquella farsa inmediatamente. Aun así, su hermano miraba a Bonnie con amor y Damon comprendió que el daño ya estaba hecho. Aquellas mujeres eran unas arpías que sabían aprovechar las circunstancias. Damon estaba seguro de que el bebé no era hijo de Stefan, pero su hermano era mucho más ingenuo e incrédulo que él.

«La historia se repite», pensó Damon.

—Stefan, me gustaría hablar contigo a solas un momento —le dijo a su hermano en tono frío y distante.

El joven se sonrojó y tragó saliva, pero siguió a su hermano mayor fuera de la habitación. Elena sintió pena por él. Era evidente que Damon era el jefe de los dos hermanos y ella, con lo que había hecho, había dado al traste con cualquier compasión que Damon pudiera sentir por Stefan dadas las circunstancias.

Qué lío.


Elena decidió disimular para no preocupar a su hermana, así que apartó aquellos pensamientos de su mente y se levantó para abrazar a Bonnie.




Lo único importante era que estaba bien.

—Oh, Bonnie —le dijo con lágrimas en los ojos—, creía que te había perdido.

—Claro que no, Elena —contestó su hermana muy emocionada también—. ¿Sabes que nos vamos a casar? Me lo ha pedido y nos vamos a ir a vivir al centro de la ciudad para que el doctor Hardy...

Elena miró a su hermana muy seria. No debía hacerse ilusiones.

—Bonnie...

—El hombre con el que estaba saliendo era él, Stefan —insistió Bonnie—. Cuando su hermano se enteró, se enfadó mucho y lo envió a las oficinas de Tokio, pero seguimos en contacto. Un par de meses después de que se hubiera ido, me di cuenta de que estaba embarazada. Era tal el disgusto que había tenido porque lo habían alejado de mí que ni siquiera me había dado cuenta de que había tenido faltas en el periodo —le explicó—. Incluso se me pasó por la cabeza irme yo también a Japón. No me importaba dejar la empresa, yo lo único que quería era estar con él, pero... al final, me di cuenta de que no podía irme porque quiero que mi hijo nazca aquí —añadió mirándose con ternura la tripa—. Le quería pedir al señor Salvatore  que lo dejara volver.

— ¿Y por qué no me contaste nada de esto? —se lamentó Elena. Bonnie suspiró.

—No pude. Intenté llamarte al campamento, pero no lo conseguí. No quería contártelo por correo electrónico para no preocuparte y, además, un día me escribiste para decirme que no ibas a tardar mucho en volver. Quería que fuera una sorpresa agradable, quería que Stefan y yo estuviéramos juntos cuando lo conocieras...

—Ay, cariño... —sonrió Elena apartándole a su hermana un mechón de pelo de la cara.

En aquel momento, volvieron los dos hombres. Damon parecía furibundo. Stefan se acercó de nuevo a Bonnie, la volvió a tomar de la mano y miró a su hermano en actitud desafiante. Era evidente que Damon no estaba contento. Así lo reflejaba la expresión de su rostro, frío y distante.

—Te llevo a casa —le dijo a Elena.

—Pero si acabo de llegar.

—Elena...

Hubo algo en su tono de voz que hizo que Elena no protestara. Era como si su voz la hubiere hipnotizado. No quería quedarse a solas con aquel hombre porque, evidentemente, iba a tener que hacer frente a sus recriminaciones. Aun así, no pudo evitar obedecer.

Elena miró a su hermana y, de repente, Bonnie tomó, a pesar de su debilidad, el control de la situación.

—Vete tranquila, Elena, tienes que descansar. No has parado desde que volviste. Elena dudó.




—Ya no tienes que preocuparte por mí, ahora tengo a Stefan —le dijo su hermana al oído.

Así que Elena se puso en pie y bostezó. Lo cierto era que se sentía muy cansada. También se sentía como si la hubieran metido en una lancha hinchable y la hubieran lanzado al mar. De repente, todo lo que conocía se iba haciendo más y más pequeño y se perdía en la distancia. Para empeorar las cosas, Damon la tomó del brazo. Elena intentó ignorar el efecto que sentirlo tan cerca le producía.

—Encantada de conocerte —se despidió de Stefan fingiendo una sonrisa.

—Lo mismo digo —contestó el hermano de Damon muy serio.

Y, de repente, se encontró andando al lado de Damon. Hasta que no llegaron a la entrada del hospital, Elena no encontró fuerzas para librarse de su brazo, que había colocado sobre sus hombros. Habían sucedido muchas cosas y Elena no podía pensar con claridad, pero lo que sí tenía claro era que se sentía avergonzada y culpable por cómo había actuado.

Miró a Damon. Tantas emociones se habían apoderado de ella en aquel momento que no sabía por dónde empezar. Se sentía como si estuvieran tirando de ella en un millón de direcciones diferentes. Sentía un inmenso alivio y no era solamente porque su hermana estuviera recuperándose.

—Lo siento —dijo por fin.

Damon se quedó mirándola y Elena tuvo que hacer un gran esfuerzo para no apartar la mirada. Damon parecía un príncipe italiano exótico. Un grupo de enfermeras que pasó a su lado se quedó mirándolo, pero él no parecía darse cuenta.

_ ¿Lo sientes? —le espetó.

Hubo algo en su proceder que le recordó a Elena un pasado que hubiera preferido olvidar. En un abrir y cerrar de ojos, volvió a ser una de esas enfermeras y tenía ante sí a un dios. Aunque era irracional, aunque sabía que Damon no era aquella persona, una emoción muy fea se apoderó de ella.

—Sí,  lo  siento  —contestó  haciendo  un  gesto  en  el  aire  con  la  mano  como  quitando importancia a lo que había sucedido.

Era perfectamente consciente de la acusación que había vertido sobre aquel hombre y se sentía avergonzada por ello. Aun así, se estaba dejando llevar por el pasado y estaba reaccionando de manera poco coherente.

—Creía realmente que eras el padre del hijo de mi hermana. Cuando llegué, me encontré con mi hermana en el hospital, embarazada de cinco meses y abandonada por el padre de la criatura. No tenía ni idea de quién era y el único nombre que mencionó fue el tuyo. Además, necesitaba un tratamiento médico muy caro. Creo que es evidente que la única conclusión lógica a la que se podía llegar en aquellos momentos y dadas las circunstancias era a la que llegué, ¿no te parece?




Damon se quedó mirándola. Desde luego, aquella mujer no tenía precio. Ni siquiera se
molestaba en fingir que estaba avergonzada. ¿Por qué lo iba a hacer cuando habían conseguido engañar a uno de los Salvatore?

— ¿Te das cuenta de que has puesto mi vida patas arriba? —le espetó.

—Lo siento, lo siento, lo siento. De verdad, lo siento mucho, siento mucho haber creído que eras el padre siento mucho haberte ido a buscar a tu despacho y a tu casa... —se disculpó Elena cada vez más apesadumbrada—. Simplemente, lo siento, ¿de acuerdo? Prefiero volver a casa en autobús. Así, podrás volver a Italia en tu avión y olvidarte de mí. Olvídate de lo del dinero. Bonnie y yo ya nos cuidaremos solas.

«Que es lo que llevamos haciendo toda la vida».

Damon tuvo que hacer un gran esfuerzo para no poner los ojos en blanco. Ahora se estaba yendo al otro extremo y le estaba resultando exagerada.

Elena estaba muy confusa por todo lo que había pasado. Estaba acostumbrada a pensar en Bonnie y en ella como en una unidad. Debía asumir que ahora había en sus vidas otra persona, Stefan, que quería ayudarlas.

Quería  estar  sola,  quería  que  Damon la  dejara  en  paz,  necesitaba  tiempo,  tenía  las emociones a flor de piel y quería irse porque aquel hombre era... demasiado.

Así que se giró y comenzó a alejarse con lágrimas en los ojos. Dios. Hacía años que no lloraba a pesar de lo que había visto en África y ahora se ponía a llorar cada dos minutos y se desmayaba como la heroína de una película mala.

Sintió una mano en el brazo que la giró con fuerza. Lo único que veía era una silueta enorme y oscura. No podía hablar. De repente, se encontró entre unos brazos muy fuertes que la consolaban con tanta eficacia que hubiera creído estar en el paraíso.

Y entonces dio rienda suelta a las lágrimas y lloró durante una eternidad por sí misma, por
Bonnie.

Y por haber acusado a aquel hombre equivocadamente, por no haber sido capaz de pedirle perdón sinceramente porque lo que aquel hombre le hacía sentir le daba miedo.

Y siguió llorando hasta que se le secaron los ojos y le dolió la garganta.

Damon se había dejado llevar por el impulso. A pesar de que sabía que aquellas lágrimas eran parte de la farsa, no había podido evitar consolarla. Cuando la había visto girarse para marcharse, algo dentro de él le había gritado que no la dejara marchar.

Era la primera vez que sostenía entre sus brazos a una mujer que lloraba. Lo que sentía era deseo físico.
Sólo eso.

No había nada que entender ni que racionalizar, era simple y llanamente deseo. Había algo en aquella mujer que lo atraía a nivel básico. Damon era consciente de que debía agotar aquella vena le costara lo que le costara, así que decidió argüir un plan.




Sí, un plan que calmaría a Stefan, que se estaba comportando como un estúpido al insistir en
casarse con Bonnie, y que le permitiría vigilar  a Elena y a su  hermana. Y, de paso, conseguiría acostarse con ella y saciar su hambre...

Elena había dejado, por fin, de temblar incontrolablemente. Damon notó que tomaba aire profundamente porque sintió que sus pechos se apretaban contra su torso. Al instante, sintió que la entrepierna se le endurecía.

Sí,  definitivamente,  había  tomado  la  decisión  adecuada.  A  continuación,  la  apartó lentamente y la miró con la esperanza de que se hubiera convertido en una bruja, como en los dibujos animados, pero no fue así

Seguía siendo tan exquisita, seguía teniendo unos ojos inmensos que ahora brillaban, seguía teniendo una boca que resultaba toda una invitación y las nuevas huellas de las lágrimas hacían que Damon quisiera inclinarse sobre ella y borrárselas a besos.

De repente, se dio cuenta de que, en aquellos momentos, estaba actuando exactamente igual que su pobre hermano. Tenían que apartarse inmediatamente. Se estaba metiendo en arenas movedizas y aquello no le gustaba.

Aquella mujer y su hermana eran actrices y manipuladoras consumadas. No podía permitir que unas cuantas lágrimas de cocodrilo lo engañaran.

—Vamos a tu casa —anunció apartándola de él.

A continuación, realizó una llamada desde su teléfono móvil y, al cabo de pocos segundos, llegó el coche negro que los había llevado hasta allí desde el aeropuerto. Al ver que el rostro de Damon volvía a adquirir aquella máscara de indiferencia y distancia, Elena sintió un escalofrío, pues debían de haber sido imaginaciones suyas, pero le había parecido más humano durante un rato.

—Para que lo sepas, sigo sin creerme que Stefan sea el padre del hijo que espera tu hermana, así que no te dejes confundir por su promesa de casarse con ella.

Elena apretó las mandíbulas y no contestó.

«No es humano, es frío y cruel», pensó mientras entraba en el coche.


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