ELLEN POV
Ha pasado un día desde que a Dylan y a mí, se nos
unieron mis hijos Drew y Alexander Sweeney. Cada vez que recuerdo como mi hermano
me ayudó a traer al mundo a mis hijos, me da vergüenza, pero a la vez un gran
orgullo por ser su hermana y apoyarme hasta el final, ayudándome a traer al
mundo a sus sobrinos.
Según me contó cuando ayer desperté, hoy llegarían
Esme y Justin, eso me emocionaba mucho y a la vez me ponía muy nerviosa,
llevábamos sin vernos dos meses y al final sus nietos llevaban el apellido Sweeney
y no Canterville.
A las diez de la mañana amamanté a mis pequeños tragones, bajo la atenta mirada de mi hermano, que no se había separado de nosotros en ningún momento desde que llegamos al hospital.
Describir como me sentía en estos instantes era algo
realmente sencillo, estaba pletórica, feliz, ilusionada porque ahora todo iría
mejor y acompañada de mi hermano, al que adoraba. Si algo bueno nos trajo a Dylan
y a mí la muerte precipitada de nuestros padres y el nacimiento de mis peques,
eso era nuestra cercanía. Antes de que todo ocurriese, solo discutíamos y
apenas pensábamos en el otro, éramos muy egoístas y no compartíamos nada, y
ahora no puedo vivir sin él a mi lado.
Sabemos que cuando el curso acabe y los niños sean
más grandes tendremos que separarnos para continuar nuestras vidas, pero estaba
segura de que aún en la distancia, estaremos en contacto, da igual que el estudiase
en Nueva York y yo en Boston, haríamos
todo lo posible, para que los cuatro estuviésemos en contacto en cada momento
importante de nuestras vidas y si para eso teníamos que viajar para ver al
otro, lo haríamos.
En este momento la pediatra estaba pesando a Drew
mientras Dylan mecía en sus brazos a Alexander, su imagen me recordaba mucho a
mi padre, lo que me sacó otra sonrisa. Después de marcharse la pediatra, mi
hermano se sentó conmigo en la cama con los pequeños en nuestros brazos y así,
fue como nos encontraron Esme y Justin.
-¿Se puede?-preguntó en voz baja Justin, para no
despertar a los niños-
-Pasad-contestó mi hermano levantándose de mi lado
con Alex en sus brazos-
Nada más poner los pies en el suelo, mi hijo
protestó.
-Shh está bien Alex-dijo besando su cabeza-
-Oh Dios mío… es igual que su padre cuando era un
bebé-dijo Esme acercándose a mi hermano para ver a Alex-
-Hija felicidades, son hermosos-me abrazó Justin,
besando mi frente-
-Gracias a ti, ellos están perfectamente Justin-dije
sonriendo-
-Son mis nietos, cómo no os iba a ayudar-dijo
mirando a Drew que dormía en mi regazo-
-Toma, cógelo-dije entregándole a Drew-
-Claro, se parece mucho a ti y a Dylan-dijo mirando
su rostro tranquilo y el pelo oscuro-
-Eso pensé al ver su tono de pelo-dije-
-Están muy tranquilos, ¿ya les diste de
comer?-preguntó Esme, jugando con la mano de Drew, mientras mecía a Alex-
-Sí son muy tranquilos, a penas los he notado esta
noche y comieron hace una hora más o menos-dije-
-Y ¿quién es quién?-preguntó Justin-
-Justin, él es Drew y el pequeño que tiene Esme es
Alexander
-Asique este pequeño es Alex-dijo Esme achuchándolo-
Sonreí al verla así con mi pequeño y por un momento
pensé, como hubiera sido todo esto si Peter no me hubiera engañado, a la misma
velocidad que pensé eso, deseché la idea. Peter ya era parte del pasado y lo
único que ahora me tenía que preocupar, era el bienestar de mis hijos, mi
carrera y mi hermano, lo demás el tiempo lo diría.
A la hora de llegar Esme y Justin, llegaron Paige y Chaise
para conocer a sus nietos postizos, como ellos decían, las chicas llegarían en
la noche asique no las veríamos hasta el día siguiente.
Todo el día los bebés fueron de unos brazos a otros
sin protestar, con la excepción de cuando se alejaban a la ventana más lejana a
mí, que es cuando los dos protestaban y lo mismo ocurría si estaban en la cama
de al lado de la mía.
Según Paige y Esme, dicen que es porque se sienten
desprotegidos al no estar yo cerca, dato que me llenó de orgullo al saber que
ellos dependían tanto de mí y que me querían cerca.
La noche fue tranquila, solo me desperté dos veces
para alimentar a mis tragones, a la mañana siguiente Kate y Carmen nos
visitaron, trayendo con ellas un ramo de flores y dos peluches para los
pequeños, sus abuelos les regalaron una esclava a cada uno y Dylan decidió
regalarles la equipación en miniatura de su equipo de fútbol favorito, con sus
nombres escritos en la espalda, según mi hermano para ver los tres juntos los
partidos, lo que me hizo mucha gracia.
Tres días después nos dieron el alta y volvimos a
casa junto con mis tíos, Esme y Justin nos acompañaron una semana más y luego
tuvieron que marcharse por su trabajo y porque no querían que Peter sospechase
nada.
Los días a partir de entonces fueron un no parar,
aunque los niños eran muy buenos y solo lloraban cuando tenía que cambiarlos o
tenían hambre, la visita de su tío Dylan por las mañanas cuando despertaban y
las carantoñas de sus abuelos postizos, hacían que protestasen cuando se
alejaban de mí, lo que me hacía risa a mí y molestaba un poco a mi hermano, que
decía que no quería imaginar cómo serían de grandes cuando ya tenían mamitis.
Y entre pañales y babeos llegó Septiembre, mis
pequeños ya tenían seis meses, algo que me parecía increíble, ya que hacía nada
tenían tan solo un mes. Gracias a Dylan y a las chicas pude tener un libro de
mis pequeños desde que me enteré que estaba embarazada de ellos hasta su primer
mes de vida, regalo que me hicieron el 14 de Abril, desde ese día dedico una
hora a escribir las nuevas travesuras de mis pequeños.
Otro regalo que me hizo Dylan ese día fue mi libro
del bebé, no sé como lo encontró pero se lo agradezco muchísimo, en él mi madre
escribió cada cosa que sintió estando embarazada de mí, ecografías, fotos mías
en cada mes de vida que cumplía así
hasta cumplir un año, después aparecen datos de cuando empecé a andar, a
hablar, el primer diente, fue un detalle que me gustó mucho que mi hermano me
diese.
En ese momento el gorjeo de uno de mis pequeños me
trajo al presente.
-¿Qué pasa cariño?-le dije a Alex cogiéndolo en
brazos-
Mi pequeño me contestó en su gracioso idioma
mientras señalaba a cualquier lado.
-Vamos con el tío Dylan-dije besando su mejilla-
Nada más separarme de él, vi como su sonrisa ladina
aparecía, lo que hizo que el parecido con su padre fuese aún mayor.
-Sabes Alex…tu abuela Esme tenía razón, eres igual
que tu papá, desde el pelo y los ojos, hasta los gestos que haces-dije
suspirando-
Me senté junto a Dylan y entre los dos empezamos a
hacerles cosquillas a los niños, haciendo que ellos riesen a carcajadas. Hacía
una semana habían empezado a gatear, asique no podíamos dejarlos solos mucho
rato, lo que más les gustaba era que su tío Dylan los lanzase por los aires y
saltar sobre su estómago como si fuese un caballito, cada vez que mi hermano
les hacía eso, empezaban a reír sin parar a la vez que imitaban el ruido de
boca que hacía su tío.
Cuando empezó a anochecer decidimos recoger todo y
volver a casa antes de que hiciese más frío. Mientras yo recogía la manta y los
juguetes donde los niños habían jugado, Dylan cogió a los niños y juntos
salimos al camino dirección a casa.
En el instante en el que puse un píe en el camino,
un chico que bajaba corriendo, chocó conmigo, haciendo que ambos cayésemos al
suelo.
-Lo siento ¿estás bien?-me preguntó el rubio-
-Sí, solo me duele un poco el pie…-contesté-
-Matt, Matt Phelp-contestó-
-Encantada, soy Ellen Sweeney y ellos son mi hermano
Dylan y mis hijos Drew y Alexander Sweeney-dije-
-Encantado, si queréis os acompaño-se ofreció Matt-
-Claro, gracias-contesté-
El camino a casa fue muy tranquilo, Matt nos contó
que estaba aquí de visita, que él era de Kansas y que este año empezaba segundo
de carrera en la universidad de Boston, estudiaba Historia y trabajaba media
jornada en la cafetería de la universidad, para poder costearse la vivienda y
sus caprichos. También nos contó que era hijo único y que sus padres murieron
cuando tenía ocho años en un accidente de coche.
Nosotros le contamos lo ocurrido con nuestros padres
hace ya un año y mi relación con el padre de mis hijos. Le comenté que el
siguiente año cuando mis hijos fuesen más grandes yo viviría en Boston porque
estaba estudiando arqueología a distancia en la misma universidad que él.
Cuando llegamos a casa Chaise y Paige lo invitaron a
cenar, y antes de marcharse a su casa nos dimos nuestros correos y teléfonos
para no perder el contacto, él no se iría hasta dentro de una semana a Boston,
asique ya habíamos hecho planes para el resto de semana.
Como cada día, desde que nacieron mis hijos, Esme me
llamó para saber de sus nietos y si habían hecho algo nuevo. Mis hijos estaban
tan acostumbrados a sus voces, que cuando les ponía el teléfono para que
escucharan, gorjeaban y reían sin parar.
Después de despedirme de Esme y Justin, bañé a Drew
y a Alexander para acostarlos.
El resto de semana fue similar, con la diferencia de
que Matt nos acompañaba. En esa semana ambos nos conocimos muy bien, Matt era
un chico callado, pero que sabía escuchar, me entendía y no me juzgaba por no
contarle a Peter sobre los niños, incluso me ofreció su casa para cuando me mudase
a Boston y así poder ayudarme con los niños, a los que ya adoraba.
Cuando Matt se marchó a Boston el día 21 de
Septiembre, prometimos seguir en contacto a través de llamadas o por correo
electrónico. Este año cogería el resto de asignaturas de primero de carrera y
otras de segundo año, para así estar el siguiente año con menos materia y poder
pasar más tiempo con mis hijos y no tener que contratar a un desconocido para
cuidarlos.
Dylan ya había empezado segundo de arquitectura, y
nada más empezar ya estaba haciendo trabajos de diseño, lo que lo tenía más
liado y por ello pasaba menos tiempo con los niños.
Pronto las Navidades llegaron, Drew y Alexander
tenían ya nueve meses habían empezado a
caminar y a decir mamá y pío.
La primera vez que los escuché llamarme mamá no pude
evitar llorar de emoción, mis niños ya me reconocían, cuando dijeron pío por
primera vez nos quedamos extrañados, ya que nadie le había dicho eso, dos días
después nos dimos cuenta que se lo decían a Dylan, lo que supusimos que significaba
tío. Desde ese día mi hermano intenta enseñarles a decir Dylan, cosa que me
hacía gracia ya que aún eran muy pequeños para aprender los nombres.
Cuando Drew y Alex querían jugar, se levantaban
agarrándose a cualquier sitio para ir y coger sus juguetes, muchas veces iban
con sus coches o aviones hacia su tío para que jugase con ellos y esos momentos
los aprovechaba mi hermano para levantarlos por los aires haciendo que la casa
se llenase de risas.
Mis pequeños aunque eran muy tranquilos, cuando su tío
estaba cerca se revolucionaban, esto solía ocurrir a la hora de comer lo que
hacía que todos los días fuesen una batalla campal, ya que no dejaban de
aporrear el plato de comida poniendo todo perdido, se ensuciaban hasta el pelo
de comida y terminaban siempre en la bañera después de comer y con otra ropa. A
la hora de dormir tenía que ir a su habitación y contarles un cuento y darle el
pecho ya que si no, no se dormían.
Cuando ya estaban dormidos, aprovechaba y me iba a
hacer mis trabajos de la universidad y
estudiaba la materia dada hasta las doce de la noche ya que a las siete me
despertaba para recoger un poco la habitación de los niños, ducharme y hacer
mis cosas, a las nueve los dos se levantaban con mucha energía.
-Mamá-gorjearon mis hijos por el walkie-
Dejé de hacer el desayuno y fui hacia ellos.
-Buenos días mis príncipes ¿queréis desayunar?-dije
haciéndoles cosquillas-
Los dos empezaron
a reírse mostrándome sus dos dientecitos, los saqué de su cuna y una vez
los dos en el suelo, fuimos andando hasta las escaleras, donde los cogí en
brazos para bajar a la cocina.
-Bien mis niños, aquí tenéis vuestro desayuno-dije
dándoles su biberón-
En ese momento el teléfono empezó a sonar.
-Casa de los Bears, habla Ellen-dije-
-Ellen, soy Esme
-Hola Esme, ¿cómo estáis?-pregunté yendo hacia la
cocina para vigilar a los niños-
-Muy bien cielo, solo quería saber si os queréis
venir estas fiestas con nosotros.
-…..-esa petición me pilló de sorpresa-
-Peter no estará aquí-dijo cuando no contesté-
-Se lo diré a Dylan para que vaya a comprar los
billetes de avión-dije-pero si no te importa me gustaría celebrar en Foster
City, no estoy preparada para volver a San Francisco.
-Muy bien, cuando tengáis los billetes nos avisáis
para ir a recogeros al aeropuerto.
-Gracias Esme, hasta luego.
Cuando Dylan llegó del entrenamiento de baloncesto,
le conté sobre la llamada de Esme y su invitación, aceptó y después de ducharse
buscó por internet los billetes de avión.
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