Capítulo 10
–Parece que
no se da por
vencida, ¿verdad?–murmuró Elena
al ver que Charlotte se acercaba.
Damon
levantó la vista y suspiró. No parecía gustarle nada la interrupción. Después de
pasar toda la mañana y parte de la tarde
en la cama, habían decidido salir a cenar. Y, nada más sentarse a la mesa, vieron que se
les acercaba Charlotte, que parecía
haber estado vigilándolos como un halcón.
No
estaba celosa. Creía
que Charlotte no era el
tipo de
mujer que le podía
gustar a Damon. Lo que más le
molestaba era ver que había
otras personas que sabían
demasiados detalles sobre su relación. Siempre había sabido
que ella no les gustaba
a los amigos ni a la familia de Damon.
Le
había dado la impresión de que él
empezaba a entenderlo, pero sabía que
siempre iban a tener esa presión en su relación.
Charlotte
se detuvo frente a la mesa y se agachó para darle
un beso en la
mejilla a Damon, dejándole una
marca de carmín.
Elena
suspiró con resignación. Sabía que tendría que soportar otra desagradable
escena.
Ella
estaba molesta, pero vio que Damon parecía furioso.
–Charlotte, ¿qué demonios…?
–No te
enfades. Sólo venía a despedirme. Mi vuelo sale mañana por la mañana y quería
hablar contigo para ver cuándo podíamos vernos en Nueva York. Tu madre está
deseando que vayamos a cenar a su casa –repuso Charlotte mientras miraba a
Elena con cierto desdén.
Sabía que
estaba tratando de provocarla, pero Elena aprovechó la
ocasión para bostezar y mirar
a la recién llegada como si su
presencia la aburriera.
–¿Qué
te parece este fin de semana? –le preguntó
Charlotte–. Estoy segura de que a Elena no le importará.
Después de todo, tú y yo somos viejos amigos.
–Pero me importa a mí –repuso Damon–. Si no tienes
nada más que decirme, preferiríamos que nos dejaras
solos, por favor.
–Ya te
llamaré –murmuró Charlotte.
Cuando
se quedaron solos, Damon la miró con frustración.
–Lo
siento muchísimo, Elena. Quiero que sepas que no he hecho nada para alentarla.
Sonrió al oírlo
y le ofreció su servilleta para
que se limpiara el carmín.
–Ya me
lo imaginaba. Ya fuiste bastante claro con ella ayer, no sé por qué ha
vuelto a insistir. Me pregunto qué le habrá prometido tu madre.
–No
dejemos que eche a perder lo que ha sido hasta ahora un día increíble –le dijo
él.
–¿Dices
eso por el sexo? Veo que es lo único que necesitáis los hombres para pensar que
un día ha sido increíble –bromeó ella.
–Bueno,
es verdad. Pero es que
contigo no ha sido sólo sexo,
sino mucho más, Elena.
Se
sonrojó al oírlo. Parecía hablar con
sinceridad. Estaba consiguiendo que comenzara a soñar con cosas que
le habían parecido imposibles hasta ese momento, como que
pudieran volver a retomar su relación.
–¿Qué quieres hacer
después de cenar? –le preguntó
ella.
–¿Qué
te parece si damos otro paseo por la playa? A lo mejor podríamos ir al chiringuito que el hotel tiene en la playa y bailar un rato. Mañana
podríamos aprovechar para ir a algún otro
sitio si no estás demasiado cansada. He alquilado un coche descapotable para que podamos trasladarnos con comodidad.
–Me
parece un plan increíble y muy divertido.
Se
dio cuenta de que había
pasado demasiados meses sin
hacer nada divertido, le encantaba estar allí con él y poder disfrutar sin preocupaciones. No
pudo evitar sonreír al pensar en ello.
–Me
encanta verte sonreír otra vez –susurró Damon–. Estás preciosa cuando
sonríes. Quiero que seas feliz, Elena. Haré todo lo necesario
para que lo seas.
Con
esas palabras, sintió que se iba desvaneciendo parte del dolor
y la ira que habían atenazado su corazón
durante meses.
–Quiero
que esto funcione –le confesó ella entonces.
–¿Por
qué no cobraste el cheque que te di, Elena? Lo hice para que
pudieras tener una seguridad económica
durante algún tiempo. ¿Sabes lo que
sentí al verte trabajando en ese restaurante y viviendo en un pequeño y viejo
apartamento? Ni siquiera tenías comida allí.
–Solía
comer en el trabajo –le explicó ella.
–¿Crees
que eso hace que me
sienta mejor? ¿Por qué no usaste el dinero que te di?
Podrías haber terminado tus estudios en la
universidad. No tendrías por qué haberte puesto a trabajar, al menos durante algún
tiempo.
–Tengo
orgullo, Damon. Supongo que, si no hubiera conseguido ese trabajo, y lo hubiera
necesitado para comer, habría terminado por hacer efectivo un cheque que me hacía sentir muy poca cosa.
–¿Tanto me odiabas?
–quiso saber Damon–. ¿Preferías trabajar y vivir en condiciones tan
pésimas antes que aceptar algo mío?
–No
me hagas
preguntas si no estás preparado
para oír las respuestas.
–Creo
que ya me has contestado –repuso Damon cerrando los ojos.
–Tú
también me odiabas –le dijo ella. Damon
negó con la cabeza.
–¿Como
que no? Me insultaste e hiciste cosas horribles, como tirarme ese cheque a la
cara. Lo hiciste con tanto desprecio que aún recuerdo
cómo me hiciste sentir.
–¿Qué
esperabas? Por el amor de Dios, Elena,
acababa de saber que te habías acostado con mi hermano. ¡Llevabas en el
dedo la sortija con la que nos habíamos prometido, ya estábamos organizando la
boda y te acostaste con mi hermano!
–Y por supuesto, él no tiene la culpa de nada –repuso
enfadada–. Dime, Damon, ¿cuánto
tardaste en perdonarlo? ¿Cuánto tiempo
pasó antes de que volviera a entrar y salir de tu casa y os
juntarais todas las semanas para ir a
cenar a casa de tu madre?
Damon
parecía furioso.
–Pasó
algún tiempo. Estaba muy enfadado con él
y contigo. Pero al final, tuve que decidir si estaba dispuesto a dejar que
aquello echase a perder nuestra
relación. Jamie es mi hermano.
Elena
se incorporó en el sofá, olvidando
que habían prometido no hablar del
pasado.
–Y yo
era la mujer con la
que querías casarte, Damon. ¿No me
merecía al menos la misma consideración?
–Estaba
enfadado y creo que tenía
derecho a estarlo. No me voy a disculpar por ello,
pero ahora quiero que lo intentemos
de nuevo. Los dos cometimos errores.
Tuvo
que respirar profundamente para tratar de tranquilizarse. Le costaba hablar del pasado sin que volviera a sentir la misma rabia y el mismo
dolor de siempre.
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