Capítulo 1
Sus labios se
dirigían hacia los de ella. ¿Se encontrarían por fín? Nunca antes había
ocurrido a pesar de que ella lo deseaba profundamente. Él inclinó la cabeza
ligeramente y su corazón se aceleró. Oh, sí... esta vez sí. Pero cuando ella se
preparaba para el deseado encuentro, él empezó a alejarse. Su imagen se
disolvió por completo cuando el discordante sonido del teléfono la obligó a
salir de su ensoñación.
Con voz somnolienta respondió al teléfono:
-¿Sí?
-Elena, ha ocurrido algo terrible.
La voz de Stefan Salvatore le hizo abrir los ojos de
golpe.
-¿Algo terrible? -preguntó ella, sentándose de un
salto y encendiendo la luz casi a la vez.
-Porca miseria. ¿Cómo te lo digo? -dudó mientras
ella esperaba la terrible noticia que ya presentía-. Es Damon. Está en coma.
-¿Dónde está? -preguntó ella, saltando de la cama
con los verdes ojos encendidos por el terror.
Ni siquiera preguntó qué había pasado, ya se enteraría
de eso más adelante. Necesitaba saber dónde estaba Damon y llegar allí cuanto
antes, así que empezó a quitarse el pijama.
-Está en un hospital en Nueva York.
¿En Nueva York? Ni siquiera sabía que Damon estuviera
en Estados Unidos, pero la verdad era que había evitado tener contacto con él
desde que había anunciado su compromiso con Caroline dos meses antes.
Con un pie aún enredado en el pantalón del pijama,
Elena consiguió llegar hasta la mesa y encontrar lápiz y papel.
-¿En qué hospital? -tomó nota-. Estaré allí en
cuanto pueda.
Colgó el teléfono antes de que Stefan pudiera decir
una palabra más, pero lo entendería. Él había pensado en llamarla aunque era
noche cerrada, mientras que sus padres hubieran esperado innecesariamente por
educación hasta la mañana siguiente. El hermano de Damon sabía que ella amaba
a Damon Salvatore desde que tenía quince años.
Habían sido ocho años de sentimientos ocultos y no
correspondidos y el reciente compromiso con otra mujer que no había logrado
acabar con su amor.
Recorrió el apartamento a toda velocidad, juntando
las pocas cosas que necesitaba para el viaje a Nueva York en una bolsa de
viaje. Pensó en tomar un avión. En coche se tardaba dos horas y media, pero
tardaría aún más si tenía que ir hasta el aeropuerto, reservar un vuelo y
después volar hasta Nueva York. Además ella no podía hacer lo que los
Salvatore... no podía soñar con las atenciones de primera clase, ni subirse al
próximo avión a no ser que hubiera sitios libres en clase turista.
No se paró a peinarse el largo pelo castaño que le
llegaba a la cintura y lo dejó trenzado. Tampoco se maquilló. Se vistió con
unos vaqueros gastados, un jersey ligero y deportivas. No se puso sujetador ni
calcetines.
Poco después de dos horas estaba entrando en el
hospital y preguntando por Damon.
La mujer que estaba detrás del mostrador de información
la miró y preguntó:
-¿Es familia suya?
-Sí -mintió ella sin pensarlo dos veces.
Los Salvatore siempre habían dicho que ella era como
de la familia, la única familia que le quedaba a ella, y el hecho de no tener
vínculo de sangre era irrelevante en aquel momento.
La mujer asintió con la cabeza:
-Llamaré a un ordenanza para que la acompañe.
Cinco minutos después, que a ella le parecieron cinco
horas, un joven vestido con una bata verde llegó para acompañarla hasta la UCI.
-Me alegro de que esté aquí. Llamamos a su familia a
Italia hace tres horas -entonces, justo antes de que Stefan la llamara-, y aún
tardarán otras cinco o seis horas en llegar. En casos como éste, tener a los
seres queridos cerca en las primeras horas puede ser importante.
Bueno, tal vez ella no fuese uno de sus seres queridos,
pero ella sí lo quería y eso tenía que servir de algo.
-¿Qué quiere decir con eso de «en casos como este»?
-Usted ya sabe que el señor Salvatore está en coma,
¿no?
-Sí.
-El estado de coma es aún un misterio incluso con
los avances médicos actuales, pero creemos que la presencia de las personas
importantes en la vida del paciente puede ayudar a sacarlo de este estado.
El ordenanza dijo esto con un tono ácido que ella no
pudo comprender.
Se detuvieron en la entrada de la UCI para que las
enfermeras le dieran instrucciones para su visita a Damon. Allí se enteró
también de que el supuesto ordenanza que tan bien conocía el estado de Damon
no era tal, sino un interno, ayudante del médico de guardia de la
UCI.
Al entrar en la UCI, ignoró toda la parafernalia médica
alrededor de Damon y sólo se fijó en el hombre de más de un metro y noventa que
estaba en la cama. Casi dos metros de vida, tan inertes como una figura de escayola.
Sus preciosos ojos plateados estaban cerrados y tenía lesiones en la cara y una
mancha rojiza en un hombro.
No parecía llevar nada bajo la sábana y la manta que
le cubrían hasta el pecho. Su respiración era tan débil, que Elena se llevó un
susto tremendo al pensar que no respiraba en absoluto.
Avanzó hasta la cama y alargó la mano para tocarlo.
Necesitaba desesperadamente sentir la fuerza de la vida latir bajo su piel. Al
ver que no tenía ninguna venda, colocó suavemente la mano sobre la parte
izquierda de su pecho y casi le fallaron las rodillas por la emoción.
El latido constante del corazón de Damon bajo sus dedos
era la prueba de que, por muy pálido que estuviera, seguía vivo.
-Te quiero, Damon. No puedes morir, por favor. Lucha,
sigue luchando.
No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que el
interno le pasó un pañuelo de papel para que se secara las lágrimas que le
corrían por las mejillas. Ella lo tomó y se secó sin quitarle los ojos de
encima al hombre que estaba en la cama.
-¿Qué ocurrió? -preguntó ella.
-¿No se lo han dicho?
-Colgué el teléfono antes de que su hermano tuviera
tiempo de decírmelo. Llegar aquí cuanto antes me pareció más importante que entretenerme con detalles
-admitió ella.
-Le dispararon cuando intentaba salvar a una mujer
de un atraco.
-¿Le dispararon? -las únicas vendas que podía ver
eran las que tenía en la cabeza.
-La bala sólo le rozó el cráneo -dijo el interno señalando
las gasas-, pero cayó al suelo en medio de la carretera y un coche lo
atropello.
-¿Y las heridas?
-Se las hizo un coche.
-¿Hay algún daño permanente?
-Los médicos no lo creen, pero no podremos saberlo
hasta que no se despierte.
Algo en su voz hizo que Elena se pusiera en alerta:
-Dígamelo.
-Alguno de los traumatismos puede provocar una
parálisis temporal o permanente, pero no podremos saberlo hasta que no salga
del coma.
-¿Dónde está el médico?
Quería más información, más opiniones aparte de la
de un interno, por muy informado que pareciera.
-Está haciendo la ronda y vendrá dentro de poco a
ver al señor Salvatore. Podrá hablar con él entonces.
Ella asintió con la cabeza y sus ojos volvieron a posarse
sobre Damon, olvidando por completo que el interno también estaba en el
pequeño cubículo. Sólo contaba Damon. Él había llenado su mundo durante tanto
tiempo, que la idea de seguir viviendo sin él hacía que el dolor que sintió
cuando supo que se había comprometido fuera insignificante en comparación.
-Tienes que despertar, Damon. Tienes que vivir. Yo
no puedo vivir sin ti, ninguno de nosotros, en realidad. Tu madre, tu padre, tu
hermano. Todos te necesitamos. Por favor, no nos dejes. No me dejes -incluso se
obligó a sí misma a mencionar a Caroline y su próxima boda-.
Pronto estarás casado y tendrás niños, Damon. Es lo que tú querías... siempre
decías que querías tener la casa llena de niños.
En su sueño infantil, ella era la madre de esos niños,
pero ahora no le importaba si los hijos eran de Caroline. Lo único que Elena
deseaba era que Damon viviera. Siguió hablándole, pidiéndole que se
despertara, que no abandonara y le repitió una y otra vez lo mucho
que lo amaba.
El médico llegó al cabo de un rato. Examinó la historia
de Damon y los monitores electrónicos que lo rodeaban.
-Todos sus signos vitales parecen correctos.
-¿No puede hacer nada para despertarlo? -dijo ella,
con la voz rota por las lágrimas.
El doctor sacudió la cabeza.
-Lo siento. Ya hemos probado con estimulantes,
pero sin éxito.
Elena apretó la mano inmóvil de Damon.
-Supongo que tendrá que despertarse él solo entonces.
Es tan obstinado como una mula, pero lo hará.
El doctor sonrió y sus ojos azules brillaron por un
momento.
-Estoy seguro de ello. En mi opinión, tener a sus
familiares cerca es de gran ayuda -había cierto tono de censura en la voz, pero
Elena no lo interpretó como si se refiriera a ella.
-Sus padres y su hermano llegarán tan pronto como
les sea posible. El vuelo desde Milán es largo, aunque vengan en jet privado.
-Desde luego, pero es un pena que su prometida no
encontrara el modo de quedarse.
-¿Caroline está aquí? ¿En Nueva York?
-Llamamos a la señorita Forbes a su hotel. Cuando
llegó, se puso histérica al verlo, furiosa con él por arriesgar su vida por una mujer «tan estúpida como
para no saber que no tenía que salir sola por la noches» -en esta ocasión el
tono de censura era patente.
-Pero, ¿por qué no está ella aquí? -tal vez Caroline
hubiera salido un momento.
-Se quedó una hora o así, pero cuando le dijimos que
estaba en coma y que no sabíamos cuando saldría de él, decidió marcharse. Dejó
un número de contacto para que la llamáramos «cuando se despertara» -otra vez
el tono de censura.
-Debe de estar pasándolo muy mal -Elena volvió a
mirar el cuerpo inmóvil de Damon, comprendiendo perfectamente que su prometida
se derrumbara ante la visión. Ella no podía ni imaginarse abandonándolo, pero
estaba claro que cada uno reaccionaba ante el miedo a su manera.
-Ella dormirá bien esta noche. Insistió en que le recetáramos
un tranquilizante -añadió el doctor.
Elena asintió sin pensarlo pues toda su atención
estaba de nuevo fija en Damon. Acarició la piel de su mano con el pulgar.
-Está caliente... se hace difícil creer que no esté
simplemente dormido.
El doctor hizo algunos comentarios acerca de las diferencias
fisiológicas entre el estado de coma y el sueño normal que ella escuchó sólo a
medias.
-¿Puedo quedarme? -preguntó ella, sabiendo que
tendrían que llevársela a la fuerza del lado de Damon.
El doctor soltó una carcajada.
-¿Qué hará si le digo que no?
-Me pondré una bata verde y una mascarilla y me
meteré a escondidas bajo su cama -admitió, sorprendiéndose de tener humor para
gastar bromas con Damon en tan mal estado.
-Era lo que pensaba. ¿Es usted su hermana? -preguntó
el doctor.
Ella sintió que sus mejillas enrojecían... ¿debía
mentir de nuevo? Al ver la mirada comprensiva del médico creyó que esta vez no
sería necesario.
-No, soy una amiga de la familia. La observó un
momento antes de asentir con la cabeza.
-No se lo diré a nadie. Es obvio que se preocupa por
esta persona y su presencia será más beneficiosa que dañina.
-Gracias -dijo ella mientras una oleada de alivio la
recorría de pies a cabeza.
-Es por el bien del paciente.
El médico salió del cubículo pensando que era una
pena que su paciente no estuviera comprometido con aquella mujer pequeñita que
obviamente se preocupaba más por él que la bella diosa del corazón de hielo.
Elena apenas se percató de la marcha del doctor
porque los recuerdos con Damon empezaron a asaltarla.
-¿Recuerdas cuando murió mi madre? Yo tenía cinco
años y tú trece; tenías que odiarme por andar siempre detrás de ti... Stefan
me decía a menudo que era una pesada, pero tú nunca lo hiciste. Me tomaste de
la mano y hablamos de mi madre. Me llevaste al Duomo, aquel lugar tan bello, y
me dijiste que allí estaría más cerca de ella. Tú me reconfortaste en aquellos
duros momentos.
Ella intentó evitar pensar en lo distinto que había
sido cuando su padre murió. Hacía un año de aquello y Damon ya estaba saliendo
con Caroline... ella no había tenido tiempo y se había asegurado de que Damon
tampoco lo tuviera.
-Damon, ahora lo que quiero es que te pongas mejor
¿me oyes? Creía que nada podía dolerme más que el anuncio de tu compromiso,
pero estaba equivocada. Si mueres, yo no quiero seguir viviendo ¿Me estás escuchando,
Damon? -se echó hacia delante, apoyando la cabeza en su fuerte brazo-. Por
favor, no te mueras -pidió ella mientras las lágrimas bañaban de nuevo su
rostro.
Elena
estaba dormitando con la cabeza apoyada al
lado de la pierna de Damon cuando oyó una voz familiar.
-¿Elena? Despierta, piccola mia.
Ella levantó la cabeza y se dio cuenta de que en
aquellas cinco horas había quitado la barandilla de la cama y se había puesto
lo más cerca que le era posible de él. Sentía la necesidad del contacto físico
para recordar que Damon aún estaba vivo.
-Stefan, ¿dónde están tus padres?
Él torció el gesto.
-Se fueron de crucero hace tan sólo dos días en el
yate de unos amigos para celebrar su aniversario. Mi padre insistió en
permanecer incomunicados y no volverán hasta dentro de un mes. No tengo manera
de contactar con ellos, pues sólo Damon tenía esa información.
No dijo que, por supuesto, Damon no podría
decírselo. A Elena le dio un vuelco el corazón al pensar en la reacción de los
padres de Damon cuando supieran del accidente de su hijo y que Stefan no había
podido contactar con ellos.
-Si muere... -dijo Stefan con la voz invadida por la
emoción.
-No morirá -dijo ella mirando con fiereza a la viva
imagen de Damon que era Stefan-. No le dejaré.
Stefan la abrazó sin decir nada. No era necesario,
pues ambos sabían que ella no podría hacer que Damon viviera, pero eso no iba a
impedirle a ella intentarlo.
-El médico dice que su estado no ha cambiado desde
que lo estabilizaron poco después de traerlo aquí.
-Sí -dijo ella, que había estado allí todo el
tiempo.
-¿Cuándo has venido? -preguntó él.
-Un par de horas después de que tú llamaras.
-Pero se tarda más de dos horas en llegar hasta
aquí... -ella suspiró y se encogió de brazos. -Menos mal que no te han puesto
una multa. Damon se hubiera enfadado mucho contigo por ello.
-Cuando salga del coma, puede sermonearme todo lo
que quiera por mi forma de conducir-. Stefan asintió.
-Tienes razón -dijo, antes de recorrer el cuarto con
la mirada como si estuviera buscando algo-. ¿Dónde está Caroline? Creía que
ella había venido con él en este viaje. Tenía que aparecer en algún programa
mientras Damon asistía a la conferencia de finanzas.
Ella le contó lo que el doctor había dicho y Stefan
juró elocuentemente en italiano antes de pasarse al árabe al ver cómo la cara
de ella enrojecía.
-Lo siento mucho. Es una zorra y mi hermano es tan
tonto que no se da cuenta.
La idea de Damon perdidamente enamorado era a la vez
divertida y dolorosa.
-No puedo imaginarme a Damon perdiendo la cabeza
sólo por una cara bonita, Stefan. Estoy segura de que hay cosas de Caroline que
él admira de verdad puesto que, después de todo, va a casarse con ella. Debe de
quererla -pronunciar aquellas palabras le resultaba doloroso, pero apretó los
dientes al asumir el deseo que Damon sentía por otra mujer. Stefan se rió.
-Lo que le pasa es que está obsesionado sexualmente
con ella. Ella sabe cómo utilizar su cuerpo para manejarlo a su gusto.
-Yo... -dijo ella con la cara aún más enrojecida.
-Tú eres muy inocente, piccola -suspiró Stefan. Ella
no quería entrar en el tema de su virginidad a los veintitrés años. Nunca había
deseado a otro hombre que no fuera Damon y él siempre la había considerado una
hermana pequeña.
-¿Qué tal el vuelo?
-No tengo ni idea -respondió él, sacudiendo la cabeza-.
Me lo he pasado rezando.
Ella le tomó la mano pero sin dejar el contacto con
el hombre que estaba en la cama.
-Se pondrá bien, Stefan. Tiene que ponerse bien.
-¿Has comido algo desde que llegaste?
-No he tenido hambre.
-Hace horas que tenías que haber desayunado -la
regañó él.
Y así es como pasaron los cuatro días siguientes.
Damon fue trasladado a una habitación individual a petición de Stefan y Elena
aprovechó para ducharse. Aparte de eso, se negó a alejarse de Damon. Stefan le
llevaba la comida y la bebida a la habitación.
Caroline pasaba a ver a Damon una vez al día y se
quedaba unos cinco minutos, mirando a Elena con una mezcla de burla y pena.
-¿De verdad crees que por no separarte de él las cosas
cambiarán algo? Se despertará cuando se tenga que despertar y entonces me
querrá a mí a su lado.
Elena no se molestaba en discutir; sin duda Caroline
tenía razón, pero realmente no le importaba.
Eran las tres de la mañana del quinto día y todo era
silencio en el hospital. La enfermera había pasado a ver a Damon a medianoche y
desde entonces nadie del personal sanitario había pasado por allí. Stefan
dormitaba en un sillón en una esquina de la habitación y Elena, como no podía
dormir, hablaba y acariciaba a Damon a la vez que lo miraba llena de amor.
-Te quiero Damon, te quiero más que a mi propia
vida. Por favor, despierta. No me importa si lo haces para casarte con
Caroline y para darle a ella los hijos que yo desearía tener. No me importa si
me echas a patadas de tu vida cuando sepas que me he comportado como una idiota
durante los últimos cinco días pero... despierta.
Su última palabra estaba inundada de desesperación y
deseaba tanto descubrir algún signo de que la había escuchado que, cuando él se
movió, Elena pensó que su imaginación la estaba jugando una mala pasada. Pero
los músculos de sus brazos se estaban moviendo a espasmos y empezó a mover la
cabeza de un lado a otro.
-¡Está despertando! ¡Stefan, rápido! -gritó mientras
apretaba el pulsador para llamar a las enfermeras.
Stefan saltó de la silla totalmente despierto. Después
de eso, todo pasó muy rápido. La enfermera llegó corriendo y pronto la
siguieron un médico y otra enfermera, que echó a Stefan y a Elena de la
habitación. Después comenzó la espera; Elena andaba de arriba abajo mientras
Stefan se sentaba y luego se levantaba, andaba un poco y finalmente se volvía a
sentar. Cuando por fin apareció un médico por la sala de espera les sonrió. Era
el mismo que había estado de guardia la noche que ingresaron a Damon.
-Está despierto aunque un poco desorientado. Pueden
verlo cinco minutos cada uno.
Stefan entró primero. Cuando volvió a la sala de espera,
en su rostro se reflejaba una expresión de preocupación.
Ella estaba desesperada por ver a Damon y hubiera pasado
por encima de Stefan sin dirigirle una palabra si no hubiera sido porque él la
detuvo agarrándola por un brazo.
-Espera, cara. Hay algo que debo decirte.
-¿Qué ocurre?
Stefan tragó saliva compulsivamente y la miró a los
ojos. La angustia que vio en sus ojos la aterró por un momento.
-¿Qué...? ¿qué pasa? ¿ha vuelto a entrar en coma?
-No. Él... -Stefan inspiró profundamente- no puede
mover las piernas.
ala¡ que bomba se llevo la pobre jaja¡ acaba de empezar y la caroline esa ya me cae fatal jaja¡ gracias y espero el próximo¡ >^.^<
ResponderEliminarJajaja eso mismo pensé yo, me alegro que te guste
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