CAPÍTULO 06
Damon se sirvió otra
copa de vino y su mano no estaba del todo firme. ¿Qué diablos le había obligado
a remover tierra vieja? Nunca le había importado antes por qué Elena se había
casado con él. Ella sólo había sido parte de un paquete, del que ella había
estado dispuesta a formar parte. Había parecido refrescantemente diferente de
las otras mujeres de sociedad, y esa fue la razón por la cual había decidido
casarse con ella, a diferencia de cualquier otra.
Había indicado
claramente los términos de su matrimonio, y había pensado que le estaría
haciendo un favor al asegurarse de que su padre no pusiera sus manos en su
herencia. Pero él había muerto poco después de la boda, y si lo que ella
acababa de decir era cierto, su padre en realidad nunca había planeado sacarle
la herencia de todos modos. Eso le molestaba ahora, no estaba acostumbrado a
analizar a las personas equivocadamente. Apretó los labios. ¿Y encima qué había
resultado ser su esposa? Bebió un trago de vino de golpe. Una monumental espina
clavada en su costado...
La verdad era que ella
había despertado un instinto protector en él desde el primer momento en que la
vio. Y qué increíblemente ingenuo había sido. Había creído que su caparazón
exterior de despreocupación era sólo eso: un caparazón, pero había jugado con
él desde el primer momento.
La sensación de
vulnerabilidad que lo había envuelto estos últimos días volvió y lo caló hasta
la médula. Desde el primer momento en que la había vuelto a ver la había mirado
como una amenaza peligrosa, pero se había convertido en todo lo contrario... Y
cuando había entrado en el comedor momentos antes, había visto esos ojos
enormes mirándolo fijamente, llenos de algo. Mirándolo como lo miraba antes,
cuando había creído estúpidamente que tal vez su esposa sentía por él algo más
de lo que demostraba.
Ella le había
preguntado si era feliz. Y esa pregunta había tocado un nervio. Nick le había
hecho más feliz que cualquier otra cosa que había conocido nunca, y para
alguien que había planeado meticulosamente una vida construida para ganar
poder, eso había sido… una revelación. Una revelación de la que ella era
responsable. La ira volvió a atravesarlo y él le dio la bienvenida.
Ya había pasado más de
una semana de idas y venidas. ¿Por qué no se aburría ella? ¿Por qué no había
hecho un intento de ir a Sevilla, a la ciudad? ¿Por qué insistía en usar esos
tres trajes zaparrastrosos día tras día?
¿Era por eso que se
había sentido compelido a incitarla, a aguijonearla, preguntándole cosas que
nunca antes le
habían interesado? ¿Para qué le
repitiera por qué lo había dejado? ¿De modo que él pudiera recordarlo y no
olvidar? ¿Estaba en peligro de olvidar?
Apuró el último trago de vino. No
olvidaría. Y tan pronto como se terminara el divorcio, haría que se fuera de su
casa y establecerían
los términos para que viera a Nick. Eso era todo lo que comprendía la relación
que tenían ahora.
Cuando Elena bajó las
escaleras a la mañana siguiente todo era un caos. Nick estaba en brazos de Damon,
y él y Julia, el ama de llaves, estaban tratando de hablar por encima de los
gritos y el llanto de Nick. La cara de éste estaba morada y Elena supuso que
era porque estaba siendo ignorado. Se moría de ganas por levantarlo y calmarlo.
No podía ser bueno para él esta excitación, tan poco tiempo después de la
convulsión.
– ¿Qué tiene? –
Su voz pareció
atravesar el caos y ambos se volvieron hacia ella. Incluso Nick se detuvo con
un hipo. Damon la fulminó con la mirada. ¿Y qué esperaba después de lo de
anoche? Daban dos pasos adelante y trescientos hacia atrás.
–María se fue –
Las especulaciones de Elena
se detuvieron en seco, al igual que los gritos de
Nick – ¿María se fue?
¿Pero por qué? –
Damon le tendió una
nota –Aquí, parece que tienen mucho en común –
Elena ignoró la pulla y
leyó la nota. En efecto, María decía que no había sabido manejar bien la
convulsión de Nick, y que, ahora que su madre estaba aquí, no veía cuál era su
papel.
Elena miró a Damon,
muda. Él la miró brevemente antes de tratar de calmar a
Nick, quien rápidamente
había comenzado a chillar de nuevo.
–Dámelo a mí, déjame
darle el desayuno. Debe tener hambre –
Elena vio como Damon
ponía a Nick en brazos de Julia. Sintió un revoloteo nervioso en su vientre.
Era obvio que Damon la culpaba por esto. Cruzándose de brazos le dijo –Damon,
siento mucho que María se haya ido –
–Claro, me imagino. No
tengo dudas de que estás gozando esto. Dime, ¿cuándo le pagaste para que se
fuera? –
Elena se quedó
boquiabierta, de manera poco elegante y farfulló indignada –
¿Cómo te atreves? Por
supuesto que no tengo nada que ver con su marcha. Si contrataste a alguien lo
suficientemente antiprofesional como para que a la
primer señal de una
crisis se vaya, entonces no puedes culparme a mí –
Él se acercó y le dijo
con tono sedoso –Antes de que regresaras todo funcionaba muy bien –
Su conciencia le
reclamó respecto de eso, pues la verdad es que había empezado a tener sus dudas
respecto de María desde el mes pasado, pero estaba demasiado enfurecido
enfrentándose con Elena en este momento, a su rostro hermosamente enrojecido,
como para ser racional o justo.
Elena lo fulminó con
una mirada beligerante, con las manos a sus costados y los puños apretados
–Pero regresé, y estoy aquí para quedarme. ¿También vas a acusarme de provocar
las convulsiones de Nick? –
Por un largo momento se
miraron fijamente. La ira de él era tangible e impresionante, pero luego Damon
rompió el hechizo, dio un paso hacia atrás y se pasó una mano por el pelo.
–No. Por supuesto que
no – La conciencia lo golpeó de nuevo al recordar el miedo paralizante de la
otra noche, y de cómo Elena había sido la única capaz de mantener algo de
cordura y calma. Se daba cuenta de que había llegado demasiado lejos con sus
sospechas.
–Tengo que ir a Kuala
Lumpur hoy, a una reunión de emergencia de tres días. Es algo que no puedo
aplazar. Créeme que si pudiera lo haría –
La amargura en su tono
le dijo a Elena exactamente cómo de atrapado se sentía.
–Bien, a riesgo de que
te abalances sobre mi garganta con amenazas e insultos, me encantaría tener la
oportunidad de cuidar a Nick mientras estás fuera. No creo que vayas a
conseguir una niñera reemplazante en tan poco tiempo –
Él luchó por mantener
su rostro impasible, para ocultar su frustración –Ya lo sé. Y créeme, que la
única razón por la que estoy teniendo en cuenta esto es porque mi
madre y mi hermana están de vacaciones esta semana. De
lo contrario se quedaría con ellas... –
Se pasó una mano
impaciente por el pelo una vez más. Su gesto lo decía todo.
–Que quede claro Elena
que lo dejo aquí a tu cargo con el mayor disgusto. Lo hago sólo
porque sé que
todos tus movimientos
serán monitoreados y reportados a mí. Hernán se quedará aquí
contigo y Julia le ayudará –
Ella apretó los labios.
Así que iba a ser una virtual prisionera. Pero aún así... significaba tiempo a
solas con Nick. Cuando habló su voz había perdido beligerancia –No tengo
intención de poner un pie fuera de este lugar o de estas cuatro paredes. Todo
lo que quiero es pasar tiempo con mi hijo. Te lo juro –
Los ojos de Elena se
tornaron de un suave color oscuro aterciopelado, y un sinfín de emociones anidó
en sus profundidades, aún cuando Damon sabía por instinto que ella trataba de
ocultarlo. La recorría con la vista, pasando por el
abultamiento de sus
firmes senos bajo la fina tela de su camisa y por sus pantalones vaqueros
desgastados. Uno de los tres conjuntos con los que se había vestido desde que
había llegado. Sus ojos, su cuerpo, su olor, todo era una amenaza que
desestabilizaba su razón... la tuvo que empujar hacia atrás.
–Estaré haciendo
chequeos regulares –
–No esperaría nada
menos – respondió ella en voz baja.
Buscó su gesto de
triunfo o cualquier otra señal de que ella había obtenido una victoria sobre
él, pero no vio nada de eso. Su respuesta, lejos de confirmar lo que esperaba,
lo confundió. Y algo más. Algo muy nebuloso e inquietante.
Elena miró a su hijo
dormido. Había tomado su tiempo lograr que se durmiera, estaba demasiado
excitado por el cambio en la rutina y tener Elena todo el tiempo, a cambio de
María. Estaba exhausta. Y, sin embargo, más feliz que cualquier otro momento en
su vida. Se agachó y amorosamente acomodó un mechón de pelo caído hacia atrás,
y al hacerlo evocó otro momento vivido alguna vez, cuando miraba a Damon dormir
después de haber hecho el amor. Su
corazón latía tan dolorosamente que
le hacía daño. Después de
mirar simplemente a Nick durante un largo minuto se volvió y se acurrucó
en una silla, en la esquina del cuarto, quedándose al fin dormida. No quería
dejarlo ni por un segundo.
Una semana más tarde Damon
estaba en su despacho, mirando hacia el jardín por la ventana. Su regreso se ha
retrasado debido a una crisis repentina en el mercado bursátil de Asia, que
había requerido su presencia continua. Nunca habría ido si hubiera sabido que
eso podía suceder. Observaba que Nick estaba próximo a hacer otra de
sus cada vez más frecuentes rabietas, un
efecto secundario de la aproximación de su segundo cumpleaños. Cuando Elena
trató de calmarlo, él la golpeó. Damon sintió que sus entrañas se tensaban por
miedo a la represalia que ella pudiera tomar, e hizo el intento de acudir, sólo
para encontrarse frenándose a sí mismo, obedeciendo a un instinto.
Mientras observaba se dio
cuenta de que Elena no había reaccionado
a la palmada. Nick le pegó otra vez e hizo que Damon se sobresaltara, pero esta
vez por Elena. Una vez más ella no respondió. Ignorando completamente a Nick,
se levantó para poner
en orden sus
juguetes. Finalmente, Nick
comenzó a calmarse, perplejo por
esta falta de reacción. De repente, nervioso, Damon pensó en cómo habría
reaccionado María en una situación similar. Sintió otra vez el pinchazo de su
conciencia.
Después de un rato Nick, caminando con tambaleo, obtuvo
la atención de Elena, que se agachó a su nivel. Parecía estar hablando con él,
y le mostró dónde la había golpeado. Damon podía ver incluso desde aquí que su
piel había quedado roja. Parecía estar explicándole que no era correcto lo que
había hecho, y luego Nick la abrazó y la besó. Elena también lo abrazó, y Damon
sintió que su pecho se apretaba.
Se dio la vuelta
bruscamente para salir de su despacho e ir afuera. La sensación que había
provocado en su pecho verlos, ahora se había transformado en una fuerza
aterradora. Elena Gilbert era una amenaza muy real, sólo que no estaba
seguro desde qué dirección vendría.
Elena sabía que estaba
allí y saberlo la hizo sentirse cautiva, sin embargo no quiso mirar a su
alrededor, esperando que Nick reaccionara cuando lo viera. Él gritó y corrió
hacia él, y ella lo dejó ir antes de darse la vuelta, sólo para que su corazón
diera un vuelco. Era tan apuesto. Estaba vestido con un traje de color gris
acero, corbata oscura y una camisa impecable, y su cabello peinado hacia atrás
se estaba alborotando rápidamente por las manos pequeñas.
Elena se sentía tímida
y torpe. Él se acercó y bajó a Nick, quien se retorcía en sus brazos. Ella no
era consciente de cómo lo recorría con los ojos ávidamente, ni de
la respuesta llameante y sorprendida en los
de él, ya
que estaban escondidos por los
anteojos de sol.
– ¿Cómo te fue? –
Elena sonrió con ironía
mientras comprobaba automáticamente lo que hacía Nick antes de levantar la
vista –Bueno, dado que apenas hace dos horas desde tu última llamada, no hay
mucho que informar –
Damon tuvo que frenar
su reflejo de devolverle la sonrisa. En su lugar, hizo un gesto señalando sus
brazos y las leves marcas rojas de las palmadas de Nick –
¿Nick? –
La vio ruborizarse y
negar con la cabeza para luego sonreír, quitándole importancia –Él no es
consciente de lo que hace. No fue gran cosa, sólo prueba sus límites y he
tratado de hacerle ver que él no puede... – Se cruzó de brazos y puso las manos
sobre las marcas, de repente asustada. ¿Pensaría que ella había devuelto el
golpe?
Lo sorprendió su
reflejo inmediato de proteger a Nick. Era casi como si no quisiera que él lo
supiese –Lo manejaste bien. Los vi. –
Su boca se abrió y algo
frío se instaló en su pecho. Por supuesto, no había confiado en ella ni por un
segundo – ¿Quieres decir que nos espiabas? –
Él negó con la cabeza y
se quitó los anteojos de sol, sus ojos parecían tan tristes que le quitó el
aliento –No, los vi por la ventana antes de salir –
–Oh... – Elena se
mordió el labio –Entonces lo siento – Miró a Nick de nuevo –Es hora de su
siesta ahora –
– ¿Por qué no lo
acuestas y luego te reúnes conmigo en mi estudio? Tengo un par de cosas que me
gustaría discutir contigo –
¿Sería sobre
la custodia... o el divorcio
ya sería un
hecho? Elena racionalmente sabía
que no podía ser, pero igualmente su
corazón estaba encogido. Asintió con la cabeza y recogió a Nick en sus brazos
para llevarlo adentro. En el último segundo Damon se inclinó y besó la cabeza
de Nick. Su cabeza estuvo cerca de sus pechos, y Elena pudo sentir que
respondían. Cerró los ojos débilmente y reunió voluntad para apartarse. Cuando
lo logró, lo hizo con piernas temblorosas.
Poco tiempo después Elena
llamó a la puerta de Damon y la abrió. Él estaba hablando por
teléfono, pero hizo
un gesto para
que entrara. Se
sentía demasiado ansiosa como para sentarse, por lo que vagó alrededor,
mirando los libros en los estantes, y todos los lugares a su alrededor. ¿Tan
ansiosa iba a estar por una semana sin verlo? ¿No era patético? Especialmente
cuando él tan obviamente la despreciaba.
–Siéntate –
Se dio vuelta con aire
de culpabilidad. No se dio cuenta que la conversación había terminado. Se sentó
con cautela, con las manos en su regazo, y se obligó a mirarlo firmemente.
Él se reclinó hacia
atrás en su gran sillón de cuero por un segundo y luego se puso de pie. Todo el
aire parecía haberse contraído en la sala mientras Elena lo observaba
acercarse. Estaba sin chaqueta y sin corbata de nuevo. Se sentó en el borde del
escritorio y al hacerlo la tela de los pantalones se pegó estirada sobre un
poderoso muslo. Tragó
con la garganta
seca y esperó
tener el suficiente autocontrol
como para desviar la vista.
–He hecho los arreglos
para que algunas niñeras vengan mañana para ser entrevistadas –
Elena inmediatamente se
enderezó –Pero… –
Él hizo un gesto con la
mano para hacerla callar –No es por cómo has cuidado a Nick esta última semana.
Siento haber estado fuera por más tiempo de lo que pensaba –
Elena se encogió de hombros
y evitó sus ojos penetrantes –No fue difícil, no me dio nada de trabajo, Damon.
Él es mi hijo, me encargaría de él todos los días si pudiera –
Él reprimió su
irritación creciente –Bueno, los dos sabemos que no es así como van a ser las
cosas –
–Sí. Lo sé –
Él se levantó entonces
caminando inquieto detrás de ella. Tuvo que darse vuelta torpemente para poder
mirarlo. Se detuvo y se enfrentó a ella con las manos metidas en los bolsillos.
Él no había planeado discutir el tema con ella ahora, pero de algún modo éste
parecía ser un buen momento.
–Me gustaría que
participaras en las entrevistas. No quiero que se repita lo que pasó con María,
y posiblemente estés más capacitada para decidir si están calificadas –
Elena también se puso
de pie para enfrentarse a él. Sabía que decirle algo así lo estaría matando,
sólo su preocupación por Nick lo había logrado, pero aún así, ésta era la
primera vez que le otorgaba algo cercano al respeto como madre de Nick. Su voz
sonó ronca –Te lo agradezco. Gracias. Pero... si sientes que no estás listo
para contratar otra niñera estoy más que feliz de seguir cuidando a Nick –
Él sacudió la cabeza
con un gesto de negación –No. Como te dije antes, no quisiera que se apegue a
ti sólo para causarle un dolor injustificado después, cuando no estés cerca de
forma permanente. Y también voy a necesitar otra niñera más o menos rápido,
porque no vas a estar a la mano todo el tiempo –
Elena se dejó caer
pesadamente. Quería que se fuera. Rápidamente hizo un cálculo mental, tal vez
podría quedarse cerca alquilando un pequeño departamento en Osuna.
– ¿Elena? –
Su cabeza se irguió –Lo
siento, ¿qué? – No había oído una palabra de lo que acababa de decirle.
–Dije que vamos a tener
que ir a Sevilla para conseguirte algo de ropa y hacer algo con tu pelo –
Se puso de pie otra
vez, sintiéndose totalmente confundida – ¿De qué estás hablando? –
Él frunció el ceño –Lo
que acabo de decir. La gala de la feria anual de abril será la próxima semana,
y necesito que vengas conmigo –
Elena sacudió la cabeza
y repitió en voz alta – ¿La gala de la feria anual de abril? –
-Sí. Es uno de los
principales eventos en el calendario de Sevilla – explicó él –El año pasado no
estabas aquí, así que la gente empezó a especular y como uno de los patrocinadores
del festival, tengo que hacer un discurso cada año, y, naturalmente, hay una
gran cantidad de medios cubriendo el evento – Un
destello de cinismo
cruzó su rostro –Y como tenemos la suerte de contar con
tu presencia este año,
me vas a acompañar y ayudar a acallar
las malas lenguas
Elena automáticamente empezó a
protestar, aduciendo varias
razones, la menor de las cuales
es que sería una farsa total. Pero él la hizo callar, sacando una mano del
bolsillo y acercándose. Demasiado.
– ¿No crees que es lo
menos que podrías hacer? –
Ella lo miró,
sintiéndose mareada. -Bueno, yo... por supuesto... ¿Pero no pensará la gente
que es raro? ¿Y qué pasará cuando se sepa que nos estamos divorciando? ¿No será
obvio que algo estaba pasando?
Descartó sus palabras
con un gesto con la mano –No me preocupa eso. Sólo estoy interesado en el aquí
y ahora. Estoy involucrado en una importante operación con un banco en Madrid,
y su director general ha sido invitado. Será bueno para mí demostrar que mi
matrimonio en realidad existe –
Una semana más tarde,
mientras Elena se preparaba para el evento, reflexionó sobre las palabras de Damon
y se estremeció de nuevo. Esa frialdad, ese nivel de ambición, le resultaba muy
familiar. De alguna manera, verlo ser un buen padre para Nick, la había
seducido a creer que tenía un lado que había creído que existía cuando lo había
conocido, cuando se había enamorado de él. Pero eso era peligroso. Con sus
acciones acababa de recordarle que en realidad era un hombre de negocios sin
corazón, sin espacio para el amor o la emoción en su vida. A menos que se
tratara de su hijo. Debía recordar eso o ella sería la tonta más grande.
La semana anterior se
había pasado volando. Hacía tres días Damon la había llevado a Sevilla, en una
gira relámpago por las tiendas y le había comprado un armario lleno de ropa,
literalmente. Había protestado, pero fue en vano. Y cuando llegaron a la casa
había supervisado personalmente que su ropa andrajosa fuera desechada. Ella
había protestado por el atropello, pero la había ignorado nuevamente. En
verdad, estar de nuevo en una animada y vibrante ciudad había sido casi
demasiado para ella. Había encontrado los sonidos, el tráfico y todo, un poco
abrumador. Sabía que con el tiempo se acostumbraría nuevamente, pero no se
había perdido la mirada graciosa que Damon le había dado. Tendría que tener más
cuidado.
Se retorció ante el
espejo, tratando de alcanzar la cremallera del vestido de seda que había
elegido para vestirse, cuando oyó una voz.
– ¿Necesitas que te
ayude con eso? –
Ella se giró
sobresaltada, con su corazón latiendo alocadamente, y sujetó la parte delantera
abierta de su vestido con sus manos – ¡Discúlpame! – Ella ocultó su sorpresa y
pánico detrás de la afrenta.
Él echó a andar rápidamente hacia ella, que no podía respirar. Tenía un esmoquin negro,
camisa blanca, corbata de lazo blanca aún sin enlazar, colgando
descuidadamente… era la viva imagen de la perfección masculina. Y aunque ella
lo había visto así... eso había sido antes. Había estado embarazada en ese
momento, y más tarde había tenido otras preocupaciones. Pero ahora cada sentido
parecía indecentemente más intenso. En alerta máximo.
Él tomó
sus hombros y le dio
vuelta. Sintió que
sus manos llegaban
a la cremallera y
la subía lentamente,
sus dedos le
rozaron la espalda.
El peluquero al que Damon la había llevado le había cortado el pelo en
una melena bien definida, y ahora caía en suaves ondas hasta justo debajo de la
mandíbula. La parte trasera de su cuello quedaba al descubierto, y había algo
en eso que la hacía sentir intensamente vulnerable...
No podía usar sostén
con este vestido, y mientras el cierre subía pudo sentir la tela apretándose
alrededor de sus pechos, rozándole los pezones, lo que hacía que se sintieran
más sensibles. Estaba tan tensa que temió partirse en dos. Las manos de él se
detuvieron en algún lugar en la mitad de sus omóplatos, ¿y fue su imaginación o
sus dedos se demoraron allí por un segundo?
Él le dio vuelta otra
vez y la miró de arriba a abajo, pero no había calidez en sus ojos. Eso ayudó a
que su pulso se enfriara un poco. Eso, y la mortificación de que sus pezones
debían verse como dos guijarros duros contra la tela.
–Y ahora si me pudieras
regresar el favor... –
Elena lo miró
confundida. Y entonces se dio cuenta de que estaba hablando del lazo de su
corbata. Su corazón dio un vuelco. Él nunca había sido capaz de hacer uno, y
siempre le pedía a ella que lo ayudara. Habían sido momentos robados de placer
culpable... Recordó repentina e intensamente haberlo hecho una vez, había
presionado su vientre hinchado por el embarazo contra su cuerpo, sintiendo su
excitación creciente… Luego habían llegado tarde a la función. No se sentía
capaz de hacer lo que le estaba pidiendo ahora y mantenerse en una pieza.
– ¿No tienes un
prefabricado? – Preguntó con no poca desesperación. Las cejas de Damon se
juntaron – ¿Es demasiado complicado para ti? –
Él se sentía
ridículamente enojado. Se maldijo por ceder al impulso de venir aquí. Fue a
marcharse dando media vuelta pero ella lo agarró del brazo. Lo miró con algo
indefinible en las profundidades violeta de sus ojos, enmarcados por la
sedosidad de su piel
perfecta y el color crema oscuro de su vestido. Por un instante sintió que no
podía respirar.
–Espera. Déjame
intentarlo. Ha pasado tiempo, eso es todo –
Se puso delante de él y
llegó hasta la corbata. Él llevó la cabeza hacia atrás en forma automática para
ayudar, y para evitar mirarla. Su limpia y suave fragancia flotaba en el aire.
Ella se movió más cerca y Damon pudo sentir el roce suave de su vestido contra
él, fue un roce fugaz pero ella se apartó tan bruscamente que él miró hacia
abajo rápidamente. Ella se disculpó.
Y entonces él ya no
pudo apartar la mirada. Ella tenía la cara enrojecida y la lengua sobresaliendo
ligeramente a través de los pequeños dientes mientras se concentraba en
la corbata. Sus
pestañas eran increíblemente gruesas
y oscuras, tanto que proyectan sombras de media luna en las mejillas.
Podía ver la profundidad de la hendidura en el vestido y la forma en que
empujaba sus pechos ligeramente, haciéndolos lucir plenos y voluptuosos. Una
vez más ella se tambaleó contra su cuerpo, y tuvo que apretar la mandíbula con
tanta fuerza que sintió sus dientes rechinar. Su erección estaba dura y pesada
contra su ropa interior, no se había sentido tan ardiente por una mujer desde…
–Ahí está – Había más
que un poco de alivio en la jadeante voz de Elena cuando se apartó. Hacer el
lazo y mantenerse de pie había sido todo un logro, su conquista personal del
Everest. Sin poder mirarlo, balbuceó –Sólo tengo que ponerme los zapatos,
recoger el abrigo y el bolso y ya estaré lista para… –
–Aquí, vas a necesitar
estos. –
Elena levantó la vista
rápidamente, y luego hacia abajo hasta donde Damon tenía los anillos de boda y
de compromiso en la palma de su mano.
–Aún los tienes... –
ella exhaló. Había amado estos anillos. Su anillo de bodas era de platino
simple y su anillo de compromiso era una antigüedad. Ella misma lo había
elegido, un diamante verde cuadrado rodeado de pequeños diamantes claros en un
engaste Art Decó. Observó cómo le tomaba la mano y se lo colocaba
eficientemente deslizando los anillos en el dedo anular, pero como había
perdido peso quedaban flojos.
–Tendré que hacerlos
ajustar –
– ¿Para qué, qué
sentido tendría? –
Elena miró hacia arriba
y quiso reprimir el dolor punzante. No podía creer que ella acabara de decir
eso –Por supuesto. No sé en qué estaba pensando –
–Voy a darle un vistazo
a Nick. Nos vemos abajo –
Cuando se
fue, Elena respiró
hondo, estremeciéndose. Toda
esta experiencia había tomado más de ella de lo que quería admitir. Miró
los anillos que brillaban en su dedo y se sintió como una impostora. Maldijo su
bocota otra vez.
Se comprobó ante en el
espejo y se detuvo, llevándose una mano hasta el pelo.
¿Cuál habría sido la
reacción de Damon si la hubiera visto para esta misma época el año anterior?
Con ese pensamiento vino la incómoda verdad. Tarde o temprano él lo sabría...
¿y qué haría?
–Me gusta Caroline
Lucía. Creo que hemos tomado la decisión correcta –
Elena miró con sorpresa
a Damon en la parte trasera del coche mientras se dirigían a la gala. Su
helicóptero los había llevado hasta un pequeño aeródromo privado, en las
afueras de la ciudad. Que hubiera dicho «nosotros» le había parado el corazón.
–A mí también me
gusta... –
Cuando habían
entrevistado a las candidatas a niñeras los días anteriores, por primera vez
ambos habían estado de acuerdo en algo. Ninguna de ellas les había simpatizado.
O estaban demasiado
interesadas en hacerle
ojitos a Damon, o en la casa, o
en la cantidad de dinero que se le pagaría. Elena evocó la bilis celosa que la
había invadido cuando otra rubia de risita tonta había coqueteado con Damon.
Entonces Julia les
había dicho que una amiga suya estaba buscando trabajo. La habían entrevistado
y supieron inmediatamente que era lo que buscaban. Elena prefería contratar a
alguien de la ciudad e Damon pareció estar de acuerdo.
El coche estaba
llegando a destino sin problemas, estacionó frente a un enorme e impresionante
edificio de estilo morisco. Elena trataba de ocultar su temor y su sensación de
torpeza y Damon siguió su mirada.
–Este es el Palacio de
Don Pedro. Rivaliza con la Alhambra de Granada en su conservación de dibujos y
grabados –
Él salió del coche y Elena
vio que estiraba una mano para tomar la suya. Recordó otras ocasiones como
ésta, cuando también había estado atento a ella, haciéndola sentir segura y a
gusto. La emoción quería invadirla y luchó para sofocarla. Respiró hondo y
trató de salir con gracia, sosteniéndose de su mano.
Una vez que estuvo
junto a él en el inicio de una alfombra roja, registró los flashes
intermitentes de los paparazzi, la muchedumbre, las mujeres increíblemente
hermosas ataviadas a la moda y con las mejores joyas. También
había hombres guapos,
pero ninguno tan apuesto como el hombre a su lado. Por un
momento se sintió
aturdida, sobrecogida y
temerosa por la
obvia exclusividad del evento.
La gala estaba teniendo
lugar en el espectacular Salón de Embajadores. Elena estaba hipnotizada por el
techo, que era una cúpula de madera con millares de estrellas centellantes.
Estaba tan embelesada que se quedó boquiabierta y cuando volvió a bajar los
ojos sorprendió a un par de mujeres que la miraban y se reían ligeramente
detrás de sus manos. Su cara se volvió carmesí mientras recordaba ese otro
momento en el baño de Londres, cuando había oído a aquellas mujeres venenosas.
Pero, se tranquilizó a sí misma, ella era diferente ahora, más fuerte.
– ¿Quiénes son? ¿Las
conoces? –
Elena oyó la voz de Damon
cerca de su oído y reprimió la necesidad de parpadear para despejar sus ojos
llorosos. Ella negó con la cabeza –No. Estaba estupefacta por el techo, y me
temo que debo haber demostrado un respeto excesivo, algo poco apropiado para
este evento –
Él se inclinó para
sondearla con la mirada, pero Elena miró hacia otro lado y tomó un
sorbo de champaña,
que se deslizó
por su garganta
como una explosión efervescente.
Había tantas sensaciones que la seguían tomando por sorpresa.
Damon observó más
detenidamente a las mujeres que Elena había estado mirando y se le hundió el
corazón. Una de ellas era Mercedes López. Él no había sido totalmente sincero
con Elena en sus razones para querer traerla. A pesar de que le servía tenerla
aquí para reafirmar su respetabilidad, después de que ella se había burlado de
su matrimonio, también la había traído para disuadir los avances de las otras mujeres,
y pudo ver que Mercedes avanzaba hacia ellos ahora.
Habían sido amantes
algunos años antes de que se casara con Elena, y con la notable ausencia de su
esposa en los últimos años, Mercedes había retomado la campaña para reanudar la
relación. Damon había esperado que tener a su lado a Elena podría enviarle un
mensaje. No sabría decir por qué ahora no le gustaba, cuando antes le había
atraído, pero algo había pasado, porque así era.
Inconscientemente jaló
de Elena para acercarla, y pudo sentir su rigidez en respuesta. Eso lo enojó y
la miró, pero ella estaba mirando a la otra mujer con los ojos muy abiertos.
Inexplicablemente, se sintió protector.
Tan pronto como llegó
Mercedes hasta ellos habló en un español rápido e íntimo y puso sus brazos alrededor
del cuello de Damon, tomándose total libertad con la tradicional y cálida forma
de saludo español. Sus besos en ambas mejillas demoraron más tiempo de lo
debido, y fueron demasiado cerca
de su boca. Es hermosa,
pensó Elena. Y sin duda debe ser su amante, pues la intimidad quedaba patente
en cada movimiento sinuoso de la mujer.
Era muy seductora.
Alta, morena y delgada. De fulgurantes ojos marrones bien delineados, y pechos
perfectos que se bamboleaban y mecían con cada gesto que hacía. Caderas exuberantes
y una cintura diminuta.
La incipiente y
novedosa euforia de Elena por estar en un lugar tan hermoso con Damon estaba a
punto de desaparecer, estallando como un globo barato. Se sentía transportada
en el tiempo. Otra vez la marginada torpe, pero no sentiría lástima de sí
misma. Todo esto era un juego, y lo jugaría como si su vida dependiera de ello.
Cuando se divorciaran Damon podría hacer lo que quisiera, pero mientras tanto
seguían casados. Y, Dios ayudara a su pobre corazón maltratado, los celos que
crecían en su interior estaban a punto de explotar.
Se interpuso hábilmente
entre Damon y la otra mujer y pudo sentir el impacto inicial de él, lo que hizo
que contuviera la respiración por un momento y exhaló cuando sintió que él
recogía el guante, moviéndose detrás de ella y rodeando su cintura con los
brazos para que se apoyara contra él.
Elena tendió la mano y
habló con un recortado y aristocrático inglés – ¿Cómo estás? Soy Elena, la
esposa de Damon. No creo que nos hayamos conocido antes –
La otra mujer tuvo que
dar un paso atrás. Una fugaz mirada furiosa transformó sus rasgos perfectos y
luego se recompuso. Elena casi sintió lástima por ella.
–Querida, esta es
Mercedes López, una vieja amiga mía y jefe de la mayor empresa de relaciones públicas
en el sur de España.
Un cuchillo se retorcía
en el corazón de Elena. ¡Sí, claro! Se alegraba de no poder ver la cara de Damon
para leer su expresión. Qué miradita secreta le estaría haciendo a la otra
mujer. Para su intenso alivio, Mercedes se excusó y se fue, claramente
entendiendo la insinuación, o bien por una seña de Damon de que volvería a
verla pronto.
–Ven, hay algunas
personas que me gustaría presentarte –
Y antes de que pudiera
indagar sobre la otra mujer, Damon tomó la mano de Elena y la condujo entre la
multitud. Sin duda este era el sentido de su papel aquí, ser la esposa sumisa,
demostrar con su presencia que todo estaba bien, que todo era respetable.
El cuerpo de Damon
todavía latía. Cuando había hecho ese pequeño y adorable movimiento para
bloquear a Mercedes, lo había cogido totalmente por sorpresa. Y se había
encendido. Ella nunca antes se había mostrado posesiva.
Seguramente sería
porque ahora estaba de vuelta por su dinero y haría lo que fuera necesario...
Pero otra voz le
recordó que ya había estado embarazada antes, indispuesta por mucho de tiempo y
no pudiendo asistir a estas funciones, así que ¿cómo iba a saber cómo actuaba?
Elena encontró que las personas que Damon le presentó eran realmente agradables. Eran otras
parejas y también sus colegas del mundo de la banca. Y ninguna de las mujeres
miraba a Damon como si quisieran devorarlo. Estaba feliz de hablar y
acostumbrarse al español aquí, y había recibido una mirada cálida de Damon, que
la había hecho sentir absurdamente feliz.
Ella entendía a medias
la conversación y una de las mujeres la tomó del brazo, justo cuando Elena
estaba queriendo entender las últimas palabras –... el desplome del mercado –
Elena frunció el ceño
en tono de disculpa –Lo siento, ¿qué? –
–La caída del mercado
europeo de hace dieciocho meses... ¿no te acuerdas? El desplome general de la
economía que prácticamente provocó una recesión mundial –
Elena sacudido su
cerebro sin descanso para tratar de recordar si había oído algo –Lo siento...
No lo recuerdo... –
Damon tenía
el ceño fruncido,
dirigiéndole una mirada
intensa. La conversación se
había detenido a su alrededor. Ella sabía bien por qué no había oído nada.
Fingió un gesto de sorpresa retrasada y de auto desaprobación, riéndose
nerviosamente.
–Oh, ese crash, por
supuesto que sí. Lo siento, yo no estaba segura de lo que querías decir –
La mujer se echó a reír
– ¿Cómo puedes estar casada con el hombre que controla las finanzas de Europa y
no recordar eso? ¡Tendrías que haber estado enterrada bajo una roca!
O algo muy parecido...
Elena sonrió débilmente
y deseó que la tierra se la tragara. Sentía el brazo de Damon apretando su
cintura y levantó la vista con recelo sólo para encontrarse con su mirada celeste
teñida de hielo nuevamente. Era evidente que no lo había engañado con su
actuación.
Y la noche no iba a
mejorar. El corazón de Elena se hundió hasta los zapatos cuando vio quién se
acercaba ahora. Caroline, la hermana de Damon. Era demasiado tarde para
escapar. La multitud se desvaneció, y sólo quedaron ellos, Caroline y su
marido.
fue estupendo gracias¡ que pasara con la hermana? >^.^<
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