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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

21 enero 2013

Cruel Capitulo 13


CAPÍTULO 13
El agotamiento que Damon  había estado sintiendo en el avión de vuelta a Sardinia se había desvanecido como por arte de magia nada más cruzar las puertas de la villa. Ya estaba deseando ver a Elena; tal vez estaba junto a la piscina... o jugando en el mar con Doppo... o echándose una siesta, lo que resultaba más tentador todavía...
Pero cuando entró en la casa algo le dijo que ella no estaba allí. Un sexto sentido.
Justo en ese momento la enfermera de su padre salió al vestíbulo.
—Ah, signore Salvatore. Si está buscando a su esposa, ha salido... —soltó una pequeña carcajada. —Ha sido bastante teatral, la verdad.
—¿A qué te refieres?
Al ver la expresión de Damon, la mujer se apresuró a decir:
—Oh, no, no se preocupe, no ha sucedido nada. Es el perro... Estábamos en el jardín y de pronto... se ha desmayado. Caroline y Tommaso habían salido a comprar y yo no podía dejar solo a su padre, así que Elena lo ha llevado al veterinario.
Se sintió aliviado de que a ella no le hubiera pasado nada, pero entonces... le entró el pánico.
—¿Has dicho que lo ha llevado al veterinario?
—Sí, pero de eso ya hace unas tres horas, así que a menos que aún siga allí...
—¿Cómo ha ido?
—Le he dicho que podía llevarse mi coche. No tengo prisa, mi turno no termina hasta las...
Damon  no esperó a que la mujer terminara. Salió corriendo de la casa y se subió a su moto de un salto. Lo único que podía ver era el terror en el rostro de Elena aquel día en Dublín cuando pensó que iban a chocar contra un coche.
Al llegar a la clínica descubrió que Elena ya se había marchado. La veterinaria le estaba explicando que Doppo se había deshidratado y que se quedaría allí dos días ingresado, pero la interrumpió para preguntarle:
—¿Cuándo se ha marchado mi mujer?
—No hace mucho... estaba algo pálida. Le he preguntado si quería que llamara a alguien, pero me ha dicho que estaría bien...
De nuevo en la moto, Damon  se forzó a calmarse y a centrarse para poder encontrarla, pero justo en ese momento vio un pequeño coche aparcado al otro lado de la carretera y a Elena sentada sobre la hierba junto a la puerta abierta; estaba claro que había estado vomitando.
Bajó de la moto y fue directamente a ella para tomarla en sus brazos. Estaba temblando y tan pálida que se asustó al verla así. En un momento de claridad, había sacado una botella de agua de una máquina en la clínica y la hizo beber.
—Damon...
—Shh. No hables. Ahora voy a llevarte a casa. Ya estás a salvo —le dijo mientras la tomaba en brazos.
—El coche. Es el coche de la enfermera. No lo he golpeado, ¿verdad? —el miedo de su voz hizo que se le encogiera el corazón.
—No, cielo, el coche está bien. Y Doppo está bien.
Se subió a la moto y la sentó en su regazo. Le dijo que se agarrara y ella lo hizo, sin protestar.


Ya de vuelta en la villa, Elena se sentía más fuerte... y también como una verdadera estúpida. En el camino de vuelta, al verse sola, sin Doppo, se había derrumbado y había rememorado el fatal accidente con todo lujo de detalles.
Bajó de la moto sin ayuda y dijo temblorosa:
—Creí que podría hacerlo. Qué estupidez. Ni siquiera era yo la que conducía esa noche, pero no he podido...
—Lo entiendo, pero ¿en qué estabas pensando? ¿Por qué no me has llamado o has esperado a que Tommaso y Caroline volvieran?
Elena miró a Damon  y pudo ver que había palidecido,
—¿Estás enfadado porque he salido de la villa?
—Claro que no. Estoy enfadado porque casi arriesgas tu vida por un perro.
—Pero se había desmayado, Damon, no sabía si respiraba... Y después de todo lo que ha pasado no podía dejar que Doppo muriera sólo porque a mí me daba demasiado miedo conducir.
Damon  farfulló algo ininteligible y la metió en casa para llevarla al salón, donde la sentó antes de servirle una copa de whisky.
—No, gracias —dijo ella arrugando la nariz.
—Bien —Damon  se la bebió de un trago antes de sentarse a su lado. —Creo que es hora de que me cuentes cómo acabaste en el coche con ellos esa noche.
—No quiero hablar de ello —dijo Elena al levantarse. —Eso no te devolverá a tu hermana.
—No, pero creo que has estado castigándote demasiado por algo que no fue culpa tuya.
—Pues hasta hace poco tiempo te hacía muy feliz culparme por ello...
Damon  se levantó, sonrojado.
—Sí, es verdad, pero me equivocaba y lo hacía porque estaba hundido y porque pensaba que eras como tu hermano —se acercó a ella, le tomó las manos y la sentó en el sofá. —Elena, si no le cuentas a alguien lo que pasó esa noche, entonces nunca podrás liberarte.
—¿Pero es que no lo ves? Nunca me libraré de ello... si no hubiera estado allí, si no hubiera pensado que tenía que vigilarlos...
—Cuéntamelo, Elena. Merezco saber lo que le pasó a mi hermana.
¿Cómo podía negarle eso? Lo miró a través de un velo de lágrimas y comenzó a explicárselo todo: esa noche Bonnie y Nicklaus habían estado en el apartamento y ella había cocinado para los dos. Después había oído a Nicklaus hablar por teléfono y quedando en ir al club. Elena tenía la noche libre y por una vez Nicklaus no la había obligado a llevarlos porque tenía un coche nuevo con el que quería impresionar a Bonnie.
Ese mismo día había descubierto que tenía planeado llevarse a Bonnie a Las Vegas en cuestión de semanas para proponerle matrimonio. Todo formaba parte de su plan para hacerlo sin que la familia de ella interfiriera y no tuviera que firmar ningún acuerdo prematrimonial.
En ese punto miró a Damon.
—Apreciaba a Bonnie. Era muy dulce conmigo. No se merecía haber conocido a mi hermano... Nicklaus sabía que nos caíamos bien y por eso se aseguraba de que no la viera mucho —sonrió con tristeza. —Yo quería ayudarla, pero no sabía qué hacer... si hablar con ella o avisar a su familia... Bonnie os había mencionado en alguna ocasión, pero yo descubrí lo del plan de Nicklaus ese mismo día... y pensé que había tiempo. Aquella noche no podía dejar que la llevara a la ciudad estando tan borracho... y ella no estaba mejor. Lo convencí para que me dejara conducir, pensé que les estaría haciendo un favor, que estaría protegiendo a tu hermana. Me sentía tan mal por lo que tenía planeado que quería encontrar un modo de detenerlo...
Él le agarró la mano con fuerza.
—Elena, dime qué pasó.
—En el último minuto Nicklaus insistió en conducir y me subí al coche pensando que al menos así podría asegurarme de que condujera con precaución. Ninguno de los dos quiso ponerse el cinturón y después... comenzó a caer una lluvia torrencial. De pronto vi luces viniendo hacia nosotros, Nicklaus había tomado una vía de acceso equivocada y estaba conduciendo en sentido contrario. Eso es todo lo que recuerdo, hasta que alguien estaba ayudándome a salir del coche.
En ese momento Damon  se levantó y la levantó a ella del sofá. Elena se tambaleó ligeramente, porque aún se sentía algo aturdida.
—Estás agotada.
Asintió y no dijo ni una palabra cuando él la agarró de la mano y la llevó a la cocina. En silencio. Le preparó una tortilla e insistió en que comiera. Después, Elena dejó que la llevara al dormitorio y, con un casto beso en la frente, se despidió de ella en la puerta.
—Que descanses, Elena. Hablaremos mañana.


Al día siguiente, Elena se despertó algo desorientada porque había dormido casi catorce horas. Salió de la cama y se dio una ducha, tras la cual se puso un vestido de tirantes negro. Mientras se vestía una parte de ella se rebeló contra ese color y pensó que había llegado el momento de seguir adelante y empezar a liberarse de su pena, aunque el hecho de que Damon  hubiera precipitado ese cambio la puso muy nerviosa.
Entró en el comedor, pero allí no encontró ni a Damon  ni a Salvatore. Imaginó que Salvatore podía seguir durmiendo y fue al despacho.
—Buenos días. Os estaba buscando.
—Ahora mismo iba a ir a buscarte —le respondió Damon  cuando se toparon en la puerta del despacho. Estaba vestido con un traje de chaqueta. —Tenemos que hablar.
Cuando entraron en el despacho, él estaba tan serio que Elena se asustó. Le indicó que se sentara y, al hacerlo, ella se sintió algo estúpida, como si estuviera en una entrevista de trabajo. Miró a su alrededor y vio que los papeles con los que había estado trabajando no estaban allí,
—¿Qué has hecho con los papeles? Yo los habría colocado.
—Los he destruido.
—Pero aún no te había dado el informe. —Sé lo que hizo Nicklaus y ya no supone una amenaza.
—Pero... entonces... eso podrías haberlo hecho hace semanas.
—Sí... pero mientras yo aún te veía como una amenaza, tenía que asegurarme de que sabía lo que había hecho tu hermano.
—¿Y corno sabes que ya no soy una amenaza?
—Aún lo eres, Elena. Ese es el problema, aunque no me refiero a esa clase de amenaza —la miró fijamente antes de levantarse e ir hacia la ventana. —Me llamas Damon cuando hacemos el amor.
Elena se sonrojó e inmediatamente olvidó cuál era esa amenaza de la que estaba hablando. De pronto sintió la necesidad de protegerse, de defenderse,
—Lo siento... no significa...
Él sacudió la cabeza y sonrió.
—No, no te disculpes. Me gusta. Hace mucho tiempo que nadie me llama Damon.
—Pero esa noche en Londres...
La sonrisa desapareció.
—Me presenté como Dam, sí, porque cuando te conocí no tenía intención de llevarte a la cama. Mi único deseo esa noche era encontrarte y hacerte saber lo que creía que habías hecho. Pero lo cierto era que yo mismo me sentía culpable por no haberla protegido. Habíamos discutido unas semanas antes de que muriera y me dijo que no me metiera en su vida, que la dejara en paz... —No es culpa tuya que conociera a Nicklaus. —Lo sé, pero aun así... Cuando entré en el club y te vi allí sentada con ese vestido, y te giraste y me miraste... he estado perdido desde ese momento. Elena, y todo por lo que me hiciste al mirarme. Antes de conocerte habría tenido náuseas de pensar en sentirme atraído por la hermana de Nicklaus, pero después, en cuanto nos vimos, ocurrió todo lo contrario y me vi actuando por puro instinto y diciéndote que me llamaba Dam... fue como si tuviera que ser otra persona para justificar la atracción que sentía por ti. En mi mente me convencí de que estaba ocultando mi identidad para ver lo mercenaria y manipuladora que eras. Y cuando te pedí que vinieras a mi hotel y te negaste... En ese momento lo único que podía pensar era en lo furioso que estaba por el hecho de que me hubieras rechazado mientras que yo te deseaba tanto. Vi mi orgullo herido y casi olvidé para qué había ido a buscarte —dijo con una risa amarga.
—Pero después volví... —añadió Elena. Él se acercó y la miró.
—Pero después volviste —sorprendiéndola, se arrodilló ante ella y le preguntó—: ¿Por qué volviste, Elena?
—Me sentí atraída. Jamás había conocido a alguien que me hiciera sentir así... y esa semana... había sido terrible. Saliste de la nada y de pronto fue como si en el mundo no existiera nada más que tu. Sólo... sólo quería perderme en esa sensación. Quería huir del dolor, de la pena.
Damon  volvió a asomarse a la ventana, con las manos metidas en los bolsillos. Finalmente, volvió a girarse hacia ella.
—Te debo una disculpa. Elena. Más que una disculpa. Por todo y, sobre todo, por esa noche, por la mañana siguiente. Estaba enfadado conmigo mismo por haber perdido el control y lo pagué contigo. Cuando apareciste en Dublín y me contaste lo del embarazo, te insulté porque pensaba que eras como las otras mujeres a las que había conocido en mi vida.
—Tu padre me contó lo de tu madre —le dijo ella en voz baja.
—Sí. Mi madre dejó una familia rota. Mi padre nunca se recuperó, y él y yo nos volcamos en Bonnie, la sobreprotegimos... corno si con eso pudiéramos suplir el abandono de su madre.
—¿Era ésa la razón por la que pensabas que abandonaría a mi bebé a cambio de dinero?
Él se estremeció y asintió lentamente.
—Yo nunca habría hecho eso, Damon. Nada en este mundo me habría convencido para alejarme de mi bebé, de mi hijo. Nada. Me habría quedado. Por eso me resultó tan sencillo firmar el acuerdo prematrimonial. No me importa el dinero —«y me importas tú», tuvo que admitirse a sí misma.
Deseaba que él la creyera y su corazón se aceleró al ver cierta expresión en los ojos de Damon.
—Lo sé —dijo él. —Te creo. Y no sabes cuánto me ha costado volver a confiar. Mi madre nos partió el corazón y desde ese día me he negado la necesidad instintiva de formar mi propia familia.
—Pero ¿por qué insististe en casarte conmigo?
—Me dije que lo hacía porque estabas embarazada de mi hijo, me dije que era para detener un escándalo mediático, me dije que era para controlarte y castigarte haciéndote ver que no podrías sacar ningún beneficio de tu marido millonario.... pero la realidad es que mis razones para casarme contigo eran mucho más ambiguas —tomó aire antes de continuar. —Porque desde el momento en que nos conocimos, comencé a cambiar. Tú me has cambiado.
Elena tardó en asimilar esas palabras. Damon  se sentó frente a ella, que estaba temblando, y le tomó las manos.
—Ayer, cuando llegué a casa y te habías ido... cuando me enteré de que habías conducido y te encontré en la carretera creo que envejecí décadas en cuestión de medía hora. Te imaginaba tirada en el fondo de un barranco.
—Pero estoy bien.
—Lo sé, pero eso me hizo ver algo. Desde el principio te juzgué como una mujer mala y manipuladora, como una caza fortunas, pero todas esas ideas comenzaron a caer mucho antes de que estuviera preparado para admitirlo. Fue cuando te vi firmar el acuerdo prematrimonial sin inmutarte, cuando vi la conexión que tenéis mi padre y tú, tu determinación a vestir de negro. Y la noche de tu cumpleaños, que fue un desastre.
Cuando ella intentó protestar ante ese último comentario, él añadió:
—Lo fue. Y luego vino... el aborto... Perdimos al bebé por mi empecinamiento.
—Damon, no puedes decir eso. No pienses eso. No fue culpa tuya.
—Tengo que dejarte marchar, Elena. Nunca debería haberte traído aquí. Siento mucho haberle traído más dolor y sufrimiento a tu vida. El bebé...
Elena no podía respirar. Se levantó. Sabía que debería estar contenta con esas palabras, pero se sentía como si se estuviera muriendo.
—Pero la deuda. Aún te debo la deuda —dijo en un intento patético de buscar una excusa para quedarse.
Damon  también se levantó.
—Ya está saldada.
—No…
—Ya está, Elena. Tú fuiste tan víctima de tu hermano como Bonnie. Hago esto por ti, y en su memoria. Ella no te desearía algo así y yo tampoco.
—Pero... —le costaba asimilar que él quisiera que se fuera y que ella no estuviera feliz ante la idea de quedar libre.
—Ya eres libre, Elena. Puedes irte a casa. Ya he buscado un piso en Dublín. Te lo comprare para ayudarte a empezar de nuevo y también puedo encontrarte un trabajo.
—No. No tienes por qué hacer eso —le dijo llorando.
—Claro que puedo.
Se quedaron en silencio un instante antes de que Damon  añadiera, mirándola a los ojos:
—Es lo mínimo que puedo hacer por la mujer que amo y a la que tanto daño he hecho.

1 comentario:

  1. ayy¡ me mato el final del capitulo¡ jaja fue genial gracias¡ ^.^ y espero el próximo con ganas¡

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