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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

01 mayo 2013

En tus brazos Capitulo 04


Capitulo 04
Damon se apresuró a agarrar a la chica antes de que su cabeza golpeara el suelo de madera. Cuando la levantó, miró a su alrededor para decidir dónde ponerla y se dio cuenta de que su impresión inicial había sido errónea.
Antes de que se desmayara, había advertido poco más que unos grandes ojos oscuros, una barbilla decidida y el hecho de que estaba empapando la alfombra. Pero aunque su cuerpo era pequeño y esbelto, no era una chica a quien sostenía en brazos, sino una mujer. Sus pechos suaves presionaban contra su torso mientras la sujetaba, y un olor a perfume exótico se mezclaba con el aroma de la lluvia y de la lana mojada.
Su cuerpo cansado se puso inmediatamente alerta.
Blasfemó en voz baja por su distracción y miró a Elijah, que estaba indicándole que dejase a la mujer sobre el sofá.

—¿Quién diablos es?

—Dijo que era la hermana del señor Gilbert —contestó Elijah, sirviendo una copa de brandy mientras Damon se sentaba junto a ella y le frotaba las manos para intentar despertarla—. Al principio pensé que sería otras de las mujeres de Gilbert, pero ninguna llegaba a estas horas de la noche y empapada.

Damon abandonó sus intentos de reanimarla frotándole las manos y le dio una suave bofetada en la mejilla. Su cuerpo se tensó y de pronto la mujer abrió los ojos.
Ella lo observó con la mirada perdida. Parecía no darse cuenta de dónde estaba ni con quién. Justo cuando Damon advirtió el frío que salía de su cuerpo y se dio cuenta de lo heladas que tenía las manos, ella comenzó a tiritar violentamente mientras le castañeaban los dientes.

—Debe de estar helada —murmuró él—. Elijah, alcánzame una copa, por favor —señaló hacia el brandy antes de volver a mirar a la mujer que tenía entre sus brazos—. Señorita… señora…

—Señora Gilbert —dijo Elijah.

—No os alarméis, señora Gilbert —dijo Damon—. Estáis en Blenhem Hill. Soy el señor Salvatore, el gerente de lord Englemere. Tomad, bebed un poco de brandy para entrar en calor.

Le abrió la boca ligeramente y le hizo beber un poco de brandy. Tras atragantarse, la mujer se tragó el líquido y levantó la mano para estabilizar la copa. Los temblores se calmaron y finalmente cesaron.
La observó mientras bebía; su mano resultaba absurdamente pequeña y delicada junto a la de él. Aquella barbilla puntiaguda remataba una cara en forma de corazón con nariz respingona y unos ojos grandes y oscuros, de un color imposible de determinar a la luz del fuego. Un gorro le cubría el pelo, pero la capa de viaje se le había abierto cuando la había sentado en el sofá, y había revelado un cuello delicado y unos pechos turgentes. Era evidente que estaba helada, pues incluso a través del vestido podía ver sus pezones erectos.

Se le hizo la boca agua ante la idea de poder saborearlos.
A Damon se le ocurrían muchas otras formas de calentarla más placenteras que el brandy. Sueltos como un perro de presa preparado para la caza, sus pensamientos corrían libres y conjuraban imágenes de muslos blancos alrededor de sus piernas, de aquellas manos pequeñas acariciándolo, de sus piernas esbeltas enredadas en su cintura mientras la poseía.

El calor se apoderó de él y comenzó a sudarle la frente. Maldición, debería haberse quedado en Londres el tiempo suficiente para visitar el Emporio de la señora McAllen. Hacía demasiado tiempo que no se acostaba con una mujer.
Con una fuerza de voluntad feroz, dejó a un lado sus pensamientos lascivos. Tal vez fuera una prostituta, pero era igual de probable que fuese la hermana de Gilbert. Lo que significaba que era la prima de Tyler, aunque fuera lejana. Sin importar lo que hubiera hecho su hermano, Tyler esperaría de él que tratase a su pariente como a una dama.
En ese momento, ella apartó la copa.

—Le habéis dicho a Elijah que estabais buscando al señor Gilbert. ¿Vuestro hermano? —le preguntó Damon.

Ella asintió y sus ojos finalmente se pusieron alerta.

—¿Cómo habéis llegado aquí sola en mitad de la noche? Empapada como estáis, debéis de haber venido en una calesa abierta. ¿Está el cochero esperando fuera? ¿Le digo a Elijah que vaya a por vuestras cosas?

—No… no tengo calesa —dijo ella con voz quebrada—. No hay cochero. He… venido andando.

—¿Habéis venido andando desde Hazelwick? —preguntó Damon con incredulidad—. ¿Sola en la oscuridad?

Ella ignoró la pregunta y le puso una mano en el brazo.

—¿He… he oído bien? ¿Matt… no está aquí?

Fuera quien fuera, debía de estar desesperada para ir tan lejos a pie en una noche de lluvia. A pesar de detestar lo que Gilbert había hecho, Damon no pudo evitar sentir cierta compasión por ella.

—No. Lo siento, señora.

—¿Sabéis cuál es su dirección?
Damon miró a Elijah, que negó con la cabeza.

—No, señora.

Los ojos se le llenaron de lágrimas antes de que se los tapara con la mano.
—Dios mío —susurró—, ¿qué voy a hacer?

Durante unos instantes, Damon la observó mientras trataba de controlarse. Sintió admiración en el pecho al ver cómo ella dominaba sus emociones y se tragaba las lágrimas.

—Esta noche nada —dijo Damon, infinitamente agradecido por su coraje. Preferiría enfrentarse a una plaga de conejos en el huerto que a una mujer en mitad de un ataque de llanto—. Elijah, levanta a la señora Winston y mira si puede buscar algo de ropa seca para la señora Gilbert —miró de nuevo a la mujer—. ¿Cenasteis algo antes de… salir de Hazelwick?

—No —admitió ella.

No era de extrañar que pareciese frágil y a punto del desmayo, después de haber estado caminando durante kilómetros sin nada en el estómago. Al observar su cara cansada, Damon imaginó que aquélla no sería la primera comida que se había saltado en sus viajes.

—Dile a la señora Winston que caliente un poco del estofado de la cena —le dijo a Elijah.

La mujer lo miró con sus ojos enormes y apretó los labios con fuerza.
Unos labios carnosos que desearía besar.

—Habéis sido muy amable —dijo ella—. No sé cómo agradeceros…

Damon levantó una mano y la silenció mientras se prohibía a sí mismo pensar en las diversas maneras en que podría demostrarle su gratitud.

—Hablaremos por la mañana, cuando estéis más tranquila, seca y descansada. Ah, aquí está la señora Winston —se dirigió a su ama de llaves—. Tenemos una visita inesperada.

—Sí, señor —dijo el ama de llaves, y le dirigió a la señora Gilbert una dura mirada de escrutinio antes de hacer una reverencia.

La señora Gilbert se incorporó abruptamente y colocó los pies en el suelo. Damon sintió la pérdida de sus curvas contra su cuerpo con un suspiro interno de lamento cuando ella se levantó para devolverle la reverencia a la señora Winston. Damon se levantó también.

—La señora Winston os preparará ropa seca y os alimentará antes de que os vayáis a dormir. Os veré en el desayuno. Buenas noches, señora Gilbert.
Ella asintió con la cabeza y luego hizo una reverencia lo suficientemente elegante como para complacer a cualquier matrona de Almack's. Si era una prostituta, desde luego había sido bien enseñada.

—Buenas noches, señor Salvatore. Señora Winston, estoy en deuda con vuestra amabilidad.

Damon observó cómo seguía al ama de llaves, que debía de estar pensando a saber qué por tener que ocuparse de una mujer medio ahogada que se presentaba sin avisar en mitad de la noche. ¿Qué catástrofe le habría ocurrido como para ir hasta allí sola, a pie, y probablemente sin dinero?

Siendo la hermana de Gilbert, debía de ser una dama, si no una de alto rango. Pero ninguna mujer de buena reputación viajaría como ella lo había hecho.
Tal vez fuera la prostituta de Gilbert, le sugirió su imaginación lujuriosa.
Tal vez, aunque tenía esa indescriptible elegancia y porte en su presencia.
Dado que no le quedaba nada más por hacer aquella noche, sería mejor irse a la cama. Caminó ausente por el resto de la habitación mientras iba apagando las velas.
Por alguna razón, sabiendo que la hermosa señora Gilbert dormía en alguna habitación bajo su techo, no creía que fuese a ser capaz de dormir mucho.


Tras dar vueltas en la cama durante toda la noche, Damon se levantó a la mañana siguiente con un sentimiento de expectación que le hinchaba el pecho. Teniendo en cuenta la montaña de trabajo que lo aguardaba sobre las granjas dilapidadas en Blenhem, se preguntaba por qué aquella idea le parecía excitante, hasta que lo recordó; la señora Gilbert. Esa mañana oiría su historia y sabría qué hacer con ella.
Tras vestirse con cuidado, pues debía aparecer como un caballero cuando había una dama presente, se miró en el espejo. Ni siquiera Stefan podría encontrar un solo fallo en su atuendo aquella mañana.
«Ah, Damon Salvatore, qué hombre tan guapo eres», se dijo a sí mismo con una carcajada. No rico como Hal, ni con un título tan distinguido como Tyler, pero un hombre atractivo al fin y al cabo. Tal vez lo suficientemente atractivo como para llevarse a la cama a su visita inesperada si resultaba ser menos que una dama.
Se apresuró al pequeño salón donde Elijah le sirvió el desayuno. Acababa de dar el primer sorbo al café cuando la puerta se abrió y apareció la señora Gilbert.
Damon se levantó con intención de saludarla y las palabras se le atascaron en la garganta.
Aquellos enormes ojos oscuros bajo unas expresivas cejas arqueadas resultaron ser verdes; del verde del musgo aterciopelado junto a un arroyo que lo invitaba a uno a sentarse y a escuchar el ruido del agua. ¡Y su pelo! Sin el gorro de la noche anterior, acariciado por la luz del sol, consistía en un conjunto de trenzas de color caoba que brillaban como una pizca de cobre.
Aunque el delicado vestido que llevaba tenía un escote modesto, el lazo que llevaba bajo la cintura lograba realzar sus pechos. Para ser una dama menuda, cuya cabeza apenas le llegaba a la barbilla, tenía unos pechos deliciosamente voluptuosos.
Damon apretó los puños y trató de controlar su deseo de acariciarlos.
Uno por uno, fue catalogando sus otros encantos; unos hombros y un cuello delicados, brazos esbeltos, muñecas finas, manos pequeñas.
Seca y vestida, le resultaba incluso más atractiva que a la luz del fuego.

—Buenos días, señor Salvatore —dijo ella por fin, e hizo que Damon se diera cuenta sobresaltado de que había estado evaluándola descaradamente.

—Buenos días para vos también, señora Gilbert —respondió apresuradamente—. Por favor, servios lo que queráis de los platos. ¿Queréis café?

—Sí, gracias.

Le indicó con la cabeza a Elijah que le sirviera una taza y aguardó mientras ella llenaba su plato. Se sentó y comenzó a comer con mordiscos delicados, como si estuviera saboreando cada bocado… mientras él saboreaba el juego de aquellos labios tentadores. Cuántas cosas le gustaría hacer con aquellos labios.
Gracias a años de educación, sólo le hacía falta una pequeña porción de su cerebro para mantener una conversación educada.
Sin embargo, sus respuestas abiertas y aparentemente sinceras a sus preguntas sobre su hogar, su niñez con su hermano, su estancia en la India y su posterior matrimonio comenzaron a hacerle ver con desilusión que probablemente fuera justo lo que decía ser: la hermana de Matt Gilbert, por tanto la prima de Tyler, por tanto más allá del alcance de su imaginación lasciva.

Aunque eso seguía sin explicar cómo había acabado empapada en su puerta a medianoche.
En cualquier caso, sería mejor dejar de imaginársela desnuda a la luz de la luna y comenzar a pensar en tratarla como a una dama.

Aguardó a que ambos hubieran terminado de desayunar, le pidió a Elijah que les sirviera una taza más y le dio permiso para retirarse. Era el momento de descubrir lo que se proponía aquella mujer.

—Y bien, señora Gilbert, ¿cómo acabasteis en Blenhem Hill en mitad de la noche?

Ella le dirigió una mirada de dolor y sus mejillas se sonrojaron.

—Por muy humillantes que sean los detalles, después de vuestra hospitalidad hacia una total desconocida, supongo que os debo la verdad.

—Como deseéis.

—Mi marido era soldado, como ya os he dicho —comenzó tras una pausa—. Más o menos un año después de nuestra boda en la India, yo caí enferma. Él temía por mi salud, de modo que insistió en que regresara a Inglaterra. Más tarde, descubrí que él había sucumbido a la fiebre. Como su familia nunca estuvo de acuerdo con nuestro matrimonio y yo no tenía dinero para volver a la India con mi padre, acepté un puesto como institutriz. Mis jefes, lord y lady Lookbood, pasan casi todo el año en Londres o visitando las fincas de campo de sus amigos, mientras que sus hijas residen en Selbourne Abbey, en Hampshire.

—Un paisaje precioso —intervino él.

—Lo es, sí. Fui muy feliz allí. Hasta que… hasta que mis jefes regresaron. No hay manera agradable de contarlo. Lord Lookbood persigue a cualquier mujer que se le ponga por delante, hayan o no alentado su interés. Yo desde luego no lo alenté, pero él siguió persiguiéndome. A pesar de mi vigilancia constante, consiguió acorralarme en mi dormitorio, donde lady Lookbood nos descubrió en… en una postura comprometida. Me echó de la casa aquella misma noche. Sin dinero y sin referencias, no se me ocurrió nada salvo acudir a Matt. Pero encontré impedimentos a cada paso del camino, de modo que cuando llegué aquí ya no tenía recursos. Así que vine andando desde Hazelwick. Y ahora ya lo sabéis todo.
Con las mejillas aún sonrojadas, agachó la mirada y se miró las manos, como si no pudiera soportar mirarlo y ver tal vez la censura en sus ojos.
Si estaba fingiendo, lo hacía de maravilla. Parecía una dama de la cabeza a los pies. Excepto por aquellos labios carnosos y sus pechos turgentes.
Incluso aunque su historia fuese cierta, Damon sintió cierta compasión hacia lord Lookbood. La señora Gilbert era un bocado muy sabroso a los ojos de cualquier libertino.
Pero sólo un poco, pues consideraba que un hombre que acosaba a una mujer, y más a una que dependía de él, no merecía más que desprecio.
¿Habría acosado lord Lookbood a la señora Gilbert? ¿O sería aquella mujer con cuerpo de tentadora una tentadora en realidad? En cualquier caso, ¿qué iba a hacer con ella?
Si había sido despedida por libertinaje, entendía que hubiese decidido lanzarse en busca de su hermano hasta esperar a que apareciera otro pichón. Su sorpresa al descubrir que Gilbert ya no estaba en Blenhem había sido genuina, y Damon estaba bastante seguro de que su súbita aparición en la casa no formaba parte de un plan perverso maquinado por los dos hermanos.
Si era en realidad la hermana de Matt Gilbert, y parecía que así era, entonces era también la prima de lord Englemere. Aunque parecía preocupada por su futuro, Damon sabía que Tyler nunca abandonaría a un pariente suyo; y la adorable Bonnie probablemente la ayudaría a encontrar trabajo.
Pero él no podía enviarles a una mujer que podría ser una prostituta.
¿Cómo podría estar seguro?
En aquel momento, ella dependía enteramente de él. De pronto se le ocurrió una manera de poner a prueba su veracidad; un plan que revivió sus pensamientos lujuriosos con una cierta sensación de culpa y excitación.
Con su hermano lejos de allí y con Damon como único apoyo, si su moral era más laxa de lo que debería, se mostraría más o menos dispuesta a aceptar un acuerdo que sería lucrativo para ella y placentero para ambos.
No era que pensase realmente en convertirla en su amante, pero si ella no rechazaba sus avances, Damon sabría que no debía molestar a Tyler con el tema.
En tal caso, un billete a Londres y dinero suficiente para vivir hasta encontrar otro protector sería suficiente para cumplir con la responsabilidad que Tyler pudiera tener hacia ella.
Ella seguía sentada mirando hacia abajo, como si estuviera pensando. Mientras la contemplaba, el cuerpo de Damon protestó contra la decisión de no aprovecharse de sus encantos, si acaso ella respondiera a sus avances. Rechazó aquella debilidad con impaciencia. En alguna ocasión había hecho uso de damas de la profesión, pero nunca tendría una amante, pues no era lo suficientemente perverso como para corromper a una inocente, ni lo suficientemente rico para satisfacer los exquisitos gustos de una cortesana, ni estaba dispuesto a conformarse con una mujer de vasta experiencia. Aunque no tenía intención de plantar su semilla en tierra virgen, tampoco deseaba cultivar lo que previamente había sido suelo común.
De hecho siempre había esperado poder saciar permanentemente sus deseos carnales en los brazos de una esposa. Aunque, después de su reciente fracaso en el campo del cortejo, pensaba dedicarse sólo a la agricultura en un futuro próximo.
Aun así, tuvo que hacer un esfuerzo por no escuchar a la voz de su cabeza, que le decía que, si era una mujer de virtud fácil, no tendría nada de malo aprovecharse de ella una vez antes de mandarla de vuelta a donde fuera.
Dado que la señora Gilbert aún estaba perdida en los pensamientos sobre su futuro, lo mejor sería actuar inmediatamente para determinar cuál era la respuesta. ¿Pero cómo trataba uno a una mujer así? Él nunca había jugado el papel de libertino y no estaba seguro de cómo hacerlo. Aunque, por suerte, no tenía que fingir su deseo hacia ella.
Cuando se acercara, ¿ella le ofrecería sus labios… o le daría una bofetada?

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