CAPÍTULO 11
Damon se levantó del
escritorio en el que estaba apoyado. Elena se sentía débil y mareada, como si
se fuera a desmayar. Respiró hondo y él se acercó y la agarró por los brazos,
tirando de ella para sentarla en la silla que tenía detrás.
–Explícate –
Elena lo miró hacia
arriba y le dijo débilmente: – ¿Puedes sentarte, por favor? Me estás causando
vértigo –
Él acercó una silla y
se sentó frente a ella, todo su cuerpo gritaba la tensión. Ella se centró en
sus ojos, que eran de un azul tan intenso como no los había visto antes.
Quería que le
creyera lo que
estaba a punto
de decirle. No soportaría que se riera o le dijera que
estaba inventando una historia.
Temblando, se llevó un
mechón de pelo detrás de la oreja –Cuando tenía siete meses de embarazo fui a
que me hicieran un chequeo. Me había sentido más cansada que de costumbre...
agotada en exceso... había pescado un par de resfriados... –
Damon frunció el ceño,
tratando de recordar –Habías tenido hemorragias nasales... –
Elena asintió con la
cabeza ligeramente, sorprendida de que él lo recordara. En un momento llegó a
tener dos o tres hemorragias nasales a la semana – Eso... era parte de todo
también –
Damon la miró. Ella le
había parecido más débil en los últimos meses del embarazo y pensó que por eso
se había distanciado. Él asintió con la cabeza, instándola a continuar,
sintiéndose curiosamente entumecido, como ya protegiéndose de algo.
–La doctora Campbell me
hizo una prueba de sangre de rutina y la envió al laboratorio. Me llamó un par
de días más tarde y me pidió que fuera a verla. Tú... te habías ido a Nueva
York durante una semana, para la conferencia y te habías retrasado un día –
Damon asintió de nuevo
brevemente. Recordó haber regresado de ese viaje y encontrar a Elena fría y
distante. Ese había sido el comienzo. Y también recordaba la desazón que le
producía irse, la soledad que lo asaltaba inadvertidamente durante los viajes
largos, sorprendido por su fuerza... y por el mero hecho de sentirse así.
–Cuando volví a ver a
la doctora Campbell había otro médico con ella... –
Respiró hondo –Un
consultor de visita especializado en hematología, el profesor
Erol Villiers... – miró
hacia otro lado por un momento y apretó los labios antes de volver al pasado
–Me dijeron que habían encontrado algo en mi sangre. AML, que es una forma
aguda de leucemia –
Miró a Damon para ver
su reacción, pero él estaba inmóvil, impasible. Ella reconoció el shock. Con
sensación de claustrofobia, Elena levantó y se acercó de nuevo a la ventana,
cruzando los brazos. Era más fácil si se movía, para no estar tan cerca, bajo
su escrutinio.
–Ellos querían que
iniciara un ciclo de quimioterapia agresiva de inmediato, pero me negué – Oyó a
Damon de pie detrás de ella y se volvió.
Él estaba negando con
la cabeza – ¿Por qué te negaste? –
Fue casi un alivio
haberlo hecho reaccionar –Porque podía dañar al bebé. Corría el riesgo de un
parto prematuro... de una malformación.
Y no había forma en que yo pudiera ponerlo en riesgo. No lo hice en aquel
entonces y no lo haría ahora, si tuviera que volver a elegir –
–Pero... – Damon dio
media vuelta y empezó a caminar de un lado a otro. Ni siquiera podía articular
una respuesta coherente. Su cerebro, normalmente en condiciones de funcionar a
un nivel que dejaba a la mayoría de la gente hecha polvo, ahora se negaba a
funcionar.
–Déjame terminar. Yo
sé... Sé que es mucho –
Se puso de pie frente a
ella de nuevo, con una cruda intensidad en sus ojos.
–Al negarme a la
quimioterapia yo sabía que estaba reduciendo severamente mis posibilidades de
sobrevivir. Pero... – Ella se encogió de hombros –Lo más importante era
entregar a Nick seguro. Eso era lo único que me importaba –
– ¿En detrimento de su
propia salud? – Él estaba incrédulo.
Elena asintió con la
cabeza –Y en caso de que estés preocupado te aseguro que nunca hubo ningún
riesgo para Nick por mi diagnóstico. Ni entonces, ni ahora...
–
Damon parecía sombrío,
pero Elena continuó –Querían que comenzara con la quimioterapia inmediatamente
después de que Nick nació, y yo sabía lo que me esperaba, lo invasiva que
serían las técnicas a la que me someterían, cuán debilitantes y sin ninguna
garantía de éxito. Aun así, el profesor Villiers me pidió que fuera a su
clínica especializada en Francia. Estaba interesado en mi caso porque este tipo
de cáncer es poco frecuente durante un embarazo.
Elena se pasó las manos
por los brazos, frotándolos arriba y abajo –Mi madre murió de cáncer de
mama cuando yo tenía cinco años. Me
acordé de su tratamiento, del dolor,
la degradación... y no quise que Nick estableciera un vínculo conmigo,
aunque fuera por un corto
tiempo, sólo para
luego... quitárselo. Sabía que él estaría a salvo contigo. Eras tan
feliz con la idea de un hijo... –
Alargó la mano y se
agarró a la parte posterior de la silla de nuevo como si fuera un salvavidas.
–Lo dije en serio
cuando te dije que no esperaba volver a verte a ti o a Nick. En verdad, no
tenía ninguna esperanza para el futuro. Los médicos me advirtieron que lo más
probable era que ya se hubiera propagado demasiado, rápidamente. Ir a Francia
era de alguna manera irme a... ir a... –
A morir.
Las palabras no dichas
flotaban en el aire.
–Entonces, ¿qué pasó? –
Damon preguntó sin rodeos.
Elena sabía que lo
último que él había esperado era encontrarse con que tenía que sentir ningún
tipo de simpatía por ella. Entonces trató que sus palabras sonaran lo más
impersonal posible, ocultando el agudo dolor que había sufrido.
–De todas maneras me
hicieron la quimioterapia, pero, tal como pensaban, no se produjo ninguna
remisión. Ya era muy tarde – Inseguramente tocó su cabello
–Este... mi
cabello se cayó.
Y la cicatriz
que notaste... era
de un canal
intravenoso de líquidos
–
Damon aún seguía
inmóvil. Y eso removió un sentimiento de protección dentro de Elena. Pero
siguió adelante. Tenía que hacerlo.
–La única otra opción
posible que no se había explorado era un trasplante de médula ósea. Pero para
que eso se pudiera dar tenía que haber un donante compatible y como todos mis
familiares cercanos habían muerto, fue más o menos descartado, y el tiempo se
agotaba... –
Cruzó los brazos
apretadamente sobre su pecho, como no dejando escapar los recuerdos –Pero unas
semanas después de mi llegada un donante compatible perfecto estuvo disponible
dentro de la propia clínica. Era alguien registrado como donador
voluntario que estaba
relacionado con un
paciente... de cualquier forma,
la operación era muy arriesgada –
– ¿Por qué no te
pusiste en contacto conmigo entonces, si había una chance? – La voz de Damon
sonó insoportablemente dura haciéndola sobresaltar ligeramente y trayéndola de
vuelta a la habitación. Ella lo miró directa y firmemente.
–Porque incluso en este
momento la chance era cincuenta-cincuenta. Menos aún. Ni siquiera tú, con todo
tu dinero e influencias, habrías podido mejorar la situación. Y además, después
de un trasplante de médula ósea, te mantienen en aislamiento durante un mes,
quizá más, pues se está muy propenso a las infecciones. Los visitantes se
mantienen al mínimo –
Ella palideció
–Contraje por lo menos tres infecciones… Incluso si el trasplante es exitoso, y
sobrevives a la infección, hay muchas posibilidades que en los meses
posteriores la nueva médula sea rechazada por el cuerpo. ¿No lo ves? – Le
suplicó – ¿Cuál habría sido el caso? – Su voz amenazaba con resquebrajarse pero
ella siguió adelante –No esperaba sobrevivir tanto y no habría podido soportar
no ver a Nick, separados por puertas en un área de cuarentena... –
Damon metió las manos
profundamente en los bolsillos del jean y luego las sacó otra vez. Tenía los
puños apretados. Elena parecía tan vulnerable e indefensa de pie, detrás de la
silla. Una oleada de emoción rompió el terrible entumecimiento e
instintivamente se dirigió hacia ella. Pero entonces repentinamente se detuvo
de nuevo. Se sentía... se sentía como si estuviera siendo partido,
experimentando cosas que no había sentido jamás. Quería ir hacia ella y
aplastarla contra él, manteniéndola abrazada, no dejándola ir nunca. Y sin
embargo... para su absoluta vergüenza... no podía. Todavía no. No podía
sujetarla, porque tenía miedo de explotar si lo hacía. Sin saberlo él, su
rostro de repente se veía desencajado y surcado de arrugas.
– ¿Y la nota? –
Elena enrojeció –Eso
fue para asegurarme que no me siguieras. Tenía la esperanza de hacer mella
en tu ego, en tu orgullo... –
Vio algo resplandecer
en sus ojos, pero se extinguió, porque él tenía
que reconocer que había estado en lo cierto. Y eso lo irritó más allá de
toda lógica.
Ella se miró las manos
–Escribí otras cartas para ti y para Nick. Cartas pendientes de envío...
explicando todo. Diciendo que lo sentía. No quería que Nick creciera pensando
lo peor de mí –
– ¿Y sin embargo,
dejaste que yo lo creyera durante casi dos meses? –
Su conciencia la golpeó
y miró hacia arriba otra vez. No diciéndole que había sido la única cosa que
había mantenido su frágil control entero –Traté de decírtelo un par de veces...
no había forma fácil de tocar el tema. El día que me encontré inesperadamente
contigo en Londres fue, literalmente, mi primer día de regreso de Francia.
Realmente no tenía idea de que el hotel fuera tuyo – Hizo una mueca –Realmente
fue... una circunstancia del destino –
Damon recordó su furia
imponente de aquel día, recordó que ella había dicho algo acerca de querer
explicar. Recordó también la otra noche, sus crueles
palabras, su
reacción... pero ¿cómo podría él haber sabido esto? Sintió cómo
se retiraba a algún
lugar dentro de sí mismo y cómo ese adormecimiento se propagaba en él otra vez,
y acogió con agrado la sensación, porque le impedía sentir.
–Quería escribirte una
carta a través de mi abogado y explicarte todo antes de volver a encontrarnos,
de modo que pudieras entender. Por eso me iba a encontrar
con el Sr. Lockwood –
Damon caminó con pasos
largos y despacio hacia afuera y luego regresó otra vez. Su cerebro pareció
finalmente hacer un clic dentro de él. Cada línea de su cuerpo estaba rígida
por la tensión – ¿Por qué no me dijiste cuando te enteraste? Por el amor de
Dios, sé que sólo era un matrimonio de conveniencia pero también llevabas a mi
hijo. Yo te hubiera apoyado, costara lo que costara. No habrías tenido que
pasar por esto sola –
Elena se
apartó de la
ira en su
voz, de su
censura. Todavía tenía
que protegerse –No te lo dije porque tenía miedo de que te pusieras de
acuerdo con los médicos y me obligaran a tomar la quimioterapia. No puedo
explicar cómo me sentía... todo lo que sé es que la salud y la seguridad de Nick
eran sumamente importantes para mí. Yo no quería que te sintieras... obligado a
cuidar de mí. Que sintieras que tenías que hacer lo correcto, lo cual implicaba
dañar a Nick para darme a mí una mejor oportunidad –
Ella se volvió con ojos
desafiantes –Tomé la decisión de lidiar con aquello por mi cuenta. Para poner a
Nick primero y luego ocuparme de mí misma – Su voz no tenía siquiera un hilo de
autocompasión –Siempre me he ocupado de mí misma, Damon. Es a lo que estoy
acostumbrada. Y nunca... nunca esperé estar aquí, explicándote todo esto – Su
voz temblaba con serena intensidad –Yo nunca me habría alejado de Nick ese día
si hubiera creído que tenía una oportunidad... tienes que creerme –
Él lo hacía. Le creía.
El dolor se dibujaba en el rostro de ella, incluso ahora. En sus ojos. Era el
dolor que él había vislumbrado antes. Las ganas de tomarla en sus brazos casi
lo abrumaba con su fuerza, pero fue aplastada por la culpa, pesada y
omnipresente.
Cuando los
investigadores habían aparecido sin rastro del paradero de Elena supo que algo
había sucedido. Y a eso se había sumado su comportamiento desde que se habían
reencontrado en Londres. Su evidente devoción por Nick, su amor por él. Estaba
equivocado respecto de la emoción que había mostrado en torno a Nick aquellos
primeros días, aquellas semanas, cuando él pensaba que todo era una actuación.
Ahora se daba cuenta lo
abrumador que debió ser para ella su intención de vivir cerca... Él ya no podía
ignorar por más tiempo los hechos. Ella no era la persona que había dejado
aquella nota cruel y frívola.
Pero, ¿qué significaba
esto?
Sentía que su cabeza
era un tambaleo. Más que un tambaleo. Giraba como un trompo en el espacio con
todos los hechos arremolinándose. Estaba empezando a sentir tantas cosas que
tenía que poner un freno a sus emociones. Se refugió en la agresividad,
odiándose a sí mismo porque sabía bien que estaba dirigida a la persona
equivocada, pero fue incapaz de detenerse. Le preguntó acremente –
¿Acaso creíste que era
incapaz de apoyarte? –
Ella se quedó blanca
como la nieve y sus ojos como dos piscinas de color violeta. La herida en el
labio lucía dura, y eso hizo que se apretara algo en su pecho y en su corazón.
–Por supuesto que sabía
que me ibas a apoyar, Damon. Pero en nuestro matrimonio no
había nada de eso. Yo... no podía enfrentar la idea de... de un apoyo obligado.
No formaba parte del trato –
El remolino que estaba
adentro de Damon pareció entrar en erupción. Tampoco formaba parte del trato la
química apasionada que había estallado entre ellos. Ni que su vida fuera puesta
patas para arriba de muchas maneras. Su voz sonó helada – ¿Así es como
justificas tu partida? – Sabía que sonaba duro, lejano, pero no podía evitarlo.
Algo pesaba dentro de él.
La desolación llenó el
corazón y el alma de Elena. Él no entendía. Él nunca entendería. ¿Cómo podría
hacerlo? Y de cara a este frente frío supo que aún era una cobarde, pues Nick y
su bienestar sólo había sido una de las razones por la que se había ido. Otra
fue que amaba demasiado a Damon, y había sido insoportable verlo encadenado a
ella día tras día, semanas, y posiblemente meses sin fin... ser testigo de su
piedad... tenerlo como testigo de su transparente caída... que se sintiera
obligado hacia ella… Sintió que el dolor le atenazaba la garganta.
–Yo escuché tu
conversación con Caroline. Así que no tienes que explicarme nada. Sabía
exactamente dónde estaba parada... –
La cabeza de Damon empezaba
a doler – ¿Mi conversación con Caroline...? –
Elena se cruzó de
brazos –Fue el día que me enteré de mi diagnóstico... – Por un segundo se
resistió a seguir, recordó que en aquel momento había llegado con la intención
de contarle todo, hasta que casualmente los había oído... Tragó saliva y obligó
a su mente a alejarse de aquello –Caroline estaba enojada –
Entonces él lo recordó.
Vívidamente. La manera en que su hermana había intentado arrinconarlo,
queriendo dejarlo expuesto ante sí mismo cuando ni siquiera sabía lo que
sentía. Lo único que sabía era que había querido proteger
a Elena de la amargura de Caroline, surgida
de la de su padre para con
todos ellos.
–No tenía intenciones
de escuchar. Llegué a casa después de la reunión con la
Dra. Campbell y oí sin
querer... – Levantó una mano al aire y luego la dejó caer
–Igualmente no dijiste
nada que yo ya no supiera – Rezó para que no se diera
cuenta de lo mal que
estaba mintiendo.
Las palabras dichas en
aquel momento volvieron ahora para atormentarlo. Era evidente que Elena había
escuchado lo peor. Como fragmentos de cristal, instantes y retazos llenaron su
memoria. La manera en que se había retraído sobre sí misma, su alejamiento,
tanto en lo emocional como en lo físico... Pero él no podía entender las
implicaciones de todo completamente, no todavía.
La voz de ella no
sonaba con la convicción que tenía cuando ella le había contado lo
de su enfermedad.
De hecho, parecía
muy frágil ahora
y esa fragilidad se la traspasaba
a él. El mundo se redujo a esa habitación y no podía sentir nada, todo lo
excedía, todo era demasiado abstracto. Por mucho tiempo había creído en algo...
y ahora esto.
Elena permaneció
quieta, mirando a un punto en la alfombra durante tanto tiempo que ya
empezaba a sentirse mareada. Finalmente Damon habló y Elena lo miró de forma renuente, temiendo
lo que podría ver en sus ojos, pero no pudo leer su expresión, pues no mostraba
signos de nada.
–Entonces... ¿Y ahora
qué? –
Realmente, ¿Y ahora
qué?
Ella casi agradeció la
banalidad de las palabras. A pesar de que realmente estaban lejos de ser
banales –Tengo que volver a la clínica en un par de días. He estado en remisión
desde hace algunos meses, pero el profesor Villiers quiere hacerme un chequeo
de rutina, sólo para confirmar que todo esté bien –
– ¿Cuándo? –
–Mañana –
–Te avisaron con poco
tiempo de anticipación –
A Elena le dolía el
tono seco de Damon –Ellos creen que estoy en Londres, con sólo tomar el tren
llegaría. Y en verdad me había olvidado del asunto... con todo lo que pasó –
Ella se sonrojó.
–Puedes tomar el avión
–
Elena lo miró,
un poco atónita ante
su generosa oferta –Bueno, yo... gracias. Apreciaría eso –
Y así como si nada, ya
había pasado todo. Su terrible y oscuro gran secreto había sido desvelado y
nada había cambiado. Actuando tan correctos como siempre, en una especie de
tierra de nadie.
El teléfono
sonó en el
escritorio de Damon,
haciendo que Elena
se sobresaltara. Él la miró
durante un buen
rato, y luego
con un gesto
de impaciencia fue a atender. Elena salió sigilosamente de la
habitación.
mm.. no es que sea mala, pero me gusta que damon se sintiera muy culpable, por que la trato muy mal a elena¡ gracias por el capitulo, dio un giro inesperado y es estupendo¡ espero con ganas el próximo y ver que pasa con ellos dos¡ >^.^<
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