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COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


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04 febrero 2013

Matrimonio Español Capitulo 11


CAPÍTULO 11
Damon se levantó del escritorio en el que estaba apoyado. Elena se sentía débil y mareada, como si se fuera a desmayar. Respiró hondo y él se acercó y la agarró por los brazos, tirando de ella para sentarla en la silla que tenía detrás.


–Explícate –


Elena lo miró hacia arriba y le dijo débilmente: – ¿Puedes sentarte, por favor? Me estás causando vértigo –


Él acercó una silla y se sentó frente a ella, todo su cuerpo gritaba la tensión. Ella se centró en sus ojos, que eran de un azul tan intenso como no los había visto  antes.  Quería  que  le  creyera  lo  que  estaba  a  punto  de  decirle.  No soportaría que se riera o le dijera que estaba inventando una historia.


Temblando, se llevó un mechón de pelo detrás de la oreja –Cuando tenía siete meses de embarazo fui a que me hicieran un chequeo. Me había sentido más cansada que de costumbre... agotada en exceso... había pescado un par de resfriados... –


Damon frunció el ceño, tratando de recordar –Habías tenido hemorragias nasales... –


Elena asintió con la cabeza ligeramente, sorprendida de que él lo recordara. En un momento llegó a tener dos o tres hemorragias nasales a la semana – Eso... era parte de todo también –


Damon la miró. Ella le había parecido más débil en los últimos meses del embarazo y pensó que por eso se había distanciado. Él asintió con la cabeza, instándola a continuar, sintiéndose curiosamente entumecido, como ya protegiéndose de algo.


–La doctora Campbell me hizo una prueba de sangre de rutina y la envió al laboratorio. Me llamó un par de días más tarde y me pidió que fuera a verla. Tú... te habías ido a Nueva York durante una semana, para la conferencia y te habías retrasado un día –


Damon asintió de nuevo brevemente. Recordó haber regresado de ese viaje y encontrar a Elena fría y distante. Ese había sido el comienzo. Y también recordaba la desazón que le producía irse, la soledad que lo asaltaba inadvertidamente durante los viajes largos, sorprendido por su fuerza... y por el mero hecho de sentirse así.


–Cuando volví a ver a la doctora Campbell había otro médico con ella... –
Respiró hondo –Un consultor de visita especializado en hematología, el profesor


Erol Villiers... – miró hacia otro lado por un momento y apretó los labios antes de volver al pasado –Me dijeron que habían encontrado algo en mi sangre. AML, que es una forma aguda de leucemia –


Miró a Damon para ver su reacción, pero él estaba inmóvil, impasible. Ella reconoció el shock. Con sensación de claustrofobia, Elena levantó y se acercó de nuevo a la ventana, cruzando los brazos. Era más fácil si se movía, para no estar tan cerca, bajo su escrutinio.


–Ellos querían que iniciara un ciclo de quimioterapia agresiva de inmediato, pero me negué – Oyó a Damon de pie detrás de ella y se volvió.


Él estaba negando con la cabeza – ¿Por qué te negaste? –


Fue casi un alivio haberlo hecho reaccionar –Porque podía dañar al bebé. Corría el riesgo de un parto prematuro...  de una malformación. Y no había forma en que yo pudiera ponerlo en riesgo. No lo hice en aquel entonces y no lo haría ahora, si tuviera que volver a elegir –


–Pero... – Damon dio media vuelta y empezó a caminar de un lado a otro. Ni siquiera podía articular una respuesta coherente. Su cerebro, normalmente en condiciones de funcionar a un nivel que dejaba a la mayoría de la gente hecha polvo, ahora se negaba a funcionar.


–Déjame terminar. Yo sé... Sé que es mucho –


Se puso de pie frente a ella de nuevo, con una cruda intensidad en sus ojos.


–Al negarme a la quimioterapia yo sabía que estaba reduciendo severamente mis posibilidades de sobrevivir. Pero... – Ella se encogió de hombros –Lo más importante era entregar a Nick seguro. Eso era lo único que me importaba –


– ¿En detrimento de su propia salud? – Él estaba incrédulo.


Elena asintió con la cabeza –Y en caso de que estés preocupado te aseguro que nunca hubo ningún riesgo para Nick por mi diagnóstico. Ni entonces, ni ahora...


Damon parecía sombrío, pero Elena continuó –Querían que comenzara con la quimioterapia inmediatamente después de que Nick nació, y yo sabía lo que me esperaba, lo invasiva que serían las técnicas a la que me someterían, cuán debilitantes y sin ninguna garantía de éxito. Aun así, el profesor Villiers me pidió que fuera a su clínica especializada en Francia. Estaba interesado en mi caso porque este tipo de cáncer es poco frecuente durante un embarazo.


Elena se pasó las manos por los brazos, frotándolos arriba y abajo –Mi madre murió de  cáncer de  mama cuando yo tenía cinco años. Me  acordé de  su tratamiento, del dolor, la degradación... y no quise que Nick estableciera un vínculo  conmigo,  aunque  fuera  por  un  corto  tiempo,  sólo  para  luego... quitárselo. Sabía que él estaría a salvo contigo. Eras tan feliz con la idea de un hijo... –


Alargó la mano y se agarró a la parte posterior de la silla de nuevo como si fuera un salvavidas.


–Lo dije en serio cuando te dije que no esperaba volver a verte a ti o a Nick. En verdad, no tenía ninguna esperanza para el futuro. Los médicos me advirtieron que lo más probable era que ya se hubiera propagado demasiado, rápidamente. Ir a Francia era de alguna manera irme a... ir a... –


A morir.


Las palabras no dichas flotaban en el aire.


–Entonces, ¿qué pasó? – Damon preguntó sin rodeos.


Elena sabía que lo último que él había esperado era encontrarse con que tenía que sentir ningún tipo de simpatía por ella. Entonces trató que sus palabras sonaran lo más impersonal posible, ocultando el agudo dolor que había sufrido.


–De todas maneras me hicieron la quimioterapia, pero, tal como pensaban, no se produjo ninguna remisión. Ya era muy tarde – Inseguramente tocó su cabello

–Este...  mi  cabello  se  cayó.  Y  la  cicatriz  que  notaste...  era  de  un  canal
intravenoso de líquidos –


Damon aún seguía inmóvil. Y eso removió un sentimiento de protección dentro de Elena. Pero siguió adelante. Tenía que hacerlo.


–La única otra opción posible que no se había explorado era un trasplante de médula ósea. Pero para que eso se pudiera dar tenía que haber un donante compatible y como todos mis familiares cercanos habían muerto, fue más o menos descartado, y el tiempo se agotaba... –


Cruzó los brazos apretadamente sobre su pecho, como no dejando escapar los recuerdos –Pero unas semanas después de mi llegada un donante compatible perfecto estuvo disponible dentro de la propia clínica. Era alguien registrado como  donador  voluntario  que  estaba  relacionado  con  un  paciente...  de cualquier forma, la operación era muy arriesgada –


– ¿Por qué no te pusiste en contacto conmigo entonces, si había una chance? – La voz de Damon sonó insoportablemente dura haciéndola sobresaltar ligeramente y trayéndola de vuelta a la habitación. Ella lo miró directa y firmemente.


–Porque incluso en este momento la chance era cincuenta-cincuenta. Menos aún. Ni siquiera tú, con todo tu dinero e influencias, habrías podido mejorar la situación. Y además, después de un trasplante de médula ósea, te mantienen en aislamiento durante un mes, quizá más, pues se está muy propenso a las infecciones. Los visitantes se mantienen al mínimo –


Ella palideció –Contraje por lo menos tres infecciones… Incluso si el trasplante es exitoso, y sobrevives a la infección, hay muchas posibilidades que en los meses posteriores la nueva médula sea rechazada por el cuerpo. ¿No lo ves? – Le suplicó – ¿Cuál habría sido el caso? – Su voz amenazaba con resquebrajarse pero ella siguió adelante –No esperaba sobrevivir tanto y no habría podido soportar no ver a Nick, separados por puertas en un área de cuarentena... –


Damon metió las manos profundamente en los bolsillos del jean y luego las sacó otra vez. Tenía los puños apretados. Elena parecía tan vulnerable e indefensa de pie, detrás de la silla. Una oleada de emoción rompió el terrible entumecimiento e instintivamente se dirigió hacia ella. Pero entonces repentinamente se detuvo de nuevo. Se sentía... se sentía como si estuviera siendo partido, experimentando cosas que no había sentido jamás. Quería ir hacia ella y aplastarla contra él, manteniéndola abrazada, no dejándola ir nunca. Y sin embargo... para su absoluta vergüenza... no podía. Todavía no. No podía sujetarla, porque tenía miedo de explotar si lo hacía. Sin saberlo él, su rostro de repente se veía desencajado y surcado de arrugas.


– ¿Y la nota? –


Elena enrojeció –Eso fue  para asegurarme que no me  siguieras. Tenía la esperanza de hacer mella en tu ego, en tu orgullo... –


Vio algo resplandecer en  sus ojos, pero se  extinguió, porque él  tenía  que reconocer que había estado en lo cierto. Y eso lo irritó más allá de toda lógica.


Ella se miró las manos –Escribí otras cartas para ti y para Nick. Cartas pendientes de envío... explicando todo. Diciendo que lo sentía. No quería que Nick creciera pensando lo peor de mí –


– ¿Y sin embargo, dejaste que yo lo creyera durante casi dos meses? –


Su conciencia la golpeó y miró hacia arriba otra vez. No diciéndole que había sido la única cosa que había mantenido su frágil control entero –Traté de decírtelo un par de veces... no había forma fácil de tocar el tema. El día que me encontré inesperadamente contigo en Londres fue, literalmente, mi primer día de regreso de Francia. Realmente no tenía idea de que el hotel fuera tuyo – Hizo una mueca –Realmente fue... una circunstancia del destino –


Damon recordó su furia imponente de aquel día, recordó que ella había dicho algo acerca de querer explicar. Recordó también la otra noche, sus crueles


palabras, su reacción... pero ¿cómo podría él haber sabido esto? Sintió cómo
se retiraba a algún lugar dentro de sí mismo y cómo ese adormecimiento se propagaba en él otra vez, y acogió con agrado la sensación, porque le impedía sentir.


–Quería escribirte una carta a través de mi abogado y explicarte todo antes de volver a encontrarnos, de  modo que  pudieras entender. Por eso me iba a encontrar con el Sr. Lockwood –


Damon caminó con pasos largos y despacio hacia afuera y luego regresó otra vez. Su cerebro pareció finalmente hacer un clic dentro de él. Cada línea de su cuerpo estaba rígida por la tensión – ¿Por qué no me dijiste cuando te enteraste? Por el amor de Dios, sé que sólo era un matrimonio de conveniencia pero también llevabas a mi hijo. Yo te hubiera apoyado, costara lo que costara. No habrías tenido que pasar por esto sola –


Elena  se  apartó  de  la  ira  en  su  voz,  de  su  censura.  Todavía  tenía  que protegerse –No te lo dije porque tenía miedo de que te pusieras de acuerdo con los médicos y me obligaran a tomar la quimioterapia. No puedo explicar cómo me sentía... todo lo que sé es que la salud y la seguridad de Nick eran sumamente importantes para mí. Yo no quería que te sintieras... obligado a cuidar de mí. Que sintieras que tenías que hacer lo correcto, lo cual implicaba dañar a Nick para darme a mí una mejor oportunidad –


Ella se volvió con ojos desafiantes –Tomé la decisión de lidiar con aquello por mi cuenta. Para poner a Nick primero y luego ocuparme de mí misma – Su voz no tenía siquiera un hilo de autocompasión –Siempre me he ocupado de mí misma, Damon. Es a lo que estoy acostumbrada. Y nunca... nunca esperé estar aquí, explicándote todo esto – Su voz temblaba con serena intensidad –Yo nunca me habría alejado de Nick ese día si hubiera creído que tenía una oportunidad... tienes que creerme –


Él lo hacía. Le creía. El dolor se dibujaba en el rostro de ella, incluso ahora. En sus ojos. Era el dolor que él había vislumbrado antes. Las ganas de tomarla en sus brazos casi lo abrumaba con su fuerza, pero fue aplastada por la culpa, pesada y omnipresente.


Cuando los investigadores habían aparecido sin rastro del paradero de Elena supo que algo había sucedido. Y a eso se había sumado su comportamiento desde que se habían reencontrado en Londres. Su evidente devoción por Nick, su amor por él. Estaba equivocado respecto de la emoción que había mostrado en torno a Nick aquellos primeros días, aquellas semanas, cuando él pensaba que todo era una actuación.


Ahora se daba cuenta lo abrumador que debió ser para ella su intención de vivir cerca... Él ya no podía ignorar por más tiempo los hechos. Ella no era la persona que había dejado aquella nota cruel y frívola.


Pero, ¿qué significaba esto?


Sentía que su cabeza era un tambaleo. Más que un tambaleo. Giraba como un trompo en el espacio con todos los hechos arremolinándose. Estaba empezando a sentir tantas cosas que tenía que poner un freno a sus emociones. Se refugió en la agresividad, odiándose a sí mismo porque sabía bien que estaba dirigida a la persona equivocada, pero fue incapaz de detenerse. Le preguntó acremente –
¿Acaso creíste que era incapaz de apoyarte? –


Ella se quedó blanca como la nieve y sus ojos como dos piscinas de color violeta. La herida en el labio lucía dura, y eso hizo que se apretara algo en su pecho y en su corazón.


–Por supuesto que sabía que me  ibas a  apoyar, Damon. Pero en nuestro matrimonio no había nada de eso. Yo... no podía enfrentar la idea de... de un apoyo obligado. No formaba parte del trato –


El remolino que estaba adentro de Damon pareció entrar en erupción. Tampoco formaba parte del trato la química apasionada que había estallado entre ellos. Ni que su vida fuera puesta patas para arriba de muchas maneras. Su voz sonó helada – ¿Así es como justificas tu partida? – Sabía que sonaba duro, lejano, pero no podía evitarlo. Algo pesaba dentro de él.


La desolación llenó el corazón y el alma de Elena. Él no entendía. Él nunca entendería. ¿Cómo podría hacerlo? Y de cara a este frente frío supo que aún era una cobarde, pues Nick y su bienestar sólo había sido una de las razones por la que se había ido. Otra fue que amaba demasiado a Damon, y había sido insoportable verlo encadenado a ella día tras día, semanas, y posiblemente meses sin fin... ser testigo de su piedad... tenerlo como testigo de su transparente caída... que se sintiera obligado hacia ella… Sintió que el dolor le atenazaba la garganta.


–Yo escuché tu conversación con Caroline. Así que no tienes que explicarme nada. Sabía exactamente dónde estaba parada... –


La cabeza de Damon empezaba a doler – ¿Mi conversación con Caroline...? –


Elena se cruzó de brazos –Fue el día que me enteré de mi diagnóstico... – Por un segundo se resistió a seguir, recordó que en aquel momento había llegado con la intención de contarle todo, hasta que casualmente los había oído... Tragó saliva y obligó a su mente a alejarse de aquello –Caroline estaba enojada –


Entonces él lo recordó. Vívidamente. La manera en que su hermana había intentado arrinconarlo, queriendo dejarlo expuesto ante sí mismo cuando ni siquiera sabía lo que sentía. Lo único que sabía era que había querido proteger


  a Elena de la amargura de Caroline, surgida de la de su padre para con
todos ellos.


–No tenía intenciones de escuchar. Llegué a casa después de la reunión con la
Dra. Campbell y oí sin querer... – Levantó una mano al aire y luego la dejó caer
–Igualmente no dijiste nada que yo ya no supiera – Rezó para que no se diera
cuenta de lo mal que estaba mintiendo.


Las palabras dichas en aquel momento volvieron ahora para atormentarlo. Era evidente que Elena había escuchado lo peor. Como fragmentos de cristal, instantes y retazos llenaron su memoria. La manera en que se había retraído sobre sí misma, su alejamiento, tanto en lo emocional como en lo físico... Pero él no podía entender las implicaciones de todo completamente, no todavía.


La voz de ella no sonaba con la convicción que tenía cuando ella le había contado  lo  de  su  enfermedad.  De  hecho,  parecía  muy  frágil  ahora  y  esa fragilidad se la traspasaba a él. El mundo se redujo a esa habitación y no podía sentir nada, todo lo excedía, todo era demasiado abstracto. Por mucho tiempo había creído en algo... y ahora esto.


Elena permaneció quieta, mirando a un punto en la alfombra durante tanto tiempo que  ya  empezaba a  sentirse  mareada. Finalmente Damon habló  y Elena lo miró de forma renuente, temiendo lo que podría ver en sus ojos, pero no pudo leer su expresión, pues no mostraba signos de nada.


–Entonces... ¿Y ahora qué? –


Realmente, ¿Y ahora qué?


Ella casi agradeció la banalidad de las palabras. A pesar de que realmente estaban lejos de ser banales –Tengo que volver a la clínica en un par de días. He estado en remisión desde hace algunos meses, pero el profesor Villiers quiere hacerme un chequeo de rutina, sólo para confirmar que todo esté bien –


– ¿Cuándo? –


–Mañana –


–Te avisaron con poco tiempo de anticipación –


A Elena le dolía el tono seco de Damon –Ellos creen que estoy en Londres, con sólo tomar el tren llegaría. Y en verdad me había olvidado del asunto... con todo lo que pasó – Ella se sonrojó.


–Puedes tomar el avión –


Elena lo  miró,  un  poco  atónita ante  su  generosa oferta  –Bueno, yo... gracias. Apreciaría eso –


Y así como si nada, ya había pasado todo. Su terrible y oscuro gran secreto había sido desvelado y nada había cambiado. Actuando tan correctos como siempre, en una especie de tierra de nadie.


El  teléfono  sonó  en  el  escritorio  de  Damon,  haciendo  que  Elena  se sobresaltara. Él  la  miró  durante  un  buen  rato,  y  luego  con  un  gesto  de impaciencia fue a atender. Elena salió sigilosamente de la habitación.

1 comentario:

  1. mm.. no es que sea mala, pero me gusta que damon se sintiera muy culpable, por que la trato muy mal a elena¡ gracias por el capitulo, dio un giro inesperado y es estupendo¡ espero con ganas el próximo y ver que pasa con ellos dos¡ >^.^<

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