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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

28 enero 2013

Matrimonio Español Capitulo 05


CAPÍTULO 05


Las palabras de Damon no tuvieron sentido en un primer momento, y sólo cuando su boca cayó sobre la suya, ella, con los ojos cerrados, se dio cuenta de lo que él estaba haciendo. Sintió su cuerpo balancearse hacia el de él, impotente. Quería esto, el deseo de que la besara era tan abrumador y tan intenso, que no pudo evitarlo.


Y cuando tocó la boca de ella suavemente primero y más fuerte después, con sus labios reafirmados sobre los suyos, ella dio un pequeño gemido de aceptación. Su boca se abrió bajo la suya, buscando una mayor intimidad. Con la lengua buscando la de ella, con los brazos acercándola y haciéndole sentir la fuerza de su cuerpo contra el suyo. Ella había anhelado esto durante tanto tiempo. Siempre. Y había pensado que nunca más lo experimentaría. Había almacenado los recuerdos de esos momentos como un avaro acumulando oro, sacándolo a relucir de vez en cuando, para deleitarse con él... con culpa.


A pesar de que sabía bien lo que hacía cuando había empezado esto, ahora el deseo reacio pero insistente quería probarle algo a él mismo. Ahora los brazos de  Damon  se  morían  de  ganas  por  jalar  su  cuerpo  flexible  y  blando, acercándola aún más. Quería sentir sus senos aplastados contra su pecho. Podía  sentir  su  boca  abriéndose, suave  y  vacilante, como  si  no  estuviera segura... Como una ducha de  agua fría él se echó atrás, tan repentina y duramente que Elena se tambaleó hacia atrás, y esta vez él no hizo ningún movimiento para sostenerla. El otro día le había dicho que ella le asqueaba, y sin embargo había demostrado todo lo contrario. Odiaba que ella le hiciera perder el control. Odiaba ser confrontado con  la  evidencia de  que  aún la deseaba más. A pesar de sus acciones.


Cruelmente se limpió la boca con la mano, como si quisiera borrar la huella de sus labios –Has perfeccionado el acto de la virgen, por lo que veo. Casi me induces a pensar que tenías más experiencia de lo que recordaba. Es bien sabido que una mujer, si está bien entrenada, puede hacer que todo hombre sienta como si fuera la primera vez –


Elena se quedó sin aliento, y se esforzó por contener el salvaje sube y baja de sus emociones. Estaba increíblemente herida por el modo en que él se había limpiado la boca, queriendo expurgar su beso. Sin embargo, su cuerpo todavía vibraba,  sintiendo  un  deseo  primitivo.  ¿Cómo  pudo  permitirle  hacer  esto cuando sabía que sus motivos no podían ser otros que hacerle daño? ¿Acaso la forma en que la había mirado el otro día en la sala de estar y las palabras que le había dicho no tenían ninguna importancia para ella?


– ¿Cómo te atreves…? –


Ella trató de pasar junto a él, pero él la tomó del brazo, haciéndola girar hacia atrás. Su rostro era duro, las sombras en la habitación hacían que sus cabellos se vieran aún más oscuros y sus labios más afinados. La evidencia de su monumental falta de juicio, en la que ella tenía que ver, lo golpeó de nuevo.


–Te casaste conmigo sencillamente para garantizar tu herencia. Pero me engañaste, Elena. Fuiste demasiado lejos. Intentaste asegurar tu futuro para siempre, y te embarazaste, para tener un seguro adicional, sin la más mínima intención de quedarte para criar a tu hijo –


A Elena le temblaba la voz y apenas podía ocultar el daño y el dolor que le causaba –Estás tan equivocado que ni siquiera es gracioso, Damon – Quería decir algo, cualquier cosa para rebatir lo que decía, minimizarlo, pero no tenía defensa. Sabía muy bien que una vez embarazada su pasión no había disminuido. Si su único objetivo había sido quedar embarazada, ¿Por qué se había arrojado a sus brazos tan ardientemente noche tras noche?


Entonces utilizó la  única arma  que  tenía  para  distraerlo de  esta evidente anomalía –Te olvidas qué poco había para elegir en la materia. Era parte del trato, ¿recuerdas? Para asegurar tu aceptación social y salvar el pellejo de mi padre, tuve que casarme contigo –


Él la miró de arriba abajo, notando el rápido ascenso y descenso de sus pechos. Sus palabras hicieron que algo se  sacudiera incómodamente dentro de él. Haciendo que algo inexplicablemente doloroso emergiera.


Elena  finalmente  liberó  su  brazo.  En  este  instante  lo  odiaba  con  una intensidad que la sacudía hasta la médula, pero si era honesta consigo misma sabía que sólo era una emoción que enmascaraba otra mucho más temible. Eso era exactamente de lo que se estaba protegiendo. El temor de que él adivinara, aunque fuera por un segundo, de lo mucho que la había afectado. Y la seguía afectado.


–Vete al infierno, Damon –


Él, ya recuperado, le respondió –No sin llevarte conmigo –


Ya he estado allí... Las palabras vibraban en sus labios, pero no las pronunció.


–No voy a ir a ninguna parte, Damon. Así que acostúmbrate – Y con esas palabras a modo de despedida, salió de la sala con piernas temblorosas y se dirigió a las escaleras.


Esa noche soñó otra vez. Estaba atrapada en la habitación blanca. No podía salir. Pero cuando se despertó con las mejillas mojadas y el corazón latiendo alocadamente estaba sola, agradeciendo no haber causado ningún trastorno, pues la casa estaba en silencio.



Al día siguiente, mientras Damon estaba sentado en su oficina en Sevilla, sintió un impulso casi irresistible de salir, entrar en su coche e irse a la casa. Ella estaba allí, en su casa. Sola y sin supervisión, aparte de María y el personal de servicio. Podía ver que María estaba confundida respecto a cómo tratarla. Había visto cómo Elena la estaba manipulando. Estaba loco por dejarla allí. Se levantó y se pasó una mano por el pelo.


Entró una llamada. Cogió el teléfono y ladró por él.


–Buenos días para ti también –


– ¿Qué pasa, Ricardo? Estoy ocupado –


Su abogado no era estúpido. Captó la indirecta –Pensé que te gustaría saber que el abogado de tu esposa nos ha informado de que los documentos están correctos para que ella los firme. Que la ha llamado para informarle –


Damon se sentó. Una sensación de pesadez se instaló en su pecho, lo cual era ridículo, pues debería estar muy contento.


–Bien. Todavía están en mi estudio, en la casa. Si puedes venir esta noche vamos a firmarlos –


–Por supuesto –


Damon dejó caer el teléfono.


En el otro extremo su abogado sonrió con ironía. Se preguntó cuál habría sido la reacción si le hubiera dicho que no, que en realidad tenía una cita esta noche. Negó con la cabeza. A los hombres tan poderosos como Damon nunca se les daba excusas. Así que cogió el teléfono de nuevo y canceló la cita con su novia.


Con la presencia perturbadora de Damon fuera de la casa, Elena se sentía algo relajada por primera vez en días. Sabía que María había sido instruida estrictamente para no permitir que Elena pasara más tiempo con Nick de lo que se había convenido, pero la mujer no era muy propicia a cumplir las reglas. Y Elena estaba tan patéticamente agradecida, que se sentía ridícula. Sin Damon mirando sobre su hombro podría realmente llegar a conocer Nick. Sin embargo, sabía muy bien que era mortificante para él saber que ella estaba allí. Cada tarde, cuando volvía, miraba a Nick con recelo, como si ella pudiera haberle hecho algo.


Elena había firmado los papeles preliminares del divorcio hacía un par de noches, y desde entonces sentía una pesadumbrez. Pero se dijo que era natural


que  sintiera  dolor  al  pensar  que  ella  y  Damon  no  serían  capaces  de proporcionarle a Nick una familia estable...


La cena del viernes por la noche se llevó a cabo sin incidentes, y Elena logró escapar sin ser detenida. Ya en la habitación se sentía demasiado inquieta como para dormir, y confiando en que Damon sin dudas estaría trabajando en su estudio, salió al jardín de patio y echó la cabeza hacia atrás para ver las estrellas, bebiendo la noche.


De pronto, cansada y sintiéndose muy vulnerable, se sentó por un momento en el último peldaño y dejó caer la cabeza hacia atrás. El aire cálido de Andalucía la acarició. Cerró los ojos y respiró profundamente. Hasta que un sonido le hizo levantar la cabeza bruscamente. Se puso de pie a toda prisa cuando vio una figura oscura desprenderse de la pared. Sabía perfectamente quién era. Un desconocido le habría causado menos pánico.


–Damon – por suerte su voz sonó firme.


– ¿Creíste que podría ser un ladrón? – preguntó a la ligera.


Elena se pegó a la pared de su lado mientras él bajaba por su escalera con gracia leonina.


Ella sacudió la cabeza y sonrió forzadamente, pensando en todos los guardaespaldas – ¿Con el sistema de seguridad que hay aquí?


Él llegó y se paró frente a ella. Todavía estaba sobre el escalón inferior, por lo que quedó un poco más alta que él, y en la oscura noche, llena de estrellas, sintió una urgencia repentina de poner sus manos alrededor de su rostro, bajar la boca para darle un beso y sentir sus brazos rodeándole la cintura.


Luchó por borrar esa imagen de su cabeza.


–Damon, ¿qué quieres? –


No podía leer en su rostro. Pero sus ojos eran duros. Abrió la boca para hablar y ella se preparó para la crítica, pero en ese momento sonó un ruido desde el interior de la habitación de Damon. Alguien lo llamaba por su nombre, y el pánico en su voz era inconfundible. Inmediatamente Elena lo reconoció, y se le erizaron los pelos de la nuca. Todo lo demás quedó en el olvido.


–María... – ella pronunció e instintivamente siguió a Damon, que rápidamente volvía a su habitación, donde María estaba retorciéndose las manos y con su cara blanca como la nieve. Elena pudo ver que estaba en estado de shock y pánico, casi a punto de desmayarse.


Damon  la  tomó  los  hombros,  pero  la  mujer  estaba  shockeada.  Elena intentó que se calmara.


–María ¿qué pasa? Sólo trate de respirar y díganos –


Elena pudo sentir que le lanzaba una rápida mirada de reojo, molesto de que lo hubiera seguido.


La otra mujer, finalmente alcanzó a decir: –Nick, es Nick. Está teniendo algún tipo de convulsión y no parece que esté respirando –


El shock embistió a Elena, al mismo tiempo que registraba cómo Damon reaccionaba como un relámpago y empujaba a un lado a María. No... ¡No! gritó su mente. Ahora no. No después de todo.


Con las piernas entumecidas siguió a Damon hasta la habitación de Nick. Podía ver que Damon también estaba peligrosamente cercano a entrar en pánico. Con un instinto que ni siquiera estaba consciente de poseer, lo empujó a un lado para echar un vistazo. María los había seguido, y estaba claramente rayana en la histeria total. Elena, de alguna manera se obligó a mantener la calma y a mirar más apropiadamente a Nick.


Mientras lo hacía, sintió un intenso estallido de alivio. Las convulsiones habían cesado y estaba rígido en la cama y su piel poniéndose azul. Estaba inconsciente, pero respiraba. Se adelantó a Damon y se arrodilló junto a la cama, girando a Nick rápidamente hacia ella. Le aflojó la parte superior del pijama y le tocó la frente. Estaba ardiendo.


Miró a María y le dio una instrucción rápida, pero María se quedó allí, en estado de shock. Elena gritó su nombre y eso despertó de su trance a María, quien corrió al cuarto de baño. Eso pareció despertar a Damon también. Elena sintió sus manos sobre los hombros, como si fuera a tirarla hacia atrás. Su voz estaba ronca por el miedo.


– ¿Qué estás haciendo? Vas a hacerle daño –


Elena se sacudió para que la soltara –Va a estar bien. Está teniendo una convulsión febril. Ve a llamar a una ambulancia o un médico –


Levantó la vista hacia Damon, que no se había movido. Se lo veía tan pálido que la hizo asustar –Ve, llama a una ambulancia. Tenemos que llevarlo al hospital. Para cuando vuelvas va a estar despierto, te lo prometo –


Su urgencia finalmente penetró su mente y salió de la habitación. Elena había dado instrucciones a María para obtener un vaso de agua fresca y un paracetamol para bebé. En el momento en que Damon volvió, efectivamente, Nick volvía en sí.



Elena se sentía inestablemente aliviada. Se aseguró de tenerlo en posición de recuperación y le hablaba en voz baja. Estaba aturdido y desorientado, y un poco malhumorado, que ella sabía era lo que se podía esperar después de una convulsión. Cuando consideró que estaba suficientemente recuperado como para tragar, le dio el paracetamol que María había traído, y le hizo beber un poco de agua.


– ¿Qué es eso? – Damon dio un paso adelante, con las manos apretadas a los costados. Elena leyó su estado de ánimo en un instante. Odiaba sentirse impotente, odiaba ver el poder que ella había mostrado.


–Es paracetamol para bebé. Para bajarle la temperatura –


De pronto se oyeron golpes en la puerta de abajo, y Elena suspiro de alivio. María salió corriendo y Elena se centró en Nick, asegurándose de mantenerlo fresco y cómodo.


Cuando llegaron los paramédicos les explicó lo que había sucedido. Damon había levantado al aún somnoliento Nick en sus brazos y lo estaba llevando escaleras abajo para encontrarse con el doctor, que también había llegado. El médico rápidamente revisó a Nick y le confirmó que ya estaba lo suficientemente seguro como para moverse.


Elena estaba en la puerta y vio que lo metían en la ambulancia. Se sentía débil y floja después de la tensión vivida. En el último minuto el doctor la miró – ¿No eres tú la madre del niño? –


Elena se puso de pie –Bueno... sí, sí, lo soy. Pero… –


–Bueno, tienes que venir con nosotros. El niño la querrá también, y va a estar muy desorientado –


–Pero… –


El médico estaba impaciente –Debes venir para contar lo qué sucedió, para que puedan determinar si es lo suficientemente grave como para mantenerlo internado –


Los ojos de Elena buscaron a Damon, quien estaba sentado en la ambulancia, acunando a Nick. Sus facciones estaban tensas y demacradas –Tiene razón, Elena. Entra –


Y  así  lo  hizo.  Viajaron al  pequeño hospital local  a  unos diez  minutos de distancia. Elena no apartaba la mirada de su hijo. Se estaba recuperando rápidamente, tan rápidamente que para cuando llegaron al hospital miraba a su alrededor con ojos grandes, aunque todavía un poco atontado.


Después de que Nick fuera examinado a fondo por el médico, consideró que debía permanecer internado, al menos por esa noche, sólo para estar seguros. Damon inmediatamente declaró que él se quedaría con Nick. Elena no dijo nada, simplemente se fue con María afuera del hospital. Ella los había seguido junto con Hernán. La mujer estaba inconsolable.


–Lo siento mucho. Me quedé paralizada. Entré en shock cuando lo vi teniendo convulsiones... sabía lo que era, pero nunca lo había visto antes... –


Elena puso su brazo sobre el hombro de María –María, no te preocupes. Hiciste lo mejor yendo a buscar a Damon –


María la miró con algo de temor en los ojos –Pero usted sabía qué hacer. Es su madre –


–María, debe regresar a la casa. Y llévese a Elena con usted –


Elena miró a Damon. Él los había seguido hasta afuera y parecía estar agotado. No iba a pelear con él ahora, pero que no tenía intenciones de irse a la casa. Damon volvió a entrar y ella acompañó a María hasta el Jeep y la despidió. Luego volvió a entrar, pero no fue a la habitación de Nick, donde estaría Damon, sino que  se  sentó en una silla en el pasillo. Un guardaespaldas diferente rondaba discretamente por allí. Lo único que quería era estar cerca, por si acaso pasaba algo.


Fue entonces cuando comenzó a temblar. Incontrolablemente. La conmoción vino al pensar en lo que acababa de suceder y dónde estaba ahora. Un hospital. Al igual que la clínica. Con paredes blancas.


Damon salió de la habitación de Nick por un momento, para hacer una llamada rápida a  Hernán e  instruirlo acerca de  la  hora en que  tenía que  venir a recogerlos por la mañana, y fue entonces cuando la vio. Sintió que se tambaleaba. Elena miraba al frente con las manos temblorosas en su regazo, y estaba  tan  pálida  que  se  sorprendió  de  que  aún  pudiera  estar  sentada. Reprimió su inmediato reflejo de exigirle saber por qué no se había ido.


–Elena... –


No hubo respuesta.


– ¿Elena? –


No hubo respuesta. Se acercó y se sentó a su lado. Finalmente tomó sus manos entre las suyas.


Elena sintió el calor proveniente de alguna parte. Pero estaba atrapada en una  pesadilla  viviente.  Sabía  que  no  estaba  dormida.  Estaba  rodeada  de paredes blancas. Finalmente, algo atravesó su conciencia.


–Elena –


Alguien a su lado jalaba su cabeza, obligándola a mirar… unos ojos azules. Los únicos con los que había soñado. El calor de sus manos se filtraba a través de sus huesos y de su cuerpo frío, como infundiéndole vida, y haciendo que la cordura y la realidad volvieran.


– ¿Elena? –


Damon la estaba mirando, y no era la mirada impaciente de costumbre. Era algo diferente, de evaluación, especulativa.


–No me podía ir. Sólo me sentaré aquí y esperaré. Si te parece –


Damon quería obviar la preocupación que lo invadía. Ella estaba en estado shock, de eso no cabía duda, y era tan profundo y crudo que nunca había visto nada igual.


– ¿Estarás bien si te dejo un segundo? –


Elena asintió con la cabeza, y vio que le dejaba las manos en su regazo para alejarse. Tenía ganas de gritar ahora que él se había ido, pero con la misma rapidez regresó, portando una humeante taza de té caliente en sus manos, animándola a beber. El té atravesó el fondo de su garganta hasta su estómago, calentándola.


Mientras observaba cómo el color le volvía lentamente a las mejillas, Damon recordó cuando había salido a su balcón y la vio con la cabeza inclinada hacia atrás, con los ojos cerrados... había algo intangible y vulnerable en las líneas de su cuerpo. Recordó la manera que se había sentido cuando había llegado a pararse frente a ella. En lo único que había pensado era que tenía ganas de besarla. ¿Cómo podía estar pensando en eso en un momento como éste?


– ¿Cómo supiste qué le pasaba? –


Elena miró con recelo a  Damon –Había leído acerca de  las convulsiones febriles en un libro sobre bebés, cuando estaba embarazada –


Sus ojos intensamente azules se clavaron en ella – ¿Has leído acerca de ello en un libro? –


Ella asintió con la cabeza –No es algo raro en los niños de su edad –


Damon se levantó y se metió las manos en los bolsillos –Y, sin embargo, ni
yo ni María supimos qué hacer, y yo soy su padre y ella es su niñera. Maldita sea, esa mujer fue contratada por ser lo mejor de lo mejor en capacitación para hacer frente a cualquier cosa –


Elena salió automáticamente en defensa de María –Está todo muy bien en la teoría, pero cuando te enfrentas a un niño con una convulsión, poniéndose azul... Ella sabía lo que era, Damon, pero entró en pánico –


–Y sin embargo, sin entrenamiento tú sabías exactamente lo que había que hacer –


El silencio que los envolvió fue pesado y embarazoso. ¿Qué podía decir? ¿Lo siento? Bajó la mirada hacia el suelo y vio los pies de Damon entrar en su línea de visión. De pronto se sentía cansada.


–No te di las gracias –


Levantó la vista y negó la cabeza, ocultando la conmoción que le provocaba su disculpa –No tienes que hacerlo. Me alegro de haber podido ayudar –


Y yo no pude. Las palabras resonaban en la cabeza de Damon. Nunca se había sentido tan impotente en toda su vida, y tampoco tan confundido. Había tenido que dejar que otra persona tomara el control, y eso casi lo había matado.


Elena podía sentir que él la miraba. ¿En qué pensaba? Él le tendió una mano –Vamos –
Ella levantó la vista. El rostro de él era inescrutable. Se levantó y se dejó llevar por el codo. La llevó al cuarto de Nick, donde dormía, y la hizo sentarse en la silla mullida que había en un rincón. Él tomó la silla de respaldar recto que estaba junto a la cama de Nick. Ella comenzó a protestar pero él la hizo callar.


Y  en la penumbra de  la habitación del hospital, con el pecho de  su hijo subiendo y bajando fácilmente, respirando normal, Elena se permitió relajarse... Luchó durante un largo momento, pasando la mirada de padre a hijo, pero finalmente se durmió...


De regreso en la casa al día siguiente, apareció María, que aún parecía conmocionada y avergonzada mientras los saludaba y tomaba a Nick para su siesta matutina.


Damon miró a Elena –Deberías descansar un poco. No puedes haber dormido bien en esa silla –


¿Y qué hay de ti? Le quiso preguntar, pero ya se había ido siguiendo a María para chequear cómo estaba Nick.


Él no fue a la oficina en los dos primeros días después del fin de semana, era evidente que aún estaba sacudido por la experiencia. Elena percibió un ablandamiento  sutil  en  su  trato  con  ella,  pero  sabía  que  era  demasiado peligroso permitir que cualquier sentimiento de complacencia la influyera.


Era la noche del primer día en que Damon había regresado al trabajo. Él había tomado una ducha y ahora se dirigía hacia las puertas del comedor para la cena, sabiendo que Elena estaría sentada alejada de ellos. Una rabia inconexa se hermanaba con algo mucho más inquietante que le golpeaba el pecho. Todo el día se había sentido envuelto por un humor negro, distrayéndolo de su trabajo.


En el último par de días había estado sintiendo tantas cosas, y el miedo... el terror espantoso que lo había paralizado cuando había visto a Nick tan indefenso... era potente aún. Y Elena, la mujer que lo había abandonado, era la que había estado allí, cumpliendo su papel de madre para todo el mundo como si nunca se hubiera ido, y eso hacía que Damon se sintiera confuso e indeciso.


Mientras se acercaba a la puerta pensaba que ella era peligrosa. No tenía que olvidar eso, a pesar de su heroísmo. Tenía el poder de hacer mucho más daño en esta ocasión. A Nick. A él. Sus ojos se estrecharon y su boca se afinó. No, ella no tenía ningún poder sobre él, sólo pensaba en Nick. No en él. Pero la negra nube que lo envolvía se volvió un poco más sofocante cuando al abrir la puerta se encontró cara a cara con su esposa, que salía. Los ojos de ella se abrieron, mirando los suyos, desordenando sus pensamientos y haciendo que la rabia se avivara aún más.


Elena se quedó mirando a su marido, con el aliento aún contenido después de lo  sorpresivo de  su  llegada. Lucia  naturalmente atractivo con  una  camisa blanca, un pantalón negro y con el pelo aún mojado de la ducha. Su aroma la envolvía... y ella aún luchaba por respirar.


–Lo siento... Yo solo estaba... No sabía si tu... – Se maldijo a sí misma y comenzó de nuevo, poniéndose recta. Inmediatamente percibió que algo no estaba bien, él  la  estaba fulminando con  la  mirada, y  no  podía  dejar  de preguntarse qué habría hecho –Justo le iba a decir Julia que comería en la cocina porque pensé que estaría sólo yo cenando... – Habría querido tener algo a lo que aferrarse, y entonces sus ojos se deslizaron traicioneramente por su amplio  pecho,  a  pocos  centímetros  de  distancia,  y  sintió  que  el  calor  le inundaba las mejillas.


Finalmente él rompió el hechizo, pasando junto a ella, con gracia y sigilo. Y arrastrando las palabras le dijo –No hay nadie más aquí, Elena... ¿A quién estás tratando de impresionar?


Elena lo ignoró, pero el dolor en el pecho era la evidencia de su sucio humor. Se dio la vuelta para seguirlo de nuevo a la sala –Bueno, como estás aquí, me quedo –


Él barrió el aire con un brazo mientras se sentaba –Oh por favor, no te quedes por mí, faltaría más, ve y come en la cocina si quieres –


Pero justo cuando ella le había tomado la palabra y se iba, oyó la puerta y Julia llegó con la sopa. Elena sabía que sería inútil explicar por qué quería comer en la cocina, y no quería avergonzar a la otra mujer, así que se sentó y se ocupó de la servilleta.


Durante el último par de días Damon había sido cortés, pero obviamente eso ya se había terminado. Evitó mirarlo y tomaron la sopa en un silencio opresivo. Elena estaba tentada de coger su plato y dejar la habitación, pero ella también estaba decidida a no mostrar cómo la afectaba.


Julia volvió con el plato principal, y una botella de vino tinto para acompañar la carne. Elena aceptó una copa y clavó un trozo de la suculenta carne. Casi se derretía en su boca, había pasado tanto tiempo desde que no probaba nada tan exquisito que cerró los ojos por un segundo, inconscientemente, saboreando el gusto.


Cuando los volvió a abrir atrapó a Damon mirándola con dureza.


–La carne está deliciosa – Sabía que sonaba a la defensiva.


–Es sólo carne –


Elena tomó un ligero sorbo de vino. Eso también le rogaba que lo saboreara, pero se contuvo. Siguieron comiendo en silencio, y Elena hizo lo posible por no ser consciente de las delgadas manos morenas, grandes pero elegantes, que manipulaban sus cubiertos. Lo vio tomar el tenedor en la mano izquierda para comer y recordó que era zurdo. Se preguntó distraídamente si Nick habría heredado ese rasgo.


Cuando terminaron, Damon puso la servilleta en su plato y se inclinó hacia delante,   acunando   su   vaso   de   vino   en   una   mano   grande.   Elena instintivamente se recostó en su silla, no podía dejar de mirarlo. Sabía que sus ojos se abrían, grandes y redondos, pero no podía evitarlo. Llenaba su visión como ninguna otra cosa que hubiera experimentado nunca. Sentía como si pudiera ver a través de ella. Como si hubieran retrocedido en el tiempo y fuera una de las primeras veces que lo había visto.



Damon la observaba intensamente, y en ese momento él sentía inexplicablemente como si la estuviera empujando, induciéndola a revelar... algo. Lo que fuera. ¿Algo que haría que él pudiera entender las cosas más fácilmente? Anuló esa voz, molesto, y le preguntó: – ¿Por qué tu padre quería que me casara contigo a toda costa, al punto que te hizo parte del trato?


La mente de Elena se agarrotó. Esto era lo último que esperaba oír – ¿Por qué demonios quieres hablar de eso ahora? –


Damon se encogió de hombros con negligencia, peligrosamente –Llámalo conversación –


Elena reprimió una respuesta. Si hacía un alboroto, él sabría que se trataba de un tema sensible. Estaba jugando con ella al gato y al ratón, eso era todo, en consonancia con el raro estado de ánimo que tenía hoy.


Fingió un encogimiento de hombros, tal como él había hecho antes, deseando que Julia volviera. Cualquier cosa con tal de romper esto y cambiar de tema – Creí que sabías por qué –


Damon hizo un gesto con la mano –Bueno, yo creía que era por tu herencia. Pero como nunca hubo noticias de eso después de que nos casamos, nunca pude averiguar por qué –


Elena estaba genuinamente sorprendida – ¿Pensabas que mi padre quería mi herencia?


Damon  la  miró  estrechando  los  ojos  –  ¿Y  no  fue  así?  Él  estaba  en  la bancarrota. Pensé que te veía como su boleto para salir de ese estado de por vida. Que por eso te ofrecía en matrimonio –


La cabeza de Elena bullía, y ella se la tomó con una mano. ¿Él había deducido eso?


Como si leyera sus pensamientos, él añadió –Era obvio que había muy poco afecto entre ustedes, Elena. Cualquiera podía ver eso –


Ella lo miró furiosa. Esto era muy suyo como para resultar cómodo. Su propia secreta humillación abierta a escrutinio. El hecho de que ella había sido no deseada, no querida, sólo tolerada por su única familia.


Elena levantó su copa de vino con su mano temblando ligeramente, y bebió otro sorbo. Él estaba siendo demasiado invasivo, y no podía hacer nada para escapar de este interés intenso. Él no se conformaría con nada menos que sangre. Ese era el precio que quería que pagara por querer estar aquí. Para aventajarla.


–Hay cosas de las que tú, obviamente, no estabas al tanto –


Él inclinó la cabeza, tomando un sorbo de vino lentamente –Adelante –


La tensión subía en espiral a través Elena –La verdad es que mi padre estaba enfermo. Nadie sabía lo mal que estaba, aparte de mí y de su cardiólogo. Tenía una afección cardíaca degenerativa e inoperable. Es por eso que perdió el control de su negocio y el trabajo. ¿Por qué buscó a alguien que lo sacara de apuros? Porque quiso salvar las apariencias antes de morir – se encogió de hombros levemente –En cuanto a mí, sólo quería verme casada con un marido adecuado. No tenía ningún interés en el dinero –


Damon tenía el ceño fruncido –No tenía idea de que estuviera enfermo. Pero
¿por qué era tan importante verte casada? –


Elena pudo sentir cómo crecía en ella la ira. ¿Tenía la intención de humillarla por completo? Mantuvo deliberadamente un tono de voz ligero, haciendo lo posible por ocultar el dolor enterrado ya hacía largo tiempo.


–Porque había hecho una promesa a mi madre en su lecho de muerte, que me vería casada con alguien respetable, y así podría heredar su fortuna. Los labios de Elena se afinaron en un gesto de auto desprecio. Estaba yendo hacia dentro
–No creo que tuviera previsto demorar mucho tiempo, pues sabía que se estaba
muriendo y necesitaba garantizar la seguridad de   Gilbert   , mi herencia. Luego llegaste tú y así mató a dos pájaros de un tiro.


Los ojos de Damon se estrecharon agudamente en su rostro tenso, escuchando las palabras de Elena.


Ella sonrió forzadamente, alzando la vista para mirarlo brevemente antes de bajarla de nuevo, sus dedos blancos jugaban con la servilleta –No dudo de que estabas muy al tanto de que yo estaba preparada desde el nacimiento para ser la esposa perfecta. Fui a la escuela de buenos modales. Hablo cinco idiomas. Puedo conversar sobre temas tan diversos como la posible extinción de los gorilas en las montañas en Ruanda y de la teoría del efecto mariposa – Ella emitió una pequeña carcajada después, como si revelar cosas de sí misma fuera insignificante –Cuando tenía dieciocho años mi padre tiró los anteojos bifocales que usaba desde que tenía nueve años y me hizo operar con cirugía láser. Todo lo mejor para hacerme una esposa más atractiva –


Durante un largo momento Damon no dijo nada, y Elena se dio cuenta de que respiraba entrecortadamente, como si hubiera estado corriendo. Y luego él dijo en voz baja –Tal vez pudo ver lo hermosos que son –


Elena sintió que su corazón quería salirse de su pecho, le envió una rápida mirada  de  sorpresa  y  por  un  segundo  capturó  sus  ojos.  Él  se  sonrojó


ligeramente, como si él también estuviera sorprendido de sus palabras, pero
luego la máscara de frialdad volvió a su sitio y desvió su atención a llenar de nuevo su copa de vino. Estaba haciendo que se sintiera totalmente confundida. Voluble. Caprichosa.


– ¿Así que, por qué no te casaste antes?


¿Lo que acababa de decir de sus ojos había sido su imaginación? Ella negó con la cabeza levemente –No sé... –


Pero ella sabía muy bien. Pensó en los hombres que le habían sido presentados a través de los años. Sosos. Aburridos. En el momento en que había visto a Damon había sabido que era él. Había sentido algo profundo emerger a la vida dentro de ella, como si hubiera estado dormido hasta ese momento. Ella no había creído cuando su padre le había dicho que estaba interesado en ser presentado. Pero entonces no se había dado cuenta que su interés en ella era como esposa trofeo. ¡Qué tonta!


La primera vez que habían ido a cenar a un restaurante ella había llegado antes de él y se había sentado de espaldas a la puerta. Ella se había maldecido a sí misma, pero se sentía demasiado cohibida como para levantarse e irse. Así que había esperado, con la espalda tan recta y tensa que se podría haber quebrado, y entonces ella lo había sentido. Recordaba haber cerrado los ojos esa fracción de segundos antes de que entrara en su línea de visión, y entonces él la sorprendió con la pregunta –Perdone, ¿está ocupado este asiento? –


Ella había alzado la vista y se había encontrado con su sonrisa. Una media sonrisa burlona tan cómplice, tan seductora, tan segura de sí misma que desde ese preciso momento y durante toda la comida estuvo ruborizada, pero sorprendentemente la modesta presentación había roto el hielo. Siempre se había sentido un poco culpable después de que él se le había declarado, y es que hacían una tan pareja disímil, que sin duda ella le quitó la posibilidad de una medida más digna, de  una mujer más sofisticada. Y nunca se  había animado a preguntarle por qué no se había casado antes.


Y ciertamente tampoco se animaba ahora, pero ella quería que él se enfocara en otra cosa que no fuera ella y el por qué podría haber aceptado casarse con él. Su herencia no había sido importante para ella, y si él adivinara que…


–Te casaste conmigo para poner un pie en la banca inglesa. Dime, ¿ha funcionado? – Ella odiaba ser recordada en ese momento de su vida cuando lo único que había sido era ser un bien de cambio, porque su padre no hizo otra cosa que marcar casillas antes de morir, sólo trabajos automáticos que no requirieran grandes decisiones de parte de él.


Damon estaba calmo e implacable, enfureciéndola con su sangre fría –Sí, se podría  decir  que  sí  –  respondió  con  ecuanimidad  –Ahora  controlo  la participación mayoritaria en el banco más grande en Inglaterra –


Ella le lanzó una mirada –Debes estar feliz, entonces. Tienes lo que querías –


Él se encogió de hombros y apuró su copa de vino. – ¿Feliz? Yo no diría que feliz exactamente, Elena. Satisfecho, tal vez. ¿Y tú? ¿Puedes decir que dilapidar tu herencia en estos dos últimos años te ha hecho feliz? –


Fue un golpe poderoso que la trajo de vuelta al presente. Ella negó con la cabeza, sin verlo realmente –No. No puedo decir que lo haya sido –


Damon la agarró de la muñeca cuando intentó irse. Ella respiró hondo y miró hacia abajo, queriendo simular la emoción que reflejaban sus ojos. Incluso logró arquear una ceja en gesto interrogativo, aunque su pulso latía locamente contra su mano. Rezó para que no se diera cuenta.


–Dime. ¿Es por eso que te fuiste, Elena? ¿Por que querías escapar de la caja en que tu padre te había metido?


No... La palabra dolía por salir pero no podía pronunciarla. Todavía no. Eso sería compartir demasiado. Especialmente cuando se estaba en un estado de ánimo tan peligroso.


Así que echó la cabeza ligeramente hacia atrás y vio un resplandor de algo…
¿ira? en los ojos de los Damon –Sí. Es por eso que me fui –


Él agarró su mano con más fuerza. Su boca afinada – ¿Esperas que crea que no eras   más   que   una   pobre   niña   rica,   Elena?   ¿Una   pobre   niña   rica sobreprotegida, que se escapó a la primera oportunidad...? –


–Sí – dijo ella violentamente, cualquier cosa con tal de alejarse de él.


–Bien, espero que haya valido la pena, Elena... –


Lo valió...


Apartó los ojos de los suyos con una voluntad que no sabía que tenía, y sacó su mano hacia atrás. Salió corriendo de la sala y toda pretensión de indiferencia se esfumó. Caminó a ciegas a través de la casa hasta el jardín, donde bebió el aire de la noche. Él había estado tan en lo cierto y a la vez tan equivocado. Había sido exactamente eso. Una pobre y torpe niña rica. Increíblemente ingenua. Su padre había hecho todo lo posible por hacer de ella una esposa sumisa, pero no había contado con su timidez crónica y su falta innata de gracia y estilo, frustrando todos sus esfuerzos.


Pero ella no se había «escapado» a la primera oportunidad, sino que se había
«enamorado estúpidamente» a la primera oportunidad. De un hombre que hizo que viera el amor como una tonta caricatura colorida, repleta de corazones de amor y flores.

1 comentario:

  1. genial¡ me muero de curiosidad por saber que le paso durante esos 2 años que se fue¡ gracias y espero el próximo¡ >^.^<

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