CAPÍTULO 05
Las palabras de Damon
no tuvieron sentido en un primer momento, y sólo cuando su boca cayó sobre la
suya, ella, con los ojos cerrados, se dio cuenta de lo que él estaba haciendo. Sintió
su cuerpo balancearse hacia el de él, impotente. Quería esto, el deseo de que
la besara era tan abrumador y tan intenso, que no pudo evitarlo.
Y cuando tocó la boca
de ella suavemente primero y más fuerte después, con sus labios reafirmados
sobre los suyos, ella dio un pequeño gemido de aceptación. Su boca se abrió
bajo la suya, buscando una mayor intimidad. Con la lengua buscando la de ella,
con los brazos acercándola y haciéndole sentir la fuerza de su cuerpo contra el
suyo. Ella había anhelado esto durante tanto tiempo. Siempre. Y había pensado
que nunca más lo experimentaría. Había almacenado los recuerdos de esos
momentos como un avaro acumulando oro, sacándolo a relucir de vez en cuando,
para deleitarse con él... con culpa.
A pesar de que sabía
bien lo que hacía cuando había empezado esto, ahora el deseo reacio pero
insistente quería probarle algo a él mismo. Ahora los brazos de Damon
se morían de
ganas por jalar
su cuerpo flexible
y blando, acercándola aún más.
Quería sentir sus senos aplastados contra su pecho. Podía sentir
su boca abriéndose, suave y
vacilante, como si no
estuviera segura... Como una ducha de
agua fría él se echó atrás, tan repentina y duramente que Elena se
tambaleó hacia atrás, y esta vez él no hizo ningún movimiento para sostenerla.
El otro día le había dicho que ella le asqueaba, y sin embargo había demostrado
todo lo contrario. Odiaba que ella le hiciera perder el control. Odiaba ser
confrontado con la evidencia de
que aún la deseaba más. A pesar
de sus acciones.
Cruelmente se limpió la
boca con la mano, como si quisiera borrar la huella de sus labios –Has
perfeccionado el acto de la virgen, por lo que veo. Casi me induces a pensar
que tenías más experiencia de lo que recordaba. Es bien sabido que una mujer,
si está bien entrenada, puede hacer que todo hombre sienta como si fuera la
primera vez –
Elena se quedó sin
aliento, y se esforzó por contener el salvaje sube y baja de sus emociones.
Estaba increíblemente herida por el modo en que él se había limpiado la boca,
queriendo expurgar su beso. Sin embargo, su cuerpo todavía vibraba, sintiendo
un deseo primitivo.
¿Cómo pudo permitirle
hacer esto cuando sabía que sus
motivos no podían ser otros que hacerle daño? ¿Acaso la forma en que la había
mirado el otro día en la sala de estar y las palabras que le había dicho no
tenían ninguna importancia para ella?
– ¿Cómo te atreves…? –
Ella trató de pasar
junto a él, pero él la tomó del brazo, haciéndola girar hacia atrás. Su rostro
era duro, las sombras en la habitación hacían que sus cabellos se vieran aún
más oscuros y sus labios más afinados. La evidencia de su monumental falta de
juicio, en la que ella tenía que ver, lo golpeó de nuevo.
–Te casaste conmigo
sencillamente para garantizar tu herencia. Pero me engañaste, Elena. Fuiste
demasiado lejos. Intentaste asegurar tu futuro para siempre, y te embarazaste,
para tener un seguro adicional, sin la más mínima intención de quedarte para
criar a tu hijo –
A Elena le temblaba la
voz y apenas podía ocultar el daño y el dolor que le causaba –Estás tan
equivocado que ni siquiera es gracioso, Damon – Quería decir algo, cualquier
cosa para rebatir lo que decía, minimizarlo, pero no tenía defensa. Sabía muy
bien que una vez embarazada su pasión no había disminuido. Si su único objetivo
había sido quedar embarazada, ¿Por qué se había arrojado a sus brazos tan
ardientemente noche tras noche?
Entonces utilizó
la única arma que
tenía para distraerlo de
esta evidente anomalía –Te olvidas qué poco había para elegir en la
materia. Era parte del trato, ¿recuerdas? Para asegurar tu aceptación social y
salvar el pellejo de mi padre, tuve que casarme contigo –
Él la miró de arriba
abajo, notando el rápido ascenso y descenso de sus pechos. Sus palabras
hicieron que algo se sacudiera
incómodamente dentro de él. Haciendo que algo inexplicablemente doloroso
emergiera.
Elena finalmente
liberó su brazo.
En este instante
lo odiaba con
una intensidad que la sacudía hasta la médula, pero si era honesta
consigo misma sabía que sólo era una emoción que enmascaraba otra mucho más
temible. Eso era exactamente de lo que se estaba protegiendo. El temor de que
él adivinara, aunque fuera por un segundo, de lo mucho que la había afectado. Y
la seguía afectado.
–Vete al infierno, Damon
–
Él, ya recuperado, le
respondió –No sin llevarte conmigo –
Ya he estado allí...
Las palabras vibraban en sus labios, pero no las pronunció.
–No voy a ir a ninguna
parte, Damon. Así que acostúmbrate – Y con esas palabras a modo de despedida,
salió de la sala con piernas temblorosas y se dirigió a las escaleras.
Esa noche soñó otra
vez. Estaba atrapada en la habitación blanca. No podía salir. Pero cuando se
despertó con las mejillas mojadas y el corazón latiendo alocadamente estaba
sola, agradeciendo no haber causado ningún trastorno, pues la casa estaba en
silencio.
Al día siguiente,
mientras Damon estaba sentado en su oficina en Sevilla, sintió un impulso casi
irresistible de salir, entrar en su coche e irse a la casa. Ella estaba allí,
en su casa. Sola y sin supervisión, aparte de María y el personal de servicio.
Podía ver que María estaba confundida respecto a cómo tratarla. Había visto
cómo Elena la estaba manipulando. Estaba loco por dejarla allí. Se levantó y se
pasó una mano por el pelo.
Entró una llamada.
Cogió el teléfono y ladró por él.
–Buenos días para ti
también –
– ¿Qué pasa, Ricardo?
Estoy ocupado –
Su abogado no era
estúpido. Captó la indirecta –Pensé que te gustaría saber que el abogado de tu
esposa nos ha informado de que los documentos están correctos para que ella los
firme. Que la ha llamado para informarle –
Damon se sentó. Una
sensación de pesadez se instaló en su pecho, lo cual era ridículo, pues debería
estar muy contento.
–Bien. Todavía están en
mi estudio, en la casa. Si puedes venir esta noche vamos a firmarlos –
–Por supuesto –
Damon dejó caer el
teléfono.
En el otro extremo su
abogado sonrió con ironía. Se preguntó cuál habría sido la reacción si le
hubiera dicho que no, que en realidad tenía una cita esta noche. Negó con la
cabeza. A los hombres tan poderosos como Damon nunca se les daba excusas. Así
que cogió el teléfono de nuevo y canceló la cita con su novia.
Con la presencia
perturbadora de Damon fuera de la casa, Elena se sentía algo relajada por
primera vez en días. Sabía que María había sido instruida estrictamente para no
permitir que Elena pasara más tiempo con Nick de lo que se había convenido,
pero la mujer no era muy propicia a cumplir las reglas. Y Elena estaba tan
patéticamente agradecida, que se sentía ridícula. Sin Damon mirando sobre su
hombro podría realmente llegar a conocer Nick. Sin embargo, sabía muy bien que
era mortificante para él saber que ella estaba allí. Cada tarde, cuando volvía,
miraba a Nick con recelo, como si ella pudiera haberle hecho algo.
Elena había firmado los
papeles preliminares del divorcio hacía un par de noches, y desde entonces
sentía una pesadumbrez. Pero se dijo que era natural
que sintiera
dolor al pensar
que ella y Damon no
serían capaces de proporcionarle a Nick una familia
estable...
La cena del viernes por
la noche se llevó a cabo sin incidentes, y Elena logró escapar sin ser
detenida. Ya en la habitación se sentía demasiado inquieta como para dormir, y confiando
en que Damon sin dudas estaría trabajando en su estudio, salió al jardín de
patio y echó la cabeza hacia atrás para ver las estrellas, bebiendo la noche.
De pronto, cansada y
sintiéndose muy vulnerable, se sentó por un momento en el último peldaño y dejó
caer la cabeza hacia atrás. El aire cálido de Andalucía la acarició. Cerró los
ojos y respiró profundamente. Hasta que un sonido le hizo levantar la cabeza
bruscamente. Se puso de pie a toda prisa cuando vio una figura oscura
desprenderse de la pared. Sabía perfectamente quién era. Un desconocido le
habría causado menos pánico.
–Damon – por suerte su
voz sonó firme.
– ¿Creíste que podría
ser un ladrón? – preguntó a la ligera.
Elena se pegó a la
pared de su lado mientras él bajaba por su escalera con gracia leonina.
Ella sacudió la cabeza
y sonrió forzadamente, pensando en todos los guardaespaldas – ¿Con el sistema
de seguridad que hay aquí?
Él llegó y se paró
frente a ella. Todavía estaba sobre el escalón inferior, por lo que quedó un poco
más alta que él, y en la oscura noche, llena de estrellas, sintió una urgencia
repentina de poner sus manos alrededor de su rostro, bajar la boca para darle
un beso y sentir sus brazos rodeándole la cintura.
Luchó por borrar esa
imagen de su cabeza.
–Damon, ¿qué quieres? –
No podía leer en su
rostro. Pero sus ojos eran duros. Abrió la boca para hablar y ella se preparó
para la crítica, pero en ese momento sonó un ruido desde el interior de la
habitación de Damon. Alguien lo llamaba por su nombre, y el pánico en su voz
era inconfundible. Inmediatamente Elena lo reconoció, y se le erizaron los
pelos de la nuca. Todo lo demás quedó en el olvido.
–María... – ella
pronunció e instintivamente siguió a Damon, que rápidamente volvía a su
habitación, donde María estaba retorciéndose las manos y con su cara blanca
como la nieve. Elena pudo ver que estaba en estado de shock y pánico, casi a
punto de desmayarse.
Damon la
tomó los hombros,
pero la mujer
estaba shockeada. Elena intentó que se calmara.
–María ¿qué pasa? Sólo
trate de respirar y díganos –
Elena pudo sentir que
le lanzaba una rápida mirada de reojo, molesto de que lo hubiera seguido.
La otra mujer,
finalmente alcanzó a decir: –Nick, es Nick. Está teniendo algún tipo de
convulsión y no parece que esté respirando –
El shock embistió a Elena,
al mismo tiempo que registraba cómo Damon reaccionaba como un relámpago y
empujaba a un lado a María. No... ¡No! gritó su mente. Ahora no. No después de
todo.
Con las piernas
entumecidas siguió a Damon hasta la habitación de Nick. Podía ver que Damon
también estaba peligrosamente cercano a entrar en pánico. Con un instinto que
ni siquiera estaba consciente de poseer, lo empujó a un lado para echar un
vistazo. María los había seguido, y estaba claramente rayana en la histeria
total. Elena, de alguna manera se obligó a mantener la calma y a mirar más
apropiadamente a Nick.
Mientras lo hacía,
sintió un intenso estallido de alivio. Las convulsiones habían cesado y estaba
rígido en la cama y su piel poniéndose azul. Estaba inconsciente, pero
respiraba. Se adelantó a Damon y se arrodilló junto a la cama, girando a Nick
rápidamente hacia ella. Le aflojó la parte superior del pijama y le tocó la
frente. Estaba ardiendo.
Miró a María y le dio
una instrucción rápida, pero María se quedó allí, en estado de shock. Elena
gritó su nombre y eso despertó de su trance a María, quien corrió al cuarto de
baño. Eso pareció despertar a Damon también. Elena sintió sus manos sobre los
hombros, como si fuera a tirarla hacia atrás. Su voz estaba ronca por el miedo.
– ¿Qué estás haciendo?
Vas a hacerle daño –
Elena se sacudió para
que la soltara –Va a estar bien. Está teniendo una convulsión febril. Ve a
llamar a una ambulancia o un médico –
Levantó la vista hacia Damon,
que no se había movido. Se lo veía tan pálido que la hizo asustar –Ve, llama a
una ambulancia. Tenemos que llevarlo al hospital. Para cuando vuelvas va a
estar despierto, te lo prometo –
Su urgencia finalmente
penetró su mente y salió de la habitación. Elena había dado instrucciones a
María para obtener un vaso de agua fresca y un paracetamol para bebé. En el
momento en que Damon volvió, efectivamente, Nick volvía en sí.
Elena se sentía
inestablemente aliviada. Se aseguró de tenerlo en posición de recuperación y le
hablaba en voz baja. Estaba aturdido y desorientado, y un poco malhumorado, que
ella sabía era lo que se podía esperar después de una convulsión. Cuando
consideró que estaba suficientemente recuperado como para tragar, le dio el paracetamol
que María había traído, y le hizo beber un poco de agua.
– ¿Qué es eso? – Damon
dio un paso adelante, con las manos apretadas a los costados. Elena leyó su
estado de ánimo en un instante. Odiaba sentirse impotente, odiaba ver el poder
que ella había mostrado.
–Es paracetamol para
bebé. Para bajarle la temperatura –
De pronto se oyeron
golpes en la puerta de abajo, y Elena suspiro de alivio. María salió corriendo
y Elena se centró en Nick, asegurándose de mantenerlo fresco y cómodo.
Cuando llegaron los
paramédicos les explicó lo que había sucedido. Damon había levantado al aún
somnoliento Nick en sus brazos y lo estaba llevando escaleras abajo para
encontrarse con el doctor, que también había llegado. El médico rápidamente
revisó a Nick y le confirmó que ya estaba lo suficientemente seguro como para
moverse.
Elena estaba en la
puerta y vio que lo metían en la ambulancia. Se sentía débil y floja después de
la tensión vivida. En el último minuto el doctor la miró – ¿No eres tú la madre
del niño? –
Elena se puso de pie
–Bueno... sí, sí, lo soy. Pero… –
–Bueno, tienes que
venir con nosotros. El niño la querrá también, y va a estar muy desorientado –
–Pero… –
El médico estaba
impaciente –Debes venir para contar lo qué sucedió, para que puedan determinar
si es lo suficientemente grave como para mantenerlo internado –
Los ojos de Elena
buscaron a Damon, quien estaba sentado en la ambulancia, acunando a Nick. Sus
facciones estaban tensas y demacradas –Tiene razón, Elena. Entra –
Y así
lo hizo. Viajaron al
pequeño hospital local a unos diez
minutos de distancia. Elena no apartaba la mirada de su hijo. Se estaba
recuperando rápidamente, tan rápidamente que para cuando llegaron al hospital
miraba a su alrededor con ojos grandes, aunque todavía un poco atontado.
Después de que Nick
fuera examinado a fondo por el médico, consideró que debía permanecer
internado, al menos por esa noche, sólo para estar seguros. Damon
inmediatamente declaró que él se quedaría con Nick. Elena no dijo nada, simplemente
se fue con María afuera del hospital. Ella los había seguido junto con Hernán.
La mujer estaba inconsolable.
–Lo siento mucho. Me
quedé paralizada. Entré en shock cuando lo vi teniendo convulsiones... sabía lo
que era, pero nunca lo había visto antes... –
Elena puso su brazo
sobre el hombro de María –María, no te preocupes. Hiciste lo mejor yendo a
buscar a Damon –
María la miró con algo
de temor en los ojos –Pero usted sabía qué hacer. Es su madre –
–María, debe regresar a
la casa. Y llévese a Elena con usted –
Elena miró a Damon. Él
los había seguido hasta afuera y parecía estar agotado. No iba a pelear con él
ahora, pero que no tenía intenciones de irse a la casa. Damon volvió a entrar y
ella acompañó a María hasta el Jeep y la despidió. Luego volvió a entrar, pero
no fue a la habitación de Nick, donde estaría Damon, sino que se
sentó en una silla en el pasillo. Un guardaespaldas diferente rondaba
discretamente por allí. Lo único que quería era estar cerca, por si acaso
pasaba algo.
Fue entonces cuando
comenzó a temblar. Incontrolablemente. La conmoción vino al pensar en lo que
acababa de suceder y dónde estaba ahora. Un hospital. Al igual que la clínica.
Con paredes blancas.
Damon salió de la
habitación de Nick por un momento, para hacer una llamada rápida a Hernán e
instruirlo acerca de la hora en que
tenía que venir a recogerlos por
la mañana, y fue entonces cuando la vio. Sintió que se tambaleaba. Elena miraba
al frente con las manos temblorosas en su regazo, y estaba tan
pálida que se
sorprendió de que
aún pudiera estar
sentada. Reprimió su inmediato reflejo de exigirle saber por qué no se
había ido.
–Elena... –
No hubo respuesta.
– ¿Elena? –
No hubo respuesta. Se
acercó y se sentó a su lado. Finalmente tomó sus manos entre las suyas.
Elena sintió el calor
proveniente de alguna parte. Pero estaba atrapada en una pesadilla
viviente. Sabía que
no estaba dormida.
Estaba rodeada de paredes blancas. Finalmente, algo atravesó
su conciencia.
–Elena –
Alguien a su lado
jalaba su cabeza, obligándola a mirar… unos ojos azules. Los únicos con los que
había soñado. El calor de sus manos se filtraba a través de sus huesos y de su
cuerpo frío, como infundiéndole vida, y haciendo que la cordura y la realidad
volvieran.
– ¿Elena? –
Damon la estaba
mirando, y no era la mirada impaciente de costumbre. Era algo diferente, de
evaluación, especulativa.
–No me podía ir. Sólo
me sentaré aquí y esperaré. Si te parece –
Damon quería obviar la
preocupación que lo invadía. Ella estaba en estado shock, de eso no cabía duda,
y era tan profundo y crudo que nunca había visto nada igual.
– ¿Estarás bien si te
dejo un segundo? –
Elena asintió con la
cabeza, y vio que le dejaba las manos en su regazo para alejarse. Tenía ganas
de gritar ahora que él se había ido, pero con la misma rapidez regresó,
portando una humeante taza de té caliente en sus manos, animándola a beber. El
té atravesó el fondo de su garganta hasta su estómago, calentándola.
Mientras observaba cómo
el color le volvía lentamente a las mejillas, Damon recordó cuando había salido
a su balcón y la vio con la cabeza inclinada hacia atrás, con los ojos
cerrados... había algo intangible y vulnerable en las líneas de su cuerpo.
Recordó la manera que se había sentido cuando había llegado a pararse frente a
ella. En lo único que había pensado era que tenía ganas de besarla. ¿Cómo podía
estar pensando en eso en un momento como éste?
– ¿Cómo supiste qué le
pasaba? –
Elena miró con recelo
a Damon –Había leído acerca de las convulsiones febriles en un libro sobre
bebés, cuando estaba embarazada –
Sus ojos intensamente
azules se clavaron en ella – ¿Has leído acerca de ello en un libro? –
Ella asintió con la
cabeza –No es algo raro en los niños de su edad –
Damon se levantó y se
metió las manos en los bolsillos –Y, sin embargo, ni
yo ni María supimos qué
hacer, y yo soy su padre y ella es su niñera. Maldita sea, esa mujer fue
contratada por ser lo mejor de lo mejor en capacitación para hacer frente a cualquier
cosa –
Elena salió
automáticamente en defensa de María –Está todo muy bien en la teoría, pero
cuando te enfrentas a un niño con una convulsión, poniéndose azul... Ella sabía
lo que era, Damon, pero entró en pánico –
–Y sin embargo, sin
entrenamiento tú sabías exactamente lo que había que hacer –
El silencio que los
envolvió fue pesado y embarazoso. ¿Qué podía decir? ¿Lo siento? Bajó la mirada
hacia el suelo y vio los pies de Damon entrar en su línea de visión. De pronto
se sentía cansada.
–No te di las gracias –
Levantó la vista y negó
la cabeza, ocultando la conmoción que le provocaba su disculpa –No tienes que
hacerlo. Me alegro de haber podido ayudar –
Y yo no pude. Las
palabras resonaban en la cabeza de Damon. Nunca se había sentido tan impotente
en toda su vida, y tampoco tan confundido. Había tenido que dejar que otra
persona tomara el control, y eso casi lo había matado.
Elena podía sentir que
él la miraba. ¿En qué pensaba? Él le tendió una mano –Vamos –
Ella levantó la vista.
El rostro de él era inescrutable. Se levantó y se dejó llevar por el codo. La
llevó al cuarto de Nick, donde dormía, y la hizo sentarse en la silla mullida
que había en un rincón. Él tomó la silla de respaldar recto que estaba junto a
la cama de Nick. Ella comenzó a protestar pero él la hizo callar.
Y en la penumbra de la habitación del hospital, con el pecho
de su hijo subiendo y bajando
fácilmente, respirando normal, Elena se permitió relajarse... Luchó durante un
largo momento, pasando la mirada de padre a hijo, pero finalmente se durmió...
De regreso en la casa
al día siguiente, apareció María, que aún parecía conmocionada y avergonzada
mientras los saludaba y tomaba a Nick para su siesta matutina.
Damon miró a Elena
–Deberías descansar un poco. No puedes haber dormido bien en esa silla –
¿Y qué hay de ti? Le
quiso preguntar, pero ya se había ido siguiendo a María para chequear cómo
estaba Nick.
Él no fue a la oficina
en los dos primeros días después del fin de semana, era evidente que aún estaba
sacudido por la experiencia. Elena percibió un ablandamiento sutil
en su trato
con ella, pero
sabía que era
demasiado peligroso permitir que cualquier sentimiento de complacencia
la influyera.
Era la noche del primer
día en que Damon había regresado al trabajo. Él había tomado una ducha y ahora
se dirigía hacia las puertas del comedor para la cena, sabiendo que Elena
estaría sentada alejada de ellos. Una rabia inconexa se hermanaba con algo
mucho más inquietante que le golpeaba el pecho. Todo el día se había sentido
envuelto por un humor negro, distrayéndolo de su trabajo.
En el último par de
días había estado sintiendo tantas cosas, y el miedo... el terror espantoso que
lo había paralizado cuando había visto a Nick tan indefenso... era potente aún.
Y Elena, la mujer que lo había abandonado, era la que había estado allí,
cumpliendo su papel de madre para todo el mundo como si nunca se hubiera ido, y
eso hacía que Damon se sintiera confuso e indeciso.
Mientras se acercaba a
la puerta pensaba que ella era peligrosa. No tenía que olvidar eso, a pesar de
su heroísmo. Tenía el poder de hacer mucho más daño en esta ocasión. A Nick. A
él. Sus ojos se estrecharon y su boca se afinó. No, ella no tenía ningún poder
sobre él, sólo pensaba en Nick. No en él. Pero la negra nube que lo envolvía se
volvió un poco más sofocante cuando al abrir la puerta se encontró cara a cara
con su esposa, que salía. Los ojos de ella se abrieron, mirando los suyos,
desordenando sus pensamientos y haciendo que la rabia se avivara aún más.
Elena se quedó mirando
a su marido, con el aliento aún contenido después de lo sorpresivo de
su llegada. Lucia naturalmente atractivo con una
camisa blanca, un pantalón negro y con el pelo aún mojado de la ducha.
Su aroma la envolvía... y ella aún luchaba por respirar.
–Lo siento... Yo solo
estaba... No sabía si tu... – Se maldijo a sí misma y comenzó de nuevo,
poniéndose recta. Inmediatamente percibió que algo no estaba bien, él la
estaba fulminando con la mirada, y
no podía dejar
de preguntarse qué habría hecho –Justo le iba a decir Julia que comería
en la cocina porque pensé que estaría sólo yo cenando... – Habría querido tener
algo a lo que aferrarse, y entonces sus ojos se deslizaron traicioneramente por
su amplio pecho, a
pocos centímetros de
distancia, y sintió
que el calor
le inundaba las mejillas.
Finalmente él rompió el
hechizo, pasando junto a ella, con gracia y sigilo. Y arrastrando las palabras
le dijo –No hay nadie más aquí, Elena... ¿A quién estás tratando de
impresionar?
Elena lo ignoró, pero
el dolor en el pecho era la evidencia de su sucio humor. Se dio la vuelta para
seguirlo de nuevo a la sala –Bueno, como estás aquí, me quedo –
Él barrió el aire con
un brazo mientras se sentaba –Oh por favor, no te quedes por mí, faltaría más,
ve y come en la cocina si quieres –
Pero justo cuando ella
le había tomado la palabra y se iba, oyó la puerta y Julia llegó con la sopa. Elena
sabía que sería inútil explicar por qué quería comer en la cocina, y no quería
avergonzar a la otra mujer, así que se sentó y se ocupó de la servilleta.
Durante el último par
de días Damon había sido cortés, pero obviamente eso ya se había terminado.
Evitó mirarlo y tomaron la sopa en un silencio opresivo. Elena estaba tentada
de coger su plato y dejar la habitación, pero ella también estaba decidida a no
mostrar cómo la afectaba.
Julia volvió con el
plato principal, y una botella de vino tinto para acompañar la carne. Elena
aceptó una copa y clavó un trozo de la suculenta carne. Casi se derretía en su
boca, había pasado tanto tiempo desde que no probaba nada tan exquisito que
cerró los ojos por un segundo, inconscientemente, saboreando el gusto.
Cuando los volvió a
abrir atrapó a Damon mirándola con dureza.
–La carne está
deliciosa – Sabía que sonaba a la defensiva.
–Es sólo carne –
Elena tomó un ligero
sorbo de vino. Eso también le rogaba que lo saboreara, pero se contuvo.
Siguieron comiendo en silencio, y Elena hizo lo posible por no ser consciente
de las delgadas manos morenas, grandes pero elegantes, que manipulaban sus
cubiertos. Lo vio tomar el tenedor en la mano izquierda para comer y recordó
que era zurdo. Se preguntó distraídamente si Nick habría heredado ese rasgo.
Cuando terminaron, Damon
puso la servilleta en su plato y se inclinó hacia delante, acunando
su vaso de
vino en una
mano grande. Elena instintivamente se recostó en su
silla, no podía dejar de mirarlo. Sabía que sus ojos se abrían, grandes y
redondos, pero no podía evitarlo. Llenaba su visión como ninguna otra cosa que
hubiera experimentado nunca. Sentía como si pudiera ver a través de ella. Como
si hubieran retrocedido en el tiempo y fuera una de las primeras veces que lo
había visto.
Damon la observaba
intensamente, y en ese momento él sentía inexplicablemente como si la estuviera
empujando, induciéndola a revelar... algo. Lo que fuera. ¿Algo que haría que él
pudiera entender las cosas más fácilmente? Anuló esa voz, molesto, y le
preguntó: – ¿Por qué tu padre quería que me casara contigo a toda costa, al
punto que te hizo parte del trato?
La mente de Elena se
agarrotó. Esto era lo último que esperaba oír – ¿Por qué demonios quieres
hablar de eso ahora? –
Damon se encogió de
hombros con negligencia, peligrosamente –Llámalo conversación –
Elena reprimió una
respuesta. Si hacía un alboroto, él sabría que se trataba de un tema sensible.
Estaba jugando con ella al gato y al ratón, eso era todo, en consonancia con el
raro estado de ánimo que tenía hoy.
Fingió un encogimiento
de hombros, tal como él había hecho antes, deseando que Julia volviera.
Cualquier cosa con tal de romper esto y cambiar de tema – Creí que sabías por
qué –
Damon hizo un gesto con
la mano –Bueno, yo creía que era por tu herencia. Pero como nunca hubo noticias
de eso después de que nos casamos, nunca pude averiguar por qué –
Elena estaba
genuinamente sorprendida – ¿Pensabas que mi padre quería mi herencia?
Damon la
miró estrechando los
ojos – ¿Y
no fue así?
Él estaba en la
bancarrota. Pensé que te veía como su boleto para salir de ese estado de por
vida. Que por eso te ofrecía en matrimonio –
La cabeza de Elena
bullía, y ella se la tomó con una mano. ¿Él había deducido eso?
Como si leyera sus
pensamientos, él añadió –Era obvio que había muy poco afecto entre ustedes, Elena.
Cualquiera podía ver eso –
Ella lo miró furiosa.
Esto era muy suyo como para resultar cómodo. Su propia secreta humillación
abierta a escrutinio. El hecho de que ella había sido no deseada, no querida,
sólo tolerada por su única familia.
Elena levantó su copa
de vino con su mano temblando ligeramente, y bebió otro sorbo. Él estaba siendo
demasiado invasivo, y no podía hacer nada para escapar de este interés intenso.
Él no se conformaría con nada menos que sangre. Ese era el precio que quería
que pagara por querer estar aquí. Para aventajarla.
–Hay cosas de las que
tú, obviamente, no estabas al tanto –
Él inclinó la cabeza,
tomando un sorbo de vino lentamente –Adelante –
La tensión subía en
espiral a través Elena –La verdad es que mi padre estaba enfermo. Nadie sabía
lo mal que estaba, aparte de mí y de su cardiólogo. Tenía una afección cardíaca
degenerativa e inoperable. Es por eso que perdió el control de su negocio y el
trabajo. ¿Por qué buscó a alguien que lo sacara de apuros? Porque quiso salvar
las apariencias antes de morir – se encogió de hombros levemente –En cuanto a
mí, sólo quería verme casada con un marido adecuado. No tenía ningún interés en
el dinero –
Damon tenía el ceño
fruncido –No tenía idea de que estuviera enfermo. Pero
¿por qué era tan
importante verte casada? –
Elena pudo sentir cómo
crecía en ella la ira. ¿Tenía la intención de humillarla por completo? Mantuvo
deliberadamente un tono de voz ligero, haciendo lo posible por ocultar el dolor
enterrado ya hacía largo tiempo.
–Porque había hecho una
promesa a mi madre en su lecho de muerte, que me vería casada con alguien
respetable, y así podría heredar su fortuna. Los labios de Elena se afinaron en
un gesto de auto desprecio. Estaba yendo hacia dentro
–No creo que tuviera
previsto demorar mucho tiempo, pues sabía que se estaba
muriendo y necesitaba
garantizar la seguridad de Gilbert , mi herencia. Luego llegaste tú y así mató
a dos pájaros de un tiro.
Los ojos de Damon se
estrecharon agudamente en su rostro tenso, escuchando las palabras de Elena.
Ella sonrió
forzadamente, alzando la vista para mirarlo brevemente antes de bajarla de
nuevo, sus dedos blancos jugaban con la servilleta –No dudo de que estabas muy
al tanto de que yo estaba preparada desde el nacimiento para ser la esposa
perfecta. Fui a la escuela de buenos modales. Hablo cinco idiomas. Puedo
conversar sobre temas tan diversos como la posible extinción de los gorilas en
las montañas en Ruanda y de la teoría del efecto mariposa – Ella emitió una
pequeña carcajada después, como si revelar cosas de sí misma fuera
insignificante –Cuando tenía dieciocho años mi padre tiró los anteojos
bifocales que usaba desde que tenía nueve años y me hizo operar con cirugía
láser. Todo lo mejor para hacerme una esposa más atractiva –
Durante un largo
momento Damon no dijo nada, y Elena se dio cuenta de que respiraba
entrecortadamente, como si hubiera estado corriendo. Y luego él dijo en voz
baja –Tal vez pudo ver lo hermosos que son –
Elena sintió que su
corazón quería salirse de su pecho, le envió una rápida mirada de
sorpresa y por
un segundo capturó
sus ojos. Él
se sonrojó
ligeramente, como si él
también estuviera sorprendido de sus palabras, pero
luego la máscara de frialdad
volvió a su sitio y desvió su atención a llenar de nuevo su copa de vino.
Estaba haciendo que se sintiera totalmente confundida. Voluble. Caprichosa.
– ¿Así que, por qué no
te casaste antes?
¿Lo que acababa de
decir de sus ojos había sido su imaginación? Ella negó con la cabeza levemente
–No sé... –
Pero ella sabía muy
bien. Pensó en los hombres que le habían sido presentados a través de los años.
Sosos. Aburridos. En el momento en que había visto a Damon había sabido que era
él. Había sentido algo profundo emerger a la vida dentro de ella, como si
hubiera estado dormido hasta ese momento. Ella no había creído cuando su padre
le había dicho que estaba interesado en ser presentado. Pero entonces no se
había dado cuenta que su interés en ella era como esposa trofeo. ¡Qué tonta!
La primera vez que
habían ido a cenar a un restaurante ella había llegado antes de él y se había
sentado de espaldas a la puerta. Ella se había maldecido a sí misma, pero se
sentía demasiado cohibida como para levantarse e irse. Así que había esperado,
con la espalda tan recta y tensa que se podría haber quebrado, y entonces ella
lo había sentido. Recordaba haber cerrado los ojos esa fracción de segundos
antes de que entrara en su línea de visión, y entonces él la sorprendió con la
pregunta –Perdone, ¿está ocupado este asiento? –
Ella había alzado la
vista y se había encontrado con su sonrisa. Una media sonrisa burlona tan
cómplice, tan seductora, tan segura de sí misma que desde ese preciso momento y
durante toda la comida estuvo ruborizada, pero sorprendentemente la modesta
presentación había roto el hielo. Siempre se había sentido un poco culpable
después de que él se le había declarado, y es que hacían una tan pareja
disímil, que sin duda ella le quitó la posibilidad de una medida más digna,
de una mujer más sofisticada. Y nunca
se había animado a preguntarle por qué
no se había casado antes.
Y ciertamente tampoco
se animaba ahora, pero ella quería que él se enfocara en otra cosa que no fuera
ella y el por qué podría haber aceptado casarse con él. Su herencia no había
sido importante para ella, y si él adivinara que…
–Te casaste conmigo
para poner un pie en la banca inglesa. Dime, ¿ha funcionado? – Ella odiaba ser
recordada en ese momento de su vida cuando lo único que había sido era ser un
bien de cambio, porque su padre no hizo otra cosa que marcar casillas antes de
morir, sólo trabajos automáticos que no requirieran grandes decisiones de parte
de él.
Damon estaba calmo e
implacable, enfureciéndola con su sangre fría –Sí, se podría decir
que sí –
respondió con ecuanimidad
–Ahora controlo la participación mayoritaria en el banco más
grande en Inglaterra –
Ella le lanzó una
mirada –Debes estar feliz, entonces. Tienes lo que querías –
Él se encogió de
hombros y apuró su copa de vino. – ¿Feliz? Yo no diría que feliz exactamente, Elena.
Satisfecho, tal vez. ¿Y tú? ¿Puedes decir que dilapidar tu herencia en estos
dos últimos años te ha hecho feliz? –
Fue un golpe poderoso
que la trajo de vuelta al presente. Ella negó con la cabeza, sin verlo
realmente –No. No puedo decir que lo haya sido –
Damon la agarró de la
muñeca cuando intentó irse. Ella respiró hondo y miró hacia abajo, queriendo
simular la emoción que reflejaban sus ojos. Incluso logró arquear una ceja en
gesto interrogativo, aunque su pulso latía locamente contra su mano. Rezó para
que no se diera cuenta.
–Dime. ¿Es por eso que
te fuiste, Elena? ¿Por que querías escapar de la caja en que tu padre te había
metido?
No... La palabra dolía
por salir pero no podía pronunciarla. Todavía no. Eso sería compartir
demasiado. Especialmente cuando se estaba en un estado de ánimo tan peligroso.
Así que echó la cabeza
ligeramente hacia atrás y vio un resplandor de algo…
¿ira? en los ojos de
los Damon –Sí. Es por eso que me fui –
Él agarró su mano con
más fuerza. Su boca afinada – ¿Esperas que crea que no eras más
que una pobre
niña rica, Elena?
¿Una pobre niña
rica sobreprotegida, que se escapó a la primera oportunidad...? –
–Sí – dijo ella
violentamente, cualquier cosa con tal de alejarse de él.
–Bien, espero que haya
valido la pena, Elena... –
Lo valió...
Apartó los ojos de los
suyos con una voluntad que no sabía que tenía, y sacó su mano hacia atrás.
Salió corriendo de la sala y toda pretensión de indiferencia se esfumó. Caminó
a ciegas a través de la casa hasta el jardín, donde bebió el aire de la noche.
Él había estado tan en lo cierto y a la vez tan equivocado. Había sido
exactamente eso. Una pobre y torpe niña rica. Increíblemente ingenua. Su padre
había hecho todo lo posible por hacer de ella una esposa sumisa, pero no había
contado con su timidez crónica y su falta innata de gracia y estilo, frustrando
todos sus esfuerzos.
Pero ella no se había
«escapado» a la primera oportunidad, sino que se había
«enamorado
estúpidamente» a la primera oportunidad. De un hombre que hizo que viera el
amor como una tonta caricatura colorida, repleta de corazones de amor y flores.
genial¡ me muero de curiosidad por saber que le paso durante esos 2 años que se fue¡ gracias y espero el próximo¡ >^.^<
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