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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

03 marzo 2013

Mentiras Capitulo 08


Capítulo 08
Elena se puso el camisón  y se miró de arriba  abajo. La prenda, de satén y encaje,  era muy bonita, pero se sentía  vulnerable y casi desnuda. Sus pechos habían crecido mucho desde  que  se quedara embarazada y su vientre  le impedía llegar a verse los pies.

Suspiró  y se quedó mirando la puerta. Damon la esperaba en  su habitación, pero  le costaba  dar  ese paso. Confiaba en él, pero  no podía  decir  lo mismo de ella.


Se sentó en la cama. Tenía  muchas dudas  y se dio cuenta de cuánto habían cambiado las cosas entre los dos. Siempre había  sido desinhibida con  Damon. Recordó la infinidad de veces que  había  sido ella la que  había  iniciado un  encuentro sexual.  Damon solía trabajar con  el ordenador portátil en la cama  y ella lo incitaba y tentaba hasta  que  conseguía acaparar toda su atención y que se olvidara del trabajo.

Pero  habían pasado  muchas cosas desde  entonces y ni siquiera  se atrevía a ir a su dormitorio.
Damon llamó  a la puerta y la abrió  unos  centímetros.

–¿Todo bien?

Asintió con la cabeza y él se le acercó  y se sentó  a su lado en la cama. No dijo nada.  Se limitó a colocar la mano  sobre  su regazo  y a esperar a que  ella la tomara.  Después  de unos  segundos, lo hizo.  Damon se puso entonces de pie y tiró suavemente de ella.

–Los dos estamos  cansados. Será mejor  que  nos acostemos ya. Nos preocuparemos del mañana cuando llegue.

Ese Damon parecía distinto al que  había  conocido. Antes, solía planearlo todo.  Tenía  listas, agendas llenas y calendarios con  anotaciones por  todas  partes.
La llevó de la mano  hasta su dormitorio y la dejó en la cama. Después,  se apartó un poco,  como si pudiera  intuir que ella necesitaba algo de espacio.  Suspirando, se metió  entre las sábanas  y se colocó  de lado y de espaldas a él.

Sintió que se hundía un poco  el colchón cuando Damon se metió  en la cama.  Pocos segundos después, estaba abrazándola. Rodeó  su cintura con un brazo y la atrajo  más hacia su cuerpo.

Le entraron ganas de llorar  al verse así. Lo había echado mucho de menos.

–No existe  el pasado  –le susurró Damon al oído–. Sólo nosotros y el presente.

Suspiró  al oírlo.  Se dio cuenta de que había  sido estúpido tratar de fingir  que  ese pasado  no  existía cuando los dos lo podían sentir,  era un muro  que los separaba y del que no conseguían librarse.

Damon la besó en el cuello y se acercó  un poco más a ella. Después, bajó la mano  hasta su vientre.  Era un gesto dulce  y amargo al mismo tiempo. No podía  olvidar lo que  había  ocurrido y lamentaba que  no hubieran podido estar así desde  el principio.

–Relájate  y duerme, Elena. Sólo quiero abrazarte.

Y se dio cuenta de que  eso era lo que  quería ella también.

Cuando Elena abrió  los ojos, pensó  que  estaba muy cómoda y muy a gusto. Tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba encima de Damon.

Tenía  la mejilla  apoyada  en  su hombro y una pierna encima de él. Recordó que así era como solía despertarse cada  mañana cuando vivían juntos.  Le avergonzó verse así y trató  de apartarse, pero  Damon no se lo permitió.

–No te muevas. Me gusta tenerte así –le dijo él. Elena levantó la cabeza para mirarlo. Imaginó que ya llevaba despierto algún  tiempo.

–Hay una cosa que no ha cambiado, sigues estando preciosa  cuando te despiertas por  la mañana –le susurró Damon.

Le pareció que hablaba con sinceridad y, sin pensar en  lo que  estaba  haciendo, le dio  un  beso.  Al principio, Damon mostró cierta  sorpresa, pero  pareció gustarle  que tomara la iniciativa. No se movió mientras ella le besaba  la boca.

Poco a poco,  fueron separando los labios y el beso se hizo  más íntimo y apasionado, entrelazando las lenguas  y dejándose llevar por el momento.

Damon la abrazó  con fuerza  y sintió  que  le costaba respirar.
Antes de que se diera  cuenta de lo que había  pasado, él la había  hecho girar  y estaba  tumbada boca arriba  en el colchón. Damon había  colocado la rodilla entre sus piernas mientras devoraba su boca.  Había tanta  pasión  y tanta  necesidad que se quedó sin aliento. Los besos eran  tiernos y, al minuto siguiente, ardientes y apasionados.

Con una  mano,  Damon le desabrochó los dos botones del escote. La tela del camisón  se abrió,  dejando sus pechos al descubierto. Le faltó tiempo para  acariciarlos y cubrir uno  de los pezones con la boca.
Se estremeció al sentirlo y comenzó a retorcerse de placer.  Llevó las manos  a la cabeza  de Damon y le agarró el pelo  para  que  no  se moviera  de allí, para que  siguiera  haciéndole lo que  le estaba  haciendo. 

Después de deliciosos segundos de placer,  Damon dejó de jugar  con sus pezones para  mirarla a los ojos y lo que vio en su mirada la dejó sin aliento.

–Quiero hacerte el amor,  Elena. No sabes cuánto te necesito, pero no es mi intención empeorar las cosas entre nosotros. Tienes  que  desearlo tanto  como yo –le dijo él.

–Lo deseo más aún –le confesó  ella. Y era verdad.

Pudo  ver en sus ojos cuánto le gustaba  oírlo  y la besó apasionadamente.

Después,  dejó de besarla  y se separó  de ella, abrazándola con  ternura, como  si fuera  una  valiosa pieza de cristal que temiera romper. La miró  de arriba  abajo, casi como si la viera por primera vez. Después, abrió poco a poco su camisón y fue bajándolo hasta dejarlo a la altura de su abultado vientre. Le ayudó a levantar las caderas  y terminó de quitárselo.

 Se sentía  muy vulnerable sólo con  la ropa  interior. Damon le acarició  la barriga.

–Nuestro bebé  –susurró emocionado.

Se agachó  y le besó el vientre  con  ternura. Se le llenaron los ojos de lágrimas  al verlo, tenía  un nudo en la garganta.

–Es preciosa  –murmuró Damon–. Siento no haberla visto crecer  y ver cómo iba cambiando tu cuerpo. No sabes lo sexy que eres.

–¿Tú también crees que es una niña?

–Creo que sí, no sé por qué. La verdad  es que no me importa. Sólo quiero que estéis los dos bien.
Damon bajó la mano  por su vientre  hasta deslizarla entre sus piernas. Se sobresaltó al sentir  sus íntimas caricias  y no  tardó en  comenzar a gemir  poco  después.

–Me encanta verte así, siempre me ha gustado…–susurró Damon.

No podía  dejar  de retorcerse mientras él seguía acariciándola. Estaba a punto de alcanzar  el clímax.
Sentía  mucha impaciencia, deseaba sentirlo en su interior, pero  tampoco quería detener esa dulce tortura.

–Separa  las piernas –murmuró Damon.

Hizo lo que le pedía.  Vio que él la miraba con ardiente deseo y después bajaba por su cuerpo y volvía a acariciar su parte  más íntima. Fue separando con delicadeza los pliegues  de  su piel  y se quedó sin aliento al ver que  comenzaba a recorrer cada  centímetro de su sexo con  la lengua. Se estremeció con fuerza al sentirlo en su clítoris, excitándola con leves caricias que le hicieron ansiar muchas más. Cerró  los ojos y agarró con  fuerza  la sábana.  Era un  cúmulo exquisito de sensaciones. No había  nada  igual,  era indescriptible, intenso, maravilloso.

Apenas  podía  soportarlo. Era una  oleada  de placer detrás  de otra, no podía  dejar de gemir ni gritar, le faltaba  el aire. Levantaba las caderas  al ritmo  que Damon marcaba con sus dientes y su lengua.
Fue increíble.

Cuando por  fin recuperó el aliento y el sentido común, levantó  la cabeza  y vio que  Damon la miraba con satisfacción.  Se estremeció al verlo así, sintió que era suya y él lo sabía.
Se incorporó y, sin dejar de mirarla, se deslizó en su interior y consiguió llevarla de nuevo al orgasmo.
Damon comenzó a moverse  sobre  ella y notó  que también él estaba a punto de alcanzar  el clímax.

–No puedo más, cariño. Lo siento  –gimió él–. Es demasiado increíble y ha pasado  tanto  tiempo desde la última  vez…

Lo abrazó  con  fuerza,  pero  Damon seguía  apoyándose  con  las manos  en  el colchón, como  si temiera hacerle daño  a ella o al bebé.

La besó de nuevo,  apasionadamente, casi con desesperación y se estremeció de placer  entre sus brazos.
El sexo siempre había  sido maravilloso  con Damon, pero  no solía perder el control con tanta  facilidad.

Cuando terminaron, se quedaron como  estaban durante unos  deliciosos  minutos, tratando de recuperar la respiración. Le encantaba estar tan cerca de él. Giraron hasta  quedar los dos de  costado  en  la cama,  con  las piernas y los brazos  enredados y su miembro aún dentro de ella.

Respiró  profundamente, disfrutando del aroma de Damon. Le habría resultado muy fácil olvidar  que habían estado  separados durante seis meses  y no pensar en cuánto había sufrido y lo sola que se había sentido. 

Era fácil imaginar que  habían seguido  juntos y que estaban en casa, juntos  en la cama.
Y, aunque sólo fuera  durante unos minutos, decidió dejarse  llevar por esa fantasía.

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