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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

25 enero 2013

Matrimonio Español Capitulo 3


Capitulo 3

Ahora ese perfil se burlaba de su sensualidad y se acercaba cada vez más. Elena sentía que su pánico aumentaba y quería escapar de esa sonrisa cruel y esa mirada glacial. Sintió que alguien le tironeaba la falda, jalándola hacia abajo y volvió a la realidad cuando la sacudida se hizo más brusca, con tirones fuertes y persistentes.



Elena abrió los ojos, los sentía arenosos y cansados. Estaba en el avión. Seguramente se había dormido. Registró un nuevo tirón y miró hacia abajo, directamente a unos enormes ojos color violeta, los de su hijo. Su corazón se detuvo y luego comenzó a latir de nuevo dolorosamente. Estaba arrastrando una manta vieja y descolorida. Sus mejillas aún estaban rojas por el sueño y tenía los pelos parados. Y su corazón estaba apretado en un puño, tan fuerte que por un segundo pensó seriamente que se desmayaría de nuevo e hizo un esfuerzo por bloquear esa sensación.


Sus ojos lo miraban ávidamente, deslizándose por él como si comprobara que era un bebé con todos los dedos de las manos y los pies. Deseaba auparlo y apretarlo contra ella, pero no lo hizo porque sabía que lo podría asustar. Sólo este  momento hacía  que  todo  valiera  la  pena,  ponía  todo  en  perspectiva. Damon y sus amenazas pasaron a segundo plano.


Con la voz ronca por la emoción lo saludó – ¡Hola Nick! –


Una mano regordeta se apoyó en su pierna para sostenerse y con la otra orgullosamente se señaló a sí mismo – ¡Nick! –


Luego se puso una mano en la cabeza e hizo una mueca, obviamente hacía la conexión entre Elena y el día anterior, cuando se había caído.


–Eso es, te caíste. ¿Te hiciste mal en la cabeza? –


Nick asintió y se frotó la cabeza, inclinándose hacia abajo para mostrarle. Elena simuló buscarle el golpe, gritando y haciendo aspavientos, como si hubiese encontrado uno. Sus manos temblaban por la intensidad de sus emociones. Nick comenzó a reír.


En ese momento, una mujer mayor vestida con ropa oscura se acercó por detrás  de  Nick.  Parecía  española.  Se  agachó  y  lo  tomó  de  la  mano  para llevárselo, mirando con curiosidad a Elena.


–Soy María, la nana de Nick... –


Elena le tendió la mano –Yo soy Elena... – dijo y se paró en seco ¿Qué debía decir? ¿Soy la madre de Nick? ¿Soy la señora Salvatore?



Pero la niñera no esperó una explicación demasiado elaborada, simplemente sonrió y sacudió ligeramente la mano de Elena –Perdone, él necesita comer algo–


Elena  asintió  y  moviendo la  mano  se  despidió  de  Nick,  quien  se  alejaba velozmente, ya interesado en otra cosa. Ella se volvió y miró sin ver las nubes a través de la ventanilla. Estaba demasiado acongojada por las lágrimas y su corazón doliente. Sin embargo, sentía un profundo alivio al ver que Nick estaba bien y saludable. Esa había sido siempre su única prioridad... ver que había crecido sanamente justificaba todas sus decisiones. Y no es que ella hubiera necesitado justificación para tomar aquella decisión, desde el primer día había actuado con un instinto primitivo tan fuerte que no había tenido más remedio que seguirlo. Por encima de todo, no había querido que sufriera ni un momento de dolor, y sin dudas una partida demorada egoístamente lo habría provocado. Incluso a un bebé.


La única cosa con la que no había contado era esto. Estar en esta situación. Se preguntó si no estaba siendo egoísta volviendo aquí, queriendo conocer a Nick. Racionalmente sabía que no, pero de  alguna manera todavía no se sentía merecedora de ello. Este lujo de ver a su hijo, esta felicidad. Tal vez debería haberse quedado lejos, sin decir nada, que siguieran adelante con sus vidas. Pero, con vergonzosa debilidad, reconocía que no tuvo fuerzas para hacerlo. Tan pronto como supo que las cosas eran diferentes, quiso una oportunidad...



– ¿Tenías hambre? –


Elena giró la cabeza. Había estado tan absorta en sus pensamientos que no había oído que Damon se había sentado en el asiento del otro lado del pasillo. Estaba sin corbata y sin chaqueta nuevamente, como si estar en traje, aunque sea por un momento, limitara su vibrante y masculina energía. Su camisa estaba abierta en la garganta, revelando la columna de color café fuerte... ¿Qué pasaba con ella? Sin dudas siempre se había sentido atraída por Damon desde el momento en que lo había conocido, pero no recordaba haber experimentando antes este nivel de la atracción carnal.


–Sí. Estaba muerta de  hambre – Echó una mirada a su plato, que  había quedado limpio después de devorarse la deliciosa paella y la ensalada que le habían servido.


Damon frunció el ceño al recordar su figura acurrucada en el sofá esta noche. Había algo indefenso en esa imagen que le llamaba la atención, pero lo ignoró –
¿No comiste en el hotel? –


Elena se sonrojó y negó con la cabeza mientras los ojos de él la recorrían desdeñosamente.


–Has perdido peso –


El tono sonó acusador e hizo erizar a Elena

–Ya lo sé – No hacían falta las palabras para darse cuenta de cuán poco atractiva la encontraba.


En ese momento, un manchón rubio se lanzó hacia Damon. Él sujetó hábilmente a Nick en sus brazos antes de que pudiera lastimarse o tropezar con algo.


Echó una mirada a Elena, mostrando por primera vez un resquicio de calidez – Como podrás ver, está en la etapa en que no es capaz de parar una vez que se arranca –


A Elena se le hizo un nudo en la garganta al ver a Nick envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Damon, primero estrechándolo y luego retorciéndose bruscamente para bajarse, dando pasitos inseguros de nuevo, siempre bajo la atenta  mirada  de  Damon  hasta  que  su  niñera  vino  a  buscarlo.  La  fácil intimidad entre ellos le recordó lo tonta que había sido alguna vez, al haber pensando que ella tenía lo mismo, y ahora podía ver qué tan potente era cuando verdaderamente se prodigaba a otra persona. Se daba cuenta de que todo lo que ella había experimentado había sido meramente superficial, nunca profundo.


Realmente no pudo mirarlo a los ojos cuando le dijo –Has hecho un trabajo increíble. Es hermoso –


– ¿Sorprendida? – Fue su seca respuesta.


Lo miró y sus ojos quedaron atrapados por los de él. Hizo un gesto de negación

–No. Nunca tuve dudas de que serías un buen padre – Se detuvo de golpe porque había estado a punto de decir que su única preocupación había sido que no tuviera tiempo suficiente para el niño... Pero eso habría sido revelar demasiado y por ahora prefería dejar ese miedo enterrado. Evidentemente a Damon no le importaba llevar a Nick con él en viajes de negocios.


Algo en el tono de Elena hizo que Damon se fijara en ella por un segundo. En su mirada remolineaba algo indefinible, y por primera vez desde que volvió a verla notó sombras y honduras que no habían estado allí antes. ¿Dolor?


Ella por un momento apartó la mirada y cuando volvió a fijarla en él sus ojos estaban claros. Se parecían tanto a los de Nick que por un instante se quedó sin aliento. Pero la ambigüedad que había visto en sus profundidades se había esfumado. Seguramente había sido un truco de la luz. Eso era todo.


En ese momento la azafata llegó a decirles que el avión se disponía a aterrizar. Y cuando ella se acomodó, Damon la sorprendió moviéndose rápidamente de su


asiento, atrapándola.


Pudo sentir el calor de su cuerpo e instintivamente se encogió en el asiento con sensación de claustrofobia. La miraba con tal intensidad que se sintió obligada a preguntar – ¿Qué? ¿Qué pasa...? – Quería apartar de su mente el peligroso recuerdo de  experiencias previas... de  otros momentos en  que  él  la  había mirado con la misma intensidad.


Sus ojos se mantenían fijos en los de ella con la habilidad hipnótica de un mago. Su voz sonó engañosamente suave, pero no sus palabras.


–Sólo esto, Elena. Si llegas a hacer sólo una cosa que ponga en peligro, lastime o simplemente dañe un pelo de la cabeza de Nick entonces, créeme, no habrá tribunal en este mundo que te otorgue la custodia cuando nos divorciemos. No dudaré en utilizar toda la fuerza de mi poder, y tendrás suerte si apenas puedes llegar a leer algo sobre él en los periódicos mientras crece –


Él sonrió, tan fríamente que Elena sólo atinó a quedarse quieta, mirándolo, atravesada por este absoluto extraño. Luego él se enderezó y se fue a un lugar en la parte trasera del avión con la gracia de una pantera. Elena se quedó mirando el lugar donde había estado, sintiendo un frío interno. ¿Qué diría Damon si supiera que ella ya había dado su vida para proteger a Nick? No mucho, pensó con tristeza. Como él mismo le había dicho, nada la absolvería de ese crimen ante sus ojos. Suspiró y miró por la ventanilla, justo cuando el avión aterrizaba en suelo español.


El viaje al este de Sevilla no demoró mucho. Elena tenía ante su vista las llanuras suavemente onduladas de La Campiña1, pero apenas era capaz de captar lo que había en el entorno, pues aún luchaba por asimilar todo lo que estaba sucediendo. Damon conducía el jeep. Ella estaba en el frente, y María se encontraba en la parte posterior con Nick, quien iba sentado en su asiento para coche. El guardaespaldas, quien había sido presentado a Elena como Hernán, los seguía detrás en otro vehículo.


Se distrajo por un momento cuando entraron en el exquisito y pintoresco municipio de Osuna2, donde Damon había nacido y tenía su hogar.


–Es hermoso –


–Sí – Damon la miró brevemente pero ella no se dio cuenta, demasiado embelesada observando las callecitas sinuosas y empinadas. La había estado observando subrepticiamente mientras se alejaban de Sevilla, esperando ver su desilusión a medida que dejaban atrás la civilización, pero no había dejado


1 La campina: así está en el original. Personalmente creo que la autora quiso poner La campiña. Nuestras amigas sevillanas
aclararán ¿existe tal Campina?…


traslucir nada. Más bien había parecido incómoda con la multitud bulliciosa, nerviosa... casi abrumada. Pero por otra parte él no esperaba que ella fuera a ponerse en evidencia tan pronto.


Estaban  en  la  parte  superior  de  la  ciudad  ahora,  con  vistas  a   los impresionantes edificios municipales de estilo barroco. Damon tomó una calle tranquila que en realidad era un callejón sin salida. Llegaron a un portón de hierro forjado, con altos muros a ambos lados, de entre los cuales sobresalían árboles. Damon introdujo un código de seguridad en una plataforma desde la ventanilla del jeep y las puertas se abrieron, un guardia de seguridad salió de una caseta para saludar a Damon, quien le devolvió el saludo.


Elena no estaba preparada para lo que apareció luego de tomar una curva. Había esperado vagamente algún tipo de hacienda, pero en su lugar apareció una mansión barroca enorme, que emergió como sacada de alguna fantasía medieval. De color crema, parecía brillar a la luz del sol, las ventanas emitían destellos y una profusión de flores caía de los macetones a lo largo del sendero y el frente a la casa. Su mandíbula estaba abierta. Damon había estacionado y ya estaba afuera del Jeep, yendo a buscar a Nick para sacarlo de su asiento en la parte trasera. Nick brincaba entusiasmado, reconociendo claramente la casa y también por haber estado encerrado por mucho tiempo.


Elena salió lentamente, y la gran puerta de entrada se abrió como por arte de magia, para revelar al personal de servicio. Con temor en su pecho siguió a su marido y a su hijo hasta la casa.


Después de una rápida sucesión de presentaciones que le dejaron la cabeza dando vueltas, Damon dio una serie de instrucciones y Elena fue conducida escaleras arriba, seguida por el ama de llaves portando su bolso. Elena trató de tomarlo, pero ella no se lo permitió. El parloteo de Nick desapareció detrás de ella cuando entró a su habitación.


Era un cuarto acogedor en color crema oscura y rosa. Pero por alguna razón ella no podía decir en ese momento que los colores la tranquilizaran. Y luego la golpearon. No tenía que ver con el temido blanco de sus pesadillas sino con su pasado reciente.


El ama de llaves le mostraba dónde estaba todo, haciendo que se distrajera de sus demonios interiores. Luego se fue y Elena respiró hondo para calmarse y explorar por sí misma. La cama era antigua y enorme, con dosel y cortinas de muselina blanca recogidas con los lazos de adorno. La habitación tenía el estilo floral  típicamente barroco  atenuado por  los  colores  simples.  Fue  hasta  la puerta-balcón francesa, la abrió, miró la vista que tenía ante ella con ojos sorprendidos y salió afuera como si estuviera en trance.


Un pequeño balcón de piedra con antiguos peldaños conducía a un jardín interno privado con una pequeña piscina tapizada con azulejos verdes oscuros


y mosaicos brillantes. Bajó por las escaleras lentamente, sobrecogida por la quietud y la belleza. La piscina estaba rodeada de arbustos con flores y olivos. El olor pesaba en el aire. Era como estar en medio de algo soñado y nunca conseguido. Dando vueltas en círculo, embebiéndose de aquello comenzó a andar cuando vio a Damon parado inmóvil, con las manos en los bolsillos, afuera de otro par de puertas dobles, a pocos metros de la suya, con un balcón y escaleras para bajar al jardín, idénticos al suyo. ¿Su habitación? Sintió su corazón en un puño ante ese pensamiento.


Se acercó a ella y cada paso que daba resonaba como una amenaza apenas contenida. Si Elena daba un paso atrás acabaría en la piscina.


– ¿Te gusta lo que ves? – le preguntó con firmeza.


Elena asintió con la cabeza, apenas consciente de lo que estaba preguntando, con la boca seca. Mirándolo contra este telón de fondo él lucía áureo, vibrante.


–Realmente lo enredaste todo, ya sabes – Sacó una mano del bolsillo e hizo un gesto señalando a su alrededor –Podrías haber tenido todo esto en los últimos dos años, y ahora nunca será tuyo –


El corazón de Elena se retorció en su pecho. Él pensaba que ella deseaba esto, la evidencia material de su riqueza. Comenzó a negarlo moviendo la cabeza, pero no emitió una palabra. La mueca burlona en su rostro se lo impidió.


– ¡Que no se te olvide, querida esposa, que estás aquí meramente a instancias mías y por consejo de mis abogados! Ellos piensan que esto me va a servir para demostrar cuán generoso estoy siendo al permitirte conocer a Nick, a pesar de lo que hiciste. Así que no te vuelvas codiciosa e imagines ni por un segundo que tienes derecho a un metro cuadrado de este lugar. No darás un solo paso sin que estés vigilada y controlada. Y verás a Nick sólo cuando yo lo permita… –


Elena se obligó a hablar para detener sus palabras –Eso es todo lo que quiero. No estoy aquí para tomar nada tuyo, Damon. No tengo ningún interés en nada que poseas. Sólo estoy interesada en Nick –


Él profirió una grosería por lo bajo –Y también en lo que puedes hacer con los despojos de un divorcio. Dame un respiro, Elena. Si yo hubiese estado menos ciego, menos engañado por su actuación de inocencia e ingenuidad, me habría dado cuenta de eso hace mucho tiempo –


– ¿Te habrías dado cuenta de qué? – profirió con amargura, con la emoción bullendo dentro de ella –De que la mujer con la que te casaste únicamente para elevar tu posición en la sociedad inglesa era sólo eso, nada más que una esposa trofeo? – Ella sabía que cuando su proceder saliera a la luz la pintarían de la peor manera posible, y también sabía que estaba siendo irracional, pero que tan fácilmente creyera que era esa clase de persona la hería profundamente.



Damon se quedó desconcertado por un momento. Sus palabras revivieron toda su humillación y, odiaba admitirlo, su decepción. Y sin embargo, mientras estaba aquí, de pie frente a él, con una tenue línea de sudor sobre su labio y con los brazos cruzados a la defensiva, empujando sus pechos hacia arriba, en todo lo que podía pensar era en el deseo concentrándose en su bajo vientre. Por más que quisiera rechazarla en todas las formas posibles, sabía que con cada momento que pasaban juntos el deseo era cada vez más fuerte...


La punzada inquietante de lujuria que sentía hizo más firme su determinación. Si él lo hubiese sabido se hubiera dado cuenta de que la pasión caliente agazapada debajo de su frío exterior era una señal de lo que vendría. Podría haber sido una virgen en su noche de boda, pero él la había despertado, y tan pronto como se había librado de su bebé había huido. Nunca había planeado que el matrimonio se consumara, pero cuando había sucedido sintió que había sido lo correcto. Y entonces cuando ella se quedó embarazada… Cortó sus pensamientos desbocados y dejó que su crueldad aumentara. Esta mujer frente a él era su fatal debilidad.


–Nuestro matrimonio no iba a ser otra cosa que un acuerdo comercial. Tú lo sabías. Yo lo sabía –


–Por supuesto que no. Yo sabía que... – Elena tragó entrecortadamente, no pudiendo continuar por un momento, furiosa consigo misma por permitirle aguijonearla. Lo último que quería era mostrarse vulnerable frente a él. O recordar que tan lasciva había sido ella durante su corto matrimonio. U oírle decir que había sido un error –Nunca esperé nada más… –


Sintió calor por el sol de la tarde que caía directamente sobre su cabeza. Calor y cansancio. No tenía la energía para esto. No tenía que recordarse cuán inocuas y banales habían sido sus conversaciones antes de la boda. Ni recordarse que su matrimonio nunca se iba a consumar. Y, sin embargo, se consumó. Ella se había lanzado literalmente a él. Recordarlo hacía que la vergüenza le desgarrara las entrañas.


En una serie de reuniones y cenas antes de que se casaran había quedado todo bien claro. Sus palabras estaban grabadas todavía en su cerebro.


–Me caso contigo para que tu padre se salve de la bancarrota, y voy a tomar su puesto como CEO en el Banco de    Gilbert   . Tú  te  casas conmigo para cumplir los términos del testamento de tu madre y así recibir tu herencia. Ya que esto no será un verdadero matrimonio, si tomo una amante lo haré con la máxima discreción, y me gustaría lo mismo de tu parte. En un año podemos revisar estos términos y hablar de divorcio. Considero que un año contigo a mi lado será suficiente para afianzar mi lugar. Para entonces habremos conseguido lo que ambos queríamos y mi control sobre el banco estará garantizado –


En aquel momento Elena había parpadeado lentamente y le había costado dejar de mirar su boca para mirarlo a los ojos. Ojos que habían estado fríos, lo suficientemente fríos como para apagar su tonto e infantil ardor. Había estado sentada ahí, soñando despierta, imaginando que él decía... ¿Qué? ¿Qué había querido escuchar? ¿Que se había enamorado de ella apenas la conoció y que sabía que lo mismo le había sucedido a ella? ¿Que estaba abrumado de lujuria por ella como ella por él?


Volvió al presente y sintió un balanceo traicionero cuando el calor pareció intensificarse repentinamente. De poco valió que supiera cuán insignificante había sido para él, que en ningún momento hubiera siquiera considerado la posibilidad de cambiar de sentimientos, por más que ella misma se hubiera engañado a sí misma creyendo otra cosa...


Con un movimiento casi bruto, Damon tomó a Elena del brazo y la condujo de nuevo por los escalones derruidos y ya en su cuarto le dijo – ¡Tienes que salir del sol! No estás acostumbrada al calor –


Ella se apartó, sintiéndose mejor ahora que estaba de nuevo adentro, y lo miró con recelo.


Él  puso  distancia  entre  ellos,  balanceándose  sobre  los  talones,  alto  y dominante. Y riéndose con dureza le dijo – ¿Soy imbécil verdad, cómo iba yo a saber a lo que estás acostumbrada? Después de todo, podrías haber estado en cualquier lugar en los últimos dos años –


Elena palideció. Sabía que tarde o temprano tendría que decirle exactamente donde había estado, pero en estos momentos en que se sentía tan crudamente vulnerable y queriendo hacer las paces con todo, supo que no era oportuno. Si tan  sólo  pudiera  permanecer  un  tiempo  apartada  de  su  camino,  podría enfocarse en Nick... Y cuando se sintiera más en control de sí misma y de sus altibajos emocionales, entonces quizá podría contarle. Porque cuando lo hiciera seguramente desencadenaría todo tipo de preguntas. Preguntas para las que aún no estaba emocionalmente preparada para contestar.


Él se dirigió hasta una puerta que antes no había notado ya que estaba pintada del mismo color que la pared, casi camuflada. Seguramente era la puerta de la habitación contigua a la suya. Sintió el corazón en un puño. Y él al ver su mirada asombrada le dirigió una sonrisa burlona.


–Aquí nadie espera que pretendamos ser una pareja felizmente casada, disfrutando del lecho conyugal, así que descansa tranquila, Elena. No llamaré a tu puerta en la noche –


No, pensó con el corazón apesadumbrado, sin dudas Damon habría tenido una serie de amantes que le hicieron compañía y debía tener una en la actualidad.


No tenía para recordarse los comentarios despectivos que había vertido sobre ella a su hermana. Recordar esa conversación ahora sería ir demasiado lejos.


Suspiró aliviada cuando la puerta se cerró detrás de él, llevándose su presencia inquietante. Se sentó en la cama sintiéndose exhausta. Su mente era un campo minado, un torbellino de recuerdos. Se llevó una mano al pecho, como para frenar su corazón que latía con fuerza, pero fue en vano... Él había venido a su habitación en su noche de boda, cuando ella menos se lo esperaba y la había mirado como si la viera por primera vez. Aún podía recordar el deseo doloroso que había sentido mientras sus ojos azules la recorrían de arriba abajo. Ella quería que la encontrara atractiva, y había observado expectante como se había acercado más y más. Sabía que había venido sólo a darle las buenas noches, para ser cortés. Pero había sido como si su cuerpo y su corazón anhelantes hubieran hablado en voz alta. Y  como si,  increíblemente, hubiera oído su declaración tácita, la había tomado en sus brazos… la había besado...  y había despertado en ella una pasión que aún hoy la conmovía y asustaba.


Elena negó con la cabeza, como si así pudiera alejar las imágenes dolorosas. Ella se había comportado de una manera tan lasciva, tan fogosa... Con un gemido se puso abruptamente de pie y empezó a desempacar, ocupándose de tareas mundanas. Funcionó. Su mente febril se fue enfriando y luego cedió a la tentación de una larga ducha de agua caliente, y después de ponerse una bata limpia se hundió en las profundidades de la suave cama, dejando que la ola de la oscuridad la envolviera. Estaba con su hijo. Era lo único que importaba. Tendría que serlo, porque no cabía esperar nada más.
Estaba de nuevo en esa habitación. La habitación blanca con un par de puertas dobles. Sabía que tenía que salir, que si no salía ahora, nunca saldría, nunca vería a su hijo de nuevo. El pánico se estaba apoderando de ella haciendo sus movimientos torpes. No podía hacer nada para bajarse de la cama. Podía oír pasos acercándose, y sabía que venían a encerrarla bajo llave. Quería gritar
pero no podía emitir ningún sonido. Su voz se había ido. El cubrecama la obstaculizaba, atrapándola. Con el grito ahogado en la garganta Elena sintió que las lágrimas caían por su cara, saladas y calientes, y luego sintió que la sacudían. El terror congeló sus miembros...


Elena tomó conciencia de dos cosas a la vez. Estaba soñando. El mismo sueño siempre, aunque una versión ligeramente diferente. Sólo había sido un sueño. Y también tomó conciencia de que estaba siendo sacudida. Sus ojos se abrieron de inmediato y se enfrentaron con otros, azules glaciales. Damon la miró con la impaciencia estampada en la cara. Estaba en España, no en aquel otro cuarto horrible.


– ¿Qué diablos te pasa? Casi tiras la casa abajo con tus gritos. Nick duerme justo al otro lado del pasillo –


Nick.


El terror del sueño había sido tan real que aún se estremecía. Se sentía completamente  desorientada.  Estaba  oscuro,  las  cortinas  ondeaban  hacia afuera  movidas  suavemente  por  la  brisa  caliente.  Las  manos  grandes  de Damon estaban todavía sobre sus hombros, y tenía medio cuerpo sentado en la cama, incómodamente cerca, lo suficiente como para poder oler su aroma y sentir su calor. Eso le provocó un respingo.


– ¿Qué hora es? –


Él se alejó cuando ella se movió, y miró el reloj de platino que tenía en una de sus muñecas.


–Las once y media. –


Elena negó con la cabeza – ¿De la noche? –


Él asintió con la cabeza y se levantó –Julia, el ama de llaves, vino a buscarte a la hora de cenar, pero estabas profundamente dormida, así que le dije que te dejara tranquila – Él la miró y luego le preguntó con severidad: – ¿Qué fue eso?
¿Padeces jet lag? –


Elena negó con la cabeza –No. Simplemente... estaba cansada. Sólo fue un mal sueño. Y... yo no tenía idea de que estaba gritando – Se llevó una mano a la sien, que le palpitaba ligeramente. Se dio cuenta de que estaba vestida con nada más que la bata, y estaba abierta. La cerró y se levantó torpemente de la cama –Debo haber estado más cansada de lo que pensaba, eso es todo –


Damon encendió la pequeña luz junto a la cama iluminando la habitación y su rostro autocrático. Pudo ver que todavía estaba vestido.


–Me iba a acostar cuando te oí –


–Oh...– Pareció que le había leído la mente, haciéndola ruborizar –Lo siento –


–Si hay probabilidad de que esto vuelva a ocurrir voy a tener que trasladarte a otro lado de la casa, lejos de Nick. Si se despierta en la noche es imposible que vuelva a dormirse –


–No…   –   Elena   rezó   en   silencio.   Tenía   esos   sueños   regularmente, principalmente cuando estaban teñidos de tristeza y se despertaba llorando, pero éste había sido más intenso. Debía ser por los acontecimientos recientes – Realmente – le aseguró a Damon, deseando que su presencia inquietante se fuera –No volverá a suceder –


Damon la miró. Su piel tenía un tono rosado y su pelo estaba alborotadamente sexy. ¿Sería esto una artimaña? ¿Un truco para que viniera hasta aquí y seducirlo? ¿Era consciente del efecto que le causaba? ¿Se habría convertido en


una seductora en estos dos últimos años? Pensar eso le hizo formar un nudo profundo en el estómago. No podía dejar de pensar la forma en que la había sentido  bajo  sus  manos,  la  fragilidad  de  sus  huesos.  Su  perfume  limpio, ligeramente almizcleño. Sin embargo el terror en su voz había sido muy real, lo mismo que sus gritos.


–Lo notaré si no se cumple – Su voz sonó estrangulada aún para sus propios oídos, y fue consciente de la irracionalidad de su declaración. Si tenía nuevamente una pesadilla, obviamente ella no sería capaz de controlar sus reacciones. Se volvió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Maldita fuera la mujer por haber regresado.


Damon cruzó  el  pasillo  y  abrió  la  puerta de  Nick.  Miró  a  su  hijo  dormir tranquilamente, mitad sobre la cama y mitad afuera. Se acercó y lo puso de nuevo en el centro, para que quedara de manera segura, sintiendo el corazón henchido de amor por este niño. Odiaba tener que bailar al son de Elena, odiaba que el mero hecho de ser la madre de Nick le permitiera tener acceso al niño, cuando tan cruelmente lo había abandonado. Sus puños se apretaron fuertemente. No tuvo más remedio que permitirle el acceso, pero que Dios la ayudará si ella pensaba que le iba a permitir llevárselo.


A la mañana siguiente Elena despertó aturdida, con la cabeza pesada. Se había  despertado por  un  golpe  en  la  puerta,  y  una  joven  doncella  había entrando en la habitación. Había apartado las cortinas dejando que la luz del sol entrara a raudales en la habitación, y luego había abierto un poco más las ventanas francesas. Un ave trinaba afuera. La ligera brisa que entraba estaba cargada de calidez y Elena le dio la bienvenida instintivamente, dejando que la calara hasta los huesos. Se sentía bien.


–Buenos Días –


–Buenos Días  –  repitió Elena, sentada en la cama. Le  sonrió a  la  joven, vacilante, y  fue  recompensada con  una sonrisa tímida. Le  informó que  el desayuno se serviría en quince minutos, en la sala de abajo.


Después de una ducha rápida y vestirse con una falda simple y una remera, uno de los tres conjuntos que poseía, Elena bajó las escaleras. Se sentía cohibida, consciente de que lucía zaparrastrosa. No había tenido que preocuparse por la ropa en tanto tiempo… y ciertamente no había esperado estar aquí. Dejó de lado esas preocupaciones a medida que se acercaba a lo que debía ser la puerta del comedor. Pudo oír los gritos de Nick.


Con su corazón latiendo dolorosamente tomó un aliento profundo y entró. Dos pares de ojos se volvieron hacia ella. A uno, hizo lo posible por bloquearlo, el otro era una imagen idéntica de sí misma. Enfocó su atención en Nick, y fue incapaz de reprimir la sonrisa que se formó en su cara. Él era un desastre, con


comida pegada en todas partes, en todo su cuerpo y su cara. Él le sonrió desde su sillita alta mientras ella se acercaba a la mesa.


Sabía que esa sonrisa ganadora se podía transformar en lágrimas y rabietas en un segundo. Pero incluso esa idea la emocionaba y el deseo de sentarse y estudiar cada aspecto de él la abrumaba con su fuerza.


A regañadientes apartó la mirada y saludó a María, que estaba sentada al otro lado  de  la  mesa,  también  desayunando.  La  mujer  le  brindó  una  sonrisa indecisa, y Elena se la devolvió, sintiéndose agradecida. Tomó asiento, y el ama de llaves se afanó en extenderle un plato colmado de comida. Le indicó que había frutas, croissants, y le sirvió un humeante y aromático café.


–Espero que hayas dormido bien –


Elena miró brevemente a Damon, su tono era tan frío como sus ojos –Sí, gracias. La habitación es más que cómoda –


María rompió el incómodo silencio que siguió –Es una casa espectacular. A menudo pienso que debe haber sido un lugar mágico para crecer. Nick es muy afortunado –


Damon deslizó una mirada burlona a Elena, y luego otra, más benigna, a
María –Sí, ¿verdad? –


Elena sintió el peso de una miríada de insultos en ese comentario, pero, o bien María estaba totalmente ajena a la tensión, o era una muy buena actriz, pues siguió parloteando sobre la casa, haciendo preguntas. Elena se sentía realmente aliviada de que la mujer estuviera allí, desviando la atención de Damon.


Damon estaba alimentando hábilmente a Nick, haciendo que la recorrieran todo tipo de emociones. En respuesta a algo que preguntó María, y Elena no había oído, él dijo: –Esta no es la casa original de la familia. Mi hermana vive allí, al otro lado de Osuna, con su familia y mi madre –


Las entrañas de Elena se apretaron instintivamente, de forma auto protectora, ante la mención de su madre y su hermana. Al menos no vivían aquí, pensó aliviada, agradecida por este pequeño favor. Igualmente estaba segura de que tarde o temprano tendría que enfrentarlas, y no creía que el tiempo y las circunstancias hubieran suavizado la opinión que tenían de ella.


En ese momento, María se levantó, excusándose. Damon también se paró y sacó a Nick de su silla alta, entregándoselo –Creo que esto es todo lo que va a comer por ahora –


–Lo llevaré para vestirlo... – La mujer mayor lo aupó con destreza y se lo llevó.



Cuando Damon se sentó de nuevo el aliento de Elena estaba atrapado en su garganta. Acababa de notar que estaba vestido con jeans y una camiseta, y el material hacía muy poco para simular la amplitud y la fuerza de su pecho. Él la miró por encima del borde de la taza de café.


– ¿No más sueños anoche? –


Ella negó con la cabeza –No –


Ella apartó la mirada y la dirigió hacia abajo. Damon notó las tenues sombras púrpuras debajo de sus ojos. Algo le dio una patada en el pecho al recordar su impaciencia de la noche anterior, y no la acogió con entusiasmo.


–Estoy  seguro  –  dijo  hablando  cansinamente  –que  es  sólo  tu  conciencia culpable –

La cabeza de Elena se alzó abruptamente. Sus palabras la habían atravesado con la precisión de un cuchillo.


Por un segundo Damon no pudo creer lo que estaba viendo, un dolor desesperado en el fondo de aquellos ojos color violeta profundo. No lo podía creer, porque no estaba allí, se dijo. ¿No había sido ya testigo de sus sonrisas vacilantes y tímidas con Nick? ¿O la forma encantadora con que había tratado a María...?


–Damon… – la voz de Elena sentía inusual y muy ronca –Lo único que te pido es una oportunidad. Eso es todo. Estoy aquí con tus condiciones. No voy a hacer nada que no quieras que haga. Sólo quiero una oportunidad. Eso es todo


Él se recostó en su silla y la observó allí, sentada con la espalda recta en la banqueta y el cuerpo tenso. Estaba demasiado delgada. Su cabello corto resaltaba su largo cuello, y los huesos de la muñeca lucían tan frágiles que parecía que se romperían con sólo agarrarlos...


–Estás consiguiendo la mejor oportunidad que puedes tener, o merecer. ¿Estás aquí, no? – Él carraspeó. Odiaba ser tan consciente de ella.


Ella asintió con la cabeza y miró hacia abajo, su pelo cayó hacia delante cubriéndole la mejilla, protegiéndola de su mirada. Él tuvo que reprimir el deseo de extender una mano para llevarlo hacia atrás, metiéndolo detrás de su oreja.


–Gracias –


Tenía que salir de allí, alejarse de su actuación de simulada vulnerabilidad. Se levantó repentinamente de la mesa, dejando caer la servilleta y mirando con severidad a Elena –Estás aquí, como te he dicho, es sobre todo porque no tuve


más remedio, y también porque sé que no vas a durar ni una semana – Sus ojos recorrieron despectivamente su ropa usada –Toda esta campaña y este teatro... en realidad no tienes que molestarse, ya sabes –


Él se volvió para salir por la puerta, y Elena, tomando fuerzas de alguna parte, mandando a un rincón las palabras que tan profundamente la habían herido, se puso de pie, tirando la silla al suelo, lo que produjo un sonido estrepitoso.


–Espera –


Él se detuvo y se volvió, la impaciencia y la intransigencia estaban estampada en cada línea de su cuerpo.


– ¿Cuándo... cuándo puedo estar con Nick, por favor? – Ella contuvo la respiración. Si se rehusaba…
–Lo podrás ver durante un par de horas antes de que tome su siesta de la tarde


Luego volvió a entrar, parándose cerca de ella. Elena se apoyó en la mesa con una mano, un poco fuera de equilibrio después de la forma en que se había levantado.


–Dejaré de trabajar una semana, Elena. Estaré por ahí, observando cada uno de tus movimientos, así que no te hagas ilusiones –


Elena observó cómo se alejaba nuevamente y salía de la sala. ¿Dejaría de trabajar una semana? ¿Desde cuándo se tomaba más de un día libre? Se sentó de nuevo, temblando. ¿Habría sido Nick lo que lo hizo cambiar? Porque sin duda había cambiado. Había notado blandura, no dirigida a ella, claro, pero una suavidad y también una actitud diferente hacia el trabajo, al menos eso era lo que había percibido.


Pero ella ya había visto esto antes, y esa faceta suya, que tan raramente mostraba, había sido la que le había dado la confianza para alejarse de Nick, porque había sabido por sobre todas las cosas que él quiso y seguiría queriendo a su hijo. La primera vez que había visto ese lado de él había sido con los hijos de su hermana, que ahora debían tener entre tres y cinco años. Había tenido una paciencia innata y una habilidad para comunicarse con ellos, que había sorprendido a Elena cuando los había visto juntos en la boda, dejándola pasmada. Y después de que ella hubo concebido, en su noche de boda, supo por instinto que él sería un buen padre.


A pesar de ser muy ambicioso, tanto que se había casado fríamente con ella con el fin de tomar el control de uno de los mayores bancos de Inglaterra, había


recibido con agrado la noticia de su paternidad inminente. Era evidente que, aunque no era algo que esperara de ella, tener un heredero lo hacía feliz.


Ella medio se había enamorado de él antes de que se casaran, y esa había sido la razón de por qué se dejó convencer para formar parte de aquel frío negocio matrimonial. Tampoco fue que tuviera muchas opciones... Pero cuando aquello se había convertido en algo físico, y se había quedado embarazada, tonta e ingenuamente había esperado mucho más.


Enojada tomó un sorbo de su café tibio, no queriendo recordar, pero eso era imposible. Su padre enfermo se lo había señalado en aquella reunión social en el Hotel Savoy de Londres. Pero la verdad es que ella lo había visto apenas él había entrado. Cualquiera mujer con sangre en las venas lo hubiera notado. Había aparecido como un león dorado en medio de seres inferiores, los simples mortales. Se había producido un momento de silencio antes de que la energía y la conversación se elevaran nuevamente. Todas las mujeres trataban de parecer más hermosas y todos los hombres habían palidecido, sumergidos en la insignificancia. Y él simplemente se quedó allí, con sus ojos deambulando y evaluando, evidentemente poco interesado en la conversación de su alrededor. Ligeramente cínico.


Elena había sido incapaz de quitarle los ojos de encima, lo mismo que el resto de las mujeres allí dentro. Y sin embargo, ella había llamado su atención, o al menos eso había pensado estúpidamente, se había acercado a ella con gesto decidido y Elena se había sentido sacudida, temblorosa, con los ojos enormes cuando él se había detenido delante de ella. Finalmente se dio cuenta de que no la estaba mirando a ella sino que estaba buscando a su padre. Con un breve gesto de saludo hacia Elena, aún recordaba la forma en que esos ojos fríos se habían posado sobre ella, él y su padre se había estrechado la mano y se habían retirado a una habitación privada donde habían discutido los términos del acuerdo. El acuerdo que la incluía a ella, y que le cambiaría la vida.


Aún podía recordar su bochorno cuando había oído hablar a algunas mujeres en el tocador, un rato después – ¿Viste la cara de Elena  Gilbert   cuando él se acercó? Prácticamente tenía la lengua fuera. Digo, realmente, ¿quién querría estar con ella? ¡Tiene veinticinco y apuesto a que todavía es virgen! Y ese vestido tan...recatado. No me sorprendería que hubiera sido de su madre... –


Y así habían seguido sin parar durante lo que pareció una eternidad. Cuando Elena al fin salió se fue directamente afuera para tomar un taxi hasta su casa, con su confianza hecha jirones.


Elena se dio cuenta de que estaba sujetando la pequeña taza de café de forma tan apretada que estaba en peligro de romperla. Relajó su mano y la posó sobre el platillo, respirando profundamente. Habían pasado tantas cosas desde entonces... Tantas... Pero no estaba aquí para traer de vuelta los recuerdos.


Tenía que enfocarse en el presente y en Nick. Así era como lograría atravesar esto.

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