Capitulo 3
Ahora ese perfil se
burlaba de su sensualidad y se acercaba cada vez más. Elena sentía que su
pánico aumentaba y quería escapar de esa sonrisa cruel y esa mirada glacial.
Sintió que alguien le tironeaba la falda, jalándola hacia abajo y volvió a la
realidad cuando la sacudida se hizo más brusca, con tirones fuertes y
persistentes.
Elena abrió los ojos,
los sentía arenosos y cansados. Estaba en el avión. Seguramente se había
dormido. Registró un nuevo tirón y miró hacia abajo, directamente a unos
enormes ojos color violeta, los de su hijo. Su corazón se detuvo y luego
comenzó a latir de nuevo dolorosamente. Estaba arrastrando una manta vieja y
descolorida. Sus mejillas aún estaban rojas por el sueño y tenía los pelos
parados. Y su corazón estaba apretado en un puño, tan fuerte que por un segundo
pensó seriamente que se desmayaría de nuevo e hizo un esfuerzo por bloquear esa
sensación.
Sus ojos lo miraban
ávidamente, deslizándose por él como si comprobara que era un bebé con todos
los dedos de las manos y los pies. Deseaba auparlo y apretarlo contra ella,
pero no lo hizo porque sabía que lo podría asustar. Sólo este momento hacía
que todo valiera
la pena, ponía
todo en perspectiva. Damon y sus amenazas pasaron a
segundo plano.
Con la voz ronca por la
emoción lo saludó – ¡Hola Nick! –
Una mano regordeta se
apoyó en su pierna para sostenerse y con la otra orgullosamente se señaló a sí
mismo – ¡Nick! –
Luego se puso una mano
en la cabeza e hizo una mueca, obviamente hacía la conexión entre Elena y el
día anterior, cuando se había caído.
–Eso es, te caíste. ¿Te
hiciste mal en la cabeza? –
Nick asintió y se frotó
la cabeza, inclinándose hacia abajo para mostrarle. Elena simuló buscarle el
golpe, gritando y haciendo aspavientos, como si hubiese encontrado uno. Sus
manos temblaban por la intensidad de sus emociones. Nick comenzó a reír.
En ese momento, una
mujer mayor vestida con ropa oscura se acercó por detrás de Nick. Parecía
española. Se agachó
y lo tomó
de la mano para
llevárselo, mirando con curiosidad a Elena.
–Soy María, la nana de Nick...
–
Elena le tendió la mano
–Yo soy Elena... – dijo y se paró en seco ¿Qué debía decir? ¿Soy la madre de Nick?
¿Soy la señora Salvatore?
Pero la niñera no
esperó una explicación demasiado elaborada, simplemente sonrió y sacudió
ligeramente la mano de Elena –Perdone, él necesita comer algo–
Elena asintió
y moviendo la mano
se despidió de Nick, quien
se alejaba velozmente, ya
interesado en otra cosa. Ella se volvió y miró sin ver las nubes a través de la
ventanilla. Estaba demasiado acongojada por las lágrimas y su corazón doliente.
Sin embargo, sentía un profundo alivio al ver que Nick estaba bien y saludable.
Esa había sido siempre su única prioridad... ver que había crecido sanamente
justificaba todas sus decisiones. Y no es que ella hubiera necesitado
justificación para tomar aquella decisión, desde el primer día había actuado
con un instinto primitivo tan fuerte que no había tenido más remedio que
seguirlo. Por encima de todo, no había querido que sufriera ni un momento de
dolor, y sin dudas una partida demorada egoístamente lo habría provocado. Incluso
a un bebé.
La única cosa con la
que no había contado era esto. Estar en esta situación. Se preguntó si no
estaba siendo egoísta volviendo aquí, queriendo conocer a Nick. Racionalmente
sabía que no, pero de alguna manera
todavía no se sentía merecedora de ello. Este lujo de ver a su hijo, esta
felicidad. Tal vez debería haberse quedado lejos, sin decir nada, que siguieran
adelante con sus vidas. Pero, con vergonzosa debilidad, reconocía que no tuvo
fuerzas para hacerlo. Tan pronto como supo que las cosas eran diferentes, quiso
una oportunidad...
– ¿Tenías hambre? –
Elena giró la cabeza.
Había estado tan absorta en sus pensamientos que no había oído que Damon se
había sentado en el asiento del otro lado del pasillo. Estaba sin corbata y sin
chaqueta nuevamente, como si estar en traje, aunque sea por un momento,
limitara su vibrante y masculina energía. Su camisa estaba abierta en la
garganta, revelando la columna de color café fuerte... ¿Qué pasaba con ella?
Sin dudas siempre se había sentido atraída por Damon desde el momento en que lo
había conocido, pero no recordaba haber experimentando antes este nivel de la
atracción carnal.
–Sí. Estaba muerta
de hambre – Echó una mirada a su plato,
que había quedado limpio después de
devorarse la deliciosa paella y la ensalada que le habían servido.
Damon frunció el ceño
al recordar su figura acurrucada en el sofá esta noche. Había algo indefenso en
esa imagen que le llamaba la atención, pero lo ignoró –
¿No comiste en el
hotel? –
Elena se sonrojó y negó
con la cabeza mientras los ojos de él la recorrían desdeñosamente.
–Has perdido peso –
El tono sonó acusador e
hizo erizar a Elena
–Ya lo sé – No hacían
falta las palabras para darse cuenta de cuán poco atractiva la encontraba.
En ese momento, un manchón
rubio se lanzó hacia Damon. Él sujetó hábilmente a Nick en sus brazos antes de
que pudiera lastimarse o tropezar con algo.
Echó una mirada a Elena,
mostrando por primera vez un resquicio de calidez – Como podrás ver, está en la
etapa en que no es capaz de parar una vez que se arranca –
A Elena se le hizo un
nudo en la garganta al ver a Nick envolviendo sus brazos alrededor del cuello
de Damon, primero estrechándolo y luego retorciéndose bruscamente para bajarse,
dando pasitos inseguros de nuevo, siempre bajo la atenta mirada
de Damon hasta
que su niñera
vino a buscarlo.
La fácil intimidad entre ellos le
recordó lo tonta que había sido alguna vez, al haber pensando que ella tenía lo
mismo, y ahora podía ver qué tan potente era cuando verdaderamente se prodigaba
a otra persona. Se daba cuenta de que todo lo que ella había experimentado
había sido meramente superficial, nunca profundo.
Realmente no pudo
mirarlo a los ojos cuando le dijo –Has hecho un trabajo increíble. Es hermoso –
– ¿Sorprendida? – Fue
su seca respuesta.
Lo miró y sus ojos
quedaron atrapados por los de él. Hizo un gesto de negación
–No. Nunca tuve dudas
de que serías un buen padre – Se detuvo de golpe porque había estado a punto de
decir que su única preocupación había sido que no tuviera tiempo suficiente
para el niño... Pero eso habría sido revelar demasiado y por ahora prefería
dejar ese miedo enterrado. Evidentemente a Damon no le importaba llevar a Nick
con él en viajes de negocios.
Algo en el tono de Elena
hizo que Damon se fijara en ella por un segundo. En su mirada remolineaba algo
indefinible, y por primera vez desde que volvió a verla notó sombras y honduras
que no habían estado allí antes. ¿Dolor?
Ella por un momento
apartó la mirada y cuando volvió a fijarla en él sus ojos estaban claros. Se
parecían tanto a los de Nick que por un instante se quedó sin aliento. Pero la
ambigüedad que había visto en sus profundidades se había esfumado. Seguramente
había sido un truco de la luz. Eso era todo.
En ese momento la
azafata llegó a decirles que el avión se disponía a aterrizar. Y cuando ella se
acomodó, Damon la sorprendió moviéndose rápidamente de su
asiento, atrapándola.
Pudo sentir el calor de
su cuerpo e instintivamente se encogió en el asiento con sensación de
claustrofobia. La miraba con tal intensidad que se sintió obligada a preguntar
– ¿Qué? ¿Qué pasa...? – Quería apartar de su mente el peligroso recuerdo
de experiencias previas... de otros momentos en que
él la había mirado con la misma intensidad.
Sus ojos se mantenían
fijos en los de ella con la habilidad hipnótica de un mago. Su voz sonó
engañosamente suave, pero no sus palabras.
–Sólo esto, Elena. Si
llegas a hacer sólo una cosa que ponga en peligro, lastime o simplemente dañe
un pelo de la cabeza de Nick entonces, créeme, no habrá tribunal en este mundo
que te otorgue la custodia cuando nos divorciemos. No dudaré en utilizar toda
la fuerza de mi poder, y tendrás suerte si apenas puedes llegar a leer algo
sobre él en los periódicos mientras crece –
Él sonrió, tan
fríamente que Elena sólo atinó a quedarse quieta, mirándolo, atravesada por
este absoluto extraño. Luego él se enderezó y se fue a un lugar en la parte
trasera del avión con la gracia de una pantera. Elena se quedó mirando el lugar
donde había estado, sintiendo un frío interno. ¿Qué diría Damon si supiera que
ella ya había dado su vida para proteger a Nick? No mucho, pensó con tristeza.
Como él mismo le había dicho, nada la absolvería de ese crimen ante sus ojos.
Suspiró y miró por la ventanilla, justo cuando el avión aterrizaba en suelo
español.
El viaje al este de
Sevilla no demoró mucho. Elena tenía ante su vista las llanuras suavemente
onduladas de La Campiña1, pero apenas era capaz de captar lo que había en el
entorno, pues aún luchaba por asimilar todo lo que estaba sucediendo. Damon
conducía el jeep. Ella estaba en el frente, y María se encontraba en la parte
posterior con Nick, quien iba sentado en su asiento para coche. El
guardaespaldas, quien había sido presentado a Elena como Hernán, los seguía
detrás en otro vehículo.
Se distrajo por un
momento cuando entraron en el exquisito y pintoresco municipio de Osuna2, donde
Damon había nacido y tenía su hogar.
–Es hermoso –
–Sí – Damon la miró
brevemente pero ella no se dio cuenta, demasiado embelesada observando las
callecitas sinuosas y empinadas. La había estado observando subrepticiamente
mientras se alejaban de Sevilla, esperando ver su desilusión a medida que
dejaban atrás la civilización, pero no había dejado
1 La campina: así está
en el original. Personalmente creo que la autora quiso poner La campiña.
Nuestras amigas sevillanas
aclararán ¿existe tal
Campina?…
traslucir nada. Más
bien había parecido incómoda con la multitud bulliciosa, nerviosa... casi abrumada.
Pero por otra parte él no esperaba que ella fuera a ponerse en evidencia tan
pronto.
Estaban en
la parte superior
de la ciudad
ahora, con vistas
a los impresionantes edificios
municipales de estilo barroco. Damon tomó una calle tranquila que en realidad
era un callejón sin salida. Llegaron a un portón de hierro forjado, con altos
muros a ambos lados, de entre los cuales sobresalían árboles. Damon introdujo
un código de seguridad en una plataforma desde la ventanilla del jeep y las
puertas se abrieron, un guardia de seguridad salió de una caseta para saludar a
Damon, quien le devolvió el saludo.
Elena no estaba
preparada para lo que apareció luego de tomar una curva. Había esperado
vagamente algún tipo de hacienda, pero en su lugar apareció una mansión barroca
enorme, que emergió como sacada de alguna fantasía medieval. De color crema,
parecía brillar a la luz del sol, las ventanas emitían destellos y una
profusión de flores caía de los macetones a lo largo del sendero y el frente a
la casa. Su mandíbula estaba abierta. Damon había estacionado y ya estaba
afuera del Jeep, yendo a buscar a Nick para sacarlo de su asiento en la parte
trasera. Nick brincaba entusiasmado, reconociendo claramente la casa y también
por haber estado encerrado por mucho tiempo.
Elena salió lentamente,
y la gran puerta de entrada se abrió como por arte de magia, para revelar al
personal de servicio. Con temor en su pecho siguió a su marido y a su hijo
hasta la casa.
Después de una rápida
sucesión de presentaciones que le dejaron la cabeza dando vueltas, Damon dio
una serie de instrucciones y Elena fue conducida escaleras arriba, seguida por
el ama de llaves portando su bolso. Elena trató de tomarlo, pero ella no se lo
permitió. El parloteo de Nick desapareció detrás de ella cuando entró a su
habitación.
Era un cuarto acogedor
en color crema oscura y rosa. Pero por alguna razón ella no podía decir en ese
momento que los colores la tranquilizaran. Y luego la golpearon. No tenía que
ver con el temido blanco de sus pesadillas sino con su pasado reciente.
El ama de llaves le
mostraba dónde estaba todo, haciendo que se distrajera de sus demonios
interiores. Luego se fue y Elena respiró hondo para calmarse y explorar por sí
misma. La cama era antigua y enorme, con dosel y cortinas de muselina blanca
recogidas con los lazos de adorno. La habitación tenía el estilo floral típicamente barroco atenuado por
los colores simples.
Fue hasta la puerta-balcón francesa, la abrió, miró la
vista que tenía ante ella con ojos sorprendidos y salió afuera como si
estuviera en trance.
Un pequeño balcón de
piedra con antiguos peldaños conducía a un jardín interno privado con una
pequeña piscina tapizada con azulejos verdes oscuros
y mosaicos brillantes.
Bajó por las escaleras lentamente, sobrecogida por la quietud y la belleza. La
piscina estaba rodeada de arbustos con flores y olivos. El olor pesaba en el
aire. Era como estar en medio de algo soñado y nunca conseguido. Dando vueltas
en círculo, embebiéndose de aquello comenzó a andar cuando vio a Damon parado
inmóvil, con las manos en los bolsillos, afuera de otro par de puertas dobles,
a pocos metros de la suya, con un balcón y escaleras para bajar al jardín,
idénticos al suyo. ¿Su habitación? Sintió su corazón en un puño ante ese
pensamiento.
Se acercó a ella y cada
paso que daba resonaba como una amenaza apenas contenida. Si Elena daba un paso
atrás acabaría en la piscina.
– ¿Te gusta lo que ves?
– le preguntó con firmeza.
Elena asintió con la
cabeza, apenas consciente de lo que estaba preguntando, con la boca seca.
Mirándolo contra este telón de fondo él lucía áureo, vibrante.
–Realmente lo enredaste
todo, ya sabes – Sacó una mano del bolsillo e hizo un gesto señalando a su
alrededor –Podrías haber tenido todo esto en los últimos dos años, y ahora
nunca será tuyo –
El corazón de Elena se
retorció en su pecho. Él pensaba que ella deseaba esto, la evidencia material
de su riqueza. Comenzó a negarlo moviendo la cabeza, pero no emitió una
palabra. La mueca burlona en su rostro se lo impidió.
– ¡Que no se te olvide,
querida esposa, que estás aquí meramente a instancias mías y por consejo de mis
abogados! Ellos piensan que esto me va a servir para demostrar cuán generoso
estoy siendo al permitirte conocer a Nick, a pesar de lo que hiciste. Así que
no te vuelvas codiciosa e imagines ni por un segundo que tienes derecho a un
metro cuadrado de este lugar. No darás un solo paso sin que estés vigilada y
controlada. Y verás a Nick sólo cuando yo lo permita… –
Elena se obligó a
hablar para detener sus palabras –Eso es todo lo que quiero. No estoy aquí para
tomar nada tuyo, Damon. No tengo ningún interés en nada que poseas. Sólo estoy
interesada en Nick –
Él profirió una
grosería por lo bajo –Y también en lo que puedes hacer con los despojos de un
divorcio. Dame un respiro, Elena. Si yo hubiese estado menos ciego, menos
engañado por su actuación de inocencia e ingenuidad, me habría dado cuenta de
eso hace mucho tiempo –
– ¿Te habrías dado
cuenta de qué? – profirió con amargura, con la emoción bullendo dentro de ella
–De que la mujer con la que te casaste únicamente para elevar tu posición en la
sociedad inglesa era sólo eso, nada más que una esposa trofeo? – Ella sabía que
cuando su proceder saliera a la luz la pintarían de la peor manera posible, y
también sabía que estaba siendo irracional, pero que tan fácilmente creyera que
era esa clase de persona la hería profundamente.
Damon se quedó
desconcertado por un momento. Sus palabras revivieron toda su humillación y,
odiaba admitirlo, su decepción. Y sin embargo, mientras estaba aquí, de pie
frente a él, con una tenue línea de sudor sobre su labio y con los brazos
cruzados a la defensiva, empujando sus pechos hacia arriba, en todo lo que
podía pensar era en el deseo concentrándose en su bajo vientre. Por más que
quisiera rechazarla en todas las formas posibles, sabía que con cada momento
que pasaban juntos el deseo era cada vez más fuerte...
La punzada inquietante
de lujuria que sentía hizo más firme su determinación. Si él lo hubiese sabido
se hubiera dado cuenta de que la pasión caliente agazapada debajo de su frío
exterior era una señal de lo que vendría. Podría haber sido una virgen en su
noche de boda, pero él la había despertado, y tan pronto como se había librado
de su bebé había huido. Nunca había planeado que el matrimonio se consumara,
pero cuando había sucedido sintió que había sido lo correcto. Y entonces cuando
ella se quedó embarazada… Cortó sus pensamientos desbocados y dejó que su
crueldad aumentara. Esta mujer frente a él era su fatal debilidad.
–Nuestro matrimonio no
iba a ser otra cosa que un acuerdo comercial. Tú lo sabías. Yo lo sabía –
–Por supuesto que no.
Yo sabía que... – Elena tragó entrecortadamente, no pudiendo continuar por un
momento, furiosa consigo misma por permitirle aguijonearla. Lo último que
quería era mostrarse vulnerable frente a él. O recordar que tan lasciva había
sido ella durante su corto matrimonio. U oírle decir que había sido un error
–Nunca esperé nada más… –
Sintió calor por el sol
de la tarde que caía directamente sobre su cabeza. Calor y cansancio. No tenía
la energía para esto. No tenía que recordarse cuán inocuas y banales habían
sido sus conversaciones antes de la boda. Ni recordarse que su matrimonio nunca
se iba a consumar. Y, sin embargo, se consumó. Ella se había lanzado
literalmente a él. Recordarlo hacía que la vergüenza le desgarrara las
entrañas.
En una serie de
reuniones y cenas antes de que se casaran había quedado todo bien claro. Sus
palabras estaban grabadas todavía en su cerebro.
–Me caso contigo para
que tu padre se salve de la bancarrota, y voy a tomar su puesto como CEO en el
Banco de Gilbert
. Tú te casas conmigo para cumplir los términos del
testamento de tu madre y así recibir tu herencia. Ya que esto no será un
verdadero matrimonio, si tomo una amante lo haré con la máxima discreción, y me
gustaría lo mismo de tu parte. En un año podemos revisar estos términos y
hablar de divorcio. Considero que un año contigo a mi lado será suficiente para
afianzar mi lugar. Para entonces habremos conseguido lo que ambos queríamos y
mi control sobre el banco estará garantizado –
En aquel momento Elena
había parpadeado lentamente y le había costado dejar de mirar su boca para
mirarlo a los ojos. Ojos que habían estado fríos, lo suficientemente fríos como
para apagar su tonto e infantil ardor. Había estado sentada ahí, soñando
despierta, imaginando que él decía... ¿Qué? ¿Qué había querido escuchar? ¿Que
se había enamorado de ella apenas la conoció y que sabía que lo mismo le había
sucedido a ella? ¿Que estaba abrumado de lujuria por ella como ella por él?
Volvió al presente y
sintió un balanceo traicionero cuando el calor pareció intensificarse
repentinamente. De poco valió que supiera cuán insignificante había sido para
él, que en ningún momento hubiera siquiera considerado la posibilidad de
cambiar de sentimientos, por más que ella misma se hubiera engañado a sí misma
creyendo otra cosa...
Con un movimiento casi
bruto, Damon tomó a Elena del brazo y la condujo de nuevo por los escalones
derruidos y ya en su cuarto le dijo – ¡Tienes que salir del sol! No estás
acostumbrada al calor –
Ella se apartó,
sintiéndose mejor ahora que estaba de nuevo adentro, y lo miró con recelo.
Él puso
distancia entre ellos,
balanceándose sobre los
talones, alto y dominante. Y riéndose con dureza le dijo –
¿Soy imbécil verdad, cómo iba yo a saber a lo que estás acostumbrada? Después
de todo, podrías haber estado en cualquier lugar en los últimos dos años –
Elena palideció. Sabía
que tarde o temprano tendría que decirle exactamente donde había estado, pero
en estos momentos en que se sentía tan crudamente vulnerable y queriendo hacer
las paces con todo, supo que no era oportuno. Si tan sólo
pudiera permanecer un tiempo apartada
de su camino,
podría enfocarse en Nick... Y cuando se sintiera más en control de sí
misma y de sus altibajos emocionales, entonces quizá podría contarle. Porque
cuando lo hiciera seguramente desencadenaría todo tipo de preguntas. Preguntas
para las que aún no estaba emocionalmente preparada para contestar.
Él se dirigió hasta una
puerta que antes no había notado ya que estaba pintada del mismo color que la
pared, casi camuflada. Seguramente era la puerta de la habitación contigua a la
suya. Sintió el corazón en un puño. Y él al ver su mirada asombrada le dirigió
una sonrisa burlona.
–Aquí nadie espera que
pretendamos ser una pareja felizmente casada, disfrutando del lecho conyugal,
así que descansa tranquila, Elena. No llamaré a tu puerta en la noche –
No, pensó con el
corazón apesadumbrado, sin dudas Damon habría tenido una serie de amantes que
le hicieron compañía y debía tener una en la actualidad.
No tenía para
recordarse los comentarios despectivos que había vertido sobre ella a su
hermana. Recordar esa conversación ahora sería ir demasiado lejos.
Suspiró aliviada cuando
la puerta se cerró detrás de él, llevándose su presencia inquietante. Se sentó
en la cama sintiéndose exhausta. Su mente era un campo minado, un torbellino de
recuerdos. Se llevó una mano al pecho, como para frenar su corazón que latía
con fuerza, pero fue en vano... Él había venido a su habitación en su noche de
boda, cuando ella menos se lo esperaba y la había mirado como si la viera por
primera vez. Aún podía recordar el deseo doloroso que había sentido mientras
sus ojos azules la recorrían de arriba abajo. Ella quería que la encontrara
atractiva, y había observado expectante como se había acercado más y más. Sabía
que había venido sólo a darle las buenas noches, para ser cortés. Pero había
sido como si su cuerpo y su corazón anhelantes hubieran hablado en voz alta.
Y como si, increíblemente, hubiera oído su declaración
tácita, la había tomado en sus brazos… la había besado... y había despertado en ella una pasión que aún
hoy la conmovía y asustaba.
Elena negó con la
cabeza, como si así pudiera alejar las imágenes dolorosas. Ella se había
comportado de una manera tan lasciva, tan fogosa... Con un gemido se puso
abruptamente de pie y empezó a desempacar, ocupándose de tareas mundanas.
Funcionó. Su mente febril se fue enfriando y luego cedió a la tentación de una
larga ducha de agua caliente, y después de ponerse una bata limpia se hundió en
las profundidades de la suave cama, dejando que la ola de la oscuridad la
envolviera. Estaba con su hijo. Era lo único que importaba. Tendría que serlo,
porque no cabía esperar nada más.
Estaba de nuevo en esa
habitación. La habitación blanca con un par de puertas dobles. Sabía que tenía
que salir, que si no salía ahora, nunca saldría, nunca vería a su hijo de
nuevo. El pánico se estaba apoderando de ella haciendo sus movimientos torpes.
No podía hacer nada para bajarse de la cama. Podía oír pasos acercándose, y
sabía que venían a encerrarla bajo llave. Quería gritar
pero no podía emitir
ningún sonido. Su voz se había ido. El cubrecama la obstaculizaba, atrapándola.
Con el grito ahogado en la garganta Elena sintió que las lágrimas caían por su
cara, saladas y calientes, y luego sintió que la sacudían. El terror congeló
sus miembros...
Elena tomó conciencia
de dos cosas a la vez. Estaba soñando. El mismo sueño siempre, aunque una
versión ligeramente diferente. Sólo había sido un sueño. Y también tomó
conciencia de que estaba siendo sacudida. Sus ojos se abrieron de inmediato y
se enfrentaron con otros, azules glaciales. Damon la miró con la impaciencia
estampada en la cara. Estaba en España, no en aquel otro cuarto horrible.
– ¿Qué diablos te pasa?
Casi tiras la casa abajo con tus gritos. Nick duerme justo al otro lado del
pasillo –
Nick.
El terror del sueño
había sido tan real que aún se estremecía. Se sentía completamente desorientada.
Estaba oscuro, las
cortinas ondeaban hacia afuera
movidas suavemente por
la brisa caliente.
Las manos grandes
de Damon estaban todavía sobre sus hombros, y tenía medio cuerpo sentado
en la cama, incómodamente cerca, lo suficiente como para poder oler su aroma y
sentir su calor. Eso le provocó un respingo.
– ¿Qué hora es? –
Él se alejó cuando ella
se movió, y miró el reloj de platino que tenía en una de sus muñecas.
–Las once y media. –
Elena negó con la
cabeza – ¿De la noche? –
Él asintió con la
cabeza y se levantó –Julia, el ama de llaves, vino a buscarte a la hora de
cenar, pero estabas profundamente dormida, así que le dije que te dejara
tranquila – Él la miró y luego le preguntó con severidad: – ¿Qué fue eso?
¿Padeces jet lag? –
Elena negó con la
cabeza –No. Simplemente... estaba cansada. Sólo fue un mal sueño. Y... yo no
tenía idea de que estaba gritando – Se llevó una mano a la sien, que le
palpitaba ligeramente. Se dio cuenta de que estaba vestida con nada más que la
bata, y estaba abierta. La cerró y se levantó torpemente de la cama –Debo haber
estado más cansada de lo que pensaba, eso es todo –
Damon encendió la
pequeña luz junto a la cama iluminando la habitación y su rostro autocrático.
Pudo ver que todavía estaba vestido.
–Me iba a acostar
cuando te oí –
–Oh...– Pareció que le
había leído la mente, haciéndola ruborizar –Lo siento –
–Si hay probabilidad de
que esto vuelva a ocurrir voy a tener que trasladarte a otro lado de la casa,
lejos de Nick. Si se despierta en la noche es imposible que vuelva a dormirse –
–No… – Elena rezó
en silencio. Tenía
esos sueños regularmente, principalmente cuando estaban
teñidos de tristeza y se despertaba llorando, pero éste había sido más intenso.
Debía ser por los acontecimientos recientes – Realmente – le aseguró a Damon,
deseando que su presencia inquietante se fuera –No volverá a suceder –
Damon la miró. Su piel
tenía un tono rosado y su pelo estaba alborotadamente sexy. ¿Sería esto una
artimaña? ¿Un truco para que viniera hasta aquí y seducirlo? ¿Era consciente
del efecto que le causaba? ¿Se habría convertido en
una seductora en estos dos
últimos años? Pensar eso le hizo formar un nudo profundo en el estómago. No
podía dejar de pensar la forma en que la había sentido bajo
sus manos, la
fragilidad de sus
huesos. Su perfume
limpio, ligeramente almizcleño. Sin embargo el terror en su voz había
sido muy real, lo mismo que sus gritos.
–Lo notaré si no se
cumple – Su voz sonó estrangulada aún para sus propios oídos, y fue consciente
de la irracionalidad de su declaración. Si tenía nuevamente una pesadilla,
obviamente ella no sería capaz de controlar sus reacciones. Se volvió y salió
de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Maldita fuera la mujer por
haber regresado.
Damon cruzó el
pasillo y abrió
la puerta de Nick.
Miró a su
hijo dormir tranquilamente, mitad
sobre la cama y mitad afuera. Se acercó y lo puso de nuevo en el centro, para
que quedara de manera segura, sintiendo el corazón henchido de amor por este
niño. Odiaba tener que bailar al son de Elena, odiaba que el mero hecho de ser
la madre de Nick le permitiera tener acceso al niño, cuando tan cruelmente lo
había abandonado. Sus puños se apretaron fuertemente. No tuvo más remedio que
permitirle el acceso, pero que Dios la ayudará si ella pensaba que le iba a
permitir llevárselo.
A la mañana siguiente Elena
despertó aturdida, con la cabeza pesada. Se había despertado por un
golpe en la
puerta, y una
joven doncella había entrando en la habitación. Había
apartado las cortinas dejando que la luz del sol entrara a raudales en la
habitación, y luego había abierto un poco más las ventanas francesas. Un ave
trinaba afuera. La ligera brisa que entraba estaba cargada de calidez y Elena
le dio la bienvenida instintivamente, dejando que la calara hasta los huesos.
Se sentía bien.
–Buenos Días –
–Buenos Días –
repitió Elena, sentada en la cama. Le
sonrió a la joven, vacilante, y fue
recompensada con una sonrisa
tímida. Le informó que el desayuno se serviría en quince minutos, en
la sala de abajo.
Después de una ducha
rápida y vestirse con una falda simple y una remera, uno de los tres conjuntos
que poseía, Elena bajó las escaleras. Se sentía cohibida, consciente de que
lucía zaparrastrosa. No había tenido que preocuparse por la ropa en tanto
tiempo… y ciertamente no había esperado estar aquí. Dejó de lado esas
preocupaciones a medida que se acercaba a lo que debía ser la puerta del
comedor. Pudo oír los gritos de Nick.
Con su corazón latiendo
dolorosamente tomó un aliento profundo y entró. Dos pares de ojos se volvieron
hacia ella. A uno, hizo lo posible por bloquearlo, el otro era una imagen
idéntica de sí misma. Enfocó su atención en Nick, y fue incapaz de reprimir la
sonrisa que se formó en su cara. Él era un desastre, con
comida pegada en todas
partes, en todo su cuerpo y su cara. Él le sonrió desde su sillita alta
mientras ella se acercaba a la mesa.
Sabía que esa sonrisa
ganadora se podía transformar en lágrimas y rabietas en un segundo. Pero
incluso esa idea la emocionaba y el deseo de sentarse y estudiar cada aspecto
de él la abrumaba con su fuerza.
A regañadientes apartó
la mirada y saludó a María, que estaba sentada al otro lado de
la mesa, también
desayunando. La mujer
le brindó una
sonrisa indecisa, y Elena se la devolvió, sintiéndose agradecida. Tomó
asiento, y el ama de llaves se afanó en extenderle un plato colmado de comida.
Le indicó que había frutas, croissants, y le sirvió un humeante y aromático
café.
–Espero que hayas
dormido bien –
Elena miró brevemente a
Damon, su tono era tan frío como sus ojos –Sí, gracias. La habitación es más
que cómoda –
María rompió el
incómodo silencio que siguió –Es una casa espectacular. A menudo pienso que
debe haber sido un lugar mágico para crecer. Nick es muy afortunado –
Damon deslizó una
mirada burlona a Elena, y luego otra, más benigna, a
María –Sí, ¿verdad? –
Elena sintió el peso de
una miríada de insultos en ese comentario, pero, o bien María estaba totalmente
ajena a la tensión, o era una muy buena actriz, pues siguió parloteando sobre
la casa, haciendo preguntas. Elena se sentía realmente aliviada de que la mujer
estuviera allí, desviando la atención de Damon.
Damon estaba
alimentando hábilmente a Nick, haciendo que la recorrieran todo tipo de
emociones. En respuesta a algo que preguntó María, y Elena no había oído, él
dijo: –Esta no es la casa original de la familia. Mi hermana vive allí, al otro
lado de Osuna, con su familia y mi madre –
Las entrañas de Elena
se apretaron instintivamente, de forma auto protectora, ante la mención de su
madre y su hermana. Al menos no vivían aquí, pensó aliviada, agradecida por
este pequeño favor. Igualmente estaba segura de que tarde o temprano tendría
que enfrentarlas, y no creía que el tiempo y las circunstancias hubieran
suavizado la opinión que tenían de ella.
En ese momento, María
se levantó, excusándose. Damon también se paró y sacó a Nick de su silla alta,
entregándoselo –Creo que esto es todo lo que va a comer por ahora –
–Lo llevaré para
vestirlo... – La mujer mayor lo aupó con destreza y se lo llevó.
Cuando Damon se sentó
de nuevo el aliento de Elena estaba atrapado en su garganta. Acababa de notar
que estaba vestido con jeans y una camiseta, y el material hacía muy poco para
simular la amplitud y la fuerza de su pecho. Él la miró por encima del borde de
la taza de café.
– ¿No más sueños
anoche? –
Ella negó con la cabeza
–No –
Ella apartó la mirada y
la dirigió hacia abajo. Damon notó las tenues sombras púrpuras debajo de sus
ojos. Algo le dio una patada en el pecho al recordar su impaciencia de la noche
anterior, y no la acogió con entusiasmo.
–Estoy seguro
– dijo hablando
cansinamente –que es
sólo tu conciencia culpable –
La cabeza de Elena se
alzó abruptamente. Sus palabras la habían atravesado con la precisión de un
cuchillo.
Por un segundo Damon no
pudo creer lo que estaba viendo, un dolor desesperado en el fondo de aquellos
ojos color violeta profundo. No lo podía creer, porque no estaba allí, se dijo.
¿No había sido ya testigo de sus sonrisas vacilantes y tímidas con Nick? ¿O la
forma encantadora con que había tratado a María...?
–Damon… – la voz de Elena
sentía inusual y muy ronca –Lo único que te pido es una oportunidad. Eso es
todo. Estoy aquí con tus condiciones. No voy a hacer nada que no quieras que
haga. Sólo quiero una oportunidad. Eso es todo
–
Él se recostó en su
silla y la observó allí, sentada con la espalda recta en la banqueta y el
cuerpo tenso. Estaba demasiado delgada. Su cabello corto resaltaba su largo
cuello, y los huesos de la muñeca lucían tan frágiles que parecía que se
romperían con sólo agarrarlos...
–Estás consiguiendo la
mejor oportunidad que puedes tener, o merecer. ¿Estás aquí, no? – Él carraspeó.
Odiaba ser tan consciente de ella.
Ella asintió con la
cabeza y miró hacia abajo, su pelo cayó hacia delante cubriéndole la mejilla,
protegiéndola de su mirada. Él tuvo que reprimir el deseo de extender una mano
para llevarlo hacia atrás, metiéndolo detrás de su oreja.
–Gracias –
Tenía que salir de
allí, alejarse de su actuación de simulada vulnerabilidad. Se levantó
repentinamente de la mesa, dejando caer la servilleta y mirando con severidad a
Elena –Estás aquí, como te he dicho, es sobre todo porque no tuve
más remedio, y también
porque sé que no vas a durar ni una semana – Sus ojos recorrieron despectivamente
su ropa usada –Toda esta campaña y este teatro... en realidad no tienes que
molestarse, ya sabes –
Él se volvió para salir
por la puerta, y Elena, tomando fuerzas de alguna parte, mandando a un rincón
las palabras que tan profundamente la habían herido, se puso de pie, tirando la
silla al suelo, lo que produjo un sonido estrepitoso.
–Espera –
Él se detuvo y se
volvió, la impaciencia y la intransigencia estaban estampada en cada línea de
su cuerpo.
– ¿Cuándo... cuándo
puedo estar con Nick, por favor? – Ella contuvo la respiración. Si se rehusaba…
–Lo podrás ver durante
un par de horas antes de que tome su siesta de la tarde
–
Luego volvió a entrar,
parándose cerca de ella. Elena se apoyó en la mesa con una mano, un poco fuera
de equilibrio después de la forma en que se había levantado.
–Dejaré de trabajar una
semana, Elena. Estaré por ahí, observando cada uno de tus movimientos, así que
no te hagas ilusiones –
Elena observó cómo se
alejaba nuevamente y salía de la sala. ¿Dejaría de trabajar una semana? ¿Desde
cuándo se tomaba más de un día libre? Se sentó de nuevo, temblando. ¿Habría
sido Nick lo que lo hizo cambiar? Porque sin duda había cambiado. Había notado
blandura, no dirigida a ella, claro, pero una suavidad y también una actitud diferente
hacia el trabajo, al menos eso era lo que había percibido.
Pero ella ya había
visto esto antes, y esa faceta suya, que tan raramente mostraba, había sido la
que le había dado la confianza para alejarse de Nick, porque había sabido por
sobre todas las cosas que él quiso y seguiría queriendo a su hijo. La primera
vez que había visto ese lado de él había sido con los hijos de su hermana, que
ahora debían tener entre tres y cinco años. Había tenido una paciencia innata y
una habilidad para comunicarse con ellos, que había sorprendido a Elena cuando
los había visto juntos en la boda, dejándola pasmada. Y después de que ella
hubo concebido, en su noche de boda, supo por instinto que él sería un buen
padre.
A pesar de ser muy
ambicioso, tanto que se había casado fríamente con ella con el fin de tomar el
control de uno de los mayores bancos de Inglaterra, había
recibido con agrado la
noticia de su paternidad inminente. Era evidente que, aunque no era algo que
esperara de ella, tener un heredero lo hacía feliz.
Ella medio se había
enamorado de él antes de que se casaran, y esa había sido la razón de por qué
se dejó convencer para formar parte de aquel frío negocio matrimonial. Tampoco
fue que tuviera muchas opciones... Pero cuando aquello se había convertido en
algo físico, y se había quedado embarazada, tonta e ingenuamente había esperado
mucho más.
Enojada tomó un sorbo
de su café tibio, no queriendo recordar, pero eso era imposible. Su padre
enfermo se lo había señalado en aquella reunión social en el Hotel Savoy de
Londres. Pero la verdad es que ella lo había visto apenas él había entrado.
Cualquiera mujer con sangre en las venas lo hubiera notado. Había aparecido
como un león dorado en medio de seres inferiores, los simples mortales. Se
había producido un momento de silencio antes de que la energía y la
conversación se elevaran nuevamente. Todas las mujeres trataban de parecer más
hermosas y todos los hombres habían palidecido, sumergidos en la
insignificancia. Y él simplemente se quedó allí, con sus ojos deambulando y
evaluando, evidentemente poco interesado en la conversación de su alrededor.
Ligeramente cínico.
Elena había sido
incapaz de quitarle los ojos de encima, lo mismo que el resto de las mujeres
allí dentro. Y sin embargo, ella había llamado su atención, o al menos eso
había pensado estúpidamente, se había acercado a ella con gesto decidido y Elena
se había sentido sacudida, temblorosa, con los ojos enormes cuando él se había
detenido delante de ella. Finalmente se dio cuenta de que no la estaba mirando
a ella sino que estaba buscando a su padre. Con un breve gesto de saludo hacia Elena,
aún recordaba la forma en que esos ojos fríos se habían posado sobre ella, él y
su padre se había estrechado la mano y se habían retirado a una habitación
privada donde habían discutido los términos del acuerdo. El acuerdo que la
incluía a ella, y que le cambiaría la vida.
Aún podía recordar su
bochorno cuando había oído hablar a algunas mujeres en el tocador, un rato
después – ¿Viste la cara de Elena Gilbert cuando él se acercó? Prácticamente tenía la
lengua fuera. Digo, realmente, ¿quién querría estar con ella? ¡Tiene
veinticinco y apuesto a que todavía es virgen! Y ese vestido tan...recatado. No
me sorprendería que hubiera sido de su madre... –
Y así habían seguido
sin parar durante lo que pareció una eternidad. Cuando Elena al fin salió se
fue directamente afuera para tomar un taxi hasta su casa, con su confianza
hecha jirones.
Elena se dio cuenta de
que estaba sujetando la pequeña taza de café de forma tan apretada que estaba
en peligro de romperla. Relajó su mano y la posó sobre el platillo, respirando
profundamente. Habían pasado tantas cosas desde entonces... Tantas... Pero no
estaba aquí para traer de vuelta los recuerdos.
Tenía que enfocarse en
el presente y en Nick. Así era como lograría atravesar esto.
genial¡ gracias¡ ^^
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