Capítulo 12
Al día
siguiente, Damon llevó a Elena al médico.
Al
médico no le gustó nada ver lo hinchados
que tenía los tobillos. Y aún
había proteínas en su orina. Le
hizo muchas preguntas y le volvió a advertir
que debía hacer reposo.
Damon
escuchaba atento cada palabra del médico. Temió que la encerrara en su
dormitorio en cuanto llegara a casa y no la dejara salir hasta que naciera el
bebé.
De
vuelta al piso, no esperó a que él se lo dijera
y se tumbó en el sofá con los pies en alto.
–Supongo
que no
hace falta que estés todo
el tiempo tumbada. Siempre y cuando tengas cuidado y no hagas más de la cuenta –le dijo Damon.
Le
gustó ver que se mostraba razonable.
–Pensé
que a lo mejor podíamos salir a cenar
fuera esta noche si te apetece. Le encargué a Jansen que te comprara
ropa de invierno y un abrigo. Al menos hasta que
estés mejor y puedas salir tú
misma de compras –le dijo Damon–. Y
vamos a tener que comprar cosas para el bebé muy pronto –le recordó.
Le
sorprendió el comentario, pero se dio
cuenta de que tenía
razón. Sólo quedaban unas semanas para
que naciera el bebé y ella no
había comprado nada.
–No
hay prisa, no te preocupes. Pediré que me consigan algunas revistas y libros sobre
bebés para que puedas ir leyéndolos.
Podemos preparar una lista. Será divertido, ya verás.
–Stefan
me llamó hoy –le dijo Damon a Elena mientras cenaban.
–¿Cómo ésta? Aún no
me termino de creer que
sufriera un accidente con la
avioneta, perdiera temporalmente la
memoria y que después se fuera a enamorar de la mujer a la que pensaba arrebatar sus tierras para
construir el hotel.
Damon
hizo una mueca al oírlo.
–Haces
que suene tan…
–¿Terrible?
Sé que es tu amigo, pero siempre me ha
parecido arrogante y poco respetuoso, sobre todo con las mujeres. Y sé que nunca le he
gustado –le dijo ella con sinceridad.
–Ha
cambiado. Sé que parece increíble, pero
ese accidente trastocó por
completo su vida. El caso es que Katrina y él han vuelto de su luna de miel y vendrán a Nueva York dentro de
unos días. Tienen que hablar con
una agencia inmobiliaria para poner a la venta su piso de
soltero.
–¿Van
a mudarse?
Le
extrañó. A Stefan le gustaba mucho la
ciudad y no se lo imaginaba en ningún otro sitio.
–Sí,
van a vivir en isla Moon.
–Entonces,
sí que debe de estar
enamorado –repuso ella
sorprendida.
–Es
increíble lo que un hombre enamorado puede hacer por la
mujer a la que ama. Quiere que hagamos algo juntos.
–¿A
quiénes te refieres? –le preguntó ella
con cierta suspicacia.
–A Tyler, Cameron, Stefan, Katrina, tú y yo. He pensado
que no estaría mal invitar también a mi
madre. Sé que el primer encuentro con ella será el más duro y creo que
nos resultará más fácil si hay otras personas presentes.
–¿Y Jamie?
–le preguntó entonces.
–No
voy a invitarlo. Nunca te haría
eso, Elena –repuso Damon.
–¿Cuándo
sería la cena?
–La
semana que viene. Van a estar bastante ocupados preparando el piso para venderlo. Podríamos ir a cenar a Tony´s. Ese sitio te gusta, ¿verdad?
Prefiero hacerlo en un restaurante. Así tenemos más libertad para irnos
cuando queramos si no te encuentras a gusto.
Suspiró algo angustiada. Vio que Damon trataba de
facilitarle las cosas. Sabía que quería mucho a sus amigos y también a su
madre.
–De
acuerdo –murmuró ella–. Podemos ir, por supuesto –agregó con una sonrisa algo forzada.
Damon
le tomo las manos entre las suyas.
–Esta
vez, vamos a conseguirlo, Elena.
–Me
hace sentir mejor
verte tan convencido –repuso ella.
–¿Acaso
tienes dudas?
–Te
mentiría si lo negara. Tengo miedo. Ni siquiera me atrevo a salir de tu piso
–dijo con sinceridad–. No me gusta nada
la persona en la que me he convertido, sé que soy una
Elena muy distinta a la que
conociste hace unos meses. Ahora
soy más precavida y me cuesta más confiar en la gente.
Damon
se quedó mirándola a los ojos.
–Cásate
conmigo –le dijo de repente.
Soltó
una de sus manos y vio que
la metía en el bolsillo.
Se quedó boquiabierta al ver que
sacaba una cajita de terciopelo. Contenía un maravilloso anillo con un gran diamante.
Damon
lo sacó de la caja y se lo ofreció. Elena
lo miraba como si se hubiera vuelto loco.
–No
sabía si preferirías que te ofreciera el
anillo que me devolviste. Lo tengo
guardado. Al final, decidí que nos merecemos empezar de cero y te he comprado
este otro.
No
podía dejar de temblar.
–Sé
que no
estoy siendo demasiado romántico
y que nuestras circunstancias no son
perfectas. Había decidido esperar algo más hasta que
llegara el momento adecuado y
hubiéramos solucionado nuestros problemas. Pero no he podido aguantarme. Cuando
mis amigos y mi familia te vean de nuevo, quiero que sepan que
estamos juntos, que
eres la mujer con la que voy a casarme y que tienes todo mi apoyo.
Se le
llenaron los ojos de lágrimas y tenía
un nudo en la garganta.
–Pero Damon…
Hay tantas cosas que… Lo que ocurrió…
–Sí,
lo sé –la interrumpió él–. Tenemos mucho de lo que hablar, pero
quería hacer esto antes para que supieras que, pase lo que pase cuando hablemos de
ello, seguiré queriendo que te conviertas
en mi esposa. Tienes que saber
que es así.
Se
limpió con la mano
las lágrimas que le rodaban por las mejillas.
–En
ese caso, sí. Me casaré contigo.
Tomó el anillo y se lo colocó con cuidado.
Después, le dio un beso en los labios y
se levantó de la silla.
–Vámonos
–le pidió Damon–. Quiero volver a casa y poder estar a solas contigo. Estoy
deseando abrazarte y tenerte sólo para mí –añadió con emoción.
Fueron
directos al coche y allí pudieron
besarse de nuevo.
Después de tanta
soledad y tanto dolor, Elena volvía a sentir por
fin una cálida luz que
la iluminaba por dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario