Capítulo 07
Damon
lo admitió como si se le acabara de
ocurrir, como si la idea de casarse
con Elena no le gustara, pero no pudiera hacer nada
para evitarlo. Se quedó mirándola, parecía algo incómodo.
Ella
estaba demasiado atónita para decirle
nada. Sabía que Damon no la
quería ni confiaba en ella. Pensaba
que era una mujerzuela y parecía estar dispuesto a creer que ese niño
era suyo, pero sólo porque su
hermano le había asegurado que había usado un preservativo.
Y aun
así, quería casarse con ella.
Sin
poder evitarlo, se echó a reír con
ganas.
–No
era esa la reacción que esperaba –le dijo Damon.
–¿Acaso
eran tus palabras una proposición de matrimonio? –replicó ella.
–No.
Sí. No lo sé… –balbuceó él–. Me gustaría poder llegar a esa situación, pero sé que aún
tenemos un largo camino por
delante. Sólo quiero que me digas que aún te importo lo suficiente como
para quedarte aquí y luchar para tratar de arreglar las cosas. Iremos despacio,
poco a poco. No permitiré que vuelva a
pasar algo como lo que
ha ocurrido en el restaurante.
–¿Y
cómo vas a conseguirlo? –le preguntó
ella–.¿Cómo vas a lograr que me
acepten tu familia y tus amigos? Siempre
me decías que eran imaginaciones mías,
pero sabes que no es así. Tu madre no me soportaba y tus
amigos no sabían
qué habías visto en mí. Y es obvio que tu hermano pensó que
era además una mujer
infiel. Una opinión que
también aceptaste tú.
Damon
se puso de repente en pie y la miró
enfadado.
–Dijiste que
no querías hablar del
pasado. O lo hacemos o no, pero si yo no puedo, tú tampoco –le dijo él–.
Limítate a contestarme Elena. ¿Vas a quedarte? ¿Estás dispuesta a intentarlo y
ver si podemos volver a ser felices juntos?
La
miraba con impaciencia, esperando
una respuesta, pero
no era tan fácil. Tenía que
pensarlo.
Le
costaba imaginarse de nuevo con él. No quería verse en una situación en la que la palabra de los demás
importara más que la de ella. Sabía
que no era buena idea, pero
algo en su interior se
removió al pensar en la posibilidad de
volver a estar con Damon.
Se
decía a sí misma que
sólo estaría con él hasta que naciera el bebé. Para poder
descansar todo lo que necesitaba, tener un
techo sobre la cabeza
y comida en el plato. Pero también sabía que no iba a poder seguir a su
lado sin que su corazón se viera involucrado.
Tenía que
decidir si estaba dispuesta a
perdonar y olvidar para poder estar con él o si le convenía más romper todo contacto con
él para tratar de seguir adelante
con su vida.
Otra posibilidad era conformarse con algunos momentos especiales con el hombre al que amaba y odiaba
a partes iguales.
Vio
que Damon parecía desolado al ver que no le daba una respuesta. Recordó haber estado en esa posición, pidiéndole a alguien que la
amara y confiara en ella.
Pero
no era una persona vengativa.
–Me
quedaré –le dijo entonces.
A Damon
se le iluminó la mirada al oírlo. La
rodeó con los brazos y la besó con ternura los labios.
Había mucha emoción en ese beso y se dio cuenta de
que él había temido de verdad que lo rechazara. Era como si la vida estuviera poniendo a cada uno en su
sitio y se encargara de que Damon
sufriera tanto como había sufrido
ella.
Pero
eso no hizo que se sintiera mejor. No deseaba que nadie
sintiera tanto dolor como
ella había sentido seis meses antes.
–Pasa
la tarde conmigo, Elena. Tienes que
comer. Pediré que nos traigan
comida y podemos hacer un picnic
en la playa mientras contemplamos el atardecer. Me encargué de que
Jansen te comprara un bañador por si te
apetecía meterte en el agua.
Colocó
su mano sobre la de Damon.
–Me
encantaría –le dijo ella.
Damon
y Elena fueron hasta la misma sombrilla bajo la que había estado ella esa misma
mañana. Él se aseguró de que estaba cómoda. Después, sacó la comida que el
restaurante había preparado y metido en
una cesta para ellos dos.
Se
sentó a su lado y comenzaron a comer. Elena no se dio cuenta
hasta ese momento del hambre que tenía.
Comieron
en silencio unos
minutos, mientras contemplaban cómo
el cielo iba tiñéndose de cálidos
colores y el sol iba bajando hacia el horizonte. Cerró los ojos un instante y dejó que la brisa le
fuera aplacando los nervios.
Había sufrido
mucho durante esos últimos meses
y estaba cansada. Deseaba poder llevar
una vida tranquila, sin estrés, aunque sólo fuera durante unos días. Quería olvidarse de las noches que había
pasado en vela, llorando y dando
vueltas en la cabeza a todo
lo que había ocurrido.
Deseaba vivir en el presente y fingir que
todo seguía igual.
Ese viaje podía haber sido su
luna de miel.
–¿En
qué estás pensando? –le preguntó Damon.
–En
este paraíso y en lo fácil que
resulta fingir que todo está bien –repuso ella mientras lo miraba a
los ojos.
–Podríamos
fingir, pero no tenemos por qué hacerlo.
–¿Cómo te ha ido esta mañana? ¿Has podido solucionar
los problemas que había? –le preguntó
ella para cambiar de tema.
–Sí,
solo se trataba de un malentendido. Entre
hoy y mañana, podemos arreglarlo. Tengo una reunión con
los constructores locales y con
el capataz al que contratamos
para que supervisara el proyecto –le dijo Damon–. Si todo va bien, no tendré
que hacer nada más y podremos disfrutar
de unos días de descanso.
–¿Cuándo tienes que
volver a Nueva York? –le preguntó
ella con el corazón en un puño.
Sabía
que esa fantasía desaparecería en cuanto volvieran a la realidad.
–Aún
no lo sé, pero no tengo prisa –repuso Damon mientras lo
observaba–. Ahora mismo
prefiero concentrarme en los días que vamos a pasar juntos.
Asintió
con la cabeza al oírlo.
–¿Dormirás conmigo esta noche, Elena? Se quedó
boquiabierta.
–No me
mires así, no me refería a eso –se disculpó
Damon–. Me gustaría que durmiéramos juntos. Dormir, nada más. En la
misma cama. Me encantaría dormir abrazado a ti.
La
idea de dormir entre sus brazos le atraía más de lo que estaba preparada para
admitir. Lo necesitaba.
Respiró profundamente y asintió con la cabeza. Damon
le tomó la mano y la apretó con fuerza.
Siguieron así hasta que salieron un par de empleados del hotel para encender antorchas en la playa. Ya era
noche cerrada.
Algunos minutos después, comenzaron a escuchar la
música que llegaba desde el hotel.
Elena
apoyó la cabeza en el hombro de Damon,
cerró los ojos y se concentró en la melodía de esa música mezclada con el
relajante sonido de las olas.
Damon
le dio un beso en la mejilla y abrió los
ojos. Miró hacia el cielo y vio una estrella
fugaz.
–Pide
un deseo –le susurró ella.
–El
mío ya se ha cumplido –repuso Damon–. Pídelo tú.
Cerró los ojos de nuevo y lo hizo, pero no pudo evitar sentir un gran
pesar en su corazón. Sabía que
algunos sueños no llegaban a cumplirse nunca.
Damon
se puso de pie y tiró de ella para que se
levantara. Pensó que quería volver al
hotel, pero la llevó hasta el borde del mar. La luna se reflejaba en el agua y el cielo se había llenado de estrellas. Era un momento mágico.
Sin
decir nada, Damon la abrazó y comenzaron a bailar al ritmo
de la lejana música que
sonaba en el hotel. Estuvieron así un buen rato,
con sus cuerpos cada vez más
cerca. Recordó en ese instante lo bien
que encajaban, como un sólo ser.
Algún
tiempo después, dejaron de bailar. Damon le acarició el pelo
y le dio un cariñoso beso en la frente. Lo miró a los ojos, estaban llenos de necesidad y deseo, pero
también de esperanza. Se quedó
sin aliento al ver que se acercaba
lentamente y se le hicieron eternos los pocos
segundos que tardó en besarla.
Fue el beso más romántico y dulce
que le habían dado en su vida. Pensó que le decía mucho más de
lo que aquel hombre podría haberle expresado con palabras. Tuvo claro que
aún le importaba y también que la
deseaba.
Cuando
por fin dejó de
besarla, la abrazó con fuerza y la sostuvo así durante mucho
tiempo.
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